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jueves, 23 de diciembre de 2021

¿Quién niega la validez del Novus Ordo? Prepárate para una sorpresa

Compartimos con ustedes un breve, pero sugerente artículo de Phil Lawler que aborda un punto que hasta ahora no se ha cuestionado demasiado en torno a las medidas restrictivas impuestas por la Sede Apostólica respecto de la Misa de siempre. Se trata de la obligación de los obispos de comprobar que los grupos tradicionalistas "no excluyan la validez y la legitimidad de la reforma litúrgica, de los dictados del Concilio Vaticano II y del Magisterio de los Sumos Pontífices". La validez se refiere al hecho de que no se niegue que, a través del rito reformado, se produce el sacramento de la Eucaristía, vale decir, que se dan las cuatro condiciones para que tal exista: materia, forma, ministro e intención. Por su parte, el término "legitimidad" alude a aquello que ha sido establecido según el derecho. Ninguna de las dos condiciones es puesta en entredicho por los grupos que participan de la Misa tradicional celebrada conforme al derogado motu proprio Summorum Pontificum y la instrucción Universae Ecclesiae que lo desarrolaba. Distinto es el aspecto de la licitud, relacionado con la observancia de las rúbricas y normas canónicas que rigen la celebración del rito, que depende de cada Misa en concreto. Ahí el juicio no se puede efectuar en abstracto, sino viendo cómo el sacerdote está celebrando esa Misa, si sigue o no las indicaciones contenidos en los libros litúrgicos o, siguiendo su creatividad, se aparta de ellas e improvisa oraciones, gestos, palabras, etcétera. 

Ahora bien, se supone que todo católico debe aceptar que la Misa es aquello que define el Catecismo de la Iglesia Católica, porque en eso consiste la fe católica. Ahí se dice: "Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entregado, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura" (CCE 1323). Pues, ¿y qué sucede con aquellos católicos que niegan que la Misa sea un sacrificio o que "en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están 'contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero'" (CCE 1374)?

Lamentablemente, esto ocurre y con mucha frecuencia. Por ejemplo, hoy Infocatólica informa sobre una homilía pronunciada por S.E.R. Carlos Gustavo Castillo Mattasoglio, arzobispo de Lima, donde niega que la muerte de Jesús en la cruz fuese un sacrificio propiciatorio (CCE 1367). En sus palabras: "Jesús no muere haciendo un sacrificio de un holocausto. Jesús muere como un laico asesinado, que él decide no responder con venganza y que acepta la cruz para darnos signo de vida. Y muere como un laico que da esperanza a la humanidad. Muere como un ser humano como todos ustedes que están aquí presentes". De esto se sigue que la Santa Misa, que el mismo sacrificio redentor actualizado de manera incruenta sobre el altar, tampoco puede tener ese carácter. Otro caso que ilustra lo que se viene diciendo. Hace dos años, Infovaticana reproducía los resultados de una encuesta hecha a los católicos estadounidenses. El resultado fue que el 50% de ellos cree que la Sagrada Eucaristía es un "símbolo" y niega que se trate de la Presencia Real de Cristo bajo las especies de pan y vino. En otras palabras, niegan que la Santa Misa sea un misterio sacramental, que en ella se produzca la transustanciación y que ahí, sobre el altar, bajo la apariencia de los accidentes del pan y el vino, está verdadera, real y sustancialmente presente Jesucristo, que se entregó a la muerte (y muerte de cruz) por el redención del género humano.

Por lo demás, la situación actual coincide con la revelación particular que la beata Ana Catalina Emmerick (1774-1824) dejó por escrito y en que se refiere a la profranación de Jesús Sacramentado y la Santa Misa: "Los sacerdotes dejaban que se hiciera cualquier cosa y decían la Misa con mucha irreverencia. Vi pocos que tuvieran todavía piedad y juzgasen sanamente las cosas. [...] Vi muy a menudo a Jesús mismo cruelmente inmolado sobre el altar por la celebración indigna y criminal de los santos misterios. Vi ante los sacerdotes sacrílegos la Santa Hostia reposar sobre un altar como un Niño Jesús vivo que ellos cortaban en trozos con la patena y que martirizaban horriblemente. Su Misa, aunque realizando realmente el Santo sacrificio, me parecía como un horrible asesinato. [...] la devoción al Santísimo Sacramento caería completamente en decadencia y el sacramento mismo en el olvido. [...] Veo los enemigos del Santísimo Sacramento que cierran las Iglesias e impiden que se le adore, acercarse a un terrible castigo. [... Veo] que se mina y se asfixia la religión tan hábilmente que no queda a penas más que un pequeño número de sacerdotes que no estén seducidos". 

El artículo que ahora compartimos fue publicado por Catholic Culture y ha sido traducido por la Redacción. Phil Lawler ha sido periodista especializado en temas católicos por más de 30 años. Ha editado varias revistas católicas y escrito ocho libros. Fundador de Catholic World News, es el director periodístico y analista principal de Catholic Culture

Phil Lawler

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¿Quién niega la validez del Novus Ordo? Prepárate para una sorpresa

Phil Lawler

En su nuevo y sorprendente documento, que aumenta las restricciones respecto de la Misa  tradicional, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos acusa a muchos católicos tradicionalistas de no reconocer la validez de la liturgia del Novus Ordo. De ahí que, se nos dice, la adhesión a la liturgia tradicional representa una seria amenaza para la unidad de la Iglesia.

La Congregación para el Culto Divino no ofrece evidencia que apoye esta acusación contra los tradicionalistas, al igual que, en Traditionis Custodes, el papa Francisco no prueba que la consulta mundial hecha a los obispos demostrase una preocupación generalizada sobre la fricción supuestamente causada por el movimiento tradicionalista. Los conocedores del Vaticano informan que, de hecho, en sus respuestas a la encuesta (si es que se tomaron el tiempo para responder), la mayoría de los obispos no denunciaron dificultades con los grupos tradicionalistas. Además, los católicos familiarizados con el movimiento tradicionalista rara vez o nunca se encuentran con fanáticos que niegan la validez de la liturgia posconciliar. Pero incluso si la denuncia de la Congregación para el Culto Divino fuese cierto, la respuesta del la Santa Sede sería desproporcionada. Dejadme que me explique.

Los católicos que asisten a la Misa tradicional constituyen regularmente solo alrededor del 1% de la población católica total del mundo. Si el 1% de esos tradicionalistas rechazara el Novus Ordo (y creo que esa estimación resulta demasiado alta), entonces el problema se limita a una minoría apenas visible.

Sin embargo, entre los católicos que asisten a Misa con frecuencia en las parroquias ordinarias, ¡una abrumadora mayoría rechaza la validez de la liturgia del Novus OrdoEncuesta tras encuesta muestra que más del 70% de los católicos no creen que Jesucristo se haga verdaderamente presente —con Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad— en la Misa. Pero si Jesús no está presente —si la Eucaristía no se confecciona — entonces la Misa no es válida. Por lo tanto, la mayoría de los fieles de una parroquia católica común creen que la Misa a la que están asistiendo no es válida. Q.E.D.

Ahora bien, muy pocos de esos católicos "ordinarios" dirían que la Misa es inválida, porque no reconocerían el poder del silogismo en el párrafo anterior. Generaciones de catequesis miserables han dejado a millones de laicos sólo con una vaga idea de lo que es la Eucaristía, lo que logra la Misa. Aun así, el hecho es que la mayoría de los católicos rechazan, o tal vez de manera más exacta, son indiferentes a este dogma fundamental de la fe. Si son indiferentes, con mayor razón pueden alejarse de la Iglesia. Si rechazan la enseñanza católica, socavan la unidad de los fieles.

Afortunadamente, la mayoría incrédula está equivocada, al igual que cualquier tradicionalista que niega la validez de la liturgia posconciliar. El Novus Ordo es válido; la Eucaristía es la Presencia Real de Jesucristo. Pero en aras de la unidad dentro de la Iglesia, sin mencionar la claridad de la doctrina, el hecho de que más del 70% de los fieles nieguen efectivamente la enseñanza de la Iglesia sobre la Eucaristía, la "fuente y cumbre de la vida cristiana", es sin duda una preocupación más urgente que la afirmación de que el 0,01% niega la validez de la nueva liturgia.

Las nuevas restricciones del Vaticano requieren que los obispos se aseguren de que las comunidades tradicionalistas restantes acepten la validez del Concilio Vaticano II y las reformas posconciliares. La coherencia sugiere que se deben aplicar los mismos estándares a todas las parroquias católicas. Se debe alentar a los obispos a asegurarse de que sus pastores instruyan adecuadamente a la gente sobre la realidad de la Eucaristía.

El hecho de que la Congregación para el Culto Divino vea las cosas de otra manera, y quiera tomar medidas enérgicas primero contra los focos de resistencia tradicionalista, sugiere que hay algo más en cuestión aquí: no se trata solamente de un simple deseo de unidad de la Iglesia. Mañana, en este espacio, exploraré algunas otras explicaciones para las extrañas prioridades del Vaticano.

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Nota bene: Detrás de las normas dictadas para la Misa tradicional, subyace una comprensión voluntarista de los sacramentos, como ha dicho Caminante Wanderer. Ellos son un acto de poder de la jerarquía eclesiática, que se dan o quitan a los fieles a discreción, diluyendo la función salvífica que tienen. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña, siguiendo al Concilio Vaticano II, que "la Eucaristía es 'fuente y culmen de toda la vida cristiana'", de manera que todos "los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua" (1324).  La misión fundamental de la Iglesia es buscar la salvación de las almas y, por tanto, resulta contrario a esa finalidad quitar a los fieles la Santa Misa, que es la renovación incruenta del mismo Sacrificio redentor de Cristo. No hay que olvidar que "los fieles tienen derecho a recibir de los Pastores sagrados la ayuda de los bienes espirituales de la Iglesia principalmente la palabra de Dios y los sacramentos" (canon 213 CIC), y que pueden "tributar culto a Dios según las normas del propio rito aprobado por los legítimos Pastores de la Iglesia, y a practicar su propia forma de vida espiritual, siempre que sea conforme con la doctrina de la Iglesia" (canon 214 CIC). Según la inmortal definición de Ulpiano, "la justicia consiste en la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo", vale decir, atribuir a cada persona aquello a lo que tiene derecho. Las disposiciones actuales sobre la Misa de siempre no son justas y desconocen los derechos fundamentales de los fieles (véase aquí y aquí dos comentarios canónicos a las Responsa sobre el motu proprio Traditionis Custodes). 

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