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domingo, 31 de enero de 2016

Notas para una correcta celebración de la forma ordinaria

Hace algunos años, uno de los miembros de nuestro equipo de Redacción fue consultado por un sacerdote español sobre distintos aspectos relativos a la correcta celebración de la Santa Misa según la forma ordinaria del rito romano y sobre las adoración al Santísimo Sacramento. Ellos decían relación con el uso de la sede, el ambón y el altar, la postura corporal de los fieles durante diversos momentos de la celebración, la forma de recitar diversas oraciones del ordinario y de proclamar las lecturas, el uso que debe darse a la campanilla, y las reglas que ha dado la Iglesia para asegurar un debido culto a la Sagrada Eucaristía fuera de la Misa. Creemos que el documento que entonces preparó pueden resultar del interés de nuestros lectores y por eso queremos compartirlo con ustedes, omitiendo el nombre del sacerdote que formuló la consulta. 

 Misa Novus Ordo, celebrada ad orientem, en la capilla de la Universidad de Friburgo (Suiza)


****


Sobre una correcta celebración de la Santa Misa

Respuestas a las consultas formuladas por el Rvdo. D. XXX


Sobre las consultas formuladas, puede informar a usted lo siguiente: 

I. Sobre el uso de de la sede, el ambón y el altar

1. La sede. 

La sede es un asiento situado detrás o cerca del altar, en un lugar y altura idónea, para que el celebrante pueda ser visto como presidente de la asamblea y el moderador de la oración común (OGMR 310). Su lugar más adecuado es vuelto hacia el pueblo, al fondo del presbiterio, a no ser que la estructura del edificio u otra circunstancia lo impidan, por ejemplo, si por la gran distancia se torna difícil la comunicación entre el sacerdote y la asamblea congregada, o si el tabernáculo está situado en la mitad, detrás del altar (OGMR 310). 

La sede debe ser adecuada al estilo y tamaño de la iglesia, sin dar la sensación de trono, como sí ocurre con la cátedra o sede de una catedral, que es el trono reservado a los obispos y con que el se simboliza su autoridad magisterial. Junto a la sede hay asientos para los sacerdotes concelebrantes, para aquellos que asisten con vestimenta coral y para los diáconos. La sede puede ser de piedra o de madera, y debe tener dignidad. Previo a su uso, la sede debe ser bendecida según las oraciones del ritual (OGMR 310). Frente a ella se coloca un atril con pie alto, desde el cual el sacerdote reza las oraciones del comienzo y final de la Misa. 

La sede se utiliza en los siguientes momentos: 

(a) “Concluido el canto de entrada, el sacerdote de pie, en la sede, se signa juntamente con toda la asamblea con la señal de la cruz; después, por medio del saludo, expresa a la comunidad reunida la presencia del Señor. Con este saludo y con la respuesta del pueblo se manifiesta el misterio de la Iglesia congregada” (OGMR 50, 118, 124).

(b) Para predicar la homilía en ausencia de púlpito (OGMR 136).

(c) Dicho el Credo, en la sede, el sacerdote de pie y con las manos juntas, invita a los fieles a la oración universal con una breve monición. Al finalizar aquélla, el sacerdote, con las manos extendidas, concluye la súplica con la oración (OGMR 71 y 138).

(d) El sacerdote, de pie en la sede, de cara al pueblo, con las manos juntas, dice: "Oremos"; y con las manos extendidas reza enseguida la oración después de la Comunión, a la que puede preceder un breve intervalo de silencio, a no ser que ya lo haya precedido inmediatamente después de la Comunión. Al final de la oración, el pueblo aclama: "Amen".

2. El ambón. 

El ambón es una tribuna elevada y estable que sirve fundamentalmente para proclamar la Palabra de Dios desde el presbiterio o cerca de él. Suele estar a la izquierda del altar mirando desde la nace, en lo que se llama tradicionalmente el "lado del Evangelio". El ambón, según la estructura de la iglesia, debe estar colocado de tal manera que los ministros ordenados y los lectores puedan ser vistos y escuchados convenientemente por los fieles (OGMR 309), pues desde él se proclaman las lecturas, se canta o lee el salmo responsorial y el pregón pascual, y se puede tener la homilía y la oración universal o de los fieles. La dignidad del ambón exige que a él sólo suba el ministro de la Palabra y que se cuide su confección. A veces el ambón se cubre con un paño o antipendio del color del tiempo litúrgico.

 Ambón de la catedral de Sarsina (Italia),
con representaciones simbólicos de los cuatro evangelistas
(Foto: DGBIC

No se debe confundir el ambón con el facistol. Este último es es un atril grande donde se pone el libro o los libros de canto en las iglesias. El que sirve para el coro suele tener cuatro caras correspondientes al libro de cada voz. 

El ambón se utiliza en los siguientes momentos: 

(a) “En la celebración de la Misa con el pueblo, las lecturas se proclamarán siempre desde el ambón” (OGMR 58, 118, 128, 134 y 309). Vale decir, desde él se leen la primera lectura, el salmo responsorial, la segunda lectura y la secuencia cuando la hay, y el Evangelio. 

(b) Para predicar la homilía si no existe púlpito (OGMR 136 y 309).

(c) Después de la breve monición con la que el sacerdote introduce la oración universal, el cantor o el lector u otro, desde el ambón o desde otro sitio conveniente, y vuelto hacia el pueblo, propone las intenciones, que el pueblo, por su parte, responde según corresponda (OGMR 71, 138 y 309 ).

3. El altar. 

El altar es el lugar fijo donde se ofrece el Santo Sacrificio de la Misa (OGMR 296 y 297). Representa a Cristo y por eso el sacerdote lo besa al llegar y al despedirse. El altar debe ocupar un lugar tan importante en el edificio sagrado, que sea realmente el centro de atención de los fieles [nota de la Redacción: sobre el altar y su accesorios hemos dedicado ya una serie en esta bitácora, compuesta de cinco entradas: I, II, III, IV y V]. En principio, el altar debe ser fijo y construirse separado de la pared, de modo que se le pueda rodear fácilmente y la celebración se pueda realizar de cara al pueblo, lo cual conviene que sea posible en todas partes (OGMR 298 y 299). Con todo, la regla más importante es que el altar ocupe el lugar que sea de verdad el centro hacia el que espontáneamente converja la atención de toda la asamblea de los fieles (OGMR 299). Nada impide que la celebración sea hacia el sagrario, teniendo el sacerdote la misma orientación que los fieles; es más, las rubricas suponen que el sacerdote esta orientado de esta forma [Nota de la Redacción: hemos publicado previamente una entrada sobre esta materia]. 

El altar se utiliza en los siguientes momentos:

(a) Antes de la preparación de los dones, se dispone el altar, o mesa del Señor, que es el centro de toda la Liturgia Eucarística, y en él se colocan el corporal, el purificador, el misal y el cáliz, cuando éste no se prepara en la credencia (OGMR 73 y 139). La presencia del sacerdote en el altar termina después de la purificación de los vasos sagrados (OGMR § 163).

(b) El sacerdote, de pie en la sedeo desde el altar, de cara al pueblo y con las manos juntas, dice: "Oremos"; y con las manos extendidas dice la oración después de la Comunión, a la que puede preceder un breve intervalo de silencio, a no ser que ya lo haya precedido inmediatamente después de la Comunión. Al final de la oración, el pueblo aclama: "Amen".

II. Sobre la postura corporal de los fieles durante la consagración

De acuerdo a la última reforma de la OGMR, el único momento previsto durante la celebración de la Santa Misa en que los fieles deben permanecer de rodillas, a no ser que por causa de salud, por la estrechez del lugar, por el gran número de asistentes u otras causas razonables lo impidan, durante la consagración. Pero los que no se arrodillen para la consagración, han de hacer una inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración (OGMR, 43).

 (Foto: Gloria TV)

La consagración comienza recordando en forma narrativa lo que hice Jesús durante la Última Cena. De esta forma, pues, “por las palabras y por las acciones de Cristo se lleva a cabo el sacrificio que el mismo Cristo instituyó en la última Cena, cuando ofreció su Cuerpo y su Sangre bajo las especies de pan y vino, y los dio a los Apóstoles para que comieran y bebieran, dejándoles el mandato de perpetuar el mismo misterio [OGMR, 79 d)]. Por su parte, la consagración se completa cuando el sacerdote dice Mysterium fidei, partícula que por siglos (y hoy todavía en la forma extraordinaria del rito romano) se decía durante la consagración del vino, seguida de la respuesta del pueblo (OGMR 151). Sólo después de este momento y, por consiguiente, antes de que comience la anamnesis, los fieles pueden levantarse y permanecer de pie.  

III. La postura corporal de los fieles durante el rezo del Credo

El Credo se canta o se dice por el sacerdote juntamente con el pueblo estando todos de pie. A las palabras: "y por la obra del Espíritu Santo...", o "que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo...", todos se inclinan profundamente; y en la solemnidades de la Anunciación (25 de marzo) y de Navidad del Señor (25 de diciembre), se arrodillan (OGMR § 137).

IV. Sobre la postura corporal de los fieles durante la comunión

La postura tradicional en la Iglesia para recibir la Santa Comunión es de rodillas ,como muestra de respeto exterior hacia Quien se recibe. Por eso, el rito de comunión comienza con una preparación personal de cada fiel, que reza en silencio. Lo mismo ocurre una vez que se ha comulgado, cuando se vuelve al sitio y se da gracias por el don recibido. Esta acción de gracias se prolonga incluso después de la terminada la Misa, pues Cristo sigue morando en nosotros.  

La disciplina litúrgica señala al respecto: “Los fieles comulgan estando de rodillas o de pie, según lo haya determinado la Conferencia de Obispos. Cuando comulgan estando de pie, se recomienda que antes de recibir el Sacramento, hagan la debida reverencia, la cual debe ser determinada por las mismas normas” (OGM 160; Instrucción Redemptoris Sacramentum, § 90). Con todo, hay pronunciamientos de la Santa Sede respecto de que la comunión de rodillas comporta un derecho de los fieles, aun cuando la Conferencia Episcopal respectiva haya dispuesto la comunión de pie como regla, de suerte que es ilícita la actitud de los sacerdotes que la niegan (véase aquí el texto de la instrucción de la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos al respecto). 

 S.E.R. Mons. don Osvino José Both, obispo castrense emérito de Brasil, distribuye la comunión
(Foto: Laus Deo)

V. Sobre la antífona de entrada

El inicio de la celebración litúrgica está compuesto de varios movimientos. Por lo general, el sonido de una campana desde la sacristía anuncia el comienzo de la Santa Misa. A esta señal se levantan todos los fieles y entonan el canto de entrada, mientras el sacerdote y los demás ministros caminan en procesión hacia el altar. Al respecto, está dicho que “[s]i no hay canto de entrada, los fieles o algunos de ellos o un lector, leerán la antífona propuesta en el Misal, o si no el mismo sacerdote, quien también puede adaptarla a manera de monición inicial” (OGMR 48). Esto demuestra que el uso del misal sigue siendo necesario en la Misa celebrada conforme a la liturgia reformada, incluso cuando ella se dice en vernáculo, pues la actuosa participatio exige la unión de los fieles con las oraciones del propio del día. 

VI. Sobre la aclamación antes del Evangelio

Terminada la segunda lectura, o el salmo responsorial según corresponda, el sacerdote y los fieles se ponen de pie para entonar la aclamación antes del Evangelio, que viene precedida por el aleluya. Dicen al respecto las normas: “Después de la lectura que precede inmediatamente al Evangelio, se canta el Aleluya u otro canto determinado por las rúbricas, según lo pida el tiempo litúrgico. Esta aclamación constituye por sí misma un rito, o bien un acto, por el que la asamblea de los fieles acoge y saluda al Señor, quien le hablará en el Evangelio, y en la cual profesa su fe con el canto. Se canta estando todos de pie, iniciándolo los cantores o el cantor, y si fuere necesario, se repite, pero el versículo es cantado por los cantores o por un cantor” (OGMR 62).

VII. Sobre la antífona de la comunión

Si hay canto de comunión, éste se entona mientras el sacerdote comulga.  Por el contrario, “[…] cuando no hay canto, se puede decir la antífona propuesta en el Misal. La pueden decir los fieles, o sólo algunos de ellos, o un lector, o en último caso el mismo sacerdote, después de haber comulgado, antes de distribuir la Comunión a los fieles” (OGMR 87).

VIII. Sobre las funciones del lector

Al efecto, conviene también aclarar qué funciones le competen al lector y quién puede ostentar la calidad de tal. Respecto de este último punto, y como se verá enseguida, el encargo puede ser confiado a cualquier fiel (lector por encargo temporal: Carta Apostólica Ministeria Quaedam, V; Instrucción Redemptoris Sacramentum, § 44) o bien tratarse de un ministerio instituido (lector instituido: Carta Apostólica Ministeria Quaedam, V; IGMR, § 99; Instrucción Redemptoris Sacramentum, § 44).

 S.E.R. Mons. don Alfonso Carrasco Rouco, obispo de Lugo, instituye  a un 
seminarista de la diócesis como lector y acólito (Foto: El Faro de Vigo)

Son funciones del lector: 

(a) Proclamar las lecturas, salvo el Evangelio. Después de cada lectura, el lector propone una aclamación, con cuya respuesta el pueblo congregado tributa honor a la Palabra de Dios recibida con fe y con ánimo agradecido (Carta Apostólica Ministeria Quaedam, V; OGMR 59, 99, 128, 130). 

(b) En ausencia de salmista, recitar el Salmo responsorial (Carta Apostólica Ministeria Quaedam, V; OGMR 129).

(c) Proclamar las intenciones de la oración universal de los fieles, cuando no haya a disposición diácono o cantor (Carta Apostólica Ministeria Quaedam, V; OGMR 71).

(d) Dirigir el canto y la participación del pueblo fiel (Carta Apostólica Ministeria Quaedam, V).

[Nota de la Redacción: sobre este punto, recomendamos también la lectura de un artículo preparado por don Augusto Merino y publicado precedentemente en esta bitácora]. 

IX. Sobre el salmo 

Después de la primera lectura, se canta o se recita el salmo. “Conviene que el salmo responsorial sea cantado, al menos la respuesta que pertenece al pueblo. Así pues, el salmista o el cantor del salmo, desde el ambón o en otro sitio apropiado, proclama las estrofas del salmo, mientras que toda la asamblea permanece sentada, escucha y, más aún, de ordinario participa por medio de la respuesta, a menos que el salmo se proclame de modo directo, es decir, sin respuesta. Pero, para que el pueblo pueda unirse con mayor facilidad a la respuesta salmódica, se escogieron unos textos de respuesta y unos de los salmos, según los distintos tiempos del año o las diversas categorías de Santos, que pueden emplearse en vez del texto correspondiente a la lectura, siempre que el salmo sea cantado. Si el salmo no puede cantarse, se proclama de la manera más apta para facilitar la meditación de la Palabra de Dios” (OGMR 61).

Más adelante, la OGMR aclara la forma de proclamar el salmo: después de la lectura, el salmista, o el mismo lector, recita o canta los versos del salmo y el pueblo, como de costumbre, va respondiendo (OGMR 129).

X. Sobre el uso de la campana durante la consagración

Prevé la OGMR que un poco antes de la consagración (concretamente, cuando comienza la epíclesis), si se cree conveniente, se advierta a los fieles con un toque de campanilla sobre lo que va a ocurrir sobre el altar. Puede también, según las costumbres de cada lugar, tocar la campanilla en cada elevación (OGMR 150). Como el toque de la campanilla queda entregado a la costumbre, todo indica que la campanilla se ha de tocar también cuando concluye la consagración y el sacerdote adora con una genuflexión el Cuerpo y la Sangre de Cristo (así lo recomiendan algunas Conferencias Episcopales). La forma de tocar en cada uno de los casos en que se usa la campanilla varía: en la epíclesis y en la genuflexión del sacerdote se trata de un toque largo, mientras que en la elevación del Cuerpo y la Sangre de Cristo lo previsto es tres toque cortos. 

Igualmente por costumbre, suele usarse la campanilla al inicio de la celebración en reemplazo de la campana habitual de las sacristías. Este uso es muy útil, pues señala el momento de partida de la procesión de entrada de la celebración, aun a los que no lo ven directamente, por lo que los fieles se ponen de pie, y sirve de indicador al coro para que comience el introito o canto de entrada. 

XI. Sobre la exposición y bendición eucarística

 Fieles de la parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de Scottsdale, Arizona (EE.UU.)
durante la exposición del Santísimo
(Foto: The Catholic Sun)

Respecto de estas prácticas de culto, conviene recordar: 

1. Todos los que pasan delante del Santísimo Sacramento hacen genuflexión, a no ser que avancen procesionalmente (OGMR 274). Esto significa que el pueblo debe arrodillarse cuando el sacerdote traslada el copón con las formas consagradas. 

2. En las iglesias y oratorios en los que esté permitido tener reservada la Santísima Eucaristía, se puede hacer la exposición tanto con el copón como con la custodia, cumpliendo las normas prescritas en los libros litúrgicos (canon 941 § 1 CIC).

3. Delante del Santísimo Sacramento, sea que esté en el sagrario como reserva, sea que esté expuesto para la adoración pública, se hará sólo genuflexión simple (Ritual de la Sagrada Comunión y el Culto del Misterio Eucarístico fuera de la Misa,  § 84). De este modo y desde esa época, quedó abolida la genuflexión doble tras la reforma litúrgica.

4. Para la exposición del Santísimo Sacramento en la custodia se encienden cuatro o seis cirios de los usuales en la misa, y se emplea el incienso. Para la exposición en el copón enciéndanse por lo menos dos cirios; se puede emplear el incienso (Ritual de la Sagrada Comunión y el Culto del Misterio Eucarístico fuera de la Misa,  § 84). 

5. Habiéndose reunido el pueblo y, si parece oportuno, habiéndose iniciado algún cántico, el ministro se acerca al altar. Si el Sacramento no se reserva en el altar de la exposición, el ministro, con el paño de hombros lo trae del lugar de la reserva, acompañado por acólitos o por fieles con velas encendidas (Ritual de la Sagrada Comunión y el Culto del Misterio Eucarístico fuera de la Misa,  § 93).

6. El copón o la custodia se colocará sobre el altar cubierto con un mantel; mas si la exposición se prolonga durante algún tiempo, y se hace con la custodia, se puede usar el manifestador o trono, colocado en un lugar más alto, pero teniendo cuidado de que no quede muy elevado ni distante. Si se hizo la exposición con la custodia, el ministro inciensa el Santísimo; luego se retira, si la adoración va a prolongarse algún tiempo (Ritual de la Sagrada Comunión y el Culto del Misterio Eucarístico fuera de la Misa,  § 84).

7. Si la exposición es solemne y prolongada, se consagrará la hostia para la exposición en la Misa que antes se celebre, y se colocará sobre el altar, en la custodia, después de la comunión. La Misa concluirá con la oración después de la comunión, omitiendo los ritos de la conclusión. Antes de retirarse del altar, el sacerdote, si se cree oportuno, colocará la custodia y hará la incensación (Ritual de la Sagrada Comunión y el Culto del Misterio Eucarístico fuera de la Misa,  § 94).

8. Al acabar la adoración el sacerdote o diácono se acerca al altar, hace genuflexión sencilla, y se arrodilla a continuación, y se canta un himno u otro canto eucarístico. Mientras tanto el ministro arrodillado inciensa al Santísimo Sacramento, cuando la exposición tenga lugar con la custodia (Ritual de la Sagrada Comunión y el Culto del Misterio Eucarístico fuera de la Misa,  § 97). Luego se levanta y dice: "Oremos" (seguido de la oración: "Oh Dios, que en este sacramento...") (Ritual de la Sagrada Comunión y el Culto del Misterio Eucarístico fuera de la Misa,  § 98). Dicha la oración, el sacerdote o el diácono, tomado el paño de hombros hace genuflexión, toma la custodia o copón y hace con él en silencio la señal de la cruz sobre el pueblo (Ritual de la Sagrada Comunión y el Culto del Misterio Eucarístico fuera de la Misa,  § 99).

 Sacerdote durante la exposición y adoración del Santísimo
(Foto: Diócesis de Córdoba, España)

9. Acabada la bendición el mismo sacerdote o diácono que dio la bendición, u otro sacerdote o diácono, reserva el Sacramento en el sagrario y hace genuflexión frente a él, mientras el pueblo, si se juzga oportuno, hace alguna aclamación. Finalmente, el ministro se retira (Ritual de la Sagrada Comunión y el Culto del Misterio Eucarístico fuera de la Misa,  § 100).

10. No hay indicación sobre el uso de la campanilla (o del carillón, en su caso) durante la exposición y bendición con el Santísimo Sacramento, por lo que habrá que estar a lo antes dicho: la campanilla se toca al comienzo, para indicar a los fieles que se acerca el Santísimo Sacramento, y durante la bendición, cuando el sacerdote levanta el copón o custodia. 

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