sábado, 9 de febrero de 2019

Sólo la fe católica es verdadera y querida por Dios

Luego de la firma en los Emiratos Árabes Unidos por parte del papa Francisco y del "Gran Imán de Al-Azhar" de la desafortunada declaración conjunta intitulada "Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común" (la cual, para confusión y escándalo de los fieles, parece abrazar el más desembozado indiferentismo religioso), el obispo auxiliar de Santa María en Astana (Kasajistán), S.E.R. Mons. Athanasius Schneider, resume en una breve pero brillante declaración la que ha sido desde siempre la doctrina de Cristo: solamente la religión católica es verdadera y querida por Dios. Ojalá más obispos siguieran el ejemplo de este pastor fiel y valeroso como pocos y fueran verdaderos testigos de Cristo y custodios de su Evangelio.

La traducción ha sido tomada del sitio Dominus est, con algunos pequeños ajustes editoriales de la Redacción.  El original, en inglés, puede leerse en Rorate Caeli.


Mons. Athanasius Schneider
(Foto: Liturgy Guy)


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El don de la adopción filial

La fe cristiana: la única religión válida y la única dispuesta por Dios.


La Verdad de la filial adopción en Cristo, que es intrínsecamente sobrenatural, constituye la síntesis de toda la Revelación Divina. Siendo adoptados por Dios como hijos es siempre un don gratuito de gracia, el regalo más sublime de Dios a la humanidad. Se obtiene, sin embargo, sólo a través de una fe personal en Cristo y a través de la recepción del bautismo, tal como el Señor mismo enseñó: “En verdad, en verdad te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de los cielos. Lo que nace de la carne, carne es, pero lo que nace del Espíritu, es espíritu. No te maravilles porque te he dicho: Es preciso nacer de arriba” (Jn 3, 5-7).

En décadas pasadas solía escucharse a menudo –incluso por boca de algunos representantes de la jerarquía de la Iglesia– declaraciones sobre la teoría de “cristianos anónimos”. Esta teoría dice lo siguiente: la misión de la Iglesia en el mundo consistiría finalmente en elevar la conciencia de que todos los hombres deben tener su salvación en Cristo y consecuentemente de su filial adopción en Cristo. Ya que, según la misma teoría, incluso el ser humano posee ya la filiación de Dios en la profundidad de su personalidad. Sin embargo, tal teoría contradice de manera directa la Revelación Divina tal como Cristo la enseñó, y Sus Apóstoles y la Iglesia por más de dos mil años siempre la transmitieron inmutable y sin sombra de dudas.

En su ensayo “La Iglesia de los judíos y gentiles” (Die Kirche aus Juden und Heiden), Erik Peterson, el muy conocido converso y exégeta, ya desde hace mucho (1933) advirtió en contra del peligro de tal teoría, cuando afirmó que no se puede reducir el ser cristiano (“Christsein”) al orden natural, en el que los frutos de la redención logrados por Jesucristo serían imputados a cada ser humano de modo general como una especie de herencia, únicamente porque compartiría la naturaleza humana con la Palabra encarnada. No obstante, la adopción filial en Cristo no es un resultado automático, garantizado a través de la pertenencia a la raza humana.

San Atanasio (cfr. Oratio contra Arianos, II, 59) nos dejó una explicación simple y al mismo tiempo adecuada de la diferencia entre el estado natural de los hombres como criaturas de Dios y la gloria de ser un hijo de Dios en Cristo. San Atanasio desprende su explicación de las palabras del santo Evangelio según san Juan, que dice: “Mas a cuantos le recibieron dioles poder de venir a ser hijos de Dios, a aquellos que creen en su nombre. Que no de la sangre, ni de la voluntad carnal, ni de la voluntad de varón, sino de Dios son nacidos” (Jn. 1, 12-13). Juan utiliza la expresión “son nacidos” para decir que los hombres se hacen hijos de Dios no por su naturaleza, sino por adopción. Esto muestra el amor de Dios, que Él quien es su creador se convierte entonces a través de la gracia en su Padre. Esto ocurre cuando, como dice el Apóstol, los hombres reciben en sus corazones el Espíritu del Hijo Encarnado, que les clama: “¡Abba, Padre!”. San Atanasio continúa su explicación diciendo que, como seres creados, los hombres no pueden hacerse hijos de Dios en ninguna otra manera que a través de la fe y el bautismo, cuando éstos reciben el Espíritu del Hijo de Dios natural y verdadero. Precisamente por esa razón el Verbo se hizo carne, para hacer a los hombres dignos de adopción como hijos de Dios y de la participación en la naturaleza Divina. Consecuentemente, por naturaleza de Dios, no es en el sentido propio de Padre de todos los seres humanos. Sólo si alguien de manera consciente acepta a Cristo y es bautizado, será digno de clamar con verdad: “Abba, Padre” (Rm. 8, 15; Gal. 4, 6).

Desde los comienzos de la Iglesia hubo la afirmación, como testifica Tertuliano: “Los cristianos no nacen, se hacen” (Apol., 18, 5). Y San Cipriano de Cartago formuló adecuadamente esta verdad, diciendo: «No puede tener a Dios por Padre, quien no tiene a la Iglesia por su madre” (De unit., 6).

La tarea más urgente de la Iglesia en nuestro tiempo es preocuparse por el cambio del clima espiritual y sobre la migración espiritual, concretamente, que el clima de falta de creencia en Jesucristo, el clima del rechazo a la majestad de Cristo, sean cambiados por un clima de fe explícita en Jesucristo, por la aceptación de Su majestad, y que los hombres puedan migrar de la miseria de la esclavitud espiritual de la falta de creencia hacia la felicidad de ser hijos de Dios, y de una vida de pecado a una estado de gracia santificante. Estos son los migrantes por los que debemos preocuparnos urgentemente.

El Cristianismo es la única religión dispuesta por Dios. Por lo tanto, ésta no puede ser colocada complementariamente a la par con otras religiones. Aquellos que afirman que la diversidad de religiones es la voluntad de Dios, violarían la verdad de la Revelación Divina, tal como está afirmada inequívocamente en el Primer Mandamiento del Decálogo. Según la voluntad de Cristo, la fe en Él y en su Divina enseñanza debe reemplazar a las demás religiones, sin embargo no por la fuerza, sino por persuasión amorosa, como está expresado en el himno de Laudes de la Fiesta de Cristo Rey: “Non Ille regna cladibus, non vi metuque subdidit: alto levatus stipite, amore traxit omnia” (“No con la espada, la fuerza y el miedo Él somete a los súbditos, sino exaltado en la Cruz atrae amorosamente todas las cosas hacia Él”).

Hay un solo camino hacia Dios, y éste es Jesucristo, pues Él mismo dijo: “Yo soy el Camino” (Jn. 14, 6). Hay una sola verdad, y ésta es Jesucristo, pues Él mismo dijo: “Yo soy la Verdad” (Jn. 14, 6). Hay solo una verdadera vida sobrenatural del alma, y ésta es Jesucristo, pues Él mismo dijo: “Yo soy la Vida” (Jn. 14, 6).

 Cristo Pantocrátor de la Basílica de Santa Sofía (Constantinopla)

El Hijo Encarnado de Dios enseñó que fuera de la fe en Él no puede haber una religión verdadera y agradable a Dios: “Yo soy la puerta; el que por mí entra se salvará” (Jn. 10, 9). Dios ordenó a todos los hombres, sin excepción, escuchar a Su Hijo: “Este es mi Hijo amado, ¡escuchadle!” (Mc. 9, 7). Dios no dijo: “Pueden escuchar a Mi Hijo o pueden escuchar a otros fundadores de alguna religión, pues es mi voluntad que existan diferentes religiones”. Dios nos ha prohibido reconocer la legitimidad de la religión de otros dioses. “No tendrás otro Dios que a mí” (Ex. 20, 3), y “¿Qué consorcio hay entre la luz y las tinieblas? ¿Qué concordia entre Cristo y Belial? ¿Qué parte del creyente con el infiel? ¿Qué concierto entre el templo de Dios y los ídolos?” (2 Cor. 6, 14-16).

Si otras religiones también correspondieran a la voluntad de Dios, no se habría dado la condenación divina al becerro de oro en el tiempo de Moisés (cfr. Ex. 32, 4-20); entonces los cristianos de hoy cultivarían impunemente la religión de un nuevo becerro de oro, ya que las religiones son, según aquella teoría, caminos agradables a Dios también.

Dios dio a los Apóstoles, y a través de ellos la Iglesia para todos los tiempos, la orden solemne de instruir a todas las naciones y a los seguidores de todas las religiones en la única y verdadera Fe, enseñando a todos a observar Sus Divinos mandamientos y bautizarlos (cfr. Mt. 28, 19-20). Desde la predicación de los Apóstoles y del primer Papa, el Apóstol San Pedro, La Iglesia siempre proclamó que no hay salvación en ningún otro nombre, por ejemplo, en ninguna otra fe bajo el cielo por la cual los hombres deban ser salvados, sino en el Nombre y en la Fe de Jesucristo (cfd. Hech. 4, 12).

Con palabras de San Agustín la Iglesia enseñó en todos los tiempos: “La religión cristiana es la única religión que posee el medio universal para la salvación del alma; ya que, salvo por este camino, nadie puede salvarse. Este es un tipo de camino real, que por sí solo conduce a un reino que no es mortal como todas las dignidades temporales, sino que permanece firme en los cimientos eternos” (De civitate Dei, 10, 32, 1).

Las siguientes palabras del Papa León XII el grande dan testimonio de la misma enseñanza inmutable del Magisterio en todos los tiempos, cuando afirmó: “La opinión de que todas las religiones son iguales, Conducta muy acertada para arruinar todas las religiones, singularmente la Católica que, como única verdadera, no puede ser igualada a las demás sin suma injusticia” (Encíclica Humanum genus, núm. 16).

Los Apóstoles e incontables mártires cristianos de todos los tiempos, especialmente aquellos de los primeros tres siglos, habrían evitado el martirio si hubieran dicho: “La religión pagana y su culto es un camino, el cual también corresponde a la voluntad de Dios”. No habría existido, por ejemplo, una Francia cristiana, ninguna “Hija Mayor de la Iglesia”, si San Remigio hubiera dicho a Clodoveo, rey de los francos: “No desprecies tu religión pagana, la que has celebrado hasta ahora, y adora ahora a Cristo, a quien has perseguido hasta ahora”. De hecho, el santo obispo habló muy diferente, aunque de una manera bastante ruda: “¡Adora lo que has quemado y quema lo que has adorado!”.

La verdadera hermandad universal sólo puede ser en Cristo, y concretamente entre los bautizados. La gloria plena de hijos de Dios puede alcanzarse sólo en la visión beatífica de Dios en el cielo, como enseña la Sagrada Escritura: “Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios y lo seamos. Por eso, el mundo no nos conoce, porque no le conoce a Él. Carísimos, ahora somos hijos de Dios, aunque aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. Sabemos que cuando aparezca seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es” (1 Jn. 3, 1-2).

Ninguna autoridad sobre la tierra –ni siquiera la suprema autoridad de la Iglesia– tiene el derecho de dispensar al pueblo de otras religiones, de la Fe explícita en Jesucristo como Hijo Encarnado de Dios y único Salvador de la humanidad asegurando que diferentes religiones como aquellas están dispuestas por Dios mismo. Indelebles –porque están escritas por el dedo de Dios tan claras como el cristal en su significado– permanecen, no obstante, las palabras del Hijo de Dios: “Todo el que creyere en Él tenga la vida eterna”, pero “el que no cree, ya está juzgado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Jn. 3, 18). Esta verdad fue válida hasta ahora en todas las generaciones cristianas y permanecerá válida hasta el fin de los tiempos, independientemente del hecho de que algunas personas en la Iglesia de nuestra época tan voluble, cobarde, sensacionalista y conformista reinterprete esta verdad en un sentido contrario a su evidente expresión, vendiéndonos esta reinterpretación como continuidad en el desarrollo de la doctrina.

Fuera de la Fe católica ninguna otra religión puede ser un camino verdadero y dispuesto por Dios, ya que esta es la voluntad explícita de Dios, que todos los pueblos crean en Su Hijo: “Ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en Él tenga la vida eterna” (Jn. 6, 40). Fuera de la Fe católica ninguna otra religión es capaz de transmitir la verdadera vida sobrenatural: “Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo” (Jn. 17, 3).

+ Athanasius Schneider,
Obispo Auxiliar 
Arquidiócesis de Santa María en Astana (Kazajistán)


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Actualización [13 de febrero de 2019]:  Su Emcia. Revma. el Cardenal Gerhard Müller, ante la turbación, confusión y escándalo causados por la heterodoxia doctrinal o bien por la renuencia a enseñar la doctrina de Cristo sin ambages ni recortes por parte de tantos miembros del alto clero y a petición de muchos obispos, sacerdotes y fieles,  ha publicado una Declaración de Fe Católica, con el versículo del Evangelio de Juan "¡No se turbe vuestro corazón!" (Jn 14, 1) como subtítulo, y cuya lectura atenta recomendamos vívamente. Quiera Dios que muchos otros cardenales y obispos se unan a este claro y valeroso testimonio de Fe del Cardenal Müller, tan necesario en estos tiempos aciagos. 

Actualización [22 de febrero de 2019]: Los cardenales Burke y Brandmüller, únicos sobrevivientes de entre los cuatro firmantes originales de las dubia planteadas al papa Francisco respecto del Sínodo de la Familia, las que hasta el día de hoy permanecen sin respuesta, han difundido una carta abierta a los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo que participan de la cumbre sobre abusos cometidos por parte de clérigos en el Vaticano. En dicha carta, los cardenales denuncian un clima de confusión generalizado en la Iglesia que va más allá de las dubia originales, y llaman a todos los cardenales y obispos a dejar de guardar silencio y alzar la voz para defender la integridad de la Fe católica. Los abusos clericales, por cierto un problema de la mayor gravedad, se enmarcan dentro de una crisis de mayor envergadura, que se define por la negación en palabras y hechos por parte de sectores del clero de la ley divina y natural y un alejamiento de la Verdad del Evangelio.

Actualización [8 de marzo de 2019]: Según lo difunde el sitio Life Site News en la forma de una entrevista concedida a dicho medio por Mons. Athanasius Schneider, obispo auxiliar de la diócesis de Santa María en Astana [aquí el original inglés; la traducción castellana de Dominus Est puede consultarse aquí],  los obispos de Kasajistán y Asia Central aprovecharon su entrevista con el Romano Pontífice con ocasión de la visita ad limina a Roma para plantearle diversas inquietudes sobre varios puntos en los que la ambigüedad del magisterio del Papa Francisco ha dado lugar a confusión y preocupación. Según lo consigna Mons. Schneider en la entrevista, él le planteó al Papa Francisco en específico el problema de la infortunada declaración conjunta con el "Gran Imán de Ab-Azhar", en la cual se señala, en contra de lo que enseña la Iglesia, que la diversidad de religiones es algo "querido por Dios". Según lo manifiesta Mons. Schneider, obtuvo del Papa Francisco la autorización para difundir la aclaración que la expresión sólo quiere decir "la voluntad permisiva de Dios". En la misma entrevista, Mons. Schneider compartió su opinión en el sentido que la reciente cumbre en Roma sobre abusos cometidos por clérigos puede ser considerada como un "espectáculo clerical" y un fracaso, pues no se abordaron las raíces profundas que explican la crisis ni se delinearon reglas y medidas concretas y claras para combatirla. A su vez, Mons. Schneider propone él mismo algunas normas y medidas que a su juició sí resultarían idóneas para ello.

Actualización [11 de marzo de 2019]: En estos tiempos de confusión es preciso acercarse a aquellos pastores que enseñan la Fe sin ambigüedades, ambages, recortes ni falsificaciones. Por ello es de saludar que Mons. Athanasius Schneider haya lanzado un sitio oficial de Internet con contenido catequético, homilético y magisterial en distintos formatos, al cual es posible suscribirse para recibir regularmente actualizaciones mediante correo electrónico. Mons. Schneider se suma con ello al Cardenal Raymond Leo Burke, quien también lanzó recientemente su sitio personal oficial.

Actualización [13 de marzo de 2019]: The Catholic World Report ha publicado una entrevista al Cardenal Müller en la que éste se refiere a su Declaración de Fe (ver actualización previa de 13 de febrero de 2019), responde a sus críticos y se pronuncia sobre la grave crisis que afronta actualmente la Iglesia. Una traducción castellana está disponible en el sitio Secretum Meum Mihi.

1 comentario:

  1. Dios bendiga y proteja a nuestros sacerdotes, obispos y cardenales que se mantienen firmes al Evangelio. Y tal cómo bien lo planteo el Obispo Schneider, ni siquiera un Papa puede adulterar, tergiversar o malinterpretar el Evangelio. Nosotros los Cristianos Católicos ya nos estamos acostumbrando a tener que reinterpretar al Papa Francisco, sólo espero en Dios que ÉL proteja a su Iglesia y la PURIFIQUE, del mismo modo espero que el Papa entienda que sus actos están causando discordia y división. (Típico jesuita en todo caso)

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