jueves, 20 de julio de 2017

50 años de Magnificat: la historia de nuestra Asociación (tercera parte)

Les ofrecemos hoy la tercera y última parte de la crónica histórica escrita por nuestro Presidente, el Dr. Julio Retamal Favereau, con ocasión del quincuagésimo aniversario de la Asociación Magnificat celebrado en 2016.

Julio Retamal Favereau
(Foto: El Mercurio)

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Breve relación histórica de la Asociación Magnificat

Julio Retamal Favereau

En los últimos años no nos han faltado los problemas. Por ejemplo, el 25 de enero de 2011, un enorme incendio destruyó completamente la iglesia del convento de las Hermanas de la Providencia, la cual ya había resultado dañada por el terremoto del 27 de febrero del año anterior. Aunque hay planes de reconstrucción, hasta el momento nada se ha hecho. Tuvimos, pues, que mudarnos una vez más. 

Incendio de la Iglesia de la Casa Matriz de las Hermanas de la Providencia
(Foto: Emol)

Vista del altar mayor y el baldaquino días después del incendio

Nos acogieron por casi dos años las religiosas de la Visitación, pero al cabo de ese plazo, la Superiora le pidió al Arzobispo de Santiago, monseñor Ricardo Ezzati, que nos marcháramos, con el argumento de que un grupo pequeño de las 25 religiosas profesas no gustaba de la Misa según la forma extraordinaria. Se nos fijó como plazo máximo de permanencia el Domingo de Resurrección de aquel año 2012.

Ante esto, como Asociación solicitamos una audiencia con monseñor Ezzati, quien nos recibió el día 16 de marzo de 2012. El motivo era pedirle su ayuda ante el estado de necesidad en que habíamos quedado cuando, para sorpresa nuestra, la nueva Superiora del Convento de las Hermanas de la Visitación nos había comunicado que había pedido al arzobispado que dejásemos de celebrar la Santa Misa en su iglesia. Queríamos pedirle que nos proveyese de una iglesia que reuniese las condiciones para celebrar dignamente de conformidad a las disposiciones del uso extraordinario de la sagrada liturgia romana. Monseñor Ezzati no accedió a interceder ante la Superiora de las Monjas de la Visitación para que reconsiderase su decisión. En cambio, nos dijo que nos ayudaría a encontrar un lugar adecuado para poder celebrar la Santa Misa y que, mientras tanto, podíamos asistir a aquella que celebra el P. Milan Tisma los domingos por la tarde en su parroquia de Cerrillos. 


 Misa en el Monasterio de la Visitación (febrero de 2012)
(Fotos: Bensonians)

Cumplido el plazo fatal que se nos había fijado, el Domingo de Resurrección de 2012 celebramos en la Visitación nuestra última Misa y una vez más debimos emigrar. Los domingos siguientes pudimos cantar la Santa Misa por una vez en la Iglesia del Convento de las Agustinas de Limpia Concepción y, posteriormente, en la Iglesia de San Juan de Dios de Buzeta, donde es párroco el  P. Milan Tisma. Lamentablemente, y pese a la buena disposición de nuestro capellán, esta última iglesia no era idónea para asegurar la continuidad de las celebración de nuestra Asociación, pues hasta entonces siempre habíamos celebrado en lugares más o menos céntricos y fácilmente asequibles por nuestros fieles, que vienen desde distintas puntos de la ciudad e incluso de fuera de ella. 

Sin embargo, como Dios no abandona a sus fieles, unos meses después fuimos acogidos en la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, donde permanecemos hasta hoy. Curiosamente, volvimos así al primer lugar que usamos en nuestra defensa de la Misa tradicional. Cabe señalar el inmenso agradecimiento que le profesamos a don Luis Cordero Barrera, quien se ha hecho cargo de la iglesia, la ha embellecido constantemente y, además de destinarla para la Capellanía de la Universidad San Sebastián, nos ha confiado la celebración de la Misa dominical, a mediodía, durante todo el año, salvo el mes de febrero cuando toda la Universidad cierra por vacaciones. La iglesia también se usa para matrimonios y otras actividades litúrgicas, como el congreso Summorum Pontificum que se organizó en 2015 por iniciativa de tres sacerdotes y que contó con asistencia de otros veinte venidos de todo Chile, así como de Argentina y Perú. 

 Foto oficial de los participantes del I Congreso Summorum Pontificum de Santiago de Chile
(Foto: Paix Liturgique)

Misas rezadas simultáneas durante el I Congreso Summorum Pontificum
(Foto: Asociación Magnificat)

En el intertanto, nuestros socios, los abogados Jaime Alcalde y Felipe Zaldívar, han redactado los estatutos de nuestra Asociación, logrando la aprobación oficial de ella y su constitución como persona jurídica por parte de la Municipalidad de Santiago. Paralelamente, hemos recibido apoyo espiritual y en dinero de varias personas, donde destaca Sebastián Eyzaguirre, que se ha preocupado de adquirir en el extranjero misales y ornamentos litúrgicos de gran calidad. Colaboró igualmente de manera generosa con el dinero necesario para importar un nuevo órgano, pues el que habíamos comprado gracias a los aportes de los fieles fue robado en 2014 desde la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria. También debo agradecer a Augusto Merino y Andrés Schlack por la gran labor que realizan colaborando con nuestra bitácora, la que constituye nuestra mayor presencia en las redes sociales y cada día aumenta en lectores de todas partes del mundo. El agradecimiento se extiende a todos los bienhechores que con su aporte mensual permiten sostener la celebración dominical de la Santa Misa.

En agosto de 2016 cumplimos medio siglo de existencia y pudimos celebrar con toda solemnidad este quincuagésimo aniversario de nuestra institución. En esta oportunidad decidimos organizar una segunda versión del Congreso Summorum Pontificum como parte de los festejos, el que contó con la presencia de dos invitados extranjeros, el Prof. Miguel Ayuso Torres y el escritor Christopher Ferrara [Nota de la Redacción: las cinco entregas con la conferencia de C. Ferrara pueden verse aquí]. Gracias a Dios tuvimos una muy buena acogida de los fieles y el clero durante los tres días de congreso, que concluyeron con una concurrida Misa solemne seguida de un vino de honor [Nota de la Redacción: véase la crónica de este II Congreso Summorum Pontificum aquí, aquí y aquí]. El domingo siguiente a la clausura del Congreso contamos con la presencia, asistiendo desde el coro, del padre Miguel Contardo S.J., quien como ya relatamos había oficiado la primera Misa de la Asociación cincuenta años atrás en la misma iglesia. A continuación, tuvimos un concurrido almuerzo de camaradería en uno de los salones del Hotel Cumbres del barrio Lastarria.

 Conferencia del Revdo. Andrés Chamorro durante el II Congreso Summorum Pontificum (2016)
(Foto: Asociación Magnificat)

Misa solemne de clausura del II Congreso Summorum Pontificum
(Foto: Asociación Magnificat/Claudio Zamorano)

Discurso de don Julio Retamal durante el almuerzo de camaradería con ocasión del quincuagésimo aniversario de la Asociación (2016)
(Foto: Asociación Litúrgica Magnificat)

Para las celebraciones del cincuentenario de nuestra Asociación nos hubiera gustado, en señal de la filial reverencia a la persona del Arzobispo de Santiago que siempre hemos profesado, contar con su presencia, la que desgraciadamente no se pudo concretar. Tampoco nos fue posible recibir como invitado al Cardenal Raymond Leo Burke, quien nos había manifestado su buena disposición para hacer el largo viaje desde Roma a Chile y acompañarnos en la actividades en las que veníamos trabajando desde hacía tiempo. La razón fue que, al solicitar de las autoridades eclesiásticas locales el permiso canónicamente necesario para que el Cardenal pudiera pontificar en la arquidiócesis de Santiago, se nos indicó que la Iglesia local debía poner todos sus esfuerzos en los preparativos de la proyectada visita del papa Francisco para 2016, la cual finalmente no se materializó. Sin embargo, tuvimos la bendición de recibir una felicitación escrita del papa emérito Benedicto XVI remitida por la Nunciatura.

Queda comentar una costumbre ya consolidada, como es la reunión que se celebra, año tras año, en mi casa algunos días antes de Navidad. En su origen se trataba de un encuentro de carácter social con mis amigos más íntimos y con mis ayudantes, pero paulatinamente se fue transformando en una fiesta para los fieles que frecuentan el apostolado de nuestra Asociación. Así se fue forjando la tradición. Junto con un pequeño cóctel, un rato de conversación y el canto de villancicos tradicionales, la actividad central de la velada es la puesta de Jesús Niño en el Pesebre, la que va acompañada de la lectura del nacimiento de Jesús según el Evangelio de San Lucas, algunas oraciones de nuestro capellán y el canto de las letanías lauretanas.

Uno de los momentos más esperados de esa celebración es el cuento de Navidad. En un comienzo buscaba un cuento o narración relativa a la Natividad del Señor, para ser leído en voz alta en algún momento de la reunión. Usé cuentos de autores franceses, ingleses, norteamericanos y chilenos sucesivamente, hasta que un año se agotó el tema y no encontré nada digno de ser leído en tal oportunidad. De ahí surgió la idea de que esto no podía volver a ocurrir y me propuse la tarea de escribir yo mismo un relato que estuviese a la altura del acontecimiento. Puse manos a la obra, de modo que los concurrentes de ese año (2005) se llevaron la sorpresa de oír un cuento totalmente inédito y escrito por mí. El cuento fue bien recibido y se pidió que la iniciativa continuase. En nuestros días de cultura materialista, agnóstica, en que la fe disminuye a ojos vista, los relatos que fui componiendo con los años intentan mostrar el impacto que los acontecimientos de la Escritura siguen produciendo en los hombres de fe sencilla o de buena voluntad, que cree la existencia de Dios, encarnado en el Señor Jesús. Y también creen que el Nacimiento, la Vida, la Muerte y la Resurrección de Cristo tiene todavía, a pesar de todos los pesares, un valor trascendental. Para la Navidad de 2016, coincidiendo con nuestro quincuagésimo aniversario, quienes asistieron a mi casa se encontraron con una nueva sorpresa: había recopilado 11 cuentos en un pequeño volumen, intitulado Cuentos de Navidad de siempre, que le di como obsequio a cada uno. Esa noche acabamos leyendo uno de los cuentos incluidos en el libro. 

 Celebración de la Navidad de la Asociación de 2015
(Foto: Asociación Magnificat)

Nuestra congregación ha crecido lenta pero continuamente y sería de esperar que, ahora que hemos vuelto al lugar de origen, 50 años más tarde, pudiéramos permanecer por un tiempo dilatado, en tanto buscamos algún sitio adecuado para comprar o edificar una iglesia propia. Quiera Dios ayudamos en esa difícil tarea, pero en el intertanto seguiremos rindiéndole culto en la forma más antigua y solemne de que dispone la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Nos ha sostenido durante 50 años y nos ha permitido dar un testimonio constante, en medio de las dificultades, incomprensiones y descalificaciones, haciéndonos sentir Su Presencia y la ayuda de Su Providencia. Por ello, le estamos profundamente agradecidos. Por otro lado, nunca pensamos que la celebración de la Misa tradicional podía desaparecer. Esto habría sido poner en duda al Espíritu Santo y haber perdido la virtud teologal de la Esperanza. El tiempo nos ha acabado dando la razón en el buen combate de todos estos años por mantener la celebración litúrgica con el rito de siempre y la solemnidad que merece el culto divino. Si Dios así lo quiere, poco a poco, como Asociación iremos reuniendo y coordinando a los que necesitan la dignidad en las celebraciones litúrgica, la disciplina y el esfuerzo espiritual, tan perdidos en el mundo de hoy. Por encima de todo, la continuidad de la Misa de siempre está asegurada, por lo menos en términos puramente humanos.

Creo que este resumen puede servir para detallar nuestra existencia con todos los altibajos que nos ha tocado vivir, dejando un testimonio para la posterioridad. Gracias a Dios y a la contribución y perseverancia de tantos, nuestra existencia futura aparece mucho más promisoria que antes. Luego de cumplir 50 años podemos comprobar que Dios no abandona a los que esperan en Él en todos los aspectos de la vida sobrenatural. Sólo Él conoce el futuro, pero “los suyos sí le recibieron” y esperan presentarse ante Él con la conciencia de una tarea cumplida, con Su ayuda y con el esfuerzo nuestro. Tras medio siglo de defensa de la Misa tradicional en este apartado lugar del mundo, sólo puedo decir como síntesis: Laus Deo.

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