jueves, 10 de noviembre de 2016

50 años de Magnificat: conferencia de Christopher Ferrara (cuarta parte)

Publicamos a continuación la cuarta parte de la conferencia de Christopher Ferrara pronunciada en Santiago de Chile en el marco del II Congreso Summorum Pontificum.


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VIRUS EN EL CUERPO DE CRISTO: UN OBSTÁCULO PARA LA RESTAURACIÓN ECLESIAL (IV)

Christopher Ferrara


I. EL CONTAGIO DEL “DIÁLOGO”

Consideremos a continuación el curso que ha tomado el virus del “diálogo” en la Iglesia postconciliar, que no es menos perturbador para todo católico que tenga algún sentido de lo que ha sido la enseñanza y la práctica constante de la Iglesia antes de 1965. No se puede mejorar la descripción que hace Romano Amerio de la súbita aparición y rápida expansión de esta absoluta novedad a través de la Iglesia:

La palabra fue completamente desconocida e inusual en la enseñanza de la Iglesia antes del Concilio. No aparece ni una sola vez con anterioridad al Concilio ni en encíclicas papales ni en sermones ni en la práctica pastoral. En los documentos del Vaticano II figura 28 veces, doce de las cuales están en el decreto Unitatis Redintegratio. Sin embargo, debido a su fulminante expansión y al enorme ensanchamiento de su significado, esta palabra, que es muy nueva en la Iglesia católica, se convirtió en la clave que determina el pensamiento postconciliar y en una categoría “cajón de sastre” en la nueva mentalidad. No sólo se habla de diálogo ecuménico, de diálogo entre la Iglesia y el mundo, de diálogo eclesial, sino que, por una inmensa catequesis, se ha atribuído una estructura dialógica a la teología, la pedagogía, la catequesis, la Trinidad, la historia de la salvación, las escuelas, las familias, el sacerdocio, los sacramentos, la redención y a todo lo demás que ha existido en la Iglesia por siglos, sin que jamás el concepto estuviera en mente alguna, ni existiera la palabra en el lenguaje[1].

Lo que Amerio describe es la expansión del virus verbal en el Cuerpo Místico, que, igual que el ecumenismo, fue inyectado en la Iglesia a través de los documentos del Vaticano II, es decir, los documentos que reemplazaron a los esquemas preparatorios, libres de virus y livianamente desechados. El reconocimiento más impactante de la expansión del virus es posiblemente la declaración del Arzobispo de Avignon, publicado en L’Osservatore Romano unos once años después del Concilio: “En el Concilio la Iglesia empezó de nuevo a amar este mundo [énfasis en el original], a abrirse a él, a transformarse en diálogo…”[2]. La Iglesia se abre al mundo; el virus del diálogo entra en la Iglesia; la Iglesia se transforma entonces en diálogo. Recordamos aquí el famoso lamento del Papa Pablo de que “la apertura al mundo se convirtió en una verdadera invasión de la Iglesia por el pensamiento mundano”[3]. Y este desarrollo fue alabado por un arzobispo en el propio diario del Papa. 

 Romano Amerio

Ahora, a diferencia del “ecumenismo”, que es puro neologismo, la palabra “diálogo” es una palabra clásica con un significado definido: significa una conversación, normalmente acerca de un tema. Pero, ¿qué significa exactamente el diálogo en el contexto de la Iglesia postconciliar? Como lo sugieren los comentarios de Amerio, se ha convertido en un pseudo-concepto que lo corrompe todo. Como “ecumenismo”, el término “diálogo” ha alcanzado una extensión tan amplia que ha perdido todo significado real.

Así lo demuestra un documento clave del Vaticano sobre el “diálogo” intitulado “Diálogo y Proclamación” (DP), expedido por el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso en 1991. En DP vemos que la noción de “diálogo interreligioso” actúa como una especie de co-virus con “diálogo”, y que, como “diálogo”,  evita ser definida con precisión. De ahí que DP declare que “El diálogo interreligioso entre cristianos y seguidores de otras religiones, tal como fue previsto por el Concilio Vaticano II, está comenzando a ser comprendido sólo de modo gradual[4]. Es decir, ¡desde el Vaticano II la Iglesia  católica ha estado asiduamente comprometida en una actividad que no comprende! El Consejo Pontificio admite, así, que la expresión “diálogo interreligioso” es en gran medida incomprensible.

Aunque el documento no hace esfuerzo alguno por definir ya sea “diálogo” o “diálogo interreligioso”, sí nos informa que hay diferentes formas de diálogo: “diálogo de la vida”, “diálogo de la acción”, “diálogo del intercambio teológico”, “diálogo de la experiencia religiosa”[5]. En otras palabras, como hemos dicho, “diálogo”, como “ecumenismo”, no es una doctrina sino una cosa –un conjunto de actividades- que, como el ecumenismo, se dice ahora que permea no sólo toda la vida de la Iglesia sino toda la existencia humana.

 Imagen del primer "Video del Papa" del Año de la Misericordia

De acuerdo con esto, el documento anuncia que “Todos los cristianos están llamados a involucrarse personalmente en ambos modos de realizar la única misión de la Iglesia, es decir, proclamación y diálogo”[6]. ¡Después de 1961 años de historia de la Iglesia, se nos informa por primera vez que Nuestro Señor no encomendó a la Iglesia simplemente proclamar el Evangelio y hacer discípulos en todas las naciones, sino también “dialogar” con otras religiones, “actividad que está comenzando a ser comprendida sólo de modo gradual”!

Puesto que el “diálogo” se ha convertido súbitamente en parte de su encargo divino, DP recomienda que “haya cursos especiales y sesiones de estudio para entrenar a la gente tanto en el diálogo como en la proclamación”. Pero, ¿cómo se entrena para el diálogo interreligioso si la misma Iglesia está comenzando sólo gradualmente a comprenderlo? Ni siquiera se sugiere una respuesta. DP informa además que la Iglesia Católica “está invitada por el Espíritu a alentar a todas las instituciones religiosas a encontrarse, a comenzar a colaborar, y a purificarse para poder promover la verdad y la vida, la santidad, la justicia, el amor y la paz…”. No hay aquí la más mínima sugerencia de que la misión de la Iglesia es lograr conversos a la verdadera religión a fin de salvar almas. Más bien, se presenta a la Iglesia como colaboradora de otras religiones para que las otras religiones se hagan más santas y promuevan la paz y la justicia a través del “diálogo interreligioso”, que la Iglesia está sólo gradualmente comenzando a entender. Este tema ha continuado sin interrupción durante el actual Pontificado.

DP sí reconoce que, a pesar de la obligación, recién descubierta, de la Iglesia de entrar en diálogo interreligioso, “es útil puntualizar una vez más que proclamar el nombre de Jesús e invitar a las gentes a convertirse en sus discípulos es un deber sagrado e importante que la Iglesia no puede descuidar. La Evangelización quedaría incompleta sin él…”[7]. Es más bien curioso dar, al imperativo proferido por el mismo Cristo, la formulación de que la evangelización quedaría “incompleta” sin una “invitación” a hacerse discípulo de Cristo: “el que crea y se bautice, se salvará: el que no crea, se condenará”. También es curioso que el documento ni siquiera sugiere que la “invitación” a hacerse discípulo de Cristo implica hacerse formalmente miembro de la Iglesia católica romana. Uno de los indicios de los virus del ecumenismo y del diálogo es que las palabras “Iglesia católica” han desaparecido casi completamente de los pronunciamientos del Vaticano postconciliar. En línea con estos asombrosos desarrollos, DP omite mencionar, siquiera una vez, a la Iglesia católica. Cualquier  no-católico que lea DP no tendrá ni la menor idea de que la proclamación del Evangelio tiene que ver con que la gente se haga parte de la Iglesia que Cristo fundó para la salvación de las almas.

De hecho, el propósito mismo del “diálogo” y del “diálogo interreligioso” es evitar dar, al interlocutor no-católico, la idea de que únicamente la Iglesia católica habla con autoridad de su divino fundador y de que está en posesión de la totalidad de Su revelación al hombre. Por ejemplo, al presentar la Instrucción vaticana sobre el “diálogo” en 1968, el Cardenal König declaró a la prensa: “El diálogo pone a los participantes en pie de igualdad. No se considera al católico como en posesión de toda la verdad, sino como a alguien que tiene fe y busca la verdad con otros, tanto creyentes como no creyentes”[8]. Haciendo una comparación entre los terroristas islámicos y los católicos “fundamentalistas”, Francisco tocó precisamente este tema: “Nosotros, los católicos, tenemos algunos –no algunos, muchos- que proclaman tener la verdad absoluta y andan por ahí ensuciando a los demás con calumnias, con difamaciones, y obran mal, obran mal”[9].

 El Papa Juan Pablo II junto a líderes de otras religiones en el Encuentro de Asís de 1986

Sin duda el punto culminante de la fiebre causada por el virus del diálogo fue el Día Mundial de la Oración por la Paz en Asís, en octubre de 1986. En la plaza frente a la Basílica de San Francisco de Asís, los “representantes de las grandes religiones del mundo” fueron, uno a uno, rezando sus oraciones por la paz. Estas “oraciones” incluyeron la cantilena de los chamanes de los indios americanos. El Papa se fotografió haciendo la fila de los “líderes religiosos”, que incluía rabíes, muftíes, monjes budistas y una variedad de ministros protestantes, todos sosteniendo matas de olivo en maceteros. La publicación oficial del Vaticano sobre el Día Mundial de la Oración por la Paz en Asís, con el título de “Día Mundial de la Oración por la Paz”, rinde homenaje a las “grandes religiones del mundo” destacando sus rezos, que incluyeron una oración animista al Gran Dedo Pulgar[10]. Las “grandes religiones del mundo” son homenajeadas por el Vaticano en orden alfabético: oración budista por la paz; oración hindú por la paz; oracion jainista por la paz; oración musulmana por la paz; oración shintoísta por la paz; oración sikh por la paz; oración africana tradicional por la paz (oración al “Gran Dedo Pulgar”); oración por la paz amerindia tradicional; oración zoroástrica por la paz. Como una señal deslumbrante del resultado final del ecumenismo y el diálogo en la Iglesia, la única oración que no se incluye en el libro oficial es la oración Católica por la paz. Hay sólo una oración cristiana por la paz, que aparece después de las oraciones de las “grandes religiones del mundo” –y después de la oración judía. Se subsumió al catolicismo en una cristiandad genérica.

Al comienzo de esta lista de oraciones de las religiones mundiales, hay una notable declaración del Cardenal Roger Etchegaray, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso. Según Etchegaray, “Cada una de las religiones que profesamos tiene, como una de sus metas, la paz interior, y la paz entre los individuos y naciones. Cada una persigue este objetivo según su modo propio e irreemplazable[11]. Parece difícil encajar la noción de que hay algo “irreemplazable” en las falsas religiones con la enseñanza católica de fide de que la revelación de Dios a su Iglesia es completa y autosuficiente para las necesidades espirituales del hombre. Nuestro Señor vino –así se enseñó siempre a los católicos- precisamente para reemplazar las falsas religiones con Su religión, hasta el punto de que incluso el Antiguo Testamento es sustituído por voluntad divina. Aun así, los miembros de todas las “grandes religiones del mundo” fueron invitados a Asís y se les pidió sus oraciones “irreemplazables” por la paz mundial –las “irreemplazables” oraciones de los falsos pastores que predican el aborto, la contracepción, el divorcio, la poligamia, el tratamiento de las mujeres como perros, la reencarnación de los seres humanos en animales, la guerra santa contra los infieles cristianos e incontables otras mentiras, supersticiones y abominaciones a los ojos de Dios.

Diez años después del “Día Mundial de la Oración por la Paz”, el Cardenal Etchegaray dijo algo que sería increíble si no hubiera aparecido en el sitio web del propio Vaticano: “El espíritu de Asís planea sobre las aguas burbujeantes de las religiones y ya crea maravillas de diálogo fraternal… ¡Espíritu de Asís, ven a nosotros!”[12]. ¿Qué es, precisamente, el “Espíritu de Asís”? ¿Qué ha producido en el mundo el “espíritu de Asís” para que los católicos debieran pedir que descienda sobre ellos? Cuando un Cardenal de la Santa Sede públicamente se entusiasma con un novel espíritu que planea sobre las burbujeantes aguas de las falsas religiones, invoca a este novel espíritu para que descienda sobre los fieles y alaba a las falsas religiones como “irreemplazables”, instintivamente los católicos con el más mínimo sentido de la Tradición se yerguen y se oponen.

 Monjes trapistas de Tibhirine (Algeria) martirizados por islamistas en 1996

El “Espíritu de Asís”, como el ecumenismo y el diálogo, no ha producido nada sino más de sí mismo –al estilo de los virus-. Los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 son una burla al “Espíritu de Asís”, cosa que no hay para qué analizar aquí; ya han sido impresos a fuego en la memoria del mundo. Baste decir que, en los años siguientes al Día Mundial de Oración por la Paz de 1986 (repetido en 1993, 1999 y 2002), los militantes musulmanes se han dedicado a asesinar, violar, esclavizar y despojar a decenas de miles de cristianos en varias naciones. En India, los fundamentalistas hindúes han torturado y matado sacerdotes y monjas de forma rutinaria desde que los “representantes de las grandes religiones del mundo” sostuvieron en sus manos los olivos en maceteros para ser fotografiados. Cuando el gobierno nacionalista hindú de la India hizo estallar tres bombas atómicas subterráneas en 1998, la gente en Nueva Delhi bailaba en las calles, gritando alabanzas a sus dioses hindúes[13] -incluído Shiva, el Destructor. Quizá las alabanzas hindúes fueron dirigidas a la mujer de Shiva, Kali, la diosa de la muerte y la destrucción. Shiva es un ídolo muy popular en algunas partes de la India, donde la gente le sacrifica cabras. ¿Irreemplazable?



[1] La opinión de Amerio tiene un peso considerable, ya que fue perito en el Vaticano II, consejero del obispo de Lugano, y miembro de la Comisión Central Preparatoria del Concilio. Estuvo, pues, en íntimo contacto con el proceso por el que se creó los documentos del Concilio.
[2] L’Osservatore Romano, edición italiana, 3 de septiembre de 1976: “La Chiesa, al Concilio, ha ricominciato ad amare questo mondo, aprirsi ad esso, e farsi ‘dialogo’…” (énfasis en el original).
[3] Discurso de 23 de noviembre de 1973.
[4] Diálogo y Proclamación (1991), n. 4b.
[5] Ibid., n. 42.
[6] Ibid., n. 82.
[7] Ibid., n. 76.
[8] Amerio, Iota Unum, p. 355, citando a I.C.I., n. 322, de 15 de octubre de 1968, p. 20.
[9] “Noi cattolici ne abbiamo alcuni, non alcuni, tanti, che credono di avere la verità assoluta e vanno avanti sporcando gli altri con la calunnia, con la diffamazione, e fanno male, fanno male”. Conferenza Stampa del Santo Padre durante el vuelo de regreso de la República Centroafricana, 30 de noviembre, 2015, @vatican.va.
[10] Asís: Día Mundial de la Oración por la Paz, publicación del Comisión Pontificia Justicia y Paz (1987), pp. 39, 49.
[11] Ibid., p. 39, 49.
[12] Card. Roger Etchegaray, “The Spirit of Assissi”, @vatican.va.
[13] New York Times, 17 de mayo de 1998.
[14] EWTN y los demás medios católicos importantes no mostraron imágenes de los sacrilegios que se cometieron en esas estancias, aunque las imágenes fueron transmitidas, sin censura, por la televisión italiana, tal como el Vaticano quería que se hiciese. Quien quiera que haya seguido la cobertura de EWTN de aquel acontecimiento, no llegó a tener idea de lo que el propio aparato vaticano estaba orgulloso de exhibir a todos. ¿Por qué ocultar la información, si no hay en ella nada malo?
[15] “Musulmanes aterrados llenan los campos de refugiados en India”, CNN.com, 12 de marzo de 2002; “Las tácticas de Israel provocan un feroz desacuerdo en el gabinete y censuras en el extranjero”, New York Times, 14 de marzo de 2002, p. A15.
[16] “Oración por la paz de Israelitas y Palestinos el domingo en los jardines vaticanos”, 6 de junio de 2014, lastampa.it
[17] Cf. comentario en http://www.dici.org/en/news/reactions-to-the-israeli-palestinian-prayer-in-the-vatican-gardens/.
[18] Cf. “Israel-Gaza Conflict of 2014: 50-day War by Numbers,” August 27, 2014 @ independent.co.uk/
[19] L’Osservatore Romano, 28 de mayo de 1998, p. 11.
[20] Warren H. Carroll, The Cleaving of Christendom, Vol. IV (Front Royal, Virginia: Christendom Press, 2000), p. 355.
[21] Ibid., p. 356.

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