Según lo consignáramos en una actualización previa, el destacado filosófo católico alemán Robert Spaemann (*Berlín, 1927), de quien hemos publicado antes una entrada, ha concedido una interesante entrevista (aquí el original en alemán) a la Catholic News Agency, en su versión alemana.
En dicha entrevista, el Profesor Spaemann comparte con el señalado medio sus impresiones sobre la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, de S.S. el Papa Francisco. El sitio Infocatólica ha publicado ahora una traducción íntegra, la que reproducimos a continuación por considerarla de gran interés para nuestros lectores.
***
Entrevista a Robert Spaemann
(CNA/InfoCatólica)
Profesor Spaemann, usted ha acompañado con su filosofía los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Muchos creyentes hoy en día discuten si la exhortación post-sinodal «Amoris Laetitia» de Francisco puede ser leída en continuidad con las enseñanzas de la Iglesia y de estos papas.
Para la mayor parte del texto es posible, a pesar de que su línea da
lugar a conclusiones que pueden no ser compatibles con las enseñanzas de
la Iglesia. En cualquier caso, el artículo 305, junto con la nota 351,
que establece que los fieles «en una situación objetiva de pecado»
pueden ser admitidos a los sacramentos «debido a circunstancias
atenuantes» contradice directamente el artículo 84 de la «Familiaris Consortio» de Juan Pablo II.
¿Qué deseaba Juan Pablo II?
Juan Pablo II declara la sexualidad humana «símbolo real de la
donación de toda la persona» y «sin ninguna limitación temporal ni de
ningún tipo». El artículo 84 dice, entonces, con toda claridad que los
divorciados vueltos a casar, si desean acceder a la comunión, deben
renunciar a los actos sexuales. Un cambio en la práctica de la
administración de los sacramentos por tanto no sería un «desarrollo» de
la «Familiaris Consortio», como dijo el cardenal Kasper, sino
una ruptura substancial con su enseñanza antropológica y teológica sobre
el matrimonio y la sexualidad humana.
La Iglesia no tiene el poder, sin que haya una conversión previa, de
juzgar positivamente unas relaciones sexuales desordenadas, mediante la
administración de los sacramentos, disponiendo anticipadamente de la
misericordia de Dios. Y esto sigue siendo cierto, sin importar cuál sea
el juicio sobre estas situaciones, tanto en el plano moral como en el
plano humano. En este caso, como en la ordenación de mujeres, la puerta
está cerrada.
Ejemplares de Amoris Laetitia
(Foto: Andrew Medichini/AP)
¿No se podría argumentar que las consideraciones antropológicas y teológicas que usted ha mencionado tal vez sean verdaderas, pero que la misericordia de Dios no está sujeta a estos límites, sino que se conecta a la situación concreta de cada persona?
La misericordia de Dios está en el corazón de la fe cristiana en la
Encarnación y la Redención. Ciertamente, Dios mira a cada persona en su
situación particular. Él conoce a cada una de las personas mejor que lo
que ella se conoce a sí misma. La vida cristiana, sin embargo, no es un
entrenamiento pedagógico en el que uno se mueve hacia el matrimonio como
un ideal, como «Amoris Laetitia» parece sugerir en muchos
pasajes. Todo el ámbito de las relaciones, especialmente las de
naturaleza sexual, tiene que ver con la dignidad de la persona humana,
con su personalidad y libertad. Tiene que ver con el cuerpo como «templo
de Dios» (1 Cor 6,19). Cualquier violación de este ámbito, aunque se
haya vuelto frecuente, es, pues, una violación de la relación con Dios, a
quien los cristianos se saben llamados; es un pecado contra su
santidad, y tiene siempre y continuamente necesidad de purificación y
conversión.
La misericordia de Dios consiste precisamente en que esta conversión
se hace posible continuamente y siempre de nuevo. La misericordia, desde
luego, no está vinculada a determinados límites, pero la Iglesia, por
su parte, está obligada a predicar la conversión y no tiene el poder de
superar los límites existentes mediante la administración de los
sacramentos, haciendo así violencia a la misericordia de Dios. Esto
sería orgullosa arrogancia.
Por lo tanto, los clérigos que se atienen al orden existente no
condenan a nadie, sino tienen en cuenta y anuncian este límite hacia la
santidad de Dios. Es un anuncio saludable. Acusarlos injustamente, por
esto, de «esconderse detrás de las enseñanzas de la Iglesia» y de
«sentarse en la cátedra de Moisés... para lanzar piedras a la vida de
las personas» (art. 305), es algo que no quiero ni comentar. Se debe
notar, sólo de pasada, que aquí se utiliza, jugando con una deliberada
interpretación errónea, ese pasaje del Evangelio. Jesús dice, de hecho,
sí, que los fariseos y los escribas se sientan en la cátedra de Moisés,
pero hace hincapié en que los discípulos deben practicar y observar todo
lo que ellos dicen, pero no deben vivir como ellos (Mt 23: 2).
El Papa quiere que no nos centremos en las frases individuales de su exhortación, sino que se tenga en cuenta todo el trabajo en su conjunto.
Desde mi punto de vista, centrarse en los pasajes antes citados está
totalmente justificado. Delante de un texto del Magisterio papal no se
puede esperar que la gente se alegre por un hermoso texto y disimule
como si nada ante frases cruciales, que cambian la enseñanza de la
Iglesia. En este caso sólo hay una clara decisión entre el sí y el no.
Dar o negar la comunión: no hay término medio.
Robert Spaemann junto al obelisco delante de Santa Maria sopra Minerva, en Roma
(Foto: EWTN/Paul Badde)
Francisco en su escrito enfatiza repetidamente que nadie puede ser condenado para siempre.
Me resulta difícil entender lo que quiere decir. Que a la Iglesia no
le es lícito condenar a nadie personalmente, y mucho menos eternamente -
lo cual, gracias a Dios, ni siquiera puede hacer - es claro. Pero,
cuando se trata de relaciones sexuales que contradicen objetivamente el
orden cristiano de la vida, entonces realmente quisiera que el Papa me
dijera después de cuánto tiempo y bajo qué circunstancias un
comportamiento objetivamente pecaminoso se convierte en una conducta
agradable a Dios.
Aquí, entonces, ¿se trata realmente de una ruptura con la enseñanza tradicional de la Iglesia?
Que se trata de una ruptura es algo evidente para cualquier persona capaz de pensar que lea los textos en cuestión.
¿Cómo se ha podido llegar a esta ruptura?
Que Francisco se coloque en una distancia crítica respecto a su
predecesor Juan Pablo II ya se había visto cuando lo canonizó junto con
Juan XXIII, cuando se consideró innecesario para este último el segundo
milagro que, en cambio, se requiere canónicamente. Muchos con razón han
considerado esta opción como manipulación. Parecía que el Papa quisiera
relativizar la importancia de Juan Pablo II.
El verdadero problema, sin embargo, es una influyente corriente de la
teología moral, ya presente entre los jesuitas en el siglo XVII, que
sostiene una mera ética situacional. Las citas de Tomás de Aquino
referidas por el Papa en «Amoris Laetitia» parecen apoyar esta
línea de pensamiento. Aquí, sin embargo, pasa por alto el hecho de que
Tomás de Aquino conoce actos objetivamente pecaminosos, para los que no
admite excepción vinculada a las situaciones. Entre éstas se incluyen
comportamientos sexuales desordenados. Como había hecho ya en los años
cincuenta el jesuita Karl Rahner en un ensayo que contiene todos los
argumentos esenciales, válidos aún hoy, Juan Pablo II rechazó la ética
de la situación y la condenó en su encíclica «Veritatis Splendor».
«Amoris Laetitia» también rompe con esta encíclica. En este
sentido, pues, no hay que olvidar que fue Juan Pablo II quien dedicó su
pontificado a la misericordia divina, le dedicó su segunda encíclica,
descubrió en Cracovia el diario de Sor Faustina y, más tarde, la
canonizó. Él es su intérprete auténtico.
Rogier van der Weyden, Matrimonio, detalle del Tríptico de los siete sacramentos (1445-1450)
¿Qué consecuencias ve usted para la Iglesia?
Las consecuencias ya se pueden ver ahora. La creciente incertidumbre y
la confusión: desde las conferencias episcopales al último sacerdote en
la selva. Hace sólo unos días un sacerdote del Congo me expresó toda su
perplejidad frente a esto y frente a la falta de una orientación clara.
De acuerdo con los pasajes correspondientes de «Amoris Laetitia»,
en presencia de «circunstancias atenuantes» no definidas, pueden ser
admitidos a la confesión de los demás pecados y a la comunión no sólo
los divorciados y vueltos a casar, sino todos los que viven en cualquier
«situación irregular», sin que deban esforzarse por abandonar su
conducta sexual y, por tanto, sin confesión plena y sin conversión.
Cada sacerdote que se atenga al ordenamiento sacramental previo
podría sufrir formas de intimidación por parte de sus fieles y ser
presionado por su obispo. Roma ahora puede imponer el requisito de que
sólo sean nombrados obispos los «misericordiosos», que estén dispuestos a
suavizar el orden existente. Con un trazo el caos ha sido erigido como
principio. El Papa debería haber sabido que con esa medida divide la
Iglesia y abre la puerta a un cisma. Este cisma no residiría en la
periferia, sino en el corazón mismo de la Iglesia. Dios no lo quiera.
Una cosa, sin embargo, parece segura: lo que parecía ser la
aspiración de este pontificado - que la Iglesia superara su
autoreferencialidad para salir al encuentro de las personas con un
corazón libre - con este documento papal se aniquiló por tiempo
indefinido. Se puede esperar un impulso secularizador y un nuevo
descenso en el número de sacerdotes en muchas partes del mundo. Se puede
comprobar fácilmente, desde hace tiempo, que los obispos y diócesis con
una actitud inequívoca en materia de fe y moral tienen el mayor número
de vocaciones sacerdotales. Hay que tener en cuenta aquí lo que escribe
San Pablo en su carta a los Corintios: «Si la trompeta da un sonido
incierto, ¿quién se preparará para la batalla?» (1 Cor 14: 8).
¿Qué va a pasar ahora?
Cada cardenal, pero también cada obispo y sacerdote está llamado a
defender en su propio campo el orden sacramental católico y profesarlo
públicamente. Si el Papa no está dispuesto a hacer correcciones, le
tocará al siguiente pontificado poner oficialmente las cosas en su
sitio.
Traducción al castellano de InfoCatólica.
Actualización [5 de mayo de 2016]: En la edición de hoy del diario El Mercurio de Santiago de Chile, el profesor Hernán Corral, titular de Derecho civil y miembro de número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile, ha publicado una interesante columna sobre la última exhortación apostólica, donde ratifica una vez más que no puede haber cambio de doctrina en un documento que tiene carácter pastoral y menos a través de una nota al pie.
Actualización [5 de diciembre de 2016]: El sitio OnePeterFive da cuenta de una reciente entrevista concedida por el filósofo Robert Spaemann a La Nuova Bussola Quotidiana (véase aquí el original), donde señala que resulta deplorable que sólo cuatro cardenales hayan manifestado sus dudas al papa Francisco respecto de la correcta interpretación de la exhortación postsinodal Amoris Laeticia, cuando se supone que todos ellos deben cumplir una función de consejo (como los antiguos senadores) enraizada en el Magisterio de la Iglesia y en el celo por las almas.
Actualización [5 de mayo de 2016]: En la edición de hoy del diario El Mercurio de Santiago de Chile, el profesor Hernán Corral, titular de Derecho civil y miembro de número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile, ha publicado una interesante columna sobre la última exhortación apostólica, donde ratifica una vez más que no puede haber cambio de doctrina en un documento que tiene carácter pastoral y menos a través de una nota al pie.
Actualización [5 de diciembre de 2016]: El sitio OnePeterFive da cuenta de una reciente entrevista concedida por el filósofo Robert Spaemann a La Nuova Bussola Quotidiana (véase aquí el original), donde señala que resulta deplorable que sólo cuatro cardenales hayan manifestado sus dudas al papa Francisco respecto de la correcta interpretación de la exhortación postsinodal Amoris Laeticia, cuando se supone que todos ellos deben cumplir una función de consejo (como los antiguos senadores) enraizada en el Magisterio de la Iglesia y en el celo por las almas.
Actualización [9 de diciembre de 2016]: el sitio First Things ha
publicado una carta abierta a S.S. el Papa Francisco, a los
obispos en comunión con él y a todos los fieles católicos de dos destacadísimos académicos
católicos, los profesores John Finnis (Oxford University) y Germain Grisez (Mount Saint
Mary's University). En dicha misiva, advierten al Santo Padre que la exhortación
postsinodal Amoris Laetitia está siendo instrumentalizada por algunos
para propagar tesis contrarias a la Fe Católica. En concreto, le piden al Papa
y a todos los obispos en comunión con él condenar ocho tesis que están siendo
respaldadas o probablemente lo serán mediante dicho uso abusivo del documento
pontificio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Política de comentarios: Todos los comentarios estarán sujetos a control previo y deben ser formulados de manera respetuosa. Aquellos que no cumplan con este requisito, especialmente cuando sean de índole grosera o injuriosa, no serán publicados por los administradores de esta bitácora. Quienes reincidan en esta conducta serán bloqueados definitivamente.