El Obispo siro-católico
Flaviano Miguel Melki, martirizado durante el llamado Genocidio Asirio de hace 100
años, fue beatificado el sábado 29 de agosto, durante una liturgia solemne en
el convento patriarcal de Nuestra Señora de la Liberación, ubicado en Harissa,
en el Líbano.
La ceremonia de beatificación
fue presidida por el Patriarca siro-católico Ignatius Youssef III y en ella
participaron numerosos patriarcas y jefes de las iglesias cristianas de Oriente
provenientes del Líbano, de Siria y de Irak.
El decreto de
beatificación fue leído al inicio de la Divina Liturgia por el Cardenal Angelo
Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. El pasado 8
de agosto, S.S. el Papa Francisco aprobó el decreto que reconoce el martirio
del Obispo.
En declaraciones a la
agencia Fides, el sacerdote siro-católico Nizar Seman dijo que “hace mucho
tiempo que no se proclama a un beato de nuestra Iglesia” y “el Obispo Melki
será el primero de los mártires siro-católicos de aquel Genocidio en ser
elevado a la gloria de los altares; pero su beatificación es un regalo para
todos los cristianos de Oriente”.
“En estos tiempos de
nuevas tribulaciones –añade el P. Nizar– su figura nos muestra la Fe luminosa
con la que vivió la terrible persecución de hace cien años, puede dar esperanza
y valor a todos los bautizados”.
“Oramos para que por su
intercesión todos reciban ayuda para profesar la Fe en Cristo en los países de
Oriente Medio, y para que también los líderes políticos y militares sean
iluminados para tomar los caminos que conducen a la paz”, concluyó (fuente: Aciprensa).
A continuación les
ofrecemos una pequeña reseña sobre
la vida y obra del nuevo beato, traducida, con pequeñas adaptaciones de la Redacción, desde la edición italiana de L’Osservatore Romano (el original puede
leerse aquí).
Que el beato Melki sea un
ejemplo para todos nosotros en la proclamación valerosa de nuestra Fe en Cristo
y que por su intercesión conceda Nuestro Señor consuelo y ayuda a los
cristianos del Oriente Medio que en este momento sufren terribles persecuciones
a causa de la Fe.
Flaviano Miguel Melki
El obispo Flaviano Miguel
Melki fue muerto por odio a la Fe en 1915, durante el gobierno de los “Jóvenes
Turcos”.
El mártir – que el
Cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación de la causa de los santos ha
beatificado en representación del Papa Francisco el sábado 29 de agosto en
Daroun-Harissa, en el Líbano – nace en el año 1858 en la pequeña aldea de
Vilayet de Mardine, en el Noreste de la Gran Siria (actualmente en Turquía),
llamado Kalaat Mara, en el seno de una familia profundamente cristiana,
perteneciente a la iglesia siro-ortodoxa.
A la edad de diez años fue
enviado por el padre a estudiar a la escuela del vecino monasterio de Zaafarane,
sede del Patriarcado siro-ortodoxo.
A los veinte años fue
ordenado diácono y se le confía el papel de bibliotecario del monasterio.
Fue precisamente en estos
años que, mediante el enriquecimiento constante de sus conocimientos,
especialmente con el estudio de los Padres de la Iglesia Oriental, decide
adherirse al catolicismo.
Valerosamente, dejó el
monasterio y, declarada abiertamente su Fe, parte al Líbano, donde se encuentra
el patriarcado siro-católico de Charfé, donde hoy se celebra su beatificación.
Ingresó a la Fraternidad
de San Efrén y profesa los votos religiosos.
Allí completó sus estudios
y fue ordenado sacerdote el 13 de mayo de 1883, en la catedral de Aleppo. Inmediatamente
el joven presbítero se destaca por su profundo celo, unido a una extraordinaria
humildad y una pronta obediencia.
Por estas cualidades fue
elegido prontamente para importantes encargos, como aquel de profesor del
seminario de Mardine y de misionero itinerante en distintas aldeas jacobitas
(siro-ortodoxos).
Se ocupó de las
necesidades espirituales y materiales de los católicos residentes en aquellos
lugares, donándose por entero y acercándose por sobre todo al prójimo más
necesitado.
Se distingue por su
actividad apostólica, conducida siempre en el silencio y en la modestia. En
1895 aceptó el nombramiento de vicario episcopal, portando en el corazón el
valeroso testimonio de su madre, asesinada por aquellos días por haber
rechazado unirse al Islam.
Luego de que el Papa San
Pío X autorizara su nombramiento como obispo de la región de Djerireh-ebn-Omar,
fue consagrado obispo el 19 de enero de 1913, en la catedral de San Jorge de
Beirut.
Es impresionante la fecundidad
de su actividad sacerdotal y episcopal.
Vivía en extrema pobreza y
llegó a vender sus propios paramentos litúrgicos para ayudar a los pobres y
combatir la miseria.
No obstante los pocos
medios que poseía, se empeñó tenazmente en procurar la reparación y
construcción de numerosas iglesias, la edificación de escuelas para los niños y
jóvenes, la formación de sacerdotes.
Se donó a sí mismo por
completo, realizando en concreto el testimonio de buen pastor que se preocupa
continuamente del bien de su grey, en particular de los más necesitados, y que
lucha con todas las fuerzas en contra de la opresión de los más débiles.
Durante la Primera Guerra
Mundial, se opone con fuerza al gobierno de los Jóvenes Turcos, los cuales
habían emprendido una terrible y atroz persecución en contra del pueblo
sirio-armenio, una persecución que se dirigió en contra de todos los cristianos
que habitaban los territorios de aquella región.
De aquella persecución fue
víctima, junto a sus fieles, también el nuevo beato, el cual rechazó
categóricamente la propuesta de salvar la propia vida hecha por un amigo
musulmán y, sin dejarse superar por los sucesos, permanece con firmeza junto a
su pueblo, infundiendo en todos el valor para permanecer firmes en la propia
Fe.
En el verano de 1915 fue
arrestado como jefe de su comunidad y conducido a la prisión de
Djezireh-ibn-Omar.
Abandonado completamente a
la voluntad divina, vivió su ministerio de padre y pastor también durante la
reclusión, prisionero junto a otros cristianos.
Continuó celebrando la
Eucaristía y el sacramento de la confesión, llegando a impartir también la
bendición papal con indulgencia plenaria, para lo cual se encontraba autorizado
por la Santa Sede a hacerlo tres veces al año.
Como la mayor parte de los
prisioneros, fue sometido a un interrogatorio en el cual se le propone
convertirse para salvar su vida.
Primero permaneció en
silencio. Después, para demostrar inequívocamente su pertenencia a Cristo,
manifestó claramente la oposición a tal solicitud.
El 29 de agosto de 1915,
atado de pies y manos, fue brutal y ferozmente golpeado, siendo asesinado a
golpes de fusil.
Su cuerpo torturado fue
arrojado a las aguas del río Tigris, junto a al resto de los condenados.
Para la iglesia siria antioquena esta beatificación es la primera que tiene lugar luego del solemne
reconocimiento del Primado de Pedro y la reconstitución de la comunión eclesial con Roma, ocurrida en 1781.
Blasón de la Iglesia siro-católica
No se trata solamente de
un importante reconocimiento de la santidad heroica de un obispo mártir, sino
también de un homenaje a todos los mártires cristianos que han donado su vida
por Cristo y un signo de aliento para aquellos que sufren todavía hoy la
persecución a causa de Cristo, especialmente los cristianos en Irak y Siria.
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