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sábado, 26 de marzo de 2022

Abuso litúrgico

Les ofrecemos la traducción de un breve comentario de Maximilien Bernard publicado en Riposte Catholique el 14 de marzo de 2022 sobre la Santa Misa celebrada en la Iglesia del Gesú, en Roma, para celebrar el cuarto centenario de la canonización de San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Ávila, San Felipe Neri y San Francesco Savio. El papa Francisco asistió a la Misa desde el coro y predicó la homilía. 

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Abuso litúrgico

Maximilien Bernard

En la carta que acompaña al motu proprio Traditionis Custodes, el papa Francisco pide a los obispos “estar vigilantes para que cada liturgia sea celebrada con decoro y fidelidad a los libros litúrgicos promulgados después del Concilio Vaticano II, sin las excentricidades que pueden fácilmente degenerar en abusos. Los seminaristas y todos los sacerdotes nuevos deben ser formados en la fidelidad a la observancia de las prescripciones del Misal y de los libros litúrgicos, en las que se refleja la reforma litúrgica querida por el Concilio Vaticano II”.

Celebración litúrgica en la Capilla Sixtina, aparentemente de Viernes Santo, donde el Papa asiste desde el trono, con mitra y manto, sin presidir (el cardenal celebrante está sentado, con mitra, a la derecha del altar)

El sábado 12 de marzo el Santo Padre Francisco ha participado en una Misa presidida por el Rev. Padre Arturo Sosa s.j., con motivo de los cuatrocientos años de la canonización de los jesuitas Ignacio de Loyola y Francesco Saverio, de la carmelita descalza Teresa de Ávila y del oratoriano Felipe Neri. La Oficina de Prensa del Vaticano ha comunicado que el Santo Padre presidiría, como era lo evidente, la celebración eucarística, pero no ocurrió así. En la iglesia del Santo Nombre de Jesús en Roma, iglesia madre de la Compañía de Jesús, el Pontífice ha preferido retroceder y dejar la celebración al Superior General. Que el Pontífice asista a la Misa, no tiene nada de mal: el papa puede asistir a una celebración eucarística con muceta y estola. Pero no: Francisco no se puso nada sobre la sotana.

(Foto: Vatican News)

Sin embargo, pronunció la homilía. Y luego, al momento de la consagración, concelebró. Sin estola, sin ningún paramento litúrgico, tendió la mano y pronunció las palabras de la consagración.

(Foto: Vatican News)

¡En la sala de prensa fue el caos! Nadie sabía cómo presentar el suceso en el Bulletino Quotidiano de la Santa Sede. La Oficina de Prensa escribió: “Después de mediodía, tuvo lugar la Misa en presencia del Santo Padre Francisco”, y Vatican News escribió: “El papa Francisco concelebra la Santa Misa”, sin hablar del hecho que Francisco estuvo sentado en los momentos principales de la celebración.

(Foto: artículo original)

¿Cómo se puede esperar que los fieles comprendan qué es el sentido de lo sagrado si es el Papa mismo quien no da el buen ejemplo?

jueves, 3 de febrero de 2022

A propósito del fin de Pro Liturgia y sus esfuerzos por hacer realidad la "hermenéutica de la continuidad"

En los últimos días,  el mundo católico francés quedó sorprendido por la decisión de Denis Crouan, fundador de Pro Liturgia, de poner fin a dicho blog dedicado a la implementación digna de la Misa reformada. El trabajo de esta asociación había comenzando en 1988, año que Jean Madiran ha calificado como "climatérico" porque coincidió con la excomunión de monseñor Marcel Lefebvre y la promulgación del motu proprio Eclessia Dei Afflicta que dio origen a la regularización y creación de los institutos tradicionales. La idea era ofrecer a los lectores recursos para poder celebrar la Misa reformada, como liturgia común de la Iglesia, conforme a la tradición bimilenario que tiene el culto católico romano. En otras palabras, Denis Crouan y su iniciativa han sido defensores de la llamada “reforma de la reforma”, es decir, de la idea de que se podía salvar la liturgia católica de la ruina que le sobrevino después del Concilio Vaticano II, mediante el expediente de atenerse con fidelidad a las normas conciliares sobre la materia, que no fueron respetadas por quienes realizaron las “reformas”, y de incorporar en ella elementos de la liturgia auténtica de la Iglesia, en concordancia con la “hermenéutica de la continuidad”, propiciada por el papa Benedicto XVI.

En su carta núm. 846, de 2 de febrero de 2022, Paix Liturgique comenta la decisión de Denis Crouan de poner fin a esta encomiable tarea, que él mismo llama “aventura”. Crouan lo ha hecho mediante un “último mensaje” en el blog de Pro Liturgia. Les ofrecemos a continuación las traducciones de ambos textos, que ha sida preparadas por la Redacción y muestran que el camino consiste en volver la Misa tradicional porque sólo ahí se encuentra aquella liturgia que es "centro y culmen de la vida cristiana", como dijeron los padres conciliares.  

Imagen publicada en la página de inicio del sitio web de Pro Liturgia 
(Imagen: Pro Liturgia)

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Ultimo mensaje de Pro Liturgia (25 de enero de 2022)

Denis Crouan

Pedir al clero actual que se respete la liturgia es una pérdida de tiempo: con una obstinación a menudo fortalecida por una profunda incultura, quienes ocupan los lugares desde los que se supone que enseñan, encabezan y conducen a los fieles -y esto en todos los niveles de la Iglesia, desde el Papa hasta el simple cura de parroquia- parecen querer sabotear sistemáticamente el culto divino de un modo que resulta perfectamente incomprensible.

Es necesario alejarse de este clero que desde hace años se dedica a elucubrar celebraciones litúrgicas con inexplicable perseverancia, y que no parece ya sino un conjunto de ingenuos, de “continuistas” que ponen su necesidad de convivialidad y de sentimentalismo por encima de cualquier preocupación por la verdad de la fe y del sentido litúrgico, hasta el punto de olvidarse de ellas, de negarlas y de privar de las mismas a quienes las necesitan.

Es necesario alejarse de un clero y seguidores confortados y acompañados por obispos extraviados en las lecturas sesgadas que hacen de los textos magisteriales, como lo demuestra su forma de leer y aplicar tanto el Concilio Vaticano II como el motu proprio Traditionis Custodes del papa Francisco. Que quienes quieran seguir poniendo por obra extravagancias y niñerías y seguir cantando disparates en sus Misas tan kitsch como aburridas, lo hagan con toda libertad: no transmitirán nada a las generaciones futuras.

Que quienes quieran adherir a la rigidez de las casullas o al encaje de las albas, marca de fábrica de las celebraciones falsamente “tradicionales”, puedan hacerlo, si es que ello los hace felices: en estos tiempos, hay que considerar aceptable cualquier forma de celebrar la liturgia.

Que los obispos que quieran hacerse heraldos de una pastoral sin fundamento, que no ha producido nunca nada, lo puedan hacer, si es que eso les proporciona la sensación de estar a la altura de su misión: las extravagancias de que son capaces, y que ya ni siquiera causan asombro, están lejos de agotarse.

Que el papa Bergoglio prefiera interesarse más en Lutero o en la Pachamama que en la doctrina y la moral de la Iglesia, es asunto suyo. Cada cual podrá considerarlo lamentable y más que riesgoso.

Sea ello como fuere, todo eso, toda esa forma como se presenta la Iglesia y su liturgia ya no tiene ningún interés para el fiel corriente, que desea escapar de las traiciones de un clero que se conforma con gestionar parroquias vacías, donde no vibran mas que algunos “laicos comprometidos” que pretenden “animar” liturgias  que son, a lo más, sopas tibias que, en el mejor de los casos, se traga por espíritu de mortificación, y en el peor de los casos, son veneno para la paz interior y el equilibrio psicológico.

Por cierto, quedan remansos de paz, los monasterios que han resistido el viento del modernismo y que han recibido y aplicado el Concilio Vaticano II con fe e inteligencia. Pero un monasterio, si en ocasiones puede ser un lugar para volver a las fuentes, no es el santuario parroquial que un fiel laico tiene que frecuentar normalmente, con la seguridad de vivir y alimentar en él su fe, en el silencio y la contemplación.

Para apartarse de esta situación eclesial que se ha hecho delirante y tóxica, hasta el punto de dañar la paz interior y la fe católica, hemos decidido poner término a la “aventura” de Pro Liturgia. Lo exige la situación actual, sin esperanza, sostenida por un clero en parte errático y por laicos que han aceptado que se los desoriente hasta el punto de no cuestionarse ya lo que se les hace hacer en las Misas.

La orden del día de nuestros obispos es que no hay que confiar Misas ni a los “tradicionalistas” ni a los fieles que respetan las decisiones del Concilio Vaticano II en materias litúrgicas, sino solamente a quienes maltratan el culto divino. Por tanto, tratar de argumentar con estos pastores mitrados, cuya lógica es impenetrable, es perder el tiempo (e incluso la fe).

Denis Crouan
(Foto: DNA)

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Denis Crouan, defensor de una liturgia nueva “dignamente celebrada” tira la esponja 

El 25 de enero de 2022, Denis Crouan, que ha publicado numerosas obras, que ha luchado y ha escrito artículos y notas en su blog, anunció, con un mensaje muy fuerte, muy duro, muy desilusionado, que ponía fin a la “aventura de Pro Liturgia”. Rindamos homenaje a este luchador de lo imposible, que ha defendido toda su vida la idea que se hizo de lo que debiera haber sido la liturgia de Pablo VI.

Los liturgistas del Vaticano II

Si se acepta, con Denis Crouan, que la nueva liturgia va un poco más allá de lo que exigía estrictamente el Concilio Vaticano II en la Constitución Sacrosanctum Concilium (el abandono de la celebración al oriente, por ejemplo, no está en absoluto pedido por los padres conciliares, pero se ha convertido, sin embargo, en la norma en la mayor parte de las parroquias después del Concilio), no se puede negar que Sacrosanctum Concilium inauguró una gran cantera de reformas litúrgicas; que quienes trabajaron y redactaron Sacrosanctum Concilium son los mismos que redactaron el nuevo Misal y los demás libros; que el Papa los promulgó legítimamente, y que esta liturgia inventada se caracteriza, en lo más profundo y en nombre de la prioridad pastoral, por un determinado número de rasgos que se expresan en la celebración de cara al pueblo, en el abandono del latín y del gregoriano, en la simplificación de los ritos, en la sistematización de opciones y en la obligación de elegir, en el debilitamiento del aspecto sacrificial de la Misa, en la disminución del papel del sacerdote, en la intrusión de lo profano en el espacio sagrado…

El falso ejemplo de Solesmes

Y cuando Denis Crouan habla de los “monasterios que han resistido el viento del modernismo y que han recibido y aplicado el Concilio Vaticano II con fe e inteligencia”, quisiéramos, respetuosamente, hacerle ver que, en realidad, esos monasterios no usan el Misal nuevo, sino que eligen aplicar algunas opciones del nuevo Misal entre las muchas posibilidades oficiales ofrecidas por la liturgia reformada; y han elegido, hacia la década de 1970, aquello que se acercaba más a la liturgia tradicional para mantener, todo lo posible, la dimensión cultual y sacrificial de la liturgia, evitando ensuciarse las manos con las difíciles batallas que caracterizan a la historia de la Iglesia desde hace 50 años. Pero estas elecciones, aunque evitan las dificultades de conciencia, no permiten frenar la decadencia pastoral inédita que vive la Iglesia, al menos en Occidente. Ellas -lo que es lo más dañino- son un obstáculo para los tesoros teológicos y místicos que hacen de la liturgia tradicional lo que ella es. Todavía más: ellas, como lo advierte Denis Crouan, ¿no son acaso viables solamente en las comunidades monásticas gracias a la unidad que se vive alrededor del padre abad, lo que no es posible en absoluto en la vida de las parroquias, como lo prueba el mosaico ritual de las diócesis e iglesias de Francia?

Los defensores de la liturgia tradicional no se rendirán jamás

En su mensaje, Denis Crouan escribe: “Para apartarse de esta situación eclesial que se ha hecho delirante y tóxica, hasta el punto de dañar la paz interior y la fe católica, hemos decidido poner término a la “aventura” de Pro Liturgia. Lo exige la situación actual, sin esperanza, sostenida por un clero en parte errático y por laicos que han aceptado que se los desoriente hasta el punto de no cuestionarse ya lo que se les manda hacer en las Misas. La orden del día de nuestros obispos es que no hay que confiar Misas ni a los “tradicionalistas” ni a los fieles que respetan las decisiones del Vaticano II en materias litúrgicas, sino solamente a quienes maltratan el culto divino. Por tanto, tratar de argumentar con estos pastores mitrados, cuya lógica es impenetrable, es perder el tiempo (e incluso la fe)”.

Aunque comprendemos bien su desaliento y aunque con aflicción constatamos con él el relativismo horizontal que reina en todas partes en materia litúrgica y, por ende, en materia de fe y, por tanto, de moral y, por consiguiente, la decadencia de la civilización cristiana, no podemos seguir a Denis Crouan en su capitulación y en su renuncia a discutir con nuestros obispos y con todo el clero de nuestras iglesias y con nuestros hermanos cristianos. No obstante, no les pedimos que se respete y practique la liturgia reformada de la Iglesia porque, desgraciadamente -y ahí está todo el problema-, se la respeta en la mayor parte de los casos. Es respetada cuando se reemplaza el Introito por un canto de entrada, cuando los niños depositan al pie del altar sus manualidades de papel crepé, cuando las mujeres leen las lecturas, cuando se usa la plegaria eucarística para las Misas con niños número 1, cuando la paz de Cristo se transforma en abrazamientos fraternales, cuando se distribuye descuidadamente la comunión, cuando…

Nosotros, que hemos sido “invisibilizados”, investigados, ridiculizados, amenazados, exiliados, lo que pedimos incansable, firme y filialmente, es que se respete y restaure la liturgia sin más. Que el culto que se rinde a Dios recupere su verticalidad, que la alabanza y el sacrificio recuperen el sentido expresado admirablemente por los libros litúrgicos anteriores a la reforma. En el fondo, más que los derechos de los laicos, lo que exigimos es que sean respetados los derechos del Señor, que no murió en la cruz para que la renovación incruenta de su Sacrificio sea tratada como se lo está haciendo, en nombre de una prioridad pastoral ya fracasada.

¡No, querido Denis Crouan! La situación actual no carece de porvenir. Nosotros afirmamos, y lo haremos siempre, precisamente que el porvenir de la Iglesia es la liturgia tradicional.

Misa reformada celebrada siguiendo la "hermenéutica de la continuidad" durante el Sacred Music Colloquium de 2013

sábado, 18 de diciembre de 2021

A propósito de algunas declaraciones del cardenal Brandmüller sobre la liturgia

Con fecha de hoy se ha hecho público un documento emitido por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos que se intitula "Responsa ad dubia sobre algunas disposiciones de la Carta Apostólica en forma de «Motu Proprio» Traditionis Custodes del Sumo Pontífice Francisco" que está dirigido a los presidentes de las Conferencias Episcopales.  Sólo unos días antes, el cardenal Walter Brandmüller había concedido una entrevista a un medio alemán que fue publicada en castellano por Infocatólica. Les ofrecemos a continuación un comentario escrito por el profesor Augusto Merino Medina, conocido de nuestros lectores, respecto de ese texto, que parece subestimar la cuestión litúrgica que existe en la Iglesia al sostener que "la Misa de siempre nunca ha existido". 

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 A propósito de algunas declaraciones del cardenal Brandmüller sobre la liturgia

Augusto Merino Medina

Infocatólica ha publicado, con fecha 9 de diciembre de 2021, una desconcertante información sobre ciertas afirmaciones que ha hecho el cardenal alemán Walter Brandmüller, en un artículo escrito para el semanario Die Tagepost, sobre la “disputa”, al interior de la Iglesia, de “tradicionalistas” y “modernos” a propósito de la liturgia de la Santa Misa.

Hay que recordar que el cardenal Brandmüller es uno de los cuatro cardenales (Brandmüller, Cafarra, Burke y Meisner) que, luego de publicada la encíclica Amoris Laetitia, enviaron al papa Francisco una carta en que le pedían que aclarara ciertas dubia (es decir, dudas) a que dicho documento daba lugar. Como se sabe, el Papa no sólo jamás la contestó sino que no se dignó siquiera acusar recibo de dicha carta, dos de cuyos signatarios (Mons. Cafarra y Mons. Meisner) murieron esperando. Además, el cardenal Brandmüller ha salido a veces a defender la doctrina católica en diversos aspectos en que se pretende desacreditarla o tergiversarla o, derechamente, abandonarla. En una de esas oportunidades, el mentado cardenal ha defendido el verdadero sentido y la historia del celibato sacerdotal en la Iglesia de Occidente, ha puntualizado el concepto de ley eclesiástica y su validez u obligatoriedad y ha escrito sagazmente en otros temas de gran importancia, como la organización y procedimientos de los cónclaves para elegir al Papa.

Su Eminencia Reverendísima el Cardenal Walter Brandmüller
(Foto: Infovaticana)

Este defensor de la fe y de la ortodoxia desconcierta, sin embargo, hoy día con su postura frente a la cuestión, de máxima importancia, de la liturgia de la Misa y de la polémica que, desde el término del Concilio Vaticano II, se ha suscitado en torno a ella. Lo que este prelado expresa es, al menos, sumamente confuso, y en algunos aspectos, hasta contradictorio, dejando entrever que o sus asesores no le han explicado bien el quid del asunto o que no le han proporcionado adecuadamente la información histórica disponible, no obstante ser él mismo un importante historiador de la Iglesia, aunque en temas diferentes de la liturgia. Ello es profundamente lamentable por tratarse de una figura muy respetable que ha defendido en los últimos años la recta doctrina en otros aspectos centrales de la fe.

Pero la liturgia es, precisamente, un aspecto absolutamente central de la fe. El propio cardenal lo reconoce al declarar, según lo publicado por Infocatólica, que “[c]on la liturgia está en juego la propia fe”. Por eso no se entiende el resto de su planteamiento: “es hora, en lugar de discutir sobre la liturgia, de proclamar con fuerza y unidos las verdades eternas de la fe, el Evangelio, y de vivir bien”, dejando de lado “cualquier polémica” sobre este tema por ser “una grotesca contradicción con la voluntad del Señor, que hablo con tanta fuerza en la institución de la Eucaristía de la unidad de los suyos con Él y entre ellos”. La deposición de “cualquier polémica” es necesaria porque estamos “en un momento histórico, en el que la incredulidad, el odio a Dios y el burdo materialismo asaltan por doquier a la Iglesia”. Esta situación hace necesario evitar la “lucha interna de la Iglesia por la liturgia” porque ella “debilita a la Iglesia frente a estos ataques externos”: “El enemigo -una sociedad cada vez más militante/ateísta- está derribando los muros, y la discordia en la ciudad, además, le está abriendo las puertas”. 

Si la analogía de la ciudad sitiada puede ilustrarnos, habría que hacer presente a Su Eminencia que “una ciudad dividida caerá más fácilmente”. Y que si el motivo de la división no es trivial sino que lo que está en juego es la propia fe, no se ve cómo se pueda ignorar una división tan esencial para salir a defender de los enemigos exteriores… ¿qué? ¿La fe? ¿Esa misma fe que es atacada por enemigos interiores? ¿No habría primero que erradicar el enemigo del interior para luego poder presentar un frente unido al que viene de afuera?

Claro que si Su Eminencia cree que lo que se ha producido en torno a la liturgia es una “polémica cualquiera”, habrá que achacar nuevamente a sus asesores un deficiente desempeño de su tarea, porque no le han representado que existe y ha existido “una discusión seria sobre este tema”. Para darse cuenta de ello basta una somera revisión de la bibliografía actual, que es inmensa y de máxima calidad teológica. Ciertamente no se trata de discusiones sobre un “quítame allá esas pajas”, sino precisamente sobre “la fe”. La cual -eso sí Su Eminencia lo ha captado- está en juego en la actual lucha litúrgica.

Y no podría ser de otro modo, porque la liturgia de la Santa Misa que nos ha transmitido la Tradición es el vehículo por excelencia precisamente de esa misma Tradición, tan fuente de la Divina Revelación como el Evangelio que Su Eminencia llama a defender, y aún anterior a él: el Señor no nos legó textos escritos (como parecen suponer los protestantes), sino discípulos que oraban de cierta forma y con cierto contenido. Esa forma y esos contenidos son, precisamente, los que encontramos en la liturgia.

El punto de si se puede hablar de “Misa de siempre”, que Su Eminencia despacha con cierto gesto peyorativo, es accidental sólo en apariencia, lo mismo que el de si hay “un” rito o más de uno. Porque cualquiera que haya avanzado siquiera un poco en la cuestión sabe que la Misa reconoce varios ritos diferentes y, en Occidente, ha cambiado algunos aspectos de sus ritos a lo largo de los siglos, pero la lex orandi que ella pone en evidencia, que es la que establece o revela el contenido de la fe (lex credendi), ha permanecido intacta en todos los diversos ritos y en todos los tiempos. En efecto, las variaciones propias del proceso de desarrollo histórico de la liturgia no han significado jamás, hasta la pretendida “reforma” posterior al Concilio Vaticano II, una alteración del contenido teológico ni dogmático. Y eso es lo que está en juego, como sabe el cardenal: la fe misma, la lex credendi. Porque lo que ha ocurrido con posterioridad a dicho Concilio es el sutil desmontaje de la teología de la Misa mediante nuevas formas de expresión, que no son en absoluto inocentes o irrelevantes, sino de un profundo significado. El cardenal Brandmüller parece haber puesto sorprendentemente entre paréntesis cosas tan fundamentales para comprender la situación actual de la liturgia como el “Breve Examen Crítico” de sus mayores en el Colegio Cardenalicio, los Cardenales Ottaviani y Bacci.

En efecto, ambos cardenales apuntaron a la desfachatada alteración de la teología de la Misa que Bugnini y su equipo del Consilium trataron de pasar de contrabando en la primera Institutio Generalis del nuevo Misal, redactada por ellos, las que fueron posteriormente modificadas en parte, sino que también apuntaron a la modificación de los ritos. Ahora bien, tratándose de formas simbólicas, lo que ellas dicen es mucho más hondo y complejo que lo que las palabras y conceptos de los textos litúrgicos son capaces de expresar: la liturgia, en efecto, se mueve en el ámbito de lo que es, al cabo, inefable. En este sentido nadie que sea mínimamente perspicaz dejará de advertir que en el Novus Ordo hay profundos cambios de formas simbólicas. Y las nuevas, pergeñadas por los reformadores comunican un significado enteramente distinto del que a la Misa le ha atribuido “siempre” la Iglesia; significado confirmado solemnemente por el Concilio de Trento. Es en este sentido, en el del significado de la Misa -de lo que la Misa “es” en esencia-, donde sí que se puede hablar de una Misa de “siempre”, contra lo que parece pensar el cardenal Brandmüller, porque ese significado no ha cambiado jamás: aunque muchas formas y ritos de la Misa hayan cambiado con el paso del tiempo, tales cambios han sido siempre menores, o de una naturaleza accidental, de modo que no han llegado “nunca” a alterar el contenido transmitido, tanto conceptual como no verbalmente, de la acción sagrada central de la liturgia de la Iglesia. En cambio, tal alteración es, precisamente, lo que se ha producido por la reforma posterior al Concilio Vaticano II: aunque se modificó la definición herética de la Misa contenida en la antes mencionada Institutio Generalis a instancias del papa Pablo VI, no se modificó en absoluto las formas que la comunican simbólicamente. 

Si, como es claro, está en juego el significado mismo de la Misa, no se ve cómo la cuestión no puede afectar al contenido mismo de la “fe”. No estamos, pues, frente a una “polémica cualquiera” ni a “grotescas contradicciones” con la voluntad del Señor. 

Del tenor de la discusión, de inmensa hondura y seriedad teológicas, tal como ella quedó planteada (y jamás solucionada) desde el “Breve examen crítico”, se advierte que aquello que está en cuestión no es un par de rúbricas, aunque sea inmensa la importancia de éstas, sino la subsistencia de la “fe”. Todos saben que no se puede hablar de una “Misa de siempre” en el sentido de que ella no haya experimentado jamás ningún cambio, punto ocioso que el cardenal Brandmüller ha hecho -de modo sorprendente, por cierto-; pero de lo que sí se puede hablar es de la “destrucción” de la Misa católica. Basta para ello consultar la opinión de algunos expertos que colaboraron en la reforma posconciliar y que, posteriormente, quedaron horrorizados por el resultado que habían contribuído a producir.

Citaremos sólo dos de tales expertos. Uno de ellos fue el jesuita Joseph Gelineau (1920-2008), quien, habiendo sido experto del Consilium, la organización que perpetró la reforma, escribió posteriormente: “No sólo palabras, melodías y algunos gestos son diferentes. La verdad es que es otra liturgia de la Misa. Debe decirse sin ambigüedad: el rito romano como lo conocíamos ya no existe. Fue destruido. Algunas paredes del antiguo edificio cayeron, mientras que otras han cambiado su apariencia, al punto que parecen hoy una ruina o subestructura parcial de un edificio diferente” (Demain la liturgie, París, Cerf, 1976, p. 10). 

R.P. Joseph Gellineau S.J.

Del mismo modo se puede citar la opinión de uno de los teólogos del siglo XX más importantes en materias litúrgicas, Louis Bouyer (1913-2004). Este escribe: “Una vez más deberíamos hablar llanamente: hoy no hay prácticamente ninguna liturgia digna de ese nombre en la Iglesia católica” (cfr. Davies, M., La nueva Misa de Pablo VI, pp. 97-98). Y agrega en otra parte: “La liturgia católica fue abolida con el pretexto de hacerla más aceptable a las masas “secularizadas” pero, en realidad, para adecuarla a los caprichos que los religiosos lograron imponer, por las buenas o por las malas, al resto del clero. El resultado no se hizo esperar: un súbito descenso de la práctica religiosa, que varía entre un 20% y un 40% por lo que se refiere a los antiguos practicantes… y sin señal alguna, de parte de los otros, de interés por esta liturgia pseudo-misionera. Sobre todo, ni un joven de los que se vanagloriaba de haber conquistado con estas payasadas [sic]” (Bouyer, L., Religieux et clercs contre Dieu, París, Aubier Montaigne, 1975, p. 10). Y podría citarse otros textos, como aquellas duras reconvenciones que dedica a la reforma litúrgica en sus memorias, pero lo dicho basta para formarse una opinión sobre el pensamiento de Bouyer frente a los resultados de la Nueva Misa. 

No se trata, pues, como de modo incomprensible plantea el cardenal Brandmüller, de “demonizar cualquier desarrollo litúrgico posterior”, porque no estamos aquí en presencia de un “posterior desarrollo litúrgico cualquiera”, sino de uno que no es “cualquiera” pero que sí es “sin precedentes” por su gravísimo importe teológico. Si, como el Concilio lo pidió y como debiera haber sido, los cambios que se hizo a la liturgia hubieran sido el resultado de “procesos vitales en el organismo de la Iglesia” (términos del propio cardenal Brandmüller), no se hubiera producido ninguna reacción adversa de la magnitud de la expresada por los cardenales Ottaviani y Bacci y por la legión de teólogos católicos posteriores que han desglosado y analizado el documento escrito por ambos. 

Confiamos en que el texto del cardenal Brandmüller sea aclarado por Su Eminencia a la brevedad, para no dar pábulo a los enemigos de la fe que están activamente cuestionándola desde el interior no sólo de la Iglesia, sino, peor aún, desde el interior de la Curia romana.  

domingo, 7 de noviembre de 2021

FIUV Positio Paper 33: El ciclo santoral de la forma extraordinaria

En una entrada anterior explicamos nuestro propósito de traducir los Position Papers sobre el Misal de 1962 que desde hace algún tiempo viene preparando la Federación Internacional Una Voce, de la cual nuestra Asociación es capítulo chileno desde su creación en 1966. 

En esta ocasión les ofrecemos la traducción del Position Paper 33 y que versa sobre el ciclo santoral de la forma extraordinaria, cuyo original en inglés se puede consultar aquí. Dicho texto fue preparado en el mes de febrero de 2018. Para facilitar su lectura hemos agregado un título (Texto) para separar su contenido del resumen (Abstract) que lo precede. 

Cabe recordar que en su día dedicamos una entrada de esta bitácora al decreto de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la incorporación de nuevos santos en el Misa previo a la reforma litúrgica de 1970, que fue publicado el 25 de marzo de 2020, el cual quedó derogado por el motu proprio Traditionis Custodes que restringe la celebración de la antigua liturgia. 


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El ciclo santoral de la forma extraordinaria

Resumen

Benedicto XVI previó la inclusión de nuevos santos en el calendario de la forma extraordinaria. Esto no implica que esta forma vaya a dejar de tener su calendario propio, pues las diferencias de calendario han sido siempre un rasgo de la liturgia de la Iglesia. El ciclo santoral de la forma extraordinaria se distingue por tener una mayor cantidad de fiestas que el de la forma ordinaria, ya que incluye un gran número de santos muy antiguos y conmemora lo milagroso. De este modo, el calendario refleja el espíritu de esta forma como un todo, manifestada tanto en el propio como en los textos ordinarios. Encontramos en ella el interés por la intercesión, más que por el ejemplo, de los santos, y por la continuidad, como queda en evidencia por los santos antiguos. Al momento de buscar nuevos espacios para incluir a santos más recientes, es posible preguntarse si los santos más modernos del calendario de 1960 no estarían incluidos más apropiadamente en los calendarios locales que en el calendario universal.

Los comentarios a este texto pueden enviarse a positio@fiuv.

Alberto Durero, Adoración de la Trinidad (o Retablo de Todos los Santos), 1511, Museo de Historia del Arte de Viena
(Imagen: Wikipedia)

Texto

1. La carta de Benedicto XVI que acompaña al motu proprio Summorum Pontificum dice que, en principio, debiera insertarse nuevos santos en el Misal. Esta aseveración afirma, por un lado, que el Misal de 1962 tiene su propio calendario íntegro y, por otro lado, que debiera agregarse nuevos santos a ese calendario, como es lo normal en la historia de la liturgia[*]. Este documento intenta exponer la racionalidad del carácter propio del calendario de santos de la forma extraordinaria, la cual ha de tener consecuencias para el futuro desarrollo de ésta[1].

2. El calendario ha estado sujeto a continuos cambios a lo largo de los siglos, a medida que se añaden y quitan santos. El rito romano se ha caracterizado, desde los tiempos más antiguos, ya desde antes del desarrollo de la Cuaresma y de Adviento, por la celebración de días festivos, de los cuales algunos todavía se celebran hoy en la forma extraordinaria. El ciclo santoral infunde en todo el año litúrgico un espíritu especial, mucho más de lo que hace el ciclo santoral de la forma ordinaria, que no sólo tiene, elocuentemente, muchos menos santos, sino que, a los que celebra, concede mucho menos importancia litúrgica[2].

El problema de los calendarios múltiples

3. Es una antigua característica de la vida de la Iglesia la existencia de múltiples calendarios, incluso dentro de una misma región geográfica. Los santos de importancia en ciertas localidades son venerados con días de fiesta en las iglesias y regiones de los que son patronos, en los que se les rinde un culto local[3]. Del mismo modo, las órdenes religiosas puede tener o bien un calendario especial, como parte de un rito o uso litúrgico de larga data, como los dominicos, o bien, como en el caso de los benedictinos, algunas fiestas de fundadores, doctores y mártires de la orden que complementan el calendario universal[4].

4. Especialmente significativo es que los calendarios, muy distintos, de los ritos orientales, han sido usados simultáneamente con los del rito latino en regiones históricamente mezcladas, como el sur de Italia. Hoy, debido a la migración hacia Occidente de algunos países de tradición oriental y a la presencia permanente o transitoria de latinos en Oriente, esta situación ocurre en todo el mundo[5].

5. Los temas del pluralismo litúrgico y de la importancia de los ritos orientales han sido revisados en otros documentos de esta serie [6].

El culto de los santos en la forma extraordinaria

6. El esquema del calendario, tal como aparece en el Misal de 1962 (calendario de 1960), no puede ser considerado como ideal: en otras publicaciones se ha planteado que la abolición de muchas vigilias y octavas en 1955 fue lamentable[7], y se podría proponer además la idea de restaurar algunas fiestas abolidas antes de 1962[8]. Algunos de los cambios hechos en 1955 y 1960 fueron, de hecho, suprimidos en 1969[9]. Sin embargo, el ciclo santoral del calendario de 1960 presenta un alto grado de continuidad con los calendarios usados en décadas y siglos anteriores, y contrasta fuertemente con el calendario del Misal de 1970. La reforma de 1969 despertó airadas reacciones en su momento[10].

7. La peculiaridad del calendario antiguo se manifiesta en la cantidad de fiestas y conmemoraciones, en el lugar que en él ocupan santos muy antiguos, y en la conmemoración de lo milagroso.

8. Respecto de la cantidad de fiestas, la forma extraordinaria contiene santos (incluyendo cuarenta conmemoraciones opcionales)[11] para aproximadamente el 70% de los días del año, comparado con el 50% de la forma ordinaria[12]. Los santos acompañan y sustentan a los fieles día a día: las liturgias de los sucesivos días de la semana quedan individualizadas y marcadas por ellos, del mismo modo que, en cierta medida, se distinguen, en la forma ordinaria, por el leccionario ferial.

9. Es importante que haya una cierta proporción de los días del año que sean feriales o conmemoraciones, para permitir la celebración de las Misas votivas (incluyendo las Misas de difuntos); para la celebración de la Misa del domingo (la Misa del domingo anterior), especialmente cuando no se ha podido decir ese día[13]; y en Cuaresma para la celebración de las Misas feriales propias de este tiempo[14]. Pero no sería conveniente una liturgia semanal dominada por Misas votivas o por la reiteración de la Misa dominical.

10. Sobre la antigüedad de los santos que contiene el calendario, la forma extraordinaria conserva las fiestas que han tenido una parte importante en la vida de la Iglesia durante muchos siglos. Por ejemplo, de los santos incluidos en la importante devoción medieval de los Catorce Santos Intercesores, todos están incluidos en el calendario de 1960, con una sola excepción[15], pero sólo cuatro figuran en el calendario de 1969[16]. En el Apéndice se da otros ejemplos.

Catorce Santos Intercesores (o Auxiliadores)
Iglesia de San Cristóbal, Triembach-au-Val, Alsacia (Francia) 
(Imágenes: Wikicommons)

11. Muchos de estos santos antiguos, especialmente los mártires de las persecuciones romanas, todavía resuenan hoy día. No obstante la exclusión de San Valentín del calendario de 1969, el Santo Padre bendice a los novios el 14 de febrero, día descrito en los informes oficiales como “día de San Valentín”. Algunos santos antiguos figuran en el folclor europeo[17], en el arte religioso, en la dedicación de venerables iglesias, en la historia e inspiración de innumerables santos posteriores[18], y muchos de sus nombres están entre los más populares usados actualmente en los países de cultura católica.

12. La conmemoración de lo milagroso puede considerarse tanto en relación con los santos mencionados en los textos litúrgicos[19] como en relación con las fiestas que conmemoran sucesos sobrenaturales[20]. La irrupción de lo sobrenatural en la vida corriente, celebrada en esas fiestas, tiene una profunda importancia al ilustrar los caminos de Dios en la guía de la historia y en el cuidado de la Iglesia.

13. Los tres rasgos mencionados se relacionan con el lugar que, en general, tiene el culto de los santos en la forma extraordinaria, que puede resumirse con la frase, usada a menudo, “por sus méritos e intercesión” y otras equivalentes. En el Confiteor, en muchas de las Colectas y sobre todo en el Canon, las oraciones de la Misa están llenas de los santos, con frecuencia mencionados nominativamente (véase el Apéndice). La invocación de los santos en estos contextos no es primariamente una referencia a sus ejemplos edificantes -a menudo sabemos poco de ellos- ni a su papel representativo a lo largo del tiempo y del espacio[21], sino a su poder espiritual -son amados por Dios- y a la continuidad con que nos unen con los primeros Papas y mártires y con el Antiguo Testamento, así como con todas las generaciones de católicos que han pedido su intercesión. Es natural que el calendario de la forma extraordinaria refleje las mismas actitudes que sus textos litúrgicos.

Nuevos santos y calendario universal

14. Si bien se puede decir que el ciclo santoral de 1962 no está demasiado colmado, ello no significa que se le podría agregar un número importante de santos nuevos sin finalmente colmarlo. Si se le agrega nuevos santos, habrá que suprimir algunos, o hacer optativas sus celebraciones.

15. El calendario de la forma extraordinaria ciertamente contiene situaciones poco felices y anomalías, como resultado de antiguos intentos de reforma[22], pero hay que tener cuidado de no perjudicar el sentido de continuidad que experimentan los fieles adeptos a la forma extraordinaria; continuidad no sólo con un pasado idealizado y distante, sino con nuestros antecesores inmediato en la fe, los católicos de hace cincuenta, cien o doscientos años que construyeron o restauraron tantas de nuestras iglesias, que crearon mucho de nuestro arte sagrado y que compusieron el material devocional todavía en uso hoy.

16. Vale la pena advertir que, específicamente, el calendario romano de la antigüedad, que influyó en algunos calendarios locales (o, en algunos casos, fue su base), llegó, con el tiempo, a ser considerado simplemente como el calendario universal de la Iglesia latina. En la práctica, ese calendario tuvo también una tercera función como calendario local de Italia, lo que se refleja en que incluye muchos santos italianos.

17. De acuerdo con la práctica más antigua, parecería preferible que el calendario romano hiciera opcional la incorporación a los calendarios locales de santos más modernos, excepto en el caso de los santos más importantes, o de dejar la opción al celebrante[23]. Esto significaría que no se privaría a los fieles de los santos de importancia histórica local con culto propio, permitiéndose al mismo tiempo la inclusión de santos nuevos de importancia genuinamente mundial. Esto se podría lograr fácilmente en la práctica haciendo opcional la celebración de algunos de los santos modernos menos importantes, normalmente clasificados como de tercera clase. 

Calendario Romano General de 1960
(Foto: Wikicommons)

Conclusión

18. Se puede aplicar especialmente al ciclo santoral del calendario las palabras de Benedicto XVI referidas, en general, a la forma extraordinaria: “Lo que las antiguas generaciones consideraron sagrado, sigue siendo sagrado y grande también para nosotros, y no puede ser súbitamente prohibido del todo o considerado dañino. Nos corresponde a todos preservar las riquezas que se han desarrollado en la fe y las oraciones de la Iglesia y otorgarles el lugar que les corresponde”[24].

Se podría fácilmente dañar la integridad y el valor propio del antiguo Misal, así como también el sentido de continuidad que experimentan los fieles que lo usan, si se incurriera en una prisa indebida en la reforma del ciclo santoral, sin tomar suficientemente en cuenta los siguientes principios.

19. Primero, no debiera causar molestias el hecho de una multiplicidad de calendarios en uso en la Iglesia. La existencia de una variedad de cosas auténticamente valiosas es motivo de celebración, no de lamentaciones.

20. Segundo, la densidad y antigüedad de las fiestas y su asociación con lo milagroso son todos rasgos especialmente valiosos en la forma extraordinaria, especialmente por la ausencia en ella de un ciclo ferial, fuera del de Cuaresma.

21. Tercero, los méritos e intercesión de los santos es clave para su papel litúrgico en esta forma. Ello se refleja claramente en el típico lenguaje que se usa en los textos litúrgicos, que contrasta con el de la forma ordinaria. De ello se sigue que sería imposible usar en la forma extraordinaria oraciones compuestas para la forma ordinaria, tal como se consideró inapropiado usar oraciones no editadas del antiguo Misal en la composición del Misal de 1970. Los textos del Común de los Santos, que son a menudo de gran antigüedad, así como muchos otros textos del Misal antiguo, de hecho hacen menos necesario usar oraciones compuestas más recientemente.

22. Cuarto, el valor de la continuidad, de realizar el culto al modo de nuestros antepasados, indica cuál es la adecuada actitud de conservación, en relación con los cambios en el ciclo santoral. Las vivencias litúrgicas y las devociones caras a nuestros antecesores son dignas de recuerdo y de veneración. Es una vocación especial de la forma extraordinaria el representar este recuerdo, y no se le debiera impedir realizar esta función.

23. Los reformadores debieran dirigir su atención a los santos más modernos del calendario de 1960 y a los que carezcan de una conexión importante con Roma o de una devoción verdaderamente universal a fin de crear el espacio necesario para la inclusión de santos nuevos. No debiera considerarse esto, sin embargo, como supresión de fiestas, sino como una forma de preservarlas en los lugares donde tienen auténtica importancia.

Apéndice 

Los santos en la forma extraordinaria y la espiritualidad tradicional

Como se dijo antes, la importancia del culto de los santos en la forma extraordinaria queda evidenciada por su lugar en los textos litúrgicos que se usa a lo largo del año, especialmente en el Confiteor (que invoca a la Santísima Virgen, a San Miguel Arcángel, y a cuatro más), en el Canon romano (Santísima Virgen, San José y doce otros en el Communicantes, y quince después del Nobis quoque peccatoribus), además de tres santos del Antiguo Testamento. Se invoca de nuevo a los santos, brevemente, en la oración Libera nos.

Además, la Gran Letanía (Litaniae Sanctorum), que se usa en el rito de recepción en la Iglesia y en la Vigilia Pascual y en otras ocasiones, incluye a la Santísima Virgen y cincuenta y un ángeles y santos: esta lista se traslapa con la del Canon, pero incluye santos de un lapso más extenso.

El papel de los santos en la liturgia subraya su importancia en el calendario, y de hecho el calendario de la forma extraordinaria hace lugar a muchos más santos que el de la forma ordinaria. Lo mismo puede decirse de santos que son prominentes en algunas devociones populares como, según se dijo en el párrafo 10, los Catorce Santos Intercesores, y en fuentes hagiográficas tradicionales, de las que la más importante es la Legenda Aurea (1298)[25].

A modo de ilustración, todos los santos de la Gran Letanía[26] son venerados con una fiesta (o conmemoración) en el calendario de 1960, pero el calendario de 1969 no incluye a los mártires Juan y Pablo ni a las vírgenes Catalina[27] y Anastasia.

De los santos del Canon romano encontramos que, aparte de las figuras del Antiguo Testamento, cada uno de ellos tiene una fiesta o conmemoración en la forma extraordinaria, pero siete de ellos no la tienen en la forma ordinaria: los papas Lino, Cleto y Alejandro, y los mártires Crisógono, Juan y Pablo, y Anastasia.

Respecto de la Legenda Aurea se puede decir que esta obra puede todavía servir, en gran medida, como auxiliar del calendario de 1960, con cerca de cien santos de la Legenda incluidos en el calendario de 1960, en el mismo orden en que aparecen en el libro, lo que totaliza el doble de los incluidos en el calendario de 1969.

Reiterando una idea expresada en el párrafo 13, es una cuestión de integridad y coherencia de la forma extraordinaria el que su calendario refleje los mismos intereses que sus textos litúrgicos.

Edición del 10 de mayo de 1969 del periódico ABC de Paraguay
(Foto: Moopio)


[1] Otros documentos en esta serie han abordado la cuestión de las Vigilias y Octavas (Positio 20: El tiempo de Septuagésima y las vigilias y octavas en la forma extraordinaria) y de las Fiestas de precepto (Positio 13: Las fiestas de precepto).

[2] Este contraste entre las formas ordinaria y extraordinaria ha sido analizado en el contexto del Leccionario. En la práctica, el ciclo ferial de lecturas tiende a tener precedencia sobre las lecturas especiales propias del santo del día, incluso cuando se celebra ese santo. Véase FIUV, Positio 15, El leccionario de la forma extraordinaria, núm. 11-12.

[3] Por ejemplo, en Inglaterra y Gales, en 1962, había ocho santos, más los “mártires de Inglaterra y Gales”, que tenía fiestas nacionales, y 146 fiestas que se observaban en una o más diócesis, las cuales incluían santos de todas las épocas de la historia católica inglesa y galesa, especialmente de aquellos relacionados con las Leyes Penales de los siglos XVI y XVII, además de una cantidad de devociones propias de determinadas diócesis, tales como la de las Sagradas Reliquias, la Santa Casa de Loreto y Nuestra Señora en Pórtico. 

[4] Estas, igual que las fiestas particulares de una diócesis o país, generalmente figuraban en el suplemento del Misal que contenía los textos necesarios (con un suplemento correspondiente del Graduale Romanum para la música de los textos).

[5] El papa Francisco ha recordado recientemente su propio descubrimiento, en su juventud, del rito ucraniano gracias a la presencia en Argentina de un obispo de esa nacionalidad, Stepan Chmil (Discurso al Pontificio Colegio Ucraniano de San Josafat, 9 noviembre 2017).

[7] FIUV, Positio 20: El tiempo de Septuagésima, vigilias y octavas en la forma extraordinaria, núm. 17. Otro rasgo del rito romano suprimido antes de 1962, útil en el contexto del ciclo santoral, fue el uso de Últimos Evangelios “propios”: cuando coincidían dos fiestas, la menos importante podía conmemorarse leyéndose su Evangelio en lugar del Prefacio del Evangelio de San Juan al final de la Misa. En FIUV, Positio 15, El leccionario de la forma extraordinaria, núm. 21, se ha hecho ver el valor de esta práctica.

[8] Las pérdidas de antes de 1962 incluyen las fiestas propias de la Cátedra de San Pedro en Roma y en Antioquía (18 enero y 22 febrero: se las combinó a ambas en fecha posterior); San Juan ante la Puerta Latina (6 mayo); la aparición de San Miguel (8 mayo); San Pedro in vincula (1 agosto), y la invención de San Esteban (3 agosto). Hubo también pérdidas en la lista de Misas votivas. Por otra parte, el Misal de 1962 es menos restrictivo que los anteriores en el uso de Misas pro aliquibus locis, respecto de las que dice: “Las Misas que vienen a continuación, de un Misterio o de un santo en el Martirologio de ese día, pueden decirse en todas partes como Misas de fiesta, a elección del sacerdote, de acuerdo con las rúbricas. Asimismo, las Misas de este tipo pueden decirse como votivas, a menos que se exceptúe expresamente alguna de ellas” (‘Infrascriptæ Missæ de Mysterio vel Sancto elogium in Martyrologio eo die habente, dici possunt ut festive ubicumque, ad libitum sacerdotis, iuxta rubricas. Similiter huiusmodo Missæ dici possunt etiam et votivæ, nisi aliqua expresse excipiatur.’). Cfr. Rubricae Generalis del Misal Romano, núm. 302. De las Misas mencionadas aquí, todas, excepto la de la Cátedra de San Pedro, aparecen en el Misal en la sección pro aliquibus locis.

[9] Como se dice en FIUV, Positio 20: El tiempo de Septuagésima, las Vigilias y las Octavas de la forma extraordinaria, núm. 17, la vigilia de Epifanía, abolida en 1955, fue restaurada en 1969. En la reforma de 1960, se movió a san Ireneo desde el 28 de junio al 3 de julio, lo cual también se dejó sin efecto en 1969. Se derogó cambios muy anteriores, como los casos de San Hilario de Poitiers, Santa Catalina de Siena y Santa Isabel de Portugal. El traslado de los días de santos, a veces de un día para el siguiente, fue motivado por el deseo de sacar a los santos de los días de octavas y vigilias, las cuales se abolieron en la reforma de 1969.

[10] El Arzobispo Bugnini, arquitecto de la reforma litúrgica, escribe que “el calendario provocó reacciones más bien negativas entre los periodistas laicos y en la prensa católica en general […] Los miembros del clero y del laicado cuya concepción del culto y de la religión era inspirada por devociones, quedaron desconcertados”. Bugnini, A., The Reform of the Liturgy 1948-1975 (trad. de Matthew J. O’Connell, Collegeville MN, The Liturgical Press, 1990), p. 315. Louis Bouyer se quejó destempladamente de que la reforma “aventó a tontas y a locas tres cuartos de los santos”. Bouyer, L., The Memoirs of Louis Bouyer: From youth and conversion to Vatican II, the Liturgical Reform, and after (trad. de John Pepino, Kettering OH, Angelico Press, 2015), pp. 222-223.

[11] Si una conmemoración no se celebra como Misa del santo (o de devoción) del día, se la conmemora en la Misa rezada con Colecta, Secreta y Postcomunión adicionales.

[12] Tomando en cuenta conmemoraciones y cinco vigilias, pero no fiestas movibles, el calendario universal de 1960 contiene 249 días no feriales, de uno u otro tipo. Doce de los días feriales son Témporas y, por tanto, no disponibles para la celebración de la Misa dominical o de la mayoría de las Misas votivas. El calendario universal de 1969 contiene 181 días no feriales (incluyendo 92 “memorias” opcionales) y no trae días de Témporas.

[13] Igual que en el caso de fiestas importantes de fecha fija, que a veces caen en domingo, y de la celebración externa en domingo de fiestas como Corpus Christi y Ascensión, normalmente se reemplaza también el formulario de la Misa dominical por la celebración de la fiesta de Cristo Rey, el último domingo de octubre, y la celebración externa de Nuestra Señora del Rosario, el primer domingo de octubre. Puesto que la fiesta de la Sagrada Familia se celebra siempre el primer domingo después de Epifanía, y la de la Santísima Trinidad el primer domingo después de Pentecostés, esos formularios de Misa dominical se usan sólo en los días feriales de la semana siguiente.

[14] A diferencia de los días de feria fuera de Cuaresma, cada día de semana durante este tiempo litúrgico tiene su propio formulario. El valor de estas antiguas Misas y su adecuación al tiempo de preparación para Pascua es resaltado por diversos intentos, en la historia, de sacar fiestas de la Cuaresma, cuyas ferias son de Tercera Clase, a diferencia de las ferias del resto del año, que son de Cuarta Clase. En la práctica, esto hace imposible celebrar Misas votivas y de los santos con conmemoraciones en esos días, a menos que exista alguna razón especial (las Témporas, que son días feriales de importancia aun mayor, son de Segunda Clase en todo el año).

[15] La excepción es San Agatón.

[16] San Blas, San Denis (Dionisio), san Erasmo y san Jorge.

[17] Para poner ejemplos extremos, no es un logro cultural menor de la Iglesia el que Cristo y San Pedro aparezcan en los cuentos folclóricos recolectados por los hermanos Grimm en Alemania, en un contexto que trae a la memoria los cuentos de viajes de mortales de Thor y Loki, o de Zeus y Hermes, en el antiguo paganismo europeo.

[18] Un buen ejemplo es la guía de Santa Juana de Arco por San Miguel Arcángel, Santa Catalina de Alejandría y Santa Margarita de Antioquía. Estos tres santos fueron populares en la época de Santa Juana, y fueron a menudo pintados en el arte sagrado.

[19] El ejemplo más impactante es la curación milagrosa de los pechos de Santa Ágata, seccionados por sus torturadores, tal como se relata en la Colecta de su fiesta (5 febrero) y más explícitamente en el himno de sus Vísperas, Quis es tu qui venisti. La fiesta de Santa Ágata se celebra en la forma ordinaria, pero sin estos textos. Asimismo, el Evangelio de la fiesta de San Gregorio Taumaturgo (17 noviembre), tomado de Mc 11, 22-24, está elegido porque el propio santo movió una montaña. La Colecta de San José Cupertino (18 septiembre) alude, de un modo algo jocoso, a sus levitaciones. La Colecta de Santa Escolástica (10 febrero) menciona la entrada al cielo de su alma en forma de paloma.

[20] Algunos ejemplos son los Estigmas de San Francisco (17 septiembre), la Conversión de San Pablo (25 enero) y la Aparición de Nuestra Señora de Lourdes (11 febrero). En esta misma categoría, anteriormente en el calendario universal y ahora en “pro aliquibus locis” del Misal de 1962, están San Juan ante la Puerta Latina (6 mayo), que conmemora el martirio de San Juan Apóstol, frustrado debido a una intervención milagrosa; la Aparición de san Miguel Arcángel (8 mayo), y la  Invención de San Esteban (3 agosto).

[21] Aunque representan efectivamente diferentes órdenes en la Iglesia: sacerdotes, obispos, religiosos, laicos, mártires, confesores, vírgenes y viudas.

[22] Antes de 1960 una gran cantidad de fiestas de importancia histórica habían sido clasificadas “semi dobles” o “simples”, en tanto que muchos santos de la Contrarreforma eran “dobles”. La simplificación de las categorías en 1960 resultó en que muchas que estaban en la primera categoría se convirtieran en “conmemoraciones”, en tanto que estas últimas se convirtieron en “tercera clase”. Así, paradójicamente, vemos que San Luis de Gonzaga (21 junio) tiene una fiesta de tercera clase, en tanto que figuras importantes de la devoción popular, como San Valentín (14 marzo), San Jorge (23 abril) y Nuestra Señora del Carmen (16 julio) son conmemoraciones. Después de la reforma del Concilio Vaticano II se hizo esfuerzos para que la celebración litúrgica de los santos coincidiera con su dies natalis, lo cual, en algunos casos, sólo fue posible mediante la abolición de otras fiestas que ocupaban esos días.  Una solución, que encontramos en algunos calendarios medievales, es permitir la conmemoración de un santo en su dies natalis cuando éste está ocupado por una fiesta importante, aun cuando la fiesta del santo se celebre en un día libre posterior.

[23] De acuerdo con el principio general mencionado en la nota 8, los santos incluidos en el Martirologio Romano o en la sección pro aliquibus locis del Misal pueden celebrarse en su día festivo propio, o como Misas votivas.

[25] Compilación de Santiago de la Vorágine, pero con incorporación de material mucho más antiguo.

[26] En la versión usada en la forma extraordinaria.

[27] Restaurada posteriormente como conmemoración opcional.