miércoles, 31 de marzo de 2021

Domingo de Ramos

Miniatura de Evangeliario de Ada
(Imagen: Wikicommons) 

El texto del Evangelio que se lee hoy en la Misa es la Pasión según San Mateo, continuando el resto de la Semana Santa con la lectura de la versión que ofrecen los demás Evangelistas. En el Tercer Nocturno de Maitines de este día, el texto del Evangelio, que muchos Padres han comentado, es el siguiente (Mt 21, 1-9):

“Cuando próximos ya a Jerusalén, llegaron a Betfagé, junto al Monte de los Olivos, envió Jesús a dos discípulos diciéndoles: Id a la aldea que está al frente, y luego encontraréis una borrica atada y, con ella, el pollino; soltadlos y traédmelos, y si algo os dijeren, diréis: El Señor los necesita, y al instante los dejarán. Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por el profeta: 'Decid a la hija de Sión: He aquí que tu rey viene a ti, manso y montado sobre un asno, sobre un pollino hijo de una bestia de carga'. Fueron los discípulos e hicieron como les había mandado Jesús; y trajeron la borrica y el pollino, y pusieron sobre ellos los mantos, y encima de ellos montó Jesús. Los más de entre la turba desplegaban sus mantos por el camino, mientras que otros, cortando ramos de árboles, los extendían por la calzada. La multitud que le precedía y la que le seguía gritaba, diciendo: '¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas'”.

 ***

Dom Guéranger, en El año litúrgico, comenta así este pasaje:

“Dos discípulos aparejan al pollino con sus vestidos; Jesús entonces, viendo realizar el vaticinio del profeta, monta sobre el animal y se prepara de este modo a entrar en la ciudad. Mientras tanto en Jerusalén corre el rumor de que Jesús se aproxima. Inspirados por el Espíritu divino la turba de judíos de toda Palestina, reunidos en la ciudad para celebrar en ella la Pascua, sale a recibirle con palmas y gritos clamorosos. El cortejo que iba acompañando a Jesús desde Betania, se confunde con esta multitud ferviente de entusiasmo; unos tienden sus vestidos por el camino, otros enarbolan ramos de palmera a su paso. Resuena el grito de "Hosanna" y recorre la ciudad la noticia de que Jesús, hijo de David, entra en ella como Rey.

“Así fue cómo Dios, ejerciendo su poder sobre los corazones, preparó, en la ciudad en que pocos días después sería pedida su sangre a gritos, un triunfo para su Hijo. Este día Jesús tuvo un momento de gloria y la Iglesia quiere que renovemos cada año el recuerdo de este triunfo del Hijo del hombre. Cuando nacía el Emmanuel, vimos llegar del lejano oriente a Jerusalén a los Magos en busca del Rey de los judíos, para adorarle y ofrecerle sus presentes; hoy es la misma Jerusalén la que sale a recibirle. Ambos acontecimientos tienen un mismo fin: reconocer a Jesucristo como Rey; el primero por parte de los gentiles, el segundo por parte de los judíos. Era menester que el Hijo de Dios recibiese ambos tributos antes de su Pasión. La inscripción que Pilatos pondrá dentro de poco sobre la cabeza del Redentor: Jesús Nazareno, Rey de los judíos, será el carácter indispensable de su mesianismo. Inútiles serán los esfuerzos de los enemigos de Jesús para cambiar los términos de lo escrito; no lograrán su fin. "Lo que he escrito, escrito está", respondió el gobernador romano. Su mano confirmó, sin saberlo, las profecías. Israel proclama hoy a Jesús por su Rey; bien pronto será dispersado en castigo de su perjurio; pero ese Jesús, a quien ha proclamado, permanecerá siempre Rey. De este modo se cumplió a la letra aquel mensaje del Ángel que dijo a María anunciándole la grandeza del hijo que iba a concebir: "El Señor le dará el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob eternamente". Jesús comienza en este día su reinado sobre la tierra; y como el primer Israel va a sustraerse de su cetro, un nuevo Israel, nacido del resto fiel del antiguo, va a nacer, formado de gentes de todas las partes del mundo, y ofrecerá a Cristo el imperio más extenso que jamás ha ambicionado un conquistador.

“Tal es el misterio glorioso de este día en medio del duelo de la Semana de Pasión. La Iglesia quiere que nuestros corazones se desahoguen en un momento de alegría en el que saludamos a Jesús como Rey. Ha organizado la liturgia de este día de tal forma que encierre en sí juntamente alegría y tristeza; la alegría al unirse a las aclamaciones con que resonó la ciudad de David; la tristeza volviendo en seguida al curso de sus gemidos por los dolores de su Esposo divino”.

Y agrega San Ambrosio, comentando esta entrada de Jesús y su subida al templo:

“Sube Jesús al templo, tras abandonar a los judíos, aquel Señor que había de habitar en los corazones de los gentiles. El verdadero templo es aquel en el cual el Señor es adorado en espíritu, que está constituido por el encadenamiento de las verdades de la fe. El Señor abandona a los judíos que le odiaban, y escoge a los gentiles que iban a amarlo. Sube el Monte de los Olivos para plantar con su virtud divina estos nuevos retoños de olivo que tienen por madre a la Jerusalén celestial. En este monte está Él, celestial agricultor, para que cuantos se hallan plantados en la casa de Dios puedan decir, con el Salmo: “Yo soy como olivo fructífero, plantado en la casa del Señor”.

“Aquel monte significa a Cristo… Él es aquel por quien subimos y hacia quien subimos. Es el camino, es la puerta que se abre y quien la abre; donde llaman los que quieren entrar, y el Dios a quien adoran los que merecen entrar”.

Hoy es un día de gloria para Jesús. Y lo es también para nosotros: siendo gentiles, hemos sido llamados para ocupar el lugar de los judíos que, habiendo sido los primeros llamados por Dios, lo abandonaron después.

Pedro de Orrente Jumilla, Entrada de Jesús en Jerusalén, 1620, Museo del Ermitage (Rusia)

viernes, 26 de marzo de 2021

Sitio web dedicado a S.E.R. Francisco Valdés Subercaseaux

Tenemos el agrado de comunicar la publicación de un sitio web dedicado a la vida y obra de S.E.R. Francisco Valdés Subercaseaux (1908-1982), cuyo proceso de canonización se encuentra en curso desde 1998. El 7 de noviembre de 2014 fueron reconocidas sus virtudes heroicas y declarado venerable.  

Monseñor Francisco Valdés fue el primer misionero capuchino chileno, párroco de Pucón y el primer obispo de Osorno. Su vida fue una manifestación de fe, amor y confianza en el Señor, marcada por un amor ardiente a la Iglesia y a los hombres según la espiritualidad franciscana. Llevó la luz del Evangelio de Cristo hasta los lugares más remotos de su amada Araucanía, y entregó sin reservas cada momento de su vida para aliviar a los que sufren cualquier tipo de miseria moral o material. Artífice de la paz entre Chile y Argentina, a su intervención se debe que ambos países sometieran al arbitraje de la Santa Sede el litigio austral que los tuvo al borde de la guerra en 1978.

El sitio está muy bien diseñado y contiene una completísima información acerca de la persona y ministerio del venerable siervo de Dios, incluyendo enlaces a textos digitalizados tanto de su autoría como de terceros. Entre ellos se cuenta "Concilio y música sagrada" (1966).

A S.E.R. Francisco Valdés Subercaseaux dedicamos en su un día una entrada en esta bitácora. Hay que recordar que en los años posteriores al Concilio Vaticano II se desempeñó como encargado del canto sagrado en la Conferencia Episcopal chilena. En esa calidad fue monseñor Valdés quien dio a nuestra naciente Asociación la primera autorización oficial para celebrar Misas con cantos en latín.

miércoles, 24 de marzo de 2021

Domingo de Pasión

Miniatura de Evangeliario de Ada
(Imagen: Wikicommons) 

El texto del Evangelio de hoy es el siguiente (Jn 8, 46-59):

“En aquel tiempo, decía Jesús a las turbas de los judíos: ¿Quién de vosotros me convencerá de pecado? Si os digo la verdad, ¿por qué no me creéis? El que es de Dios, oye las palabras de Dios. Por eso vosotros no las oís, porque no sois de Dios. Los judíos respondieron: ¿No decimos bien que eres un Samaritano y que estás endemoniado? Jesús respondió: Yo no estoy poseído del demonio, sino que honro a mi Padre y vosotros me habéis deshonrado a Mí. Pero Yo no busco mi gloria; hay quien la promueva y la vindique. En verdad, en verdad os digo: que quien observare mi doctrina, no morirá jamás. Los judíos le dijeron: Ahora conocemos que estás poseído del algún demonio. Abraham murió y los Profetas, y tú dices: Quien observare mi doctrina no morirá eternamente. ¿Por ventura eres mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió, y que los Profetas, que también murieron? Tú ¿por quién te tienes? Jesús les respondió: Si Yo me glorifico a Mí mismo, mi gloria nada vale; mi Padre es el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios, y no lo conocéis; mientras que Yo lo conozco. Y si dijese que no lo conozco, sería tan mentiroso como vosotros. Mas lo conozco y observo sus palabras. Abraham, vuestro Padre, deseó con ansia ver mi día; lo vio y gozó mucho. Y los judíos le dijeron: Aún no tienes cincuenta años y ¿has visto a Abraham? Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo, que antes de que Abraham fuera creado, Yo soy. Tomaron entonces piedras para lanzárselas; mas Jesús se escondió y salió del Templo”.

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La liturgia de estos últimos días antes de Semana Santa nos lee especialmente el Evangelio de San Juan, que es quien nos informa de los dramáticos enfrentamientos finales de Jesús con los incrédulos judíos. La intensidad de los diálogos, la gravedad de lo que en ellos se discute, los peligros cada vez más claros y abiertos en que se va poniendo Jesús alcanzan en el presente domingo una cumbre final, después de la cual ya no se alivia la tensión y no viene otra cosa que el desenlace atroz de la Pasión y Muerte del Señor, que el diablo tendrá (“burlador burlado”) como su triunfo, cuando no será más que su definitiva derrota y condenación.

Termina el texto de hoy con la declaración solemne del Señor: “Yo soy”. Es la declaración de su identidad que Dios dio a Moisés en la zarza ardiente: “Yo soy el que soy”. Es una formulación que, considerada desde la filosofía, resulta incomprensible para la época en que se la escribió en el Antiguo Testamento, cuando faltaban muchos siglos todavía para que surgiera la gran filosofía griega. La densidad inefable de ese “Yo soy” sólo algunos grandes pensadores del siglo XX, como Heidegger, se han acercado a meramente vislumbrar, sin poder hacer más que eso. Y es ésta la declaración que Jesús hará a los judíos por última vez en el momento supremo en que van a detenerlo en el Getsemaní: “Yo soy”. También es San Juan quien nos cuenta que al oír esta declaración tremenda, los judíos retrocedieron y cayeron de espaldas, como al impulso de una fuerza irresistible, como empujados por un instante de omnipotencia divina. Los judíos reconocieron, en el texto de hoy, lo que ese “Yo soy” quería decir: “Yo soy Dios”. Y cogieron piedras para matar a quien ellos creyeron blasfemo. Y el diablo, en el Getsemaní, no habrá tampoco tenido ya más dudas; pero viendo cómo Jesús era clavado en la cruz, habrá creído asegurada su victoria, sin sospechar que quedaba sellada su derrota: “La obra de nuestra salvación ya había previsto este orden: que el arte del maligno traidor fuera vencida por el arte divina, y que el remedio nos viniese por el mismo instrumento por el que el enemigo nos había herido” (himno Pange Lingua). Por el árbol de la ciencia del bien y del mal vino nuestra perdición; por el árbol de la Cruz, vino nuestra salvación. ¡Cómo Dios sabe sacar bien del mal! ¡Cómo su sabiduría derrotó en su propia arena a la astucia del Malo!

Nuestra meditación de la Pasión del Señor, que haremos todos estos días, debiera inflamarse de horror y de gratitud al considerar Quién es la Víctima que va camino a una muerte inmerecida, para que no caigamos nosotros en la muerte merecida. “Yo soy” ha tomado sobre sí nuestro pecado y se encamina a comprarnos a ese Malo que nos tenía aprisionados entre los suyos: “Yo soy“ va a comprarnos, a re-comprarnos (que es el sentido etimológico de “redimirnos”) pagando, como precio, su propia vida humana. ¡No habría aceptado ese precio el Malo si hubiera sabido cuál iba a ser el resultado del negocio, es decir, la pérdida de los hombres que tenía en su poder! ¡No se hubiera regocijado con aquella muerte! Pero el arte divino había de vencer al arte diabólico en su propia lid: el diablo pagó con treinta monedas para que “Yo soy” cayera en sus manos; pero “Yo soy” pagó con su vida esta mercancía que somos nosotros, arrancándonos para siempre de las manos diabólicas que nos poseían.

Si bien el sentimiento de máxima humildad es lo primero que sentiremos estos días ante la grandeza de “Yo soy”, ojalá prevaleciera otro: el de la alegría de que el arte divino haya vencido al arte diabólico. Porque, al fin, cantaremos en la Vigilia de Pascua: ¡Feliz culpa, que nos mereció tan grande Re-comprador!     

Jesús y los fariseos

sábado, 20 de marzo de 2021

FIUV 30: La participación de los niños en la forma extraordinaria

En una entrada anterior explicamos nuestro propósito de traducir los Position Papers sobre el Misal de 1962 que desde hace algún tiempo viene preparando la Federación Internacional Una Voce, de la cual nuestra Asociación es capítulo chileno desde su creación en 1966. 

En esta ocasión les ofrecemos la traducción del Position Paper 30 y que versa sobre la participación de los niños en la forma extraordinaria, cuyo original en inglés se puede consultar aquí. Dicho texto fue preparado en el mes de diciembre de 2016. Para facilitar su lectura hemos agregado un título (Texto) para separar su contenido del resumen (Abstract) que lo precede. 

Cabe recordar que en su día dedicamos una entrada de esta bitácora al significado que tiene la Misa de siempre para los niños. 


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La participación de los niños en la forma extraordinaria

Resumen

Dado que la forma extraordinaria atrae a muchas familias jóvenes, a menudo sus celebraciones se caracterizan por la presencia de muchos niños. La forma extraordinaria no puede ser adaptada a los niños del mismo modo en que lo es, a veces, la forma ordinaria, pero tiene, sobre ésta, ciertas ventajas en relación con los niños, especialmente su uso de formas no verbales de comunicación, la predictibilidad de sus ritos, y la relativa informalidad de los fieles durante la Misa. La poderosa impresión que causan en los niños las ceremonias solemnes y expresivas tienen un antecedente en las experiencias de los niños en las Escrituras, cuando asistían a la lectura solemne de la Ley, o eran bendecidos por el Señor, y cuando proclamaron su realeza en su entrada a Jerusalén. Todo esto denota también el valor objetivo que, para los niños, tiene la liturgia, comprendidas las muchas bendiciones que ésta da a los fieles. Sobre todo, una experiencia sólida de la liturgia, con los adultos que proporcionan un modelo de adecuado compromiso, es una “escuela de oración” tanto para los niños como para los adultos.

Los comentarios a este texto pueden enviarse a positio@fiuv.

(Foto: Oklahoman)

Texto

Introducción.   

1. Puesto que la liturgia es tanto la “fuente” como la “cumbre” de la vida cristiana[1], es un medio indispensable , así como también un punto de llegada, en la tarea de atraer a los jóvenes hacia una realización plena de su vocación cristiana. Este documento se propone explicar que la forma extraordinaria tiene un valor especial en esta tarea, como lo muestra la experiencia no sólo de las generaciones pasadas, sino también la de los católicos que adhieren hoy a esta forma, cuyas familias, como lo ha dicho el cardenal Darío Castrillón, “son frecuentemente enriquecidas por muchos niños”[2].

2. El Directorio para las Misas con niños (1973) de la Congregación del Culto Divino, que ha tenido mucha influencia, dice: “En la educación de los niños en la Iglesia surge una especial dificultad por el hecho de que las celebraciones litúrgicas, especialmente la Eucaristía, no pueden desplegar su inherente fuerza pedagógica sobre los niños. Aunque se use ahora el vernáculo en la Misa, las palabras y signos no han sido suficientemente adaptados a la capacidad de los niños. De hecho, incluso en la vida cotidiana los niños no siempre comprenden todas sus experiencias con los adultos; por el contrario, las encuentran aburridas. No se puede, por tanto, esperar de la liturgia que todo en ella sea inteligible para aquellos. No obstante, existe el temor de un daño espiritual si, a lo largo de los años, los niños experimentan en la Iglesia cosas que son apenas comprensibles, ya que un estudio psicológico ha comprobado cuán profundamente se forman los niños con las experiencias religiosas de la infancia y de la primera niñez debido a la particular receptividad religiosas propia de esos años”[3].

3. El Directorio propone, especialmente, la adaptación a los niños de los textos litúrgicos y el énfasis en los “valores humanos”[4] más que en las realidades sobrenaturales. Tales adaptaciones no son posibles en la forma extraordinaria, y argüiremos aquí que ella puede superar el problema de otros modos.


Los niños y la comunicación verbal.

4. La forma extraordinaria no es un rito que esté diseñado para ser comprensible verbalmente y que, en el caso de los niños, falla en este aspecto. Más bien, es un rito que no tiene como primer objetivo la comprensión verbal.

5. Así, el Canon en silencio lleva a cabo una comunicación no-verbal a los fieles, de un modo especialmente poderoso[5]. Aunque es verdad que, como lo advierte el Directorio, los niños carecen de experiencia en la interpretación de los “signos” usados en la liturgia, la atmósfera que crea el Canon silencioso, junto con los gestos del sacerdote, con el uso del incienso y de las campanillas, y con la respuesta de los demás fieles a todo esto, está, como colección de signos, magníficamente adecuada para la transmisión, incluso a los niños muy pequeños, de la solemnidad, sacralidad e importancia de lo que está teniendo lugar.

6. La forma extraordinaria, tomada en su conjunto y especialmente cuando se la celebra en sus formas más solemnes, idealmente en una iglesia decorada al modo tradicional, acompañada de música sagrada bien ejecutada, es una experiencia inmensamente rica, atractiva, atmosférica y cargada de símbolos que apelan a todos los sentidos.

7. El que la forma extraordinaria dé precedencia a formas no verbales de comunicación la hace más accesible a los niños y, en general, a quienes tienen menos educación. Todos ellos, por supuesto, tienen mucho que aprender sobre liturgia mediante una catequesis litúrgica formal o informal, pero, en el contexto de la forma extraordinaria, el poder de las ceremonias para comunicar se vería disminuido, no aumentado, si se las simplificara o se las sometiera a comentarios ex tempore. Como aconsejaba la teórica católica de la educación María Montessori, “la enseñanza de la Misa no debe mezclarse con la participación en ella”[6].


La transmisión de realidad sobrenaturales.

8. Analizando el tema de los valores humanos y cristianos, el Directorio trata de evitar el aburrimiento de la incomprensión[7] atrayendo la atención de los niños hacia temas que pueden entender más fácilmente. Sin embargo, la experiencia revela otro peligro: el aburrimiento que surge de la banalidad. Lo más atractivo para los niños es lo que despierta la curiosidad: como en los tradicionales cuentos infantiles, debiera existir algo cuya profundidad supere lo que es inmediatamente comprensible, algo que prometa una mayor comprensión si se lo mira con atención. Además de lo dicho en el numeral anterior, “comprensión” debe separarse aquí de la idea de “ser capaz de articular”, ya que muchas de nuestras experiencias más importantes son aquéllas que no pueden ser articuladas, o no pueden serlo totalmente. Como ha escrito Louis Bouyer: “el propósito principal de la liturgia no es enseñarnos esta lección o aquélla convertidas fácilmente en fórmulas mnemotécnicas, sino poner a los fieles, sin que éstos sepan cómo, en cierto estado espiritual que sería perfectamente inútil tratar de recrear mediante su explicación”[8].

9. Estas observaciones nos ayudan a imaginar cómo habrán sido las experiencias litúrgicas o paralitúrgicas en que se incluía a los niños en las Escrituras: las experiencias de asistir a la solemne lectura de la Ley[9], o las penitencias públicas[10], o a las bendiciones que les daba el Señor[11], o la de proclamar su realeza en su entrada a Jerusalén[12].

10. Aquellos niños no habrían podido exponer el significado teológico de tales experiencias, pero lo entendieron al nivel apropiado a su edad gracias a la “especial receptividad religiosa” a que alude el Directorio. Absorbieron la tremenda solemnidad propia de la Ley, la sinceridad de la penitencia, la gran santidad de Cristo y el amor que les tenía cuando “los abrazaba… y los bendecía”, y el gozo y esperanza escatológicos de Su entrada en Jerusalén.


11. La asimilación de estas ideas tuvo en ellos un gran potencial transformador. No sólo defiende el Señor la participación de los niños en los ejemplos del Nuevo Testamento, sino que los considera como ejemplo de quienes reciben el Reino y como instrumentos de Dios en la proclamación del Salvador[13].

12. Estas experiencias constituyen un paralelo de las experiencias litúrgicas de los niños que hoy asisten a la forma extraordinaria. Conviene recordar lo dicho por Jun Pablo II sobre el uso del latín, que “por su carácter dignificado produce un profundo sentido del misterio Eucarístico”[14]. Este sentido ciertamente no queda restringido sólo a los fieles adultos.

13. Las experiencias mencionadas sirven también para responder a la cuestión de si no sería mejor no llevar los niños pequeños a la iglesia[15], como ha sido la práctica en ciertos períodos históricos[16]. Los niños reciben gracias por su contemplación de la liturgia y también por las oraciones ante el Santísimo Sacramento, por las comuniones espirituales, el uso del agua bendita, la ocasional veneración de reliquias después de la Misa, las muchas bendiciones que forman parte de la liturgia[17], y por la experiencia de estar en un edificio consagrado con sus imágenes devotas bendecidas.


La formalidad e informalidad en la liturgia.

14. Un importante contraste entre las formas ordinaria y extraordinaria es el papel de la formalidad en ellas. En la forma extraordinaria se da una gran formalidad en todo lo que tiene lugar en el presbiterio, pero el comportamiento de los fieles no está sometido a normas obligatorias respecto a la postura corporal; las respuestas que tienen que pronunciar son muy pocas y, como lo reiteraba Pío XII[18], son libres de decir sus propias oraciones.

15. La forma ordinaria, especialmente la que es presentada a los niños, permite muchas opciones y cierto grado de espontaneidad en las palabras y las acciones, pero a menudo se hacen esfuerzos para imponer a los fieles una estructura más compleja de comportamiento, con detalladas instrucciones sobre las posturas físicas, sobre una gran cantidad de respuestas y aun sobre los gestos.

16. La naturaleza estructurada y predictible de los textos y ceremonias de la forma extraordinaria facilita la familiarización con ceremonias que son, en sí mismas, profundamente expresivas y dramáticas. La relativa informalidad de los fieles en la nave, en cambio, es menos exigente en materia de comportamiento, especialmente de los niños pequeños, que no necesitan ser obligados a realizar muchas acciones que quizá no comprenden, ni ser interrumpidos en su involucramiento, más lleno de sentido, en la liturgia.


Conclusión.

17. Los fieles adeptos de la forma extraordinaria están, en general, muy conscientes de su obligación de asegurarse de que sus hijos reciban una adecuada catequesis[19], que incluye oportunas explicaciones de la liturgia, y de mantener la práctica de las oraciones en familia, que sirve de preparación, tanto espiritual como práctica, para la liturgia debido a que inculca hábitos de concentración y sosiego.

18. Sin embargo, las explicaciones de la liturgia tienen poco valor sin una continua asistencia a ella, y es la liturgia misma la que tiene el poder de transformar a nuestros hijos en cuanto suprema “escuela de oración”[20], tiempo especial de gracias y en cuanto reflejo de la eterna liturgia del cielo.

19. Se ha observado a menudo que los niños parecen más inclinados al sosiego -ya se trate de niños muy chicos que juegan silenciosamente mientras transcurre la Misa, ya de niños mayores que asisten a ella- en el caso de la forma extraordinaria. Esto puede advertirse en el caso de niños pequeños que asisten a ella por primera vez. Lo cual no debiera sorprender, ya que los niños pequeños no entienden fácilmente la necesidad de estar sosegados en un ambiente que, en sí mismo, no es tranquilo.

20. Por esta razón, retirar a los niños de una parte de la Misa para que asistan a una “liturgia de los niños” paralitúrgica es cosa ajena a la forma extraordinaria[21]. El ideal es, por el contrario, que los niños absorban la liturgia y vean a los adultos que conocen y respetan (ojalá sus propios padres) asistir a ella, como modelos que deben imitar. Esto sirve también para subrayar la idea, esencial para que los niños retengan el interés a medida que crecen, que la liturgia no es algo que se deja atrás cuando uno se acerca a la adultez, sino que es una actividad de adultos.

21. El éxito de la forma extraordinaria en relación a los niños es, inevitablemente, difícil de cuantificar, aunque parece ser evidente por el gran número de vocaciones que provienen de colectividades adeptas a ella. Bastaría este solo hecho para demostrar claramente la verdad de lo dicho por Benedicto XVI respecto a que “los jóvenes también han descubierto esta forma litúrgica, han sentido su atractivo y han encontrado en ella una forma de encuentro con el Misterio del Santísimo Sacramento que les resulta particularmente adecuado”[22].

(Foto: Etsy)

Apéndice A: 

Cómo hacer fácil el involucramiento de los niños con la forma extraordinaria.

En este documento hemos advertido que no se puede adaptar a los niños la forma extraordinaria, tal como es el caso con la forma ordinaria, mediante textos especialmente compuestos o seleccionados. Además, hemos visto que es ajeno a la práctica de la forma extraordinaria el retirar a los niños de una parte de la Misa para hacerlos participar en una “liturgia de los niños”. En cambio, lo que ayudará a los niños a asistir sosegadamente a ella y entender su estructura y sus símbolos es, sobre todo, su preparación fuera de ella. Podría preguntarse qué se puede hacer dentro de ella, cuando asisten niños, para que no sólo sus padres y maestros sino también las parroquias y los celebrantes los ayuden.

En primer lugar debe advertirse que existen para esto muchos libros disponibles, algunos publicados por primera vez antes del Concilio Vaticano II, algunos escritos más recientemente, que tienen la finalidad de ayudar a los niños, con hermosos dibujos, oraciones sencillas y breves explicaciones, a seguir la Antigua Misa, tanto fuera de ella (como instrumentos catequéticos) como dentro de ella.

Desde el punto de vista pastoral, la consideración más importante puede ser, sencillamente, el horario de la Misa. La capacidad de los niños pequeños de concentrarse y de comportarse bien se ve afectada, hasta un nivel crítico, por su necesidad de comer y de dormir, y las Misas programadas a horas de comidas, o cuando los niños pequeños debieran estar durmiendo (ya sea temprano, de mañana, a después de almuerzo o muy avanzada la tarde), serán inevitablemente más difíciles para ellos. Esto tiene importancia, porque muchas celebraciones de la forma extraordinaria se ajustan de modo de respetar el horario de las celebraciones de la forma ordinaria de la parroquia, debido a lo cual se las pone en los horarios menos cómodos. Desde que se ha comenzado a reconocer que la forma extraordinaria atrae a las familias con niños pequeños, este punto es de gran importancia.

Además de lo que hemos dicho en este documento sobre la informalidad de los fieles que, en la forma extraordinaria, ocupan la nave, los párrocos debieran prestar atención a la necesidad de los niños pequeños de moverse, quizá en un área en la parte de atrás de la iglesia, y a la necesidad, a veces, de que los padres saquen afuera a los niños. Una cantidad grande de arte devoto en las iglesias puede tener gran importancia al permitir que los niños chicos, de edad insuficiente para involucrarse bien, o por períodos largos, en las ceremonias, puedan, sin embargo, seguir tomando parte en la atmósfera religiosa de la liturgia, de un modo que hubiera sido familiar para nuestros antepasados en la Iglesia occidental, tal como ocurre hoy con nuestros hermanos orientales. En otras palabras, es preferible que un niño contemple una estatua devota o un ícono mientras se desarrolla la Misa a que su atención se vuelque a cosas totalmente seculares.

En este documento hemos hablado también del valor de la música sagrada. No hace falta adaptar esta música a la sensibilidad de los niños: como los niños pequeños no tienen prejuicios musicales, rápidamente asociarán los tradicionales estilos sagrados con la liturgia, de modo que al oírlos reforzará inmediatamente en ellos la atmósfera reverente y les ayudará al recogimiento y la devoción. Los niños mayores son perfectamente capaces de cantar en canto gregoriano los ordinarios de las Misas, aunque para ello sea ideal una preparación fuera de la Misa. Los niños que asisten a Misas durante la semana con canto gregoriano y quizá con polifonía sagrada, tendrán una oportunidad de desarrollar el oído en la música sagrada de que pocos católicos adultos disfrutan. La disponibilidad de música verdaderamente litúrgica, bien preparada, recompensará largamente el tiempo y esfuerzo que se requiera para ello, especialmente por su efecto duradero en los niños.

Finalmente, no hay que mirar en menos el valor que tiene para los niños jóvenes el servicio del altar. Se sabe que los niños experimentan especiales dificultades para quedarse quietos durante períodos largos, pero también aprecian la disciplina y el ritual. Ayudar a la Misa, aunque sea sólo ocasionalmente, les da la oportunidad de aprender sobre las ceremonias y desarrollar su natural piedad, todo lo cual es también importante en la gestación de vocaciones[23].

(El libro Conoce tu Misa es una historieta acompañada de viñetas explicativas, y se puede adquirir aquí en formato físico y aquí en formato digital)

Apéndice B: 

El P. Bryan Houghton sobre los niños que asisten a Misa.

Citemos su novela Mitre and Crook [Mitra y báculo[24]. El personaje principal, un obispo, habla de su propia niñez, antes de la reforma litúrgica.

“Aprendí a rezar mis oraciones en las rodillas de mi madre, y sigo diciendo las mismas todas las noches. Pero aprendí a orar cuando me arrastraron a Misa los domingos. Algo se alteró con mamá y papá. No se hablaban ni se miraban. Mamá repasaba normalmente su rosario. Papá hojeaba de vez en cuando un ejemplar de Garden of Soul que todavía usa uno de mis sobrinos. Mi hermana mayor, Gertrudis, que se hizo monja benedictina, se arrodillaba muy derecha, con los ojos normalmente cerrados. Alrededor de mí, todos nuestros demás parientes y vecinos hacían lo mismo. Lo más insólito es que nadie me prestaba la más mínima atención. Incluso si tiraba la falda de mi madre, ella se limitaba a alejarme suavemente. Una vez intenté encaramarme en la espalda de papá, que me levantó y me dejó debajo del asiento. También era extraño que, aunque estaba vestido con mis mejores ropas de domingo, me permitían arrastrarme debajo de los asientos, siempre que no hiciera ruido. Por muy simpático que fuera de niño, me daba perfectamente cuenta de que algo estaba ocurriendo.

“Allá, en el altar, estaba el P. Gray, un viejo severo. Yo solía esconderme en el baño cuando venía de visita. Llevaba puestas ropas de colores brillantes y parecía una mariposa gorda. La mayor parte del tiempo no decía nada. Miraba en otra dirección y prestaba a mi mamá y papá tan poca atención como a mí.

“No creo haber sido un niño especialmente precoz, pero ciertamente fue de muy joven que me di cuenta de que toda esta gente estaba orando sin decir oraciones, como hacía yo. Los niños imitan: yo también quise orar sin decir oraciones. Me dirigí a mi hermana Gertrudis, que me dijo “Siéntate bien quieto, como un buen niño. Eres demasiado chico para arrodillarte. Pon también tus manos sin moverse, sobre las rodillas. Trata de no mirar alrededor, y mantén los ojos cerrados, si puedes. Y di solamente “Jesús” cuando respires, lenta pero constantemente. Te daré un golpecito cuando haya que decir “Tú eres mi Señor y mi Dios”, y puedes repetirlo conmigo”.

“Así es, supongo, mutatis mutandis, como todos aprendimos a orar. A lo que me refiero es a que la Misa misma fue nuestra escuela de oración. Fue durante ella que aprendimos a olvidarnos de nosotros mismos, a desapegarnos y recogernos y a adherir a la Divina Presencia. Es también en Misa que los fieles sencillos practican la oración durante toda su vida. Puede que sepan poca teología, pero oran como los teólogos rara vez lo hacen. Además, el fiel más sencillo alcanza alturas de piedad y de santidad que me sobrepasan del todo”.        



[1] Concilio Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium (1963), núm. 10 y 14.

[2] Entrevista con el cardenal Darío Castrillón Hoyos, Latin Mass Magazine, mayo de 2004. 

[3] Congregación para el Culto Divino, Directorio para Misas con niños (1973), núm. 2: Quoad pueros in Ecclesia educandos peculiaris difficultas ex eo oritur, quod celebrationes liturgicae, praesertim eucharisticae, vim innatam paedagogicam in pueros plene exercere non possunt. Quamvis nunc in Missa sermonem patrium adhibere liceat, tamen verba et signa captui puerorum non satis aptata sunt. Re quidem vera pueri etiam in vita sua cotidiana non semper omnia intellegunt, quae cum adultis experiuntur, quin iis ex hoc taedium oriatur. Inde nec pro liturgia postulari potest ut semper omnia et singular iis intellegibilia esse debeant. Tamen damnum spiritale timendum est, si pueri per annos in Ecclesia iterum iterumque vix comprehensibilia experiantur; recens enim psychologia probavit, quam profunde pueri experientia religiosa infantiae et primae pueritiae formentur vi capacitatis religiosae singularis, qua gaudent”.

[4] Congregación para el Culto Divino, Directorio para Misas con niños, núm. 9. La frase es “valores humani”, en contraste con “valores christiani”.

[5] Ratzinger, J., The Spirit of the Liturgy (San Francisco, Ignatius Press, 2000), pp. 215-216: “Quienquiera que haya experimentado una iglesia unida en la silenciosa recitación del Canon sabrá qué es un silencio verdaderamente preñado: es, al mismo tiempo, un grito fuerte y penetrante a Dios, y un acto de oración lleno del Espíritu. Aquí todos juntos rezan el Canon, aunque en unión con la especial tarea del ministerio sacerdotal. Aquí todos se unen con los lazos de Cristo, introducidos por el Espíritu Santo en esa oración común al Padre que es el verdadero sacrificio, del amor que reconcilia y une al mundo y a Dios”. Véase FIUV, Position Paper 9: El silencio y la inaudibilidad en la forma extraordinaria.

[6] Montessori, M., The Mass Explained to Children (Kettering OH, Angelico Press, 2015), p. 4 (la primera edición es de 1933): “Ellos [los adultos] todavía creen necesario interferir, continua y directamente, para impedir que hagan daño; y los profesores se imaginan que el niño es incapaz de hacer el bien sin su exhortación y ejemplo”. Estas observaciones se relacionan con una actitud fundamental de la filosofía educacional de Montessori: “La ayuda fundamental para el desarrollo, especialmente en el caso de niños de tres años de edad, consiste en no interferir. La interferencia detiene la actividad y la concentración” (Montessori, M., The Child, Society and the World: Unpublished Speeches and Writings (Santa Bárbara, ABC-Clio Press, 1989), p. 16). [N0ta de la Redacción: véase asimismo esta entrada que dedicamos a María Montessori, con especial referencia a su libro La Santa Misa vivida por los niños].

[7] El aburrimiento (“taedium”) es un constante problema en el Directorio. Además de aburrimiento por la falta de comprensión (núm. 2), hace ver el peligro de aburrimiento por oír a la misma persona leer muchos textos (núm. 24), e incluso el “peligro de aburrimiento” (“periculum taedii”) por la asistencia a Misa diariamente. Por las razones explicadas en este documento, la forma extraordinaria no enfrenta esta dificultad, según la experiencia de las familias que asisten regularmente a ella.

[8] Bouyer, L., The Memoirs of Louis Bouyer: from youth and conversion to Vatican II, the Liturgical Reform, and after (trad. de John Pepino, Kettering OH: Angelico Press, 2015), p. 67.

[9] Dt 31, 12 (orden dada por Moisés): “Y que se reúna todo el pueblo, tanto hombres como mujeres, niños y extranjeros que estén dentro de las murallas: para que oyendo puedan aprender, y temer al Señor su Dios y observar y cumplir todas las palabras de esta ley” (Et in unum omni populo congregato, tam viris quam mulieribus, parvulis, et advenis, qui sunt intra portas tuas: ut audientes discant, et timeant Dominum Deum vestrum, et custodiant, impleantque omnes sermones legis huius). Cf. Jos 8, 35 (por orden de Josué) y 2 Re, 23, 1-2 (por orden del Rey Josías).

[10] Jl 2, 15-17: “Tocad la trompeta en Sión, santificad el ayuno, convocad una asamblea solemne. Reunid a todo el pueblo, santificad la asamblea, reunid a los ancianos y a los niños pequeños y a los que todavía maman a los pechos: que el novio salga del lecho y la novia de la cámara nupcial. Entre el atrio y el altar los sacerdotes, ministros del Señor, llorarán y dirán: Salva, Señor, salva a tu pueblo, y no entregues tu herencia al desprecio, para que la gobiernen los gentiles” (Canite tuba in Sion sanctificate ieiunium vocate coetum. Congregate populum sanctificate ecclesiam coadunate senes congregate parvulos et sugentes ubera egrediatur sponsus de cubili suo et sponsa de thalamo suo. Inter vestibulum et altare plorabunt sacerdotes ministri Domini et dicent parce Domine populo tuo et ne des hereditatem tuam in obprobrium ut dominentur eis nations.). Esto es parte de la Epístola que se lee en la forma extraordinaria el Miércoles de Ceniza. Cf. Jon, 3, 5-8.

[11] Mc 10, 13-16: “Y le trajeron niños pequeños para que los tocara. Y los discípulos reprendían a quienes se los traían, pero cuando lo vio Jesús, se enfadó y les dijo: Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque de quienes son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo, quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y abrazándolos e imponiéndoles las manos, los bendecía” (Et offerebant illi parvulos ut tangeret illos discipuli autem comminabantur offerentibus. Quos cum videret Iesus indigne tulit et ait illis sinite parvulos venire ad me et ne prohibueritis eos talium est enim regnum Dei. Amen dico vobis quisque non receperit regnum Dei velut parvulus non intrabit in illud. Et conplexans eos et inponens manus super illos benedicebat eos”). Cf. Mt 19, 13-15 y Lc 18, 15-16 (donde se habla de infantes). Debiera también tomarse en cuenta la experiencia litúrgica de nuestro Señor mismo cuando niño, ya que se nos dice que a la edad de doce años (si no más temprano) peregrinó a Jerusalén con sus padres para la Pascua, y se familiarizó con el Templo y sus eruditos (Lc 2, 41-47). Los niños tienen un importante papel en la celebración judía de la Pascua, ya que es el más joven de la familia quien debe preguntar las “Cuatro Preguntas” sobre la importancia de la celebración. No resulta demasiado extravagante relacionar este papel litúrgico de los más jóvenes con el cuestionamiento de los Doctores de la Ley por el niño Jesús en el Templo.

[12] Mt 21, 15-16: “Y los jefes de lo sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía y los niños que gritaban en el Templo, le dijeron: ¿Oyes lo que dicen éstos? Sí, y vosotros, ¿no habéis jamás leído: por boca de los infantes y de los niños de pecho ha hecho perfecta la alabanza?” (Videntes autem principes sacerdotum et scribae mirabilia quae fecit, et pueros clamantes in templo, et dicentes: Hosanna filio David: indignati sunt, et dixerunt ei: Audis quid isti dicunt? Jesus autem dixit eis: Utique. Numquam legistis: Quia ex ore infantium et lactentium perfecisti laudem?) Cita el Señor el Sal 8, 3.

[13] Véase los textos citados en las notas 9 y 10 precedentes.

[14] Juan Pablo II, Encíclica Dominicae Coenae (1980), núm. 10: “indole sua dignitatis plena altum sensum Mysterii eucharistici excitavit. Cfr. Juan Pablo II, Encíclica Orientale Lumen (1995), núm. 11, sobre la liturgia de las Iglesias Orientales: “La larga duración de las celebraciones, las repetidas invocaciones, todo expresa la gradual compenetración con el misterio de toda su persona” (Extractum longius celebrationum tempus, iteratae invocationes, omnia denique comprobant aliquem paulatim in celebratum mysterium ingredi tota sua cum persona).

[15] Véase, por ejemplo, Hull, G., The Banished Heart: Origins of Heteropraxis in the Catholic Church (Londres, T.& T.Clark Ltd., 2010), p. 321, n. 2, donde escribe que “los padres responsables… se abstienen, caritativamente de traer infantes a las ceremonias de la iglesia”, y denuesta a los padres que sí los llevan. Sorprende enterarse de que Hull es también partidario de la práctica de dar la Comunión a los infantes en las Iglesias Orientales (p. 300).

[16] La posibilidad de dejar infantes y niños pequeños en casa depende de la disponibilidad de una amplia oferta de Misas a corta distancia del hogar, ya que ambos padres (y los domésticos que haya) tienen que cumplir con su obligación dominical. El sociólogo Callum Brown advierte que las madres en Gran Bretaña fueron de hecho excluidas de la ceremonia anglicana de media mañana en los siglos XIX y XX, sobre todo por la necesidad de preparar el almuerzo dominical, mientras que las madres católicas podían asistir una Misa dominical en la mañana temprano. Brown, C. G., The Death of Christian Britain: Understanding Secularisation 1800-2000 (Londres, Routledge, 2a ed., 2009), p. 161. Estas posibilidades no existen para muchos católicos actualmente, especialmente los adeptos a la Forma Extraordinaria.

[17] Además de la bendición de los fieles en los ritos finales, los fieles asistentes a la Misa celebrada en la forma extraordinaria reciben, se puede decir, una bendición con el Asperges o Vidi aquam, en la Pax y en otras ocasiones cuando el celebrante, habiendo besado el altar, da la paz de Cristo a los fieles con las palabras Dominus vobiscum. Véase FIUV, Position Paper 19: El beso de la paz, núm. 1 y 9.

[18] Pío XII, Encíclica Mediator Dei (1947), núm. 108: “Los talentos y caracteres de los hombres son tan variados que es imposible que todos sean movidos y atraídos hasta el mismo punto por las oraciones colectivas, por los himnos y las ceremonias litúrgicas. Además, las necesidades e inclinaciones no son las mismas en todos, ni son siempre constantes en un mismo individuo. ¿Quién podría, pues, sobre la base de semejante prejuicio, decir que ninguno de estos cristianos puede participar en la Misa y recibir sus frutos? Por el contrario, ellos pueden adoptar algún otro método que resulte más fácil para ciertas personas, por ejemplo, pueden meditar piadosamente sobre los misterios de Jesucristo o realizar otros ejercicios de piedad o recitar oraciones que, aunque difieran de los sagrados ritos, están sin embargo esencialmente en armonía con ellos” (Ingenium, indoles ac mens hominum tam varia sunt atque ab-similia, ut non omnes queant precibus, canticis sacrisque actionibus, communiter habitis, eodem modo moveri ac duci Ac praeterea animorum necessitates et propensa eorum studia non eadem in omnibus sunt, neque in singulis semper eaderr permanent. Quis igitur dixerit, praeiudicata eiusmodi opinionf compulsus, tot christianos non posse Eucharisticum participare Sacri icium, eiusque perfrui beneficiis? At ii alia ratione utique possunt, quae facilior nonnullis evadit; ut, verbi gratia, Iesu Christi mysteria pie meditando, vel alia peragendo pietatis exercitia aliasque fundendo preces, quae, etsi forma a sacris ritibus differunt, natura tamen sua cum iisdem congruunt).

[19] Cfr. Dt 6, 6-7: “Y estas palabras que te ordeno hoy día, estarán en tu corazón, y las dirás a tus hijos, y meditarás sobre ellas cuando estés sentado en tu casa, o cuando vayas de camino, durmiendo y levantándote” (Eruntque verba haec quae ego praecipio tibi hodie in corde tuo. Et narrabis ea filiis tuis et meditaberis sedens in domo tua et ambulans in itinere dormiens atque consurgens”).

[20] Benedicto XVI, Audiencia general, miércoles 4 de mayo de 2011.

[21] Igualmente raro es el uso de habitaciones a prueba de ruidos para los niños pequeños, que los separan de los demás fieles y, sobre todo, de la atmósfera creada por a liturgia.

[23] Pío XII, Encíclica Mediator Dei, núm. 200: “Si estos jóvenes [los acólitos] son, con la cuidadosa vigilancia de los sacerdotes, adecuadamente entrenados y animados a cumplir la tarea que se les encomienda de modo exacto, reverente y constante, de entre ellos mismos surgirán fácilmente nuevos candidatos al sacerdocio” (Quodsi opportune hi iuvenes excolantur, ac vigilanti sacerdotum cura ad creditum sibi ministerium statutis horis reverenter constanterque obeundum excitentur, tum facile eveniet ut novi ex iisdem sacerdotii candidate oriantur”). Se ha reiterado esta idea por parte de la Congregación par el Culto Divino al normar la situación de las niñas que sirven en la Misa de la forma ordinaria (véase Notitiae, núm. 30 (1994), pp. 333-335, y Notitiae, núm. 37 (2001), pp. 397-399). Sobre este punto véase FIUV, Position Paper 1: El servicio hombres y niños en el altar, núm. 3 y Apéndice [Nota de la Redacción: véase asimismo lo dicho en estas tres entradas: ¿Mujeres diaconisas?, Los laicos en las funciones litúrgicas y Los ministerios femeninos y el espíritu de ruptura].

[24] Houghton, B., Mitre and Crook (Harrison NY: Roman Catholic Books, 1979), pp. 168-169.