En otra entrada nos hemos referido a la Comisión de Cardenales creada en 1986 para estudiar la situación de la Misa tradicional y, en especial, los resultados que había tenido la aplicación del decreto Quattuor Abhinc Annos de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (Prot. núm. 686/84, 3 de octubre de 1984), que permitía a los obispos diocesanos conceder un indulto para su celebración en ciertos lugares y en días determinados. Ella había concluido con algunas recomendaciones al papa Juan Pablo II para que diese mayor amplitud a la concesión del antiguo rito, además de precisar ciertas reglas que luego formaron parte de las respuestas privadas de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei entre 1988 y 2011 o quedaron recogidas en el motu proprio Summorum Pontificum (2007) y la Instrucción Universae Ecclesiae (2011) que lo desarrolla. Hoy queremos abordar un proyecto de indulto que, de haberse concretado, habría adelantado la obra de liberalización de la Misa de siempre comenzada en 1984. Se trata de una propuesta hecha en 1976 por el propio monseñor Annibale Bugnini (1912-1982), artífice de los nuevos ritos, como una forma de resolver el llamado "caso Lefebvre", por entonces en un momento de gran tensión debido a la primera sanción canónica que éste recibió.
Para entender la situación en que se forjó esta propuesta, es preciso dar algunas explicaciones sobre su contexto, comenzando por el primer indulto concedido sobre la liturgia anterior al Misal romano promulgado por Pablo VI a favor de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales y conocido como el "indulto inglés" o "indulto de Agatha Christie" (véase aquí la entrada que le dedicamos).
En octubre de 1971, el Cardenal John Heenan (1905-1975), Arzobispo de Westminster y Primado de Inglaterra (a cuyo intercambio epistolar con el célebre novelista inglés converso Evelyn Waugh dedicamos una entrada), dirigió al papa Pablo VI una carta que acompañaba la petición hecha por más de ochenta personalidades del mundo de la cultura donde hacían presente la responsabilidad histórica que traía consigo prohibir el rito romano tradicional y sustituirlo sin más por uno confeccionado artificialmente y contra el tiempo por una comisión de expertos, la cual había sido publicada previamente en la edición del 6 de julio de ese año en el Times de Londres. El Papa leyó ambas cartas y, terminada la lectura, echó una mirada a los nombres de sus eminentes suscriptores. Uno de los primeros era el de la creadora del célebre detective belga Hercules Poirot y, al verlo, Pablo VI, gran aficionado a las novelas policiales, exclamó: "¡Oh, Agatha Christie…!". Fue suficiente con ese argumento de autoridad: asintió a la solicitud formulada y dio curso al indulto, instruyendo al monseñor Annibale Bugnini, entonces secretario de la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, para que comunicar la respuesta pontificia y sus condiciones. Este último anexó al decreto, fechado el 5 de noviembre de 1971, una nota personal sugiriendo que dicho permiso se mantuviera en la mayor reserva. Sin embargo, la Latin Mass Society pidió al Cardenal Heeman que hiciese público el indulto por el significado que entrañaba dentro del combate por salvaguardar la Tradición, y éste así lo hizo.
Dicho indulto fue casi contemporáneo con la vigencia del nuevo Misal, que el Papa señaló era obligatoria a partir del 28 de noviembre de 1971, y permitía seguir celebrando la Santa Misa según el Misal aprobado en 1965, vale decir, aquel que fue fruto de la primera instrucción para la aplicación de la constitución conciliar sobre la liturgia (Instrucción Inter Oecumenici, 26 de septiembre de 1964), con las reformas introducidas dos años más tarde por la segunda de esas instrucciones (Instrucción Tres abhinc annos, 4 de mayo de 1967).
El Misal revisado que se publicó el 27 de enero de 1965 incorporaba varios cambios respecto de las rúbricas aprobadas por San Juan XXIII en 1962, entre las cuales cabe mencionar: el inicio de la celebración sólo con la señal de la cruz dicha en voz alta (conservando enseguida la antífona inicial del salmo 42 y aquella que precede al Confíteor); el "Orad, hermanos" dicho por completo de cara al pueblo, el cambio en la traducción del Gloria y el Credo (en adelante y respectivamente: "y en la Tierra paz a los hombres que ama el Señor", y "de la misma naturaleza del Padre"); las lecturas proclamadas desde el ambón y en lengua vernácula; la oración Secreta y la Doxología final del Canon dicha también de viva voz; el Padrenuestro cantado o recitado conjuntamente por el sacerdote y el pueblo (práctica ya recomendada por Pío XII en la Instrucción De musica sacra et sacra liturgia de 1958 para las Misas leídas), que pierde a su vez el Amén final; la utilización de la fórmula breve de comunión (desde entonces: "El Cuerpo de Cristo"); y la eliminación del último Evangelio (el Prólogo del Evangelio de San Juan) y las preces leoninas.
Por su parte, la Instrucción Tres abhinc annos tenía por finalidad modificar el rito de la Santa Misa para eliminar de ella determinados gestos del celebrante (genuflexiones, besos al altar, inclinaciones, señales de la cruz) y repeticiones (especialmente aquella referida a las oraciones del día y a la comunión diferenciada del celebrante y de los fieles), así como incluir la posibilidad de recitar todo el Canon en voz alta, un tiempo silencio entre la comunión de los fieles y la oración de Comunión, y la Oración de los fieles prescrita por el decreto De oratione communi seu fidelium (1965).
Tumba de monseñor Annibale Bugnini
(Foto: Wikimedia Commons)
Para entender la situación en que se forjó esta propuesta, es preciso dar algunas explicaciones sobre su contexto, comenzando por el primer indulto concedido sobre la liturgia anterior al Misal romano promulgado por Pablo VI a favor de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales y conocido como el "indulto inglés" o "indulto de Agatha Christie" (véase aquí la entrada que le dedicamos).
En octubre de 1971, el Cardenal John Heenan (1905-1975), Arzobispo de Westminster y Primado de Inglaterra (a cuyo intercambio epistolar con el célebre novelista inglés converso Evelyn Waugh dedicamos una entrada), dirigió al papa Pablo VI una carta que acompañaba la petición hecha por más de ochenta personalidades del mundo de la cultura donde hacían presente la responsabilidad histórica que traía consigo prohibir el rito romano tradicional y sustituirlo sin más por uno confeccionado artificialmente y contra el tiempo por una comisión de expertos, la cual había sido publicada previamente en la edición del 6 de julio de ese año en el Times de Londres. El Papa leyó ambas cartas y, terminada la lectura, echó una mirada a los nombres de sus eminentes suscriptores. Uno de los primeros era el de la creadora del célebre detective belga Hercules Poirot y, al verlo, Pablo VI, gran aficionado a las novelas policiales, exclamó: "¡Oh, Agatha Christie…!". Fue suficiente con ese argumento de autoridad: asintió a la solicitud formulada y dio curso al indulto, instruyendo al monseñor Annibale Bugnini, entonces secretario de la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, para que comunicar la respuesta pontificia y sus condiciones. Este último anexó al decreto, fechado el 5 de noviembre de 1971, una nota personal sugiriendo que dicho permiso se mantuviera en la mayor reserva. Sin embargo, la Latin Mass Society pidió al Cardenal Heeman que hiciese público el indulto por el significado que entrañaba dentro del combate por salvaguardar la Tradición, y éste así lo hizo.
El Cardenal Heenan
(Foto: Wikimedia Commmons)
Dicho indulto fue casi contemporáneo con la vigencia del nuevo Misal, que el Papa señaló era obligatoria a partir del 28 de noviembre de 1971, y permitía seguir celebrando la Santa Misa según el Misal aprobado en 1965, vale decir, aquel que fue fruto de la primera instrucción para la aplicación de la constitución conciliar sobre la liturgia (Instrucción Inter Oecumenici, 26 de septiembre de 1964), con las reformas introducidas dos años más tarde por la segunda de esas instrucciones (Instrucción Tres abhinc annos, 4 de mayo de 1967).
El Misal revisado que se publicó el 27 de enero de 1965 incorporaba varios cambios respecto de las rúbricas aprobadas por San Juan XXIII en 1962, entre las cuales cabe mencionar: el inicio de la celebración sólo con la señal de la cruz dicha en voz alta (conservando enseguida la antífona inicial del salmo 42 y aquella que precede al Confíteor); el "Orad, hermanos" dicho por completo de cara al pueblo, el cambio en la traducción del Gloria y el Credo (en adelante y respectivamente: "y en la Tierra paz a los hombres que ama el Señor", y "de la misma naturaleza del Padre"); las lecturas proclamadas desde el ambón y en lengua vernácula; la oración Secreta y la Doxología final del Canon dicha también de viva voz; el Padrenuestro cantado o recitado conjuntamente por el sacerdote y el pueblo (práctica ya recomendada por Pío XII en la Instrucción De musica sacra et sacra liturgia de 1958 para las Misas leídas), que pierde a su vez el Amén final; la utilización de la fórmula breve de comunión (desde entonces: "El Cuerpo de Cristo"); y la eliminación del último Evangelio (el Prólogo del Evangelio de San Juan) y las preces leoninas.
Por su parte, la Instrucción Tres abhinc annos tenía por finalidad modificar el rito de la Santa Misa para eliminar de ella determinados gestos del celebrante (genuflexiones, besos al altar, inclinaciones, señales de la cruz) y repeticiones (especialmente aquella referida a las oraciones del día y a la comunión diferenciada del celebrante y de los fieles), así como incluir la posibilidad de recitar todo el Canon en voz alta, un tiempo silencio entre la comunión de los fieles y la oración de Comunión, y la Oración de los fieles prescrita por el decreto De oratione communi seu fidelium (1965).
Misa de Navidad en una parroquia de EE.UU. en 1965
(Foto: The Rad Trad)
El mismo año en que se publicó el nuevo Misal romano, S.E.R. Marcel Lefebvre (1905-1991), quien en 1968 había cesado como superior general de la Congregación del Espíritu Santo, fundó en Friburgo (Suiza), con la autorización del obispo del lugar, S.E.R. François Charrière (1893-1976), la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X (FSSPX). La casa de formación funcionó inicialmente en la Routte de la Vignettaz, en el centro de esa ciudad suiza, y posteriormente fue trasladada a la localidad de Écône (cantón del Valais), donde todavía permanece. Debido a la creciente concurrencia de jóvenes deseosos de recibir una formación tradicional para el sacerdocio, la fundación rápidamente se granjeó la enemistad del episcopado francés, como antes había ocurrido con su fundador, que llamaba a Écône un "seminario salvaje". Para monseñor Lefebvre se trataba sólo de un ensayo en medio de la crisis que vivía la Iglesia: eran todavía los tiempos del "dejadnos hacer el experimento de la Tradición".
Como fuere, en su origen, la liturgia en el seminario de la FSSPX se ciñó al rito vigente antes de la entrada en vigor del Misal reformado, lo que significa que ella era celebrada en términos equivalentes a los que permitía el indulto dado a la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales por el papa Pablo VI. Fue la iniciativa de los seminaristas estadounidenses, país que no había conocido el Movimiento litúrgico, la que impuso el retorno al Misal de 1962, el que en adelante difundió monseñor Lefebvre y su fundación. Esta decisión traería consecuencias, como que esa edición de los libros litúrgicos es hoy la "forma extraordinaria" del rito romano.
Vencido el término de cinco años, durante el cual la existencia de la FSSPX debía ser puesta a prueba de acuerdo con las normas canónicas, el sucesor de monseñor Charrière en la sede de Friburgo, S.E.R. Pierre Mamie (1920-2008), tras recibir la instrucción de la Sede Apostólica, no renovó el permiso para que ella subsistiera, decisión que posteriormente fue refrendada por una comisión de tres cardenales de la Curia nombrados por el papa Pablo VI (Gabriel-Marie Garrone, John Wright y Arturo Tabera Araoz). Frente a esa decisión arbitraria, monseñor Lefebvre interpuso un recurso suspensivo ante el Tribunal de la Signatura Apostólica, pero su presidente, el cardenal Dino Staffa, se negó a darle trámite, presumiblemente por indicación del Cardenal Jean-Marie Villot, entonces Secretario de Estado.
Como fuere, en su origen, la liturgia en el seminario de la FSSPX se ciñó al rito vigente antes de la entrada en vigor del Misal reformado, lo que significa que ella era celebrada en términos equivalentes a los que permitía el indulto dado a la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales por el papa Pablo VI. Fue la iniciativa de los seminaristas estadounidenses, país que no había conocido el Movimiento litúrgico, la que impuso el retorno al Misal de 1962, el que en adelante difundió monseñor Lefebvre y su fundación. Esta decisión traería consecuencias, como que esa edición de los libros litúrgicos es hoy la "forma extraordinaria" del rito romano.
Vencido el término de cinco años, durante el cual la existencia de la FSSPX debía ser puesta a prueba de acuerdo con las normas canónicas, el sucesor de monseñor Charrière en la sede de Friburgo, S.E.R. Pierre Mamie (1920-2008), tras recibir la instrucción de la Sede Apostólica, no renovó el permiso para que ella subsistiera, decisión que posteriormente fue refrendada por una comisión de tres cardenales de la Curia nombrados por el papa Pablo VI (Gabriel-Marie Garrone, John Wright y Arturo Tabera Araoz). Frente a esa decisión arbitraria, monseñor Lefebvre interpuso un recurso suspensivo ante el Tribunal de la Signatura Apostólica, pero su presidente, el cardenal Dino Staffa, se negó a darle trámite, presumiblemente por indicación del Cardenal Jean-Marie Villot, entonces Secretario de Estado.
Dado que la decisión de suprimir la FSPXX había sido objeto de un recurso con efecto suspensivo y éste estaba pendiente, monseñor Lefebvre consideró que, mientras aquél no se resolviera, la medida quedaba pendiente de ejecución y, por tanto, aquélla continuaría existiendo hasta que la Santa Apostólica no se pronunciase sobre el fondo del asunto, puesto que nada se podía innovar en el tiempo intermedio. Con ese razonamiento, no secundó el pedido que se le hiciera de cerrar el seminario y dispersar a los seminaristas, a los cuales prosiguió formando hasta las puertas del sacerdocio. En 1976 recibió una monición canónica para que no procediera a la ordenación del primer grupo de jóvenes formados en Écône. Dicha advertencia fue desoída y el 29 de junio de ese año, Fiesta de San Pedro y San Pablo, procedió a ordenar, sin las cartas dimisorias correspondientes, a los primeros trece sacerdotes formados íntegramente en la FSSPX. Este acto hizo recaer sobre él la sanción canónica de suspensión a divinis por decreto fechado el 22 de julio de 1976. Unas semanas más tarde, el 15 de agosto, Solemnidad de la Asunción, fiesta mariana tan importante en Francia, el papa Pablo VI envió una carta a monseñor Lefebvre, donde ponía de su parte toda la responsabilidad y lo llamaba a ceder en beneficio de la Iglesia. En respuesta, éste celebró una multitudinaria Misa en la ciudad de Lille el 27 de agosto de 1976.
Monseñor Lefebvre pronuncia su célebre homilía durante la llamada Misa de Lille (27 de agosto de 1976)
(Foto: La Croix)
Por esa misma época, Pablo VI anunció la fusión de la Congregación que integraba monseñor Bugnini con la Congregación para los Sacramentos a cargo del Cardenal James Knox, dando así origen a la nueva Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Esta decisión se hizo efectiva el 16 de julio de 1975 y en el nuevo discaterio monseñor Bugnini no fue considerado como secretario, perdiendo la injerencia que había tenido sobre los cambios en la liturgia desde la época de Pío XII. Seis meses después, el 4 de enero de 1976, se le informó que el Papa lo había designado pro-nuncio en Irán después de rechazar la nunciatura en Montevideo, el primer nombramiento que se le había propuesto.
Ya en su nuevo destino, monseñor Bugnini recibió en septiembre de 1976 la visita del Cardenal Sergio Pignedoli (presidente del Secretariado para los no cristianos), el cual, de camino a Japón, hizo un alto en Teherán. Esta visita se debía tanto a razones de amistad como por sugerencia de Pablo VI, aunque el cardenal no lo dijese directamente, puesto que el Papa deseaba enviar un signo de benevolencia hacia aquel a quien un año antes había debido apartar de la Curia.
Durante las conversaciones que sostuvo con el Cardenal Pignedoli, monseñor Bugnini evocó la situación de la liturgia después de la promulgación de los nuevos libros y el "caso Lefebvre". Él era partidario de llevar a una suerte de acuerdo sobre la Misa con el obispo francés para apaciguar la tensión. El cardenal lo invitó a que hiciese llegar a Roma su sugerencia al respecto. Fue así como Bugnini dirigió una nueva carta al Cardenal Villot, que lleva fecha del 21 de septiembre de 1976, como lo había hecho exactamente dos meses antes, vale decir, en la víspera de la suspensión ad divinis decretada contra monseñor Lefebvre, para instar a mantener la paciencia, la caridad y la oración en el diálogo a fin de evitar una ruptura que hiciera difícil un retorno a la plena comunión eclesial. En dicha carta sugería que la Misa tradicional podía ser nuevamente autorizada bajo la condición de que monseñor Lefebvre aceptara ciertas compromisos. Concretamente, los requisitos que señalaba eran cuatro:
1. Una declaración donde sostuviera que la nueva Misa no era herética ni protestante, y que tampoco lo eran quienes la habían preparado y aprobado.
2. El Ordo Missae que se usase debía ser aquel del viejo Misal (1962), pero las lecturas serían hechas según el nuevo leccionario, en lengua vernácula y con el ambón vuelto hacia el pueblo, como se preveía en el Ordo de 1965.
3. La Misa de San Pío V sería celebrada en determinadas iglesias y en horario fijo, o para los grupos que tuviesen dificultad para adaptarse al nuevo Ordo.
4. La puesta en práctica de estas disposiciones quedaría confiada a la atención pastoral del obispo de la respectiva diócesis.
Pablo VI
(Foto: Rorate Caeli)
La proposición de monseñor Bugnini fue presentada al papa Pablo VI, quien la consideró inoportuna. En la respuesta de 4 de octubre de 1976 remitida por el Cardenal Villot, éste decía: "[El Santo Padre] me pide que le comunique que él no estima oportuno conceder ahora aquello que ha rechazado en el pasado, y también para no agravar la confusión y el problema, ni causar perjuicio a la credibilidad de la Santa Sede". Una semana después, el 11 de octubre, el Papa envió una nueva carta a monseñor Lefebvre, donde volvía a insistir en que éste debía deponer su actitud hostil y reconocer la legitimidad de la Misa reformada.
Cumple recordar que por esa misma época, el 8 de septiembre de 1976, el filósofo Jean Guitton (1901-1999) le preguntó a Pablo VI, de quien era amigo y con quien tenía confianza, si podía autorizar en Francia la celebración conforme al Misal de 1962 para así favorecer la concordia entre los fieles. Éste le respondió severamente que nunca autorizaría algo semejante (Guitton, J., Pablo VI secreto, trad. de Iñaki Marro, Madrid, Encuentro, 2015, p. 149). Así lo había manifestado, por lo demás, en su alocución pronunciada durante el consistorio secreto para el nombramiento de veinte cardenales celebrado el 24 de mayo de ese mismo año: "Es en el nombre de la Tradición que Nos pedimos a todos nuestros hijos, a toda la comunidad católica, de celebrar, con dignidad y fervor, la liturgia renovada. La adopción del nuevo Ordo Missae no queda entregada al arbitrio de los sacerdotes o de los fieles [...]. El nuevo Ordo ha sido promulgado para que sustituya al antiguo, después de una madura deliberación y en cumplimiento de las directrices del Concilio Vaticano II. No de forma distinta nuestro santo predecesor Pío V había hecho obligatorio el Misal reformado por su autoridad siguiendo lo pedido por el Concilio de Trento" (véase aquí su texto íntegro en italiano).
Pues bien, con esa decisión de Pablo VI quedó frustrada una solución (también bajo el régimen de indulto o privilegio, vale decir, de una gracia otorgada por acto peculiar en favor de determinadas personas que les permite realizar aquello que está generalmente prohibido) que anticipaba el régimen que en 1984 vendría a establecer el decreto Quattuor Abhinc Annos, concediendo al obispo diocesano la autorización para permitir, en ciertas iglesias y en determinados días, la celebración de la antigua Misa, esta vez conforme a los libros litúrgicos de 1962, y no conforme al Ordo de 1965/1967 al que remitía el llamado "indulto inglés". Fue precisamente este Misal el que se autorizó a las comunidades benedictinas tradicionales, y también era lo que la Pontificia Comisión Ecclesia Dei aconsejaba respecto de los grupos que funcionasen en parroquias en la respuesta de 26 de marzo de 1997 (Prot. núm. 40/97), que tradujimos en una entrada anterior. De hecho, hay quien ha sostenido que este Misal representa un punto de encuentro más natural con el desarrollo orgánico del rito romano, roto por la sustitución de una liturgia paulatinamente modificada con los siglos por otra confeccionada de manera artificial (véase, por ejemplo, aquí).
Como es fácil percibir, las condiciones señaladas por monseñor Bugnini en 1976 eran muy similares a aquellas que después formaron parte de las recomendaciones hechas diez años más tarde a Juan Pablo II por la Comisión de cardenales nombrada para estudiar la situación de la liturgia tradicional, y también a lo que fue la práctica de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei creada tras las consagraciones de 1988 en sus respuestas privadas, como sucedía con la posibilidad de usar el leccionario reformado en conjunto con el ordinario tradicional (véase la Carta del Cardenal Paul Augustin Mayer a los obispos norteamericanos, de 20 de marzo de 1991, Prot. núm. 500/90). La historia demuestra, entonces, que el papa Pablo VI puso mucho de sí para impulsar los cambios en la liturgia (véase un recuento de sus acciones aquí), pese a lo que se ha querido demostrar por algunos (véase, por ejemplo, el artículo que tradujimos y glosamos aquí).
Cumple recordar que por esa misma época, el 8 de septiembre de 1976, el filósofo Jean Guitton (1901-1999) le preguntó a Pablo VI, de quien era amigo y con quien tenía confianza, si podía autorizar en Francia la celebración conforme al Misal de 1962 para así favorecer la concordia entre los fieles. Éste le respondió severamente que nunca autorizaría algo semejante (Guitton, J., Pablo VI secreto, trad. de Iñaki Marro, Madrid, Encuentro, 2015, p. 149). Así lo había manifestado, por lo demás, en su alocución pronunciada durante el consistorio secreto para el nombramiento de veinte cardenales celebrado el 24 de mayo de ese mismo año: "Es en el nombre de la Tradición que Nos pedimos a todos nuestros hijos, a toda la comunidad católica, de celebrar, con dignidad y fervor, la liturgia renovada. La adopción del nuevo Ordo Missae no queda entregada al arbitrio de los sacerdotes o de los fieles [...]. El nuevo Ordo ha sido promulgado para que sustituya al antiguo, después de una madura deliberación y en cumplimiento de las directrices del Concilio Vaticano II. No de forma distinta nuestro santo predecesor Pío V había hecho obligatorio el Misal reformado por su autoridad siguiendo lo pedido por el Concilio de Trento" (véase aquí su texto íntegro en italiano).
Pues bien, con esa decisión de Pablo VI quedó frustrada una solución (también bajo el régimen de indulto o privilegio, vale decir, de una gracia otorgada por acto peculiar en favor de determinadas personas que les permite realizar aquello que está generalmente prohibido) que anticipaba el régimen que en 1984 vendría a establecer el decreto Quattuor Abhinc Annos, concediendo al obispo diocesano la autorización para permitir, en ciertas iglesias y en determinados días, la celebración de la antigua Misa, esta vez conforme a los libros litúrgicos de 1962, y no conforme al Ordo de 1965/1967 al que remitía el llamado "indulto inglés". Fue precisamente este Misal el que se autorizó a las comunidades benedictinas tradicionales, y también era lo que la Pontificia Comisión Ecclesia Dei aconsejaba respecto de los grupos que funcionasen en parroquias en la respuesta de 26 de marzo de 1997 (Prot. núm. 40/97), que tradujimos en una entrada anterior. De hecho, hay quien ha sostenido que este Misal representa un punto de encuentro más natural con el desarrollo orgánico del rito romano, roto por la sustitución de una liturgia paulatinamente modificada con los siglos por otra confeccionada de manera artificial (véase, por ejemplo, aquí).
Como es fácil percibir, las condiciones señaladas por monseñor Bugnini en 1976 eran muy similares a aquellas que después formaron parte de las recomendaciones hechas diez años más tarde a Juan Pablo II por la Comisión de cardenales nombrada para estudiar la situación de la liturgia tradicional, y también a lo que fue la práctica de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei creada tras las consagraciones de 1988 en sus respuestas privadas, como sucedía con la posibilidad de usar el leccionario reformado en conjunto con el ordinario tradicional (véase la Carta del Cardenal Paul Augustin Mayer a los obispos norteamericanos, de 20 de marzo de 1991, Prot. núm. 500/90). La historia demuestra, entonces, que el papa Pablo VI puso mucho de sí para impulsar los cambios en la liturgia (véase un recuento de sus acciones aquí), pese a lo que se ha querido demostrar por algunos (véase, por ejemplo, el artículo que tradujimos y glosamos aquí).
Nota de la Redacción: El texto de la correspondencia de Bugnini ha sido tomada de Chiron, Y., Annibale Bugnini, París, Desclée de Brouwer, 2018, pp. 203-205.
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