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sábado, 6 de agosto de 2022

Dos nuevos libros en español

Han aparecido dos libros recomendables en español durante los últimos meses. Se trata de Non nova, sed noviter: Los cuatro pilares de la Tradición, escrito por Aurelio Porfiri, y El nuevo orden mundial: El Apocalipsis en el que estamos viviendo, de S.E.R. Carlo Viganò. 

Se trata de textos breves que pueden ser comprados en Amazon (aquí y aquí, respectivamente). 

Les dejamos el texto de la contraportada de cada libro, invitándolos a su lectura. 


Ciertamente vivimos en una época en la que predomina un estilo de vida y de pensamiento antitradicional, y es por eso que los guerreros de la tradición deben desenvainar sus espadas y no encerrarse en sus propios refugios, a veces demasiado cómodos. El estilo tradicional nos remite a lo que realmente somos, nos reenfoca en nuestra identidad para hacernos disfrutar del verdadero sabor de la vida, que queremos pensar que no es solamente permitir a esa masa de células que también somos la purifique día tras día. Pero entonces debemos reflexionar sobre cuáles son los fundamentos de la tradición, los que yo llamo los “cuatro pilares de la tradición”. 



Está fuera de toda duda de que en los últimos años la figura de monseñor Carlo Maria Viganò ha emergido en la escena de la comunicación en el mundo de la Iglesia -pero no sólo en él- como una voz de denuncia y de apelación no sólo respecto a la corrupción y a la pobreza cultural y espiritual presentes en el mundo eclesial actual -a todos los niveles-, sino en la sociedad y en la política mundial. Una figura singular y un proceso de desvelamiento. Carlo Maria Viganò es un sacerdote que, luego de su ordenación en 1968 en Pavía, se orientó hacia la carrera diplomática. Nuncio en Nigeria, y luego Delegado para las Representaciones Pontificias en la Secretaría de Estado (un cargo muy delicado, bajo sus ojos pasan todos los ardientes expedientes personales de prelados y obispos); luego secretario para el Estado de la Ciudad del Vaticano, el Governatorato, y finalmente nuncio apostólico en Washington, sin duda uno de los seis destinos más prestigiosos para cualquier diplomático, con sotana o con hábito civil. Ciertamente, la nunciatura en el corazón del Imperio ofrece a su titular una perspectiva de extraordinaria amplitud y profundidad; le permite escudriñar los mecanismos del poder mundial, los resortes evidentes -y los ocultos- que están en la base de las elecciones y las decisiones. Es de este caudal de experiencia y conocimientos del cual muy pocos pueden presumir que nace la reciente presencia pública de Carlo Maria Viganò. Toda una carrera y una vida sacerdotal transcurridas en la necesaria discreción ligada a sus obligaciones profesionales y de rol se ven súbitamente trastocadas. En el verano de 2018 -no se han cumplido todavía cuatro años- monseñor Viganò tuvo el sensacional gesto de revelar las protecciones y complicidades que permitieron al entonces cardenal Theodore McCarrick llevar a cabo los abusos que finalmente le llevaron a las condenas que sufrió.

jueves, 15 de agosto de 2019

Pistas de lectura: Resurgimiento en medio de la crisis, de Peter Kwasniewski

Según lo anunciáramos recientemente, ha aparecido bajo el sello Angelico Press el libro Resurgimiento en medio de la crisis: Sagrada liturgia, Misa tradicional y renovación en la iglesia (publicada originalmente en inglés en 2014), del Dr. Peter Kwasniewski, asiduo colaborador de esta bitácora (véase aquí la entrada que le dedicamos al libro en su día). La traducción es obra de Augusto Merino, también colaborador estable de esta bitácora, y nuestra Asociación estuvo a cargo del trabajo de edición y asumió el financimiento de este proceso. El libro, disponible en tapa dura y en rústica, puede adquirirse, además de en la página web de la editorial, aquí (envío desde EE.UU.) o aquí (envío desde España).

Hoy, además, queremos presentarles una recensión de la obra remitida por un lector, la que esperamos anime a muchos a leer este libro imprescindible para todo católico interesado en la auténtica renovación litúrgica, que no es otra cosa que el regreso al origen, vale decir, a la Misa de siempre.


***

Kwasniewski, P., Resurgimiento en medio de la crisis. Sagrada liturgia, Misa tradicional y renovación en la Iglesia, trad. de Augusto Merino Medina, Nueva York, Angelico Press, 2019, 288 pp.

Un católico perplejo

Peter Kwasniewski es uno de los más importantes escritores católicos contemporáneos, ampliamente versado en filosofía y teología y, además, un importante compositor de música sagrada. Desde que, en su juventud, descubrió la Misa tradicional, que la Iglesia posterior al Concilio Vaticano II quiso ocultar infructuosamente a los fieles haciendo como que había sido abolida, Kwasniewski experimentó una verdadera epifanía que lo ha llevado a dedicar toda su intensa actividad al estudio de la liturgia tradicional de la Iglesia y, ahora último, específicamente de la Sagrada Tradición, fuente de la Revelación Divina, de cuyo seno ha nacido -y en cuyo seno sigue existiendo lleno de vigor- este rito sagrado que el propio Vaticano II calificó de “raíz y cumbre de la vida cristiana”.

Este libro, que ya había sido publicado en inglés y en otros siete idiomas, está prologado, en su edición castellana, por Monseñor Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Astana, Kasajistán, quien, junto con un grupo de egregios prelados, encabeza el movimiento de regreso a la Sagrada Tradición de la Iglesia, especialmente en lo que se refiere a la liturgia de la Misa.

El libro tiene como base algunas publicaciones anteriores del autor, pero la clara unidad de su texto atestigua la coherencia de su pensamiento a lo largo del tiempo, y la fuerza con que Kwasniewski se expresa revela cuán profundamente siente él las ideas expresadas. Por su parte, el vigoroso impacto que produce en el lector ver reunidos en un solo libro todo el espectro de temas que se centran en la liturgia demuestra cuán actuales son las ideas expuestas, cuán vigentes, cuán importantes en los tiempos que corren, y cuán obligada resulta su lectura.

Con gran acierto, Kwasniewski aborda en el primer capítulo el tema de la solemnidad de las celebraciones litúrgicas. En realidad, tal es el mejor punto de partida, por cuanto el pecado capital de la “nueva Misa” de Pablo VI es, quizá, la pérdida de la sacralidad, del sentido de lo sagrado, que con tanta fuerza emergía del milenario rito romano. Lo que era, en la teología católica tradicional, esencialmente un “sacrificio”, con su connotación de “hacer sagrada” alguna realidad, ha sido reemplazado por una banal reunión dominical de la “asamblea” parroquial, donde las cosas se dan en el nivel prosaico de cualquier asamblea humana. Los gestos sagrados han sido reemplazados por gestos “de acogida”, de “simpatía”, de “fraternidad”, en una perspectiva horizontal en que todo lo referido a Dios pasa a segundo plano -si es que se lo retiene del todo-.

Y en el orden de un desarrollo que revela, de por sí, el potente concepto que el autor tiene de la Misa, se habla a continuación de la “palabrería” de que está infectado el rito de Pablo VI: se trata de un rito “ilustrado”, en que se subraya la supuesta “comprensibilidad” de los ritos y en que, por tanto, se echa mano del lenguaje verbal como supremo medio de comunicación. La verbosidad, la palabrería de la Misa de Pablo VI es su rasgo más inmediatamente perceptible y, quizá, más importante, también. Los reformadores litúrgicos que la inventaron creían que lo más necesario era hacer participar en ella a los fieles, y para tal fin no discurrieron nada mejor que hacerla “comprensible” por la palabra, reducida a un lenguaje cotidiano desprovisto de toda dignidad, una palabra llena del didacticismo de la Ilustración, y prescindiendo del lenguaje no verbal, que es mil veces más influyente en el alma y, sobre todo, del silencio, que marca esa “soledad” en que se da el íntimo contacto con Dios y que, además, simboliza, en la Misa tradicional, la soledad del celebrante que, de modo similar a lo que hacía el Sumo Sacerdote judío cuanto entraba solo en el Sancta Sanctorum una vez al año, entra solo en el tiempo sagrado del Canon, corazón del rito. 

 Peter Kwasniewski

Tuvo razón el Concilio Vaticano II cuando, en aquella confusa constitución Sacrosanctum Concilium, llena de ocultas “bombas de tiempo” que habrían de estallar en las décadas posteriores, dijo que la Misa es la “raíz y la cumbre” de la vida cristiana. No hay nada que forme más y de más excelente modo el alma y la sensibilidad de un católico que el milenario rito de la Misa tradicional. Y por eso su desmantelamiento de signos y símbolos sagrados, su auténtica “demolición” (en términos de algunos honestos reformadores litúrgicos que contemplaron posteriormente, con espanto, lo que habían hecho), es la más eficaz herramienta para la “descatolificación” de los fieles, lo que significa, al cabo, la pérdida de la fe. Y tal es, en efecto, el oculto propósito perseguido por Bugnini en el siglo XX, tal como lo fue el de Cranmer, en el siglo XVI: el cambio de la fe católica por otra. Cuál sea esa otra fe es algo incierto: por el momento, sí es posible afirmar que se apuntó a una fe protestante, pero no se sabe, a la larga, en qué fe -cristiana o no- ha de terminar el proceso, visto el camino de degeneración que el propio protestantismo ha venido recorriendo desde hace no menos de doscientos años.

Ese “desmantelamiento” de la Misa queda bien resumido en las “cinco llagas” de que ha escrito Mons. Schneider, que Kwasniewski aborda en otro capítulo, entre las que destaca, por su importancia simbólica, la supresión -hecha contra la voluntad del propio Concilio- del latín, como lengua sagrada. Son, en lo fundamental, llagas que desacralizan la Misa y, con ello, van reduciendo la vida cristiana entera, que aquella formaba tan maravillosamente, a una especie de ética humanística de tono masónico, en que los temas que predominan son el cuidado del medioambiente y la protección de las especies en peligro (salvo de los humanos en gestación), la promoción de un cristianismo que “no es una amenaza para nadie” y, al cabo, de una especie de religión universal que abarca en su monstruoso seno todo tipo de creencias y de prácticas, sin importar cuán aberrantes o incoherentes sean.

El último capítulo de este libro es un estupendo clarinazo sobre lo que debe hacerse si se quiere recuperar todo lo que la destructiva “reforma” litúrgica de Pablo VI arrasó impíamente. Una vuelta a la salud de la fe católica exige tres cosas: la restauración del antiguo rito de la Misa (punto en el cual el autor, en sus últimas publicaciones, insiste de modo cada vez más enérgico, sin concesiones a soluciones “intermedias”, como la teoría de las “dos formas”); recuperación de la teología de Santo Tomás de Aquino y de la “philosophia perennis” que le sirve de apoyo, a fin de contrarrestar el esmog intelectual del que surgió la “nouvelle théologie” y su expresión litúrgica y, finalmente, la proclamación de la “doctrina social” de la Iglesia, es decir, no sólo de lo que ella ha dicho sobre la “cuestión social” surgida en los últimos dos siglos, sino de todo el pensamiento católico sobre la polis y la vida colectiva, tal como se ha venido configurando, a partir de la fe apostólica, a lo largo de los siglos. Este capítulo es de lo más iluminador, dentro de su concisión, que se ha escrito en los últimos años, y unifica espléndidamente tres temas que, a poco avanzar en el análisis de la actual crisis de la Iglesia, aparecen como los más centrales y pertinentes.

Este libro de Kwasniewski sin duda habrá de causar en el lector un gran impacto en su primera lectura, y ello sugiere que merece absolutamente una segunda lectura meditada.

No existe en castellano, hoy por hoy, ningún otro texto comparable a éste en claridad, vigor, profundidad y capacidad de motivar una acción eficaz, sobre todo entre los laicos, a quienes parece haberles caído la principal responsabilidad, en estos aciagos tiempos, de revigorizar a la fe católica, maltratada por los jerarcas, incluso los más altos, de la Iglesia.

jueves, 30 de mayo de 2019

Resurgimiento en medio de la crisis

Nos alegra anunciar que, tras un arduo y largo trabajo de preparación y según lo adelantáramos en su momento (véase aquí y aquí), ha aparecido bajo el sello Angelico Press el libro Resurgimiento en medio de la crisis: Sagrada liturgia, Misa tradicional y renovación en la iglesia (publicada originalmente en inglés en 2014), del Dr. Peter Kwasniewski, asiduo colaborador de esta bitácora. 

La traducción es obra de Augusto Merino, también colaborador estable de esta bitácora, y nuestra Asociación estuvo a cargo del trabajo de edición y se hizo cargo del financimiento de este proceso. El libro, disponible en tapa dura y en rústica, puede adquirirse aquí (envío desde EE.UU.) o aquí (envío desde España).



El argumento del libro es que, desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia católica ha venido experimentando una crisis de identidad sin precedentes, simbolizada y favorecida por la corrupción del mayor tesoro de su Tradición, la sagrada liturgia. El resultado de esto ha sido confusión, desaliento y devastación. Para sorpresa de algunos, sin embargo, el mismo período de cincuenta años ha sido testigo de un creciente contra-movimiento de católicos que encuentran en la liturgia tradicional de la Iglesia un perenne testimonio de ortodoxia de la fe, una sólida base para la vida interior, una fuente de la que fluye sin cesar la caridad misionera, y una encarnación viviente del auténtico espíritu católico.

Peter Kwasniewski presenta, sin temores, una crítica del camino de las novedades litúrgicas y una detenida apología de la tradición litúrgica y su belleza, riqueza y profundidad, abordando temas como la solemnidad, la sacralidad, el lenguaje de los símbolos, la contemplación, la participación, la simbiosis de lex orandi y lex credendi, el silencio, la música, el culto en latín y el canto gregoriano. Ataca, asimismo, el humanismo, el racionalismo, el utilitarismo y el modernismo que tanto han predominado en la reforma litúrgica, y evalúa las perspectivas y limitaciones de una “reforma de la reforma”, al tiempo que reflexiona sobre el gran don que constituye el motu proprio Summorum Pontificum. En resumen, Kwasniewski argumenta a favor de un nuevo compromiso, lleno de celo, con la tradición católica en su plenitud, comenzando con el culto divino y siguiendo con todo el ámbito de la fe y de la moral, incluida la doctrina social de la Iglesia en su integridad.

Lee aquí gratis parte del libro:

Capítulo 1
Capítulo 5
Capítulo 14

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Actualización [12 de agosto de 2019]: Con el consentimiento de la editorial y el autor, Adelante la fe ha publicado el capítulo 5 de Resurgimiento en medio de la crisis. De esta forma, es posible ya leer gratuitamente tres capítulos de ese libro, cuya versión castellana estuvo a cargo de nuestra Asociación. Para facilitar su consulta, los hemos enlazado al final de esta entrada.  

domingo, 19 de mayo de 2019

Algunas recomendaciones para la lectura espiritual

Hace algún tiempo, cuando publicamos el listado de John Senior sobre las lecturas que son recomendables según las distintas edades, señalamos que nuestro propósito era ofrecer en esta bitácora algunas recomendaciones para la lectura espiritual. Ella, practicada de manera asidua y serena durante la vida, sirve para alimentar el alma, para conocer mejor las verdades que Dios nos ha revelado y las enseñanzas de la Iglesia, así como para infundir en el entendimiento ideales nobles de superación y de progreso, y para reavivar en el corazón el amor y el entusiasmo por las cosas de Dios, alimentando la oración. Como enseñaba San Gregorio Magno, con la lectura espiritual el cristiano aprende a conocer el corazón de Dios a través de las propias palabras de Dios. 

En la lectura, como en otras cosas de la vida espiritual, la mejor manera de proceder es mediante un plan o programa. Hay personas que tienen dirección espiritual con regularidad, y con la ayuda de su director elaboran un programa de vida para combatir un vicio o pasión dominante y conquistar alguna virtud. Pero ya San Alfonso María de Ligorio reconocía que no siempre se puede tener a mano un director espiritual que nos aconseje en nuestras obras y, sobre todo, en nuestras dudas, fuera de que es un principio básico que el director no puede acabar suplantando la libertad del dirigido y éste debe ser cauto en discernir sus consejos. Una buena manera de suplir esa ausencia es la lectura de libros de espiritualidad, la cual nos suministra luces y nos enseña el camino para huir de los engaños del demonio y de nuestro amor propio, y para conocer la voluntad de Dios. Por eso, asegura San Atanasio que "no es posible encontrar quien, dedicándose al servicio del Señor, no sea gran amante de la lectura espiritual". En otras palabras palabras, es la verdad recogida en Camino: "La lectura ha hecho muchos santos".

 Jean-Baptiste Camille Corot, Monje de blanco sentado, leyendo
 (Imagen: Wikimedia Commons)


La ausencia de un director espiritual no quita que la lectura pueda hacerse de acuerdo con un determinado plan. Por ejemplo, en el Misal preparado por Dom Gaspar Lefebvre OSB y traducido por Dom Germán Pardo OSB, como parte de los consejos que se da para aprovechar mejor dicho texto, se recomienda que el "plan de vida cristiana" del fiel contemple cada día la lectura de alguna página de algún libro bueno e instructivo, de los que hay tantos en castellano. El tiempo de esa lectura puede ser variable, pero con 15 ó 20 minutos cada día resulta suficiente para formar un buen depósito de combustible al cual recurrir en los momentos de sequedad espiritual. En cuanto a la materia de la lectura, resulta aconsejable escoger textos según un tema concreto en el cual se quiera profundizar (por ejemplo, la caridad, la fe, la misericordia, etcétera) o para corregir un defecto dominante o mejorar en una determinada práctica de piedad o en una virtud. Se puede profundizar personalmente o bien comentar el libro en grupo o en familia. Otra alternativa es buscar textos que guarden correspondencia con el período litúrgico que se está viviendo (Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua, etcétera), cada uno de los cuales tiene sus particularidades sobre el aspecto de la economía de la salvación que se quiere resaltar.

John Senior daba unas pocas recomendaciones para la lectura espiritual. Además de la Sagrada Biblia, e incluso de El progreso del peregrino, considerada la obra maestra del protestantismo y escrito por John Bunyan, el profesor estadounidense recomendaba vivamente la Introducción a la vida devota de San Francisco de Sales, el que reputaba el mejor libro espiritual para un católico. En La restauración de la cultura cristiana, Senior cita especialmente la Regla de San Benito, que aconseja meditar, y las obras de Santa Teresa de Jesús y San Agustín. Por su parte, en La muerte de la cultura cristiana y a propósito del capítulo intitulado "La noche oscura de la Iglesia" da el siguiente consejo para la lectura espiritual: "Gracia a Dios hay unos pocos, y unos pocos libros buenos, no difíciles de leer, aunque difíciles de escribir. En primer lugar, Una introducción a la vida devota, de San Francisco de Sales, y por último, su Tratado del amor de Dios; y en el medio, los cuatro grandes cantos de San Juan de la Cruz, Subida del Monte CarmeloNoche oscura del almaCántico espiritual y Llama de amor viva; y los tres de Santa Teresa de Ávila: AutobiografíaCamino de perfección y Castillo interior". 

Por su parte, el P. Louis Bouyer señalaba que la cultura cristiana supone la recitación inteligente del Oficio Divino, la Biblia y ciertos escritos patrísticos, lo cual es suficiente para que el fiel tenga lo que necesita en su vida espiritual; lo demás ya es fruto de la oración y los sacramentos. Los escritos que menciona son las Actas de los Mártires, las Sentencias de los Padres del Desierto, la Exposición de los Salmos de San Atanasio y las Enarrationes sobre los salmos de San Agustín, las Conferencias de Casiano, algunos comentarios de San Juan Crisóstomo a las epístolas de San Pablo y los Sermones sobre las fiestas litúrgicas de San León Magno (Bouyer, L., "Le bréviaire dans la vie spirituelle du clergé", La Maison-Dieu, núm. 3, 1945, p. 56). 

Cierto es que el consejo de Bouyer está pensado en el contexto de lo que debe significar para un clérigo el rezo diario del Breviario y, por consiguiente, los pocos libros que siguiere están orientados a rezar las horas canónicas de un modo más fructífero, lo que explica que ellos sean comentarios bíblicos. De ahí que sea necesario pensar también en el fiel común y corriente que, entre medio de las ocupaciones propias de la jornada diaria, trata de encontrar un tiempo para dedicarse a las cosas de Dios. Con ese fin, ofrecemos a continuación para nuestros lectores un listado de lecturas espirituales desde los Padres de la Iglesia hasta el siglo XX y que esperamos pueda servir de orientación para que cada cual pueda seleccionar y ordenar sus lecturas. Otro buen listado, ordenado por categorías de búsqueda, se puede encontrar aquí


José Martí y Monso, Monje leyendo (1877).
(Imagen: Casa Ansorena)

***

I. Patrística.

1. Siglos I-III.

San Clemente:
Epistola ad Corinthios

Pastor de Hermas

Clemente de Alejandría:
Pædagogus

San Cipriano:
De habitu virginum
De dominica oratione
De opere et eleemosynis
De bono patientiæ
De zelo et livore
De lapsis

2. Siglos IV-VII.

(a) Occidente.

San Ambrosio:
De Officiis ministrorum
De virginibus
De viduis
De virginitate

San Agustín:
Confesiones
Soliloquia
De doctrina christiana
De Civitate Dei
Epistola CCXI
Regla

Benozzo Gozzoli, Tolle lege
(Imagen: Wikimedia Commons

San Juan Casiano:
Instituta Cænobiorum
Collationes

San León:
Sermones

San Benito:
Regla

San Gregorio Magno:
Expositio in librum Job
Liber regulæ pastoralis
Dialogorum Libri quatuor

(b) Oriente.

San Atanasio:
Vita S. Antonii

San Cirilo Jerosolimitano: 
Catequesis

San Basilio:
De Spiritu Sancto
Regulæ fusius tractatæ
Regulæ brevius tractatæ

San Juan Crisóstomo:
Homilías
De sacerdotio

San Cirilo de Alejandría:
Thesaurus de sancta et consubstantiali Trinitate

Pseudo Dionisio:
De divinis nominibus
De ecclesiastica hierarchia
De mystica theologia

San Juan Clímaco:
Scala Paradisi

San Máximo Confesor:
Scolia de Dionysio
Liber asceticus
Mystagogia

II. Medioevo.

1. Escuela benedictina.

San Anselmo:
Meditationes
Orationes
Cur Deus homo

San Bernardo:
Sermones de tempore
Sermones de sanctis
Sermones de diversis
Sermones in Cantica Canticorum
De consideratione
Tractatus de gradibus et humilitatis et superbiæ
Liber de diligendo Deo

Santa Hildegarda:
Liber divinorum operum

2. Escuela de San Víctor.

Hugo de San Víctor:
De sacramentis christianæ fidei
De vanitate mundi
Soliloquium de arrha animæ
De laude caritatis
De modo orandi
De amore sponsi ad sponsam
De meditando

3. Escuela dominica.

Santo Domingo: 
Constitutiones

San Alberto Magno:
Commentarii in Dionysium Areopagitam
In quatuor libros Sententiarum
Summa Theologiæ
De sacrificio Missæ

Santo Tomás de Aquino:
Commentarius de beato Paulo
Commentarius de Canticorum Canticis
Commentarius de Evangeliis
De perfectione vitæ spiritualis
Officium S.smi Sacramenti

 Carlo Crivelli, Santo Tomás de Aquino

Tomás de Vallgornera:
Mystica theologiæ D. Thomæ

San Vicente Ferrer:
De vita spirituali

Santa Catalina de Siena:
Diálogo
Cartas

4. Escuela franciscana.

San Francisco de Asís:
Opuscula

San Buenaventura:
De triplici via (Incendium amoris)
Lignum vitæ
Vitis mystica
Itinerarium mentis ad Deum
Breviloquium
Meditationes vitæ Christi

5. Escuela mística flamenca.

Tomás de Kempis:
Soliloquium animæ
Hortulus rosarum
Vallis liliorum
Cantica
De elevatione mentis
Libellus spiritualis exercitii
De tribus tabernaculis
De imitatione Christi

6. Escuela cartuja.

Dionisio Cartujano:
De arcta via salutis et contemptu mundi
De gravitate et enormitate peccati
De conversione peccatoris
De remediis tentationum
Speculum conversionis
De fonte lucis et semitis vitæ
De contemplatione
De discretione spirituum
Commentarii de Dyonisio

III. Edad moderna.

1. Escuela benedictina.

Dom Prosper Guéranger:
L'Année liturgique

Dom Columba Marmion:
Le Christ vie de l'âme
Le Christ dans ses mystères
Le Christ ideal du moine

Dom Jean-Baptiste Chautard:
L'Ame de tout apostolat

2. Escuela dominica.

Luis de Granada:
Guía de pecadores
Libro de la oración y la meditación
Memorial de la vida cristiana

Henri Lacordaire:
Lettres à un jeune homme sur la vie chrétienne
Lettres à des jeunes gens

Réginald Garrigou-Lagrange: 
Perfection chrétienne et contemplation
Les âges de la vie intérieure

3. Escuela franciscana.

Francisco de Osuna:
Abecedario espiritual

San Pedro de Alcántara:
La oración y meditación

Juan de Bonilla:
Tratado sobre la paz del alma

María de Jesús de Ágreda:
La mística ciudad de Dios

4. Escuela nueva.

(a) Escuela ignaciana

San Ignacio de Loyola:
Ejercicios espirituales
Constituciones
Epístolas
Historia de un peregrino

Francisco de Suárez:
De Religione

Leonardus Lessius:
De summo bono
De perfectionibus moribusque divinis
De divinis nominibus

San Roberto Belarmino:
De ascensione mentis in Deum per scalas creaturarum
De æterna felicitate sanctorum
De gemitu columbæ sive de bono lacrymarum
De septem verbis a Christo in cruce prolatis
De arte bene moriendi

Alfonso Rodríguez:
Práctica de la perfección cristiana

Luis de la Puente:
Guía espiritual
De la perfección cristiana en todos sus estados
De la perfección del cristiano en el estado eclesiástico
Meditaciones sobre los misterios de nuestra fe

José de Ribera, Santa Teresa de Ávila
 
(b) Escuela teresiana carmelitana.

Santa Teresa de Jesús:
Obras de Santa Teresa (editadas y anotadas por el P. Silverio de S. Teresa)
Epístolas

San Juan de la Cruz:
Subida al Monte Carmelo
La noche obscura
La viva llama de amor
Cántico espiritual

Santa Teresa del Niño Jesús:
Histoire d'une âme
Cartas
Poemas

(c) Escuela salesiana.

San Francisco de Sales:
Introduction à la vie dévote
Traité de l'Amour de Dieu
Vrais entretiens
Cartas

Jean-Pierre Camus:
L'esprit de Saint François de Sales

Joseph Tissot:
L'Art d' utiliser ses fautes d'après Saint François de Sales
La vie intérieure simplifiée

(d) Escuela francesa del siglo XVII.

San Vicente de Paul:
Correspondencia, documentos.

San Luis Grignon de Monfort:
Traité de la vraie Dévotion à la Ste Vierge
Le secret de Marie

San Juan Bautista de la Salle:
Reglas y constituciones

(e) Escuela de San Alfonso María Ligorio

San Alfonso María Ligorio:
Le massime eterne
La strada della salvezza
Pratica di amare Gesù Cristo
Riflessioni ed affetti sulla Passione di Gesù Cristo
Le glorie di Maria
Visite al Santissimo sacramento
Modo di conversare continuamente alla familiare con Dio
Del gran mezzo della preghiera
La vera sposa di Cristo o la religiosa santificata
Selva
Del sacrificio di Gesù Cristo

f) Otras escuelas.

Lorenzo Scupoli:
Il combattimento spirituale

Jacques-Bénigne Bossuet:
Instruction sur les états d'oraison
Elévations sur les Mystères
Méditations sur l'Évangile
Traité de la Concupiscence

François Fenelón:
Maximes des saints
Lettres de direction

Benedicto XIV:
De servorum Dei beatificatione et beatorum canonizatione

Beato John Henry Newman:
Sermons
Difficulties of Anglicans
Meditations and Devotions

Frederick William Faber:
All for Jesus
Bethlehem
The Blessed Sacrament
The precious blood
The foot of the Cross
Creator and Creature
Growth in holiness
Spiritual Conferences

Leopold Beaudenom:
Pratique progressive de la confession et de la direction
Formation à l'humilité
Formation religieuse et morale de la jeune fille
Méditations affectives

Blaise Pascal:
Pensées

Gilbert Keith Chesterton:
Ortodoxy
Heretics
Life of S. Thomas

San Juan Bosco:
Memorias

San Josemaría Escrivá de Balaguer:
Camino
Forja
Surco

***


Nota de la Redacción: El listado que les hemos ofrecido está tomado de la bitácora personal del Rvdo. José-Apeles Santolaria de Puey y Cruells (El blog de Apeles). 

***

Actualización [29 de octubre de 2019]: En su bitácora alojada en Infocatólica, Fray Nelson Medina OP propone a sus lectores una encuesta de los libros de espiritualidad más populares entre los fieles a fin de grabarlos en audio. El listado, que puede ser de utilidad para quienes deseen algún consejo de lectura espiritual, es el siguiente:  Cartas a las Siete Iglesias, de San Ignacio de Antioquía; Homilías sobre el Evangelio de San Juan, de San Juan Crisóstomo; Confesiones, de San Agustín; Jesucristo, vida del alma, de Dom Columba Marmion; Historia de la Salvación, de Julio Alonso Ampuero; Síntesis de espiritualidad católica, de José Rivera y José María Iraburu; El Directorio ascético, de Scaramelli; Introducción a la vida devota, de San Francisco de Sales; Guía de pecadores, de Fray Luis de Granada; El combate espiritual, de Lorenzo Scúpoli; Libro de la vida, de Santa Teresa de Jesús; y Ortodoxia, de Gilbert Keith Chesterton. 

sábado, 22 de diciembre de 2018

Leo Darroch: Historia de la Federación Internacional Una Voce, 1964-2003 (reseña)

Les ofrecemos hoy una reseña del libro escrito por Leo Darroch y que recoge la historia de la Federación Internacional Una Voce (FIUV), de la cual nuestra Asociación es el capítulo chileno desde su creación, entre los años 1964 y 2003. Dicha obra fue presentada en el Foro abierto organizado en 2017 en Roma conjuntamente con la peregrinación anual Summorum Pontificum, que en esa ocasión se hizo coincidir con el décimo aniversario de la entrada de vigor del motu proprio del papa Benedicto XVI al que debe su nombre (véase aquí el reporte de esas actividades, donde estuvo presente nuestra Asociación). El libro ha sido ya objeto de otras recensiones en inglés, como aquella escrita por Joseph Shaw o la debida a Dom Alcuin Reid. Esta última es especialmente importante porque destaca el papel que tuvieron los laicos en la defensa de la Misa de siempre cuando las claudicaciones aumentaban cada día y la liturgia tradicional era perseguida con tesón. 

Leo Darroch nació el 15 de octubre de 1944 en Durham, en el noreste de Inglaterra. En 1979 se unió a la Latin Mass Society of England and Wales (LMS), capítulo nacional de FIUV. En 1986 es elegido miembro del consejo nacional de la LMS, cargo en el cual se desempeñó durante décadas. En 1999 fue elegido Consejero de FIUV y en 2001 Secretario, cargo que al que debió renunciar por motivos familiares en 2004, regresando dos años después. En noviembre de 2007 fue elegido Presidente de FIUV, sucediendo a Michael Davies, cargo en el que se desempeñó hasta 2013. 

El libro puede ser adquirido a través de Amazon


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Darroch, Leo, Una Voce: The History of the Foederatio Internationalis Una Voce, 1964-2003. The Presidencies of Dr. Eric Maria de Saventhem and Michael Treharne Davies, Herefordshire, UK, Gracewing, 2017, 467 pp. 

Augusto Merino Medina

Leo Darroch, Presidente de la Federación Internacional Una Voce (FIUV) entre 2007 y 2013, ha escrito un libro que es un verdadero monumento levantado al laicado católico post Concilio Vaticano II; a ese laicado que, reaccionando contra el inverosímil retraimiento de la inmensa mayoría de los obispos frente al feroz temporal que se desató en aquella época y que arrecia hoy más que nunca, ha sido capaz de asumir la defensa de la Fe católica y de su más espléndido repositorio, el sagrado rito romano de la Misa. Fueron los laicos, no los clérigos en ninguno de sus grados jerárquicos, salva muy contadas excepciones, quienes en este período histórico, quizá nunca antes visto en la milenaria vida de la Iglesia, asumieron la tarea de defender aquel depósito que los obispos se empeñaron en dilapidar por supuestos compromisos pastorales. 

 El autor

El texto de Darroch narra, en efecto, cómo la Misa de rito romano fue objeto de una defensa perseverante, valiente, inteligente en su estrategia y en la elección de las tácticas durante un espacio de no menos de treinta años por una organización formada enteramente por laicos católicos. De no ser por la resistencia verdaderamente heroica de ese puñado de mujeres y hombres valientes, la crítica situación actual de la Iglesia sería incalculablemente peor: fueron esos laicos quienes presionaron a los papas del post Concilio (en especial Juan Pablo II y Benedicto XVI) para que, aunque débil y vacilantemente, comenzaran a reaccionar frente a los ataques de la herejía modernista que hoy triunfa con todos sus fueros, instalada en el corazón de la Iglesia. Fueron ellos quienes, tras los primeros campanazos de advertencia dados por los cardenales Ottaviani y Bacci, asumieron que, cambiado el rito tradicional de la Misa, cambiaba la Fe, cosa que hoy, ya a cincuenta años de aquella catástrofe, ha venido a quedar más que claro: la sustitución de la lex orandi ha traído por consecuencia la sustitución de la lex credendi; hoy estamos frente a una Misa nueva y ante una religión nueva. De ahí que los partidarios de la antigua Misa, codificada por San Pío V, sean objeto, por parte de la burocracia que ocupa los más altos cargos de la Curia romana, de una tan inmisericorde persecución: de ser ortodoxos, han pasado a ser odiosos herejes, cuya extirpación está siendo llevada a cabo paulatinamente y sin cuartel.

En su más lejano origen, Una Voce surge en 1964 de la iniciativa e inquietudes de una católica, la Dra. Borghild Krane, que desde los límites más lejanos del catolicismo europeo, Noruega, reunió a 146 católicos para dirigirse al obispo de Oslo pidiéndole que procediera con el mayor cuidado y respeto frente a la revisión de la liturgia que el Concilio Vaticano II había aprobado. Como es la tónica de la obra de Dios, de esos muy improbables y humildes orígenes se fue extendiendo por otros países europeos, de tradición católica mucho más antigua y poderosa, la idea de defender el rito romano de la Misa y vigilar lo que con su modificación se pretendía hacer, es decir, la sustitución de la Fe católica.

Hacia 1965 se fusionaron movimientos similares que, en algunas partes con el nombre Una Voce y en otras, con otros diversos, constituyeron la base de la Federación. Finalmente, en 1967, en una reunión de estos movimientos en Zúrich, se fundó oficialmente la institución con el nombre de Foederatio Internationalis Una Voce, que eligió como su primer Presidente al Dr. Eric Maria de Saventhem, alemán, converso al catolicismo, secundado por un grupo de católicos de otros diversos países, que incluyó a los Estados Unidos de Norteamérica y, en 1970, a la Asociación Magnificat, que se había fundado ese mismo año en Chile [Nota de la Redacción: Esto es lo que señala el libro, pues ese año se hizo un intento fallido por constituir nuestra Asociación como corporación de derecho privado, trámite que entonces era largo y engorroso y llevaba el Ministerio de Justicia, aunque en realidad el grupo estable de fieles que hoy es la Asociación Litúrgica Magnificat, erigida como corporación cultural en 2014, existía ya desde el 7 de agosto de 1966: véase  aquíaquí y aquí nuestra historia, incorporada después en el libro publicado con ocasión de nuestro quincuagésimo aniversario].

 Primera reunión formal de la Federación (Zúrich, 1967)
(Foto: FIUV)

La tarea de hacerse oír por Roma y los obispos de cada región fue descorazonadora en aquellos primeros años, en que el fervor iconoclasta estaba en su máximo ardor, no obstante la actividad incansable del Dr. Saventhem y de su mujer, igualmente comprometida con esta lucha. Nada se pudo lograr de los innumerables esfuerzos que se hicieron en Roma, gracias a los numerosos contactos personales del Presidente. Quizá estas dificultades se debieron a que, en aquellos primeros años después de la “reforma” litúrgica, y estando todavía activo en la Curia Mons. Annibale Bugnini -quien la ideó y llevó a cabo y de quien muchos sospechan su afiliación a la francmasonería-, los burócratas vaticanos tenían claro que, a lo que apuntaban, era la ortodoxia de la Fe y, a fin de cambiarla disimuladamente, cerraron filas para defender la “reforma” considerada como “pastoral”, sin cejar en nada, negando cualquier petición de concesiones de cualquier tipo. El llamado “indulto de Agatha Christie” o “indulto inglés” (así denominado porque Pablo VI, según se dice, finalmente lo otorgó cuando vio entre los peticionarios la firma de esa novelista), constituyo una temprana puerta que, apenas entreabierta, fue rápidamente cerrada a toda prisa por la burocracia vaticana.

Y así es como, a pesar de los inútiles lamentos de Pablo VI (que se limitó a lamentarse, sin poner el adecuado remedio a una situación que, quizá, no quiso pero permitió), se produjo el fenómeno que ya habían pre-diagnosticado algunos sociólogos de la religión: luego de la firmeza del puño con que Pío XII sostuvo las riendas de la Iglesia, una vez abierto un portillo por obra de Juan XXIII, lo que ocurrió fue, como en el caso de los diques, que ya no hubo cómo detener la ruina total, y toda la disciplina de la Iglesia colapsó violenta y súbitamente. La “reforma” de la Misa, que ya era un increíble abuso de Bugnini y de Pablo VI en relación con lo que había dispuesto el Concilio, fue superada, en heterodoxia y desacralización, por los indescriptibles “abusos del abuso”, que proliferaron ahora sin control alguno.

Frente a este panorama de los últimos años del pontificado de Pablo VI, Una Voce se dio cuenta de que no tenía sentido alguno seguir reclamando visiblemente a Roma o a los obispos por lo que sucedía, y advirtió que la única vía de resistencia posible era proseguir con la celebración local, casi subrepticia, de la Misa de rito romano, costase lo que costare. Toda otra acción estaba destinada al fracaso. Comenzó hacia 1972, para quienes seguían siendo católicos reconocibles como tales según los criterios tradicionales, la época de las catacumbas, y Una Voce optó por entender su cometido como el de un “apostolado litúrgico” que había que realizar de modo “molecular”, es decir, persona a persona, de molécula en molécula, al modo del apostolado cristiano de los siglos de las persecuciones.

Con todo, la directiva de Una Voce continuó realizando sus asambleas periódicas, en una de las cuales, la realizada en agosto de 1974 en Salzburgo, Dietrich von Hildebrand tuvo una participación magnífica, exponiendo, con gran sagacidad, lo que a su juicio era el diagnóstico justo de la situación: en un momento en que el vacilante Pablo VI parecía alentar las esperanzas de alguna forma de restauración litúrgica con el documento Iubilate Deo, datado precisamente ese año y referido a los cantos gregorianos más esenciales que debía preservarse, von Hildebrand sostuvo que, en su opinión, “[e]n latín, el Novus Ordo era más insidioso porque creaba la ilusión de que no era algo completamente diferente del antiguo rito. Independientemente de la cuestión de la validez, y desde un punto de vista puramente pastoral, la nueva Misa era simplemente una catástrofe. Había muchos que pensaban que criticar la nueva Misa era criticar al Santo Padre, lo que equivalía a atacar la Fe. Pero era necesario hacer una distinción entre el cargo y quien lo ocupa, y debía enseñarse al pueblo a hacer esta distinción en el caso del papado. El poder hacer esta distinción no era sólo una prueba de fe, sino una señal de fe. Una Voce debía, pues, seguir dando prioridad a la cuestión del rito por sobre la cuestión de la lengua del rito. Una Voce era el único grupo que había adoptado esta postura vitalmente importante respecto de la Misa tridentina” (p. 98).

La cuestión, para Hildebrand, era perfectamente clara, como lo fue, por lo demás, desde el comienzo, según lo atestigua la crítica de los cardenales Ottaviani y Bacci. Y esas mismas ideas eran también claras para los propios reformadores, que quizá hubieran querido que se ventilaran menos: es en la oscuridad y en la ambigüedad cómo se fraguó el Novus Ordo y cómo sigue amparado por ellas en la actualidad, aunque cada vez haya menos católicos engañados.

 Dietrich von Hildebrand

Este verdadero nudo gordiano de la reforma litúrgica, de carácter teológico, aparece constantemente en la narración de Darroch. Quizá uno de sus momentos más impactantes se dio durante los intercambios epistolares, posteriores a diversos encuentros personales, entre el Presidente Saventhem y el cardenal Giovanni Benelli, sustituto de la Secretaría de Estado en 1976: éste pretendía amparar todo lo obrado por el Papa en materia de reforma litúrgica con la garantía del “carisma” que a este último le había otorgado Dios, en virtud del cual todos sus actos de gobierno y administración de la Iglesia no podían sino estar ordenados hacia el seguro y verdadero bien de ella. El Dr. Saventhem respondió a estas y otras enormidades con una carta de 26 de octubre de 1976, que es un modelo de sana doctrina católica y de excelente retórica, y Benelli replicó, a su vez, el 24 de noviembre de ese año. Saventhem respondió de nuevo el 6 de enero de 1977 y Benelli, el 3 de marzo de ese año.

De este polémico intercambio de cartas, uno de los más interesantes del libro, importa extraer algunos puntos que Darroch consigna sobre la posición de Benelli, porque ellos dan a conocer los criterios que, por entonces, se usaban en la Curia por los partidarios de la reforma y que revelan que el trasfondo de ella no fue nunca, como ya hemos sugerido, meramente pastoral sino, derechamente, teológico. Porque, en efecto, Benelli plantea que el espíritu de la reforma fue permitir que el hombre moderno pudiera “expresarse en ella”, cosa que significa, por cierto, entregar el destino de la liturgia a los cambiantes “sentimientos” modernos -o de cualquier otra época futura-, lo cual equivale a inventar un rito con autodestrucción programada, instalar en él esas "bombas de tiempo" de las que hablaba Michael Davis. Y añade Benelli a continuación, pensando que el ataque es la mejor defensa: los enemigos de la reforma han hecho de la liturgia un campo de batalla contra la “nueva eclesiología”, sosteniendo en este empeño, con su defensa del Ordo antiguo, una eclesiología pre-conciliar que, obviamente y como se sigue de su argumentación, no puede sino ser errónea. He ahí, pues, develada con imprudencia por Benelli, el meollo de la cuestión. El viejo adagio “lex orandi, lex credendi” permite advertir aquí cuál es el verdadero quid de todo el problema: se cambia la Misa para cambiar la religión. Nada de “criterios pastorales”: lo que interesa es introducir, mediante los ritos reformados, de manera solapada, una religión nueva y diferente. La defensa de la nueva Misa es la defensa de la nueva fe, esa religión del hombre a la que aludía Pablo VI en su discurso de clausura de clausura del Concilio Vaticano II. 

Con la muerte de Pablo VI y el advenimiento de Juan Pablo II, Una Voce creyó ver nuevos motivos de esperanza en su lucha por que, al menos, se reconociera al viejo rito romano igual derecho a existir en la Iglesia que el nuevo, cosa que la mayoría de los obispos de todo el mundo estaba decidida a impedir, llegando muchos de ellos a prohibir formalmente, por estar abrogado, según ellos, el rito codificado por San Pío V. Pero la batalla por ganar la voluntad del nuevo Papa, que parecía indeciso respecto del rito de la Misa, aceleró las movidas de los partidarios de la reforma litúrgica, que controlaban el manejo de las riendas del poder, tal como hoy. El cardenal James Knox, por entonces Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y reformista, dispuso que se realizara en 1980 una consulta a todos los obispos del mundo sobre cuáles eran las peticiones que habían recibido de los fieles en lo referente al uso del latín y cuáles eran los deseos de éstos en materia de liturgia de la Misa. El propósito perseguido era, naturalmente, tener una base de datos para desacreditar ante el Papa la causa de los defensores del rito romano. Y los resultados de la encuesta no dejaron de ser útiles a Knox y a quienes lo acompañaban. Una Voce no tuvo, entonces, otra opción que dedicar su trabajo, durante 1982, a analizar la mencionada consulta y a denunciar las graves fallas metodológicas que, a poco andar, fueron descubiertas y que le quitaron toda credibilidad. La “encuesta Knox” tuvo que ser descartada.

Juan Pablo II, ya sea por inseguridad personal en la materia, o por deseo de contentar a todo el mundo en su condición de nuevo Papa, se mantuvo en la indecisión hasta que, en 1984, autorizó que se enviara a los obispos, por la Congregación para el Culto Divino, la carta circular Quattuor abhinc annos, que contiene lo que se puede describir como una extensión a toda la Iglesia del citado “indulto de Agatha Christie” o “indulto inglés” de Pablo VI,  por el cual se permitía la celebración de la Misa antigua según el Misal de 1962, pero con todo tipo de restricciones, más o menos como lo había hecho el propio “Indulto”. Sin embargo, como el nuevo Papa era partidario de la teoría de la colegialidad de los obispos, se evitó cuidadosamente imponerles cosa alguna, limitándose a manifestarles los deseos o aspiraciones papales en materia litúrgica, y dejándolo todo, finalmente, en las manos de éstos. Lo cual significaba, como de hecho fue el caso, hacer que Quattuor abhinc annos fuera todo lo inoperante que podía ser.

Luego de enviada dicha carta, fue nombrado Prefecto de la Congregación para el Culto Divino el cardenal alemán Paul Augustin Mayer, el primero de los Prefectos de ella que, en todo el último cuarto del siglo XX, manifestó claramente su buena disposición en lo relativo a las aspiraciones de los católicos tradicionalistas. En este espíritu, Mons. Mayer pidió a Una Voce colaboración para mejorar las disposiciones de Quattuor abhinc annos, que había revelado ser perfectamente inútil en la práctica. Pero, como ha solido ser el caso con los enemigos de la Misa antigua en la Curia, se decidió en 1985 nombrar una Comisión de ocho cardenales para que estudiaran el asunto, cosa que, como se comprende, era el mejor modo de paralizar cualquier cambio favorable a los tradicionalistas. De hecho, nada ocurrió ni en 1986 ni en 1987, no obstante la incansable actividad del Dr de Saventhem, hasta que, en 1988, el problema de la liturgia de la Misa se complicó con la cuestión del Arzobispo Mons. Lefebvre.

 Mons. Marcel Lefebvre en 1980, durante una visita a Córdoba, Argentina 

Éste, que había sido siempre un leal aliado de la causa de Una Voce, fue finalmente, como se sabe, excomulgado por consagrar, el 30 de junio de 1988, cuatro obispos sin con una autorización papal formal. El día 2 de julio siguiente, es decir, al segundo día después de la acción de Mons. Lefebvre, Juan Pablo II publicó el motu proprio Ecclesia Dei, en que súbitamente se dan los primeros pasos efectivos, al menos en la teoría, para la liberalización de la celebración de la Misa en el rito romano, según el Misal de 1962, aprobado por Juan XXIII. Creada la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, se siguió la erección o regularización de diversas instituciones donde pudiera usarse el antiguo rito, entre las cuales cabe mencionar por su importancia el monasterio benedictino de Le Barroux, la Fraternidad de SanVicente Ferrer, instituto religioso masculino de derecho pontificio, y la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro, sociedad de vida apostólica para sacerdotes.

Las vicisitudes de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei a partir de su fundación reciben, en el texto de Darroch, un tratamiento detallado e interesante. La oposición a esta Comisión y a su tarea ha sido objeto, hasta hoy, de la más encarnizada resistencia por parte de prácticamente todos los obispos del mundo, lo cual ha hecho que, en los hechos, haya tenido escaso éxito, aunque suficiente para mantener viva la esperanza.

Los destinos de Una Voce, entretanto, pasaron de manos del Dr. Saventhem, quien renunció a la Presidencia con efecto a partir del 1° de enero de 1995, a las de Michael Davies, a quien se debe una serie de importantísimos libros de la historia del Concilio Vaticano II y de la gestación de la nueva Misa de Pablo VI. Davies gobernó a institución hasta 2003, y emprendió, incansable, nuevas luchas por hacerse oír, sin muchos frutos, por el papa Juan Pablo II.

Con la presidencia de Michael Davies termina la historia de FIUV cubierta por este libro: el sucesor de Davies fue, precisamente, Leo Darroch, el autor del mismo, y es sabido que uno no puede ser buen juez en causa propia.

El lector, junto con quedar profundamente agradecido a Darroch por un texto riquísimo en información inexistente en otros lugares, queda con la tremenda insatisfacción de no haber podido leer aquí nada de los trascendentales desarrollos que en el problema de la liturgia tuvieron lugar con el motu proprio Summorum Pontificum, de Benedicto XVI [Nota de la Redacción: un análisis del autor sobre los efectos del motu proprio durante el tiempo inmediatamente posterior a su promulgación puede leerse en esta entrevista], ni el análisis de los que están teniendo lugar en el pontificado de Francisco y que, para decirlo de modo conservador, no tienen en absoluto buen pronóstico en lo que respecta a la causa de la Sagrada Tradición en la Iglesia y al destino del rito romano de la Misa. Sólo cabe esperar que, desde Una Voce, alguien emprenda la continuación de esta historia, llena de vicisitudes cada vez más graves para la causa de la Misa y de la Fe, siempre con valentía y espíritu sobrenatural. 

 El autor junto a Benedicto XVI, presentándole el informe de 2009 sobre los efectos del motu proprio

Para terminar estas breves informaciones sobre el contenido del libro de Darroch, digamos que él está escrito con un estilo envidiablemente ecuánime y desapasionado que, a lo más que llega en materia de énfasis, es a la colocación, en contadas ocasiones, de signos de exclamación frente a ciertas enormidades: ni un solo adjetivo descalificatorio o hiriente, en una historia que se presta para distribuir, a diestra y siniestra, escandalizados y bien merecidos epítetos. El temple escocés heredado por el autor de sus antepasados ha sido aquí sometido a duras pruebas y ha triunfado la mansedumbre cristiana.  

En suma, Darroch ha escrito un texto denso en información, complementado por varios apéndices que contienen documentos del máximo interés y difíciles de encontrar. Su lectura exige avanzar lentamente para tomar debida nota de los datos históricos, pero aún así resulta apasionante y llena de suspenso, no tanto por descubrir el fin de la historia, que está todavía por producirse, sino por ver cómo la mano de Dios ha venido usando, ante los escollos más formidables, a este puñado de laicos católicos empeñados, paradojalmente, en defender, de quienes tenían el encargo divino de resguardarla y difundirla, la fe católica.