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martes, 14 de agosto de 2018

El disgusto de Pablo VI por la reforma litúrgica

A continuación les ofrecemos la traducción de un breve pero interesante artículo de Gregory DiPippo, aparecido originalmente en el sitio New Liturgical MovementEl autor reflexiona acerca del manejo político de Mons. Annibale Bugnini (1912-1982), secretario del Consilium, el comité creado para aplicar la Constitución Sacrosantum Concilium sobre la sagrada liturgia (1963), y de cómo pudo influir en la aprobación de nuevos textos y prácticas litúrgicas, aun con el rechazo del mismo Pablo VI y de parte importante de los otros comisionados, a la luz de los relatos de Louis Bouyer (1913-2004) y del prestigioso vaticanista Sandro Magister. La traducción ha sido hecha por la Redacción. 

El autor
(Foto: New Liturgical Movement)

El artículo pone en evidencia una vez más los claroscuros que existen en torno a la figura de papa Pablo VI, de cuya muerte (6-VIII-1978) se cumplieron hace unos pocos días cuarenta años, y la responsabilidad que le cabe en la reforma litúrgica posconciliar. Pese a la distancia, los sucesivos estudios y su próxima canonización, la suya sigue siendo una figura polémica y no exenta de críticas desde los sectores tradicionalistas. Se cuenta incluso que él mismo preguntó una vez "¿soy Hamlet o don Quijote?". Al menos uno de sus amigos y biógrafo, el filósofo francés Jean Guitton (1901-1999), se decantó por la segunda opinión y dijo en el Papa Montini tenía un evidente temperamento hamletiano, vale decir, que estaba inclinado por naturaleza a la duda vital. Aunque eso contrasta con algunos actos valientes, como la encíclica Humanae Vitae (1968), que supuso una feroz oposición, incluso desde "sectores disidentes" al interior de la propia Iglesia, por su rechazo al control de la natalidad. 

La lectura del artículo que hoy compartimos trae a la memoria una anécdota contada por la superiora de un convento de clarisas en Valencia. Cuando junto con otras personas uno de nuestros colaboradores preparaba los ornamentos para celebrar la Misa de siempre, les llamó la atención que todavía hubiese un gran cuadro con las oraciones que el sacerdote dice cuando se reviste. Le preguntaron a la superiora al respecto. Ella les contó que varios capellanes le habían dicho a la superiora del momento que ese cuadro había que quitarlo, dado que las oraciones ya no se decían más al revestirse, incluso muchos de esos ornamentos o habían desaparecido o eran facultativos para el celebrante. Con un coraje ciertamente envidiable, la superiora les respondía que si ellos no querían decir las oraciones, era su problema; pero como el cuadro se encontraba en su convento y allí mandaba ella, se quedaba donde estaba. Y ahí seguía el cuadro medio siglo después, testimonio de una liturgia que ya no se rezaba en esos claustros. 

Joaquín Sorolla, En la sacristía (1893), Museo de Bellas Artes de Buenos Aires

Por lo demás, estas anécdotas sobre la desazón de Pablo VI cuando comenzó a ver en la práctica los frutos de su reforma litúrgica son bastante frecuentes. Una de ellas es la reacción que provocó en el Papa el darse cuenta en 1970 que ya no existía la Octava de Pentecostés (véase, por ejemplo, aquí). Incluso, del propio Bugnini, quien poco antes de morir dijo haber servido a la Iglesia, haber amado a la Iglesia y haber sufrido por la Iglesia, hay anécdotas semejantes. En su monumental obra La reforma de la liturgia cuenta, por ejemplo, la siguiente: 

Alguien próximo al director de la sección romana del periódico, para informarse en directo, personalmente, de todo aquello, decidió asistir un día, de incógnito, a mi Misa, en San Silvestro al Quirinale, y vio con sorpresa que yo celebraba en un altar sobre el que había entronizada una imagen de San Pio V (en la capilla de la Madonna de las Cadenas), en latín (en aquel tiempo era obligado celebrar la Misa privada en latín). Y escribió incluso que, a su entender, el celebrante celebraba 'con fe'. Y concluía: "...¿ Pero cómo es posible que este cura pueda celebrar por la mañana delante de San Pio V, en latín, con el misal tridentino, y después, por la tarde, se dedique a imponer a la Iglesia la misa reformada en lengua vulgar, traicionando al Concilio de Trento ? 

Tumba de monseñor Bugnini junto a la de su hermana Clementina, que pertenecía a la misma familia espiritual, en el Cementerio de Civitella del Lago
(Foto: Findagrave)

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El disgusto de Pablo VI por la reforma litúrgica

Gregory DiPippo

La historia ha sido contada muchas veces y en muchos lugares, sobre cómo Mons. Annibale Bugnini, el secretario del comité para la implementación de Sacrosantum Concilium, “vendía” los elementos de su programa de cambios radicales a la liturgia, cambios que no fueron ni solicitados ni lejanamente imaginados por los Padres del Vaticano II. El informaba al Papa Pablo VI que los cambios propuestos fueron fuertemente recomendados por los expertos (o supuestamente así considerados) académicos liturgistas, mientras contaba a estos últimos (o al menos a los más sensatos entre ellos, aquellos que necesitaban certeza) que el mismo Papa insistió en dichos cambios. El P. Louis Bouyer, amigo personal del Papa, atestigua esto explícitamente en sus memorias, en las cuales describe a Bugnini, con ese tan típico control retórico de los franceses, como un hombre “criminal y zalamero”, “tan vacío de conocimiento como de honestidad” (Bugnini fue posteriormente creado arzobispo, pero nunca cardenal, y “promovido” como nuncio en Irán mientras el régimen del último Shah colapsaba). Como resume Sandro Magister en un artículo publicado en 2014:

“Pablo VI, discutiendo posteriormente con Bouyer acerca de una de estas reformas ‘que el Papa circunstancialmente aprobó sin estar de ninguna manera más satisfecho de lo que yo (Bouyer) estaba’, le preguntó: ‘¿Pero por qué se enredaron en esta reforma (particular)?’, a lo que Bouyer contestó: ‘Porque Bugnini nos aseguró que Su Santidad definitivamente lo quería de esta forma’. A lo que Pablo VI respondió: ‘¿Pero cómo es posible? Él me informó que ustedes estaban contestes por unanimidad de aprobarlo así…’ (Mi traducción del artículo completo puede ser leída aquí). 

Hoy [19 de abril de 2018], Magister da una fascinante continuación a este tópico, y lo hace contando una serie de historias tomadas de los diarios del Cardenal Virgilio Noè, quien sirvió como Maestro de Ceremonias Pontificias durante los primeros y más convulsionados años de la reforma, de 1970 a 1982. Estas historias son citados de un nuevo libro publicado en italiano por Mons. Leonardo Sapienza, Paolo VI: una storia minima (en el sitio enlazado por Magister se le describe como un libro de “fioretti” [florecillas], el nombre de una muy famosa colección de anécdotas sobre la vida de San Francisco de Asís y algunos de los primeros santos franciscanos). Nadie se sorprenderá de leer que el mismo Pablo VI expresó graves reservas y decepción acerca de algunos de estos cambios, aunque él mismo los aprobara, y, ejercitando heroicamente las virtudes de la prudencia y la fortaleza, no hiciera nada para corregirlas. Acá un par de ejemplos, habiendo más en el artículo original que se enlaza más arriba.

“[E]l 3 de junio de 1971, después de la Misa de conmemoración de la muerte de Juan XXIII, Pablo VI comentó: ‘¿Cómo es posible que en la Misa de difuntos no haya más mención del pecado y la expiación? Hay una completa ausencia de imploración de la misericordia del Señor. También esta mañana, para la Misa celebrada en las tumbas [vaticanas], aunque los textos eran bonitos carecían del sentido del pecado y de la misericordia ¡Pero necesitamos esto! ¡Y cuando mi hora final llegue, rueguen misericordia por mí al Señor, porque me hace mucha falta! Y nuevamente en 1975, después de otra Misa en memoria de Juan XXIII: ‘Por supuesto, en esta liturgia están ausentes los grandes temas de la muerte, del juicio…’”.

“Antes de cada Misa, mientras se revestía con los ornamentos sagrados, Pablo VI continuaba recitando las oraciones prescritas en el antiguo Misal ‘cum sacerdos induitur sacerdotalibus paramentis’ (cuando el sacerdote se reviste con sus paramentos sacerdotales), incluso después que estos fueron abolidos. Y un día, el 24 de septiembre de 1972, sonrió y preguntó a Noè: ‘¿Está prohibido recitar estas oraciones mientras uno se reviste?’ El maestro de ceremonias replicó: ‘No, Santo Padre, ellas pueden ser recitadas, si se desea’. Y el Papa: ‘Pero estas oraciones no se pueden encontrar en ningún libro: incluso en la sacristía ya no están las tarjetas ¡Entonces se perderán!’”.


Pablo VI durante una visita pastoral a Venecia, con el Patriarca Cardenal Albino Luciani, quien lo sucedería como Papa con el nombre de Juan Pablo I por 33 días en agosto y septiembre de 1978. Virgilio Noè, un prelado de la curia a la fecha de esta fotografía, se ve a la derecha
(Foto: Wikimedia Commons)


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Actualización [4 de abril de 2019]: Rorate Caeli ha reproducido el texto de una interesante conferencia impartida por el Dr. Peter Kwasniewski en Wagga Wagga (28 de marzo), Melbourne (30 de marzo) y Hobart (3 de abril) durante su visita a Australia patrocinada por la Latin Mass Society de ese país. Ella lleva por título "A Half-Century of Novelty: Revisiting Paul VI’s Apologia for the New Mass" ("Medio siglo de novedad: una revisión de la apología de Pablo VI respecto de la Nueva Misa") y aborda la manera en que el Papa puso de su parte para llevar adelante la reforma litúrgica posconciliar, pese a los esfuerzos de algunos autores por disminuir su grado de participación. La exposición oral de la conferencia puede ser vista a su vez en este enlace. Sobre esta materia, de interés resulta la entrada que publicamos el pasado martes sobre el indulto para la Misa tradicional propuesto en 1976 por monseñor Bugnini y rechazado por Pablo VI.

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