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martes, 10 de enero de 2017

FIUV Position Paper 1: El servicio de hombres y niños en el altar

En una entrada anterior explicamos nuestro propósito de traducir los Position Papers sobre el misal de 1962 que desde hace algún tiempo viene preparando la Federación Internacional Una Voce, de la cual nuestra Asociación es capítulo chileno desde 1966. Comenzamos hoy la publicación de dichas traducciones con el Position Paper 1 dedicado al servicio de los hombres y niños en el altar, cuyo original en inglés puede consultarse aquí. La primera versión es de febrero de 2012 y fue revisada en septiembre de 2016. Para facilitar su lectura hemos introducido algunas modificaciones en la ordenación de los textos, desplazando la aquí denominada nota previa (From the General Introduction) y la introducción a la serie (Introduction to the series) como proemio del Position Paper propiamente tal, al cual se le agregado un título (Texto) para separar su contenido del resumen (Abstract) que lo precede. 



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Nota previa


Estos textos, encargados por la Federación Internacional Una Voce, se presentan aquí a fin de estimular y proporcionar información al debate sobre el misal de 1962 entre los católicos apegados “a las antiguas tradiciones litúrgicas latinas” y entre los demás que se interesen por la renovación litúrgica de la Iglesia. No debe considerárselos como portadores de críticas personales o morales de quienes, en el presente o en el pasado, han adherido a las prácticas o propugnado las reformas que aquí se critica. Al redactar estos textos partimos de la hipótesis de que nuestros hermanos católicos obran de buena fe, no obstante lo cual es absolutamente necesario llevar a cabo un debate vigoroso y bien informado a fin de que quienes obran de buena fe lo hagan a la luz de una adecuada comprensión de los problemas.

No se publica el nombre de los autores de estos textos, porque ellos no han sido producidos por una sola persona en particular, y porque preferimos que se los juzgue sobre la base de su propio contenido y no de quién los escribió.

La Federación Internacional Una Voce somete humildemente las opiniones contenidas en estos textos al juicio de la Iglesia. 

Los comentarios a este texto pueden enviarse a positio@fiuv.org. 

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Introducción a la serie

La Instrucción Universae Ecclesiae (2011) aclaró lo que estaba implícito en el motu proprio Summorum Pontificum (2007) respecto de que las Misas que se celebran de acuerdo con el misal de San Juan XXIII deben decirse con apego a las leyes litúrgicas apropiadas a ese misal. Esto es consecuencia lógica del propósito declarado por el Santo Padre en el mentado motu proprio de crear un espacio en la Iglesia para la “antigua tradición litúrgica latina”, tanto en beneficio de los católicos que adhieren a ella, como por su intrínseco valor. La “antigua tradición litúrgica latina” posee muchos rasgos que, de diverso modo, contribuyen a su carácter propio y a su valor para la Iglesia. El propósito de estos textos que plantean una determinada postura es explicar esos rasgos, su racionalidad, su interrelación, y su contribución al valor de la tradición litúrgica en su conjunto. Esperamos que nuestro objetivo contribuya al debate que ha de dar forma al desarrollo futuro de la forma extraordinaria del rito romano.


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 Ministrantes representados en un vitral de 1887 de Emmanuel Champigneul de la parroquia de San Lorenzo (París, Décimo Arrondissement)


Position Paper 1

El servicio de hombres y niños en el altar

Resumen

La tradición de que en la Misa sean acólitos hombres y niños y de que se excluya a las mujeres es un caso específico de la “antigua tradición litúrgica latina” de cuyas “riquezas” ha hablado el papa Benedicto XVI. Su valor reside fundamentalmente en su relación con la enseñanza de la Iglesia, claramente expresada por el Papa San Juan Pablo II, sobre la complementariedad de los sexos en la economía de la salvación, enseñanza que está íntimamente conectada con la de que la ordenación de las mujeres al sacerdocio es imposible. Las mujeres representan, más perfectamente que los hombres, a la Iglesia en cuanto Novia; los hombres, más perfectamente que las mujeres, representan a Cristo como Novio, especialmente en el papel sacerdotal de Éste. Esta enseñanza se expresa no sólo en la ordenación al sacerdocio de los varones, con exclusión de las mujeres, sino también en el hecho de que quienes están más cerca del sacerdote en la acción litúrgica son exclusivamente varones. Esta distinción se refuerza por la asimilación del presbiterio de una iglesia con el cielo, siendo la liturgia que se desarrolla en el presbiterio una anticipación de la liturgia celestial, y con la asimilación de la nave del templo con la tierra, el lugar en que habita la Iglesia militante. Por este motivo, la práctica del servicio del altar por varones sirve para reforzar, enseñar y encarnar una verdad teológica fundamental, de acuerdo con el principio lex orandi, lex credendi

 Zdzisław Jasiński, Domingo de Ramos (1891)
      
Texto

1. El tema del servicio de la Misa en la forma extraordinaria realizado por hombres y niños, con exclusión de las mujeres, ofrece un adecuado punto de partida a esta serie de artículos, ya que sobre este tema la Pontificia Comisión Ecclesia Dei se ha pronunciado [véase aquí el texto de la respuesta], con el peso de su autoridad, en favor del carácter obligatorio de las reglas vigentes en 1962. Además, es evidente que el permiso para que las mujeres sirvan la Misa en la forma ordinaria constituye no una política recomendada sino una concesión que se hace por “motivos específicos en determinados lugares” (como se dice en la carta de 1994 de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos)[1], y esta misma Congregación ha alabado explícitamente la “noble tradición de que sean niños los que sirvan de monaguillos”, costumbre que es “siempre muy apropiada” (carta privada de 27 de julio de 2001, citada en la Instrucción Redemptoris Sacramentum, núm. 47)[2]. Esto constituye una muy evidente instancia de una tradición, característica del misal de 1962 (como también de Misal de 1970, en su primera concepción) que el motu proprio se ha preocupado de preservar y fomentar.

2. La “noble tradición” de que sirvan la Misa hombres y niños, excluyendo a las mujeres, está apoyada, muy notablemente, por el canon 44 de la Colección de Laodicea, que data del siglo IV, como también por innumerables documentos posteriores. El valor de esta tradición no deriva sólo de su antigüedad: la preocupación de Papas y obispos por preservar esta tradición a lo largo de tantos siglos deriva de profundas consideraciones teológicas y pastorales.

 Giacomo di Chirico, El ministrante

3. La consideración pastoral mencionada por la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en los dos documentos ya citados es que la íntima colaboración del monaguillo con el sacerdote a menudo fomenta las vocaciones al sacerdocio. La citada Congregación manifiesta la preocupación de que esta fuente de vocaciones pueda verse afectada por la admisión de las mujeres al servicio del altar (un estudio estadístico atingente se contiene en el Apéndice a este artículo). Este problema pastoral es consecuencia de un tema de fundamento teológico, en el sentido de que, entendido el punto adecuadamente, los acólitos laicos substituyen a la tradicional orden de acolitado: ellos están conectados simbólicamente, y a menudo causalmente, con el estado clerical.

4. Las razones teológicas se refieren a la doctrina irreformable de la Iglesia de que sólo los varones pueden ser ordenados al sacerdocio. Esta enseñanza, enfatizada por San Juan Pablo II (Mulieris Dignitatem, de 1988, y Ordinatio Sacerdotalis, de 1994), se fundamenta en el papel, distinto y complementario, de los sexos en la economía de la salvación.

 5. Al comienzo de Mulieris Dignitatem, San Juan Pablo II nos recuerda el principio de que “[l]a gracia jamás desconoce o anula la naturaleza, sino que más bien la perfecciona y ennoblece”[3]. El papel de los sexos en la Iglesia, como ha sido querido por Dios, no echa abajo la complementariedad que existe en las relaciones humanas sino que edifica sobre ella y sobre los especiales carismas de cada sexo[4],  no obstante el daño causado por el pecado original[5]. San Juan Pablo II habla de la “disposición naturalmente esponsal de la personalidad femenina”, que se ejemplifica no sólo en el matrimonio sino también en la virginidad, como una forma de auto-donación[6].  Dios se relaciona con la Iglesia como el Novio con la Novia, una analogía que se encuentra especialmente en Efesios 5 y también en numerosos pasajes del Antiguo Testamento[7] .

 Philipp Schumacher, Preparación para la consagración (ilustración para Pichler, Wilhelm. Katholisches Religionsbüchlein für die unteren Klassen der Volksschule, Wien, Österreichischer Schulbücherverlag, 1920, p. 95)

6. Como sigue explicando San Juan Pablo II, en la Iglesia todo ser humano –varón o mujer- es la Novia en el sentido de que acepta el don del amor de Cristo Redentor, y procura responder a él con los dones de su propia persona[8].

7. De este modo, también la Santísima Virgen María puede ser descrita como “figura de la Iglesia”, según la frase de San Ambrosio[9] citada por Lumen Gentium[10] y reiterada en Mulieris Dignitatem[11]. San Juan Pablo II concluye que las mujeres tienen un papel profético en la Iglesia en la medida en que “hacen manifiesta esta verdad” de la relación de Dios con la Iglesia[12]. Esto tiene implicaciones para las religiosas, que pueden representar más perfectamente a la Novia Virgen, la Iglesia: como escribió San Juan Pablo II, “[e]sta dimensión esponsal, que es parte de toda vida consagrada, tiene un especial significado para las mujeres, que encuentran en ella su identidad femenina y, si se pudiera decir, descubren en ella su especial genio en su relación con el Señor[13]. Debemos considerar además, en relación con esto, que la Virginidad Consagrada es una vocación sólo de las mujeres.

8. La analogía de Novio y Novia tiene su corolario en la relación entre el clero y los Christifideles, y entre el presbiterio y la nave del edificio del templo. San Juan Pablo II cita Mulieris Dignitatem en su decisión sobre la imposibilidad de la ordenación de las mujeres[14]. Si las mujeres pueden representar perfectamente a la Iglesia como Novia, son los hombres los llamados a representar a Cristo, especialmente en su papel sacerdotal[15]. Y como reconocimiento del papel del sacerdote in persona Christi, se debe entender que los colaboradores y asistentes del sacerdote, sus instrumentos vivientes, por decirlo así, deben estar en el mismo lado de la analogía frente a los fieles cristianos, y esto está enfatizado por la antigua tradición de considerar el presbiterio de la iglesia como representativo del mundo celestial, y la nave, del mundo terreno. Como escribe el profesor P. Michel Sinoir: “El iconostasio [en Oriente] es simbólicamente el Cielo, y su liturgia, que anticipa la del Cielo, es celebrada sólo por miembros del clero. La nave es simbólicamente la tierra, la morada de los hombres y mujeres que se preparan para entrar en la gloria. Esto es, por analogía, el mismo misterio de Cristo-Novio, que renueva en el presbiterio su sacrificio, recibido con gratitud por la Iglesia-Novia que todavía peregrina aquí abajo[16].

Zdzisław Jasiński, El sacristán (reproducción en blanco y negro tomada del catálogo de la exposición anual de arte de 1890 del Glaspalast de Múnich)

9. Esto hace cobrar sentido a la antigua prohibición no sólo de que las mujeres sirvan el altar, sino de que estén presentes en el presbiterio durante la liturgia. Así, nos encontramos con que, en Musica Sacra (1958)[17], no se permiten en el presbiterio coros que incluyan mujeres, y en la edición de 1975 de la Instrucción General del Misal Romano se excluye del presbiterio a las lectoras mujeres[18]

10. Lo que está aquí en juego es, como era de esperarse, la representación litúrgica de los principios teológicos, según la máxima legem credendi lex statuat supplicandi[19]. Estos principios no sólo son reflejados en la liturgia, sino que son ilustrados, enseñados y, en su debido tiempo, asimilados por los fieles que asisten a ella: se puede decir que la liturgia encarna esos principios[20]. Es por esta razón que la preservación íntegra de la forma extraordinaria del rito romano tiene un especial valor, porque esta forma es la articulación litúrgica de un conjunto de principios teológicos que son propios de la Iglesia. La “noble tradición” del acolitado masculino proporciona a la Iglesia una presentación aprehensible de la enseñanza sobre el papel de los sexos en la economía de la salvación y sobre la relación de Cristo con la Iglesia semejante a la del Novio con la Novia, que a su vez refleja la relación de Dios con la Creación.

 Vicente Poveda y Juan: Bautizo en la cripta de la Basílica de San Francisco en Asís (1899)

Apéndice: el servicio del altar y las vocaciones al sacerdocio

La importancia del servicio del altar en el fomento de las vocaciones, que ha sido repetidamente mencionada en los documentos oficiales, no es fácilmente cuantificable. En ciertos períodos y en ciertos contextos (como el de los internados dirigidos por comunidades de sacerdotes), una gran cantidad de niños han servido de monaguillos. Hoy, por una cantidad de motivos, ello ya no es así. Muchos menos sacerdotes dicen sus Misas rezadas en las escuelas católicas, por ejemplo. Servir el altar en las parroquias es algo que está reservado a un número limitado de niños, y hoy hay muchas niñas entre ellos. Por lo tanto, es en este contexto que las siguientes estadísticas son, por lo menos, sugerentes.

Durante una buena cantidad de años el Centro de Investigación Aplicada para el Apostolado, que tiene su base en la Universidad de Georgetown en los Estados Unidos, ha realizado una Encuesta Anual de Candidatos al Sacerdocio, con un porcentaje típico de respuestas entre 65 y 75%. Las preguntas se refieren a tópicos tales como la edad de los candidatos, su origen étnico, sus parientes, su educación y su participación en los servicios parroquiales. De los cientos de varones encuestados (que han sido a continuación ordenados al sacerdocio), una abrumadora mayoría fueron monaguillos durante sus años formativos. Las encuestas de los últimos cuatro años proporcionan los siguientes números:

- En la encuesta de 2010, el 70% de los 339 encuestados habían sido monaguillos.

- En la encuesta de 2011, el 71% de los encuestados habían sido monaguillos.

- En la encuesta de 2012, el 75% de los encuestados habían sido monaguillos. 

- Finalmente, en la encuesta de 2013, el 67% de los 366 encuestados habían sido monaguillos.

 Franz E. Meyerheim, El monaguillo (1874)





[1] Notitiae 30 (1994) 333-335.

[2] Notitiae 37 (2001) 397-399.

[3] Juan Pablo II, Carta Apostólica Mulieris Dignitatem (1988), núm. 5: "Sed gratia, seu Dei actio supernaturalis, nunquam naturam excludit, quin immo eam perficiet et nobilitat".

[4] Catecismo de la Iglesia Católica, núm. 2333.

[5] Sobre el pecado original, véase Mulieris Dignitatem, núm. 10.

[6] Mulieris Dignitatem, núm. 20: "Natura proin ac sponsalis inclinatio ipsius personae femeninae".

[7] Mulieris Dignitatem, núm. 23 menciona a Oseas, Jeremías, Ezequiel e Isaías.

[8] Mulieris Dignitatem, núm. 25.

[9] San Ambrosio, Expos. Luc. II, 7: PL 15, 1555.

[10] Concilio Vaticano II, Constitución Lumen Gentium (1964), núm. 63.

[11] Mulieris Dignitatem, núm. 27: "Mariam Nazarethanam Ecclesiae figuram" Cf. Juan Pablo II, Encíclica Redemptoris Mater (1987), núm. 44: "María es modelo y figura de la Iglesia" (exemplar ac typus Ecclesiae).

[12] Mulieris Dignitatem, núm. 29.

[13] Juan Pablo II, Exhoración apostólica Vita Consecrata (1996), núm. 34: Hanc in sponsali ratione quae precipua est omnis consecratae vitae, mulier, propriam quasi indolem detegens suae cum Domino coniunctionis, se reperit ipsa. Esto se podría traducir más literalmente así: "En este modo esponsal de pensar, que es la más importante consideración de toda vida consagrada, la mujer, al descubrir el carácter particular, por decirlo así, de su unión con el Señor, se encuentra a sí misma".

[14] Juan Pablo II, Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis (1994), núm. 2.

[15] El Papa Benedicto XVI ha reiterado la identificación del sacerdote con Cristo como Novio de la Iglesia al explicar el significado y valor del celibato en el sacerdocio: “Esta elección [de celibato] tiene un primer y más importante significado de carácer nupcial: es una profunda identificación con el corazón de Cristo el Novio, que entrega su vida por su Novia” (Exhortación Postsinodal Sacramentum Caritatis [2007], núm. ). Cf. Juan Pablo II, Encíclica Redemptoris Mater, núm. 43.

[16] Sinoir, M., La question de l'admission des femmes au service de l’autel (París, Pierre Téqui, 1994), p. 26. La traducción al inglés ha sido hecha por el P. Brian Harrison OS.          
  
[17] Pío XII, Instrucción de Musica Sacra et Sacra Liturgia (1958), núm. 100.

[18] Instrucción Genera del Misal Romano (1975), núm. 70.

[19] Pío XII, Encíclica Mediator Dei (1946), núm. 47.

[20] Cf. Cristopher Schönborn, Amar a la Iglesia: Ejercicios espirituales predicados en presencia del Papa Juan Pablo II (San Francisco: Ignatius Press, 1996), p. 205: "Y, con todo, cuán importantes son esos signos para “encarnar” la fe (en este pasaje se refiere a la orientación durante la liturgia)". 


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Nota de la Redacción: Sobre el diaconado femenino hemos tratado precedentemente en esta bitácora (véase aquí), y también hemos dedicado una entrada a la formación de los monaguillos (véase aquí). 

Crédito de las imágenes: la primera imagen está tomada de la página oficial de la Federación Internacional Una Voce. Las restantes han sido tomadas de Wikimedia Commons.

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