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sábado, 28 de marzo de 2015

A 500 años del natalicio de Santa Teresa de Jesús


Santa Teresa de Jesús nació en Ávila, ciudad de Castilla La Vieja (hoy comunidad autónoma de Castilla y León), el 28 de marzo de 1515, en el seno de una familia religiosa y de antigua y calificada nobleza,  y murió santísimamente a las nueve de la noche del jueves 4 de octubre de 1582 en el monasterio de las carmelitas descalzas de Alba de Tormes. 

Ya siendo religiosa carmelita, llevó a cabo la labor de reformar la Orden. En menos de doce años Santa Teresa fundó  los conventos de Ávila, Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca, Alba, Segovia, Veas, Sevilla, Caravaca, Villanueva de la Serena, Palencia, Soria, Burgos y Granada.


Probada con muchos años de sequedad espiritual, la levantó después el Señor a la más alta contemplación, incluso recibiendo la trasverberación de su corazón, como relata en el Capítulo XXIX de su Libro de la Vida. Así también, recibió el don de poder expresar lo experimentado en su celestial contemplación, lo que trasladó a libros llenos de viveza y unción, como Camino de Perfección, sus famosas Moradas, así como una prolífica obra lírica, de la cual ofrecemos a ustedes una de sus poesías más reconocidas:

Nada te Turbe

Nada te turbe, 
nada te espante, 
todo se pasa, 
Dios no se muda;
la paciencia 
todo lo alcanza; 
quien a Dios tiene 
nada le falta:
Sólo Dios basta.

Eleva tu pensamiento, 
al cielo sube, 
por nada te acongojes, 
nada te turbe.

A Jesucristo sigue 
con pecho grande, 
y, venga lo que venga, 
nada te espante.

¿Ves la gloria del mundo? 
Es gloria vana; 
nada tiene de estable, 
todo se pasa.

Aspira a lo celeste,
que siempre dura;
fiel y rico en promesas, 
Dios no se muda.

Ámala cual merece 
bondad inmensa; 
pero no hay amor fino 
sin la paciencia.

Confianza y fe viva 
mantenga el alma, 
que quien cree y espera 
todo lo alcanza.

Del infierno acosado 
aunque se viere, 
burlará sus furores 
quien a Dios tiene.

Vénganle desamparos, 
cruces, desgracias; 
siendo Dios tu tesoro 
nada te falta.

Id, pues, bienes del mundo; 
id dichas vanas; 
aunque todo lo pierda, 
sólo Dios basta.


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