En una entrada anterior explicamos nuestro propósito de traducir los Position Papers sobre el misal de 1962 que desde hace algún tiempo viene preparando la Federación Internacional Una Voce, de la cual nuestra Asociación es capítulo chileno desde su creación en 1966.
En esta ocasión les ofrecemos la traducción del Position Paper 10 y que versa sobre el ayuno eucarísrico, cuyo original en inglés puede consultarse aquí. Dicho texto fue preparado en el mes de agosto de 2012. Para facilitar su lectura hemos agregado un título (Texto) para separar su contenido del resumen (Abstract) que lo precede.
***
El ayuno eucarístico
Resumen
Desde los más lejanos tiempos se ha
recibido la comunión en ayunas, y el ayuno desde la medianoche previa, o
incluso más largo, fue la norma durante siglos. Pío XII redujo el ayuno a tres
horas, para hacer posible la celebración de la Misa a la caída del sol. Pablo
VI, lo redujo a una hora en 1964, pero subrayó la importancia de la preparación
espiritual para recibir la Comunión con provecho. San Juan Pablo II y Benedicto XVI han
advertido el surgimiento de una actitud descuidada ante la recepción de la
Sagrada Comunión. Una medida para contrarrestar esto, sería el estudio serio de
la posibilidad de restaurar el ayuno de tres horas de Pío XII. Los
inconvenientes menores que experimentarían los fieles, e incluso la necesidad
de abstenerse de comulgar, subrayarían la importancia y el valor del Santísimo
Sacramento, contrarrestando la tendencia a comulgar simplemente porque los
demás lo hacen, y restauraría el “hambre y sed” de la Comunión que tanto
deseaba San Juan Pablo II, al tiempo que fomentaría la práctica de hacer una
Comunión espiritual, alabada tanto por San Juan Pablo II como por Benedicto
XVI.
Los comentarios a este texto pueden enviarse a positio@fiuv.
Juan de Juanes, Cristo con la Eucaristía (S. XVI, Colección Esterházy, Budapest)
(Imagen: Wikimedia Commons)
Texto
1.
Los temas de estos artículos, además de cosas que se refieren específicamente a
la forma extraordinaria del rito romano en aspectos en que ésta difiere de la
forma ordinaria, incluyen otros que, al menos en principio, corresponden a la
forma ordinaria (tales como la orientación litúrgica[1], o
la forma de recibir la Comunión[2]),
o que corresponden a ésta en algún grado (como el silencio[3], o
el canto gregoriano[4]).
En el presente artículo tratamos algo que se refiere al especial carácter de la
forma extraordinaria, pero que conviene a todos los católicos de rito latino en
virtud del Código de Derecho Canónico, es decir, el ayuno eucarístico.
Una
revisión histórica del ayuno
2.
Tertuliano escribe que el Santísimo Sacramento se recibe “antes que cualquier
otro alimento”[5].
En la práctica de celebrar la Misa al amanecer, que se estableció en el siglo
II[6], va
implícito un ayuno desde la medianoche y este ayuno se difundió ampliamente como
algo establecido[7],
aunque en el Medioevo se impuso, a menudo, ayunos mucho más largos[8] y
no sólo de agua y comida, sino también de relaciones maritales[9]. A
los enfermos no se les exigía ayuno [10].
Aunque va contra al ejemplo de la Última Cena [11],
el dar de comer a los fieles que ayunan es algo que está sugerido por la
tipología, fuertemente eucarística, de la alimentación de los Cinco Mil con ocasión del milagro de multiplicación de los panes[12].
3.
La frecuencia de la comunión de los fieles parece haber declinado fuertemente a
partir del siglo IV, a pesar de las periódicas exhortaciones en contrario[13].
Un cambio decisivo se produjo con Pío X, en cuyo pontificado un decreto de la
Sagrada Congregación del Concilio condenó algunos errores jansenistas que se
arrastraban en este tema, y aclaró las condiciones para una recepción
fructífera[14].
San Pío X fomentó también una Primera Comunión mucho más temprana, e introdujo
algunas dispensas más generosas para ciertos casos difíciles. Pío XII estableció un ayuno de tres horas, que no se rompía por el “agua natural” (es
decir, agua sin aditivos), primero con algunas condiciones en 1953 y luego como
una norma general en su motu proprio Sacram
Communionem (1957)[15],
con generosas normas en lo relativo a los “enfermos” [16].
4.
En 1964 Pablo VI redujo el ayuno a una hora, la que debía contarse retroactivamente
desde el momento de la recepción, tanto para los sacerdotes como para los
fieles [17],
norma reiterada en el Código de Derecho Canónico de 1983[18].
San Pío X, Papa de la Eucaristía
(Imagen: Evangeliza Fuerte)
Ayuno
y reverencia hacia el Santísimo Sacramento.
5.
Pablo VI, en su instrucción sobre la Sagrada Comunión Immensae caritatis (1973) enfatiza la “suprema reverencia debida a
tan gran Sacramento”, y en una nota al pie de esta frase hace una larga cita
del Concilio de Trento que insiste en la necesidad de confesión sacramental
antes de la recepción, en caso de que el comulgante, laico o clérigo, tuviera
conciencia de un pecado mortal. La cita comienza del siguiente modo:
“Es inconveniente tomar parte en una
función sagrada sin santidad. Por lo tanto, mientras más los cristianos
perciban la sacralidad y divinidad de este sacramento celestial, más deben
extremar los cuidados para no recibirlo sin reverencia y santidad,
especialmente dadas las terribles palabras de San Pablo: “Los que comen y beben
indignamente, comen y beben su propia condenación, sin discernir el Cuerpo del
Señor” (I Cor 11, 29). Quienes deseen recibir la Comunión deben recordar el
mandato de San Pablo: “Examínese a sí mismo el hombre” (I Cor 11, 28)”[19].
6.
San Juan Pablo II advirtió con gran dolor, en Dominicae Coenae (1980), la irreverencia ante el Santísimo
Sacramento que se está dando entre los fieles. En dicho documento contrasta dos
fenómenos: en primer lugar, aunque han desaparecido los escrúpulos que, en otro
tiempo, desalentaban la Comunión frecuente, todavía hay muchos fieles que dejan
pasar las oportunidades de recibir la Sagrada Comunión debido a una falta de
“hambre” y “sed”, que es también señal de ausencia de una adecuada sensibilidad
hacia el sacramento del amor, y una falta de comprensión de su naturaleza[20].
7.
En segundo lugar, y a veces muy frecuentemente, todos quienes participan en la
asamblea eucarística reciben la Comunión, y en algunas de tales ocasiones, como
lo confirman algunos experimentados párrocos, no se tiene el suficiente cuidado
de acercarse previamente al Sacramento de la Penitencia para purificar la
conciencia[21].
Esto es el resultado de la ausencia
de “una conciencia cristiana dotada de fina sensibilidad” [22].
Benedicto XVI también ha lamentado esta segunda actitud[23].
8.
San Juan Pablo II y Benedicto XVI, en los pasajes recién citados, aluden a la
recepción de la Comunión en la mano, que ambos vinculan con una falta de
reverencia hacia el Santísimo Sacramento. Este problema ha sido discutido en
otro ensayo[24].
Lo que nos preocupa aquí es la posibilidad de enfrentar con otras medidas el
problema individualizado, es decir, mediante la reconsideración de la
disciplina del ayuno eucarístico.
El Siervo de Dios Pío XII celebrando la Santa Misa
(Foto: Liturgia Tradicional)
Restaurar
la norma de Pío XII
9.
El requisito de un período extenso de ayuno antes de recibir la Comunión es un
modo natural y tradicional de subrayar la gran significación del Santísimo
Sacramento. Benedicto XVI habla de ponerle un “signo de exclamación”, cosa que
él hizo dando la Comunión sólo en la lengua y a los fieles arrodillados[25].
Esto debería obligar a todos los fieles a pensar más seriamente antes de
comulgar, cosa que requeriría una meditación previa y, en ocasiones, un
sacrificio limitado pero simbólicamente elocuente. Pero, aunque esto en
ocasiones exigiría algunos ajustes prácticos (horario de las Misas o de las
comidas, por ejemplo), no ocasionaría los mismos problemas psicológicos, al
momento de comulgar, que la suspensión de la autorización para comulgar en la
mano.
10.
La práctica más consagrada por muchos siglos de observancia es el ayuno desde
la medianoche, pero su imposición hoy día crearía una serie de dificultades
prácticas. Estas afectarían, sobre todo, a los afectos a la forma
extraordinaria, que se celebra en horarios muy alejados del desiderátum, o sea,
en horas en que los sacerdotes tienen tiempo y las iglesias están disponibles.
Por eso, quisiéramos sugerir, en vez de dicho ayuno, la restauración de la
norma establecida por Pío XII consistente en un ayuno de tres horas.
11.
La declinación en la frecuencia de la recepción de la Sagrada Comunión,
mencionada en el párrafo 3, fue resultado de una comprensión más profunda de la
realidad sobrenatural del Santísimo Sacramento y del desarrollo de las normas
penitenciales. Se puso mayor énfasis en el ayuno eucarístico, pero éste se
exigió a menudo antes de la asistencia a Misa, al menos en domingos y fiestas,
aunque no se fuera a comulgar[26],
por lo que no constituía un obstáculo adicional a la Comunión. La confesión más
frecuente constituyó una solución a la preocupación por la debida dignidad de
los comulgantes, pero exigió tomar ciertas medidas de infraestructura y de
catequesis, lo cual lleva tiempo para implementarse[27].
12.
San Pío X advirtió que el mayor obstáculo a la Comunión frecuente, a comienzos
del siglo XX, no era por cierto el ayuno desde medianoche, sino la confusión
sobre las condiciones espirituales necesarias para una recepción fructífera del
sacramento. La idea de Pío XII de cambiar las reglas del ayuno fue no tanto
hacer más fácil el ayuno, como hacer posible las Misas en diferentes horas del
día, para facilitar su inserción en la jornada laboral o escolar[28].
13.
Aunque no hay que exagerar la exigencia que conlleva la norma de Pío XII, ella
supone que, de vez en cuando, comulgar se podría hacer más difícil por motivos
prácticos, e incluso imposible para ciertas personas. Esto constituiría una
forma de contrarrestar la tendencia de muchos fieles, advertida por San Juan
Pablo II y Benedicto XVI, como se dijo en el párrafo 7, de aproximarse a
comulgar sólo porque el resto de los presentes lo hace. Por otra parte, no ir a
comulgar puede tener el riesgo de atraer hacia sí la atención de los demás, e
incluso de escandalizar[29].
Quienes no estén en condiciones de comulgar debieran, en su lugar, hacer una
“Comunión espiritual”, práctica alentada por San Juan Pablo II, quien citaba
las alabanzas que le hace Santa Teresa[30],
y por Benedicto XVI [31],
quien pidió a los asistentes a la Misa papal del Día Mundial de la Juventud, en
Madrid, hacer una Comunión espiritual cuando la distribución fuera imposible[32].
Esta práctica alimenta el “hambre y sed” de la Eucaristía que tanto deseaba San
Juan Pablo II.
S.S. Benedicto XVI administrando la Sagrada Comunión a una religiosa, de rodillas y en la boca
(Foto: Rosario Pro Vida)
Conclusión
14.
Aunque podría parecer una propuesta radical, la restauración de la antigua
norma sería una forma relativamente simple de subrayar el valor del Santísimo
Sacramento y la importancia de prepararse para recibirlo. El problema
contemporáneo de una actitud descuidada ante la Comunión exige una catequesis a
fondo, y el ayuno de tres horas constituiría de por sí una catequesis que
enfatiza la realidad sobrenatural del Santísimo Sacramento, quizá mucho más que
una exhortación meramente verbal.
15.
No debe suponerse que aumentar el peso de las normas que impone la Iglesia ha
de conducir a un rechazo de esas normas o a su transgresión. Una disciplina
exigente indica la seriedad del objeto de dicha disciplina, y las religiones
más exigentes frecuentemente atraen más adherentes que las más relajadas[33]. Si
la adopción por parte de los fieles de un ayuno más riguroso fuera opcional,
ella no tendría ese poder catequético, ni tendría el mérito de un acto de
obediencia. Una campaña pública para fomentar esa práctica opcional podría
incluso hacer posible la acusación de fariseísmo.
16.
Finalmente, hay que decir que la actual norma de un ayuno de una hora antes de
la Comunión apenas causa alguna impresión en los fieles[34] y, por eso, es más posible que se la olvide o que no se la tome en serio. Además,
insistir en una obligación trivial parece muy poco razonable[35].
A fin de restaurar el adecuado respeto por la Eucaristía, ciertamente hace
falta una obligación que comande respeto.
Ecce Agnus Dei
(Foto: Wikimedia Commons)
Apéndice
A
Decreto
de 1905, Sacra Tridentina Synodus, de
la Sagrada Congregación del Concilio, en tiempos de Pío X (extracto):
1.
La Comunión frecuente y diaria, como práctica muy vivamente deseada por Cristo
nuestro Señor y por la Iglesia Católica, debiera ser posible para todos los
fieles de cualquier rango y condición de vida, de modo que no se debe poner
obstáculos a
nadie que esté en estado de gracia y que se acerca a la Sagrada Mesa con una
intención recta y devota (recta piaque
mente).
2.
La recta intención consiste en que el que aproxima a la Sagrada Mesa debe
hacerlo no por rutina o por respetos humanos, sino por el deseo de agradar a
Dios, de estar más unido con Él por la caridad, y de recurrir a esta divina
medicina para sus debilidades y defectos.
3.
Aunque es especialmente apropiado que quienes reciben la Sagrada Comunión
frecuentemente o diariamente estén libres de pecado venial, al menos de aquéllos
que son claramente deliberados, y de todo afecto a ellos, es suficiente que
estén sin pecado mortal y tengan el propósito de no pecar nunca más. Y si
tienen este propósito sincero, es imposible que los que comulgan a diario no se
liberen gradualmente de los pecados veniales y del afecto a ellos.
4.
Aunque los sacramentos de la Nueva Ley producen sus efectos ex opere operato, ese efecto es mayor en
proporción a la buena disposición de quien los recibe, por lo que debiera tenerse
cuidado de que la Sagrada Comunión esté precedida de una cuidadosa preparación
y seguida de una apropiada acción de gracias, de acuerdo a las fuerzas,
circunstancias y deberes de cada uno.
5.
Debe consultarse la opinión del confesor a fin de que la Comunión frecuente o
diaria sea recibida con mayor prudencia y produzca mayores y más meritorios
frutos. Los confesores, a su vez, se guardarán de desanimar a nadie de comulgar
frecuente o diariamente, supuesto que esté en estado de gracia y se acerque a
comulgar con recta intención.
6. Puesto que es claro que con la recepción
frecuente o diaria de la Sagrada Eucaristía se fortalece la unión con Cristo,
se alimenta más abundantemente la vida espiritual, el alma se enriquece con más
virtudes y se concede al comulgante más seguramente la prenda de la felicidad
eterna, los párrocos, confesores y predicadores, ateniéndose a las enseñanzas
aprobadas por el Catecismo Romano, exhortarán a los fieles a menudo y con
conveniente celo a que realicen esta devota y saludable práctica.
Apéndice
B
Sacram Communionem, motu proprio de Pío XII, 1957 (extracto):
1.
Los ordinarios del lugar, excluidos los vicarios generales que no estén en
posesión de un mandato especial, pueden permitir que la Santa Misa sea dicha todos
los días después del mediodía, si esto es necesario para el bien espiritual de
un número considerable de fieles.
2.
Los sacerdotes y los fieles, antes de la Santa Misa y de la Comunión,
respectivamente, deben abstenerse durante tres
horas de alimentos sólidos y líquidos alcohólicos, y durante una hora de
líquidos no alcohólicos. El agua no rompe el ayuno.
3.
De ahora en adelante, el ayuno debe ser observado por el lapso indicado en el
número 2, incluso por aquéllos que celebran o que reciben la Sagrada Comunión a
medianoche o en las primeras horas del día.
4.
Los enfermos, aunque no estén postrados en cama, pueden tomar bebidas no
alcohólicas y aquellas cosas que son real y propiamente medicinas, ya sea en
forma líquida o sólida, antes de la Misa o de la Sagrada Comunión, sin límite
de tiempo.
Exhortamos encarecidamente a los
sacerdotes y fieles que puedan hacerlo a observar la antigua y venerable forma
de ayuno eucarístico antes de la Misa y de la Sagrada Comunión. Todos aquellos
que hagan uso de estas concesiones deben compensar el beneficio recibido siendo
ejemplos brillantes de vida cristiana y principalmente realizando obras de
penitencia y de caridad.
Apéndice
C
Los “enfermos” en la norma de Sacrum Communionem:
El motu proprio Sacrum Communionem, sección 4, sobre los “enfermos” exige alguna
interpretación a la luz del Derecho Canónico. Aunque esto pueda parecer
complicado, ilustra la gran preocupación de Pío XII de no imponer a los fieles
carga alguna que no sea razonable[36].
(i) Son “enfermos” aquellos a quienes el ayuno significa un inconveniente
“moderadamente grave”. Este puede deberse a una enfermedad, a la edad, a un
largo viaje, a una condición temporal o crónica o a cualquier otro motivo. Se
incluye en el concepto a quienes corren el riesgo de enfermar, han de someterse
a una operación, etcétera, como también a los enfermos antes de comulgar, puesto
que en ambos casos el ayuno impone una carga al individuo. Aquellos para
quienes el ayuno no significa una inconveniencia grave, no son “enfermos” para
los fines de la ley (por ejemplo, una persona con un brazo quebrado).
(ii) Los “líquidos no alcohólicos” incluyen aquellos que tienen valor nutricional,
como las sopas. En contraste, a los no enfermos, según la sección 2, sólo se
les permite “bebidas” (tomadas “per modum
potus”) durante las primeras dos horas del ayuno. El alimento sólido rompe
el ayuno aún para los enfermos.
(iii) Las medicinas, incluso cuando el alcohol es un ingrediente (por ejemplo, están
disueltas en alcohol, etcétera), no rompen el ayuno. Las bebidas alcohólicas,
incluso si son tomadas para fines medicinales por indicación de un médico,
rompen el ayuno.
[2] Federación Internacional Una Voce, Positio Paper 3: El modo de recibir la Comunión [véase aquí].
[3] Federación Internacional Una Voce, Positio Paper 9: El silencio y la inaudibilidad en la forma extraordinaria [véase aquí].
[4] De próxima aparición.
[5] La frase “ante omnem cibum”,
usada por Tertuliano (Ad uxorem II,
5: PL 1, 1296) podría traducirse también “antes de cada comida”, y se ha
sugerido que se recibía la Eucaristía antes de las comidas a modo de antídoto
de posibles venenos. Véase Sammut, A., The Eucharistic Fast in the Light of the Last Papal Documents (Roma, Miscellania Francescana, 1959) pp
14-15, y Jungmann, J., The Mass
of the Roman Rite: Its Origins and Development (trad. inglesa, Nueva York:,Benzinger, 1955, vol. II p. 236, nota 34. También esta interpretación
indicaría que la Sagrada Comunión se recibía antes, y no al final, de una
comida.
[6] Durante algunos siglos se hizo una excepción a la norma de las
Misas en la mañana para el Jueves Santo, lo cual significaba que en ese día la
Comunión tenía que recibirse sin ayuno. Véase, por ejemplo, el Tercer Concilio
de Cartago (397), canon 29: “Nadie puede celebrar el Sacramento del Altar sino
en ayunas, excepto el único día en que se celebra la Cena del Señor” (“Ut sacramenta altaris nonnisi a ieiunis
hominibus celebrentur, excepto uno die in quo coena Domini celebrantur”).
El Concilio de Braga en 572 condenó esta excepción: véase Sammut, The Eucharistic Fast, cit., pp. 28-29.
[7] Véase Tomás de Aquino, Summa
Theologica, III q.80, a. 8 ad 5: “Que este sacramento deba entrar en la boca
de un cristiano antes que cualquier otro alimento no debe entenderse en
términos absolutos y todo el tiempo, porque entonces quien ya alguna vez ha comido
o bebido no podría nunca más recibirlo: debe entenderse, por el contrario,
relativamente a un mismo día, y aunque el comienzo del día varía según los
diferentes sistemas de computarlo (para algunos comienza al mediodía, para
otros a la puesta del sol, para otros a medianoche, para otros al salir el
sol), para la Iglesia romana el día comienza a medianoche. Por lo tanto, si
alguien toma cualquier forma de alimento o de bebida después de la medianoche,
no puede ese día recibir el sacramento, pero puede hacerlo si tomó el alimento
antes de medianoche” (“cum dicitur, hoc
sacramentum prius quam alii cibi debet mitti in os christiani, non est
intelligendum absolute respectu totius temporis, alioquin qui semel comedisset
et bibisset, nunquam postea posset hoc
sacramentum accipere. Sed est intelligendum quantum ad eumdem diem. Et licet
principium diei secundum diversos diversimode sumatur, nam quidam a meridie,
quidam ab occasu, quidam a media nocte, quidam ab ortu solic diem incipiunt;
Ecclesia tamen, secundum Romanos, diem a media nocte íncipit. Et ideo, si post
mediam noctem aliquis sumpserit aliquid per modum cibi vel potus, non potest
eadem die hoc sumere sacramentum, potest vero si ante mediam noctem”).
[8] Jungmann, The Mass of the Roman Rite, cit., vol .II, pp. 363-364.
[9] Jungmann, The Mass of the Roman Rite, cit., vol. II, p. 363, nota 23.
[10] Sammut, The Mass of the Roman Rite, cit., p. 29. Véase también más abajo.
[11] Mt 26, 26: “durante la cena, Jesús tomó pan, lo bendijo y lo partió
y lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad y comed, esto es mi cuerpo”; Mc 14,
22: “y mientras comían Jesús tomó pan y bendiciéndolo lo partió y se lo dio
diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo”. Cfr. 1 Cor 11, 18-30, sobre la conexión
entre la Eucaristía y la “comida ágape” en la Iglesia primitiva.
[12] Mc 6, 34-44; Lc 9, 11-17; Jn 6, 4-13.
[13] Jungmann, The Mass of the Roman Rite, cit., vol. II, pp. 360-362.
[14] Sagrada Congregación para la Implementación del Concilio de Trento,
decreto Sacra Tridentina Synodus
(1905). Véase Apéndice A.
[15] Véase Apéndice B.
[16] Véase Apéndice C.
[17] Decreto Tempus
Eucharistici ieiunii servandi reducitur, 21 de noviembre de 1964 [AAS 57 (1965) 186]: “Vistas las
dificultades que se experimentan en muchos países en relación con el ayuno eucarístico, el Supremo Pontífice, accediendo benévolamente a las peticiones de
los obispos, concede que el ayuno de
alimentos sólidos se reduzca a una hora antes de la Comunión, tanto para los
sacerdotes como para los fieles. En esta concesión se incluye también el uso de
las bebidas alcohólicas, observándose sin embargo una debida moderación” (“Attentis multarum regionum difficultatibus
quoad ieiunium eucharisticum, Summus Pontifex, petitionibus Episcoporum benigne
annuens, concedit ut ieiunium quoad cibos solidos reducatur ad una horam ante
Sanctan Communionem, et quiden tum pro sacerdotibus tum pro fidelibus. In hac
autem concesiones includitur quoque potum alchooloricum usus, servata tamen
debita moderatione”). Cfr. Osservatore
Romano, 4 de diciembre de 1964, p. 2.
[18] Código de Derecho Canónico de 1983, canon 919, núm. 1: “La persona que
va a recibir la Sagrada Eucaristía debe abstenerse al menos una hora antes de
la Comunión de todo alimento y bebida, excepto sólo agua y medicinas” (“Sanctissimam Eucharistiam recepturus per spatium saltem unius horae ante sacram
communionem abstineat a quocumque cibo et potu, excepta tantummodo acqua atque
medicina”).
[19] Concilio de Trento, sesión 13, cap. 7: “Si non decet ad sacras ullas functiones quempiam accedere nisi sancte,
certe, quo magis sanctitas et divina coelestis hujus sacramenti viro Christiano
comperta est, eo diligentius cavere ille debet, ne absque magna reverentia et
sanctitate ad id percipiendum accedat, praesertim cum illa plena formidinis
verba apud apostolum legamus: Qui manducat et bibit indigne, judicium sibi
manducat et bibit, non dijudicans corpus Domini. Quare communicare volenti revocandum est in memoriam ejus praeceptum:
Probet autem seipsum homo”.
[20] Juan Pablo II, Carta Dominicae coenae (1980), núm. 11: “deficiente
“fame” et “siti” eucharistica, sub qua latet similiter parum sufficiens
aestimatio atque intellegentia ipsius naturae huius excellentis Sacramenti
amoris”.
[21] Juan Pablo II, Carta Dominicae coenae (1980), núm. 11: “Interdum
scilicet, immo compluribus in casibus, cuncti eucharisticae celebrationis participes
ad communionem accedunt, tametsi nonnumquam –ut comprobant periti rerum pastores-
habita non est debita cura, ut prius Paenitentiae Sacramentum reciperent
propriam ad conscientiam mundandam”.
[22] Juan Pablo II, Carta Dominicae coenae (1980), núm. 11: “bonum
quod subtilitas est christianae conscientiae impulsae”.
[23] Seewald, P., The Light of the World: the Pope, the Church
and the Signs of the Times (trad. inglesa, Londres, Catholic Truth Society, 2010), p. 156:
“Existe un gran peligro de superficialidad [en la recepción de la Sagrada
Comunión] precisamente en el tipo de eventos masivos que se celebran en San
Pedro […] En este contexto, en que la gente cree que
automáticamente todos deben comulgar –“todos van, por lo que yo voy también”-
quise enviar una señal clara […] Esto no es un mero rito social en que uno puede
participar si así lo desea”. Cfr. la cita de Benedicto XVI, Exhortación
post-sinodal Sacramentum Caritatis
(2007), en la nota 25 de este trabajo.
[24] Federación Internacional Una Voce, Positio Paper 3: El modo de recibir la Comunión, especialmente núm. 5-8 [véase aquí].
[25] Seewald, The Light of the World, cit., p. 156.
[26] Jungmann, The Mass of the Roman Rite, cit., vol. II, p. 366: “A través de toda la Edad Media se observó estrictamente no sólo el
precepto de ayunar en relación con la Sagrada Comunión, sino que también se los
prescribió, repetidas veces, para la asistencia a Misa (como en el sínodo de
Brixen, en 1453), o al menos se lo aconsejó para la Misa”. Esto sorprende menos
cuando se considera el gran significado que se atribuía a mirar la Hostia y a
las Comuniones Espirituales, analizadas por Jungmann en las páginas
precedentes, en el contexto de la muy infrecuente Comunión sacramental. Cf. Duffy, E., The stripping of the Altars:
Traditional Religion in England c. 1400-c.1580 (New Haven, Yale, 1992), donde se aborda el ayuno antes de la Misa (p. 42) y el sentido de “mirar la Hostia” (pp. 95-102).
[27] Duffy, The stripping of the Altars, cit., pp. 53-56 y 93-94, advierte el gran esfuerzo organizacional y catequético que
requería implementar la decisión del Concilio Laterano IV (1215) de que todos los
católicos se confesaran y comulgaran una vez al año. Las órdenes mendicantes
fueron una enorme ayuda en hacer posible esto, y fue esencial el desarrollo del
sistema parroquial en los siglos precedentes. Cfr. Jungmann, The Mass of the Roman Rite, cit., vol. II, p. 363: “Pero en la Edad Media, con las
prescripciones parroquiales prevalecientes y la insuficiente organización de la
cura de almas, no sólo no había la voluntad sino que, en gran medida, tampoco
la posibilidad de confesarse para poder comulgar frecuentemente”.
[28] Sammut, The Eucharistic Fast, cit., p. 101: "las Misas vespertinas constituyeron indudablemente un gran beneficio y la
concesión más amplia de las que surgieron de los documentos [por ejemplo, Christus Dominus (1953) y Sacram Communionem (1957)]. El ayuno de
tres horas facilitó la comunión en las Misas que tenían que ser programadas
para después del desayuno, como en los días de escuela y en las Misas
principales de las parroquias, así como en las Misas vespertinas".
[29] Peters, E., “The Communion Fast: a Reconsideration”, Antiphon 11/3 (2007) pp. 234-244: el
actual ayuno breve “priva a los que tienen la conciencia cargada de una forma
fácil de evitar aproximarse al Cuerpo y la Sangre del Señor en un estado en que
se corre el riesgo de una profanación ( 1 Cor 11, 27)” [p. 243].
[30] Juan Pablo II, Encíclica Ecclesia de Eucharistia (2003), núm. 34: “es bueno cultivar en nuestros
corazones el constante deseo de recibir
la Eucaristía. Tal fue el origen de la práctica de la comunión espiritual, que
afortunadamente se ha establecido en la Iglesia desde hace siglos y ha sido
recomendada por algunos santos que fueron maestros de la vida espiritual. Santa
Teresa de Jesús escribió: 'Cuando no se recibe la Comunión y no se oye Misa, se puede
hacer una Comunión espiritual, que es una práctica muy beneficiosa, porque por
ella se imprime en uno el amor de Dios'" (“opportunum
est continuatum Sacramenti eucharistici desiderium alere. Inde “communionis
spiritualis” orta est consuetudo, quae feliciter complura iam saecula in
Ecclesia viget quaeque a vita spiritalis Sanctis magistris commendatur. Sancta
Teresia a Iesu scripsit: 'Cum communionem non sumitis neque Missae estis
participes potestis spiritaliter communicare, id quod est valde frugiferum… Sic
Domini nostri amor multum in vobis imprimatur'”) (La cita de Santa Teresa
proviene de su Camino de perfección, cap. 35).
[31] Benedicto XVI, Exhortación post-sinodal Sacramentum caritatis (2007), núm. 55: “Claramente, la participación plena
en la Eucaristía tiene lugar cuando el fiel se acerca al altar en persona para
recibir la Comunión. Y aunque esto es verdadero, debe cuidarse de que los
fieles no deduzcan de ello que el mero hecho de estar presentes en la iglesia
durante la liturgia les da el derecho o les impone la obligación de aproximarse
a la mesa de la Eucaristía. Incluso en aquellos casos en que no es posible
comulgar sacramentalmente, la participación en la Misa sigue siendo necesaria,
importante, significativa y fructífera. En esas circunstancias es beneficioso
cultivar el deseo de una unión total con Cristo mediante la práctica de una
comunión espiritual, alabada por Juan Pablo II y recomendada por algunos santos
que fueron maestros de vida espiritual” (“Sine dubio plena participatio
Eucharistiae habetur cum quis accedit etiam personaliter ad altare Communionis
recipiendae gratia. (169) Attamen cavendum est ne haec iusta affirmatio introducat
inter fideles quendam automatismum, quasi quispiam ob solam praesentiam in
ecclesia, liturgiae tempore, ius habeat, vel forsitan etiam officium, ad Mensam
eucharisticam accedendi. Etiam cum non datur facultas ad sacramentalem
communionem accedendi, participatio Sanctae Missae manet necessaria, valida,
significans et fructuosa. Bonum est his in rerum adiunctis desiderium plenae cum Christo
coniunctionis colere per consuetudinem exempli gratia communionis spiritalis,
memoratae a Ioanne Paulo II et commendatae a Sanctis vitae spiritalis
moderatoribus”). Este pasaje se refiere a la encíclica Ecclesia de Eucharistia de San Juan
Pablo II (2003), núm. 34, citada en la nota precedente.
[32] Luego de que un temporal hiciera inseguras las carpas usadas para
guardar las hostias consagradas que habrían de distribuirse en la Misa papal
que iba a tener lugar a las afueras de Madrid el 21 de agosto de 2011, sólo una parte de la asamblea de
más de un millón de personas pudo recibir la Comunión. A los demás se les
alentó a hacer una Comunión espiritual. El portavoz del Vaticano, el P. Federico
Lombardi SJ, comentó más tarde: “Esto nos ayudó a recordar las preciosas palabras
de un documento reciente del Papa en que se nos alerta que '[d]ebemos tener
cuidado de que [los fieles] no deduzcan que el mero hecho de estar presentes en
la iglesia durante la liturgia les da el derecho o les impone la obligación de
aproximarse a la mesa de la Eucaristía. Aun en aquellos casos en que no es
posible comulgar, la participación en la Misa sigue siendo necesaria,
importante, significativa y fructífera'. En estas circunstancias tenemos que 'cultivar el deseo de una unión plena con Cristo' haciendo una Comunión
espiritual, como lo recomienda la antigua y bella tradición […] el deseo intenso
de unirse con Él es también una efectiva fuente de comunión” (Zenit, 4 de
septiembre de 2011).
[33] Van Vugt, M./Ahuja, A., Selected:
Why some people lead, why others follow,
and why it matters (Londres. High Profile Books, 2010), p. 85:
“Paradojalmente, mientras más cuestan los ritos asociados a un sistema de creencias,
más duradero es éste. Un estudio sobre las comunidades religiosas en los
Estados Unidos en el siglo XIX ha demostrado que aquellas que hacen las
exigencias más extremas a sus seguidores –renunciar a sus bienes terrenales,
celibato, evitar el contacto con los extraños, renunciar a ciertos alimentos y
al alcohol- son las más duraderas”. Los autores citan una cantidad de estudios
que confirman esta generalización.
[34] Cfr. Peters, “The Communion Fast: a Reconsideration”, cit., p. 241: “Si, como lo sugiere un milenio y medio, algún nivel significativo de
ayuno conduce a una recepción respetuosa de la Eucaristía, debe admitirse
francamente que una cosa semejante no puede lograrse en nuestros días”. Peters agrega (p. 243) que debe restaurarse un ayuno de tres horas, pero
calculado desde el comienzo de la Misa, a fin de estar seguros de cuándo debe
comenzar el ayuno.
[35] Peters, “The Communion Fast: a Reconsideration”, cit., p. 236: “No debiera legislarse sobre costumbres
inútiles, para que no surja el desprecio por la ley”.
[36] Para un tratamiento en extenso de esto, véase Sammut, The Eucharistic Fast, cit., pp. 83-88 y 116-117.
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