jueves, 29 de septiembre de 2016

50 años de Magnificat: La Iglesia de la Casa Matriz de las Hermanas de la Providencia

Una de los tantos templos de la ciudad de Santiago de Chile que ha recibido a nuestra Asociación es la Iglesia Matriz de las Hermanas de la Providencia, ubicada en Avenida Providencia, entre la calle Condell y Avenida Salvador, la que fuera destruida completamente tras un trágico incendio que tuvo lugar la tarde del día 24 de enero de 2011. El templo tiene además una particular importancia en la historia de la ciudad de Santiago ya que da el nombre a la comuna en la cual éste se ubica (Providencia) sirviendo de casa matriz de la Congregación de las Hermanas de la Providencia en nuestro país, la cual fuera fundada el siglo XIX en la ciudad de Montreal, Canadá. De hecho, la calle lateral lleva por nombre Bernarda Morin, el nombre de la religiosa que estableció en Chile la mentada congregación. 

Iglesia Matriz de las Hermanas de la Providencia
(Fuente: www.mapio.net)

Las religiosas se instalan en nuestro país de forma casi fortuita. En efecto, tras una serie de dificultades ocurridas durante su misión en el Estado de Oregon (EE.UU), las cinco misioneras, entre quienes se cuentan las hermanas Victoria Larroque y Bernarda Morin, deciden retornar a Canadá. El viaje a bordo del barco Elena las llevaría a la costa Este de Norteamérica cruzando el Cabo de Hornos. Extenuadas por el largo viaje y teniendo como parada obligada el puerto de Valparaíso, antes de emprender el peligroso cruce de nuestros canales australes, las religiosas deciden quedarse momentáneamente en el país, hospedándose en la casa de las Hermanas de los Sagrados Corazones.

Hermana Bernarda Morin 

La llegada de las religiosas fue vista como un evento providencial en atención a las necesidades de la época. En ese contexto, las religiosas se ponen a disposición del Arzobispo de Santiago, S.E.R. Rafael Valentín Valdivieso, quien les solicita hacerse cargo provisionalmente de una Casa de Expósitos, en espera de la autorización de la casa central de la orden. El año 1854 se establecieron, por decreto gubernamental, en la Chacra de Lo Chacón, situada en la que hoy es la comuna de Providencia. Desde ese lugar expandieron su labor al resto del país, fundando casas en Valparaíso, Andacollo, Concepción y La Serena.


El altar de la Iglesia de la Providencia preparado para celebrar la Misa de siempre

Ya con la autorización de la casa general en Montreal, el 3 de enero de 1857 las Hermanas de la Providencia abrieron un noviciado en Santiago, quedando como Superiora la Madre Victoire Larroque, quien había sido una de las fundadoras de la Congregaión en Canadá. A su muerte, pasa a ser superiora de la casa principal de Santiago, Sor Bernarda Morin, hasta el día de su muerte el año 1929. Considerando la heroicidad de sus virtudes cristianas, en la actualidad se sigue un proceso de beatificación de la hermana Bernarda ante la Congregación para las Causas de los Santos.


Vista general del interior

La Iglesia fue diseñada por el arquitecto y sacerdote franciscano italiano Eduardo Provasoli, siguiendo el mismo estilo neorenacentista presente en otras de sus obras, como la Iglesia de la Divina Providencia. Destacaba en el caso de la iglesia de la Casa Matriz su forma de cruz, articulando una secuencia patios y claustros del resto del complejo, situándose las naves de la iglesia al medio de la construcción. El tratamiento de los muros interiores, de finos estucos y mármoles, era similar al de una fachada exterior de un palacio de estilo italiano que mira hacia el interior de las naves. Al centro de la iglesia se ubicaba un imponente baldaquino que albergaba el altar mayor, presidido por un calvario de hermosa ejecución. Asimismo, bajo una lápida de mármol y en un costado de la nave central, se encontraban los restos mortales de la Venerable hermana Bernarda Morin. El complejo era completado por un asilo de ancianas, el convento de religiosas y un museo privado destinado a resguardar y documentar el legado de la hermana Bernarda.


Celebración de la Santa Misa

La historia de la Asociación Magnificat se entrecruza con este hermoso templo capitalino hacia el año 2007, una vez promulgado el motu proprio Summorum Pontificum de S.S. Benedicto XVI, que reconocía plena libertad para celebrar la Santa Misa según los libros litúrgicos promulgados el año 1962. 



En ese contexto, se estimó conveniente y de gran provecho celebrar la Santa Misa con una frecuencia semanal, de modo que los fieles que así lo quisieran pudieran cumplir con el precepto dominical según la denominada forma extraordinaria, en un oratorio de mayores dimensiones y capacidad que la ofrecida por la capilla del Campus Lo Contador de la Pontificia Universidad Católica de Chile (véase aquí la entrada que le dedicamos en su día). Así, nuestro presidente, Dr. Julio Retamal Favereau, en compañía de un grupo de fieles acudió a una audiencia con el Cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa, a la sazón Arzobispo de Santiago, para expresarle nuestras inquietudes e intenciones, recibiendo una favorable acogida de su parte.

Nuestro presidente, Dr. Julio Retamal F. y capellán D. Milan Tisma D. en la sacristía

Gracias a las gestiones realizadas, a fines de ese año 2007 comenzó la celebración de la Santa Misa de manera regular, todos los domingos y fiestas de guardar, en la iglesia de la Casa Matriz de las Hermanas de la Providencia. 



Este período coincidió con un notable y providencial crecimiento de la feligresía de nuestra Asociación. Otro hito importante ocurrido en esta iglesia fue la celebración de una Misa Pontifical según la forma extraordinaria presidida por el Cardenal Jorge Medina Estévez, Prefecto Emérito de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, a fin de celebrar el segundo aniversario de la promulgación del motu proprio Summorum Pontificum. De dicha Misa pontifical celebrada el 14 de septiembre de 2009 dimos cuenta en otra entrada


Vista general del altar durante la Misa Pontifical

La celebración de la Santa Misa en este templo se mantuvo de manera regular hasta enero de 2011. Cabe destacar que, a diferencia de muchas otras iglesias de nuestra ciudad, esta construcción resistió estructuralmente el terremoto del 27 de febrero de 2010 que azotó la zona central de nuestro país, sin recibir más destrozos que el daño y resquebrajamiento de algunos estucos en el cielo de la iglesia y la destrucción de unas cuantas imágenes de yeso que la adornaban, las que fueron restauradas durante el curso del año.


Salida del Cardenal Medina al término de la Misa Pontifical

Sin embargo, la tarde del 24 de enero de 2011 un enorme incendio que se inició en el asilo de señoras destruyó completamente la iglesia y las demás secciones del complejo, con el consiguiente daño patrimonial involucrado. En este escenario, debimos trasladarnos nuevamente de iglesia, siendo acogidos por el Primer Monasterio de la Visitació ubicado en calle Huérfanos. Desafortunadamente, y pese a los esfuerzos desplegados por las religiosas de la Providencia, a la fecha no existen avances en la reconstrucción de la iglesia por falta de fondos. Cabe destacar de todas formas que existe un importante estudio arquitectónico y artístico de la iglesia en atención a que esta fuera completamente restaurada por la arquitecta chilena Amaya Irarrázaval en 1993. Esperamos sinceramente que, más pronto que tarde, esta iglesia sea reconstruida para el culto católico y también para la conservación de nuestro patrimonio y memoria histórica. 

A continuación les ofrecemos una galería fotográfica que muestra la destrucción ocasionada por el siniestro:


(Fuente: Emol)

(Fuente: Emol)







Nota de la Redacción: La historia del templo y de la congregación de las Hermanas de la Providencia está tomada fundamentalmente de aquí y aquíTodas las fotografías en que no se indique lo contrario pertenecen al archivo gráfico de la Asociación.

martes, 27 de septiembre de 2016

San Josemaría Escrivá de Balaguer y la Misa tradicional

Ofrecemos a continuación a nuestros lectores una traducción de un artículo publicado por el Profesor Peter Kwasniewski sobre el fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá de Balaguer, y su profundo amor por la Santa Misa, tal como ésta fue celebrada durante siglos por la Iglesia. El Profesor Kwasniewski reproduce diversos pasajes de los escritos del santo (Camino, Surco y Forja, el primero publicado en vida y los otros dos en forma póstuma), los que revelan el profundo sentido litúrgico que impregnaba su vida y su pensamiento. Conviene recordar que, pese a que San Josemaría alcanzó a vivir la reforma litúrgica aprobada por el Papa Pablo VI (1969), continuó celebrando la Santa Misa en su forma tradicional hasta su muerte, acaecida en 1975. 


Conocida es la anécdota de una tertulia que tuvo lugar en 1973 en Roma, en que San Josemaría, junto con recalcar la naturaleza sacrificial de la Misa frente a quienes pretendían presentarla como un mero banquete, proporcionó un poderoso argumento en favor de la celebración ad Orientem: [...] la Santa Misa es la renovación incruenta del Sacrifico divino del Calvario. ¡Nada de cenas ni de comidas! El sacerdote es Cristo. Cuando yo estoy en el altar no soy presidente de nada: soy el mismo Cristo; le presto mi pobre cuerpo y mi voz. Por esto, cogiendo el Pan, digo: esto es mi Cuerpo. Y tomando el Cáliz del vino, digo: esta es mi Sangre. Es muy hermoso que el sacerdote esté de espaldas a los fieles: porque no podemos, con nuestra pobre cara humana, representar la faz divina de Jesucristo".

La traducción es de la Redacción y el artículo original puede encontrarse aquí (en inglés). Hemos creído pertinente complementar el artículo con algunas citas adicionales tomadas de los mismos escritos de San Josemaría, agregando también un anexo con dos apuntes que creemos pueden ser del interés de nuestros lectores. 


Álvaro del Portillo, José María Hernández Garnica y José Luis Múzquiz, los tres primeros sacerdotes del Opus Dei, durante su Misa de de ordenación (25 de junio de 1944)

Respecto de las imágenes que acompañan esta entrada, cabe hacer una prevención. Existe una explicación para el hecho de que que haya pocas fotos de San Josemaría celebrando la Santa Misa. En primer lugar, no posaba nunca para ser captado por una cámara, por un pudor natural a ser fotografiado. Además, durante muchos años sólo permitía que, mientras celebraba Misa, las fotografías se hicieran o antes de la consagración, o después de la comunión, pero "nunca, mientras el Señor esté sobre el altar". La situación cambió a partir de 1967, cuando comenzaron a producirse ciertos cambios litúrgicos [véase el anexo (a) con que acaba esta entrada] y en demasiados lugares se trataban sin el debido respeto las especies eucarísticas. San Josemaría decidió entonces que, precisamente para subrayar, afirmar y honrar más la presencia del Cuerpo y de la Sangre de Cristo sobre el altar, las fotos se tomaran también en los momentos de alzar la Sagrada Forma o el cáliz, al hacer el celebrante las genuflexiones de adoración y al besar el ara. Las imágenes así captadas se utilizaron para ilustrar publicaciones internas del Opus Dei, como Noticias o Crónica, por lo que son difíciles de encontrar en circulación. Las que aquí se utilizan han sido tomadas de distintos sitios de Internet y son ya de dominio público.  

En el núm. 11 (2017) de la revista Studia et Documenta, que edita el Instituto Histórico San Josemaría Escrivá, se ha publicado un artículo intitulado «Josemaría Escrivá de Balaguer en Santiago de Chile (1974)» escrito por María Eugenia Ossandón (pp. 101-150). Su texto puede descargado aquí.  En él se explican los motivos de la agenda desarrollada por el Fundador del Opus Dei durante los días que permaneció en nuestro país, donde la formación litúrgica estuvo muy presente: 

Además de las reuniones con numerosas personas, mantuvo encuentros personales y con familias. Solía llevar él el peso de las conversaciones. Demostró estar al tanto de la situación del país, especialmente en materia eclesiástica. Lo que se vivía en Chile, por lo demás, era común a otras naciones donde, bajo el concepto de “espíritu del concilio” se difundían ideas y prácticas litúrgicas contrarias a las enseñanzas del Magisterio

San Josemaría celebrando la Santa Misa (1969)

***

Reivindicación de San Josemaría Escrivá para el New Liturgical Movement

Peter Kwasniewski 

San Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-1975), fundador del Opus Dei, durante su vida sacerdotal celebró la Misa tradicional en latín, y tuvo experiencias místicas vinculadas con ella. La amó tanto que consiguió autorización (se pensaba en aquel tiempo que era necesario un permiso) para continuar diciendo la Misa que siempre había celebrado en vez de cambiarse a la Misa Novus Ordo. Estos son hechos que vale la pena conocer mejor[1]. Se puede encontrar aquí una maravillosa galería de fotos del santo mientras celebra el usus antiquor.


En su lectura espiritual, mi hijo ha estado usando los tres famosos libros de aforismos de San Josemaría –Camino, Surco y Forja- y ha tenido gran gusto de compartir conmigo algunas de las estupendas observaciones sobre la liturgia y las virtudes que ella forma en el alma. Por la lectura, es obvio que esas observaciones surgen de la rica espiritualidad de la Misa tradicional y del período saludable del Movimiento Litúrgico. Los actuales miembros y cooperadores del Opus Dei se beneficiarán al descubrir este importante aspecto de su fundador y de su vida de oración[2].
  

Algunas citas de su libro más famoso, Camino:

86. Tu oración debe ser litúrgica. —Ojalá te aficiones a recitar los salmos, y las oraciones del misal, en lugar de oraciones privadas o particulares.

522. Ten veneración y respeto por la Santa Liturgia de la Iglesia y por sus ceremonias particulares. —Cúmplelas fielmente. —¿No ves que los pobrecitos hombres necesitamos que hasta lo más grande y noble entre por los sentidos?

523. Canta la Iglesia —se ha dicho— porque hablar no sería bastante para su plegaria. —Tú, cristiano —y cristiano escogido—, debes aprender a cantar litúrgicamente.


524. ¡Hay que romper a cantar!, decía un alma enamorada, después de ver las maravillas que el Señor obraba por su ministerio.

—Y yo te repito el consejo: ¡canta! Que se desborde en armonías tu agradecido entusiasmo por tu Dios.

527. Aquella mujer que en casa de Simón el leproso, en Betania, unge con rico perfume la cabeza del Maestro, nos recuerda el deber de ser espléndidos en el culto de Dios.

—Todo el lujo, la majestad y la belleza me parecen poco.

—Y contra los que atacan la riqueza de vasos sagrados, ornamentos y retablos, se oye la alabanza de Jesús: "opus enim bonum operata est in me" —una buena obra ha hecho conmigo.

528. Una característica muy importante del varón apostólico es amar la Misa.

529. La Misa es larga, dices, y añado yo: porque tu amor es corto.

530 [agregado por la Redacción]. ¿No es raro que muchos cristianos, pausados y hasta solemnes para la vida de relación (no tienen prisa), para sus poco activas actuaciones profesionales, para la mesa y para el descanso (tampoco tienen prisa), se sientan urgidos y urjan al Sacerdote, en su afán de recortar, de apresurar el tiempo dedicado al Sacrificio Santísimo del Altar? 

543. Me viste celebrar la Santa Misa sobre un altar desnudo —mesa y ara—, sin retablo. El Crucifijo, grande. Los candeleros recios, con hachones de cera, que se escalonan: más altos, junto a la cruz. Frontal del color del día. Casulla amplia. Severo de líneas, ancha la copa y rico el cáliz. Ausente la luz eléctrica, que no echamos en falta.

—Y te costó trabajo salir del oratorio: se estaba bien allí. ¿Ves cómo lleva a Dios, cómo acerca a Dios el rigor de la liturgia?

Altar del Centro de calle Samaniego en Valencia (1940)

Ahora unas citas tomadas de Forja:

833. Debemos hacer nuestras, por asimilación, aquellas palabras de Jesús: “desiderio desideravi hoc Pascha manducare vobiscum —ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros. De ninguna forma podremos manifestar mejor nuestro máximo interés y amor por el Santo Sacrificio, que guardando esmeradamente hasta la más pequeña de las ceremonias prescritas por la sabiduría de la Iglesia.

Y, además del Amor, debe urgirnos la "necesidad" de parecernos a Jesucristo, no solamente en lo interior, sino también en lo exterior, moviéndonos —en los amplios espacios del altar cristiano— con aquel ritmo y armonía de la santidad obediente, que se identifica con la voluntad de la Esposa de Cristo, es decir, con la Voluntad del mismo Cristo.

834. Hemos de recibir al Señor, en la Eucaristía, como a los grandes de la tierra, ¡mejor!: con adornos, luces, trajes nuevos...

—Y si me preguntas qué limpieza, qué adornos y qué luces has de tener, te contestaré: limpieza en tus sentidos, uno por uno; adorno en tus potencias, una por una; luz en toda tu alma.

644. Te entendía bien cuando me confiabas: quiero embeberme en la liturgia de la Santa Misa.

645 [agregado por la Redacción]. ¡Valor de la piedad en la Santa Liturgia!

Nada me extrañó lo que, hace unos días, me comentaba una persona hablando de un sacerdote ejemplar, fallecido recientemente: ¡qué santo era!

—¿Le trató Vd. mucho?, le pregunté.

—No —me contestó—, pero le vi una vez celebrar la Santa Misa.


Para finalizar, un punto tomado de Surco:

937.  ¿Que es vieja esa idea del catolicismo, y por tanto inaceptable?... —Más antiguo es el sol, y no ha perdido su luz; más arcaica el agua, y aún quita la sed y refresca.

Addendum

He aquí algunos pensamientos de impresionante relevancia para los últimos tres años:

De Surco:

360. Aunque parezca una paradoja, no rara vez sucede que, aquellos que se llaman a sí mismos hijos de la Iglesia, son precisamente los que mayor confusión siembran

966. No cabe facilitar la conversión de un alma, a costa de hacer posible la perversión de otras muchas.


De Forja:

580. Ten siempre el valor, que es humildad y servicio de Dios, de presentar las verdades de la fe tal como son, sin cesiones ni ambigüedades.


Notas 

[1] Como era de esperarse, circula una serie de versiones sobre qué ocurrió exactamente en 1969, algunas más coloridas que otras. He aquí un muy sobrio relato, aunque su título es extrañamente anacrónico: “Por qué San Josemaría sólo celebró la forma extraordinaria” [en inglés].

[2] Algunos podrían decir que es indiferente en qué forma celebró el fundador. Pero tal cosa no resiste análisis. Después de todo, las dos maneras de celebrar son tan suficientemente distintas y diferentes que el Papa Benedicto XVI pudo declararlas como las dos formas o usos del rito romano. Por lo tanto, la formación global que cada una de ellas ofrece es distinta y diferente. Así, si se tiene el propósito de asimilar el espíritu del fundador de una comunidad, se debiera procurar todo lo posible formarse en la misma escuela de piedad en que él se formó, con los mismos textos, cánticos y ceremonias.

*** 

Anexo de la Redacción 

Queremos ofrecer, como epílogo al artículo del profesor Kwasniewski, dos apuntes respecto de San Josemaría Escrivá de Balaguer: uno referido a la celebración del que podría denominarse "Ordo de 1967" y otra a las advertencias dadas a sus hijos sobre la situación de la Iglesia tras el Concilio Vaticano II, todavía vigentes y de mucho provecho espiritual.

San Josemaría Escrivá de Balaguer celebra Misa en la Catedral de Pamplona en acción de gracias por la erección del Estudio General de Navarra como Universidad (1960)
(a) La reforma posconciliar y la llamada "Misa del Campus" (1967). 

En cumplimiento de la primera instrucción para la debida aplicación de la constitución conciliar sobre sagrada liturgia, Inter Oecumenici (26 de septiembre de 1964), la Sagrada Comisión de Ritos y el recién creado Consilium ad exsequendam Constitutionem de Sacra Liturgia (Consejo para la implementación de la Constitución sobre sagrada liturgia) publicaron una nueva edición típica del misal romano y de otros dos documentos anejos (el Ritus servandus in celebratione Missae y el De defectibus in celebratione Missae occurrentibus) con las adecuaciones introducidas por dicha instrucción. Sin embargo, las celebraciones experimentrales comenzaron antes de que estuviese listo el texto oficial en las distintas lenguas vernáculas. 

 
Refiriéndose a los abusos que pronto comenzaron a aparecer, San Josemaría recordaba a sus hijos del Opus Dei: 

Hay que integrar a este vasto Pueblo en el culto litúrgico, enseñándole —como nos lo enseña a nosotros la Iglesia, manteniéndonos siempre fieles a lo que la Jerarquía legítimamente disponga— a amar la Santa Misa, sin diluir el hondo sentido de la liturgia en un mero simbolismo comunitario: porque en la liturgia se ha de realizar también el misterioso encuentro personal del hombre con su Dios, en diálogo de alabanza, de acción de gracias, de petición y de reparación.

El Oratorio de la Santísima Trinidad, conocido como el Oratorio del Padre
Villa Tevere, Roma

Un poco más tarde, y con motivo de la audiencia que tuvo con el Papa dos semanas antes,  San Josemaría volvió sobre la liturgia. En una carta dirigida a la Región de España el 24 de octubre de 1964 les decía:

Otra vez nos cambian la liturgia de la Santa Misa: a mis casi sesenta y tres años, me afano con la ayuda de Javi [Javier Echevarría] por obedecer a la Madre Iglesia hasta en lo más pequeño, aunque no puedo negar que me duelen ciertos cambios innecesarios. Pero obedeceré siempre con alegría.

Conviene recordar que el 10 de febrero de 1965 se celebró en España la primera Misa completamente en castalleno y de cara al pueblo. Ella tuvo lugar en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Sevilla y recibió cobertura de la prensa (véase, por ejemplo, lo dicho en su día por el períodico ABC). Un mes después, el 7 de marzo de aquel año, el Papa Pablo VI celebraría en Roma la primera Misa en italiano. 



La segunda instrucción general dictada para dar aplicación a la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre sagrada liturgia (1963) lleva por título Tres abhinc annos (4 de mayo de 1967). Ella dispuso insertar en el misal existente (ya modificado en 1965) las reformas introducidas por la Sagrada Congregación de Ritos y el Consilium mediante el decreto Per Instructionem alteram (18 de mayo de 1967). 

Estas novedades consistían en la eliminación del manípulo y de determinados gestos del celebrante (genuflexiones, besos al altar, inclinaciones, señales de la cruz) y repeticiones (especialmente aquella referida a las oraciones del día y a la comunión diferenciada del celebrante y de los fieles), la posibilidad de recitar todo el Canon en voz alta y la añadidura de un momento de silencio entre la comunión de los fieles y la oración de Comunión, así como la introducción de la oración de los fieles prescrita por el decreto De oratione communi seu fidelium (1965). Se reguló también el leccionario ferial. Dos meses antes, el 5 de marzo de 1967, se publicó una nueva instrucción sobre música sacra, que sustituía la anterior de 1958 promulgada por el papa Pío XII. 


Los cambios introducidos en 1967, así como los precedentes de 1965, entrañaron la primicia de la Misa reformada que entraría en vigor tres años después, la que fue presentada como distinta de la precedente (de «novam Missalis Romani compositionem» califica su texto la constitución apostólica que lo precede).


Don Paulino Busca da la comunión a D. Álvaro del Portillo, entonces Presidente General del Opus Dei, durante el Oficio de Viernes Santo de 1977 en Oratorio de Santa María de la Paz (Villa Tevere, Roma)

Pues bien, una de las Misas más famosas de San Josemaría tuvo lugar el 8 de octubre de 1967 en el campus central de la Universidad de Navarra, en la ciudad de Pamplona. Dicha Misa fue celebrada con ocasión de la II Asamblea de la Asociación de Amigos de la universidad y congregó a 30.000 personas dispuestas sobre los prados del campus. Ella es célebre por la homilía que allí pronunció, posteriormente publicada con el título "Amar al mundo apasionadamente" dentro del libro Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, (1968), donde se condensa la predicación de su autor sobre la santidad en la vida ordinaria (aquí está disponible el audio de una parte de la homilía, y aquí su texto íntegro, debidamente revisado para su publicación).

Las imágenes de dicha Misa muestran una celebración litúrgica muy cercana a la que hoy conocemos, pues en un comienzo San Josemaría se plegó a los cambios introducidos por la Santa Sede. Así lo narran Salvador Bernal y Monseñor Javier Echevarría en Memoria del beato Josemaría Escrivá (disponible digitalmente aquí): 

Algunos lectores habrán advertido que buena parte de los comentarios precedentes evocan las rúbricas litúrgicas según el rito de San Pío V, vigente hasta las reformas derivadas del Concilio Vaticano II. ¿Qué sucedió cuando entraron en vigor esos cambios?

Mons. Escrivá de Balaguer aceptó con serenidad y obediencia la reforma, aunque los cambios le exigieron mucho trabajo: no por oposición o crítica a las innovaciones; sino porque la liturgia estaba muy integrada en su piedad, y había obtenido luces para su vida espiritual y su ministerio sacerdotal hasta de gestos que pueden parecer insignificantes en las rúbricas.

Notaba yo el esfuerzo que le suponía el cambio, teniendo en cuenta que llevaba cuarenta años siguiendo el rito anterior. Pero no aceptó excepción alguna, y me rogaba diariamente que no dejase de advertirle lo que hiciera menos bien en las nuevas rúbricas, dispuesto a manifestar su amor a la liturgia, a través del rito renovado.

Sin que hubiese por su parte el menor síntoma de rebeldía, nos comentaba a un grupo de sacerdotes en 1968: obedezco rendidamente en todo lo que han dispuesto para la celebración de la Santa Misa, pero echo de menos tantas rúbricas de piedad y de amor que han quitado: por ejemplo, ya no doy el beso a la patena, en el que ponía tanto amor -toda mi alma- para que Él se lo encontrara. Pero hemos de saber obedecer, viendo la mano de Dios, y tratando al Señor con delicadeza, sin robarle nada de tiempo.


Fue una temporada larga de esfuerzo. Si volvíamos a plantearle la posibilidad de pedir el privilegio, previsto para sacerdotes de cierta edad, se oponía: por espíritu de obediencia a las normas eclesiásticas, prohibió que se diera un solo paso en ese sentido [...].

Las siguientes fotografías de la conocida como "Misa del Campus" han sido tomadas de la nota publicada por la Universidad de Navarra para conmemorar el cuadragésimo aniversario de la homilía "Amar al mundo apasionadamente" (véase aquí). Obsérvese en la cuarta foto al diácono vestido sólo con la estola cruzada, sin dalmática. 










Un año después, en 1968, San Josemaría escribía a sus hijos sacerdotes sobre la Santa Misa en estos términos (aquí la fuente): 

Yo obedezco rendidamente en todo lo que han dispuesto para la celebración de la nueva Misa, pero echo de menos tantas rúbricas de piedad y de amor que se han quitado: por ejemplo, el beso a la patena, en el que se ponía tanto amor para que Él se lo encontrara. Pero hemos de saber obedecer viendo la mano de Dios, y tratando al Señor con delicadeza... ¡No le robemos nada de tiempo con este asunto...! ¡Pero guardad los misales y los ornamentos, porque volverá la Misa de toda la vida, la de San Pío V!

San Josemaría celebra la Santa Misa en Santa María de la Paz (Roma) el 9 de enero de 1968.

En una tertulia del 30 de noviembre de 1969, primer domingo de Adviento, día en que el que entraron en vigor las nuevas normas litúrgicas derivadas del Concilio Vaticano II, San Josemaría Escrivá de Balaguer les dijo a los que vivían con él en Villa Tevere: 

Esta mañana he hecho la oración con vuestros hermanos del Consejo General, a propósito de este cambio litúrgico. Y les he dicho: he de comenzar afirmando que, en la base más íntima del espíritu del Opus Dei, está el amor a la Iglesia y la veneración y el cariño al Romano Pontífice. En consecuencia, nosotros obedeceremos a la Iglesia y al Romano Pontífice. Yo que no soy tan joven –he cumplido cuarenta y un años hace poco–, volveré a aprender a celebrar la Misa. Poned empeño en obedecer filialmente. Así que amaremos esta liturgia nueva, como hemos amado la vieja. Este es el espíritu bueno, ésta es la manifestación de nuestro amor al Romano Pontífice –he dicho Romano Pontífice–, y a la Iglesia de Dios.

Posteriormente, empero, y pese a los esfuerzos por adaptarse a la liturgia reformada, San Josemaría volvería a rezar sólo la Santa Misa conforme al misal de 1962, como da cuenta su sucesor, el beato Álvaro del Portillo en Entrevista sobre el fundador del Opus Dei (aquí el libro disponible en formato electrónico):

¿Cómo acogió el Padre la reforma litúrgica dispuesta por el Concilio?

Como siempre, aplicó con obediencia y fortaleza todas las disposiciones sobre esta materia. Gracias a la solicitud de su Fundador, el Opus Dei ha sido, también en lo que se refiere a la praxis litúrgica, ejemplo de fidelidad.


S.E.R. Leopoldo Eijo y Garay, Obispo de Madrid y Patriarca de las Indias Occidentales, ordena sacerdotes a Álvaro del Portillo, José María Hernández Garnica y José Luis Múzquiz (25 de junio de 1944)

Nuestro Padre encargó a algunos sacerdotes de la Obra la tarea de examinar las diversas posibilidades previstas por la reforma, y determinar y explicar cómo se aplicaban. Orientó personalmente este trabajo y aprobó sus resultados. De esta forma, todos los sacerdotes de la Obra comenzaron a aprender las nuevas rúbricas, siguiendo el deseo del Santo Padre de que "la constitución conciliar sobre la Sagrada Liturgia sea puesta en práctica en su plenitud y con todo cuidado" (Carta enviada en nombre del Papa a todos los obispos y otros superiores eclesiásticos, junto con el libro 
Jubilate Deo, el 14 de abril de 1974).

Fue el primero en obedecer a las nuevas disposiciones litúrgicas y se esforzó en aprender el nuevo rito de la Misa. Desde hacía muchos años le ayudaba habitualmente en la celebración otro sacerdote: a partir de los años cincuenta solíamos hacerlo don Javier Echevarría o yo. Cuando se introdujeron los cambios litúrgicos, nos rogó que no dejáramos de hacerle todas las observaciones que nos pareciesen oportunas para ayudarle a aprender bien el nuevo rito. A pesar de su buena voluntad, nos dábamos cuenta de que le suponía un notable esfuerzo, porque debía cambiar hábitos de devoción litúrgica adquiridos durante muchos años de lucha perseverante llena de amor de Dios.

Yo me planteaba cómo ahorrar al Padre esas dificultades, y en su presencia aludí a que a otros sacerdotes más jóvenes se les había concedido permiso para seguir el rito de San Pío V y celebrar la Misa como habían hecho hasta entonces. El Padre me interrumpió inmediatamente: afirmó que no quería ningún privilegio, y me prohibió hacer esa propuesta. Sabía que yo trataba a las personas que estaban elaborando las nuevas disposiciones litúrgicas.

Santa Misa celebrada el 7 de julio de 1975, pocas semanas después de la muerte de San Josemaría, con la cual se inauguró oficialmente el santuario de Torreciudad

Algún tiempo después me encontré con Mons. Annibale Bugnini, que era el máximo responsable en este campo, y un buen amigo mío, tanto que nos tuteábamos. Hablamos de las dificultades que experimentaban algunos sacerdotes ancianos para adaptarse al nuevo rito, después de haber celebrado la Santa Misa con el antiguo durante tantos años. Era una situación conocida. De pasada, aludí al caso de nuestro Fundador, que obedecía de modo ejemplar y con profunda alegría. Bugnini me dijo que el Fundador del Opus Dei no tenía por qué hacer un esfuerzo semejante, ya que muchos otros sacerdotes tenían permiso para celebrar con el rito anterior, y él mismo había accedido a peticiones similares de parte de personas que estaban en esas circunstancias. Aunque yo le había dicho ya que nuestro Fundador no quería otro privilegio que el de obedecer siempre a la Santa Sede, y que incluso me había prohibido pedir nada, él se empeñó en concederme el permiso para nuestro Fundador, y me insistió en que le refiriese cómo se había desarrollado nuestra conversación.


El beato Pablo VI da la comunión a los fieles durante una Misa celebrada en 1965 en un Centro del Opus Dei en Roma. Lleva la patena Mons. Ignacio de Orbegozo, obispo prelado de Yauyos (Perú), mientras que la palmatoria la sostiene Mons. Luis Sánchez-Moreno, obispo auxiliar de Chiclayo (Perú).

En el Guión doctrinal de actualidad sobre la sagrada comunión (Ref. avH 10/70, núm. 23) difundido en 1970 entre los fieles del Opus Dei, el fundador recordaba cuál era la manera católica de recibir el Cuerpo de Cristo, señalando que la práctica de hacerlo en la mano había sido "introducida de modo abusivo": 

7. Con relación a la postura en que debe recibirse la Sagrada Comunión, establece la Instrucción Eucharisticum Mysterium en su núm. 34 que secundum Ecclesiae consuetudinem, communio dari potest fidelibus vel genuflexis, vel stantibus, y añade que corresponde a la autoridad eclesiástica elegir una u otra forma, habida cuenta de las costumbres, de las condiciones del lugar, del número de los asistentes y otras circunstancias. En cualquier caso, se pide a los fieles; un signo externo de reverencia hacia el Sacramento, como lo es el acto de arrodillarse que, por sí mismo, indica adoración (cfr. ibidem). Nosotros recibiremos la Sagrada Comunión, en nuestros oratorios, en la boca y de rodillas; en las Iglesias públicas, como disponga el Revmo. Ordinario.

8. Respecto a la recepción de la comunión en la mano, hay que tener en cuenta que, según la Instrucción de la Sagrada Congregación para el Culto Divino del 29-V-1969, se trata de una práctica introducida de modo abusivo contra la voluntad de la gran mayoría del Colegio episcopal, y que la Santa Sede tolera en algunos casos, dejando claro que es una excepción permitida de modo restrictivo y para evitar males mayores. Además, incluso en esos casos, está prescrito que la recepción de la Eucaristía en la mano no deberá nunca ser impuesta con exclusión del uso tradicional; y que por tanto cada fiel ha de tener siempre la posibilidad de recibirla en la lengua, aunque al mismo tiempo vayan otros fieles a recibirla en la mano (cfr. Instrucción de la Sagrada Congregación para el Culto Divino, 29-V-1969; AAS 61 (1969) 541-547).

Misa de acción de gracias por la beatificación de San Josemaría Escrivá de Balaguer en la Basílica de San Eugenio en Roma, presidida por el beato Álvaro del Portillo (21 de mayo de 1992, último día del triduo)

Finalmente, fue el beato Álvaro del Portillo (1914-1994), sucesor de San Josemaría y primer prelado del Opus Dei, quien acabó de implementar la reforma litúrgica posconciliar dentro de la Obra. Lo hizo mediante mediante la carta de 15 de octubre de 1991 (véase aquí su texto).

(b) Cuatro cartas del posconcilio: las tres "campanadas" (enviadas entre 1973 y 1974) y Fortes in fide (1967)

Dentro del conjunto de cartas que el fundador del Opus Dei escribió para dejar para la posterioridad las bases espirituales de la llamada que había recibido del Señor en 1928, hay tres que se conocen con el nombre de "campanadas". Dichos textos fueron tres “toques” con los que el Fundador quiso concitar la atención de los suyos durante la grave y crisis en la Iglesia que siguió al Concilio Vaticano II y todavía persiste, evocando el repicar con que se anunciaba a los fieles la Misa mayor de los domingos. 

En ellas puede verse claramente la percepción que el Fundador tuvo de su propio carisma durante la etapa final de su existencia terrena, y también su perspectiva sobre el momento histórico que vivía la Iglesia, siempre confiado de la promesa de Cristo de que Él estaría con ella hasta el fin de los tiempos. Esa esperanza, unido a su fe y profunda caridad, no le hacen minusvalorar la gravedad de la situación y de los peligros, los mismos que tantos hoy parecen no considerar ni tomar en serio movidos por sentimientos contrarios al verdadero sentir cum Ecclesiae.



Las cartas están datas el 28 de marzo de 1973 ("Primera campanada"), el 17 de junio de 1973 ("Segunda campanada") y el 14 de febrero de 1974 ("Tercera campanada). La primera y la tercera suelen estar habitualmente a disposición de los fieles en la Dirección de los respectivos Centros, y se permite su lectura si se las solicita. La segunda, en cambio, es de acceso reservado, aunque debiese publicarse cuando se concluya el proceso emprendido de edición de las obras completas del santo emprendido por el Instituto Histórico San Josemaría Escrivá (véase aquí su descripción; la serie III corresponde al epistolario). 

A estas tres célebres cartas hacen referencia los distintos biógrafos (véase aquí la mención de Vásquez de Prada, y aquí la de Peter Berglar), de manera que su autenticidad parece demostrada (también por el hecho de que ellas fueron incluidas dentro de la reclamación judicial por derechos de autor que el Opus Dei inició en España contra los sitios Opus Libros y Opus Dei info). Como fuere, y aunque no resulta tan fácil, hoy el texto de las cartas puede encontrarse en algunas páginas de Internet tras una búsqueda que toma algo de tiempo, ya íntegras, ya en fragmentos (véase, por ejemplo, aquí y aquí). 

Misa celebrada por San Josemaría Escrivá de Balaguer en Santiago de Chile (7 de julio de 1974)

En la primera Campanada se decía, por ejemplo: 

Nos sentimos obligados a resistir a estos nuevo modernistas –progresistas se llaman ellos mismos, cuando de hecho son retrógrados que tratan de resucitar las herejías de los tiempos pasados-, que ponen todo en discusión desde el punto de vista exegético, histórico, dogmático, defendiendo opiniones erróneas que tocan las verdades fundamentales de la fe, sin que nadie con autoridad pública pare y condene reciamente sus propagandas


Altar del oratorio de Rouvray, la primera residencia universitaria del Opus Dei en París

Previamente, el 19 de marzo de 1967, San Josemaría había escrito una carta que fue conocida como Fortes in fide, donde comenta las verdades de siempre y pide a sus hijos perseverar en ella frente al clima de apostasía que comenzaba a vivir la Iglesia. La carta fue posteriormente retirada de los Centros del Opus Dei, y su contenido sólo se conoce por fragmentos y referencias existentes en obras sobre dicho período. Cumple recordar que el beato Pablo VI profesó solemnemente el 30 de junio de 1968 su Credo del Pueblo de Dios, reafirmando las verdades tradicionales de la fe católica. 

En esa carta, y movido por su celo paternal, decía a sus hijos (el fragmento ha sido tomado de esta página asociada al sitio oficial del Opus Dei): 

Conviene que os diga, ya al comenzar, que este documento es exclusivamente pastoral: tiende, por tanto, a enseñaros a custodiar y defender el tesoro de la doctrina católica, acrecentando sus frutos sobrenaturales en vuestras almas y en la sociedad, en la que vivís. Nadie podrá decir con verdad, al preveniros para que el ambiente actual no corroa vuestra fe, que soy integrista o progresista, que soy reformador o reaccionario. Cualquiera de estas calificaciones sería injusta y falsa. Soy sacerdote de Jesucristo, que ama la doctrina clara expuesta en términos precisos con contenido bien conocido, que admira y agradece a Dios todos los grandes pasos de la sabiduría humana, porque contribuyen —si son verdaderamente científicos— a acercarnos al Creador.

Según antes se ha dicho, años después, el 15 de octubre 1991, el beato Álvaro del Portillo, como Prelado del Opus Dei, escribió a sus hijos una carta donde les explica el amor y respeto que deben guardar a la liturgia de la Iglesia en todos los desarrollos legítimos del Concilio Vaticano II, indicándoles los criterios para sacar el máximo partido espiritual de los amplios espacios de libertad que dejan las leyes litúrgicas vigentes, teniendo siempre como objetivo el bien de los fieles y la piedad del sacerdote. Dichas directivas significaron una clara opción por la Misa reformada, salvo algunas excepciones muy contadas. El texto de la carta puede leerse aquí

El beato Álvaro del Portillo, prelado del Opus Dei, incensando en la Misa de Acción de Gracias por la beatificación del Fundador en la Basílica de San Eugenio (Roma, 21 de mayo de 1992).

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Nota de la Redacción [23 de noviembre de 2016]: Los dos enlaces citados en el cuerpo de esta entrada donde se reproducían las cartas de San Josemaría conocidas como "Campanadas"  no se encuentran actualmente disponibles: uno de ellos ha dejado de estar operativo y el otro ha debido retirar la transcripción de dichas cartas a requerimiento del titular de los derechos de autor, la sociedad Scriptor S.A., como ocurrió en su día con los sitios Opus Libros y Opus Dei info.

Actualización [25 de febrero de 2017]: La bitácora El Búho Escrutador ha publicado una entrada con imágenes de sacerdotes chilenos de la prelatura personal del Opus Dei celebrando la Misa tradicional con ocasión de retiros o convivencias espirituales. Quiera Dios que los hijos espirituales de San Josemaría sepan siempre recibir y perpetuar su legado de profundo amor por la liturgia tradicional de la Iglesia, amor que llenó en todo momento de su paso por este mundo el corazón, el pensamiento y la vida entera del Fundador.

Actualización [2 de octubre de 2017]: El sitio Acción litúrgica ha publicado unas fotografías del Rvdo. Federico Mönckeberg, sacerdote del Opus Dei, celebrando la Santa Misa tradicional en el mismo altar donde oficiase San Josemaría durante su visita a Chile con ocasión del décimo aniversario del motu proprio Summorum Pontificum

Actualización [11 de julio de 2020]: La bitácora El Búho Escrutador ha publicado un testimonio de la Santa Misa celebrada por San Josemaría Escrivá de Balaguer en Santiago de Chile el 7 de julio de 1974.

Actualización [27 de enero de 2021]: Infovaticana ha publicado el guión doctrinal sobre la sagrada comunión que se ha agregado al cuerpo de esta entrada, donde se expresa la opinión de San Josemaría Escrivá de Balaguer al respecto.