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miércoles, 15 de mayo de 2019

FIUV Position Paper 20: El tiempo de Septuagésima, las Vigilias y las Octavas de la forma extraordinaria

En una entrada anterior explicamos nuestro propósito de traducir los Position Papers sobre el misal de 1962 que desde hace algún tiempo viene preparando la Federación Internacional Una Voce, de la cual nuestra Asociación es capítulo chileno desde su creación en 1966. 

En esta ocasión les ofrecemos la traducción del Position Paper 20 y que versa sobre el tiempo de Septuagésima, las Vigilias y las Octavas de la forma extraordinaria, cuyo original en inglés puede consultarse aquí. Dicho texto fue preparado en el mes de octubre de 2014. Para facilitar su lectura hemos agregado un título (Texto) para separar su contenido del resumen (Abstract) que lo precede. 


***

El tiempo de Septuagésima, las Vigilias y las Octavas en la forma extraordinaria

Resumen

El calendario de la forma extraordinaria contiene una cantidad de elementos que no se encuentran en la forma ordinaria, como el tiempo de Septuagésima, o numerosas vigilias, con sus especiales observancias, y numerosas octavas. Antes de la reforma de 1955 existió una cantidad mucho mayor de vigilias y de octavas. Estos rasgos del calendario eran muy antiguos y permitían a los fieles penetrar más profundamente en los misterios contemplados en el año litúrgico, pues facilitaban su preparación y la subsiguiente meditación de tales misterios. Contribuían, además, a componer un ciclo litúrgico caracterizado por contrastes más pronunciados entre los días y tiempos de penitencia y los de alegría.

Los comentarios a este texto pueden enviarse a positio@fiuv.

Misa de la Octava de Navidad en Filadelfia, EE.UU.
(Foto: Catholicvs)

Texto

1. El tiempo de Septuagésima, así como las vigilias y octavas, formaron parte importante de la antigua tradición litúrgica latina. Todos ellos se encuentran en el calendario de 1962, aunque el número de vigilias y de octavas se redujo grandemente en 1956[1]. Este artículo apunta a explicar el papel que estos elementos tenían en los calendarios antiguos. Muchas de las ideas aquí expuestas podrían aplicarse también a las témporas y a los días de rogativas, pero por razones de espacio no podemos abordar ahora su estudio.

La historia del tiempo de Septuagésima.

2. El tiempo de Septuagésima comprende los domingos (y las semanas a que dan comienzo) de Septuagésima, Sexagésima y Quincuagésima, entendidos como un tiempo de preparación para la Cuaresma. Durante este tiempo, aunque las normas de ayuno cuaresmal no se aplican, el color litúrgico es el morado de penitencia, y no se usan ni el Aleluya ni el Gloria in Excelsis, signos de gozo[2]. Junto con esto, los otros textos Propios de este tiempo expresan su carácter penitencial.

3. Ya en tiempos de San Gregorio Magno (+604) comenzó a usarse un período preparatorio previo a la Cuaresma, el que en el siglo VI se extendía hasta el domingo de Septuagésima, y se lo prolongó después a toda la semana de Septuagésima[3]. Las lecturas del Evangelio, especialmente, preparaban a los fieles para la Cuaresma y el tiempo de Pascua[4].

4. La importancia de los tres domingos venía indicada por la locación de la Misa Papal en esos días, las tres basílicas situadas fuera de los antiguos muros de Roma: San Lorenzo, San Pablo y San Pedro, respectivamente. El Oficio [Divino] comienza en Septuagésima con el libro del Génesis, que continúa en los domingos de Cuaresma.

5. El nombre de esos tres domingos indica, de modo general, el tiempo antes de Pascua, entroncando con Cuadragésima, primer domingo de Cuaresma. “Septuagésima” recuerda los 70 años del exilio en Babilonia, como lo advirtió Amalario de Metz, un comentador litúrgico medieval[5].


6. Los ritos orientales contemplan también un tiempo previo a Cuaresma, que es de gran antigüedad: el “domingo de carne” introduce la abstinencia de carne; el “domingo de queso” inaugura la abstinencia de huevos y productos lácteos.

7. El tiempo de Septuagésima se encuentra en el Book of Common Prayer anglicano y también en la práctica histórica de muchas iglesias luteranas.

8. La Constitución Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II examina el año eclesiástico del siguiente modo: “Deberá revisarse el año litúrgico de modo que se preserve o restaure, para acomodarlas a los tiempos modernos, las costumbres tradicionales y la disciplina de los tiempos sagrados. Deberá preservarse su carácter específico de modo tal que alimenten debidamente la piedad de los fieles que celebran los misterios cristianos de la redención y, sobre todo, el misterio pascual”[6].

9. Resulta sorprendente, por tanto, que el Consilium, después del Concilio, haya decidido abolir el tiempo de Septuagésima, especialmente porque forma parte de la preparación para la Pascua. El Arzobispo Bugnini recuerda en una nota la discusión habida: “Hubo desacuerdo sobre la supresión del tiempo de Septuagésima. Algunos vieron estas semanas como un paso hacia la Pascua. En una ocasión Pablo VI comparó el conjunto compuesto por Septuagésima, Cuaresma, Semana Santa y Triduo Sacro con las campanas que llaman a los fieles a la Misa dominical. El sonido de éstas una hora, media hora, un cuarto de hora y cinco minutos antes de la Misa tiene un efecto psicológico y prepara a los fieles, material y espiritualmente, para la celebración de la liturgia. Por entonces prevaleció, sin embargo, la opinión de que debía haber una simplificación: no se podía restaurar la Cuaresma a toda su importancia sin sacrificar la Septuagésima, que es una extensión de la Cuaresma”[7].

Misa del Domingo de Septuagésima en la Capilla de la FSSP en Reading (Inglaterra)
Foto: Blog Rorate Cæli

La razón de ser de los antiguos calendarios.

10. En la justificación del cambio, la idea parece haber sido que el carácter penitencial del tiempo de Septuagésima -el uso del color morado y la supresión de los Aleluya y del Gloria- confundía a los fieles y perjudicaba a la Cuaresma. La investigadora litúrgica Lauren Pristas comenta: “Un período de preparación necesariamente subraya, no disminuye, la importancia de lo que fuere que se está preparando. Además, la preparación asegura una participación más plena o mejor en el evento mismo”.

11. La gran importancia del tiempo penitencial de Cuaresma exige una cuidadosa preparación, cuya omisión hace correr el peligro de que los fieles se encuentren tratando de adaptarse, e incluso de decidir qué tipo de observancia cuaresmal van a practicar, ya en la Cuaresma misma. Además, este tiempo posee una liturgia especialmente antigua y rica. El estudioso de la liturgia László Dobszay, junto con otros que proponen una “reforma de la reforma”, ha sugerido que se restaure este tiempo en la forma ordinaria[8]. El tiempo de Septuagésima se encentra en el recientemente promulgado calendario del Ordinariato de Nuestra Señora de Walsingham.

 Vigilia de Pentecostés en una parroquia tradicional personal en los EE.UU.

La historia y razón de ser de las Vigilias y Octavas.

12. Las vigilias son un componente muy antiguo del calendario romano. Se acostumbra a distinguir, en su origen, por una parte, la “vieja costumbre romana” de una vigilia nocturna, ceremonia de lecturas y oraciones que precedía a la celebración de una Misa al amanecer, de lo cual hay testimonios en Roma y otras partes del Occidente latino desde el siglo IV[9]; y, por otra parte, la costumbre griega de la “pre-fiesta”, que anuncia y prepara una fiesta. La fiesta de la Navidad del Señor tiene ambos tipos de vigilias: la Misa de medianoche y una Misa de vigilia diferente para el día anterior a Navidad. El beato Ildefonso Schuster, comentador de liturgia, sugiere que, cuando la costumbre de celebrar Misas de madrugada se volvió inconveniente, la Misa del alba fue usada como Misa de vigilia, y se tuvo que crear un nuevo formulario de Misa para el día mismo de la fiesta[10].

13. Se siguió creando vigilias, celebradas en la mañana del día anterior a la fiesta, con el propósito, según Parsch, de “ser un día de preparación, un día de aclimatación espiritual y de purificación interior”[11]. Su liturgia era, por lo general, penitencial y a menudo exploraba algún aspecto específico que pudiera haber sido descuidado en la celebración principal.

14. La existencia de un tiempo penitencial en preparación para un acontecimiento de especial importancia espiritual tiene fundamentos escriturísticos importantes, y encuentra su expresión litúrgica más plena en Adviento y Cuaresma[12]. Las vigilias del antiguo calendario cumplen este papel respecto de las fiestas más importantes durante el resto del año.

15. Se encuentra octavas de una celebración tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento en relación con el culto del Templo[13]. La explicación simbólica de la octava que da Juan de Ivry (+1079) se leía, antes de 1956, en el Oficio, en Maitines[14], en la octava de la Dedicación de una Iglesia: “Las principales fiestas se celebran durante ocho días porque el mundo se desarrolla en seis eras. La séptima era es el descanso de las almas bienaventuradas hasta la resurrección general. La octava es el Reino de Dios después de la resurrección eterna. Y por esta razón se observa la octava con gran solemnidad, porque la gloria de Cristo será eterna en ese Reino y su gozo, inefable. Y al celebrar de nuevo las fiestas de los santos, participamos en el gozo del descanso de sus almas en el día de su solemnidad y en su gloria hasta la resurrección en el día octavo”[15].

La conexión entre la celebración de la octava y la vida en el cielo se refleja en el texto de los Propios de algunas octavas.

16. Pius Parsch propone una explicación práctica: “La Santa Madre Iglesia es buena psicóloga, y entiende perfectamente la naturaleza humana. Cuando llega una fiesta, el alma se sorprende, sin estar totalmente preparada para meditar profundamente en el misterio que se celebra; pero en los días siguientes, encuentra más fácil considerar el misterio desde todos los ángulos, más sintonizada y profundamente. Ocho días proporcionan una maravillosa oportunidad para realizar una síntesis de todos los aspectos abarcados”[16].

17. Naturalmente hay un límite al número de vigilias y de fiestas que pueden ser incluidas en el calendario sin impedimento mutuo o de otras fiestas, y el problema ha sido debatido en sucesivas reformas del calendario, en particular la de 1910[17]. La reforma de 1955, sin embargo, constituyó un recorte mucho más radical que cualquier otro anterior o posterior, y hay poderosos argumentos en pro de la restauración de muchas antiguas vigilias y octavas. La forma ordinaria misma incluye una Misa de vigilia de la Epifanía, una de las que se abolió en la reforma de 1955[18].

 Bendición y exorcismo del agua de la Epifanía durante la vigilia en una parroquia tradicional personal 

Conclusión.

18. Un aspecto importante del año litúrgico es el equilibrio entre elementos gozosos y penitenciales. Uno de ellos es la disciplina del ayuno, que no abordamos en este artículo[19]. Otro es el aspecto, estrictamente litúrgico, en que el gozo de las grandes fiestas se extiende y se lo explora, pero se lo contrasta también (en términos de Pius Parsch) con una “purificación interior”, en que el color litúrgico es el morado y la liturgia nos recuerda la necesidad que tenemos de perdón y de gracia.

19. En general, es verdad que la disciplina de la Iglesia exigía más penitencia en tiempos pasados, lo que se refleja en los aspectos penitenciales de la liturgia. Sin embargo, resulta muy exacto decir que el calendario del Misal de 1962, y mucho más el calendario anterior a 1956, presentan una serie de contrastes más marcados entre penitencia y celebración. Esto se debe en parte al mayor énfasis que se daba, por lo común, al ciclo de los santos[20]. Pero igualmente importante es la celebración, extendida, de las fiestas con octavas, que equilibran los períodos más frecuentes o prolongados de preparación, con sus vigilias y con el tiempo de Septuagésima. Esto puede considerarse como parte del genio de la antigua tradición litúrgica latina, tal como se fue desarrollando, en lo cual es similar a la liturgia bizantina, y ofrece a los fieles un alimento rico y variado, que nos saca de nosotros mismos y nos identifica más profundamente con los temas del año litúrgico.

 Vísperas de Pentecostés en una iglesia grecocatólica rusa en Nueva York, EE.UU.

Apéndice A:

Vigilias y octavas en las reformas de 1955 y 1970.

Fiestas con vigilias u octavas antes de la reforma de 1955, que entró en vigor en 1956. Las que no se abolió en esa reforma, y que se encuentran por tanto en el calendario de 1962, están señaladas en negrita.

Fiestas fijas:

6 de enero: Epifanía: vigilia y octava
(21 de enero 21: Santa Inés: octava)[21]
24 de febrero: San Matías: vigilia
24 de junio: Natividad de San Juan Bautista: vigilia y octava
29 de junio: San Pedro y San Pablo: vigilia[22] y octava
25 de julio: Santiago el Mayor: vigilia
10 de agosto: San Lorenzo: vigilia[23] y octava
15 de agosto: Asunción: vigilia y octava
24 de agosto 24: San Bartolomé: vigilia[24]
8 de septiembre 8: Natividad de la Virgen: octava
21 de septiembre 21: San Mateo, evangelista: vigilia[25]
28 de octubre: Santos Simón y Judas, apóstoles: vigilia
1° de noviembre: Todos los Santos: vigilia y octava
30 de noviembre: San Andrés, apóstol: vigilia
8 de diciembre: Inmaculada Concepción: vigilia y octava
21 de diciembre: Santo Tomás, apóstol: vigilia
25 de diciembre 25: Navidad: vigilia y octava
26 de diciembre 26: San Esteban: octava
27 de diciembre 27: San Juan Evangelista: octava
28 de diciembre 28: Santos Inocentes: octava

Fiestas movibles:

Pascua: vigilia[26] y octava
Solemnidad de San José: octava[27]
Ascensión: vigilia y octava
Pentecostés: vigilia y octava
Corpus Christi: octava
Sagrado Corazón: octava

Fiestas locales

Titular de la iglesia: octava
Dedicación de la iglesia: octava
Titular de la catedral: octava
Dedicación de la catedral: octava
Santo Patrono[28]: octava

En todas las vigilias que se celebraban antes de 1956 se usaban paramentos morados, excepto las vigilias de la Epifanía y de la Ascensión, que usaban paramentos blancos. El Código de Derecho Canónico de 1917 (canon 1252) exigía ayuno y abstinencia en cuatro vigilias: Pentecostés, Asunción, Todos los Santos y Navidad[29].

Entre 1910 y 1955 las octavas se clasificaban en privilegiadas (de primera, segunda o tercera clase), comunes, y simples: en la clase más alta, no se celebraba ninguna otra fiesta durante la octava, y en la clase más baja, sólo se celebraba el octavo día. En cada caso, en el día de la octava la celebración se refiere a la fiesta, ya sea una repetición de la Misa de la fiesta, ya sea una Misa con formulario propio de la octava.

De las quince fiestas que tenían vigilias antes de 1956, cuatro vigilias coincidían con otra fiesta importante, como se dice en las notas de la lista precedente. En estos casos la vigilia podía celebrarse con Misas privadas, y en las iglesias colegiatas ambas fiestas se celebraban en diferentes Misas públicas. Las fiestas que podían chocar con las cinco vigilias conservadas después de 1956 eran trasladadas. Además, se hicieron esfuerzos para reducir el número de fiestas que se celebraba en las octavas restantes[30].

En el calendario de 1970 no tiene lugar el concepto de una Misa de vigilia como liturgia del día que precede a una fiesta. En cambio, nos encontramos con un “Propio de la Vigilia”, “que ha de usarse en la tarde del día precedente, si entonces se celebra una Misa al atardecer”[31]. En lo que se refiere al Missale Romanum de 2008, la lista de vigilia con Propios es la siguiente:

Fiestas fijas:

6 de enero: Epifanía
24 de junio: Natividad de San Juan Bautista
29 de junio: San Pedro y San Pablo
15 de agosto: Asunción
25 de diciembre: Navidad

Fiestas movibles:

Ascensión
Pentecostés

Esto se diferencia de la lista de vigilias del Misal de 1962 en que se excluye la fiesta de San Lorenzo y se incluye Epifanía. La vigilia de Epifanía había sido abolida en 1955.

La vigilia, en el sentido de una Misa celebrada la noche anterior al amanecer del día de fiesta que, en la práctica, se celebra a menudo al caer la tarde del día anterior a la fiesta, existe también en el caso de Pascua y de Navidad (en este último caso, además de la “vigilia con Propio”).

En el calendario de 1970 hay octavas para Pascua y Navidad, y se diferencia del Calendario de 1962 porque excluye Pentecostés. 

Apéndice B: 

Pérdidas del repertorio de cantos en la reforma de 1955.

La mayor parte de los cantos usados en el Propio de las vigilias y octavas abolidas en 1955 se encuentran en otras partes del año litúrgico, por lo que continúan formando parte del repertorio usado en la forma extraordinaria. Pero no pasa lo mismo con otros de ellos, a menos que se usen en fiestas local o de algunas órdenes religiosas. Ellas son las siguientes:

Común de las vigilias de los apóstoles (usadas en los apóstoles San Mateo, Santiago, San Bartolomé y Santo Tomás):

Introito Ego autem sicut oliva

Vigilia de Todos los Santos:

Introito Iudicant sancti
Gradual Exsultabunt sancti in gloria

Vigilia de San Andrés:

Introito Dominus secus mare
Comunión Dicit Andreas Simoni

Vigilia de San Simón y San Judas:

Gradual Vindica Domine sanguinem

Octava de San Pedro y San Pablo:

Alelluya V. Vos estis qui permansistis

Vigilia de la Inmaculada Concepción:

Introito Venite, audite et narrabo
Gradual Sapientia aedificavit
Ofertorio Ego dilecto meo
Comunión Quae est ista

Los cantos para la fiesta de la Inmaculada Concepción son de origen reciente, pero muchos  de los otros citados están entre los más antiguos que se puede identificar en el repertorio de cantos, anteriores al año 800[32]. Dom Dominic Johner, en su comentario al Gradual Romano (que desgraciadamente no trata de las vigilias y octavas directamente) llama a la antífona de Comunión de la vigilia de San Andrés Dicit Andreas Simoni “una de las gemas del Gradual”[33].

Se ha vuelto a incluir en el Graduale Romanum de 1974[34] cinco de estos cantos, un ejemplo de restauración de elementos de la liturgia al estado de vigor “que tenían en el tiempo de los Santos Padres”[35], tal como lo pidió el Concilio Vaticano II. Su ausencia en los libros usados por la forma extraordinaria es muy lamentable.



[1] El decreto de la Sagrada Congregación de Ritos que reforma las vigilias y octavas, Cum nostra, se promulgó en 1955 y entró en vigor en 1956. Véase el Apéndice A.

[2] El Aleluya es reemplazado, como en Cuaresma, por un Tracto.

[3] Lauren Pristas, “Parachuted into Lent”, en Usus Antiquior, vol. 1, núm. 2, 2010, pp. 95-109, donde cita a Camille Callewaert y San Gregorio Magno (p. 96). Cfr. Homiliae in evangelia XIX.1, y Callewaert L’oeuvre liturgique de Saint Grégoire: la septuagésime et l’allelluia  (Louvain, Université Catholique de Louvain, 1937), p. 648 y n. 46.

[4] Las lecturas de los Evangelios para los tres domingos son, respectivamente, la parábola de los trabajadores en la viña (Mt. 20, 1-16); la parábola del sembrador (Mt. 13, 1-23), y Jesús en camino a Jerusalén, con la curación de Bartimeo (Lc. 18, 31-43).

[5] Amalarius, De ecclesiasticis officiis, I.1, PL 105.993 ss.

[6] Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium (1963), núm. 107: "Annus liturgicus ita recognoscatur ut, servatis aut restitutis sacrorum temporum traditis consuetudinibus et disciplinis iuxta nostrae aetatis condiciones, ipsorum indoles nativa retineatur ad fidelium pietatem debite alendam in celebrandis mysteriis Redemptionis christianae, maxime vero mysterio paschali".

[7] Bugnini, A., The Reform of the Liturgy. 1948-1975 (trad. inglesa, Collegeville MN, The Liturgical Press, 1990), p. 307,  n. 6. En el texto principal, hablando de las decisiones del Consilium en 1965, escribe que “en su mayor parte los textos presentes permanecerán inalterados”. Sin embargo, aunque esto fue apoyado por los consultores cuya opinión se había pedido, resultó imposible. El plan de una serie continua de domingos del “tiempo ordinario” antes y después de Cuaresma y del tiempo pascual, significó que el domingo que cae, un determinado año, inmediatamente antes de Cuaresma, en otro año cae después de Pentecostés, o varias semanas antes de Cuaresma. Habiéndose decidido suprimir Septuagésima como un tiempo litúrgico separado, los formularios de Misas no pudieron retenerse en el lugar apropiado, y se perdieron. El proceso de la discusión y su resultado son analizados en detalle por Pristas,Parachuted into Lent”, cit.

[8] Dobszay, L. The Restoration and Organic Development of the Roman Rite (Londres, T&T Clark, 2010), p. 133.

[9] La celebración de la vigilia de San Lorenzo es mencionada en la Vida de Santa Melania la Joven, a quien, de niña, no se le permitió asistir a ella por ser demasiado joven (véase Parsch, P., The Church’s Year of Grace [trad. inglesa, Collegeville MN, The Liturgical Press, 1962], vol. 4, p. 304). Por su parte, Schuster, I, The Sacramentary (trad. inglesa, Londres, Burns, Oates & Washbourne, 1929), vol. IV, p. 2, agrega: “Así, sabemos por Poncio, un diácono de San Cipriano, que, en Cartago, el aniversario de un mártir era precedido por una vigilia nocturna, y deducimos por las Acta de San Saturnino de Toulouse que su natalis era celebrado no sólo con una vigilia nocturna, sino también con el canto de himnos y el ofrecimiento del santo Sacrificio al amanecer”.

[10] Véase Schuster, The Sacramentary, vol. IV, p. 263. Ciertamente un proceso como éste tenía lugar en los sábados de Témporas: hoy la Misa (en la forma extraordinaria) que se celebra el sábado fue, anteriormente, una ceremonia de vigilia con lecturas y oraciones, seguida por una Misa de madrugada. La Misa que se celebra hoy el domingo comparte el mismo Evangelio, y fue compuesta posteriormente.

[11] Parsch, The Church’s Year of Grace, vol. IV, p. 318.

[12] Guéranger, P., The Liturgical Year (trad. inglesa, Great Falls MT, St. Bonaventure Publications, 2000), vol. I, p. 469, escribe: “Moisés ayunó durante cuarenta días como preparación para recibir los Diez Mandamientos (Ex. 34, 28). El profeta Daniel ayunó durante tres semanas antes de recibir su visión (Dan. 10, 2-6). Elías el profeta ayunó durante cuarenta días antes de que Dios le hablara (1 Re. 19, 8). Y todos sabemos que Cristo nuestro Salvador ayunó durante cuarenta días en preparación para sus tentaciones por el diablo y para el comienzo de su ministerio (Mt. 4, 1-11, Lc. 4, 1-3)”. 

[13] Lev. 23, 36, nos dice, de la Fiesta de los Tabernáculos: “El octavo día será también solemnísimo y sacratísimo, y ofreceréis holocaustos al Señor” (dies quoque octavus erit celeberrimus atque sanctissimus et offeretis holocaustum Domino). Salomón siguió este modelo en la dedicación del Templo ( 1 Re. 8, 65-66, 2 Crón. 7, 8-9), y Nuestro Señor participó en esta fiesta durante su ministerio activo. Jn. 7, 37: “Y en el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso de pie y gritó, diciendo: Quien tenga sed, venga a Mí y beba” (In novissimo autem die magno festivitatis stabat Jesus, et clamabat dicens: Si quis sitit, veniat ad me et bibat). Guéranger, The Liturgical Year, cit., vol. I, p. 469, tomó nota de estos precedentes.

[14] En el Segundo Nocturno, donde es atribuido al Papa Félix IV (+530), De consecratione, dist. 1, cc. 2 y 17.

[15] Juan de Ivry, De officiis ecclesiasticis, PL 147, col. 42C: Ideo praecipuae festivitates octo diebus coluntur, quia sex aetatibus vergitur mundus; septima aetas est usque ad universalem resurrectionem requies animarum sanctarum; octava, regnum Dei post resurrectionem sempiternam: et ideo octava dies agitur celebrior, quia in ipso regno Christi gloria erit sempiterna, et ineffabilis exsultatio. Et iterum dum sanctorum festa celebramus, in die solemnitatis eorum animarum requiei congaudemus, in octavo eorum in gloria resurrectioni.

[16] Parsch, The Church’s Year of Grace, cit., vol. I, p. 244.

[17] La clase más alta de octava impide que se celebre cualquier otra fiesta en la octava; incluso con las de clase más baja, el día mismo de la octava, como una vigilia, puede chocar con otras fiestas. Véase el Apéndice A para ejemplos de tales choques.

[18] En el contexto de la forma ordinaria, una Misa de vigilia así se puede celebrar sólo en la tarde del día anterior a la fiesta: Véase Apéndice A.

[19] Con todo, véase Apéndice A más abajo.

[21] La segunda fiesta de Santa Inés (29 de enero) no es, por lo general, llamada octava, pero se le parece mucho. Ambas fiestas, de gran antigüedad, son descritas en el Sacramentario Gelasiano y en la lista de Evangelios de Würzburg, respectivamente, como su “pasión” y su “natividad” (celestial). Su designación como “primo” y “secundo”, usada en el calendario de 1962, proviene del Sacramentario Gregoriano, en el cual también se encuentra estas fiestas. Véase Frere, W. H., Studies in Early Roman Liturgy, vol. I: The Kalendar (Oxford, Oxford University Press, 1930), p. 89.

[22] El mismo día que la fiesta de San Ireneo.

[23] El mismo día que la fiesta de San Juan María Vianney.

[24] El mismo día que la fiesta de San Felipe Benicio.

[25] El mismo día que la fiesta de San Eustaquio y compañeros.

[26] En 1955, la Vigilia Pascual se trasladó desde el día anterior al domingo de Pascua a la medianoche (si no fuere anticipada) del domingo mismo de Pascua. 

[27] Se celebraba el tercer miércoles después de Pascua. Fue abolida en favor de la fiesta de San José Obrero el 1º de mayo de 1955. San José Obrero no tiene octava.

[28] El liturgista J. B. O’Connell explica en su Glosario de Término Litúrgicos: “Santo escogido por un lugar (país, provincia, diócesis, ciudad, pueblo) o por una persona moral (una sociedad), y constituido, con aprobación de la Santa Sede, como objeto de especial honor y como abogado ante Dios de ese lugar o persona”. O’Connell, J. B., The Celebration of Mass: a study of the rubrics of the Roman Missal (Milwaukee WI, The Bruce Publishing Company, 1964). Cfr. Código de Derecho Canónico, canon 1268.

[29] Además, este canon ordenaba ayuno y abstinencia el miércoles de Ceniza, todos los viernes y sábados de Cuaresma y Témporas. Se disponía abstinencia sin ayuno los viernes fuera de Cuaresma, y ayuno sin abstinencia todos los demás días de Cuaresma, excepto solamente los días de precepto. Si una fiesta caía en lunes, la vigilia se celebraba el sábado, pero sin ayuno.

[30] Cfr. Parsch, The Church’s Year of Grace, cit., vol. I, p. 232: “Era un poco confuso celebrar las fiestas de Santo Tomás y de San Silvestre durante la octava de Navidad, porque no tienen una conexión inherente con la fiesta. Con la reforma de 1960, sin embargo, se las ha reducido a conmemoraciones, lo que permite una meditación más prolongada del misterio de la Navidad”.

[31] Instrucción General de Misal Romano, Normas universales para el año litúrgico y el calendario romano general, núm. 11.

[32]  La excepción es Aleluya V, Vos estis. Este se encuentra, sin embargo, en quince libros de cantos anteriores a fines del siglo XI. Véase Schlager, K.-H., Thematischer Katalog der ältesten Alleluia-Melodien (Múnich, W. Ricken, 1965), pp. 217-218.

[33] Johner, D., Chants of the Vatican Graduale (trad. de los monjes de la Abadía de San Juan, Collegeville MN, St. John’s University Press, 1940), p. 356.

[34] Los introitos Ego autem, Iudicanti sancti y Dominus secus mare, el gradual Exsultabunt sancti y la comunión Dicit Andreas Simoni.

[35] Concilio Vaticano I, Constitución Sacrosanctum Concilium (1963), núm. 50: “los elementos que han sufrido daños por accidentes de la historia deben ser restituidos al vigor que tenían en tiempos de los Santos Padres, según sea útil o necesario” (restituantur vero ad pristinam sanctorum Patrum normam nonnulla quae temporum iniuria deciderunt, prout opportuna vel necessaria videantur).

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Actualización [11 de junio de 2019]: The Wanderer ha publicado una breve entrada sobre la Vigilia de Pentecostés, suprimida por el papa Pío XII, la cual fue reintroducida en el Misal reformado con algunas simplificaciones. En una respuesta de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei fechada el 14 de noviembre de 2018 (Prot. núm. 39/2011L-ED), cuya traducción ofrecimos en esta entrada, se dice que esa vigilia puede seguir siendo celebrada ahí donde exista la costumbre. 

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