Mientras la Misa tradicional se difunde y cobra fuerza en todo el mundo, la Misa del Novus Ordo celebrada en latín resulta una rareza, pese a la voluntad inequívoca del Concilio Vaticano II de mantener el latín como el idioma propio de la liturgia de rito romano (SC 36, §1). La bitácora Liturgy Guy ha publicado un interesante artículo sobre la Misa reformada y el latín, el que a continuación ofrecemos a nuestros lectores en una traducción de la Redacción, con algunas pequeñas adaptacones.
Aclaremos un error desde la partida misma: la Misa Novus Ordo no es una Misa para ser dicha solamente en lengua vernácula. Por cierto, podría entenderse –erróneamente- que lo fuese a juzgar por la experiencia de la Santa Misa que tiene la mayoría de los católicos en la Misa dominical de su parroquia.
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Aclaremos un error desde la partida misma: la Misa Novus Ordo no es una Misa para ser dicha solamente en lengua vernácula. Por cierto, podría entenderse –erróneamente- que lo fuese a juzgar por la experiencia de la Santa Misa que tiene la mayoría de los católicos en la Misa dominical de su parroquia.
Sin duda, mucha gente piensa que la forma ordinaria del rito romano se celebra sólo en lengua vernácula, y tienen fundamento para ello. Durante décadas, la liturgia ha estado despojada del latín. Aquello mismo que alguna vez fue considerado universal, unificador y trascendente es visto actualmente, por muchos católicos, como divisivo, limitante y pasado de moda.
Muchos fieles parecen no tener –o tener muy poca- necesidad del latín en la Misa, y declaran que no se oponen a que la forma extraordinaria esté a disposición de quienes prefieren la liturgia tradicional. A lo que se oponen es a reemplazar por el latín la lengua vernácula usada en la forma ordinaria. Y muchos de ellos son vehementes en su oposición al latín en la Misa. Pero tal postura no refleja en absoluto lo que piensa la Iglesia, porque el latín, que es la lengua de la Iglesia, es también la lengua de la liturgia.
Encíclica Mediator Dei (1947)
El último documento importante expedido por Roma acerca de la sagrada liturgia antes del Concilio Vaticano II fue la encíclica Mediator Dei (1947), del Papa Pío XII. Sobre el uso del latín en la Misa, el Venerable Siervo de Dios Pío XII escribió:
El empleo de la lengua latina, vigente en una gran parte de la Iglesia, es un claro y hermoso signo de la unidad y un antídoto eficaz contra toda corrupción de la pura doctrina. No quita esto que el empleo de la lengua vulgar en muchos ritos, efectivamente, pueda ser muy útil para el pueblo; pero la Sede Apostólica es la única que tiene facultad para autorizarlo, y por eso nada se puede hacer en este punto sin contar con su juicio y aprobación, porque, como dejamos dicho, es de su exclusiva competencia la ordenación de la sagrada liturgia (núm. 77).
Si bien es cierto que el Santo Padre reconocía que “el empleo de la lengua vulgar en muchos ritos” puede presentar ventajas para los fieles, también lo es que jamás abogó por la supresión del latín en la Santa Misa. De hecho, la conservó dentro de las reformas que introdujo la comisión instituida para efectuar adecuaciones a la liturgia.
El Venerable Pío XII
Constitución conciliar Sacrosanctum Concilium (1963)
En la Constitución sobre sagrada liturgia (1963), el Concilio Vaticano II reafirmó dos principios que hoy son considerados como opuestos entre sí:
En las Misas celebradas con asistencia del pueblo puede darse el lugar debido a la lengua vernácula, principalmente en las lecturas y en la «oración común» y, según las circunstancias del lugar, también en las partes que corresponden al pueblo, a tenor del artículo 36 de esta Constitución. Procúrese, sin embargo, que los fieles sean capaces también de recitar o cantar juntos en latín las partes del ordinario de la Misa que les corresponde. Si en algún sitio parece oportuno el uso más amplio de la lengua vernácula, cúmplase lo prescrito en el artículo 40 de esta Constitución (núm. 54).
Así pues, aunque los Padres Conciliares pensaron en un uso mucho más amplio de la “lengua vernácula” en la Misa, siguieron enfatizando la necesidad de que los fieles aprendieran a recitar y cantar en latín algunas partes de la Misa, como el Gloria, Credo, Sanctus y Agnus Dei, para asegurar la catolicidad de la Iglesia y la invariabilidad de la doctrina contenida en esas oraciones.
Exhortación apostólica Sacramentum Caritatis (2007)
En 2007 el Papa Benedicto XVI se refirió una vez más al lugar del latín en la liturgia, en su exhortación apostólica post-sinodal Sacramentum Caritatis.
Lo dicho anteriormente, sin embargo, no debe ofuscar el valor de estas grandes liturgias. En particular, pienso en las celebraciones que tienen lugar durante encuentros internacionales, hoy cada vez más frecuentes. Se las debe valorar debidamente. Para expresar mejor la unidad y universalidad de la Iglesia, quisiera recomendar lo que ha sugerido el Sínodo de los Obispos, en sintonía con las normas del Concilio Vaticano II: exceptuadas las lecturas, la homilía y la oración de los fieles, sería bueno que dichas celebraciones fueran en latín; también se podrían rezar en latín las oraciones más conocidas de la tradición de la Iglesia y, eventualmente, cantar algunas partes en canto gregoriano. Más en general, pido que los futuros sacerdotes, desde el tiempo del seminario, se preparen para comprender y celebrar la santa Misa en latín, además de utilizar textos latinos y cantar en gregoriano; y se ha de procurar que los mismos fieles conozcan las oraciones más comunes en latín y que canten en gregoriano algunas partes de la liturgia (núm. 62).
S.S. Benedicto XVI
Continuidad versus ruptura
Muchos católicos están recién hoy experimentando la continuidad litúrgica requerida por Mediator Dei, Sacrosanctum Concilium y Sacramentum Caritatis. En algunas parroquias se ha convertido en norma incorporar el latín a la Misa, en el Sanctus y el Agnus Dei, al menos durante los períodos penitenciales, como Adviento y Cuaresma. Esta gradual reintroducción del latín en la forma ordinaria de la Misa comienza a reparar la ruptura que significó la exclusión del latín en los años posteriores al Concilio.
Lo que todavía sorprende a veces es el nivel de resistencia a un uso más extenso del latín en la forma erdinaria. A pesar de la continua enseñanza de la Iglesia, tanto en encíclicas como concilios y sínodos, muchos católicos siguen deseando que la lengua de la Iglesia se restrinja sólo a una de las formas del rito latino.
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