sábado, 15 de febrero de 2020

Ronald Knox y la Santa Misa

Ronald Knox (1888-1957) fue un sacerdote católico inglés, conocido tanto por sus libros de teología como por sus historias detectivescas (célebre es, por ejemplo, su décalogo para una novela de misterio). Se lo recuerda también como escritor de guiones y locutor de la BBC. 

 Ronald Knox

Hoy queremos ofrecer a nuestros lectores algunos fragmentos (en cursiva) de la biografía que Evelyn Waugh (1903-1966) publicó sobre su amigo Ronald Knox y que muestran la importancia que la liturgia tradicional acabó teniendo para este converso del anglicanismo. Se trata de un libro muy recomendable, del cual existen dos versiones en castellano: una publicada por Ediciones Palabra y otra hecha por Jack Tollers y disponible en línea en su sitio web. La biografía apareció en 1959 y "nos sumerge en la Inglaterra de la primera mitad del siglo XX con una atención por el detalle que no conspira contra el ritmo de la relación ni la profundidad de los asuntos tratados" (Jack Tollers). El gran mérito de Waugh es haber conseguido desvelar "el conflicto interior de lealtades que Ronald [Knox] y él compartieron y que fue la clave de su vida" (Paul Johnson).

Los dos abuelos de Ronald Knox fueron obispos de la Iglesia anglicana y su padre (Edmund Knox) alcanzó también el episcopado anglicano cuando su hijo contaba con siete años de edad. Recibió una esmerada educación protestante, asistiendo a Eton College. Ahí comenzó su proceso de conversión con la lectura de Luz invisible de Robert Hugh Benson (1871-1914), que lo enfrentó por primera vez con la Virgen María como figura central de devoción y con el sacerdocio como un estado cuya función es primordialmente sacramental y no administrativa. Por esa época, pasó las vacaciones de verano de 1904 en Europa continental, justo después de haber empezado a tratar a algunos niños provenientes de familias ritualistas y de leer The Ritual Reason Why, un libro didáctico que explicaba el sentido místico de los distintos ornamentos, vasos sagrados y sacramentales. Comenzó a recibir la comunión cada domingo, alternando la parroquia más próxima y la capilla del colegio. En A Spiritual Aeneid (1918), su autobiografía de conversión, explicaba que para para él todos los símbolos eran sagrados, y que era ritualista mucho antes de serlo de verdad. Pero hasta que se trasladó a Oxford, sólo había asistido a un servicio anglocatólico. De hecho, el testimonio de ese viaje de verano nos muestra a un joven Knox todavía distante de la magnificencia del ritual católico, cuando se comenzaba a vivir los primeros tiempos del Movimiento Litúrgico: 

Cuando estuvo durante dos semanas con su hermano en Alemania y Bélgica se regocijó grandemente con la arquitectura de las iglesias a las que estudió con toda atención, pero nunca fue a una Misa Solemne. Las excentricidades de la religión local no le afectaban más que las excentricidades de la dieta inglesa.

Knox continuó sus estudios en Balliol, uno de los colleges de Oxford. Ahí recibió la influencia de los tractarianos en Pusey House, un centro vinculado al anglocatolicismo. También comenzó a frecuentar a quienes eran coloquialmente conocidos como “los Padres Cowley”, la primera orden religiosa masculina de la Iglesia anglicana. Fue fundada en 1866 en el pueblo de Cowley, cerca de Oxford, con el nombre de Society of St. John the Evangelist por el sacerdote anglicano Richard Meux Benson (1824-1915). Los monjes hacen los tres votos de pobreza, obediencia y castidad, y cuenta con una tercera orden para laicos (The Fellowship of St.  John) que prosperó en todo el mundo de habla inglesa, contando actualmente con un millar de adherentes. Poco a poco, el mundo monástico comenzó a cautivar al joven Knox y a moverlo hacia su conversión, que acabaría consumada en la hoy cerrada abadía benedictina de Fort Augustus, en Escocia: 

Los domingos siempre concurría a las solemnes Misas del monasterio de los Padres Cowley [...], a menudo llevando amigos consigo con la esperanza de que el coro de canto llano, los encendidos sermones del Padre Waggett y el austero ritual, apenas más suntuoso que el de Pusey House, pero considerablemente menos elaborado que el de San Barnabas, los seduciría y sumaría a su propia manera de entender la religión. También iba allí cuatro veces al año para confesarse.

 (Foto: numendigital.com)

Al poco tiempo de graduarse en Oxford, Ronald Knox recibió las órdenes sagradas y se ordenó como sacerdote de la Iglesia de Inglaterra en 1912, siendo destinado como capellán de Trinity College, donde era fellow desde 1910. En esos tiempos ya había adoptado un estilo que preparaba su conversión al catolicismo y que se consumaría en 1917, tanto en su vestimenta como en los usos rituales. Ese mismo apego a una liturgia inmemorial fue lo que le hizo sentir con dolor los cambios que comenzaron a sucederse a partir del pontificado de Pío XII y que también afectaron a su biógrafo, el escritor Evelyn Waugh, fallecido antes de la promulgación del Misal romano reformado: 

Desde los tiempos de su diaconado Ronald había adoptado un traje eclesiástico para usar en Oxford, y a veces en Londres lo más próximo a aquellos que había visto en Brujas; sotana, medias de seda y zapatos con hebilla; a esto le agregó ahora lo que describió en una carta como “una nueva y afrentosa prenda hecha a medida, que se conoce como mantelletta”. Aquellos que sólo llegaron a conocerlo más adelante, cuando su ropa apenas si alcanzaba lo respetable, se enterarán con sorpresa de este toque de dandy que lo caracterizaba cuando más joven. “Querido Sling”, le escribió desde Manchester a F.F. Urquhart, “¿por casualidad conoces una tintorería católica en Oxford donde se supiera planchar la sobrepelliz como Dios manda, esto es, con pliegues de acordeón? Si así fuera, me gustaría entrar en tratos con ellos. Mi hermana me dice que en las tintorerías y lavanderías comunes no saben cómo hacerlo.

La sobrepelliz se usaba no sólo para el púlpito, sino también en la capilla de Trinity, cuando celebraba en el altar domingo por medio alternando con su Presidente, quien prefería la “posición norte” a igual que el padre de Ronald. En la calle Graham de Londres y en otros lugares de Oxford donde celebraba oficios de la residencia St. Stephen y un convento de monjas anglicanas usaba casulla y buena parte del oficio en palabras y formas del Ritual Romano. Muchos de sus amigos se solazaban con los modos litúrgicos del continente y Ronald se mofaba considerablemente de los usos litúrgicos de los evangelistas, bien que las observancias exteriores de la religión lo tenían más bien sin cuidado. Amaba a la Iglesia católica y, en su deferencia, observaba sus ceremonias y recurría a sus ornamentos por considerarlos sus galas especiales. Vivió para ver cómo la Iglesia católica llegó a abandonar muchas de esas rúbricas y rituales que él había observando siendo anglicano. Vio el relajamiento del ayuno eucarístico y la irrupción de los laicos en las celebraciones litúrgicas; vio cómo los arquitectos eclesiásticos le dieron la espalda al Mediterráneo para seguir las áridas y proletarias modas del norte. Algunos de sus sermones más tardíos (en particular la serie de Corpus Christi predicada en Maiden Lane) constituyen recriminaciones que se dirige a sí mismo por su sentimental pena al comprobar cómo cambiaba la faz externa de la Iglesia.

“El bebe no entiende inglés”, dijo una vez, con desacostumbrada vehemencia, cuando se le pidió que administrara un bautismo en lengua vernácula, “y el Diablo sí sabe latín”. Pero su fastidio era simplemente parte de su general conservadurismo. Nada tenía que ver con su religión, que se hallaba fundada en estudios bíblicos, teología ortodoxa y oración mental.

De hecho, todavía siendo anglicano participó en la Sociedad de los Santos Pedro y Pablo, una editorial de tendencia anglocatólica fundada en 1911 que consideraba que era posible acercar ritualmente la Iglesia anglicana a la liturgia romana del catolicismo. Para ellos, por ejemplo, Knox tradujo el rito de Semana Santa, abreviado en 1955 por Pío XII: 

Ayudó a traducir la liturgia para Semana Santa del Misal Romano (que llegó a ver abreviada, y a su modo de ver, empobrecida, por decreto del Papa). Casi cuarenta años después realizó otra traducción para los editores Burns, Oates y Washbourne, una versión diseñada para leer a dos columnas con el latín, no para ser cantada. ¡Cuánta libertad de espíritu y anchura de corazón adquirió a lo largo de ese período!

Ronald Knox se convirtió al catolicismo en 1917, en medio de la Primera Guerra Mundial, la cual le costó la vida a mucho de sus amigos y de los antiguos alumnos de Oxford a los que trató. Un año después fue ordenado sacerdote. Durante ese tiempo de preparación vivió en el Oratorio de Brompton, en Londres. Fue ahí donde comenzó a vivir de manera católica, siempre de la mano de la cuidada liturgia de los hijos de San Felipe Neri: 

Ronald se mudó al Oratorio el 26 de noviembre [de 1917] y fue registrado como “estudiante eclesiástico a cargo de su propia pensión”. Nunca hubo cuestión de que ingresara al noviciado oratoriano. Era pura y simplemente un huésped, bien que durante trece meses observó, en cuanto le fue posible, las reglas de la casa, oyendo Misa diariamente, partiendo a las ocho y media de la mañana, volviendo en cuanto terminaba su trabajo, participando del oficio de Vísperas, compartiendo la recreación de la comunidad y yéndose a dormir a eso de las diez. Resultó un período de muy necesario “tranquilo reposo, de luz y de paz”, sobre el que siempre echó luego una mirada de cordial gratitud.

 El Oratorio de Brompton (Londres)

Entre 1926 y 1939, Knox volvió a Oxford, esta vez como el capellán católico de la universidad. Ahí buscaba ser cayado de pastor antes que anzuelo de pescador, recordando que a él le habían confiado que los estudiantes católicos conservaran su fe en medio de un mundo adverso, cuando no descreído. Estaba lejos, entonces, de esos grupos que, con ocasión y sin ella, tratan de introducir temas piadosos, la mayoría de las veces produciendo el efecto contrario del que pretendían lograr, fundados en un proselitismo mal entendido. En la capellanía celebraba la primera Misa de cada domingo. La tercera y última era dicha por un dominico conforme a su rito propio, evidencia de la riqueza litúrgica de la que hoy no se puede gozar: 

Los domingos Ronald siempre dijo la primera Misa a las 08.15 horas. Había luego Misa de nueve para la gente del barrio, generalmente celebrada por algún jesuita. “Los alumnos no suelen ir a esa; sin que haya tenido parte en el asunto... A las 10.30 la Misa es celebrada por uno de los dominicos. Ahí se complica un poco, porque los dominicos insisten en una Misa extraña que exige un ayudante acostumbrado al ritual”.

Tras dejar Oxford, Ronald Knox se trasladó a Aldenham, propiedad de sus amigos Lord y Lady Acton. Durante la Segunda Guerra Mundial, ahí funcionó un colegio de niñas a cargo de las religiosas de la Asunción. Como capellán se hizo conocido por las prédicas que daba los domingos después de la Bendición con el Santísimo. Nadie quería perdérselas. De hecho, su éxito llevó a Knox a publicar los guiones corregidos. Fue así como en 1948 vio la luz The Mass in Slow Motion (La Misa en cámara lenta), que ha sido traducido también por Jack Tollers (disponible aquí para descarga), donde se recogen los sermones que dedicó al Santo Sacrificio. Un año después publicó The Creed in Slow Motion (El Credo en cámara lenta), del cual existe una versión castellana de la Editorial Rialp:

Pero no fue su calidad de dispensador de entretenimientos lo que más impresionó a las chicas de Aldenham. Sus prístinas mentes juveniles reconocían la santidad, y la amaban. Él les explicó los pasos de la liturgia de un modo que nunca se les había explicado aunque entendieron mucho más participando de las Misas que celebraba. En una oportunidad una chica dio en pasar por la capilla mientras él hacía su acción de gracias; se arrodilló completamente absorbido en oración, y luego la niña le contó a una de las monjas que pasar entre él y el altar era como “cortar a través de lo sobrenatural”. 

En 1957, Knox fue diagnosticado de un cáncer incurable. Pese a que fue examinado en el núm. 10 de Downing Street, que entonces habitaba su amigo de la infancia Harold Macmillan, al que había dado clases particulares de latín y griego, por el médico personal del Primer Ministro, no hubo tratamiento posible. Murió el 24 de agosto de ese mismo año. La Misa de exequias fue celebrada en la Catedral de Westminster por S.E.R. George Laurence Craven, obispo auxiliar de la arquidiócesis. La prédica estuvo a cargo del R. P. Martin D'Arcy SJ. Su cuerpo fue enterrado en el cementerio de St Andrew's Church, Mells.

 (Foto: Knoxbible.com)

Nota de la Redacción: Con algunas correcciones menores de estilo, los textos reproducidos están tomados de Waugh, E., La vida del Rvdo. Ronald Knox, trad. de Jack Tollers, ed. electrónica disponible para descarga, pp. 58, 85, 100-101, 105, 156, 206 y 270.

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