Les ofrecemos hoy la traducción hecha por la Redacción de un artículo publicado por la Dra. Maike Hickson en Catholic Family News, donde colabora por primera vez. Se trata de unas glosas a una nueva carta de S.E.R. Carlo Maria Viganò en la que insiste sobre su crítico juicio respecto del Concilio Vaticano II. Este nuevo texto, que forma parte de un intercambio epistolar entre el arzobispo y el Prof. Paolo Pasqualucci, complementa la larga carta que ya compartimos con nuestros lectores en una entrada anterior. Se trata de un valioso testimonio sobre el que conviene reflexionar.
S.E.R. Carlo Maria Viganò
(Foto: Washington Post)
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Arzobispo Viganò sobre el Vaticano II: “Es preferible abandonarlo enteramente y dejarlo
caer en el olvido”
Dra. Maike Hickson
S.E.R. Carlo Maria Viganò, en respuesta a un profesor italiano de Derecho,
analiza el tema de cuál debería ser la respuesta de la Iglesia católica a las
“proposiciones heréticas o que favorecen la herejía” del Concilio Vaticano II
(1962-1965), y expresa que “deberían ser condenadas, y sólo queda esperar que
ello sea hecho lo antes posible”. En leve discrepancia con S.E.R. Athanasius
Schneider, el prelado italiano dice ahora que cree que el Concilio no debiera
ser mencionado y debiera caer en el olvido. Hace suyas las palabras del
profesor Paolo Pasqualucci: “Si el Concilio se ha desviado de la fe, el Papa
tiene la potestad para invalidarlo. De hecho, tiene el deber de hacerlo”.
El trasfondo de esta nueva
intervención de monseñor Viganò, publicada por el sitio tradicional católico Chiesa e post concilio (véase el texto completo más abajo), es un análisis iniciado
por monseñor Schneider sobre algunos de los graves errores del Concilio Vaticano
II. El 1 de junio pasado, este último había criticado la declaración del
Concilio de que existe un derecho natural a la libertad religiosa y había
añadido que esta enseñanza incorrecta tendrá que ser corregida por el
Magisterio en el futuro. El obispo Schneider ve esta errónea enseñanza -la
noción de que Dios querría positivamente que los hombres escogieran religiones
falsas- en la base de la Declaracion Abu Dhabi de 4 de febrero de 2019, firmada
por el papa Francisco, que dice que la “diversidad de religiones” es “querida
por Dios”.
Como dice monseñor Schneider, “[h]a
habido declaraciones hechas por otros Concilios Ecuménicos que han quedado
obsoletas y han sido olvidadas o han sido incluso corregidas por el Magisterio
posterior”.
En una respuesta de apoyo a esta intervención de monseñor Schneider, de 10 de junio, monseñor Viganò había concordado
con la crítica del primero, pero había planteado cortésmente su
desacuerdo con la declaración de éste de que, aunque el Concilio mismo podía
seguir siendo válido, se podía corregir, de forma simplemente oficial, algunas
de sus enseñanzas erróneas.
En su nueva intervención de 15 de
junio, monseñor Viganò responde al comentario que el profesor Paolo Pasqualucci
(véase más abajo su texto) hizo a lo expuesto en el texto de 10 de junio. Dicho profesor italiano de Derecho, ya jubilado, califica a los obispos Viganò y Schneider como “prelados valientes” y agradece sus intervenciones. Al mismo tiempo,
plantea que el Magisterio futuro necesita rechazar en su totalidad el Concilio
Vaticano II a causa de “los errores contra la fe que están esparcidos en sus
documentos”.
El Prof. Pasquealucci cree que “los
problemas teológicos y canónicos planteados por esta increíble crisis de la
Iglesia son muy grandes y muy difíciles de resolver”. El profesor añade: “tratamos de orientarnos recurriendo a la guía que nos ofrece la gracia
de Dios a través de estos dos valientes y correctísimos obispos, los únicos,
hasta ahora, que se han enfrentado con el enemigo, dirigiéndole un ataque
frontal”.
Continúa el Prof. Pasqualucci: “Digo
todo esto en mi calidad de laico, pero, a mi juicio, habiéndose proyectado luz
sobre los subterfugios procedimentales y los errores contra la fe esparcidos en
los diversos documentos, un Papa bien podría, al cabo, echar abajo el Concilio
entero, 'confirmando con ello a sus hermanos en la fe'. Esto caería
perfectamente dentro de la órbita de su summa
potestas iurisdictionis (suma potestad de jurisdicción) sobre la Iglesia
entera, iure divino (por derecho
divino). El Concilio no es superior al Papa. Si el Concilio se ha desviado de
la fe, el Papa tiene la potestad de invalidarlo. De hecho, tiene el deber de
hacerlo”.
El Prof. Pasqualucci es uno de los
signatarios de la carta abierta enviada por académicos y sacerdotes pidiendo al
episcopado mundial investigar y, luego, eventualmente condenar, las enseñanzas del papa Francisco si ellas se apataban de la enseñanza tradicional de la Iglesia.
Como se puede ver en la declaración
que transcribimos más abajo, monseñor Viganò está de acuerdo con los comentarios
del Prof. Pasqualuci acerca del Concilio, y piensa asimismo que “un Papa podría
perfectamente anular al cabo todo el Concilio”. Pero el prelado italiano piensa
también, respecto del Concilio, que es “preferible abandonarlo enteramente y dejar que caiga en el
olvido”.
“El simple hecho de que el Concilio Vaticano
II sea susceptible de ser corregido”, explica monseñor Viganò, “debiera ser
suficiente para echarle tierra encima, tan pronto como se vea con claridad sus
errores más obvios”. Según este arzobispo, el Concilio, “aparte de sus
formulaciones ambiguas e incoherentes, fue querido y concebido debido a su
valor subversivo, por el cual ha ocasionado tantos males”.
En medio de este debate, monseñor Viganò insiste en que no existe oposición alguna entre él y monseñor Schneider,
explicando que ”de este fructífero diálogo con mi hermano, el obispo Schneider,
sale a luz cuánto deseamos ambos, de corazón, el restablecimiento de la fe
católica como el fundamento esencial de la unión en Caridad. No existe
conflicto, no hay oposición: nuestro celo brota y crece en el Corazón
Eucarístico de Nuestro Señor y vuelve a él para ser consumido en el amor por Él”.
Queda claro que monseñor Viganò desea
que tenga lugar en la Iglesia católica un debate abierto y honesto acerca de
los problemas de la Iglesia y de sus causas. Ahora, tal como lo ha dicho en
otra intervención, publicada por Marco Tosatti: “Aprendamos a llamar las cosas
por su nombre, con sencillez y tranquilidad; dejemos de seguir, con el pretexto
de vivir en paz, las ilusiones de quienes nos hablan de tolerancia y aceptación
sólo cuando se trata de hacer lugar al error y al vicio; dejemos de usar
palabras mágicas como 'diálogo', 'solidaridad' y 'libertad', que ocultan los
engaños del enemigo y tienden un velo sobre la explotación y la tiranía que se
ejerce sobre quienes disienten y la persecución a que se los somete”.
Véase a continuación el texto
completo de la carta que comentamos, publicado con autorización de monseñor Viganò.
Carta de S.E.R. Carlo Maria Viganò,
publicada inicialmente en Chiesa e post
concilio
14 de junio de 2020
Domingo en la Octava de Corpus Christi
Querido Doctor
Guarini:
He recibido las observaciones del Prof. Pasqualucci
que usted me ha amablemente enviado, y que procuraré responder, en la medida de
lo posible, de modo conciso.
Acerca de la posibilidad de corregir
los actos del Concilio Vaticano II, creo que podemos estar de acuerdo: las
proposiciones heréticas y aquéllas que favorecen la herejía debieran ser
condenadas, y sólo queda esperar
que ello sea hecho lo antes posible.
Mi objeción a monseñor Schneider surge,
más bien, de mi preocupación por la posibilidad de que se preserve, entre los
actos oficiales de la Iglesia, un evento novedoso de características únicas
que, más allá de sus formulaciones ambiguas de discontinuidad, fue querido y concebido debido a su valor
subversivo, por el cual ha ocasionado tantos males. Desde un punto de vista
jurídico, se puede quizá encontrar la solución más adecuada; pero desde el
punto de vista pastoral -es decir, en lo que toca a la utilidad del Concilio
para la edificación de los fieles- es preferible abandonarlo enteramente y dejar
que caiga en el olvido. Y si es verdad, como lo afirma el Prof. Pasqualucci, que el error no constituye doctrina, es igualmente verdad que la sola
condenación de las proposiciones heterodoxas no eliminaría las sombras que
rodean a toda la empresa del Concilio como un todo complejo, y que dañan a todo
el conjunto de sus documentos, ni eliminaría tampoco las consecuencias que se
han derivado del Concilio. Debiera recordarse también que el acontecimiento del
Concilio supera con mucho a los documentos por él producidos.
El simple hecho de que el Concilio Vaticano II sea
susceptible de ser corregido debiera ser suficiente para echarle tierra encima,
tan pronto como se vea con claridad sus errores más obvios. No es por nada que
el Prof. Pasqualucci lo llama “conciliábulo (concilio diabólico)”, tal como el Sínodo
de Pistoya, que mereció la condenación de todo el sínodo y no la mera
condenación de los errores individuales que enseñó. Hago mía la siguiente
declaración suya: “habiéndose
proyectado luz sobre los subterfugios procedimentales y los errores contra la
fe repartidos en los diversos documentos, un Papa bien podría, al cabo, echar
abajo el Concilio entero, “confirmando con ello a sus hermanos en la fe”. Esto
caería perfectamente dentro de la órbita de su summa potestas iurisdictionis (suma potestad de jurisdicción) sobre
la Iglesia entera, iure divino (por
derecho divino). El Concilio no es superior al Papa. Si el Concilio se ha
desviado de la fe, el Papa tiene la potestad de invalidarlo. De hecho, tiene el
deber de hacerlo”.
"Non possiamo, non dobbiamo, non vogliamo" (Pío VII)
Detalle de La coronación de Napoelón, Jacques-Louis David, 1806-1807, Museo del Louvre
(Imagen: Wikicommons)
Permítaseme agregar que, enfrentado
con la desastrosa situación en que se encuentra la Iglesia y los muchos males
que la afligen, parecen inadecuados e inconducentes los largos discursos que
intercambian los “especialistas”. Es urgente la necesidad de devolver a la
Esposa de Cristo su Tradición de dos mil años y recuperar los tesoros que se ha
saqueado y dilapidado, a fin de permitir al rebaño desorientado que se alimente
plenamente con ellos.
Cualquier discusión entre legítimas
diferencias de opinión no puede tener como finalidad compromiso alguno con la
distorsión de la Verdad, sino que debe tender a que la Verdad triunfe
plenamente. La virtud es la media entre dos vicios, como la cumbre lo es entre
dos valles: tal debería ser nuestra meta.
Me parece que, de este fructífero
intercambio de ideas con mi hermano, el obispo Athanasius, lo que sale a luz es cuánto deseamos ambos, de
corazón, el restablecimiento de la fe católica como el fundamento esencial de
la unión en Caridad. No existe conflicto, no hay oposición: nuestro celo brota
y crece en el Corazón Eucarístico de Nuestro Señor y vuelve a él para ser
consumido en el amor por Él.
Permítame, querido Dr. Guarini,
invitar a sus lectores a orar asiduamente por sus Pastores, especialmente por
aquéllos que viven en medio de la presente crisis con esfuerzo y sufrimiento y
que luchan por cumplir el mandato que han recibido de su divino Maestro. En
tiempos en que se nos ataca a todos, sitiados por todas partes, es más
necesario que nunca reunirnos, con fe y humildad, bajo el manto de Aquella que
nos gobierna: el amor por la Reina de las Victorias que reúne a sus hijos es la
prueba más evidente de que no puede ni debe existir entre nosotros divisiones,
que son la señal propia del Enemigo.
Mi bendición para usted y sus
lectores,
+ Carlo Maria Viganò
****
He aquí algunos comentarios del
Prof. Paolo Pasqualucci, extraídos de su texto completo, que motivaron la carta
de Su Excelencia:
Agradecemos a monseñor Viganò su última
y clarificadora intervención, hecha, como siempre, con gran lucidez y honestidad
intelectual. También agradecemos al moneñor Schneider, que nos ilumina
asimismo y nos conforta continuamente con sus preciosas intervenciones.
Esperamos que pronto otros miembros del clero se les unan.
En cuanto a la crítica que monseñor Viganò parece haber hecho a monseñor Schneider, me parece que se puede decir lo
siguiente. Monseñor Schneider parece enunciar un principio general: es posible
cambiar una doctrina previa de la Iglesia, que es doctrina porque está
contenida en “actos magisteriales”. Pero, a continuación, da ejemplos que no
constituyen verdadera y propiamente “actos magisteriales”, por cuanto no se
refieren a modificaciones a determinados aspectos de la doctrina, y no tienen
relevancia desde un punto de vista doctrinal. Así, el principio enunciado por
monseñor Schneider debe rechazarse si se lo quiere aplicar a la doctrina. A través
de los siglos la Iglesia ha cambiado su opinión en algunos pocos temas, por
ejemplo, en el cobro de interés por un préstamo (primeramente prohibido como
usura, pero luego admitido con ciertas condiciones), y sobre el poder de
gobierno temporal de los Papas, entendido primeramente como una autoridad
directa sobre el mundo entero, aunque no ejercida directamente y, luego como
una autoridad indirecta (por Belarmino). Pero estas cosas no involucran al
dogma y, por tanto, no interesan a la doctrina propiamente tal, no interesan a
la salvación de las almas. Entonces, ¿está todo bien en relación con las
enseñanzas del Concilio? No.
Como se ha señalado, monseñor Schneider
ha sostenido siempre la necesidad de un nuevo Syllabus (véase aquí) para rectificar ciertos aspectos del Concilio Vaticano II. Y no
sólo esto: un Syllabus tiene
importancia doctrinal y, efectivamente, los errores contenidos en el Concilio,
aunque haya sido sólo un “concilio pastoral”, tienen relevancia doctrinal. Es
imposible negar esto.
De modo que, en lo que se refiere al
Syllabus propuesto, no se trata de
cambiar una doctrina válidamente enseñada por los Papas en el pasado, sino
solamente de erradicar los errores que la han penetrado. El error [del
Concilio] no es doctrina; el error [del Concilio] niega total y completamente
la doctrina. Y es un error propagado por una Asamblea que no sólo se presentó
como exclusivamente pastoral, sino que además se manchó con graves y repetidas
ilegalidades.
Honestamente, no veo cuál es el
problema planteado aquí por monseñor Viganò en lo que se refiere a la específica
intervención del futuro magisterio en los errores del Conciliábulo que fue el
Vaticano II. Su tesis, si la he entendido correctamente, es obviamente válida
en lo que se refiere a la verdadera doctrina de la Iglesia, pero no me parece
aplicable a la falsa doctrina que se estableció, con la complicidad de los
Papas entonces reinantes, por un Concilio tumultuoso realizado en un clima de
continua confusión e ilegalidad.
Digo todo esto en mi calidad de laico, pero, a mi juicio, habiéndose proyectado luz sobre los
subterfugios procedimentales y los errores contra la fe esparcidos en los
diversos documentos, un Papa bien podría, al cabo, echar abajo el Concilio
entero, “confirmando con ello a sus hermanos en la fe”. Esto caería perfectamente
dentro de la órbita de su summa potestas
iurisdictionis (suma potestad de jurisdicción) sobre la Iglesia entera, iure divino (por derecho divino). El
Concilio no es superior al Papa. Si el Concilio se ha desviado de la fe, el
Papa tiene la potestad de invalidarlo. De hecho, tiene el deber de hacerlo.
Vista de la Plaza de San Pedro durate el Concilio Vaticano II
(Foto: Para no hacerte largo el cuento)
Por otra parte, el Prof. Pasqualucci
responde a la observación de un lector: “Le corresponde al arzobispo Viganò
retractarse”.
Mirado el punto de cerca, no hay nada
aquí de qué “retractarse”. Lo que le corresponde a monseñor Viganò es explicarse
más, si le parece oportuno, de modo de ayudarnos a comprender mejor su
pensamiento, ya que, como laicos, no tenemos los mismos instrumentos teológicos
y canónicos que él tiene a la mano. Y no somos laicos que nos opongamos a los
clérigos. Escribí “digo todo esto
en mi calidad de laico”, no a
fin de polemizar, sino simplemente para indicar que no soy teólogo o experto en
estas materias y, por tanto, “razono como un laico” que tiene formación en
Derecho y filosofía.
¡Ni monseñor Viganò ni monseñor Schneider son
enemigos que haya que refutar! Los
problemas teológicos y canónicos planteados por esta increíble crisis de la
Iglesia son muy grandes y muy difíciles de resolver. Nosotros tratamos de
orientarnos recurriendo a la guía que nos ofrece la gracia de Dios a través de
estos dos valientes y correctísimos obispos, los únicos, hasta ahora, que se
han enfrentado con el enemigo dirigiéndole un ataque frontal.
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