De Mattei,
Roberto, Le Vicaire du Christ. Peut-on
réformer la papauté?, trad. francesa, Éditions Le Drapeau blanc, Fleurance,
2016, 220 pp.
El libro
que aquí se reseña corresponde a la traducción francesa de aquel publicado con
el título Vicario di Cristo. Il primato di Pietro tra
normalitá ed eccezione por la editorial Fede &
Cultura en 2013. Su autor no necesita ya presentación. Nacido en Roma en 1948, es
profesor de historia moderna de la Universidad Europea de Roma y la Universidad
de Cassino, presidente de la Fundación Lepanto y activo colaborador de Radici
Cristiane, Correspondance européene y Corrispondenza romana, además de
consejero del gobierno italiano en materias internacionales entre 2002 y 2005.
La obra
resulta muy actual y su lectura es recomendable para cualquier persona que
quiera sacudirse los lugares comunes que suelen repetirse en torno a la persona
del Santo Padre. Debido a la definición dogmática de inefabilidad por el
Concilio Vaticano I y la creciente exposición pública del Papa en los medios de
comunicación desde Pío XII y, sobre todo, desde San Juan Pablo II, el papado ha
acabado revestido de características que teológica y jurídicamente no tiene y
nunca ha tenido. Porque ni la indefectibilidad prometida por Cristo a su
Iglesia ni la infalibilidad magisterial significan que la elección del papa sea
obra del Espíritu Santo ni que cada una de sus palabras o acciones esté libre
de error o merezca una obediencia acrítica. Bien lo sabía San Pablo, cuando contestó
la postura de San Pedro en Antioquía respecto de los judaizantes pese a la enseñanza
del Concilio de Jerusalén.
Frente a esta tendencia asentada, este breve libro del profesor de Mattei permite acercarse a la figura del Romano Pontífice desde la historia y la teológica, asignándole la función y la importancia que tiene dentro de la Iglesia, a la vez que pone en guardia respecto de la necesidad de conservar esta configuración para que la Iglesia siga siendo lo que es, como no puede ser de otra forma por su constitución divina.
Frente a esta tendencia asentada, este breve libro del profesor de Mattei permite acercarse a la figura del Romano Pontífice desde la historia y la teológica, asignándole la función y la importancia que tiene dentro de la Iglesia, a la vez que pone en guardia respecto de la necesidad de conservar esta configuración para que la Iglesia siga siendo lo que es, como no puede ser de otra forma por su constitución divina.
En la
primera parte se trata del primado romano en la historia. Como es natural,
comienza por la atribución que hace Cristo de este primado a San Pedro, desde
entonces el primero de entre los apóstoles. Dicha concesión implica una triple
metáfora: la proclamación de Simón hijo de Juan como la piedra de la Iglesia,
las entrega de las llaves de la Ciudad de Dios y la concesión del poder de atar
y desatar. Se analiza enseguida cómo Pedro adquiere conciencia de su cargo y lo
ejerce, y cómo durante los siguientes siglos se consolidan las características
del papado hasta llegar a su máxima expresión con San Gregorio Magno.
Peter Paul Rubens, Cristo entrega a Pedro las Llaves del Reino (1614)
La segunda
parte se ocupa del poder del Romano Pontífice. Esto exige entender la
constitución jerárquica de la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo y las
particularidades de los poderes de orden y jurisdicción en su interior. Sólo
así se comprende por qué el Papa tiene, en
virtud de su función, una potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmediata
y universal sobre toda la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente (canon
331 CIC). El libro analiza enseguida el contenido de esta potestad y el ámbito
de aplicación, dedicando un apartado a la infalibilidad. Quizá se echa en falta
en este último una mayor explicación sobre los grados de adhesión al Magisterio
según su contenido, pero es verdad que esta cuestión, ya de por sí una materia
complicada y que exige diversas distinciones, da para un estudio separado.
La tercera
parte aborda los que el autor llama “casos de excepción”. Ellos son en realidad
distintas situaciones que la historia o la teoría plantean y que desafían la
potestad del Papa sobre la Iglesia. Ahí comparecen el mecanismo de elección del
Romano Pontífice, el momento desde el cual se recibe la potestad suprema que le
corresponde, la posibilidad de renunciar al cargo y los supuestos de
enfermedad, pérdida de las facultades mentales y herejía, así como aquellos
casos de papas inciertos y de antipapas. El autor profundiza además en el
derecho que tiene la Iglesia a desobedecer (aunque no a juzgar) al Papa cuando
éste se aparta notablemente de la enseñanza tradicional e incluso de corregirlo
fraternalmente, posibilidad contemplada por teólogos como Santo Tomás,
Francisco de Vitoria o San Roberto Belarmino. Cierra esta parte un apartado
destinado a determinar, entre todos los títulos que corresponde al Romano
Pontífice, cuál de ellos expresa mejor su función. La respuesta viene ya
anunciada en el título del libro: ser vicario de Cristo denota con mayor
evidencia cuál es el cometido que tiene quien sucede a Pedro como cabeza de la
Iglesia, pues con tal misión subordinada se delimita el campo de acción
que tiene su titular sobre el depósito de la fe.
Vasco Fernandes, San Pedro en su trono (c. 1530)
Para acabar,
el autor ofrece unas conclusiones que buscan llamar la atención del lector
sobre lo que se juega en una eventual reforma de la Curia romana que signifique redefinir el papado, convirtiéndolo en un primado de honor o de amor sobre los
obispos, verdaderos titulares del poder confiado por Cristo sobre su Iglesia.
La institución del Romano pontífice constituye el más grande obstáculo al ecumenismo,
como afirmaba Pablo VI, pero es a la vez la garantía de que la Iglesia sigue
siendo aquella que Cristo fundó y a la que prometió su asistencia hasta el
final de los tiempos. Eliminar las notas que por disposición divina tiene el
papado sólo es el primer paso para cambiar radicalmente la constitución interna de
la Iglesia. La siguiente etapa es el episcopado, porque los luteranos rechazan
dicha estructura, y enseguida el presbiterado, pues el sacerdocio ministerial
sólo tiene un valor simbólico para las confesiones protestantes, concluyendo en
un gobierno mixto conformado por eclesiásticos y laicos. Por cierto, con ello
se diluyen también las certezas en cuanto a los dogmas y la moral, de suerte
que la Iglesia deja de enseñar la Verdad y se vuelca a contentar los volubles
deseos del siglo. En suma, la consumación de la herejía modernista que condenase San Pío X.
El libro
incluye finalmente dos anexos. El primero recoge tres artículos publicados por
su autor con ocasión de la renuncia de Benedicto XVI y la elección de Francisco
en los meses de febrero y marzo de 2013, donde se esbozan apretadamente los
argumentos que el libro desarrollo con apoyo documental. El segundo incluye una
lista de los papas a través de la historia, con mención de aquellos antipapas
reconocidos como tales.
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