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domingo, 6 de septiembre de 2015

Beatifican a obispo siro-católico martirizado en 1915



El Obispo siro-católico Flaviano Miguel Melki, martirizado durante el llamado Genocidio Asirio de hace 100 años, fue beatificado el sábado 29 de agosto, durante una liturgia solemne en el convento patriarcal de Nuestra Señora de la Liberación, ubicado en Harissa, en el Líbano.

La ceremonia de beatificación fue presidida por el Patriarca siro-católico Ignatius Youssef III y en ella participaron numerosos patriarcas y jefes de las iglesias cristianas de Oriente provenientes del Líbano, de Siria y de Irak.

El decreto de beatificación fue leído al inicio de la Divina Liturgia por el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. El pasado 8 de agosto, S.S. el Papa Francisco aprobó el decreto que reconoce el martirio del Obispo.

En declaraciones a la agencia Fides, el sacerdote siro-católico Nizar Seman dijo que “hace mucho tiempo que no se proclama a un beato de nuestra Iglesia” y “el Obispo Melki será el primero de los mártires siro-católicos de aquel Genocidio en ser elevado a la gloria de los altares; pero su beatificación es un regalo para todos los cristianos de Oriente”.

“En estos tiempos de nuevas tribulaciones –añade el P. Nizar– su figura nos muestra la Fe luminosa con la que vivió la terrible persecución de hace cien años, puede dar esperanza y valor a todos los bautizados”.

“Oramos para que por su intercesión todos reciban ayuda para profesar la Fe en Cristo en los países de Oriente Medio, y para que también los líderes políticos y militares sean iluminados para tomar los caminos que conducen a la paz”, concluyó (fuente: Aciprensa).

A continuación les ofrecemos una pequeña reseña sobre la vida y obra del nuevo beato, traducida, con pequeñas adaptaciones de la Redacción, desde la edición italiana de L’Osservatore Romano (el original puede leerse aquí). 

Que el beato Melki sea un ejemplo para todos nosotros en la proclamación valerosa de nuestra Fe en Cristo y que por su intercesión conceda Nuestro Señor consuelo y ayuda a los cristianos del Oriente Medio que en este momento sufren terribles persecuciones a causa de la Fe.

Flaviano Miguel Melki


El obispo Flaviano Miguel Melki fue muerto por odio a la Fe en 1915, durante el gobierno de los “Jóvenes Turcos”.

El mártir – que el Cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación de la causa de los santos ha beatificado en representación del Papa Francisco el sábado 29 de agosto en Daroun-Harissa, en el Líbano – nace en el año 1858 en la pequeña aldea de Vilayet de Mardine, en el Noreste de la Gran Siria (actualmente en Turquía), llamado Kalaat Mara, en el seno de una familia profundamente cristiana, perteneciente a la iglesia siro-ortodoxa.

A la edad de diez años fue enviado por el padre a estudiar a la escuela del vecino monasterio de Zaafarane, sede del Patriarcado siro-ortodoxo.

A los veinte años fue ordenado diácono y se le confía el papel de bibliotecario del monasterio.

Fue precisamente en estos años que, mediante el enriquecimiento constante de sus conocimientos, especialmente con el estudio de los Padres de la Iglesia Oriental, decide adherirse al catolicismo.

Valerosamente, dejó el monasterio y, declarada abiertamente su Fe, parte al Líbano, donde se encuentra el patriarcado siro-católico de Charfé, donde hoy se celebra su beatificación. 

Ingresó a la Fraternidad de San Efrén y profesa los votos religiosos.

Allí completó sus estudios y fue ordenado sacerdote el 13 de mayo de 1883, en la catedral de Aleppo. Inmediatamente el joven presbítero se destaca por su profundo celo, unido a una extraordinaria humildad y una pronta obediencia.

Por estas cualidades fue elegido prontamente para importantes encargos, como aquel de profesor del seminario de Mardine y de misionero itinerante en distintas aldeas jacobitas (siro-ortodoxos).

Se ocupó de las necesidades espirituales y materiales de los católicos residentes en aquellos lugares, donándose por entero y acercándose por sobre todo al prójimo más necesitado.

Se distingue por su actividad apostólica, conducida siempre en el silencio y en la modestia. En 1895 aceptó el nombramiento de vicario episcopal, portando en el corazón el valeroso testimonio de su madre, asesinada por aquellos días por haber rechazado unirse al Islam.


Luego de que el Papa San Pío X autorizara su nombramiento como obispo de la región de Djerireh-ebn-Omar, fue consagrado obispo el 19 de enero de 1913, en la catedral de San Jorge de Beirut.

Es impresionante la fecundidad de su actividad sacerdotal y episcopal.

Vivía en extrema pobreza y llegó a vender sus propios paramentos litúrgicos para ayudar a los pobres y combatir la miseria.

No obstante los pocos medios que poseía, se empeñó tenazmente en procurar la reparación y construcción de numerosas iglesias, la edificación de escuelas para los niños y jóvenes, la formación de sacerdotes.

Se donó a sí mismo por completo, realizando en concreto el testimonio de buen pastor que se preocupa continuamente del bien de su grey, en particular de los más necesitados, y que lucha con todas las fuerzas en contra de la opresión de los más débiles.

Durante la Primera Guerra Mundial, se opone con fuerza al gobierno de los Jóvenes Turcos, los cuales habían emprendido una terrible y atroz persecución en contra del pueblo sirio-armenio, una persecución que se dirigió en contra de todos los cristianos que habitaban los territorios de aquella región.

De aquella persecución fue víctima, junto a sus fieles, también el nuevo beato, el cual rechazó categóricamente la propuesta de salvar la propia vida hecha por un amigo musulmán y, sin dejarse superar por los sucesos, permanece con firmeza junto a su pueblo, infundiendo en todos el valor para permanecer firmes en la propia Fe.

En el verano de 1915 fue arrestado como jefe de su comunidad y conducido a la prisión de Djezireh-ibn-Omar.

Abandonado completamente a la voluntad divina, vivió su ministerio de padre y pastor también durante la reclusión, prisionero junto a otros cristianos.

Continuó celebrando la Eucaristía y el sacramento de la confesión, llegando a impartir también la bendición papal con indulgencia plenaria, para lo cual se encontraba autorizado por la Santa Sede a hacerlo tres veces al año.

Como la mayor parte de los prisioneros, fue sometido a un interrogatorio en el cual se le propone convertirse para salvar su vida.

Primero permaneció en silencio. Después, para demostrar inequívocamente su pertenencia a Cristo, manifestó claramente la oposición a tal solicitud.

El 29 de agosto de 1915, atado de pies y manos, fue brutal y ferozmente golpeado, siendo asesinado a golpes de fusil.

Su cuerpo torturado fue arrojado a las aguas del río Tigris, junto a al resto de los condenados.

Para la iglesia siria antioquena esta beatificación es la primera que tiene lugar luego del solemne reconocimiento del Primado de Pedro y la reconstitución de la comunión eclesial con Roma, ocurrida en 1781.

 Blasón de la Iglesia siro-católica


No se trata solamente de un importante reconocimiento de la santidad heroica de un obispo mártir, sino también de un homenaje a todos los mártires cristianos que han donado su vida por Cristo y un signo de aliento para aquellos que sufren todavía hoy la persecución a causa de Cristo, especialmente los cristianos en Irak y Siria.

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