domingo, 24 de junio de 2018

Clases de Misas papales (II)

Continuando con la serie sobre los tipos de Misas papales (aquí la primera entrada de la serie), examinaremos hoy la forma más solemne y compleja de ellas, la Misa papal o capilla papal, tal como ésta era celebrada hasta el Concilio Vaticano II, luego del cual gran parte de los ritos, ornamentos, objetos y ministerios litúrgicos aquí descritos cayeron en desuso.

 Misa papal de San Pío X
(Foto: Ceremonia y Rúbrica de la Ilgesia española)

III. La Misa papal o capilla papal

La Misa papal desplegaba toda la solemnidad del ceremonial apostólico. Corresponde a la Misa pontifical cuando es celebrada por el Romano Pontífice, pero tiene numerosas particularidades respecto de aquella Misa pontifical celebrada por un obispo.  

Esta Misa tenía lugar en las ocasiones más solemnes, como al inicio del pontificado, al pronunciarse definiciones ex cathedra, con ocasión de las canonizaciones, o en las solemnidades de Navidad o Pascua. Por regla general las capillas papales se celebraban en el altar mayor de la Basílica de San Pedro o, en su defecto, en el altar papal de alguna de las otras tres basílicas mayores, donde sólo el Papa podía celebrar. 
 
En las capillas papales un cardenal-obispo fungía como presbítero asistente. En las ocasiones más solemnes, era el Decano del Colegio Cardenalicio quien actuaba como tal. Un cardenal diácono cumplía la función de diácono, y un auditor de la Rota Romana lo hacía como subdiácono. También participaba un diácono de rito oriental como subdiácono, quien se vestía con los ornamentos propios del rito bizantino, con lo cual se manifestaba la unión de Oriente y Occidente en la Iglesia, que cuenta con dos grandes familias de ritos, el latino y el oriental. Los demás ministerios eran desempeñados por asistentes al trono pontificio, o prelados de honor de Su Santidad. 

Juan XXIII es transportado sobre la sedia gestatoria. A ambos lados, los flabelos.
(Foto: Liturgia papal
Entrada

La entrada solemne del Papa la Basílica de San Pedro se acompañaba de la la Sinfonía Silveri, una fanfarria tocada por las trompetas de plata de la Guardia Noble. La procesión de entrada la encabezaban los cardenales, obispos, prelados y todos quienes pertenecían a la capilla papal, revestidos conforme a su rango respectivo y al orden de precedencia prescrito. Un turiferario y siete acólitos acompañaban al crucífero, y el subdiácono apostólico llevaba el evangeliario. Al final de la procesión el Papa era transportado a la basílica sobre la sedia gestatoria y con los dos flabelos, uno a cada lado, acompañado de un séquito que incluía a la Guardia Suiza y a la nobleza romana en traje formal de corte. En ocasiones, el Papa era transportado bajo un palio procesional. Dos protonotarios apostólicos alzaban la parte frontal de la falda papal cuando el Papa caminaba hacia y desde la sedia, y dos chambelanes papales llevaban la cola. El decano de la Rota se hacía cargo de la mitra preciosa, y finalmente dos patriarcas o arzobispos llevaban, respectivamente, el Evangeliario y la palmatoria


El Papa era recibido en la puerta por los canónigos de la Basílica de San Pedro, encabezados por el Cardenal Arcipreste de la Basílica, y arrodillaba brevemente, apoyado en un faldistorio, para adorar al Santísimo. Ello a menudo tenía lugar en el altar de San Gregorio, situado en la mitad del costado izquierdo de la nave. En ese momento se dirigía al trono pequeño para el canto de la Hora Tercia, durante la cual recibía la obediencia de cardenales, obispos y abades. Durante el canto de los salmos de Tercia, el Santo Padre leía las oraciones de preparación para la Misa, mientras le eran puestas las cáligas y las sandalias. Luego cantaba la oración de Tercia. Luego, le eran removidos el manto papal y la estola, quedando sólo con la falda, el amito, el alba y el cíngulo. Luego de lavarse las manos, se revestía con los ornamentos para la Misa, todos los cuales hemos tratado ya en entradas previas (véanse los enlaces respectivos), en este orden: 

-el subcinctorio
-la cruz pectoral
-el fanón (ambas partes, la superior y la inferior),
-la estola
-la tunicela
-la dalmática
-la casulla
-el fanón (la parte superior, que se sacaba de abajo de los demás ornamentos y se usaba sobre la casulla y bajo el palio),
-el palio
-la mitra
-las quirotecas, y 
-el anillo pontificio.
  
El uso de la férula no estaba previsto por las rúbricas, la que era empleada entonces sólo en aquellos ritos en que tuviera un uso ceremonial, como la Apertura de la Puerta Santa. En una Misa papal su uso no hubiera tenido ningún sentido, pues el Papa era transportado sobre la sedia gestatoria. Sin embargo, luego del Concilio Vaticano II, tanto Pablo VI como Juan Pablo I combinaron la férula con la silla gestatoria.

Cuando las rúbricas requiriesen que el Papa llevara un cirio (como era el caso en la Fiesta de la Presentación del Señor, el 2 de febrero), el ajuar papal incluía también el capillo salvacera, el que prevenía que la cera derretida tuviera contacto con la mano del Santo Padre.

Una vez revestido, el Papa le daba el Ósculo de la Paz a los últimos tres cardenales presbíteros y luego se dirigía al altar mayor para celebrar la Misa.


 Muestra de los ornamentos propios de una Misa papal

 Mitras y tiaras papales
(Fotos: Life)
   
La Misa

La Misa papal se celebraba como una Misa pontifical, pero con las siguientes particularidades:

En el Confíteor, el cardenal obispo (quien fungía como presbítero asistente) se ponía de pie a la derecha del papa y el cardenal diácono a su izquierda, y los demás se ponían detrás. 

El Papa se ponía entonces el manípulo, el cual era especial en cuanto en él se entrelazaban hilos de color rojo y oro, como símbolo de la unidad de los ritos del Oriente y el Occidente católicos. Después de la primera incensación, los cardenales diáconos besaban la mejilla y el pecho del papa. Tras este gesto el Papa se iba al trono instalado bajo la Cátedra de San Pedro, que se encuentra en el ábside de la Basílica Vaticana.

El diácono (cardenal diácono), con una de las dos mitras que usaba el papa (en este momento con la mitra preciosa), se sentaba en un faldistorio frente al altar mirando al trono; el subdiácono (el auditor de la rota) y los ministros de ritos orientales se sentaban en los escalones del altar; y el obispo asistente y los diáconos asistentes permanecían junto al trono.

La epístola se cantaba dos veces: primero en  latín, por el subdiácono latino, y luego en griego, por el subdiácono de rito bizantino. Después de la Epístola, los dos subdiáconos iban juntos y besaban los pies del Papa. Del mismo modo, el Evangelio era cantado en primer lugar en latín por el cardenal-diácono y luego en griego por el diácono de rito oriental, uso que todavía se conserva. El Evangelio cantado en latín era acompañado por siete velas, mientras que el Evangelio en griego por dos. Después del Evangelio ambos evangeliarios eran llevados al Papa, quien los besaba.

Cuando se llegaba al "et incarnatus estdel Credo, el cardenal diácono y el subdiácono latino desdoblaban el strogolo sobre el altar, el que hasta ese entonces se encontraba sobre éste, doblado en paralelo a los candelabros. Se trata de un lienzo sagrado, compuesto de trece trozos de tela rectangulares unidos entre sí por sus lados mayores con encaje de hilo de oro. El strogolo no era un corporal, sino un sobremantel. Encima del strogolo se colocaba un corporal alargado y de gran tamaño llamado corporale magnum y, encima de éste, un segundo corporal más pequeño llamado corporale parvum.

 Strogolo
(Foto: Ceremonia y Rúbrica de la Iglesia española)

Por precaución contra el veneno o la materia inválida, el sacristán y el copero probaban el pan y el vino en presencia del Papa en un breve rito llamado pregustatio, el que tenía lugar tanto en el ofertorio como antes del Padrenuestro.  

En la consagración, al hacer las elevaciones, el papa giraba en medio círculo hacia ambos lados del altar, el de la Epístola y el del Evangelio. En esos momentos, mientras las trompetas de la Guardia Noble interpretaban la “Sinfonía Silveri”, ocho ministros sostenían hachones frente al altar, pero no se tocaban las campanillas en ningún momento. 

 Misa papal de Juan XXIII. Momento de la elevación de la Hostia


Comunión

Luego de dar el Ósculo de Paz al presbítero asistente y a los diáconos asistentes, el Papa se dirigía al trono, donde recibía la Comunión de pie.

El cardenal-diácono ponía el Cuerpo de Cristo en la patena y el ceremoniario lo cubría con el asterisco, objeto litúrgico utilizado en la liturgia oriental y que tiene por propósito que el velo que cubre la patena no toque las partículas de la Sagrada Forma. En el caso de la Misa papal, el asterisco tiene doce láminas en lugar de las dos habituales, cada una simbolizando a uno de los Apóstoles, y cumplía la función de evitar que el subdiácono por descuido tirara la Sagrada Forma con el velo humeral.  


Asterisco

Uso del asterisco durante una Misa (Novus Ordo) celebrada por Benedicto XVI
(Fotos: Liturgia papal)

Inmediatamente después, el cardenal-diácono elevaba la patena a la altura de su frente, para que fuera visible para el Papa y por el pueblo, y luego la entregaba al subdiácono, cuyas manos habían sido cubiertas con un paño, el llamado linteum pectorale, para que llevara la patena al trono y el Papa comulgara. Tras ello, el diácono elevaba el cáliz a la altura de la frente para que fuera visto por todos y el ceremoniario lo cubría con la palia, y el diácono lo llevaba al trono en donde el Papa sorbía un poco de la Sangre de Cristo con la fístula, una cánula o bombilla de oro que servía a dicho efecto.  Con este instrumento, hoy caído en completo desuso, primero se prevenía algún accidente que derramara sin querer el Vino consagrado (debido a las dimensiones del cáliz papal o a la edad provecta del Romano Pontífice). Segundo, porque el diácono y el subdiácono en la Misa papal, después de recibir de manos del Papa cada uno una partícula de la Hostia grande, de vuelta al altar comulgaban también del cáliz, y parecía más digno hacerlo de este modo. Además, la cánula hace imposible la sunción de la partícula que está en el cáliz desde antes del Agnus Dei para cumplir la conmixión de las especies consagradas. Ésta la consume el subdiácono apostólico directamente del cáliz, en el que se ha dejado un poco de Sanguis para ese efecto.

Después de que el Papa comulgaba,
el subdiácono le entregaba la patena al Papa, quien les daba de comulgar al diácono y al subdiácono. El diácono comulgaba de pie y el subdiácono de rodillas. Luego le besaban el anillo al Papa, quien les daba el Ósculo de Paz. Solamente estas tres personas comulgaban en las capillas papales, hasta que San Pío X dispuso que comulgaran también los demás fieles. El diácono y el subdiácono volvían luego al altar con el cáliz conteniendo el Sanguis restante y con la patena y el asterisco, ya sin la forma que se había consumido en la comunión.

 Pablo VI utilizando la fístula
(Foto: Fisheaters)

Poscomunión
 

Después de la comunión el Papa recibía el vino de purificación de otro cáliz y se purificaba sus dedos. Mientras tanto, en el altar, el diácono y el subdiácono consumían el Sanguis como sigue: el diácono sorbía por la parte superior del canuto, donde está la boquilla, y después el subdiácono sorbía las gotas restantes en la fístula por la parte inferior del canuto. Dejaba la fístula en un recipiente de cristal, sumía el resto del Vino y la partícula del cáliz, y entonces se llevaba a cabo la lavanda o purificación de los vasos sagrados. El cáliz se purificaba como de costumbre, primero sólo con vino, y luego con vino y agua que consumía el diácono. Enseguida se colocaba la copa del cáliz sobre el cuenco de cristal y se derramaba agua dentro y fuera de la copa. El asterisco y la patena se purificaban sobre el mentado recipiente de cristal, únicamente con agua. Por último, se secaba todo con dos purificadores grandes.
 
Acabadas las purificaciones, el Papa regresaba al altar para terminar la Misa. Después de la bendición el presbítero asistente anunciaba la indulgencia plenaria a todos los asistentes. Luego del Último Evangelio, leído desde el Canon Pontifical, puesto que no hay sacras, se acercaba el cardenal arcipreste de la Basílica de San Pedro junto con dos canónigos y le entregaba al Papa un saco de seda bordado en oro en el que se encontraban algunas monedas antiguas. El arcipreste le decía al papa: “Beatissime Pater, capitulum et canonici hujus sacrosanctae basilicae, Sanctitatae [sic] vestrae consuetum offerunt presbyterium pro missa bene cantata”. Es decir, le entregaba al Papa simbólicamente el estipendio por una misa bien cantada, siguiendo lo que dijo San Pablo “el que viva del altar, que coma del altar”. 

Bolsa para el estipendio del Papa con el escudo de León XIII

Una vez que recibía el estipendio, el Santo Padre dejaba el palio y el manípulo en el altar, se ponía la tiara y salía en silla gestatoria en procesión con los mismos acompañantes y en el mismo orden que en la procesión de entrada.
 

Finalmente, les dejamos dos breves registros fílmicos. El primero, de la Misa papal que celebrara Pío XII con ocasión del décimo séptimo aniversario de su ascenso al Trono de Pedro, en 1956. En él se puede ver el ingreso de Pío XII a la Basílica. El segundo, a su vez, corresponde a la coronación de Juan XXIII y recoge tanto la entrada a la Basílica como algunos momentos de la Misa papal, además de la coronación misma.





En una próxima entrada, la tercera y última de esta serie, analizaremos los distintos tipos de liturgias papales con posterioridad a la reforma litúrgica.                

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Actualización [21 de julio de 2018]: Liturgia y Tradición Católica ha publicado una entrada sobre la pregustatio del pan y el vino en las Misas papales para evitar el riesgo de envenenamiento, la cual se repetía en el ofertorio y previo al Padrenuestro. La costumbre se observaba también en algunas Misas pontificales.                     

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