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domingo, 23 de enero de 2022

La Iglesia del “ucase” papal

Les ofrecemos hoy un artículo escrito por John Monaco sobre un fenómeno que se viene discutiendo bastante en los sitios católicos ligados al mundo tradicional. Se trata del correcto sentido que tiene el primado del Romano Pontífice y la potestad suprema, plena, inmediata y universal que posee sobre la Iglesia, que puede siempre ejercer libremente. Dicha potestad, considerando su ministerio, está concedida al Papa en cuanto Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal en la tierra, lo que significa que tiene como límites la Revelación y el bien común sobrenatural. Sin embargo, esta verdad acaba eclipsada por la comprensión que se ha impuesto desde el Concilio Vaticano I, que ha exacerbado las tendencias ultramontanas que siempre han estado presentes en la Iglesia. 

John Monaco es estudiante de doctorado en teología en la Universidad Duquesne (Pittsburgh, EE.UU.) e investigador visitante del Veritas Center for Ethics in Public Life de la Universidad Franciscana de Steubenville.

El artículo fue publicado originalmente en Crisis Magazine el pasado 20 enero y ha sido traducido por la Redacción. 

Quien desee profundizar en este tema, puede leer este artículo de "Un padre de familia" y esta reseña sobre un libro de Roberto De Mattei, ambas publicadas en esta bitácora. También recomendamos esta entrada publicada por Caminante Wanderer

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La Iglesia del “ucase” papal*

John Monaco 

En la locura mediática que rodeó la visita del papa Francisco a los Estados Unidos en 2015, un detalle menor se transformó en un tema mayor de comentarios: el minúsculo automóvil del Papa. El Santo Padre fue alabado por su humildad al elegir ser transportado en un Fiat 500L gris oscuro, y hubo hasta alguien que sugirió que esta elección de automóvil era un mensaje medioambientalista.

Sin embargo, en los últimos años, las opiniones del Papa sobre los modelos de automóviles no tiene nada que ver con la preocupación que ha surgido de que la Iglesia católica está siendo reducida a un mero “fiat” papal. Lo que se teme es que, hoy, la Iglesia de Cristo sea la expresión de la voluntad del Santo Padre, moldeada como arcilla por el Papa ceramista, y basada sólo en la persona del Papa. Y luego de las últimas restricciones del rito romano tradicional, el temor no carece de fundamento, ni tampoco de antecedentes.

(Foto: artículo original)

Hay muchos que saben que el Primer Concilio Vaticano (1869-1870) fue el Concilio en que la Iglesia definió la infalibilidad papal, como se dice en la Constitución Pastor Aeternus. Los católicos que han recibido una catequesis básica saben que, según el Concilio Vaticano I, el Papa posee el carisma de la infalibilidad cuando, hablando ex cathedra (“desde la cátedra”), define una doctrina de fe o de moral que debe ser definitivamente creída por toda la Iglesia. El Concilio afirmó, también, que el Papa posee jurisdicción “plena, inmediata y universal” sobre la Iglesia, confirmando que la Iglesia no es una democracia y que los obispos -individual o colectivamente- no tienen poder sobre el Papa.

El Concilio fue un ejercitarse los músculos papales frente a un mundo cada vez más secularizado, y muchas de las afirmaciones del Vaticano I constituyeron una reacción contra los movimientos que desafiaban la autoridad católica y papal.

Hoy, igual que durante el Primer Concilio Vaticano, existe una variedad de opiniones católicas sobre el papado. Existen los hiper-papalistas maximalistas, que creen que el Papa no puede errar jamás, incluso en su magisterio ordinario. La distinción entre la infalibilidad papal y la autoridad papal es materia de confusión hasta el punto de que se dice que cada palabra, entrevista aérea o audiencia de los miércoles, goza de la divina protección del Espíritu Santo.

Estos hiper-papalistas maximalistas son los hijos espirituales de los laicos ultramontanos del siglo XIX, como Louis Veuillot y William G. Ward, de los cuales este último creía que la infalibilidad papal se extiende no sólo a las definiciones doctrinales, concretas, formales, sino a todos los documentos papales, a las instrucciones disciplinares, y a los decretos de las Congregaciones Romanas que lleven la firma del Papa o hayan sido aprobadas por él. Seguramente el cardenal Henry Edward Manning, un converso del anglicanismo, fue uno de los ultramontanos más influyentes en el Concilio. Aunque con más matices que Veuillot o Ward, Manning creía, sin embargo, que se requería una definición en lo concerniente a las “verdades de la ciencia, de la historia, o a hechos dogmáticos [por ejemplo, canonizaciones] y censuras menores”, a las cuales la infalibilidad se aplicaba también.

Hoy existen asimismo, aunque en menor número, los minimalistas papales. Hasta el presente papado, estos teólogos normalmente oponían resistencia al magisterio papal, y preferían insistir en una errónea comprensión de “el sentir de los fieles”. La vociferante reacción contra la Humanae Vitae de Pablo VI es un excelente ejemplo de esto (irónicamente, los que cuestionaban la autoridad docente en tiempos de Juan Pablo II y de Benedicto XVI se han vuelto decididamente menos minimalistas con el papa Francisco).

En el Vaticano I, los minimalistas papales, que se oponían a la definición de la infalibilidad papal por motivos doctrinales o pastorales, constituyeron una posición minoritaria. Johann Joseph Ignaz von Döllinger, profesor alemán de historia de la Universidad de Múnich, fue uno de los miembros más locuaces de este grupo minoritario. Originario de un grupo ultramontano, luego de una visita a Roma y de una entrevista con el Papa en 1857, abandonó el ultramontanismo al darse cuenta de que Pío IX se consideraba a sí mismo como suprema autoridad en todas las cosas. Como historiador, Döllinger sabía muy bien que en la Iglesia primitiva el Papa ciertamente tenía la primacía, pero no se lo consideraba padre hasta el punto de que todos los demás patriarcas y obispos fueran sus hijos.

El obispo Edward Fitzgerald, de Little Rock, Arkansas, fue uno de los únicos dos que votaron contra Pastor Aeternus. Fitzgerald creía en la primacía papal, pero pensaba que la definición iba a ser un tropiezo para la conversión de los protestantes estadounidenses a la fe católica. En los tiempos actuales, el más notable de los minimalistas papales fue el recientemente fallecido teólogo suizo Hans Küng, quien rechazaba por principio la infalibilidad papal, y creía que las declaraciones de la Iglesia sobre la fe podían de hecho contener errores. Aunque su caso es extremo, las ideas de Küng han encontrado tierra fértil en círculos protestantes e incluso ortodoxos.

(Imagen: Infovaticana)

Así pues, ¿dónde encontrar la verdadera enseñanza sobre el papado? En realidad, ni entre los maximalistas papales ni entre los minimalistas. Si echamos mano del justo medio de Aristóteles como instrumento, podemos decir que la virtud está entre los dos extremos y que, por tanto, ahí está la verdad. El Papa tiene una primacía que no es puramente honorífica, sino que tiene, en verdad, responsabilidades jurisdiccionales y magisteriales.

Constituye un crimen contra la sana teología tratar al Papa como un “super obispo” que sería el único miembro necesario de la Iglesia militante. El Papa no es un mero obispo entre los demás obispos; es verdaderamente el sucesor de San Pedro y el principal custodio a quien está confiada la Iglesia. Pero, una vez afirmado esto, la debida relación entre el Papa y los demás obispos es ser el hermano mayor que media en las disputas, no el padre que mira a los demás obispos como sus hijos. 

El papado no es objeto de la fe de la Iglesia pero, de algún modo, se puede hablar de “verdadera devoción a la Cátedra de San Pedro” sin incurrir en papolatría. Como incluso algunos estudiosos ortodoxos lo admiten, existe una auténtica necesidad de primacía como la que encontramos en la Iglesia católica, e incluso la infaliblidad “no es ofensiva” cuando se la entiende correctamente. El papado es un elemento esencial para la Iglesia, fue divinamente instituido y no puede ser eliminado como un mero accidente histórico. Los maximalistas papales se equivocan cuando exaltan el papado hasta alturas idolátricas, y los minimalistas papales yerran cuando disminuyen la significación del oficio petrino.

El papado de Francisco está, en muchas maneras, caracterizado por las contradicciones. Se ha hablado mucho de la “sinodalidad” y de la “descentralización” de la Iglesia, y mucho se ha hecho para centralizar el poder del Vaticano sobre los obispos locales. Francisco ha hecho llamados en pro de una Iglesia más “universal” y más global, pero en la Basílica de San Pedro se ha puesto en general fuera de la ley el latín en la liturgia (tanto en el usus antiquior como en el usus recentior), suprimiendo todo sentido a una lengua “universal” en la Iglesia más icónica del catolicismo. 

Francisco clama por una “Iglesia pobre para los pobres”, pero continúa con la moda de viajes papales multimillonarios, cuyo costo cae en gran parte sobre las diócesis que visita, cualesquiera sean ellas. Incluso llega hasta el punto de predicar sobre lo malo que es juzgar a los demás, pero se queja en sus encíclicas de los “neopelagianos prometeicos centrados en sí mismos”; lamenta la basa tasa de nacimientos en Italia y Europa en general, pero critica a las mujeres que tienen ocho hijos o más

Y, por cierto, la contradicción mayor del pontificado de Francisco es la siguiente: el Papa que se ha hecho famoso por hablar de la necesidad de “misericordia” y de “acompañamiento”, no muestra ninguna de ambas cosas a los católicos que adhieren a la Misa tradicional. El mismo Papa que es conocido por llamar a la Iglesia “hospital de campaña”, apoya la “ghettoización” de los católicos que asisten a dicha Misa, y los excluye incluso de la familia parroquial. Y éstas son sólo unas pocas de las contradicciones.  

El papa Francisco ha revisado el Catecismo para cambiar la enseñanza de la Iglesia sobre la pena capital, y las únicas notas al pie que se agregó provienen de sus propios escritos. El papa Francisco revisó también la enseñanza de la Iglesia para que los adúlteros públicos puedan recibir la Comunión, y no obstante conflictos en las interpretaciones de Amoris Laetitia, el Santo Padre declaró “correcta” la interpretación hecha por los obispos de Buenos Aires, incluyéndola en las Acta Apostolicae Sedis. También declaró que vacunarse contra el COVID-19 es “un acto de amor” y sugirió que es “una obligación moral”. Por tanto, las universidades católicas no dan a los estudiantes católicos una eximición religiosa de la vacunación, porque el Papa mismo se vacunó y promueve hacerlo. El papa Francisco apoya las uniones civiles de parejas del mismo sexo, a pesar de que la Congregación para la Doctrina de la Fe, en carta de 2003, rechazó la idea. Y la lista continúa.

Para el ojo poco acostumbrado, pareciera que la Iglesia católica no es más que un “fiat” papal: lo que el Papa manda, es ley, y a medida que habla, el Papa crea la verdad. Esto, por cierto, es un error; pero en una Iglesia centrada en el Papa, en que cada palabra suya es difundida a billones de personas cada día, la eclesiología padece de distorsiones. La imagen del papa Francisco está en los sitios web de todas las parroquias, muchos de los cuales ni siquiera mencionan al obispo local. No es para sorprenderse, pues, que la Iglesia que considera al Papa como un oráculo divino abandone, de un día para otro, todo lo que en la Iglesia tuvo lugar con anterioridad al Papa en ejercicio, si éste lo desea así. Basta con que éste diga “hágase”, para que los funcionarios burocráticos de la Iglesia se encarguen de que así sea.

Sesión inaugural del Concilio Vaticano Primero (8 de diciembre de 1869) 
(Imagen: Wikicommons)

La “Iglesia del ucase papal” es un fraude y una falsa Iglesia. Una que gira en torno a una noción enferma y destructiva del Papa y de su misión. ¿Cuál es la respuesta correcta a un papado controversial? Me imagino que se podría simplemente ignorar al Papa, aunque semejante cosa sería mucho más fácil en un mundo no globalizado, no digital. Se podría dedicar un proyecto completo a defender cada palabra pronunciada por el Papa, desde entrevistas aéreas a encíclicas, pero, sin contar con que ello sería agotador, plantearía sus propios problemas. Por ejemplo, ¿qué ocurrirá si un futuro papa contradice a Francisco? ¿Hasta dónde se puede estirar la “hermenéutica de la continuidad” antes de que se corte? Con todo, otra respuesta podría ser la disminución del papado y de su importancia en la vida de la Iglesia, como lo tienden a hacer los ortodoxos y los protestantes.

Pero el problema en la Iglesia no es el papado en sí mismo, sino los graves errores que inciden en la comprensión popular del mismo. No es necesario que los católicos abandonen el papado a fin de lograr paz en la actual crisis pontifical. Todo lo que se requiere es una “conversión del papado”, que abandone la concepción idolátrica del mismo y se aproxime a la comprensión del papa como un servidor de la tradición, y no su creador.

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* Nota de la Redacción: Un ucase (en ruso, указ, ukaz, a veces transliterado como ukaz, ukás o ukase) en la Rusia imperial era una proclamación del zar, del gobierno o de un líder religioso (patriarca) que tenía fuerza de ley. En la terminología de derecho romano, ucase equivaldría a un "edicto o decreto" del emperador (fuente: Wikipedia).

2 comentarios:

  1. Me presento: soy un lector chileno, que ha descubierto este blog hace poco tiempo, pero lo visito con frecuencia, particularmente porque me atraen los temas litúrgicos, y porque este blog ofrece contenidos que no suelen encontrarse en otros, en razón de que son frecuentes las traducciones de artículos originalmente escritos en otros idiomas. Artículos que parecen serios, argumentados, que son vertidos por ustedes al español en pulcra edición.
    Sin embargo, para sentirme más o menos "en sintonía" con la línea editorial del blog, o, dicho de otro modo, para comprender mejor cuál es el pensamiento de base que anima al blog, quisiera hacerles una pregunta muy simple, que quizás pudiera dar origen a otras, que les formularía ulteriormente.
    En la presentación de este artículo se dice al principio:
    "Les ofrecemos hoy un artículo escrito por John Monaco sobre un fenómeno que se viene discutiendo bastante en los sitios católicos ligados al mundo tradicional."
    Mi pregunta es muy sencilla, por lo que supongo que la respuesta podría ser muy sencilla, pero quisiera conocerla. Mi pregunta es: ¿qué entiende este blog por "mundo tradicional"?
    Gracias, por adelantado, por el favor de responderme.

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    1. Estimado Fernando: Muchas gracias por leernos y por el interés en lo que publicamos. La respuesta a su pregunta también es sencilla y se desprende de las casi mil entradas que hemos publicado en el blog, en especial de un recuento que se hace en una entrada a la que puede acceder desde la barra derecha y que se llama, precisamente, "Panorama del mundo tradicional". Esta expresión engloba a todos quienes quieren vivir la fe católica conforme a la enseñanza doctrinal y los ritos que son reflejo de un desarrollo orgánico de los siglos. En nuestro caso como asociación, hemos pertenecido a la Federación Internacional Una Voce desde su creación, que es una asociación de fieles de derecho pontificio. Encantado de responder a sus preguntas. Saludos.

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