En una entrada anterior explicamos nuestro propósito de traducir los Position Papers sobre el Misal de 1962 que desde hace algún tiempo viene preparando la Federación Internacional Una Voce, de la cual nuestra Asociación es capítulo chileno desde su creación en 1966.
En esta ocasión les ofrecemos la traducción del Position Paper 22 y que versa sobre el uso de mantillas para mujeres en la forma extraordinaria, cuyo original en inglés puede consultarse aquí. Dicho texto fue preparado en el mes de diciembre de 2014. Para facilitar su lectura hemos agregado un título (Texto) para separar su contenido del resumen (Abstract) que lo precede.
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Las mantillas para mujeres en la forma extraordinaria
Resumen
La costumbre apostólica de cubrirse
las mujeres la cabeza sigue siendo observada por muchos católicos adeptos a la forma extraordinaria. San Pablo estableció que las mujeres se cubrieran la
cabeza y que los hombres se la descubrieran, y lo explicó en términos de su
analogía de la relación entre el novio y la novia, y entre Cristo y la Iglesia.
Como lo enseña San Juan Pablo II, los miembros femeninos de la Iglesia la
representan de un modo especial: representan a la novia, cubierta por un velo
como símbolo de obediencia y de sacralidad. En los Apéndices se examina, por
una parte, el argumento de que la costumbre de la Iglesia primitiva se tomó de
otras culturas y, por otra parte, la experiencia actual de las mujeres de
recuperar la tradición de cubrirse la cabeza.
Los comentarios a este texto pueden enviarse a positio@fiuv.
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Introducción
1. La
costumbre de las mujeres de cubrirse la cabeza, y de los hombres de
descubrírsela, según lo dispone el Código de Derecho Canónico de 1917 (canon
1262, 2)[1],
es una tradición apostólica subrayada por San Pablo[2].
Esta tradición se respeta en las Iglesias orientales y por muchos de quienes
adhieren a la forma extraordinaria del rito romano. En el contexto cultural
occidental, el cubrirse la cabeza puede consistir en el uso de sombreros,
pañuelos, capuchas o mantillas (chapel
veils)[3]. Aunque
el Código de 1983 no se refiere a este punto[4],
la tradición ha sido descrita por el cardenal Raymond Leo Burke, prefecto entonces
de la Signatura Apostólica, como algo que “se espera” en las celebraciones de
la Forma Extraordinaria[5].
En el motu proprio Summorum Pontificum,
Benedicto XVI cita la Instrucción General del Misal Romano: “Desde tiempo inmemorial, y también para el futuro, es necesario mantener el principio según el cual, 'cada Iglesia particular debe concordar con la Iglesia Universal, no sólo en cuanto a la doctrina de la fe y los signos sacramentales sino también en cuanto a los usos universales aceptados por la tradición apostólica y continua. Éstos han de observarse no sólo para evitar errores, sino también para transmitir la integridad de la fe y para que la ley de la oración de la Iglesia se corresponda a su ley de la fe'”[6].
A la luz de lo anterior, parecería
que conservar la tradición es no sólo muy coherente con la antigua liturgia,
sino también laudable por sí mismo, como expresión de fidelidad a una tradición
apostólica. Este documento aspira a
proporcionar racionalidad a esta práctica, que es casi totalmente desconocida
en la forma ordinaria.
San Pablo
sobre la complementariedad de los sexos.
2. La
explicación que da San Pablo de la práctica por él ordenada, gira en tono a la
complementariedad de los sexos[7]: “Pero quisiera que sepáis que la
cabeza de todo hombre es Cristo, y la cabeza de la mujer es el hombre, y la
cabeza de Cristo es Dios. Todo hombre que reza o profetiza con la cabeza
cubierta, deshonra su cabeza, y toda mujer que reza o profetiza con la cabeza
descubierta, deshonra su cabeza […] El hombre, en efecto, no debe cubrirse la
cabeza, puesto que es imagen y gloria de Dios; la mujer, en cambio, es gloria
del hombre”[8].
3. Este pasaje
debe leerse en conjunto con la descripción de San Pablo de la relación
matrimonial en su carta a los Efesios: “Que las mujeres se sujeten a sus
maridos como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo
es cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo, del cual él es el salvador. Pues
como la Iglesia está sujeta a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en
todo”[9].
4. La autoridad
de Cristo sobre la Iglesia, de la cual es una analogía la autoridad del marido
sobre su mujer, sugiere otra analogía, la de la relación de la cabeza con el
cuerpo. La mujer, que es el “cuerpo” de la familia y, por analogía, del cuerpo
de la Iglesia, se relaciona con la idea de la Santísima Virgen como el ícono,
la imagen, de la Iglesia, en palabras de san Ambrosio[10],
citadas en Lumen Gentium[11]
y reiteradas por San Juan Pablo II en Mulieris Dignitatem[12].
Además, siendo la mujer la novia de su marido, la Iglesia, como novia, se
representa como mujer. San Juan Pablo II enseña: “La dimensión esponsal, que es parte
importante de toda vida consagrada, tiene una especial significación para las
mujeres, que encuentran en ella su identidad femenina y, por así decirlo,
descubren el especial genio de su relación con el Señor”[13].
5. Resumiendo
esta larga tradición, Manfred Hauke escribe, habiéndose referido a la Santísima
Virgen como “arquetipo de la “Madre Iglesia”[14]: “De un modo analógico, por tanto,
las mujeres también son representaciones y encarnaciones de la Iglesia. En
contraste con los hombres y con el sacerdocio varonil, simbolizan una realidad
con la que ellas mismas son idénticas”[15].
6. En resumen,
el cubrirse las mujeres la cabeza en la iglesia es una afirmación simbólica
tanto de la complementariedad de los sexos en el matrimonio, como de la
subordinación de la Iglesia a Cristo. La Iglesia, representada por los miembros
femeninos de la congregación, borra su propia gloria -la natural belleza de la
cabeza- para dar gloria a Dios. Las cabezas descubiertas de los varones de la
congregación son una afirmación de la autoridad de Cristo, a la cual los
hombres, como miembros de la Iglesia, están, ellos mismos, subordinados.
(Foto: One Peter Five)
El
velamiento y lo sagrado.
7. El modo
como San Pablo entiende el significado del velamiento queda indicado en un
pasaje posterior de la Primera Carta a los Corintios, que vuelve a la analogía de la Iglesia como
cuerpo: “A los miembros del cuerpo que
parecen más viles, los rodeamos de mayor honor, y a los indecorosos los
tratamos con mayor decoro”[16].
Aunque el velamiento de la cabeza
simboliza el estar sujeto a autoridad -San Pablo escribe que la mujer “debe
mostrar sobre su cabeza la señal de sumisión” (I Cor 11, 10)[17]-,
el velamiento es, con todo, una forma de dar honor a lo que se vela. La
Iglesia, representada por la mujer, se vela por subordinada y por santa: la
novia sin mancha de Cristo[18].
8. El
velamiento de lo sagrado es cosa muy familiar a los que adhieren a la antigua
tradición litúrgica latina. Aunque esconder una cosa -y también velarla, en
cierto sentido- atrae la atención hacia ella, subraya también su importancia.
Así, de modo obvio, el Santísimo Sacramento es velado en el ciborio dentro del
tabernáculo, y el uso del velo del cáliz es otro ejemplo[19].
La Iglesia, como novia, es velada para subrayar no sólo su sumisión a Cristo
sino también su pureza y santidad.
9. En el
Occidente moderno, tal como en otras culturas, este simbolismo continúa en uso,
especialmente en la ceremonia del matrimonio. El velamiento indica la reserva
de la novia y, al mismo tiempo, su pureza y belleza. El velamiento como
indicación de lo sagrado es enfatizado por Alice von Hildebrand[20],
y este modo de entenderlo se encuentra también en el mundo islámico[21].
En cambio, el desnudamiento simboliza embarazo, vergüenza o degradación:
exhibir algo es deshonrarlo o avergonzarlo[22].
El cubrirse
la cabeza y los hombres.
10. Desde una
perspectiva intercultural, la práctica de los varones cristianos de descubrirse
la cabeza en la iglesia es mucho más sorprendente que la de las mujeres de
cubrírsela. El hecho de que hombres y mujeres en el Occidente ya no usen
normalmente sombreros u otras formas de cubrirse la cabeza oscurece el hecho de
que, al entrar a una iglesia, eran los hombres quienes necesitaban sacarse el
sombrero durante la mayor parte de la historia cristiana, y no eran las mujeres
quienes necesitaban cubrírsela, puesto que ya la llevaban cubierta.
11. Una
cuestión relacionada, que vale la pena mencionar, es que, en tanto que los
protestantes por lo general siguieron las instrucciones de San Pablo sobre
cubrirse la cabeza hasta el siglo XX[23]
(y todavía lo hace una minoría), el notable contraste en la práctica fue que,
al rechazar la categoría teológica de edificio consagrado, los varones
protestantes no se descubrían la cabeza en la iglesia, a menos que, en un
determinado momento, estuvieran orando[24].
La
importancia moderna del velamiento.
12. La
continuación de esta tradición apostólica en Occidente, aunque sea sólo en el
contexto de la forma extraordinaria, es un valioso vínculo con la Iglesia
primitiva y una señal de solidaridad con las Iglesias orientales[25].
Como dice la Instrucción Il Padre, incomprensibile: “Por razones históricas y
culturales, [estas últimas] han mantenido una más directa continuidad con la atmósfera
espiritual de los orígenes cristianos, una característica que es, cada vez con
mayor frecuencia, considerada, incluso por el Occidente, no como señal de
estancamiento y retroceso sino de preciosa fidelidad a las fuentes de la
salvación”[26].
La fidelidad de las Iglesias orientales, y de los que adhieren a la forma extraordinaria en la Iglesia latina, puede ser un signo y un aliento para toda la Iglesia, tal como la fidelidad a la tradición de los recabitas fue un signo para Israel, en tiempos del profeta Jeremías[27].
La fidelidad de las Iglesias orientales, y de los que adhieren a la forma extraordinaria en la Iglesia latina, puede ser un signo y un aliento para toda la Iglesia, tal como la fidelidad a la tradición de los recabitas fue un signo para Israel, en tiempos del profeta Jeremías[27].
13. En
Occidente, la naturaleza contra-cultural de la tradición amplifica el poder de
ésta, en cuanto testimonio de la Tradición y de la sacralidad del contexto en
que se la observa[28].
14. En
relación con las sociedades no cristianas que han conservado o redescubierto el
uso de cubrirse la cabeza de distintas formas, la práctica tradicional católica
ofrece un puente para un genuino diálogo. Fue en el contexto de una iniciativa
de usar vestidos “modestos y respetuosos” en los lugares de culto de todas las
religiones en Sri Lanka que se puso en vigencia, nuevamente, el cubrirse la
cabeza las mujeres en la catedral de Santa Lucía, de Colombo, en 2011[29].
15. En toda
Europa, como también en los países tradicionalmente islámicos, ha llegado a ser
común la vista de las mujeres[30]
con velo en público, y la crítica islámica de las mujeres occidentales de que
carecen de reserva y, por tanto, de dignidad, es cosa común. El velamiento de
las mujeres católicas en la iglesia es una indicación, aunque sea pequeña, de
que las preocupaciones de los críticos islámicos de Occidente no son totalmente
incomprensibles para los católicos, y de que no aprobamos la pérdida de la
dignidad femenina y, en el fondo, la pérdida del sentido de la sacralidad
femenina que ha sido resultado de la Revolución Sexual.
(Foto: New Liturgical Movement)
Apéndice A:
El cubrimiento de la cabeza en el contexto cultural de San Pablo.
Se hace un abundante uso del
argumento según el cual la práctica de la Iglesia primitiva, en relación con el
cubrimiento de la cabeza, refleja un contexto cultural más amplio, y se lo
entiende por lo general como modo de socavar la autoridad de la norma de San
Pablo: tal práctica es desechada, por ejemplo, en la Instrucción de 1976 de la
Congregación de la Doctrina de la Fe Inter insigniores, como un simple “hecho cultural”[31].
El problema de este punto de vista, con todo, es identificar alguna cultura con
que los primeros cristianos hayan estado en contacto y que siguiera la práctica
descrita en el capítulo 11 de la Primera Carta a los Corintios.
Las pinturas de los sacrificios
paganos, así como las referencias literarias, dejan en claro que la costumbre
romana era que la persona, de cualquier sexo, se cubriera la cabeza al ofrecer
un sacrificio con, por ejemplo, una parte de la toga. No parece que los
observadores, o quienes iban en la procesión del sacrificio, hicieran lo mismo,
aunque a menudo se los pinta usando guirnaldas. Hay que recordar que los
sacrificios (incluidas las libaciones) eran realizadas no sólo por los
sacerdotes en los templos, sino también, diariamente, en un contexto doméstico.
Cuando consideramos las pinturas, no menos numerosas, de los sacrificios paganos cultuales en el contexto cultural griego, es evidente que no se usaba cubrirse la cabeza, aunque las guirnaldas, para ambos sexos, se muestran frecuentemente.
En ninguno de estos dos casos podemos encontrar precedentes sobre la insistencia de que las mujeres se cubran la cabeza en el ámbito del culto y de que los hombres se la descubran.
En cuanto a la práctica judía, la costumbre tradicional, continuada todavía hoy por los judíos ortodoxos, y universal hasta el siglo XX, es que los hombres se cubran la cabeza e incluso que usen una doble cubierta de cabeza[32]. El yarmulke (o kippah: un gorro para cabeza) se usa durante todo el día por hombre y niños[33], y se usa un tallit (chal para orar), además del yarmulke, durante las oraciones, especialmente el Shema, por los hombres casados[34].
Las mujeres no tienen obligación de usar estas cubiertas[35], y por ello es considerado tradicionalmente inapropiado que lo hagan. Las mujeres casadas están obligadas a cubrirse la cabeza por una cuestión de modestia[36], pero ello no está relacionado con momentos de oración o con algún específico paramento ritual[37].
Es imposible aclarar definitivamente qué se observaba en el siglo I, pero parece claro que entonces, como para los judíos de siglos posteriores, las cubiertas de cabeza, con significado ritual, se asociaban más de cerca con hombres que con mujeres.
Estaba mandado que los sacerdotes
que oficiaban en el culto del Templo usaran una mitra o turbante de lino, y el
Sumo Sacerdote tenía, en la suya, un adorno adicional de oro[38].
Moisés[39]
y Elías[40]
se cubrían con un velo en presencia de lo Divino. Las referencias de las
Escrituras al velamiento de las mujeres, como Rebeca cuando ve por primera vez
a su prometido[41], y la
amada en el Cantar de lo Cantares[42],
se encuentran fuera de un contexto específicamente religioso.
La Midrash se refiere a los hombres en cuanto al cubrimiento de la
cabeza en el contexto de la oración: Mordechai[43],
Nakdimon ben Gurion[44]
y en general los Rabbis y Sabios[45].
El último punto se refleja en la referencia a las filacterias y flecos de los
fariseos en Mateo 23, 5, y en la imagen de Moisés envuelto totalmente en un tallit, entre los murales de una
sinagoga del siglo III en Dura Europos.
En conclusión, lo que impacta en la
costumbre de los primeros cristianos es el contraste en la práctica de hombres
y mujeres. Tal cosa no se encuentra, en este contexto, en las prácticas paganas
de la época, y la costumbre judía tendía en una dirección derechamente
contraria a la cristiana. Parece perverso, a la luz de esto, insistir en que la
costumbre cristiana simplemente reflejaba una norma cultural muy extendida y en
que, por tanto, la explicación teológica de San Pablo es una mera racionalización.
Por el contrario, todo apunta a que la práctica cristiana fue diferente de la
de las culturas que la rodeaban, y que fue nueva y deliberadamente elegida.
Si
hiciera falta alguna otra explicación, más allá de lo que dice San Pablo, lo
natural sería relacionarla con la diferenciación consciente de las prácticas
ajenas, característica del propio judaísmo, por el principio “no caminéis por
sus sendas”[46]. Otros ejemplos de diferenciación cristiana de la práctica judía incluiría la
dirección en que se hacía oración[47], los
días de ayuno semanal[48], y la
supresión de los días festivos judíos[49]. Esta
diferenciación tiene, en sí misma, una duradera significación teológica, y no
una meramente cultural, y nos ha transmitido la mezcla de continuidad y
discontinuidad que caracteriza la relación entre judaísmo y cristianismo.
Apéndice B:
El testimonio actual de las mujeres
jóvenes sobre el velamiento.
El uso de cubrirse las mujeres la
cabeza en la iglesia, especialmente en la forma extraordinaria del rito romano,
ha dado lugar a muchas discusiones y a muchas explicaciones en blogs y videos,
y se puede encontrar defensas de él en Internet[50].
La tendencia es a focalizarse en la experiencia de las mujeres jóvenes que han
adoptado el uso de cubrirse la cabeza en la iglesia, generalmente con mantillas
de encaje o velos (chapel veils). La
conexión simbólica con la naturaleza marital o esponsal de las mujeres es a
menudo subrayada en estas explicaciones, cosa que se enfatiza por la conexión
entre la mantilla y el velo tradicional de las novias, todavía muy popular. Se
formula también una cantidad de argumentos, que no se encuentran en este Position Paper, los cuales vale la pena
tomar en cuenta, por su relación específica con el contexto cultural en que
esas mujeres se hallan.
El uso
de cubrirse la cabeza es una señal fuertemente contra-cultural en una mujer
moderna de Occidente, y ello es especialmente el caso cuando se usa una
mantilla, ya que hoy se identifica esto con algo que es específicamente
religioso. La presencia en Misa de mujeres con mantilla es, por tanto, un
testimonio muy efectivo de la sacralidad de la Misa y de la Presencia Real del
Señor en el Santísimo Sacramento. Este testimonio es más poderoso que en
situaciones culturales en que las mujeres usan la misma forma de cubrirse la
cabeza también en otros lugares, además de la iglesia.
Se
trata también de un efectivo testimonio de la fidelidad a la Tradición de quien
sigue esta costumbre, de un desechar preferencias personales y presiones de la
moda contemporánea en aras de la inmemorial sabiduría de la Iglesia.
En
términos de moda, hoy se pone énfasis en que las mujeres usen el pelo suelto, y
su conexión con las nociones modernas de belleza y sexualidad subraya la
significación de cubrirse la cabeza. Todo esto se conecta con la idea, que se
expresa a veces, de que las mujeres que se cubren la cabeza en la iglesia
distraen menos a los hombres.
Muchas
mujeres dan también testimonio de que la mantilla las ayuda a librarse de las
distracciones durante la Misa, y crea y fomenta una sensación de privacidad. El
acto de cubrirse la cabeza al entrar a la iglesia, igual que el de santiguarse
con agua bendita, puede también ayudar a centrar la mente en la sacralidad del
edificio, en la presencia del Santísimo Sacramento y en la liturgia.
De
este modo las mujeres que recuperan la tradición de cubrirse la cabeza
responden a las palabas de Benedicto XVI: “La
palabra griega para conversión significa 'pensar de nuevo', repensar el modo de
vivir personal y colectivo; permitir que Dios entre en los criterios de la vida;
no juzgar solamente por las opiniones corrientes. Por tanto, convertirse
significa no vivir como viven todos los demás; no hacer lo que hacen todos; no
sentirse justificados en las acciones dudosas, ambiguas o malas sólo porque los
demás las cometen; empezar a ver la propia vida con los ojos de Dios, buscando,
de este modo, lo que es bueno, aunque sea incómodo; ni buscar el juicio de la
mayoría de los hombres sino la justicia de Dios. En otras palabras: apuntar a
un nuevo estilo de vida, a una nueva vida”[51].
(Foto: One Peter Five)
[1] Canon 1262, 2 del Código de Derecho Canónico de 1917: “Los hombres, en la iglesia o fuera de ella,
cuando asisten a los sagrados ritos, deberán tener la cabeza descubierta, a
menos que las costumbres aprobadas de un pueblo o las circunstancias peculiares
del caso prescriban otra cosa. En cambio, las mujeres deberán cubrirse la
cabeza y vestir modestamente, especialmente cuando se acerquen a la mesa del
Señor” (“Viri in ecclesia vel extra
ecclesiam, dum sacris ritibus assistunt, nudo capite sint, nisi aliud ferant
probati populorum mores aut peculiaria rerum adiuncta; mulieres autem, capite
cooperto et modeste vestitae, maxime cum ad mensam Dominicam accedunt”).
[3] La práctica en la forma extraordinaria varía entre diversos
países y al interior de ellos. En aquellos lugares donde se prescribió en la
década de 1960 el uso de la mantilla o velo (chapel veil) específicamente para la
iglesia, ha resultado más fácil restaurarlo que en el caso de los sombreros,
que han dejado de estar de moda en casi todos los ámbitos.
[4] El cumplimiento de la obligación ya es dejado de lado por la
Congregación para la Doctrina de la Fe en la Instrucción Inter insigniores, de 1976: “Otra objeción se basa en el carácter
transitorio que se alega hoy que tienen algunas de las prescripciones de San
Pablo sobre las mujeres, y en las dificultades que algunos aspectos de esa
enseñanza suscitan en relación con esto. Pero se debe advertir que esas normas,
probablemente inspiradas en las costumbres del período, se refieren sólo a
prácticas disciplinares de menor importancia, tales como la obligación que se
impone a las mujeres de usar un velo en la cabeza (I Cor 11, 2-16). Tales
exigencias no tienen ya un valor normativo. Sin embargo, la prohibición del
Apóstol de que las mujeres hablen en las asambleas (I Cor 14, 34-35) es de una
naturaleza distinta, y los exégetas definen su significado del siguiente modo:
Pablo de ninguna forma se opone al derecho, que reconoce en otras partes
pertenecer a las mujeres, de profetizar en la asamblea (I Cor 11, 15), sino que
la prohibición se refiere solamente a la función oficial de enseñar en la
asamblea cristiana. Para San Pablo esta prescripción se vincula con el plan
divino de la creación (I Cor 11, 7; Gen 2, 18-24), y sería difícil ver en ella
la expresión de un hecho cultural”. La cuestión de que velar a las mujeres en
oración se “inspira en las costumbres de la época” es tratada aquí más
adelante.
[6] Benedicto XVI, Motu proprio Summorum
Pontificum (2007): “Ab
immemorabili tempore sicut etiam in futurum, principium servandum est 'iuxta
quod unaquaeque Ecclesia particularis concordare debet cum universali Ecclesia
non solum quoad fidei doctrinam et signa sacramentalia, sed etiam quoad usus
universaliter acceptos ab apostolica et continua traditione, qui servandi sunt
non solum ut errores vitentur, verum etiam ad fidei integritatem tradendam,
quia Ecclesiae lex orandi eius legi credendi respondet'”. La cita interna es
de la Instrucción General del Misal Romano (2002), núm. 397. Cfr. Pontificia Comisión Ecclesia
Dei, Instrucción Universae Ecclesiae (2011): “En relación con las normas disciplinarias relacionadas con
la celebración, se aplica la disciplina eclesiástica contenida en el Código de
Derecho Canónico de 1983” (núm. 27); “Además, en su carácter de ley especial, el motu proprio Summorum Pontificum deroga
las disposiciones legales relacionadas con los sagrados ritos promulgadas desde
1962 en adelante e incompatibles con las rúbricas de los nuevos libros
litúrgicos vigentes en 1962” (núm. 28). (“27. Quoad
regulas disciplinares ad celebrationem formae extraordinariae pertinentes,
applicetur disciplina ecclesiastica Codicis Iuris Canonici anno 1983
promulgati. 28. Praeterea, cum sane de lege speciali agitur, quoad materiam
propriam, Litterae Apostolicae Summorum Pontificum derogant omnibus legibus
liturgicis, sacrorum rituum propriis, exinde ab anno 1962 promulgatis, et cum
rubricis librorum liturgicorum anni 1962 non congruentibus” ).
[8] I Cor 11, 3-4, 6: “Volo autem vos scire quod omnis viri caput
Christus est caput autem mulieris vir caput vero Christi Deus. Omnis vir orans
aut prophetans velato capite deturpat caput suum [...] Vir quidem non debet
velare caput quoniam imago et gloria est Dei mulier autem gloria viri est”.
[9] Ef 5, 22-24: “Mulieres
viris suis subditae sint sicut Domino, quoniam vir caput est mulieris sicut
Christus caput est ecclesiae; ipse salvator corporis sed ut ecclesia subiecta
est Christo. Ita et mulieres viris suis in omnibus”. La palabra griega “kephale” usada en estos pasajes se emplea por los Padres para significar tanto “cabeza” como “señor”.
[12] Juan Pablo II, Carta apostólica Mulieris Dignitatem (1988), núm. 27: “Mariam Nazarethanam
Ecclesiae esse 'figuram'”. Cfr. San Juan Pablo II, Encíclica Redemptoris Mater (1987), núm. 44: María es un “modelo y figura de la Iglesia” (“exemplar ac typus Ecclesiae”).
[13] Juan Pablo II, Exhortación apostólica Vita consecrata (1996), núm. 34: “Hac in sponsali ratione quae praecipua est
omnis consecratae vitae, mulier, propriam quasi indolem detegens suae cum
Domino coniunctionis, se reperit ipsa”. Esto se podría traducir más
literalmente: “En esta forma esponsal de pensar, que es la consideración más
importante de toda vida consagrada, la mujer, descubriendo el -por decirlo así-
particular carácter de su unión con el Señor, se encuentra a sí misma”.
[14] Hauke, M., Women in the Priesthood? A systematic analysis in the light of the Order
of Creation and Redemption (San Francisco CA, Ignatius Press, 1986), p. 322.
[16] 1 Cor 12, 23: “Et quae
putamus ignobiliora membra esse corporis his honorem abundantiorem circumdamus
et quae inhonesta sunt nostra abundantiorem honestatem habent”.
[17] “debet mulier potestatem
habere supra caput”.
[18] Ef 5, 22: “porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo, del cual él es el salvador” (“Quoniam vir caput est mulieris sicut Christus caput est ecclesiae ipse salvator corporis”). Cf. II Cor 11, 2: “os he desposado con un solo esposo para presentaros a Cristo como a una virgen casta” (“Despondi enim vos uni viro virginem castam exhibere Christo”); y Rom 7, 3-4.
[18] Ef 5, 22: “porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo, del cual él es el salvador” (“Quoniam vir caput est mulieris sicut Christus caput est ecclesiae ipse salvator corporis”). Cf. II Cor 11, 2: “os he desposado con un solo esposo para presentaros a Cristo como a una virgen casta” (“Despondi enim vos uni viro virginem castam exhibere Christo”); y Rom 7, 3-4.
[19] Otro ejemplo de la Escritura es el velamiento de Moisés para
esconder al pueblo el brillo de su rostro, después de hablar con el Señor (Ex 34, 33 y ss.).
[20] Von Hildebrand, A., Man
and Woman: a Divine invention (Ave Maria FL, Sapientia Press, 2010), p. 41
y passim.
[21] La etnógrafa Fadwa El Guindi comenta que, aunque la palabra
“modestia” ha sido apropiada por las mujeres musulmanas en Occidente para
expresar su finalidad al velarse, una fórmula más adecuada sería
“santidad-reserva-respeto”. El Guindi, F., Veil. Modesty, Privacy, Resistance (Oxford UK, Berg Publishers, 1999), p. 82. Y advierte el velamiento de la Ka’ba, el más santo de los lugares del
mundo musulmán y centro de la peregrinación Haj (p. 95).
[22] En la tradición bíblica, esto es muy notable en Nm 5, 18,
cuando el velo de una mujer sospechosa de adulterio es retirado por el
sacerdote. Cfr. asimismo Ct
5, 7. En el Islam, en cuanto vestido de una mujer respetable, el velo a menudo
se hace más elaborado para mujeres de estatus más alto, y más simple o
inexistente para mujeres de un estatus más bajo, y a veces se lo prohíbe para estas
últimas. Véase Guindi, Veil, cit., p. 104.
[23] La Iglesia de Inglaterra abolió formalmente en 1942 el requisito
de que las mujeres se cubran la cabeza al aproximarse a la comunión (canon 18
de los Canons Ecclesiastical of the
Church of England).
[24] Se ponían, por ejemplo, el sombrero para oír el sermón, y se los
puede ver en muchas pinturas del siglo XVII visitando hermosas iglesias con el sombrero
puesto. Quitarse el sombrero al aproximarse a la puerta de la iglesia podía
incluso ser visto, en el anglicanismo, como señal de mentalidad católica.
[25] Juan Pablo II, Carta apostólica Orientale Lumen (1995), núm. 8: “Hoy a menudo nos sentimos prisioneros del
presente. Es como si el hombre hubiera perdido su percepción de pertenecer a
una historia que lo precede y lo sigue. Este esfuerzo para situarse entre el
pasado y el futuro, con un corazón agradecido por los beneficios recibidos y
por los que se espera, se ve particularmente en las Iglesias orientales, con un
nítido sentido de la continuidad, que toma el nombre de Tradición y de
expectación escatológica” (“Captivos
hodie saepius nos temporis praesentis esse sentimus: quasi si notionem homo
amiserit sese esse particulam alicuius historiae praecedentis et subsequentis.
Huic magno labori, quo contendit quis ut se inter praeteritum collocet
futurumque tempus cum grato sane animo tam de acceptis quam de donis postmodum
accipiendis, clarum praestant Orientales Ecclesiae sensum continuationis, quae
sibi Traditionis atque eschatologicae exspectationis nomina sumit”).
[26] Congregación para las Iglesias orientales, Instrucción Il Padre, incomprensibile (1996), núm. 9.
[29] “La catedral de Colombo exige a las mujeres usar velo durante la
Misa”: leyenda de una foto en una información de UCA News, 20 de enero de 2011.
La historia añadía: “La Asociación Nacional de Laicos Católicos” (CNAL) en Sri
Lanka ha respaldado el llamado a personas de todas las religiones a vestirse
con modestia en los lugares de culto […] En un llamado a los fieles, Victor
Silva, secretario de CNAL, advirtió 'con gran tristeza y desaliento la
lamentable tendencia entre ciertos laicos católicos a vestirse en una manera
inmodesta y muy irrespetuosa cuando participan de las celebraciones litúrgicas,
con escasa atención al sentido de lo sagrado' […] El gobierno de Sri Lanka ha
establecido un panel de diferentes religiones para que prepare un código de
vestimentas para los lugares de culto” (consultada el 21 de octubre de 2014).
[30] El velamiento en el Islam se asocia especialmente con las
mujeres, aunque cubiertas para la cabeza se usan por ambos sexos, y no es del
todo desconocido el velamiento de la cara entre los hombres.
[32] Esto es sostenido por los ultra-ortodoxos, con un sombrero sobre
el yarmulke y, durante las oraciones,
con un tallit sobre él.
[34] Esto se relaciona con los mandamientos de Dt 22, 12 y
Nm 15, 37-38. Este último texto forma parte del Shema, que hace especialmente apropiado el uso del tallit. El tallit grande se relaciona con el tallit pequeño, que se usa debajo de la camisa, que no cubre la
cabeza y se lleva durante todo el día. Además de esto, los hombres casados usan
el tallit grande sobre la cabeza al
rezar el Shema. El Shema se dice durante la oración de la
mañana y de la tarde.
[35] En cuanto un mandamiento ligado al tiempo (puesto que no se aplica
a la noche), obliga sólo a los hombres. Este principio interpretativo
general se encuentra en época tan temprana como el siglo I: “Todos los
mandamientos positivos que se vinculan con el tiempo obligan a los hombres, pero
las mujeres están exentas. Y todos los mandamientos positivos que no están
vinculados al tiempo, se aplican a hombres y mujeres, todos quedan obligados. Y
todos los mandamientos negativos, estén o no vinculados al tiempo, se aplican a
hombres y mujeres, todos están obligados” (Mishnah
Kiddushin 1, 7).
[36] La cubierta puede tener la forma de una peluca (sheitel) entre
los judíos ortodoxos en público.
[38] Ex 28, 4 y 36-37. Cfr. Ex 39, 26 y 30; Lev 16, 4 39; Ex 34, 33 y ss.
[42] Ct 4, 1. Véase también los pasajes ya
mencionados sobre quitarse lo que cubre la cabeza: Nm 5, 18 y Ct 5, 7.
[44] Véase The
Fathers According to Rabbi Nathan [‘Abot deRabbi Natan] (trad. de Juday Goldin, New Haven, Yale University Press, 1995), p. 45.
[45] Mid. Rab. Ec 2, 15; 4, 1. Los ejemplos de Midrash son analizados por Hegg, T., “Should I remove my Kippah? AJewish perspective of 1 Corinthians 11:2-16” (2001) [consultado el 29 de octubre de 2014].
[47] La oración cristiana se orientaba hacia el Monte de los Olivos y
posteriormente al Oriente, en vez de al Templo. Véase Lang, U. M., Turning towards the Lord (San Francisco
CA, Ignatius Press, 2004), pp 37-38.
[48] De la piadosa práctica judía de ayunar lunes y jueves (véase
Lc 18, 121), todavía observada por los judíos askenazi, a la práctica de
ayunar en miércoles y viernes (aunque un breve ayuno en viernes se encuentra
también en la tradición judía: véase Talmud
Pesachim 99 b).
[51] Ratzinger, J., Discurso a los catequistas y profesores de religión. Jubileo de los Catequistas, 12 de diciembre
de 2000.
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