lunes, 13 de abril de 2015

La importancia de Dios en Eduardo Anguita

Eduardo Anguita (1914-1992) fue un poeta metafísico adscrito a la Generación de 1938, que se desempeñó también como periodista y cronista literario, y realizó un importante aporte a la promoción de las nuevas tendencias literarias de su tiempo. Estudió Derecho en la Pontificia Universidad Católica de Chile, pero se retiró después de tres años para trabajar en agencias de publicidad y en editoriales. Fue el creador y único miembro del grupo literario «David», y cumplió funciones como agregado cultural de Chile en México. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1988. 


Su faceta de ensayista tiene su más lograda expresión en La belleza de pensar (1988), recopilación de crónicas aparecidas en el diario El Mercurio entre 1976 y 1983, reeditada por la Editorial de la Universidad de Valparaíso en 2013 con prólogo de Cristián Warnken. De esta última obra extraemos el fragmento que a continuación les ofrecemos y con el que se inicia el ensayo intitulado «El mito náhuatl de la redención», donde Anguita nos habla de la importancia de Dios:

Cada vez que nos hemos referido a los mitos, fuimos cuidadosos para no rebajar este vocablo asimilándolo a «superstición» o a «mentira»; a la vez que siempre establecimos su validez relativa, aproximativa, como patrones genuinamente religiosos.  En una época excesivamente racionalista como es la nuestra y, paradójicamente de increíble irracionalidad, solamente nuestra cosmovisión cristiana y su cuerpo de doctrinas de que la iglesia está investida para impartir la verdad del Evangelio, la Revelación divina directa y personalmente encarnada en Jesucristo, así como la filosofía que entraña, son capaces de iluminar y dar orden a la humanidad moderna, que, tal vez, ha sido la más desorientada y confusa de toda la historia.

Esta aclaración previa es necesaria, para evitar que se me entienda mal; entender mal, actualmente, es el inmenso equívoco de la sociedad de nuestros días. Hablar de los mitos, en su buena acepción, es útil, siempre y cuando no se crea que, por atrayentes que sean, reemplazan a la verdadera religión.  Y es que, en medio de toda la confusión contemporánea —época crítica, con todos los alcances de esta última expresión—, el hombre está buscando a Dios. Y lo busca hasta en las formas más desatentadas. ¿Quién fue el que vaticinó que en este siglo era cuando más se iba a hablar de Dios? «Dios ha muerto», sentenció Nietzsche. Novalis escribió: «Cuando mueren los dioses, aparecen los fantasmas». Como quiera que sea, los fantasmas cumplen una función. Dicen: «Aquí estuvo Dios», o «Aquí estaría Dios». 


Nota de la Redacción: La cita está tomada de Anguita, E., La belleza de pensar, Valparaíso, Universidad de Valparaíso, 2013, p. 101. Para mayor información del autor, puede consultarse la página que el sitio Memoria chilena le dedica

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