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sábado, 27 de octubre de 2018

El rito bracarense

El rito bracarense o de Braga (ritus Bracarensis) es un antiguo rito litúrgico perteneciente a la familia litúrgica de los ritos latinos, utilizado principalmente por la arquidiócesis de Braga (Portugal), de donde recibe su nombre. 

 (Imagen: Wikimedia Commons)

El rito se consolidó entre los siglos XI y XIII, siendo el llamado Misal de Mateus (siglo XII) la fuente más antigua conocida. Luego de la promulgación del Misal de San Pío V, Braga pudo mantener el uso de sus libros litúrgicos propios, pues tenían una antigüedad mayor a doscientos años, conforme lo autorizó la bula Quo primum tempore,​ de 14 de julio de 1570, y debido a los empeños del arzobispo de Braga, el Beato Bartolomé de los Mártires O.P. (1514-1590). Sin embargo, pese a la protección jurídica de la que gozaba el rito de Braga, la celebración del rito romano se hizo cada vez más presente en la arquidiócesis y elementos romanizantes ajenos al rito bracarense terminaron también por ser introducidos en éste. Después de algunos conflictos resultantes a causa de los intentos de introducir el rito romano, el rito de Braga fue restaurado por el sínodo de 1918. Gracias a los esfuerzos de monseñor Manuel Vieira de Matos (1861-1932), arzobispo de Braga a partir de 1914, se llevó a cabo un proceso de revisión de los libros litúrgicos, a fin de extirpar las imperfecciones y los elementos extraños al rito. El nuevo breviario fue aprobado por el papa Benedicto XV con la bula Sedis huius Apostolicae, de 14 de mayo de 1919. En 1924, bajo el pontificado de Pío XI, se aprobó asimismo el misal y, desde año, ambos libros litúrgicos tornáronse obligatorios para toda la arquidiócesis. 

 (Imagen: Wikimedia Commons)

En la época de la reforma litúrgica luego del Concilio Vaticano II, la arquidiócesis de Braga carecía de los medios para revisar sus rituales, por lo que se adoptó el rito romano reformado (un reporte de la época de la reforma litúrgica sobre la situación del rito de Braga puede leerse aquí, en traducción inglesa).
A partir de 1971, el uso del rito bracarense se hizo facultativo, lo cual en la práctica implicó su casi total abandono. El rito nunca experimentó una reforma luego del Concilio, como sí fue el caso del rito ambrosiano, el que desde 1990 cuenta con un Misal reformado. En la actualidad, el uso público del ritual de Braga se limita prácticamente a la catedral y a celebraciones ocasionales, especialmente en la Fiesta de la Presentación del Señor (2 de febrero), el Domingo de Ramos y la Semana Santa. Por fortuna, la promulgación del motu proprio Summorum Pontificum (2007) y de la Instrucción Universae Ecclesiae (2011) ha impulsado los intentos de algunos sacerdotes, de momento aislados, por rescatar el rito del desuso en que se encuentra, como también ha ocurrido con otros ritos latinos y aquellos propios de órdenes religiosas.

En general, las diferencias con el rito romano son más bien menores, lo cual da lugar al debate entre aquellos estudiosos que lo consideran un rito propiamente tal y otros que lo clasifican más bien como un uso o variante del rito romano. Cualquiera sea el caso, una de las peculiaridades del rito de Braga es la recitación del Ave María al comienzo de la Misa y de la oración mariana del Sub tuum praesidium al final de ella. Asimismo, el sacerdote prepara el cáliz con el vino y el agua al comienzo de la Misa, antes de las oraciones al pie del altar. El rito exhibe una gran riqueza de lecturas y oraciones propias, muchas de ellas diversas de aquellas del rito romano, aunque, curiosamente, el rito de Braga ha preservado algunas oraciones que provienen del rito romano, pero que luego se perdieron en éste. 

 Misal bracarense de 1924, Fiesta de la Purificación (2 de febrero). El himno, O beata infantia, no se encuentra en el rito romano
(Foto: New Liturgical Movement/Alma Bracarense)

Como lo destacó el entonces Cardenal Ratzinger en un discurso con ocasión de los diez años del motu proprio Ecclesia Dei, de 1988, el rito de Braga es, junto con los otros ritos latinos pretridentinos que allí menciona, prueba de que la pluralidad litúrgica ha sido siempre una característica de la Iglesia de Occidente, lo cual nunca fue motivo de escándalo para nadie, desestimándose así el argumento de quienes, sin base alguna, sostienen que la coexistencia de la forma tradicional del rito romano junto al rito romano reformado constituye una amenaza a la unidad de la Iglesia.

Para quienes deseen saber más sobre el Misal del rito bracarense, existe una bitácora dedicada a éste, Alma Bracarense (en inglés y parcialmente en portugués). Quienes tengan interés en conocer la música sacra propia del rito de Braga, incluidos videos de un grupo coral portugués, Capella Duriensis, que ha hecho diversos esfuerzos por rescatar piezas históricas del repertorio bracarense (incluyendo el lanzamiento de un CD), pueden leer más aquí.

Concluimos esta entrada con una galería fotográfica que permitirá a nuestros lectores hacerse una idea de qué aspecto tiene la liturgia celebrada conforme al rito de Braga, particularmente de sus singularidades. Las fotos corresponden a una Missa cantata, celebrada en 2010 en Fátima (Portugal), con ocasión de una peregrinación de un grupo de Canónigos de San Juan de Kenty. El celebrante es el P. Joseph Santos, nacido en EE.UU., pero ordenado en Braga. Fotos de una Misa rezada celebrada por el mismo sacerdote, también en Fátima, pueden verse aquí. Asimismo, una galería de fotos de la celebración del Domingo de Ramos (2018) conforme al rito bracarense en una parroquia portuguesa de EE.UU. por un sacerdote incardinado en Braga (todo sacerdote allí incardinado cuenta automáticamente con un indulto para celebrar en cualquier lugar conforme al rito propio, como ocurre con el rito ambrosiano) puede verse aquí.


 Preparación del cáliz al comienzo de la Misa


 Oraciones al pie del altar con el cáliz cubierto sobre el altar

 Canto de la epístola



 "Sursum corda"

 Elevación de la Preciosa Sangre, con la peculiaridad de que el cáliz permanece cubierto

 "Ecce Agnus Dei"

 Luego de la comunión de los fieles, el sacerdote permanece arrodillado mientras un sacerdote asistente guarda el Santísimo en el Tabernáculo


Al final de la Misa, el sacerdote, de rodillas, recita la conmemoración de la Bienaventurada Virgen María

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