Pocos meses antes de dar inicio al concilio que había convocado en 1959, san Juan XXIII promulgó la Constitución Veterum sapientia con el propósito de fomentar el estudio del latín como lengua viva de la Iglesia. No es extraño, por tanto, que el Concilio Vaticano II estableciese que en la liturgia de los ritos latinos se había de conservar el latín, salvo derecho particular (Constitución Sacrosanctum Concilium, núm. 36, § 1). Sin embargo, se preveía que la competente autoridad eclesiástica territorial podía determinar si había de utilizarse la lengua vernácula y en qué extensión, cuando fuese útil para el pueblo en atención al carácter didascálico y pastoral de la liturgia (Constitución Sacrosanctum Concilium, núm. 36, §§ 2 y 3). Esto llevó a que, desde antes de la reforma litúrgica de 1969, la Sede Apostólica permitiera el uso de la lengua vernácula en todas las celebraciones con participación del pueblo (Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Inter oecumenici, de 26 de septiembre de 1964), como ya había ocurrido anteriormente con ocasión de los indultos particulares concedidos especialmente en zonas de misión, permisión que también quedó recogida en aquélla (Instrucción General del Misal Romano, núm. 12). Sin embargo, esta generalización no ha impedido que se reconozca la legitimidad y eficacia del sagrado rito celebrado en latín, al punto que los padres conciliares insistían especialmente en que se debía procurar «que los fieles sean capaces también de recitar o cantar juntos en latín las partes del ordinario de la Misa que les corresponde» (Constitución Sacrosanctum Concilium, núm. 54).
Más recientemente, el papa Benedicto XVI recomendó que, para expresar mejor la unidad y universalidad de la Iglesia, exceptuadas las lecturas, la homilía y la oración de los fieles, conviene que las grandes celebraciones sean dichas en latín; a la vez que se ha de procurar que los mismos fieles conozcan las oraciones más comunes en esa lengua y canten en gregoriano algunas partes de la liturgia (Exhortación apostólica postsinodal Sacramentum Caritatis, núm. 62). Eso explica la creación de la Pontificia Academia de Latinidad merced a la Carta apostólica en forma motu proprio Latina lingua, de 10 de noviembre de 2012.
Con ese fin, es conveniente conocer algunas reglas básicas sobre la pronunciación del latín eclesiástico, que desde la restauración ocurrida en el siglo XIX tiene una correspondencia fonética casi exacta con el italiano moderno.
a) a, e, i, o, u: se pronuncian igual que en español.
b) æ, œ: se emiten en un solo sonido y se pronuncian como una e.
c) au, eu: se pronuncian las dos vocales con su sonido propio, pero en una sola emisión de voz.
d) qu, gu: la u que sigue a la q o a la g siempre es sonora, es decir, se pronuncia.
e) c: la c delante de e, i, æ u œ se pronuncia como la ch castellana.
f) g: delante de una e o i tiene el mismo sonido que en francés (como una y suavizada).
g) h: tiene un sonido aspirado o velar (similar a un j o k débil) en el dativo mihi (=miji o miki) y en el adverbio nihil (=nijil o nikil), con sus compuestos, para hacer más fácil la pronunciación y diferenciación de las dos íes. En los demás casos, la h es muda.
h) j: es semiconsonante y debe oírse como la i en español, es decir, no se pronuncia con el sonido áspero al que estamos acostumbrados habitualmente.
i) m: hay que cuidar su dicción, para que no suene como n.
j) t: cuando a la sílaba ti la precede y la sigue una vocal, suena como ts. En cambio, si la precede una s o una x, la t tiene el mismo sonido que en español.
k) v: se debe diferenciar de la b acercando el labio inferior al borde de los dientes.
l) x: delante de vocal equivale a una cs.
m) z: se pronuncia como la s suave, dejándose oír una t.
n) dobles consonantes: no se simplifican, sino que se pronuncia la primera y a la mitad se agrega la segunda. Pero hay excepciones:
- cc: cuando se encuentra la doble c delante de e, i, æ u œ se pronuncia kch.
- ch: tiene sonido de k.
- gn: suena como la ñ española.
- ll: se pronuncia como dos eles separadas.
- ph: tiene el mismo sonido que la f española.
- ss: igual que la s en español.
- sc: delante de e y de i, tiene el mismo sonido que la ch francesa, la sch alemana, la sc italiana, la sh inglesa o la x catalana.
- th: tiene el sonido de la t española.
- xc: cuando la combinación precede a las vocales e o i, la x suena como k y la c lo hace como la sc.
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