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miércoles, 24 de junio de 2020

Nueva carta de monseñor Viganò: el Concilio Vaticano II “es preferible abandonarlo enteramente y dejarlo caer en el olvido”

Les ofrecemos hoy la traducción hecha por la Redacción de un artículo publicado por la Dra. Maike Hickson en Catholic Family News, donde colabora por primera vez.  Se trata de unas glosas a una nueva carta de S.E.R. Carlo Maria Viganò en la que insiste sobre su crítico juicio respecto del Concilio Vaticano II. Este nuevo texto, que forma parte de un intercambio epistolar entre el arzobispo y el Prof. Paolo Pasqualucci, complementa la larga carta que ya compartimos con nuestros lectores en una entrada anterior. Se trata de un valioso testimonio sobre el que conviene reflexionar. 

S.E.R. Carlo Maria Viganò

***

Arzobispo Viganò sobre el Vaticano II: “Es preferible abandonarlo enteramente y dejarlo caer en el olvido”
  
Dra. Maike Hickson

S.E.R. Carlo Maria Viganò, en respuesta a un profesor italiano de Derecho, analiza el tema de cuál debería ser la respuesta de la Iglesia católica a las “proposiciones heréticas o que favorecen la herejía” del Concilio Vaticano II (1962-1965), y expresa que “deberían ser condenadas, y sólo queda esperar que ello sea hecho lo antes posible”. En leve discrepancia con S.E.R. Athanasius Schneider, el prelado italiano dice ahora que cree que el Concilio no debiera ser mencionado y debiera caer en el olvido. Hace suyas las palabras del profesor Paolo Pasqualucci: “Si el Concilio se ha desviado de la fe, el Papa tiene la potestad para invalidarlo. De hecho, tiene el deber de hacerlo”.

El trasfondo de esta nueva intervención de monseñor Viganò, publicada por el sitio tradicional católico Chiesa e post concilio (véase el texto completo más abajo), es un análisis iniciado por monseñor Schneider sobre algunos de los graves errores del Concilio Vaticano II. El 1 de junio pasado, este último había criticado la declaración del Concilio de que existe un derecho natural a la libertad religiosa y había añadido que esta enseñanza incorrecta tendrá que ser corregida por el Magisterio en el futuro. El obispo Schneider ve esta errónea enseñanza -la noción de que Dios querría positivamente que los hombres escogieran religiones falsas- en la base de la Declaracion Abu Dhabi de 4 de febrero de 2019, firmada por el papa Francisco, que dice que la “diversidad de religiones” es “querida por Dios”.

Como dice monseñor Schneider, “[h]a habido declaraciones hechas por otros Concilios Ecuménicos que han quedado obsoletas y han sido olvidadas o han sido incluso corregidas por el Magisterio posterior”.

En una respuesta de apoyo a esta intervención de monseñor Schneider, de 10 de junio, monseñor Viganò había concordado con la crítica del primero, pero había planteado cortésmente su desacuerdo con la declaración de éste de que, aunque el Concilio mismo podía seguir siendo válido, se podía corregir, de forma simplemente oficial, algunas de sus enseñanzas erróneas.

Ceremonia realizada en los jardínes del Vaticano durante el Sínodo de la Amazonía
(Foto: Zenit)

En su nueva intervención de 15 de junio, monseñor Viganò responde al comentario que el profesor Paolo Pasqualucci (véase más abajo su texto) hizo a lo expuesto en el texto de 10 de junio. Dicho profesor italiano de Derecho, ya jubilado, califica a los obispos Viganò y Schneider como “prelados valientes” y agradece sus intervenciones. Al mismo tiempo, plantea que el Magisterio futuro necesita rechazar en su totalidad el Concilio Vaticano II a causa de “los errores contra la fe que están esparcidos en sus documentos”. 

El Prof. Pasquealucci cree que “los problemas teológicos y canónicos planteados por esta increíble crisis de la Iglesia son muy grandes y muy difíciles de resolver”. El profesor añade: “tratamos de orientarnos recurriendo a la guía que nos ofrece la gracia de Dios a través de estos dos valientes y correctísimos obispos, los únicos, hasta ahora, que se han enfrentado con el enemigo, dirigiéndole un ataque frontal”.
           
Continúa el Prof. Pasqualucci: “Digo todo esto en mi calidad de laico, pero, a mi juicio, habiéndose proyectado luz sobre los subterfugios procedimentales y los errores contra la fe esparcidos en los diversos documentos, un Papa bien podría, al cabo, echar abajo el Concilio entero, 'confirmando con ello a sus hermanos en la fe'. Esto caería perfectamente dentro de la órbita de su summa potestas iurisdictionis (suma potestad de jurisdicción) sobre la Iglesia entera, iure divino (por derecho divino). El Concilio no es superior al Papa. Si el Concilio se ha desviado de la fe, el Papa tiene la potestad de invalidarlo. De hecho, tiene el deber de hacerlo”.

El Prof. Pasqualucci es uno de los signatarios de la carta abierta enviada por académicos y sacerdotes pidiendo al episcopado mundial investigar y, luego, eventualmente condenar, las enseñanzas del papa Francisco si ellas se apataban de la enseñanza tradicional de la Iglesia.

Como se puede ver en la declaración que transcribimos más abajo, monseñor Viganò está de acuerdo con los comentarios del Prof. Pasqualuci acerca del Concilio, y piensa asimismo que “un Papa podría perfectamente anular al cabo todo el Concilio”. Pero el prelado italiano piensa también, respecto del Concilio, que es “preferible abandonarlo enteramente y dejar que caiga en el olvido”.

“El simple hecho de que el Concilio Vaticano II sea susceptible de ser corregido”, explica monseñor Viganò, “debiera ser suficiente para echarle tierra encima, tan pronto como se vea con claridad sus errores más obvios”. Según este arzobispo, el Concilio, “aparte de sus formulaciones ambiguas e incoherentes, fue querido y concebido debido a su valor subversivo, por el cual ha ocasionado tantos males”.

S.E.R. Athanasius Schneider
(Foto: Liturgy guy)

En medio de este debate, monseñor Viganò insiste en que no existe oposición alguna entre él y monseñor Schneider, explicando que ”de este fructífero diálogo con mi hermano, el obispo Schneider, sale a luz cuánto deseamos ambos, de corazón, el restablecimiento de la fe católica como el fundamento esencial de la unión en Caridad. No existe conflicto, no hay oposición: nuestro celo brota y crece en el Corazón Eucarístico de Nuestro Señor y vuelve a él para ser consumido en el amor por Él”.

Queda claro que monseñor Viganò desea que tenga lugar en la Iglesia católica un debate abierto y honesto acerca de los problemas de la Iglesia y de sus causas. Ahora, tal como lo ha dicho en otra intervención, publicada por Marco Tosatti: “Aprendamos a llamar las cosas por su nombre, con sencillez y tranquilidad; dejemos de seguir, con el pretexto de vivir en paz, las ilusiones de quienes nos hablan de tolerancia y aceptación sólo cuando se trata de hacer lugar al error y al vicio; dejemos de usar palabras mágicas como 'diálogo', 'solidaridad' y 'libertad', que ocultan los engaños del enemigo y tienden un velo sobre la explotación y la tiranía que se ejerce sobre quienes disienten y la persecución a que se los somete”.

Véase a continuación el texto completo de la carta que comentamos, publicado con autorización de monseñor Viganò.

 ***

Carta de S.E.R. Carlo Maria Viganò, publicada inicialmente en Chiesa e post concilio


14 de junio de 2020
Domingo en la Octava de Corpus Christi

Querido Doctor Guarini:

He recibido las observaciones del Prof. Pasqualucci que usted me ha amablemente enviado, y que procuraré responder, en la medida de lo posible, de modo conciso.

Acerca de la posibilidad de corregir los actos del Concilio Vaticano II, creo que podemos estar de acuerdo: las proposiciones heréticas y aquéllas que favorecen la herejía debieran ser condenadas, y sólo queda esperar que ello sea hecho lo antes posible.

Mi objeción a monseñor Schneider surge, más bien, de mi preocupación por la posibilidad de que se preserve, entre los actos oficiales de la Iglesia, un evento novedoso de características únicas que, más allá de sus formulaciones ambiguas de discontinuidad, fue querido y concebido debido a su valor subversivo, por el cual ha ocasionado tantos males. Desde un punto de vista jurídico, se puede quizá encontrar la solución más adecuada; pero desde el punto de vista pastoral -es decir, en lo que toca a la utilidad del Concilio para la edificación de los fieles- es preferible abandonarlo enteramente y dejar que caiga en el olvido. Y si es verdad, como lo afirma el Prof. Pasqualucci, que el error no constituye doctrina, es igualmente verdad que la sola condenación de las proposiciones heterodoxas no eliminaría las sombras que rodean a toda la empresa del Concilio como un todo complejo, y que dañan a todo el conjunto de sus documentos, ni eliminaría tampoco las consecuencias que se han derivado del Concilio. Debiera recordarse también que el acontecimiento del Concilio supera con mucho a los documentos por él producidos.

El simple hecho de que el Concilio Vaticano II sea susceptible de ser corregido debiera ser suficiente para echarle tierra encima, tan pronto como se vea con claridad sus errores más obvios. No es por nada que el Prof. Pasqualucci lo llama “conciliábulo (concilio diabólico)”, tal como el Sínodo de Pistoya, que mereció la condenación de todo el sínodo y no la mera condenación de los errores individuales que enseñó. Hago mía la siguiente declaración suya: “habiéndose proyectado luz sobre los subterfugios procedimentales y los errores contra la fe repartidos en los diversos documentos, un Papa bien podría, al cabo, echar abajo el Concilio entero, “confirmando con ello a sus hermanos en la fe”. Esto caería perfectamente dentro de la órbita de su summa potestas iurisdictionis (suma potestad de jurisdicción) sobre la Iglesia entera, iure divino (por derecho divino). El Concilio no es superior al Papa. Si el Concilio se ha desviado de la fe, el Papa tiene la potestad de invalidarlo. De hecho, tiene el deber de hacerlo”.


"Non possiamo, non dobbiamo, non vogliamo" (Pío  VII)
Detalle de La coronación de Napoelón, Jacques-Louis David, 1806-1807, Museo del Louvre
(Imagen: Wikicommons)

Permítaseme agregar que, enfrentado con la desastrosa situación en que se encuentra la Iglesia y los muchos males que la afligen, parecen inadecuados e inconducentes los largos discursos que intercambian los “especialistas”. Es urgente la necesidad de devolver a la Esposa de Cristo su Tradición de dos mil años y recuperar los tesoros que se ha saqueado y dilapidado, a fin de permitir al rebaño desorientado que se alimente plenamente con ellos. 

Cualquier discusión entre legítimas diferencias de opinión no puede tener como finalidad compromiso alguno con la distorsión de la Verdad, sino que debe tender a que la Verdad triunfe plenamente. La virtud es la media entre dos vicios, como la cumbre lo es entre dos valles: tal debería ser nuestra meta.

Me parece que, de este fructífero intercambio de ideas con mi hermano, el obispo Athanasius, lo que sale a luz es cuánto deseamos ambos, de corazón, el restablecimiento de la fe católica como el fundamento esencial de la unión en Caridad. No existe conflicto, no hay oposición: nuestro celo brota y crece en el Corazón Eucarístico de Nuestro Señor y vuelve a él para ser consumido en el amor por Él.

Permítame, querido Dr. Guarini, invitar a sus lectores a orar asiduamente por sus Pastores, especialmente por aquéllos que viven en medio de la presente crisis con esfuerzo y sufrimiento y que luchan por cumplir el mandato que han recibido de su divino Maestro. En tiempos en que se nos ataca a todos, sitiados por todas partes, es más necesario que nunca reunirnos, con fe y humildad, bajo el manto de Aquella que nos gobierna: el amor por la Reina de las Victorias que reúne a sus hijos es la prueba más evidente de que no puede ni debe existir entre nosotros divisiones, que son la señal propia del Enemigo.

Mi bendición para usted y sus lectores,

            + Carlo Maria Viganò

****

He aquí algunos comentarios del Prof. Paolo Pasqualucci, extraídos de su texto completo, que motivaron la carta de Su Excelencia:

Agradecemos a monseñor Viganò su última y clarificadora intervención, hecha, como siempre, con gran lucidez y honestidad intelectual. También agradecemos al moneñor Schneider, que nos ilumina asimismo y nos conforta continuamente con sus preciosas intervenciones. Esperamos que pronto otros miembros del clero se les unan.

En cuanto a la crítica que monseñor Viganò parece haber hecho a monseñor Schneider, me parece que se puede decir lo siguiente. Monseñor Schneider parece enunciar un principio general: es posible cambiar una doctrina previa de la Iglesia, que es doctrina porque está contenida en “actos magisteriales”. Pero, a continuación, da ejemplos que no constituyen verdadera y propiamente “actos magisteriales”, por cuanto no se refieren a modificaciones a determinados aspectos de la doctrina, y no tienen relevancia desde un punto de vista doctrinal. Así, el principio enunciado por monseñor Schneider debe rechazarse si se lo quiere aplicar a la doctrina. A través de los siglos la Iglesia ha cambiado su opinión en algunos pocos temas, por ejemplo, en el cobro de interés por un préstamo (primeramente prohibido como usura, pero luego admitido con ciertas condiciones), y sobre el poder de gobierno temporal de los Papas, entendido primeramente como una autoridad directa sobre el mundo entero, aunque no ejercida directamente y, luego como una autoridad indirecta (por Belarmino). Pero estas cosas no involucran al dogma y, por tanto, no interesan a la doctrina propiamente tal, no interesan a la salvación de las almas. Entonces, ¿está todo bien en relación con las enseñanzas del Concilio? No.

Como se ha señalado, monseñor Schneider ha sostenido siempre la necesidad de un nuevo Syllabus (véase aquí) para rectificar ciertos aspectos del Concilio Vaticano II. Y no sólo esto: un Syllabus tiene importancia doctrinal y, efectivamente, los errores contenidos en el Concilio, aunque haya sido sólo un “concilio pastoral”, tienen relevancia doctrinal. Es imposible negar esto.

De modo que, en lo que se refiere al Syllabus propuesto, no se trata de cambiar una doctrina válidamente enseñada por los Papas en el pasado, sino solamente de erradicar los errores que la han penetrado. El error [del Concilio] no es doctrina; el error [del Concilio] niega total y completamente la doctrina. Y es un error propagado por una Asamblea que no sólo se presentó como exclusivamente pastoral, sino que además se manchó con graves y repetidas ilegalidades.

Honestamente, no veo cuál es el problema planteado aquí por monseñor Viganò en lo que se refiere a la específica intervención del futuro magisterio en los errores del Conciliábulo que fue el Vaticano II. Su tesis, si la he entendido correctamente, es obviamente válida en lo que se refiere a la verdadera doctrina de la Iglesia, pero no me parece aplicable a la falsa doctrina que se estableció, con la complicidad de los Papas entonces reinantes, por un Concilio tumultuoso realizado en un clima de continua confusión e ilegalidad.

Digo todo esto en mi calidad de laico, pero, a mi juicio, habiéndose proyectado luz sobre los subterfugios procedimentales y los errores contra la fe esparcidos en los diversos documentos, un Papa bien podría, al cabo, echar abajo el Concilio entero, “confirmando con ello a sus hermanos en la fe”. Esto caería perfectamente dentro de la órbita de su summa potestas iurisdictionis (suma potestad de jurisdicción) sobre la Iglesia entera, iure divino (por derecho divino). El Concilio no es superior al Papa. Si el Concilio se ha desviado de la fe, el Papa tiene la potestad de invalidarlo. De hecho, tiene el deber de hacerlo.


Vista de la Plaza de San Pedro durate el Concilio Vaticano II

Por otra parte, el Prof. Pasqualucci responde a la observación de un lector: “Le corresponde al arzobispo Viganò retractarse”.

Mirado el punto de cerca, no hay nada aquí de qué “retractarse”. Lo que le corresponde a monseñor Viganò es explicarse más, si le parece oportuno, de modo de ayudarnos a comprender mejor su pensamiento, ya que, como laicos, no tenemos los mismos instrumentos teológicos y canónicos que él tiene a la mano. Y no somos laicos que nos opongamos a los clérigos. Escribí “digo todo esto en mi calidad de laico”, no a fin de polemizar, sino simplemente para indicar que no soy teólogo o experto en estas materias y, por tanto, “razono como un laico” que tiene formación en Derecho y filosofía.

¡Ni monseñor Viganò ni monseñor Schneider son enemigos que haya que refutar! Los problemas teológicos y canónicos planteados por esta increíble crisis de la Iglesia son muy grandes y muy difíciles de resolver. Nosotros tratamos de orientarnos recurriendo a la guía que nos ofrece la gracia de Dios a través de estos dos valientes y correctísimos obispos, los únicos, hasta ahora, que se han enfrentado con el enemigo dirigiéndole un ataque frontal.

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