sábado, 6 de abril de 2019

La dedicación de una iglesia

A continuación queremos ofrecer a nuestros lectores una entrada de formación litúrgica sobre uno de los ritos más solemnes y elaborados en el rito romano, como es la consagración o dedicación de una iglesia, y al que pocas veces se tiene la posibilidad de asistir. 



Nuestros templos son un lugar sagrado, porque ahí es donde se deposita Nuestros Señor Jesucristo Sacramentado en el Sagrario o “Sancta Sanctorum”, ahí es donde reposan las reliquias de los Santos y Mártires de la Iglesia Universal, ahí es donde se ofrece el Sacrificio vivo y Santo de la Eucaristía. Por eso, no es un simple salón, no es un simple garaje o local, sino un sitio en el que la Iglesia católica desde antiguo ha buscado que sea lugar de reunión de Dios para con sus fieles, lo que exige que todo tempo tenga una consagración o dedicación que lo aparte del uso profano. Como parte de la consagración de una iglesia, al menos un altar fijo debe ser consagrado.




"Dedicación" es la palabra que usó siempre la Tradición de la Iglesia para "consagrar" los templos y sus altares. La consagración es la solemne dedicación a un propósito o de servicio especial, por lo general religioso. La palabra "consagración" significa literalmente "asociar con lo sagrado". Personas, lugares o cosas pueden ser consagrados, y el término se utiliza de diferentes maneras según los diversos contextos. El Pontifical Romano habla siempre de "dedicación" en relación con el templo y el altar. La consagración de una iglesia católica es  así una ceremonia muy solemne e impresionante, en la que, mediante determinados ritos, se consagra el edificio exclusivamente al uso sacro.




Las diversas partes de las ceremonias tradicionales de consagración son de muy antigua data y, en lo sustancial, permanecen hasta hoy inalterados respecto de como eran muchos siglos atrás, probablemente incluso en tiempos apostólicos. De acuerdo con la Enciclopedia Católica (1913), antes del tiempo de Constantino, la consagración de iglesias era una cuestión privada, debido a las persecuciones. Sin embargo, luego de la conversión de este emperador se convirtió en un rito público: "Luego de estas cosas, un espectáculo por el que se reza y muy deseado por todos es la solemne fiesta de la dedicación de iglesias a lo largo de cada ciudad, y la consagración de oratorios nuevos (Eusebio de Cesarea, Historia de la Iglesia, X).

En concreto, algunos autores fijan el origen de los ritos alrededor del año 105 y los atribuyen al papa San Evaristo, pero parece probable que él haya meramente promulgado como ley lo que era la costumbre antes de su tiempo. Hay muchos ejemplos para probar que las iglesias eran consagradas antes de que la Iglesia tuviera paz, como aquel tomado de la vida de Santa Cecilia, quien oró por la cesación de las hostilidades en contra de los cristianos de modo que su casa pudiera ser consagrada como iglesia por San Urbano I (222-230). Otro ejemplo puede extraerse de la vida de San Marcelo (308-309), quien consagró una iglesia en la casa de Santa Lucina (Breviarum Romanum, 16 de enero).




La ceremonia solemne de dedicación o consagración se encuentra en el Pontifical Romano y se realiza de jure por un obispo. El rito más simple, que puede hallarse en el Ritual Romano, está reservado generalmente para los obispos, pero puede ser realizado también por un sacerdote con delegación episcopal. Todas las iglesias, oratorios públicos y semipúblicos, si se destinan al culto divino in perpetuum, deben ser cuando menos bendecidos antes que los Sagrados Misterios puedan ser celebrados en ellos (Sagrada Congregación de Ritos, septiembre de 1871). Los oratorios puramente privados o domésticos no pueden ser dedicados así, sino simplemente bendecidos con la benedictio loci (cf. Ritual o Misal Romano) en cada ocasión que se celebre Misa en ellos. Como regla, las iglesias principales en cada distrito deben ser consagradas en la manera solemne, pero, debido a que para una consagración lícita se requieren ciertas condiciones que no son siempre posibles, el rito de dedicación simple ordinario es considerado como adecuado. Ambas formas consagran el lugar y contribuyen, como los sacramentales, a la santificación de los fieles, pero difieren en que si una iglesia que está consagrada se contamina, por ejemplo en caso de profanación, debe ser reconciliada por un obispo, mientras que una iglesia que está simplemente bendecida puede ser reconciliada, en circunstancias similares, por un sacerdote (cf. Ritual Romano).




La diferencia en las dos formas de dedicación es que una iglesia consagrada tiene derecho a celebrar cada año la fiesta del aniversario de su consagración, que debe oficiarse como una doble de la primera clase con una octava por todos los sacerdotes asignados a ella. Una iglesia que sólo está bendita no tiene derecho a esta fiesta de aniversario salvo per accidens, es decir, cuando está incluida en el indulto especial concedido para la celebración simultánea de los aniversarios de todas las iglesias en un distrito o diócesis. En este caso, el Oficio y la Misa deben ser celebrados en cada iglesia, dentro de los límites del indulto e independientemente de su consagración (Congregación de Ritos, núm. 3863). Puede escogerse cualquier día para la dedicación de la iglesia, aunque el Pontifical Romano sugiere aquellos domingos y solemnes días festivos que admiten el Oficio y la Misa de dedicación así como la celebración del aniversario.




La dedicación de iglesias era, entre los sacramentales mayores, el más costoso en tiempo y recursos. Y no era cosa de un sólo día, de ahí que no todas las Iglesias hayan sido consagradas, pero sí bendecidas. Más aún, si un obispo se veía impedido por cualquier causa de concluir la ceremonia de dedicación, ésta no podía reanudarse después en el punto en que se la dejó, sino que se debía repetir desde el inicio.



El desarrollo del rito de la dedicación de una iglesia

El rito de la dedicación le corresponde al obispo, quien debe dedicar a Dios las nuevas iglesias que se edifican en su diócesis. 

Antes de que la bendición de la iglesia comience, el obispo con su báculo marca los signos en la parte superior e inferior de la iglesia con una cruz como signo de consagración, para que la obra de la redención no sea destruida.

Las primeras imágenes muestran los preparativos de la construcción del nuevo templo: sacralización del terreno ya delimitado (imagen 1), bendición y colocación de la primera piedra (imagen 2) y bendición de los cimientos (imagen 3).

Imagen 1

Imagen 2

Imagen 3

Una vez terminado el edificio, se procede al ritual de la dedicación propiamente dicho:

PARTE I: Ritos de purificación

Ilustraciones: la bendición del agua se hacía junto al lugar donde se había celebrado la vigilia al lado de las reliquias; con el agua bendita, el obispo y el clero asperjaban el exterior de la iglesia dando dos vueltas (imagen 4).

Imagen 4

Al final de la segunda vuelta, el obispo llamaba a la puerta de la iglesia y ésta no se abría. Daba entonces el obispo una tercera vuelta aspergiendo y al final accedía al interior con el clero (imagen 5).

Imagen 5

Se entonaba el Veni, Creator y las letanías. Mientras, se escribía el alfabeto (en latín y en griego) en el suelo sobre ceniza (imágenes 6 y 7).

Imagen 6

Imagen 7

Se canta enseguida el Benedictus y, invocando la ayuda de Dios, se bendice el "agua gregoriana" (imagen 8), que consiste en  agua bendita mezclada con vino, sal y ceniza que se utilizaba en la consagración de las iglesias, altares y aras de altar. Era también la que utilizaba para la purificación de la iglesia por dentro en la ceremonia de dedicación. El obispo pide de nuevo la ayuda del Señor. Su nombre proviene de que este rito se atribuye al papa San Gregorio Magno. Esta agua es un símbolo de la fuente que brota de la cruz de Cristo, para la transmisión a todo el mundo de su gracia santificante. La sal es bendecida como un símbolo de poder que sale de la cruz, que el origen divino de la vida nueva lleva a cabo en el mundo. Se bendicen las cenizas que recuerdan la penitencia. La sal se mezcla con las cenizas, y ambas con el agua. Cuando la fuerza de lo alto se mezcla con los actos penitenciales, entonces el agua de la vida celestial se agita. Por último el vino es bendecido y se mezcla con el agua, para que fructifique la primavera  de la gracia y la vida en Dios.

Imagen 8

La purificación interior de la iglesia comienza desde el altar, y se extiende a otras partes de la iglesia. En primer lugar, el obispo hace los signos del altar en el centro con el agua gregoriana y luego en las cuatro esquinas del altar, en referencia al sacrificio de propiciación, cuya renovación se hace aquí, y a las cinco llagas de Cristo. A continuación pasa alrededor del altar siete veces, rociándolo con el agua gregoriana (imagen 9). El número siete representa la purificación perfecta, que emerge de la fuente del sacrificio. Ahora la misma plenitud de la bendición puede ser llevada sobre el resto de la iglesia y llenar todo el espacio. El obispo va tres veces desde el altar hacia la ve para recorrer el interior de la iglesia: dos veces de derecha a la izquierda y una vez desde la izquierda a la derecha. Se rocían las paredes con el agua gregoriana, en primer lugar abajo, a continuación en el medio, y después hacia arriba. Luego rocía el suelo en forma de cruz, desde el altar mayor a las puertas principales y de una pared lateral a la otra. Finalmente, en el centro de la iglesia, puesto en pie, girándose al este, oeste, sur y norte.

Imagen 9

Las paredes del nuevo templo eran aspergidas con tres vueltas (imagen 10). Se hacía luego la aspersión sobre el pavimento (imagen 11).

Imagen 10

Imagen 11


PARTE II: Traslado y colocación de las reliquias

Se da paso a continuación a la procesión con el pueblo para traer las reliquias al nuevo templo (imagen 12).

Se prepara el sepulcro sobre o debajo del altar. Se realizan cuatro unciones del sepulcro. Se unge el altar y se inciensa las reliquias sobre el altar nuevo. Antes de encerrarlas, se pone crisma en los cuatro ángulos interiores de la confessio, se encierran las reliquias, después se ponen tres porciones del Cuerpo del Señor en la confessio y sobre ella se deposita la tabla (Imagen 13), de acuerdo a la usanza del siglo X (actualmente no se ponen porciones del Cuerpo del Señor, sino sólo reliquias).

Imagen 12
Imagen 13

PARTE III: Consagración del altar

Continúa la incensación del altar (imagen 14)

Imagen 14

El obispo traza cinco cruces con el Óleo de los Catecúmenos y otras cinco con el Santo Crisma (imagen 15).

Imagen 15

Lo vuelve a ungir con ambos óleos (imagen 16).

Imagen 16

Sigue la crismación de los muros de la iglesia sobre doce cruces: son ungidas, incensadas y ante ellas se enciende una vela (imagen 17).

Imagen 17

El obispo regresa al altar. Se queman sobre el mismo cinco montoncitos de incienso que tienen forma de cruz y base de cera. Mientras tanto se canta el verso Veni, Sancte Spiritus. Después el obispo canta el prefacio para la consagración de la iglesia (imagen 18).

 Imagen 18

Enseguida viene la crismación de la base del altar y de las junturas (imagen 19).

Imagen 19

Sigue la vestición del altar con los manteles, el cual después es incensado de nuevo (imagen 20).

Imagen 20
  
PARTE IV: Eucaristía

Terminado lo anterior, comienza la Misa, que puede ser celebrada por un presbítero ante el obispo asistente. En el Misal de San Pío V, el formulario correspondiente al común de la dedicación de una iglesia es la Misa llamada Terribilis est, que, como es habitual en la liturgia tradicional, toma su nombre de las dos primeras palabras del introito correspondiente, cuyo texto parafrasea el pasaje del Libro del Génesis (Gen 28,17) sobre el sueño de Jacob en Betel: "Terríbilis est locus iste: hic domus Dei est, et porta caeli: et vocábitur aula Dei (¡Cuán temible es este sitio! Ésta es la casa de Dios y la puerta del cielo; se la llamará la morada de Dios)". Sobre las hermosas melodías gregorianas previstas para este formulario, con referencias a las particularidades de la ceremonia en el rito hispánico o visigótico, puede leerse aquí un interesante artículo.

Con la celebración de la Santa Misa se manifiesta el fin principal de la edificación de una iglesia y de la erección del altar. La Eucaristía consagra el altar y el lugar de la celebración, tal como los padres antiguos afirman repetidamente: "Este altar es admirable porque por naturaleza es una piedra, pero se convierte en santo después de que ha sostenido el cuerpo de Cristo" (San Juan Crisóstomo).



Les dejamos, por último, un breve registro cinematográfico de algunos momentos de la dedicación de la Catedral de San Miguel (Saint Michael) en Sherbrooke, Quebec (Canadá), por S.E.R. Mons. Georges Cabanas, arzobispo de Sherbrooke entre 1952 y 1968. La ceremonia tuvo lugar al comienzo del Congreso Eucarístico de 1959, es decir, antes de la revisión de la segunda parte del Pontificale Romanum promulgada en 1961, la cual acortó drásticamente y reordenó el rito de dedicación de una iglesia. La narración es en francés y un resumen explicativo (en inglés) de lo que se ve en el video puede encontrarse aquí.


Bibliografía y crédito de las fotografías: Esta entrada ha sido preparada a partir de la información contenida en Traditional Catholicism, Ceremonia y Rúbrica de la Iglesia española y Catholik-blog.

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