En una entrada anterior explicamos nuestro propósito de traducir los Position Papers sobre el misal de 1962 que desde hace algún tiempo viene preparando la Federación Internacional Una Voce, de la cual nuestra Asociación es capítulo chileno desde su creación en 1966.
En esta ocasión les ofrecemos la traducción del Position Paper 16 y que versa sobre la proclamación de las lecturas en latín en la forma extraordinaria, cuyo original en inglés puede consultarse aquí. Dicho texto fue preparado en el mes de julio de 2013. Para facilitar su lectura hemos agregado un título (Texto) para separar su contenido del resumen (Abstract) que lo precede.
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La proclamación de las lecturas en latín en la forma extraordinaria
Resumen
De acuerdo con la Instrucción Universae Ecclesiae, se permite la
repetición de las lecturas en vernáculo después de ser proclamadas en latín o,
en la Misa rezada, su proclamación sólo en vernáculo. Este ensayo aspira a
explicar y defender la restricción del uso del vernáculo. Los argumentos que se
dan son relevantes también para el debate sobre la posibilidad de que toda la
Misa de los catecúmenos, o los Propios, sean en vernáculo. La primera
consideración que se hace es la importancia de la tradición de cantar la
Epístola y el Evangelio en la Misa cantada, protegida por la ley de la Iglesia.
Esto plantea un tema más profundo: las lecturas tienen en la liturgia no solo un
papel didáctico sino también uno latréutico, y reemplazar el latín por una
lengua no litúrgica no sólo disminuye ese papel sino que disminuye también el
sentido del tiempo litúrgico, sagrado, que resulta del uso del latín. El uso
del vernáculo en más momentos en la liturgia, que implicaría una alternación
más frecuente de lenguas sería, debido a esto, particularmente problemático.
Los comentarios a este texto pueden enviarse a positio@fiuv.
Texto
1. La
Instrucción Universae Ecclesiae (2011), núm. 26, dispone para la forma extraordinaria
del rito romano lo siguiente: “Como está previsto en el artículo 6
del motu proprio Summorum Pontificum,
las lecturas de la Santa Misa del Misal de 1962 pueden ser proclamadas
solamente en latín, o en latín seguido por el vernáculo o, en las Misa rezadas,
solamente en vernáculo. Por tanto, es obligatorio en las Misas cantadas y las
Misas solemnes cantar en latín la Epístola y el Evangelio”[1].
En la Misa rezada se las puede leer sólo en vernáculo. La celebración práctica
de la Misa rezada varía, por razones históricas, entre los diversos países,
pero la lectura en latín es cosa general. La repetición, hecha antes del
sermón, de las lecturas en vernáculo, cuando son leídas o cantadas en latín, es
muy común en la práctica, aunque en modo alguno es universal.
2. Muchos de
quienes promueven el latín en la forma ordinaria (la “reforma de la reforma”)
sugieren que todos los Propios se lean en vernáculo, o que éste se use en toda
la Misa hasta el Ofertorio[2].
Es por esta razón que la ley y la práctica de la forma extraordinaria requiere
ser explicada; explicación que es importante también para cuestiones más
amplias[3].
3. Este ensayo
da por conocidos los argumentos generales en favor del latín dados en la Positio 7[4].
Último Evangelio
(Foto: In principio erat Verbum)
El papel
latréutico de las lecturas.
4. Un aspecto
de la cuestión, que explica la distinción hecha por Universae Ecclesiae entre Misa cantada y Misa rezada, es el
especial valor de la práctica de cantar las lecturas. Esta práctica data de los
orígenes del canto gregoriano en el templo judío, cuya solemnidad, belleza y
expresividad son extraordinarias. Claramente, su pérdida sería un serio
empobrecimiento del patrimonio litúrgico de la Iglesia y de la vivencia
litúrgica de los fieles.
5. Esta
tradición de las lecturas cantadas plantea por sí misma una cuestión más
amplia, que es el papel de las lecturas en la Misa. En su origen,
el canto de las lecturas y las inflexiones del canto correspondientes a las
frases medias y finales, que la diferencian de declaraciones meramente indicativas,
servían para hacer más claras la audición y la comprensión[5];
siguen hoy haciendo más fácil para los fieles seguir textos familiares o
importantes, y señalan los momentos en que todos se arrodillan en ciertos
momentos, como cuando se menciona la muerte del Señor en los Evangelios de la
Pasión[6].
Sin embargo, dan también a la proclamación de las lecturas un carácter
litúrgico profundamente solemne, análogo al del Prefacio, lo que subraya su
calidad latreútica. Esto queda además puesto de relieve por las ceremonias,
especialmente evidentes en la Misa solemne y en la pontifical, de bendición del
ministro que lee el texto, de incensación del Misal, del beso del mismo, y de
los movimientos que llevan a cabo los ministros y acólitos en el presbiterio. La
lectura del Evangelio de cara al norte simboliza la proclamación del Evangelio
a los paganos aún no convertidos del norte de Europa. En la Misa rezada la
misma idea se encuentra en la proclamación de las Escrituras desde el altar del
sacrificio.
6. Este valor de
la proclamación de las Escrituras como un acto de culto es confirmado por el
rito de la ordenación de diáconos y subdiáconos, a quienes se encarga leer el
Evangelio o las Epístolas “tanto para los vivos como para los difuntos”[7].
7. Aunque las
Escrituras tienen naturalmente un valor didáctico, esto es también verdadero
respecto de todos los Propios de la Misa, incluido el Ordinario, y es imposible
hacer una distinción clara entre la Misa didáctica de los catecúmenos y la Misa
latréutica de los fieles. Como la Constitución sobre la Liturgia del Concilio
Vaticano II lo dice, “[l]as dos partes que, en cierto sentido, se unen para
formar la Misa, es decir, la liturgia de la palabra y la liturgia eucarística,
están tan íntimamente conectadas entre sí que no forman sino un solo acto de
culto”[8].
8. Teniendo
esto presente, es natural que las lecturas sean cantadas en latín, la lengua
litúrgica de la Iglesia de Occidente. Es también natural que, en la Misa
rezada, que deriva tanto histórica como lógicamente de la Misa solemne, sea
también apropiado leer las lecturas en latín.
9. Hay otras
dos consideraciones que se refieren también, en alguna medida, a la cuestión de
tener otros Propios en vernáculo para la celebración de la forma extraordinaria.
El subdiácono lee la Epístola (rito dominicano)
(Foto: New Liturgical Movement)
Consideraciones
pastorales.
10. La primera
es la cuestión del valor pastoral práctico de leer las lecturas en vernáculo.
En las Misas con fieles, es práctica común, cuando ellas se leen en latín,
repetirlas en vernáculo antes del sermón. No se puede argumentar, por tanto,
que es un imperativo pastoral leer las lecturas en vernáculo en vez de en
latín: no se da aquí el dilema de tener que optar por una u otra cosa. La única
razón para omitir la lectura en latín parecería ser que se ahorra así un poco
de tiempo.
11. Con todo,
también se podría preguntar, en las condiciones de la mayoría de las
celebraciones de la forma extraordinaria hoy, si la repetición de las lecturas
en vernáculo es necesaria, ya que si los fieles no tienen misales individuales
con la traducción, pueden tenerla muy fácilmente impresa en un simple hoja de
papel. En este punto, la situación es algo diferente de lo que ocurría cuando
se comenzó, hacia 1940, a autorizar, en algunas regiones, la lectura en
vernáculo: en aquel tiempo los sacerdotes simplemente no podían imprimir de Internet copias de las traducciones.
12. Lo mismo
se puede decir para los demás Propios, incluido el Ordinario de la Misa. El uso
del latín no es, en realidad, un obstáculo para la comprensión de lo que se
dice en la liturgia, ya que quien quiera saberlo puede seguir con toda
facilidad su traducción, y todos los que opinan que es importante que los
fieles puedan seguir la Misa en su propia lengua, pueden fácilmente asegurarse
de que haya traducciones disponibles[9].
13. El experto
László Dobsay da un argumento conclusivo: se debe conservar en latín la
colecta, la secreta y la poscomunión, incluso si se traduce otras partes de la
Misa, debido a la importancia que tiene el que los católicos se familiaricen con
la rica terminología latina de esas oraciones[10].
La
integridad de la liturgia.
14. La segunda
consideración es la cuestión de la integridad de la liturgia. El escritor
Martin Mosebach aborda esto en el contexto del “problema”, como lo denomina él,
del sermón: “Al entrar en el espacio sagrado de
la liturgia, toda interrupción me hace sufrir: sufro cada vez que las
vestiduras de la liturgia se desgarran (para decirlo con una metáfora). […] [Al
terminar la lectura del Evangelio] el fiel se halla profundamente sumergido en
otro mundo. Ha comprendido que toda frivolidad y espontaneidad deben guardar
silencio cuando llega el momento de hacer visible lo que, objetivamente, es 'enteramente otro'"[11].
15. Esta
atmósfera, y la actitud que promueve, es interrumpida por el sermón, que tiene
un carácter totalmente diferente, más personal y prosaico. Más estridente,
incluso, es el anuncio de las noticias parroquiales. Mosebach no objeta que se
ponga el sermón en este momento de la liturgia -su ubicación ahí es muy
antigua-, sino que dice simplemente: “Creo que es muy importante darse cuenta de
que hay aquí un problema, 'problema' en la medida en que no existe una solución
obvia al alcance de la mano”[12].
16. Del mismo
modo, aunque podríamos aceptar que ciertas lecturas en vernáculo tienen alguna
ventaja, debiéramos reconocer que un abrupto cambio desde el latín (o desde
otras lenguas antiguas)[13]
al vernáculo y de nuevo al latín, da origen a un problema desde el punto de
vista de la liturgia como esfera sagrada, que el uso del latín realza especialmente.
Si hubiera más Propios que leer en vernáculo, la Misa implicaría un muy
frecuente cambio entre una y otra lengua, de las cuales una es sagrada y la
otra profana. El latín no puede crear y mantener el sentido de sacralidad si se
lo interrumpe continuamente, y debiéramos lamentar incluso las interrupciones
más necesarias[14].
Evangelio
(Foto: Wikipedia Commons)
Conclusión.
17. Este ensayo
ha procurado dar un fundamento racional tanto a la ley de la Iglesia, expuesta
en la Intrucción Universae Ecclesiae,
de que las lecturas deben hacerse en latín en la Misa cantada, como a la práctica
generalizada de leerlas en latín incluso en la Misa rezada. La razón es,
esencialmente, que el latín no es un aspecto dispensable de la liturgia en la forma extraordinaria, y que reemplazarlo por el vernáculo en ciertas partes de
la Misa no sólo disminuye la calidad de ellas, sino que interrumpe la liturgia en
su conjunto.
18. Este
argumento se basa en la observación de que la Misa de los catecúmenos no puede
ser calificada simplemente como un elemento didáctico, que no necesita tener un
carácter específicamente litúrgico, expresivo de un culto. Las oraciones y
ceremonias de la forma extraordinaria simplemente no permiten esa
interpretación de la estructura de la Misa.
19. Además, el
argumento se aplica a fortiori a la
posibilidad de que haya otros textos Propios en vernáculo. Por muy edificantes
que sean para el pueblo, ellos son parte integral del culto que se da a Dios en
la Misa, y un cambio constante entre latín y vernáculo dañaría gravemente el
sentido que tienen los fieles de la Misa como tiempo sagrado.
[1] En la Misa cantada se permite que la Epístola sea leída en vez de
cantada, aunque ello es raro.
[2] Conocida en el contexto de la forma extraordinaria como Misa de
los catecúmenos, y en la forma ordinaria, como liturgia de la palabra.
[3] Es interesante advertir que algunos liturgistas tan amigos del
latín como el P. Aidan Nichols, OP y el P. Jonathan Robinson, Cong.Orat.,
consideran que el caso de las lecturas en vernáculo no requiere de
argumentaciones. Véase Nichols, A., Looking
at the Liturgy: a critical review of its contemporary form (San Francisco, Ignatius Press, 1996), p. 120; Robinson, J., The
Mass and Modernity: walking to heaven backwards (San Francisco: Ignatius
Press, 2005), p. 336.
[5] Un sínodo en Grado, Italia, en 1296, restringió el uso de los
melismas más complicados en el canto del Evangelio, porque ellos “impiden la
comprensión de los auditores y con ello se disminuye la devoción de los
fieles”. Citado por el Lang, U. M., The
Voice of the Church at Prayer (San Francisco, Ignatius Press, 2012), p. 153.
Como indica Lang, con anterioridad en aquel siglo San Francisco había recibido
la inspiración de fundar los Hermanos Menores al oír la proclamación del
Evangelio de la misión de los apóstoles durante la Misa de la fiesta de San
Matías (Mt. 10, 7-10).
[6] Otros ejemplos de que los ministros sagrados y los fieles se arrodillan
en ciertos momentos de las lecturas son: en Epifanía y su octava, al
mencionarse a los Magos que adoran a Cristo-Niño; en el segundo domingo de
Pasión, cuando se menciona la Invención de la Santa Cruz y su Exaltación, todos
se arrodillan en la Epístola a las palabras “que al nombre de Jesús se doble
toda rodilla”; en la tercera Misa de Navidad, al leerse el Prólogo de San Juan;
al terminar el Evangelio del miércoles de la cuarta semana de Cuaresma (Jn 9,
1-38). Esto reitera las genuflexiones durante el canto en ocasiones como el
tracto de Cuaresma Domine non secundum,
y el versículo del Alleluia de Pentecostés Veni,
Sancte Spiritus.
[7] En el Pontifical Romano, en la ordenación de los subdiáconos, el
obispo dice: “Recibe el libro de las epístolas y el poder de leerlas en la
Iglesia de Dios, tanto para los vivos como para los difuntos”. Al ordenar los
diáconos, dice: “Recibe el poder de leer el Evangelio en la Iglesia de Dios,
tanto para los vivos como para los difuntos”.
[8] Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum
Concilium (1963), núm. 51: Duae
partes e quibus Missa quodammodo constat, liturgia nempe verbi et eucharistica,
tam arcte inter se coniuguntur ut unum actum cultus efficiant.
[9] En relación con lenguas raras o minoritarias y con congregaciones
multilingüísticas, el proporcionar una traducción a los fieles presenta más desafíos.
Su solución es más fácil, sin embargo, que buscar un modo de usar las lenguas
del caso desde el altar, cosa que no se puede hacer fácilmente en varios
idiomas, aparte de que debiera implicar un proceso oficial más formal de
aprobación de las traducciones que se use.
[10] Dobsay, L., The Restoration and Organic Development of the Roman Rite (London, T&T Clark, 2010), p. 79: “Las citas y referencias de textos litúrgicos se
encuentran en las obras de los Padres de la Iglesia y en muchos autores espirituales,
así como también en las oraciones y meditaciones de los santos. Los sacerdotes
y laicos que tienen un nivel alto de formación teológica pero que no conocen la
liturgia latina extraordinariamente bien (lo que hoy quiere decir que no están
familiarizados con los textos latinos), ciertamente se autoexcluyen de los
registros históricos de la vida de la Iglesia. No conocer el vocabulario usado,
o las frases citadas, significa que se es incapaz de reconocer su contexto y
origen en la literatura teológica y espiritual de la tradición”. Dobsay propone que
otras partes de la Misa sean rezadas en vernáculo, especialmente el Pater Noster. Esta propuesta, sin embargo,
parece carecer de valor pastoral, ya que el significado de su texto habrá sido
conocido por la mayoría de los fieles desde su más tierna infancia.
[11] Mosebach, M., The Heresy of Formlessness: The Roman Liturgy and
its Enemy (San Francisco, Ignatius Press, 2006), pp. 49-50.
[12] Mosebach, The Heresy of Formlessness, cit., p. 52. La misma razón puede aplicarse a otros antiguos usos
del vernáculo en la tradición litúrgica latina, como en el caso de los votos
matrimoniales: la necesidad del vernáculo aquí se relaciona con el
aseguramiento de la validez del sacramento del matrimonio, y por ello no
constituye un antecedente para usarlo en otras ocasiones: el “problema”
litúrgico que representa no puede solucionarse, pero es manejable debido a su
reducido ámbito.
[13] Especialmente el Kyrie, en griego.
[14] Un ejemplo de una interrupción más necesaria sería el uso del
vernáculo para los votos matrimoniales, donde es máximo el valor de una
inteligibilidad inmediata, según se ha dicho en la nota 12.
Estimados, en vista de este artículo, les comento un problema que ha surgido en la parroquia donde asisto a al misa gregoriana y que no le vemos por ahora solución (en parte por el desconocimiento de las normas litúrgicas).
ResponderBorrarEl caso es el siguiente: si el sacerdote celebrante no puede cantar por problemas de la voz, ¿puede el coro, para dignificar la liturgia del domingo, aunque sea rezada, cantar el Ordinario y preparar algunos propios (como Introito, Aleluya o Comunión)?
La situación no sería de mayor consideración si la celebración se diera un día entre semana por ejemplo, pero al ser el domingo y priorizando que la misa parroquia sea cantada, surge la duda. Muchas gracias
Estimado Andrés, muchas gracias por su interés y por seguir nuestro blog. Se debe distinguir estrictamente entre Misa Cantata y Misa rezada o baja, por lo que en esta última no es posible cantar el ordinario ni el propio. Sí es lícito solemnizar la Misa rezada o baja del modo siguiente: si bien no se deben cantar el propio ni el ordinario, sí es lícito cantar himnos o motetes latinos apropiados, o bien tocar el órgano, en la procesión de entrada del sacerdote, para el ofertorio, la comunión y para el regreso del sacerdote a la sacristía. Una alternativa igualmente digna sería también, en vez del ordinario de la Misa en latín, cantar cantos en vernácula que hagan paráfrasis del texto litúrgico. Lo que no es lícito es rezar la Misa y cantar ordinario y propio. La así llamada Misa alemana es un ejemplo de la simbiosis cantual válida.
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