domingo, 23 de febrero de 2020

A vueltas con el rito amazónico

Un colaborador de esta bitácora, Atanasio, nos envía unas breves reflexiones acerca del Sínodo de la Amazonía y, en particular, sobre la idea que rondó durante éste de crear un rito propio para la Amazonía.
 
 Ídolo pagano (¿la Pachamama?) es ingresado en andas sobre una piragua de madera a la Basílica de San Pedro durante el Sínodo de la Amazonía
(Foto: Lifesitenews)

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¿Un nuevo rito para la Amazonía?

Atanasio

No entraremos aquí en el tema general de la inculturación, que es el lugar propio de la cuestión que abordamos, y que merece un tratamiento mucho más largo.

Nos quedaremos, simplemente, en la constatación de un hecho que sorprenderá a muchos, aunque no a todos: las autoridades de la Santa Sede, a más de 50 años de distancia de la “reforma” litúrgica, y a pesar de todo lo que han contribuido la sociología y la antropología a los estudios de la religión, y no obstante todos los torrentes de tinta que se han dedicado a estudiar dicha “reforma” -hecha, no “según” el Concilio, sino “después” de éste-, están todavía en el mismo lugar en que se encontraban en la década de 1960 en materia de comprensión de la liturgia. No se han movido ni un paso, ni hacia atrás ni hacia adelante. Permanecen fijas en el mismo punto, como si estuvieran ciegas a lo que pasa en el mundo, apegadas a las mismas periclitadas ideas, dando vueltas a los mismos eslóganes. La actitud ante la liturgia que sostienen es un ejemplo insuperable de ideología, es decir, de un conjunto simplificado de emociones (y quizá alguna que otra idea), cuyo propósito no es comprender la realidad sino tratar de configurarla según sus deseos.

Pero la realidad, por cierto, no es una bestia mansa que se deje ensillar por arreos y monturas ideológicas. Los 70 años de montura soviética impuesta a la Europa del Este, y el corcoveo consiguiente que la desbarató, lo demuestran con estupenda claridad. “No se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Pero nada de eso les dice nada a los monsignori involucrados, para no remontarnos más alto: la Santa Sede añadirá, a la deuda que ya tiene con la Iglesia y la liturgia, una nueva factura. Es difícil saber hasta qué punto está dispuesto a seguir endeudándose; lo que sí es claro es que ya no le queda capital para enfrentar los nuevos gastos. La quiebra espiritual está a la vuelta de la esquina.

 Curioso atavío del Papa Francisco durante el Sínodo de la Amazonía

¿Diseño de nuevos ritos para la Amazonía? Pero, ¿es que los ritos pueden crearse por decreto administrativo de alguna potestad burocrática de la Iglesia? ¿Puede darse al Prefecto de la Congregación para el Culto Divino -o a quien fuere- la orden de componer unos nuevos ritos que reúnan tales o cuales características? 

Lo primero que revela el ánimo de mandar a confeccionar ritos es que no se tiene la menor idea de lo que un rito es, de cómo surgen los ritos en la vida humana, de cuál es la imbricación de los ritos en la vida colectiva, de cuál es el poder que la sociedad tiene sobre los ritos y cuál el que los ritos tienen sobre la sociedad. O sea, estamos en presencia del mismo clima intelectual que llevó a cabo la “reforma” litúrgica de la década de 1960. Como lo ha sugerido alguien, en aquella aciaga década, en que en el mundo secular predominaban la sociología y la antropología de raigambre funcionalista-estructural, se pensaba, tal como lo planteaba ese enfoque, que los ritos eran funcionales al tipo de estructura que tenía la sociedad. Podríamos ahondar en este punto, pero la verdad es que no vale la pena. Pensemos, solamente, en que, fundados en semejante base, los liturgistas, luego de constatar que la sociedad moderna era totalmente diversa de la sociedad anterior, llamémosla “pre-moderna”, decidieron “aggiornar” la liturgia para hacerla funcional a la nueva sociedad. No traeremos a colación los argumentos “pastorales”, vale decir, de política eclesiástica, de sobra conocidos y conocidamente erróneos. Pero hay que enfatizar que los reformistas, empapados de este clima sociológico-antropológico, parecen no haberse percatado (o no quisieron hacerlo) de que la liturgia que estaban “reformando” había nacido y se había formado en una sociedad, la de la antigüedad grecorromana, que se había prolongado incólume a lo largo de diversos cambios socio-estructurales (el feudalismo y la sociedad estatal moderna), sin necesidad de ser “puesta al día”, sin que los hombres que vivieron a lo largo de esos más de mil quinientos años de historia hubieran sentido que “no entendían” esa liturgia, que permanecía igual al paso de los siglos, ni los pastores hubieran creído que había que “aggiornar” los ritos según los “cambios estructurales” que experimentó la sociedad en ese largo período.

Encargar, como hace el Documento Final del Sínodo sobre la Amazonía, a un futuro “nuevo organismo de la Iglesia en la Amazonía” que constituya “una comisión competente” para “la elaboración de un rito amazónico” equivale a encargarle algo tan necio como “elaborar una nueva Tradición”. Quizá a la luz de este concepto de Tradición, tan íntima y esencialmente ligado al de rito, resulte más fácil comprender hasta qué punto el Sínodo de la Amazonía peca de una ignorancia en estas materias que, después de los más de cincuenta años transcurridos desde el Concilio, es inexcusable. ¿Crear una “Tradición” a pedido? El punto no resiste ni el análisis más simple: la Tradición, cualquier tradición, supone un desarrollo en el tiempo, algo que, en el tiempo, una generación entrega a las que le siguen. Cualquier cosa que no sea resultado de este proceso de entrega no es tradición. Cualquier tradición es, en otras palabras, producto de un crecimiento orgánico que exige tiempo, según el modo como cualquier organismo se desarrollo y crece en el mundo natural, donde nada crece a saltos. Una forma de vida, una cosa viva, que no sea resultado de este proceso, es un Frankestein, y tan terriblemente frágil y peligrosa como él.      

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