miércoles, 21 de marzo de 2018

FIUV Position Paper 15: El leccionario de la forma extraordinaria

En una entrada anterior explicamos nuestro propósito de traducir los Position Papers sobre el misal de 1962 que desde hace algún tiempo viene preparando la Federación Internacional Una Voce, de la cual nuestra Asociación es capítulo chileno desde su creación en 1966. 

En esta ocasión les ofrecemos la traducción del Position Paper 15 y que versa sobre el leccionario que se utiliza en la forma extraordinaria, cuyo original en inglés puede consultarse aquí. Dicho texto fue preparado en el mes de noviembre de 2012. Para facilitar su lectura hemos agregado un título (Texto) para separar su contenido del resumen (Abstract) que lo precede. 


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El leccionario de la forma extraordinaria

Resumen

El leccionario de la forma extraordinaria es notablemente diferente del de la forma ordinaria. El primero tiene un ciclo de sólo un año para los domingos, un ciclo también de sólo un año para las fiestas, y un conjunto de lecturas para las ferias de Cuaresma. Con pocas excepciones, cada Misa tiene un Evangelio y una sola lectura adicional (además del “Último Evangelio”). En contraste, el leccionario de la forma ordinaria incluye una cantidad mucho mayor de lecturas, con un ciclo de tres años para los domingos y tres lecturas en cada domingo. El leccionario de 1962 tiene, no obstante, un gran valor: el ciclo dominical, en particular, es de gran antigüedad; las lecturas están vinculadas por el tema con las oraciones y versículos del propio de cada Misa, que a menudo se refieren a ellas; el ciclo de un solo año posibilita no solamente una gran familiaridad con las lecturas, sino que demás permite comentarios litúrgicos que son, en sí mismos, monumentos de la tradición dignos de conservarse. Con todo, sería posible ampliar para los fieles el rango de pasajes de la Escritura en la liturgia de la forma extraordinaria mediante el expediente de restaurar la práctica, abolida en 1960, de poner como Último Evangelio el Evangelio de un domingo o fiesta desplazados por la ocurrencia de una fiesta más importante y, sobre todo, de alentar la recitación del Oficio Divino, especialmente Maitines, por los fieles.

Los comentarios a este texto pueden enviarse a positio@fiuv.

 (Foto: Gloria TV)

Texto

1. Uno de los rasgos propios de la forma extraordinaria que la distinguen de la forma ordinaria, es el leccionario. Este consiste en un ciclo de sólo un año de lecturas, que contiene un trozo del Evangelio y de Epístola[1] para los domingos, las fiestas y las ferias de Cuaresma. En las ferias que no son de Cuaresma las lecturas (y las oraciones y versículos del Propio) son las del domingo precedente, a menos que se diga una Misa votiva. Existe un número mayor de lecturas en las Témporas[2] y en algunos otros días[3]. En contraste con esto, la forma ordinaria tiene un ciclo de lecturas de tres años para los domingos, para cada uno de los cuales contiene un Evangelio y dos más tomadas de otras partes, y se asigna lecturas a cada día del año.

El valor del leccionario de 1962.

2. La parte más antigua del leccionario de 1962 es el ciclo de Evangelios de los domingos, que coinciden en gran medida con los temas de los sermones del papa San Gregorio Magno, pronunciados entre 590 y 604. Con todo, este ciclo siguió desarrollándose, igual que las Epístolas dominicales, los ciclos de lecturas para las ferias de Cuaresma y otras ferias y el ciclo santoral, hasta el siglo IX[4], en que asumió la forma vigente todavía hoy[5].

3. La gran antigüedad del leccionario, junto con la continuidad de su uso, exigen respeto de nuestra parte. Primero, este leccionario refleja el pensamiento litúrgico y escritural de los Padres de la Iglesia. Segundo, ha sido el fundamento de la experiencia litúrgica y de la reflexión de innumerables generaciones de doctores, santos, intelectuales y artistas de la Iglesia Latina. Tercero, está estrechamente relacionado con los versículos de cada día, que a menudo se refieren a su texto y constituyen un comentario musical sobre éste. Cuarto, ha demostrado su valor espiritual, pastoral y desde muchas otras perspectivas, en un muy amplio espectro de circunstancias sociales y culturales, durante un muy largo periodo de tiempo, y es compartido por las liturgias históricas de anglicanos y luteranos[6].

4. El desarrollo del leccionario se ha dado de un modo tal que, aunque los Evangelios y Epístolas dominicales forman un conjunto muy claro[7], ambos conjuntos son mutuamente independientes. Así, no se nos presenta conexiones entre lecturas que dependen de las preferencias exegéticas de los intelectuales de una determinada época, sino una maduración más fundamental de los misterios de la salvación.

5. El tamaño limitado del leccionario permite a los fieles alcanzar una gran familiaridad con el ciclo, especialmente en un contexto de uso de los misales individuales y de los comentarios litúrgicos, que explican las partes y su conexión con el tiempo litúrgico, las oraciones del Propio y los versículos del día. La asociación de las fiestas y de determinados domingos con algunos Evangelios o Epístolas recuerda la práctica de las Iglesias orientales, en las que los domingos a menudo toman el nombre del Evangelio del día.

6. Los misales y comentarios recién mencionados, que se hacen posibles por un conjunto limitado de textos litúrgicos[8], son en sí mismos de gran valor en lo que se refiere al desarrollo de la espiritualidad de los fieles. Toda reforma que los hiciera obsoletos sería causa de la pérdida, para todos los efectos prácticos, de un enorme corpus de sabiduría litúrgica popular y de espiritualidad[9].

 Evangelio

Los ciclos feriales.

7. El leccionario de 1962 corresponde (con la excepción de algunas fiestas creadas recientemente) al del Misal romano de 1570. Este, a su vez, depende del Missale Romano-Seraphicum (el Misal franciscano) del siglo XIII, que no incluía lecturas para las ferias que no fueran de Cuaresma, tal como ellas se encuentran en libros romanos anteriores y en libros de otros ritos y usos. Los Misales galicanos con lecturas para las ferias fuera de Cuaresma continuaron en uso hasta la segunda mitad del siglo XIX[10]. Por regla general, había lecturas para algunos días de la semana -no todos- como lunes, miércoles y viernes, que incluían, por ejemplo, narraciones paralelas de la perícopa usada en el Evangelio del domingo.

8. El antiguo leccionario ferial no desplazaba las lecturas de las fiestas y, dada la gran proliferación del ciclo santoral en Roma y la creciente popularidad de las Misas votivas, es muy probable que los editores del Misal romano, desde el siglo XIII en adelante, hayan creído que no era necesario preocuparse de él: no tiene mucho sentido un ciclo de lecturas que casi no se usa. Sólo se podía evitar que el ciclo de lecturas de Cuaresma fuera tragado por las fiestas y Misas votivas dándosele una mayor prioridad litúrgica[11]. Es adecuado que en Cuaresma haya una relativa escasez de fiestas, y ello es un rasgo típico de los formularios de Misas feriales, que incluyen también versículos antiguos, complejos y profundamente bellos.

9. Esto apunta a la existencia de una gran dificultad en la expansión del leccionario mediante la creación de un ciclo ferial nuevo o la restauración de uno antiguo, que no pueden coexistir fácilmente con un ciclo santoral en plenitud, dotado de sus propias lecturas. Es por esto que el “leccionario alternativo” de 1966[12] y el leccionario del Misal de 1970 desplazan completamente las lecturas del ciclo santoral.

10. La pérdida del ciclo santoral sería un gran golpe para la expresión litúrgica del culto de los santos. Los santos más importantes tienen sus lecturas y otras partes propias, las que sirven como comentarios de su vida y obra. Los menos importantes usan el Común de los santos, que incluyen formularios de considerable antigüedad y valor devocional, y los formularios de grupos especiales de santos (doctores, abades, santas mujeres, etcétera) dan a sus fiestas un carácter propio[13].

11. Una reforma semejante significaría que las lecturas asignadas a las Misas votivas también tendrían que ceder su lugar a las lecturas de las ferias, lo que implicaría un golpe a las devociones a que ellas se refieren y cuya extensión ha sido alentada por los Papas a lo largo de los siglos. Tanto las fiestas de los santos como las Misas votivas, cuando se las celebrara, tendrían lecturas que fácilmente podrían resultar inadecuadas, creando una problemática tensión en la liturgia[14].

12. Similares e insuperables problemas derivan de las oraciones y versículos de los Propios del ciclo santoral y de las Misas votivas, que, si sobreviven, no tendrán relación alguna, en cuanto al tema o contexto, con las lecturas, a menos que sea por una mera casualidad.

El Oficio Divino.

13. Sacrosanctum Concilium pidió que se ofreciera una lectura más “abundante” de las Escrituras a los fieles [15]. Una forma de cumplir con esto que estuviera en perfecta armonía con la liturgia ya existente sería alentar un uso más extenso del Oficio, especialmente de Maitines. De hecho, Sacrosanctum Concilium urge a hacerlo[16], lo mismo que el Código de Derecho Canónico [17].

14. Las lecturas de la liturgia tienen siempre tanto una función latréutica como una dogmática. La primera función tiene más énfasis en la Misa, y la segunda, en el Oficio. El ceremonial asociado con las lecturas en la Misa nos llevan a verlas como una especial ofrenda a Dios, que podríamos llamar “incienso verbal” [18]. En cambio, debido a que el Oficio Divino es primariamente una oración, se enfatiza la función didáctica de las lecturas como, por ejemplo, en la lectura en los Maitines de comentarios de los Padres de la Iglesia sobre los pasajes de la Escritura que se han leído.

15. Además, la conexión entre los Maitines y la liturgia eucarística, especialmente en domingos y fiestas, los hace un complemento ideal de la Misa del día. En realidad, los Maitines pueden ser considerados como una preparación para la Misa[19].

16. No hace mucho tiempo atrás, para los fieles no era poco común ir a la iglesia dos veces en día domingo, para asistir a Vísperas y a Misa. Alguna vez los Maitines fueron extensamente celebrados en las parroquias[20]. Hoy es quizá más fácil pensar en el uso privado del Oficio por parte de los laicos, aunque alguna celebración pública en ciertas ocasiones serviría para animar dicho uso. El gran éxito de la “Liga del Oficio Divino” en la promoción (en privado y en vernáculo) del Oficio entre los laicos, a mediados del siglo XX, ha sentado un importante precedente.

 Jean-Baptiste Corot, Monje de blanco, sentado, leyendo (detalle)

Conclusión.

17. El papel de la Escritura en la liturgia no se limita al leccionario. Tantos los Propios como el Ordinario de la forma extraordinaria usan abundantemente los salmos[21], y hay muchas citas y referencias a las Escrituras a lo largo de la Misa[22]. No se puede sostener que la Misa de 1962 carece de una dimensión escritural, como tampoco es el caso de los demás sacramentos y sacramentales de los libros litúrgicos de 1962[23].

18. El antiguo ciclo de un año de lecturas, especialmente para los domingos, tiene un valor sin igual en la exposición del pensamiento de los Padres latinos, en armonía con el tiempo litúrgico y las fiestas, lo que permite a los fieles alcanzar la mayor familiaridad con el ciclo, especialmente a la luz de la prolongada tradición de los comentarios litúrgicos, en conexión con las oraciones del Propio y los cantos del día.

19. Hasta el decreto Novum Rubricarum (1960)[24], cuando una fiesta o domingo quedaba suprimido por una fiesta de mayor importancia que caía en ese mismo día, el Último Evangelio no estaba tomado de los primeros versículos del Evangelio de San Juan, sino que se leía el Evangelio de la fiesta o domingo suprimidos[25]. Dada la importancia del ciclo dominical, la restauración de esta antigua práctica parecería muy apropiada, y sería una modesta forma de ampliar los trozos del Evangelio que se lee a los fieles.

20. Lo más importante, sin embargo, es que la riqueza de las Escrituras ya están presentes en el contexto litúrgico del Oficio, especialmente en los Maitines. Más importante que reformar sería alentar a los fieles a participar de las riquezas ya existentes en la liturgia: tal fue el principio que guió a los miembros más cautos del Movimiento Litúrgico, ejemplificados por el Rvdo. William Busch (1882-1971), uno de los líderes de la “Liga del Oficio Divino”, cuyas palabras vienen bien a la situación actual: “No debiéramos cambiar apresuradamente lo que estamos recién haciendo revivir. Démonos tiempo para aprender lo que es la liturgia, y después estaremos en situación de juzgar qué adaptaciones a las circunstancias modernas son deseables, las que quizá no son tan numerosas como nos imaginamos al principio […]”[26] .

 Sacra del Último Evangelio

El leccionario del Misal de 1962: Apéndices.

Apéndice A:
 Textos de la Escritura que están en el leccionario de 1962 y que se omiten en el leccionario de 1969.

Mediante el empleo de ciclos de varios años, los creadores del leccionario de 1969 aspiraban a incluir en la liturgia una cantidad muy superior de textos de las Escrituras. Es interesante advertir que, a pesar de esto, ciertos pasajes del Evangelio que son familiares para quienes asisten los domingos a la forma extraordinaria no están incluidos en ninguno de los ciclos dominicales del leccionario de 1969.

En algunos casos, el leccionario de 1969 incluye una versión diferente de alguna perícopa seleccionada por el leccionario antiguo. En otros casos no se incluye ningún pasaje paralelo. Vale la pena hacer un listado de los dos casos: el segundo está en negrita, y cuando esto ocurre, se dice si el pasaje no está en el ciclo semanal de 1969[27].

San Mateo:

6, 16-21: “Ayuno: cuando ayunéis” “No acumuléis tesoros en la tierra” (los versículos 19-21 se omiten en el ciclo semanal forma ordinaria).

8, 1-13: el leproso sanado; el sirviente del centurión (se usan los relatos de San Marcos y San Lucas, respectivamente).

8, 23-27: La tempestad calmada (se usa el relato de San Marcos).

26, 1-13: El complot de Caifás; la unción con rico perfume (se usa el texto de San Marcos).

20, 16b: “porque muchos son los llamados y pocos los escogidos” (omitido en el Evangelio del domingo 25 del Tiempo Ordinario, que se detiene en el versículo 16a; el versículo paralelo de Mt 22, 14 es opcional en el domingo 28 del Tiempo Ordinario). 

San Marcos:

16, 14: “Después Jesús se apareció a los Once mientras estaban comiendo y les reprochó su incredulidad y su dureza de corazón porque no creyeron a los que lo habían visto resucitado” (sólo en San Marcos).

San Lucas:

8, 4-15: parábola del sembrador (se usa el relato de San Mateo).

11, 14-23: “pero si es con el dedo de Dios que arrojo los demonios” (se usa el relato de San Marcos).

8, 24-26 El regreso del espíritu inmundo (también se corta el pasaje correspondiente en San Mateo) (omitido también en el ciclo semanal de la forma ordinaria).

11, 27-28 “Bienaventurado el vientre que te llevó” (sólo en San Lucas).

14, 15-24:  El banquete y los invitados que rehúsan acudir (se usa el texto de San Mateo).

18, 31-34: El Hijo del Hombre será entregado (cortado tanto en San Mateo como en San Marcos) (omitido también en el ciclo semanal de la forma ordinaria).

18, 35-43: Curación del ciego de Jericó (se usa el relato de San Marcos).

21, 29-33: La higuera (se usa el relato de San Marcos).

San Juan:

6, 59: “Esto lo dijo mientras enseñaba en la sinagoga de Cafarnaúm” (sólo en San Juan).

8, 46-59: “eres un samaritano, un poseído…” “Abraham vio mi día y se regocijó. Antes de Abraham, Yo soy” (sólo en San Juan) (omitido en el ciclo semanal de la forma ordinaria).

14, 30-31:“El príncipe de este mundo ya llega…” “Yo hago puntualmente lo que mi Padre me mandó” (sólo en San Juan) (omitido en el ciclo semanal de la forma ordinaria).

16, 1-4: “Os expulsarán de las sinagogas” (sólo en San Juan) (omitido en el ciclo semanal de la forma ordinaria).

16, 5-11: “Ninguno de vosotros me pregunta, ¿Adónde vas?... porque el príncipe de este mundo ya ha sido condenado” (sólo en San Juan).

16, 16-22: “¿Qué quiere decir: todavía un poco y no me veréis, y todavía otro poco y me veréis?”… “Vosotros ahora tenéis tristeza… y se alegrará vuestro corazón” (sólo en San Juan).

16, 23-30: “Pedid y recibiréis… vuestro Padre os ama… Ahora hablas claramente…ya llega la hora en que os dispersaréis” (solo en San Juan).

Se podría hacer una lista mucho más larga con los pasajes que son opcionales en el leccionario de 1969 y con los versículos omitidos de la lectura de las Epístolas[28]. Un ejemplo especialmente impactante de los últimos es el pasaje de la primera Epístola a los Corintios (11, 27-29) que previene contra la recepción indigna de la comunión, que en el leccionario de 1962 se lee tanto en Jueves Santo como en Corpus Christi, pero que en el leccionario de 1969 no se encuentra en parte alguna.

Esta lista demuestra que, incluso dentro del contexto restringido de la exposición de los fieles a las Sagradas Escrituras, el reemplazo del leccionario de 1962 por el de 1969 significó tanto pérdidas como ganancias. Yendo más al fondo, ilustra la diferencia de espíritu que hay entre los dos leccionarios: el leccionario antiguo selecciona pasajes sobre la base de otros principios, y enfatiza de muchas maneras aquello que el nuevo leccionario quiere desenfatizar[29].

Esto destaca la idea general de que cada leccionario forma parte de su respectivo Misal, y refleja su espíritu y preocupaciones[30].

Apéndice B: 
Relación entre el leccionario y los versículos.

Un aspecto importante analizado en el cuerpo de este texto al considerarse reformas o extensiones del leccionario de la forma extraordinaria, es la estrecha relación entre las lecturas de un determinado formulario de Misa y los otros Propios, especialmente los versículos. Los formularios de Misa en la forma extraordinaria no presentan un tema único y obvio: como se ha hecho notar, el ciclo de las Epístolas dominicales es independiente del ciclo de los Evangelios dominicales, y los varios Propios están demasiado centrados en su función litúrgica -como versículos procesionales, la oración secreta que introduce la Oblación, etcétera- como para dar la impresión de un grupo unificado, didáctico. Sin embargo, contienen muchas referencias cruzadas y a menudo pueden servir como comentarios mutuos.

Esto se puede ver con particular claridad cuando los versículos toman su texto de algunas de las lecturas[31]. Aunque la mayor parte de los versículos se toman de los salmos, hay frecuentes excepciones que se inspiran en las lecturas del día. Una revisión breve del ciclo dominical muestra que en seis oportunidades la antífona de la Comunión está tomada del Evangelio del día: el primero y segundo domingos después de Epifanía, el domingo de Ramos, el segundo domingo después de Pascua, y el tercero y decimocuarto domingos después de Pentecostés. La Comunión en Pentecostés se toma de la Epístola (Hechos de los Apóstoles). El Alleluya se toma del Evangelio del quinto domingo después de Pascua. Estas referencias cruzadas, sean o no citas, son todavía más frecuentes en los formularios de las fiestas y de Témporas. Hay conexiones similares entre el Evangelio del domingo y las antífonas de Laudes y Vísperas.

Una relación más sutil y generalizada describe el gran erudito musical alemán Dom Dominic Johner referente al Gradual y al Alleluia: “La Iglesia usó estos versículos como forma de imprimir en el corazón de los fieles las lecciones inculcadas por la Epístola y de hacerlos más fácilmente susceptibles en preparación del Evangelio. Tanto el clero como los laicos debieran, sin más, ser capaces de dedicarse enteramente a la contemplación del versículo y de su contenido” [32].

Si se toma en cuenta todo esto, sería imposible cambiar sustancialmente el leccionario de la forma extraordinaria sin comprometer seriamente la coherencia e integridad del Misal.




[1] La selección de pasajes no se limita enteramente a las Epístolas, sino que incluye algunos de los Hechos de los Apóstoles, del Apocalipsis y del Antiguo Testamento.

[2] El miércoles de Témporas tiene una lectura adicional; los sábados de Témporas tienen un total de cinco lecturas extras. Las Témporas se celebran cuatro veces en el año (en el Misal de 1962 se puede celebrar una versión más breve) [Nota de la Redacción: véase la entrada que dedicamos aquí a las Témporas].

[3] La Vigilia Pascual tiene un gran número de lecturas (especialmente en la forma que tenía antes de la reforma de 1955); el Domingo de Ramos tiene un Evangelio adicional (y, antes de 1955, una lectura más) como parte de la bendición de los ramos. En la celebración de los fieles difuntos (2 de noviembre) y en el día de Navidad se permite a los sacerdotes celebrar tres Misas, cada una de las cuales tiene sus propias lecturas y Propios.

[4] De las fuentes manuscritas del leccionario romano, la más antigua y valiosa es el MS de Würzburg (Universitätsbibliotek, codex M.p.th.f.62, ed. Morin, Rev.bén. 27 (1910), pp. 41-74 y 28 (1911), pp. 296-330), una colección de 16 folios escrito probablemente por una mano inglesa hacia el año 700 (posiblemente de fines del siglo VII). La lista de Epístolas representa probablemente el uso romano de la segunda mitad del siglo VII; la lista de Evangelios parece ser posterior. Hay un gran conjunto de Evangelios para el ciclo santoral, pero menos Epístolas, lo que sugiere cierto grado de fluidez o de libre elección. Pareciera que se dan ciertas Epístolas para algunas ocasiones (similares pasajes de, por ejemplo, San Pablo, que no se podría interpretar como destinados a ser lecturas adicionales). Hay una provisión para demasiados domingos de Epifanía y para muy pocos después de Pentecostés. Se dan lecturas para una, dos o tres ferias en determinadas semanas. Hacia el siglo IX se las proporciona para el número correcto de domingos; hay un conjunto completo de lecturas para las ferias de Cuaresma (el jueves había sido no-litúrgico hasta el papa San Gregorio II, + 731); también un Común de Santos formal; una separación de los ciclos temporal y de Santos, y un sistema profundamente revisado de lecturas feriales para fuera de Cuaresma. También hacia esta época existe un cierto grado de diferenciación entre los libros romanos y los galicanos.

[5] Se excluye las fiestas posteriores celebradas en domingo, como el Domingo de la Santísima Trinidad y la fiesta de la Sagrada Familia.

[6] El leccionario del Book of Common Prayer se basa en el del Misal de Sarum, que es esencialmente idéntico al romano. El leccionario luterano se basa en el del Misal romano. El valor ecuménico del antiguo ciclo de un año hizo meditar seriamente a los arquitectos del leccionario de 1970: véase Annibale Bugnini The Reform of the Liturgy 1948-1975 (Collegeville, MN:,The Liturgical Press, 1990), pp. 415-416.

[7] Esto es especialmente evidente en Adviento y Cuaresma. El tiempo después de Pentecostés es, obviamente, menos temático, pero aun así se puede discernir un esquema. De él escribió Pius Parsch: “Desde el punto de vista del contenido, el [...] ciclo podría perfectamente dividirse en tres grupos. El primero pone énfasis en los milagros de curación. Se relaciona las narraciones de los milagros de Cristo, pero estas narraciones no tienen por objetivo principal nuestra instrucción, sino más bien el indicar la acción de la gracia de Dios en la Misa. Tal fue, también el propósito último y la finalidad del Señor al obrar los milagros […] Un segundo grupo tiende a usar descripciones contrastantes, como el Reino de Dios enfrentado al reino de este mundo. Ellas […] se hallan especialmente en las Misas desde el séptimo al decimocuarto domingos después de Pentecostés. […] La piedad antigua a menudo empleaba este método pedagógico […] La tercera clase, que se concentra en la parusía, corresponde a los domingos desde el decimoquinto hasta el último del año. Estas Misas son excepcionales por la variedad de su tono y la profundidad de su doctrina”.

[8] Los Misales con sólo los textos para los domingos y fiestas importantes pueden ser auténticamente “de bolsillo”. Los Misales de niños que no tienen la versión latina de algunos o de todos los textos pueden ser verdaderamente muy pequeños.

[9] A Dom Prosper Guéranger, Abad de Solesmes, se debe L’Anée Liturgique, escrito en francés y publicado en 15 volúmenes entre 1841 y 1844 (publicado en inglés como The Liturgical Year en 1949; hay una reedición todavía en imprenta). El beato Ildefonso Schuster, Arzobispo de Milán, es autor del Liber Sacramentorum, en italiano, publicado en 5 volúmenes en 1919 (publicado en inglés como The Sacramentary en 1924). P. Pius Parsch escribió Das Jahr des Heiles, publicado en 3 volúmenes en 1923 (publicado en inglés como The Church’s Year of Grace en 1953). Estas obras, especialmente las de Guéranger y Parsch, fueron y siguen siendo ampliamente difundidas. El texto de L’Année Liturgique está disponible en la red, al menos parcialmente, en francés (véase aquí) y en inglés (véase aquí).

[10] Además de los Misales galicanos (o neogalicanos) usados en diversas diócesis en Francia, el Misal de Sarum, usado en las Islas Británicas hasta bien entrado el siglo XVI, incluía lecturas feriales; en Alemania se las encuentra hasta 1835 en el Misal de Münster.

[11] En el calendario de 1962 las ferias de Cuaresma son de tercera clase, en tanto que en el resto del año son de cuarta clase. Además, muchas fiestas que caen en Cuaresma son de un rango menor que si no cayeran en ella, y se hace de ellas sólo una conmemoración.

[12] El "Leccionario alternativo", publicado el 12 de marzo de 1966 para uso opcional, consiste en una serie de un año de Evangelios y de un ciclo de dos años de primeras lecturas para todos los días De Tempore del año litúrgico que no sean desplazadas por alguna fiesta de primera o de segunda clase. Así, el leccionario dejó lugares para ser ocupados por fiestas más importantes. Los ciclos dominical y santoral no fueron cambiados. Este leccionario fue dejado sin uso por el leccionario del Misal de 1970.

[13] Pius Parsch escribió comentarios para el Común de los Santos: The Church’ Year of Grace (edición inglesa, Collegeville, MN, The Litugical Press, 1962), vol. IV, pp. 372-412.

[14] También los otros Propios quedarían incluidos en esta tensión, sea que fueren apropiados para la fiesta (y, por tanto, posiblemente no para las lecturas), como en el caso del experimento de 1966, sea que fueren fijos del ciclo de lecturas (y, por tanto, independientes de la fiesta), como en el Misal de 1970. El experto en liturgia László Dobsay comenta: “El sistema de tres años disolvió absolutamente la asociación entre el día litúrgico (y sus textos) y las perícopas asignadas. Esto es una pérdida tanto desde una perspectiva litúrgica como desde una perspectiva pastoral” (Dobsay, L., The Restoration and Organic Development of the Roman Rite, London, T&T Clarke, 2010, p. 143).      
 
[15] Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium (1963), núm. 51: “Los tesoros de la Biblia deben ser abiertos más generosamente, para que se dé al pueblo un alimento más rico en la mesa de la Palabra de Dios [más literalmente: “para que se prepare para los fieles una más rica mesa de la Palabra de Dios]. De este modo, se leerá a los fieles una porción más representativa [literalmente “una parte más excelente”] de la Sagrada Escritura a lo largo del número de años prescrito” (Quo ditior mensa verbi Dei paretur fidelibus, thesauri biblici largius aperiantur, ita ut, intra praestitutum annorum spatium, praestantior pars Scripturarum Sanctarum populo legatur).

[16] Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium (1963), núm. 85: “Por eso todos quienes prestan este servicio no sólo cumplen con un deber de la Iglesia, sino que también participan del más grande honor de la esposa de Cristo, porque al ofrecer estas alabanzas a Dios están ante el altar de Dios en nombre de la Iglesia, su madre” (Omnes proinde qui haec praestant, tum Ecclesiae officium explent, tum summum Sponsae Christi honorem participant, quia laudes Deo persolventes stant ante thronum Dei nomine Matris Ecclesiae).

[17] Código de Derecho Canónico (1983), canon 1174, § 2: “Otros [literalmente “el otro”, “ceteri”, es decir, todos los otros] fieles cristianos, de acuerdo con las circunstancias, son cordialmente invitados a participar en la liturgia de las horas como acción de la Iglesia” (Ad participandam liturgiam horarum, utpote actionem Ecclesiae, etiam veteri christifideles, pro adiunctis, enixe invitantur).

[18] Kwasniewski, P., “The Loss of Liturgical Riches in the Sanctoral Cycle”, The Latin Mass: A Journal of Catholic Culture and Tradition (Otoño de 2007), pp. 30-35: “La recitación del texto de la Escritura está decididamente subordinado a la encarnación del mensaje de la Escritura en los santos. Las lecturas sirven, en otras palabras, para enmarcar, adornar y traer a la luz el rostro de Cristo y el de todos quienes Lo imitan. El uso de la Escritura es icónico, no homilético. No se nos está enseñando sino convocando a adorar e inclinarnos ante estos misterios. Las lecturas deben servir como incienso verbal, no como información verbosa”.

[19] Véase el párrafo “Maitines” en The Catholic Encyclopedia (1971).

[20] “Una tradición que ha dejado su huella en el anglicanismo, en que los Maitines todavía se rezan en público. Estas prácticas fueron reintroducidas por Pius Parsch en su parroquia. La Oración de la Mañana se reza también por lo general antes de la Misa en las Iglesias orientales.                

[21] En especial, una parte del salmo 50 (Asperges me) o del 117 (el versículo Vidi aquam) al asperjarse a los fieles los domingos; el salmo 42 (Iudica me) en las oraciones al pie del altar, y parte del salmo 25 (Lavabo) en el lavatorio de manos.

[22] Para dar sólo un ejemplo, la oración Supra quae del Canon romano se refiere a los sacrificios de Abel (Genesis, 4,4), Abraham (Genesis 22,13) y Melquisedec (Genesis 14,18) en el Antiguo Testamento.

[23] Para dar un par de ejemplos, el Cántico de Zacarías se recita entero en los funerales, y el salmo Domini est terra (23) en la Presentación de las Mujeres (la bendición de una mujer después de haber dado a luz).

[24] Véase Sagrada Congregación de Ritos, Novum Rubricarum (1960), núm. 509.

[25] Así, antes de 1960, si una fiesta importante caía en domingo, de modo que no se decía la Misa de ese día, el Evangelio de esa domínica era leído, como Último Evangelio, en lugar de los primeros versículos del Evangelio de San Juan.

[26] Busch, W., “On Liturgical Reform”, Orate Fratres 11/8 (1936-1937), pp. 352-357, citado en Ried, p. 105. El P.  Busch trabajó en la traducción al inglés de las obras de Pius Parsch, y colaboró en la fundación de la “Liga del Oficio Divino”. Otro experto del Movimiento Litúrgico que distingue entre aprender a apreciar y reformar la liturgia, citado también por Reid, es el P. Hans Anscar Reinhold, que escribía en 1947: “El Movimiento Litúrgico moderno es obediente, ortodoxo y modesto. Lo primero que pide es que todos, nosotros mismos, celebremos la liturgia como está en los libros, de acuerdo con ellos. Auto reforma y perfección. En segundo lugar, esperamos que esto abra nuestros ojos a las sutilezas y redescubrimientos que han de transformar nuestro pensamiento para una mayor corrección dogmática, proporcionalidad y gozo. Lo tercero será ver la liturgia restaurada a su simplicidad y originalidad. Sólo en cuarto lugar nos postraremos a los pies del Santo Padre para pedirle reformas” (Reid, cit., pp. 141-142). [Nota de la Redacción: el texto original en inglés no indica la obra que se cita en esta nota. Suponemos que se trata de Reid, A., The Organic Development of the Liturgy: The Principles of Liturgical Reform and Their Relation to the Twentieth-Century Liturgical Movement Prior to the Second Vatican Council, San Francisco, Ignatius Press, 2ª ed., 2005].

[27] Agradecemos al bloguero “Counter Cultural Father” por su colaboración

[28] Un análisis más amplio es el de Cekada, A., Work of Human Hands: A Theological critique of the Mass of Paul VI (West Chester, OH, Philotea Press, 2010), pp. 269-272. La mención de este libro no implica acuerdo con las posiciones que él defiende.

[29] El sacerdote oratoriano y experto P. Jonathan Robinson, al criticar el ciclo de varios años del Misal de 1969, dice: “Creo que la diversidad, más que enriquecer al pueblo, tiende a confundirlo… Puede que esto se deba a que la selección, como lo han hecho notar otros, se hizo más sobre la base de satisfacer la sensibilidad de los expertos liturgistas que de los principios litúrgicos tradicionales” (The Mass and Modernity: walking to heaven backwards, San Francisco, Ignatius Press, 2005, p. 332).

[30] El P. Adrien Nocent, que colaboró en el leccionario de 1969, escribió que “estaba destinado, a largo plazo pero inevitablemente, a cambiar la mentalidad teológica y la espiritualidad misma del pueblo católico”. Cfr. "La Parole de Dieu et Vatican II", en Jounel, P./Kaczynski, K./Paqualette, G. (eds.), Liturgia, Opera Divina e Umana: studi sulla reforma liturgica (Roma, Edizioni Liturgiche, 1982), p. 136, citado en Cekada, Work of Human Handscit., p. 273.

[31] Las conexiones hechas ver más abajo son, por cierto, resultado de varios procesos históricos.

[32] Johner, D., Chants of the Vatican Gradual (edición inglesa, Collegeville, MN, St. John’s Abbey Press, 1940), p. 6 (la primera edición es de 1934, reimpreso en Lulu.com). 

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