La antífona (del latín antiphona, y éste del griego ἀντίφωνος, que significa voz enfrentada, voz que responde) es una forma musical y litúrgica propia de la tradición cristiana. En su origen se designaba así un estilo de salmodia en el cual dos coros se alteraban en la recitación o el canto, llamado por eso antifónico, vale decir, de voces opuestas. Posteriormente, la expresión pasó a designar los cantos de entrada, ofertorio y comunión del propio de la Misa, y también aquellas cantos en honor a la Santísima Virgen con los que se cierra el oficio de Completas, cuando acaba la jornada y el alma del cristiano se vuelve a Dios para dar gracias por el día. De igual forma, en este último ámbito la expresión se ha expandido para designar las breves frases que se dice al final de los salmos en cada una de las horas canónicas. Estas frases están tomadas generalmente de los proprios salmos, con el propósito de subrayar alguna idea especialmente oportuna al tiempo litúrgico que se vive, o bien del Evangelio, para introducir la continuidad del relato de la salvación desde la enseñanza de Cristo. En la Edad Media se conocía como antífona una texto con melodía libre y sencilla que era cantada por la asamblea de fieles junto a los salmos, la cual era usada también fuera del entorno ritual, aunque siempre conservando un contenido paralitúrgico. Tal es el origen de los motetes.
Dentro de la liturgia, un conocido ejemplo son las Antífonas de la O, propias del Adviento, que se caracterizan por utilizar las palabras de uno de los atributos que tiene Dios según las Sagradas Escrituras. De ellas tratamos a propósito de las costumbres de este tiempo litúrgico.
Cistercienses de la Abadía de Heiligenkreuz al coro para el canto del Oficio Divino
(Foto: New Liturgical Movement)
Sin perjuicio de los otros sentidos antes referidos, especial mención merecen aquellas llamadas antífonas marianas por estar dedicadas a la Santísima Virgen María, que no son de estilo salmódico y forman parte del Oficio Divino. Con todo, su uso excede al ámbito del liturgia de las horas y ha pasado a formar parte de la piedad de muchos fieles, sin importar su estado. De hecho, una antigua costumbre asocia la tarde del sábado al canto de una de estas antífonas, por ser éste el día de la semana que se asocia con la Madre del Señor. Hay cuatro antífonas marianas, cuyo rezo o canto se reparte durante el año litúrgico. Ordenadas de acuerdo al calendario, que comienza en Adviento, ellas son: Alma Redemptoris Mater, Ave Regina Caelorum, Regina Caeli y Salve Regina.
Alma Redemptoris Mater
Alma Redemptoris Mater (Augusta Madre del Redentor) es una antífona cuya autoría se cree corresponde a Hermannus Contractus (“Herman el Cojo”, 1013–1054), quien se habría basado en los escritos de los santos Fulgencio, Epifanio, e Irineo de Lyon. Este himno se menciona en "El cuento de la priora" (The Prioress's Tale), uno de los relatos de Geoffrey Chaucer (1343-1400) incluido en Los cuentos de Canterbury (1387). Se canta o recita desde el primer Domingo de Adviento hasta la Fiesta de la Candelaria o fiesta de la purificación de la Virgen (2 de febrero).
Ave Regina Caelorum
Ave Regina Caelorum (Salve, Reina de los cielos) es una antífona cuyo origen exacto se desconoce. Hay quien la atribuye también a Hermannus Contractus o, incluso, a San Bernardo de Claraval (1090-1153). Aparece documentada por primera vez en el Salterio de San Albano (siglo XII). Se canta o recita entre la fiesta de la presentación de Jesús en el Templo (2 de febrero) hasta el miércoles de Semana Santa.
Regina Caeli
Regina Caeli (Reina del Cielo) es una antífona de autor desconocido. La tradición suele atribuir su composición a San Gregorio Magno (590-604), el cual escuchó los tres primeros versos cantados por ángeles mientras caminaba descalzo una mañana en procesión hacia el ícono conocido Salus Populi Romani, que se venera en la Basílica Romana de Santa María la Mayor y que se dice es un retrato de Nuestra Señora pintado por San Lucas. Tras escuchar esos versos, el Papa habría agregado la cuarta línea. Sin embargo, su composición también ha sido atribuido a Gregorio V (996-999), aunque sin sólido fundamento. El único dato histórico comprobado es existen testimonios de que esta antífona se rezaba ya en el siglo XII. En la primera mitad del siglo siguiente, los franciscanos la tenían incorporada al final del oficio de Completas, lo que contribuyó a su expansión por toda la cristiandad gracias al apostolado de esta orden mendicante.
Se canta o recita desde las completas del Sábado Santo hasta la hora nona del Domingo de Pentecostés. Asimismo, y según fue ordenado por Benedicto XIV en 1742, el Regina Caeli sustituye el rezo del Angelus durante el Tiempo Pascual.
Salve Regina Se canta o recita desde las completas del Sábado Santo hasta la hora nona del Domingo de Pentecostés. Asimismo, y según fue ordenado por Benedicto XIV en 1742, el Regina Caeli sustituye el rezo del Angelus durante el Tiempo Pascual.
Coronación de María
Diego Velásquez, circa 1635, Museo del Prado
(Imagen: Wikipedia)
El Salve Regina, conocida simplemente como Salve, es una de las más populares y conocidas oraciones católicas a Santa María, incluida también al final de la recitación del rosario. Se trataba originalmente de una secuencia con rima en "e", aunque la disposición de los versos puede variar según los recopiladores. No existe certeza sobre el autor del texto. Hay quien lo ha atribuido a Pedro de Mezonzo (930-1003), Obispo de Santiago de Compostela, a Ademar de Monteil († 1098), obispo de Puy-en-Velay y primero en pedir la autorización para partir en Cruzada, a Hermannus Contractus, o incluso a San Jeroteo (8 a.C.-71 d.C.), primero obispo de Segovia. Todo indica que San Bernardo de Claraval añadió la invocación final: "O clemens, o pia / o dulcis, Virgo Maria", lo cual introduce una pareja de versos con rima en "ia". A partir del siglo XII, los cistercienses, los dominicos y los franciscanos promovieron su uso en diversas circunstancias. En 1250 Gregorio IX (1227-1241) aprobó su uso general y prescribió que se cantara al final del rezo de las Completas. Es la antífona mariana por defecto, vale decir, se canta o recita en todo el resto del año litúrgico.
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