viernes, 28 de noviembre de 2014

Los ornamentos del celebrante: vestiduras e insignias litúrgicas

Salvo en lo que atañe a la conveniencia de un vestuario especial para el servicio del culto, el origen de las vestiduras sagradas utilizadas por la Iglesia no debe buscarse en aquellos vestidos prescritos por Moisés y usados en el templo judío. 

Las actuales vestiduras sagradas derivan del antiguo traje civil greco-romano. El mismo tipo de vestidos que usaba entonces la población civil en su vida social se utilizó también en la celebración de los actos litúrgicos de los primeros tiempos del cristianismo. Aunque no existen testimonios explícitos de los primeros siglos a este propósito, ellas pueden ser suplidas con las pruebas monumentales que suministran las pinturas de las catacumbas. Ahí los ministros son representados durante la celebración del culto con la misma vestimenta que lleva el común de los ciudadanos romanos. Esta identidad del traje civil y litúrgico se mantuvo en la Iglesia por espacio de varios siglos, incluso después de la paz constantiniana (313), como se desprende de múltiples testimonios. 

Pintura en las catacumbas romana

A semejanza de la indumentaria romana, las vestiduras litúrgicas que, salvo pequeñas transformaciones, se derivan de aquélla, pueden dividirse en interiores y exteriores. Son vestiduras interiores: (i) el amito; (ii) el alba con el cíngulo; (iii) el roquete; y (iv) la sobrepelliz. Son vestiduras exteriores, por su parte, (i) la casulla; (ii) la dalmática y la tunicela; (iii) la capa pluvial; y (iv) el velo humeral. 

Como complemento de estas vestiduras, existen varias insignias o señales de la autoridad que invisten los ministros sagrados que la portan. Ellas pueden dividirse en mayores y menores. Son insignias mayores: (i) el manípulo; (ii) la estola; (iii) el palio; y (iv) el superhumeral. Como insignias menores comparecen: (i) la mitra; (ii) el báculo; (iii) el anillo; y (iv) la cruz pectoral.

De momento, en futuras entradas, sólo trataremos de las vestiduras sagradas y de las dos primeras insignias mayores (el manípulo y la estola), dado que son las de más frecuente uso, reservando las demás para otra ocasión.

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