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domingo, 8 de octubre de 2017

La Misa Solemne de Dimas Antuña (III)


Desde hace algún tiempo hemos comenzado a publicar una serie dedicada a la obra de Dimas Antuña (1894-1968), a la cual tuvimos acceso debido a la generosidad del P. Horacio Bojorge SJ. Hoy continuamos con la publicación de algunos fragmentos de Inter convivas. Entre comensales. La Misa solemne contemplada y comentada (el texto íntegro puede descargarse aquí), el libro que dicho autor dedicó a tal Misa según la hoy denominada forma extraordinaria. 

****

II. UNIDAD DE LA MISA

1. La unidad de la Misa.   

Lo que tenemos delante en la Misa no es la división lógica de sus partes que se estudia en los libros, sino la Misa concreta: la unidad que comienza y se manifiesta y progresa y se cumple.

Y así, si dentro de las dos grandes partes que tiene la Misa, hallamos que caben sus cinco actos, dentro de esos cinco actos, conforme la Misa comienza y sigue, concretamente hallamos ciertos momentos o escenas de las cuales vemos y oímos: vemos algo y, a la vez, oímos algo.

Por ejemplo: vemos que el rito comienza con una estación de los Ministros ante las gradas del altar, mientras oímos que el coro canta el Introito; que sigue con el canto que oímos de los Kyries, mientras los ministros rodean el altar de incienso; vemos que el coro continúa con el canto del Gloria, sentado el pueblo ante los ministros sentados… y así sucesivamente.

Si atendemos a lo que tenemos delante y si queremos dar un testimonio de lo que nos es dado y mostrado, llegaremos, creo, a unas diecisiete escenas. Diecisiete escenas o momentos concretos que, ciertamente, nos están pidiendo ojos que vean y oídos que oigan y corazón que entienda. Porque en cada uno de ellos (como en toda la Misa, como en toda la Iglesia, como en todo lo que es de Cristo) tenemos aquel gran misterio o gran sacramento de que habla el Apóstol, que es grande aquí, precisamente, es decir, en Cristo y la Iglesia.


Santa Misa en la forma ordinaria en el Oratorio de Londres
(Foto: Charles Cole)

En este todo que distinguimos y que en un estudio podemos abstraer y dividir, la unidad es tan profunda y el movimiento concreto lleva tal unidad que, lo que empieza y lo que sigue y lo que llega parece que empezara para conducir a tal momento, que siguiera provocado por lo que hubo antes, exigido por lo que vendrá luego. Como que la sucesión de partes llevara tales razones de principio, medio y fin con enlaces de tal belleza que no es sino simple manifestación de la unidad.

La unidad de la Misa tiene como un esplendor de profunda belleza y esta belleza es profundamente deleitable porque resulta de una profunda intuición de la unidad.

Todo corresponde, todo se responde: Le tout n’est qu’ordre et beauté![1] La conveniencia no es por accidente, los enlaces no son encuentros fortuitos. Como en el acorde que se resuelve o en la profecía que se cumple, parece que eternamente eso está bien así, que eternamente esas obviaverunt sibi [2] y que esa conveniencia llega a la perfección del beso.

Y así como la Misa es unión de Dios y el Pueblo, de Cristo y su Iglesia, así en cada una de estas escenas no tenemos otra cosa sino misterios de esa unión, que pide inteligencia espiritual, pues el hombre animal no percibe sino cosas separadas, que no sabe cómo se juntan, ni si se juntan, no cómo puedan ser uno, ni cuál es el secreto o el lecho de esa unión[3].

2. La división lógica y la unidad continua.

1. Cuando hago la división en diecisiete escenas, repitiendo a los que enseñan, mi alma es llevada por otro camino. Espero a Phares, pero me había llamado Zara[4]. Y este oriente[5], con su mano atada de rojo[6], me lleva. Repito a los que enseñan[7], pero voy con el que me lleva[8].

2. “Mira con tus ojos, oye con tus oídos, aplica tu corazón”[9]: el testimonio concreto consiste en las diecisiete escenas o actos. Pero ellas no son otra cosa sino misterios o pasos de la unión de Cristo y la Iglesia[10].


The Hereford Screen
(Foto: Victoria and Albert Museum, Londres)

3. Dos personajes: el altar y la nave, Dios y el pueblo, Cristo y la Esposa. Dios en el altar, el pueblo en la nave.

4. La ley del Dos y Uno, o sea del encuentro y del beso[11]. No separemos en la consideración lo que se da simul, es decir, al mismo tiempo, juntamente, en la acción.

5. Mejor que sean dos: omnia duplicia[12]. Y aquí termina esta exposición.

3. Relaciones.

Las diecisiete escenas de que consta la Misa no son cosas aisladas ni que se sigan porque sí, en hilera. Son misterios relacionados, trenzados. Son como la cuerda atercerada del Eclesiastés, que difícilmente se rompe.

Cada escena tiene razón o de principio o de medio o de fin. Es necesario saber de qué cosa es principio, por qué es principio, a dónde conduce (la que es medio) y cómo conduce y qué concluye (la que es fin) y cómo es integrada.

Donde hay razón de principio: de qué es principio y por qué es principio. Por ejemplo el Introito de toda la Misa porque padece el Oficio por razón del día, de los días, de que los días le sirven…[13]


Oraciones al pie del altar
(Foto: Imprimatur)

Donde hay razón de medio: conexión con lo anterior, y cómo prepara para lo siguiente, o para su fin propio. Conexión con lo anterior: por ejemplo, en los Kyries es el conocimiento de sí mismo que se sigue al anuncio (Introito), dolor que sigue al temor, etcétera. Cómo prepara a lo siguiente: los Kyries preparan para el Gloria, como el dolor que purifica para el gozo esperado. Cómo lleva a su fin propio: que es la oración Colecta. Los Kyries, por la contrición, preparan para la oración, y ése es su fin.

Donde hay razón de fin: qué cosa concluye, cómo se integra, y esa conclusión, qué permite. Qué concluye: por ejemplo en la oración Colecta, la Synaxis preparatoria, concluye la purificación de las pasiones. Cómo se integra: El dolor en los Kyries y el gozo en el Gloria preparan el alma para la oración, excitan la esperanza y el estar de pie de la oración Colecta. ¿Y qué permite esa conclusión?: La Colecta llama las Lecciones y las Lecciones responden al llamado de la oración Colecta. La Synaxis permite las Lecciones. Y la oración profundamente preparada por temor y dolor y gozo y deseo ardiente de la esperanza, permite oír la voz de Dios.

4. Dos palabras de sabiduría.

Consideremos dos palabras de la Sabiduría. La primera es esta: Melius est duo esse simul quam unum[14]. La segunda: Omnia duplicia, unum contra unum[15].

¿Cómo juntar estos dos?: La estación y la antífona en el Introito. El estar sentados y el incienso en los Kyries, etcétera, para que juntos anden (en nuestra inteligencia de estos misterios) y juntos aprovechen (y tenga de ellos nuestra alma ‘mejor salario’), para que si uno cae su ¡ay! no sea vano, en nuestro corazón; y si uno falta, nuestro recuerdo lo cuente ¡para inteligencia y para que juntos duerman y en ese lecho de la consideración su sueño sea fecundo y haya calor en la palabra!
            
Santo, uno ¿cómo se calentará? Y si estas escenas o momentos están dadas en Dos si no consideramos simul[16] lo que simul está dado, ya no estamos en la mesa, ya no damos testimonio de lo que tenemos delante. Ya no vemos ni oímos, ni damos el corazón a entender… del testimonio caemos en el estudio; de la mesa —de la mesa simple y filial— caemos en la literatura.

Atender a los pares juntos.

Mirad bien cómo se dan esos dos: en el Introito la estación de los ministros y el canto de la antífona simultáneamente; el incienso sobre el altar vacío y los Kyries simultáneamente, el estar sentados y el Gloria. O cómo pasa en el Ofertorio: nuestra limosna y la antífona que simultáneamente canta el coro. O las oraciones del sacerdote y la elevación de las ofrendas. O el incienso sobre el altar lleno y la oración Secreta. O esos misterios del Canon recubiertos por el canto del Sanctus. O, como en la Participación: la fracción del Pan y el silencio, el Agnus Dei y el beso de Paz, o la comunión y la antífona que es su melodía.

Caravaggio, Los Discípulos de Emaús

Dice la Sabiduría melius est esse duo quam unum[17]: dos resisten mejor nuestra ceguera. Si acaso los ojos no ven por lo menos oirán los oídos. Conseguiremos aquel milagro que pedía el poeta: “que por lo menos el ciego oiga”. Y por eso, pues, en este gran misterio estos momentos son pareados: omnia duplicia unum contra unum…, “todas las cosas son pareadas y la una opuesta a la otra. No permitió Dios que les faltase nada y de cada una confirmó los bienes” [18]. Confirma el incienso la sinceridad de la compunción que cantan los Kyries. El beso de paz al hermano confirma al Agnus Dei, al Cordero de Dios. No permite que le falte a nuestra limosna el gozo davídico de la Antífona; ni a la elevación de las ofrendas que en ese momento sólo son pan y vino, le falte la contemplación anticipada de su Sagrada Pasión. El incienso y la música sufren el acto que opera la oración Secreta. Y la adoración del Sanctus sufre la Eucaristía del pan y del vino.

Una cosa está opuesta a la otra. Los bienes de cada una están como mirándose mutuamente cara a cara. El Sanctus mira a la Eucaristía y hasta se divide en dos para dejarnos entrever la muerte. ¿Quién se hartará pues de contemplar Su gloria?[19]
           
La ley del dos y del uno[20].

- Dos: Oídos y ojos. La fe entra por el oído y el amor por los ojos. Uno: Señor ¡que vea!

- Dos: Dios y el pueblo. Cristo y su Iglesia. Dos lugares: el santuario y la nave. Dos actores: el altar y el coro.

- Introito – simul[21]: procesión, entrada, subida y antífona y postración, etcétera.

- Kyries – simul: juntos, el incienso (ver) y los Kyries (oír) al mismo tiempo.

- Gloria – simul: dos juntos, el estarse o estar sentado al mismo tiempo que la alabanza.

- Colecta – uno: reunión de la iglesia en la unidad de la Oración Colecta. Síntesis de todo lo anterior. Uno habla, no por sí sino por todos. Uno es cabeza de un cuerpo uno.

- Epístola – acción y pasión: uno habla, el subdiácono de espaldas. Uno escucha, el pueblo, sentado.

- Evangelio – acción pasión: uno habla, el diácono, circunstancias, uno escucha, el pueblo, de pie.

- Credo – uno: síntesis, reunión de la Iglesia en la confesión de una misma fe. La Iglesia toma del Sacerdote la fe y la confiesa. La confesión es una, y de un solo cuerpo (Creo y no: creemos).

- Ofertorio – simul: dos juntos. En la nave: ofrendas y antífona. En el altar: elevación de las ofrendas, purificación y secreta, música e incienso.

- Prefacio: Uno. Síntesis: La Iglesia ora de pie. Himno. Asociada activamente al que por ella ora de pie. Sacrificio de alabanza.

- Canon – simul: Sanctus, etcétera, adoración. Canon, eucaristía.

- Pater – uno: Uno. Síntesis: La Iglesia ora, de pie, brazos en cruz. Ora con el que ora y cumple su oración.

- Fracción – simul: Fracción, silencio.

- Paz – simul: Agnus Dei, beso.

- Comunión – uno: como en el Prefacio, como en el Pater. Cristo es dado y recibido: es uno con sus miembros.

- Antífona de la Comunión – simul: adoración, antífona y levantan la mesa.

- Post Communio – uno: Síntesis de la comunión de la adoración, uno ora por todos, todos cumplen su oración.

- Éxodo: Aquí hay una síntesis de todo. Aquí el Padre invita, el Hijo impulsa, el Espíritu Santo señala. Dios trino y uno nos llama a salir, no por la puerta de Occidente sino por el Oriente: salida hacia lo alto, salida en pos del Padre.

No sé leer.

No sé leer, mi testimonio, inter convivas, considerar lo que tenemos delante, delante de los ojos. Ver, oír, atestiguar. ”Diste tu corazón a entender afligiéndote delante del Señor”[22], dolido del desprecio de su mesa[23].

Y ¿qué tenemos delante? 1. Una mesa. 2. Un rito. 1. Lo que sería un estudio, 2. Lo que basta para un testimonio. 1. Lo que requiere un estudio, 2. Lo que está pedido al testigo.

El desarrollo del rito muestra cada vez partes dobles y la unión de ellas. Es decir: el matrimonio y el beso. Omnia duplitia melius est duo esse.

Para inteligencia de todo esto funiculus triplex, la cuerda es una pero atercerada, de tres hilos: Ver, oír, atestiguar.

Y luego: lustrans universa in circuito pergit spiritus in círculos suos revertitur[24]. ‘Andando alrededor en círculo por todas partes el espíritu va y vuelve a sus rodeos’.

Lo exterior y lo interior.

El rito, lo que está afuera, está dado en Dos —ver y oír, sacerdote y pueblo, Cristo e Iglesia— en Cristo. La Inteligencia, lo que se advierte, se advierte en Tres, es decir, se advierte en Dios trino.

Todo lo de las escenas es dos. Todo lo del pensamiento es tres. O beata Trinitas![25]

Retablo de la Iglesia de la Ssma. Trinitá dei Pellegrini, Roma

Para las escenas: Omnia duplicia, unum contra unum[26]. Pues, si no consideramos simultáneamente lo que simultáneamente está dado, no hay desposorio, no hay escena, no hay Cristo, no hay calor: unus, quomodo calefiet?[27]

Por su lado el pensamiento es funiculus triplex[28]. Si las escenas corresponden a la Encarnación, a las Bodas, al Sacramento Grande de Cristo y de la Iglesia[29], en el pensamiento todo es uno porque todo es Tres. En el pensamiento hay que atender al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Sólo así habrá esplendor; sólo así habrá verdadera doxología y glorificación[30].

Funiculus triplex.

Primer hilo: El Padre, la cosa, la escena, el misterio.

Segundo hilo: El Verbo, su verdad que ilumina.

Tercer hilo: El Espíritu Santo, el don que hay en la cosa.

Primer hilo: Poner la cosa que hace la Iglesia, que Dios da a su Iglesia (Origen).

Segundo hilo: Recibir su virtud, es decir, ver su verdad que ilumina (Verdad).

Tercer hilo: Hallar su operación en el alma, es decir, (el don que hay en ella).

Primer hilo: ver al Padre.

Segundo hilo: oír al Verbo.

Tercer hilo: Atestiguar su operación, es decir, dar testimonio al Espíritu del don recibido o que allí se da.

En las fases de la escena o misterio de la Misa, hay faces, rostros de Dios[31]: “Descubra Dios sus faces[32] sobre ti y haya piedad de ti. Vuelva Dios sus faces a ti y déte paz”.

5. Los siete pasos de la consideración.

1. Padre: Unidad, Substancia – La Cosa (sacramento o misterio), lo que tenemos delante, lo que nos es propuesto, el artículo (bocado) cosa y riquísima.

2. Hijo: Verbo, Luz, Sabiduría – La Luz que engendra la cosa, su palabra, lo que dice, el orden que revela todas sus partes en la pura sencillez de la luz una.

3. Espíritu Santo: Don, Paráclito, Señor, Vivificador – El Don que contiene la cosa, su razón de bien, que atrae; la riqueza de frutos que comunica; su ‘consuelo’, su sabor; lo que da.


Lienzo de la Ssma. Trinidad

Todo esto es intrínseco. Cuando se ha logrado viene la síntesis de todo esto que se expresa en:

4. Cristo: Verbo Encarnado, lo que vemos y tocamos. Actitud: lo visible, la figura, la asimilación.

5. Consolador: El aperti sunt coeli[33], lo que se manifiesta. Pasión: el soplo, la voz; lo que la figura ‘padece’ al comunicar el espíritu de Cristo.

Ahora vienen las relaciones y las correspondencias, es decir, la cosa in medio Ecclesiae, la cruz en el círculo:

6. Relaciones: 1—con lo anterior: como saliendo de algo, o por qué existe. 2 – en sí: definiéndose; con razón de principio, medio, fin. 3 – con aquello a que conduce: porque a eso prepara o lleva; o porque con sus integrantes concluye y abre un nuevo ciclo.

7. Correspondencias: paralelas, antitéticas; los ritmos; el ‘juego’. La alusión recibida, el juego al que responde el juego.

Las Correlaciones.

Consideremos cómo corresponden las partes ordenadas de este todo, profundamente rico y viviente.

Dentro del mismo rito, por ejemplo: Los Kyries y el Agnus Dei se corresponden en su referencia al Dios eterno. Y el incienso del Introito y los Kyries como el beso de paz cerca del Agnus Dei se corresponden con Cristo y el prójimo.

El Gloria y el Sanctus se corresponden así: El Gloria se corresponde con ángeles. El Sanctus con los Serafines. El Gloria con el Cristo Verbo Encarnado y el ‘paz a los hombres’. El Sanctus con los niños hebreos y la asimilación al Ser.

Atribuido a Lluc Borrassà, Retablo de san Miguel Arcángel (representación de los nueve coros angélicos), Koninklijk Museum de Amberes

La Antífona del Ofertorio se corresponde con la Antífona de la Comunión. La del Ofertorio se refiere al don ofrecido para el sacrificio. La de la Comunión se refiere al don recibido y a la participación en el sacrificio.

Hay también correspondencias entre los ritmos. Por ejemplo, entre la incensación al tiempo de los Kyries y del Ofertorio; entre la del Evangelio y al tiempo de la Eucaristía[34]. La incensación en los Kyries es del altar lleno. La del Ofertorio es incensación del Altar lleno[35]. La del Evangelio es incensación de la Palabra del Verbo encarnado. La de la Eucaristía es incensación de la Presencia.

Hay tres grandes Exfónesis[36]: El primer Amén es un Amén al Padre, de todas las Creaturas. El segundo Amén es un Amén al Hijo pronunciado por los Hijos. El tercer Amén es un Amén al Espíritu Santo dado por dioses[37].

Todo esto, hasta aquí, como correspondencias paralelas. Pero hay también correspondencias antitéticas. Por ejemplo: El Introito y el Saludo final: el primero es a la entrada, el segundo al final de la misa, con el Ite Missa est.

Hay también otras relaciones. Por ejemplo:

1. El Introito y el Credo: porque en el Introito entramos para vivir la fe proclamándola en el Credo.

2. El Credo y el Canon: porque vivimos de la fe para vivir del altar.

3. El Credo y el Padre Nuestro. El término[38] de las lecciones es la fe[39]. El término del sacrificio es el tener Padre[40] y el Padre nos da el Pan.
           
Otros ritmos: La función crea el órgano. El alma crea el cuerpo. El cuerpo está en el alma, no el alma en el cuerpo.

La Misa construye la Casa[41].

Interior de la Catedral de León

El Introito crea el Porche, el atrio. Los Kyries crean los primeros tramos (nartex). El Gloria la extensión[42]. La Colecta concluye la nave, perfecciona el lugar del Pueblo. La Epístola forma el lugar[43] de los judíos: Sur, Crucero, Sacristía. El Gradual es centro, intersección, es el beso del Este y del Oeste, espacio central del alma. El Evangelio forma el lugar de los gentiles: Norte, crucero, Púlpito. El Credo da toda la estructura: dinumeraverunt omnia ossa mea[44]. El Ofertorio crea el altar; el altar es la mesa para los dones. La Acción, santifica el altar: los siete ojos y las cinco unciones. La Participación[45] comunica los dones sagrados y hace que el altar sea una mesa. Éxodo: da el sentido del ábside, de las bóvedas, de esa necesidad de entrar para salir por el techo: como Noé.

Otras Correspondencias.

Cada escena breve de la Misa es justa, sucinta. Luego de su declaración, mirándose con la cosa; luego el don como procediendo, y listo.

Terminado eso, dejar la consideración directa y general de la Synaxis todo lo demás: las correlaciones, lo movible, lo que viene del tiempo, lo que no es esquema y estructura.

¿A qué corresponde esto en el hombre? A purificar las pasiones: temor, dolor, gozo, esperanza.

¿A qué corresponde esto en el mundo? A los elementos: tierra, agua, aire, fuego.

En este orden de consideraciones se dirá todo lo accesorio, lo movible, lo que no es estructura, lo que no es ‘caza de esencia’.

Ejemplo: El Dominus Vobiscum es un beso. Nada más. Si es el saludo del que viene de Belén lo veremos cuando consideremos las conexiones. Si es participación del Ave María, si es plural del Dominus tecum, lo veremos cuando consideremos el Fuego.

6. Desarrollo del rito: Ley del dos y el uno.

Admitido esto venimos ahora al desarrollo del drama, a la economía de la divina liturgia según nuestro rito romano; a los aspectos concretos que ofrece la Misa; a la realización que llevan aquellas dos partes y los cinco grandes actos que contienen; y al testimonio que lo que tenemos delante pide a los ojos y a los oídos y al corazón.

Ahora bien, en esto tenemos lo que yo me atrevería a llamar la ley del dos y el uno, es decir: las partes pareadas, simultáneas y su término.

Dios y el Pueblo; Cristo y la Iglesia; como el hombre y la mujer, como el cielo y la tierra, como el alma y el cuerpo. O, si queréis, Cristo y su Iglesia; o, más visiblemente, el altar y la nave.

Simultáneamente, en los diferentes momentos del rito algo hacen, paralelamente, simultáneamente, pero correspondiéndose con suma correspondencia, con esa correspondencia purísima que tienen los estiquios del salmo, llevan con ese paralelismo[46] que a veces es sinónimo y a veces antitéticos, y a veces consonante. Algo pues, hacen, paralelamente, simultáneamente. Y esa acción paralela o esa acción y pasión paralelas, tienen su término en ciertos momentos que tienen carácter de conclusión. Algo pasa en el altar, algo pasa en el pueblo, paralelamente, simultáneamente durante el Introito y los Kyries y el Gloria, en estos actos paralelos —la túnica diploide, forrada de justicia, el libro escrito dentro y fuera, las porciones dobles de José— tiene su término en la Colecta, acto que totaliza todo lo anterior; acto en el cual florece todo lo anterior y que forma un solo acto del altar y la nave, como aquel beso de Moisés y Aarón[47].

Luego las lecciones tienen su rito doble, uno habla y otro escucha. El pueblo sentado ve las espaldas del ministro de Dios y oye la voz de un rostro que no ve: en la Epístola. O el pueblo sentado ve a los ministros sentados, mientras el coro canta, y canta porque ama: en el Gradual. O el pueblo de pie, recibe la lección evangélica en medio del rito magnífico que no es ahora el momento de explicar.

Hasta que todo eso queda consumado en la palabra de la fe, es decir, en el canto del Credo.
           
Icono que representa al Emperador Constantino y los padres del Concilio de Nicea con el texto del Símbolo niceno-constantinopolitano
(Imagen: Wikipedia Commons)

Luego, cuando empieza la Misa propiamente dicha —pues los dos actos anteriores sólo eran preparación de los comensales: la Synaxis para purgar las pasiones y las Lecciones para iluminar la inteligencia— otra vez tenemos la acción paralela: la limosna del pueblo y la antífona del coro paralelas a las ofrendas del sacerdote y las oraciones que las acompañan.

Y todo esto termina —cuando ya está preparado el sacrificio— con otro momento que totaliza y explica y saca a luz los misterios dobles que han precedido: el Prefacio. Del cual pasamos nuevamente al misterio del libro escrito dentro y fuera. Dentro, con el Canon, que es secreto y es el secreto de los misterios de Dios. Y fuera, con el Sanctus, el Sanctus de la Misa que es el velo del Canon. Hasta que el sacrificio florece en una nueva actitud de toda la Iglesia, en un nuevo momento semejante a la Colecta, al Credo y al Prefacio y que es el Pater noster. Del cual volvemos a los misterios dobles: la fracción y el silencio de la asamblea; el Agnus Dei acompañado del beso de paz; la comunión y la música; la adoración de lo recibido y del Coro que canta la antífona de la Communio. Y todo termina con una nueva oración: La Post Communio que pone a toda la Iglesia de pie en un solo acto rotundo.

Y así, cuando, acomodándome  a la designación común de estos momentos de la Misa, digo yo ‘Introito’ o Kyries o Gloria, no entiendo lo que bajo esa rúbrica está escrito en el misal y que, en las misas privadas —que son un rito disminuido— el sacerdote y los fieles leen cada uno por su lado, sino esta cosa concreta: el canto de Introito, el canto que se oye, cantado por el coro, que se oye, y la procesión y estación de los ministros que ese canto acompaña; procesión y estación que vemos y que es el acto de la entrada, que determina ese canto (pues sin ello no sería Introito). Y entiendo lo que esa entrada y ese canto significan, ya dentro de la economía del rito de la Misa, ya en orden a la entrada espiritual del alma en el misterio.

De manera que, conforme a mi vocación, en el Introito veo con los ojos la procesión y la estación de los ministros; oigo con los oídos el canto de esa entrada cantado por el coro y doy el corazón a entender lo que veo y lo que oigo: el misterio de unidad de donde proceden esos dos actos[48] que nos son dados para inteligencia y que por ellos nos llama a su presencia.

Veo al Hijo, oigo al Espíritu, voy al Padre de donde vienen a nosotros para llevarnos al Padre[49].

En el caso de los Kyries, yo no diré que los Kyries son una ‘aclamación’ ni menos que sean ‘el resto de una letanía’ ni otros desatinos así que ya sabemos. Para mí, los Kyries son esto: el pueblo sentado, el coro que canta Kyrie eleison, el Sacerdote y los ministros que rodean el altar de incienso. Todo eso que veo y oigo tiene un sentido; todo eso —el canto y el incienso, el estar sentado el pueblo y el rodear el altar vacío los ministros— tiene un sentido. Todo eso son los Kyries.

Yo veo, oigo, sé. Pero no sé leer. Oigo Misa. Asisto a Misa. ¡Leer, leer, leer! ¡Esto me está mandado: Oír Misa!

7. Conclusión.

¿En qué consiste mi testimonio? ¿En qué consiste mi libro? En ver, oír y hallar lo que tenemos delante. Y oír con los oídos, pero conforme me manda el sabio: con ejercicio del audi tacens y el audi quaerens[50].

Y hallar. Hallar en el corazón —en el corazón de Daniel— en el corazón contrito y dado a entender esos misterios que tenemos delante.

Y esto muestra que mi libro no es un estudio y que yo no soy, ni me hago, ni permito que me hagan doctor. Y esto muestra el carácter de mi testimonio: digo lo que veo y oigo; busco y procuro hallar lo que nos ponen delante y acaso hallo.

¿Qué tenemos delante durante todo el tiempo de la Misa? Tenemos delante diecisiete escenas: el Introito, los Kyries, el Gloria, la Oración colecta, la Epístola, el Gradual, el Evangelio, el Credo, y así sucesivamente.

Pero ¿qué es el Introito? El Introito es este acto de la entrada del sacerdote al altar, acto concreto que incluye la entrada del pueblo a los misterios; acto que, en el altar, es procesión y estación de los ministros; en la nave, es arrodillamiento del pueblo; entre ambos, es el coro que canta.


Ordenaciones sacerdotales del Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote (2015)

Ese entrar y detenerse de los ministros, ese arrodillarse del pueblo, y ese canto de los que cantan de pie en el coro, todo eso, en sus relaciones concretas, en sus correspondencias, en sus sugestiones y alusiones, en lo que es y dice y en lo que da, eso es el Introito de la Misa.

¿Y los Kyries? ¿Qué serán los Kyries? Cualquiera sabe que los Kyries son esas aclamaciones que siguen al Introito en la Misa. Pero eso es en abstracto. En concreto, la escena, el paso de los Kyries, el momento, el misterio de los Kyries es éste: Que terminado el Introito con la subida del sacerdote al altar y el sentarse del pueblo, el coro canta los Kyries que oímos sentados, mientras que vemos que el sacerdote rodea el altar vacío envolviéndolo de incienso.

Los Kyries, pues, son esto: un estar sentados —un cierto modo de estar sentados— y un rodear los ministros de incienso el altar vacío. La aclamación y el incienso son simultáneos, van juntos. Oímos los Kyries mientras vemos elevarse el incienso. Nuestro testimonio ha de juntar lo que junto nos es dado: el alma contrita con el perfume del altar vacío. Y esto aquí y en cada una de las diecisiete escenas.

Actitud y pasión.

Por medio de una asimilación, cada una de estas escenas puede darnos algo así como la “plástica moral”. Puede mostrarnos su rostro, y en esto habrá dos cosas, el rostro mismo y la expresión.

El Cuerpo de Cristo: Encarnación del misterio; y el Espíritu de Cristo: Pentecostés del misterio.

Las escenas pueden pues darse por una figura visible que padece algo. Por ejemplo:

+ En el Kyries. Actitud: Job en la ceniza, Jeremías en la caverna; Pasión: Estupor delante de sí mismo que engendra un clamor y contrición delante del pecado que engendra un clamor.

+ En el Gloria: Actitud: María sentada a los pies del Señor; Pasión: la alegría gratuita, el gozo de ver a Cristo.

+ Canon: Actitud: Noé desnudo y borracho; Pasión: sentido del misterio, adoración.



[1] El conjunto no es otra cosa que orden y belleza.

[2] Se encontraron recíprocamente, convinieron entre sí.

[3] Se nota en el pensamiento de Dimas Antuña la inspiración en el pasaje de Eclesiastés 4, 11-12.

[4] Fares y Zara (en hebre: Párets y Záraj; en la Vulgata: Phares y Zara) son los hijos mellizos de Judas nacidos de Tamar. “Judas engendró a Farés y Zará, de Tamar” (Mateo 1,3). Los mellizos Fares y Zéraj, hijos de Judas, se disputaron la primogenitura en el parto (Génesis 38, 27-29).

[5] Naciente, nombre de Cristo, su mano ensangrentada lo conduce por el sacrificio.

[6] Zéraj asomó primero la mano y la partera le ató una cinta roja, pero Fares se le adelantó a nacer. De ahí su nombre de la raíz parats: “abrir brecha”.

[7] “Los que me enseñan” son las divisiones, los maestros, los manuales, el estudio del rito. “El que me lleva” es el Espíritu Santo que enseña interiormente. De nuevo aquí está subyacente la idea del uno contra uno, que se complementan y que apelan en su unión a un tercero.

[8] Esta frase es una anotación a lápiz al margen, al comienzo de esta hoja. Verosímilmente hay aquí el unum contra unum que fascina a Dimas Antuña. Por un lado la ciencia de los hombres y los maestros, por el otro la inspiración, la enseñanza interior del que conduce, el Espíritu Santo. Y ambos se complementan.

[9] Remite a Ezequiel 44, 5.

[10] Y ésta es la unidad que se da en la Misa, la unión de los desposorios de Cristo con la Iglesia, que es la unión de dos, el uno contra el uno que se completan por el tercero, el amor, el Espíritu. El Espíritu y la Esposa dicen ven (Apocalipsis 22, 17).

[11] Entre Cristo y su Iglesia. La Misa es un misterio de Alianza esponsal, un misterio nupcial de Dios y la comunidad creyente. Esta es la unidad de la Misa por encima de sus partes rituales. Y ésta es la cuerda terciada, de tres hilos, que no se rompe por la distracción y nos mantiene atados a Dios por el corazón.

[12] Referencia al Eclesiastés 4, 9-12.

[13] El Introito varía con la fiesta o solemnidad del día e introduce a los asistentes, como una clave de entrada a la celebración, o al aspecto del misterio divino que se celebra ese día.

[14] Eclesiastés 4, 9: “Más vale dos juntos que uno solo”. Dimas glosará a continuación el texto de Eclesiastés 4, 9-12 aplicándolo a la consideración de lo que se ve y se oye y ha de ser entendido como una sola cosa en el corazón. El texto que aplica a su propósito es el siguiente: “Más vale dos que uno, pues obtienen mejor lucro de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará al otro; mas ¡ay! del solo que cae, sin tener segundo para levantarle! Asimismo, si se acuestan dos juntos, se calientan; mas uno solo ¿cómo se calentará? Y si alguien ataca al uno, los dos le harán frente, y el hilo triple no se rompe de prisa” (Eclesiastés 4, 9-12).

[15] Eclesiástico 42, 25: “Todas las cosas son dobles y opuesta la una a la otra”. Así como alto y bajo, día y noche, varón y mujer... El ver y el oír los ha de unir la consideración del corazón percibiéndolos juntos, en el sentido que ambos tienen juntos en la acción litúrgica. El análisis curioso destruiría la percepción espiritual.

[16] Si no consideramos en conjunto lo que en conjunto nos es dado.

[17] Eclesiastés 4, 9.

[18] Eclesiástico 42, 25-26.

[19] Alusión a Eclesiástico 42, 26: Et quis satiabitur videns gloriam suam? ("¿Quién se saciará de contemplar su gloria?")

[20] El fundamento para el carácter binario de las escenas o actos, lo ve Dimas Antuña en Eclesiástico 42, 25: Omnia duplicia, unum contra unum, et non fecit quidquam deesse. Uniuscuiusque confirmavit bona, et quis satiabitur videns gloriam ejus? (“Todas las cosas son pareadas y la una opuesta a la otra, y no hizo que les faltase algo. De cada una confirmó los bienes y ¿quién se hartará viendo la gloria de Él?”). Y comenta Dimas Antuña: “De cada una confirmó los bienes” es decir: a cada una dio propiedades estables. El griego dice, manteniendo la oposición: “a una da testimonio de la excelencia de la otra”. Una está opuesta a la otra. A una da testimonio de la excelencia de la otra. Unum contra unum. Cara a cara. Están como mirándose los bienes de cada una.

[21] Juntamente, al mismo tiempo, en uno.

[22] Daniel 10, 12. Hasta aquí la cita literal, pero agrega: “dolido del desprecio de su mesa”.

[23] Parece reflejar un dolor del autor ante el menosprecio de la Misa.

[24] Eclesiastés 1, 6: “gira el viento al mediodía , gira al norte, va siempre dando vueltas y vuelve a su giro”.

[25] ¡Oh Bienaventurada Trinidad!

[26] Eclesiástico 42, 25: “Todas las cosas son dobles [pareadas], uno contra uno”.

[27] Eclesiastés 4, 11: “Si durmieren dos juntos se darán calor uno al otro.  Uno solo ¿cómo se calentará?”

[28] El hilo o la cuerda triple difícilmente se rompe. Ver Eclesiastés 4, 12.

[29] Efesios 5, 32. El autor alude fugazmente a una vinculación entre el misterio Eucarístico y el sacramento del Matrimonio presente en el texto de San Pablo.

[30] Alusión al final del pasaje del Eclesiástico antes citado que culmina en el versículo 26: ¿Y quién se saciará contemplando su gloria? Para el autor la Misa es el lugar por excelencia de la contemplación de la gloria de Dios.

[31] Dimas Antuña anota entre paréntesis lo que parece ser referencia a un autor: “(Ver Orozco)”.

[32] Faces, en lugar de faz, manteniendo la analogía morfológica con el hebreo: Panim, que es una forma plural para referirse al Rostro divino singular, como Elohim, yamím, etcétera.

[33] El ‘se abrieron los cielos’ aludiendo a la escena evangélica del Bautismo: Mateo 3, 16 y paralelos.

[34] A la Consagración.

[35] Colmado con las ofrendas del Pan y el Vino.

[36] El término se refiere a la ‘exclamación’ del Amén por parte de los fieles.

[37] Se refiere a los hijos divinizados por la participación en el Sacrificio.

[38] El efecto, el resultado.

[39] Es decir de las Lecturas: Epístola, Gradual, Evangelio.

[40] Anotación a mano: hallar al (Padre).

[41] Es un caso concreto del principio antes enunciado: la función crea el órgano. La Misa crea el edificio del templo, ‘La Casa’.

[42] Extensión de lo anterior, de la entrada.

[43] Se refiere a los lados o cuernos del altar. El lado de la Epístola es el de los judíos, del Antiguo Testamento. El del Evangelio es el de los Gentiles y el Nuevo Testamento.

[44] Salmo 21, 18: "Contaron todos mis huesos".

[45] El rito de la comunión.

[46] Aquí explicita Dimas Antuña la fuente bíblica de su inspiración para leer la Misa según la ley del uno y dos para, en un tercer paso, proceder a comprender. Dimas ve pues en el paralelismo un reflejo trinitario. El paralelismo es un reconocido carácter del pensamiento que se refleja en el estilo de la literatura bíblica. Como dice el autor, puede ser sinonímico, antitético, progresivo, etcétera.

[47] Éxodo 4, 27.

[48] Analogía trinitario: los dos actos proceden de la unidad, como el Verbo y el Espíritu Santo proceden del Padre y con él son uno.

[49] He aquí, más explícitamente, el sentido del “unum contra unum” que se resuelve en el “funiculum triplex”.

[50] Escucha callando y escucha buscando.

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