Reproducimos aquí, con leves adaptaciones de la Redacción, una nota publicada en Paix Liturgique sobre Pélussin, capital de cantón del departamento del Loira, en los contrafuertes del macizo de Pilat, Francia, donde la Misa Tradicional, que comenzó en una granja en los años setenta del siglo pasado, se celebra, desde el motu proprio Summorum Pontificum (2007), en la iglesia de Nuestra Señora, una de las dos iglesias del pueblo, en paz y concordia, gracias al cura párroco de la época, el padre François Reynard, nombrado más tarde vicario general de la diócesis de Saint-Etiénne.
La experiencia de Pélussin muestra cómo es posible alcanzar la concordia litúrgica cuando existe buena fe y una verdadera voluntad de entendimiento y reconciliación, demostrándose que los prejuicios que señalan a la celebración de la Misa tradicional como una posible fuente de división en las comunidades eclesiales son enteramente infundados. Por el contrario, la reacción es casi invariablemente positiva y exitosa, despertando el interés de los fieles, incluyendo mucha gente joven y familias. Los prejuicios, donde los hay, tienden a desaparecer poco a poco en aquellas comunidades donde se le da un lugar a la Misa tradicional. Ante experiencias como la de Pélussin, resulta incomprensible el ostracismo que, en contra de la voluntad de Benedicto XVI al promulgar el Motu Proprio, aún sufren muchos fieles apegados a la liturgia tradicional en todo el mundo.
La experiencia de Pélussin muestra cómo es posible alcanzar la concordia litúrgica cuando existe buena fe y una verdadera voluntad de entendimiento y reconciliación, demostrándose que los prejuicios que señalan a la celebración de la Misa tradicional como una posible fuente de división en las comunidades eclesiales son enteramente infundados. Por el contrario, la reacción es casi invariablemente positiva y exitosa, despertando el interés de los fieles, incluyendo mucha gente joven y familias. Los prejuicios, donde los hay, tienden a desaparecer poco a poco en aquellas comunidades donde se le da un lugar a la Misa tradicional. Ante experiencias como la de Pélussin, resulta incomprensible el ostracismo que, en contra de la voluntad de Benedicto XVI al promulgar el Motu Proprio, aún sufren muchos fieles apegados a la liturgia tradicional en todo el mundo.
LA HISTORIA DE UNA PACIENTE RESISTENCIA
Ante el aumento numérico de la pequeña comunidad (con el nacimiento de los hijos) se llegó a un convenio con el alcalde de una comuna vecina, quien puso a su disposición una capilla cercana al pueblo. Durante casi 25 años, la Santa Misa se celebró en esa capilla hasta que las nuevas autoridades municipales decidieron, con la excusa de trabajos urgentes, poner término a dicho acuerdo.
Obligados a encontrar un nuevo lugar de culto, los fieles procedieron a contactar al obispado. Desde el punto de vista canónico, su situación estaba en regla, dado que el padre Chassagne, el sacerdote que generalmente los atendía, se incorporó a las filas de la Fraternidad de San Pedro (FSSP) tras su creación en 1988. De hecho, el obispo se mostró favorable a los reclamos de la comunidad y pidió al párroco de Pélussin que les abriese las puertas de la iglesia Nuestra Señora, donde no se celebraba ninguna Misa el domingo por la mañana.
Como dicho sacerdote rechazó categóricamente la invitación episcopal, el obispo decidió suplirlo y autorizó a la comunidad a celebrar la Misa dominical «en cualquier lugar». Con esta firma en blanco del obispo y recordando que su historia había comenzado en una granja, los fieles decidieron aceptar la hospitalidad de una habitante del pueblo que les ofreció su casa, situada a algunos metros de la iglesia Nuestra Señora.
En 2006, cuando circulaba el rumor de que en Roma se preparaba un texto para liberalizar la Misa tradicional, un nuevo párroco, el padre François Reynard, llegó a Pélussin. Antiguo párroco de un pueblo donde el padre Chassagne y la Fraternidad San Pedro organizaban todos los años una colonia de vacaciones para niños, el padre Reynard no era un desconocido para los fieles de Pélussin. A comienzos de 2007, durante una visita pastoral del nuevo obispo, Mons. Lebrun, decidieron exponerle la situación en que se encontraba.
Poco tiempo después, con ocasión de un bautismo, el padre Reynard comentó a las familias vinculadas a la Misa tradicional su deseo de conocerlas mejor. Se organizó entonces una reunión en el presbiterio, la que se concretó el 15 de abril de 2007. Las partes se entendieron bien, lo que permitió a los fieles exponer con total libertad al párroco la historia de la comunidad, muchas veces marginada debido a su sensibilidad litúrgica. Los fieles también explicaron al padre Reynard que su grupo y la comunidad parroquial ya estaban vinculados por lazos de familia o de vecindad. Además, se habían celebrado varias Misas de bodas y una primera Misa de un sacerdote de la FSSP, nativo de Pélussin, en la iglesia de Nuestra Señora, en presencia de una numerosa asamblea, sin crear conmoción en el pueblo.
Primera Misa del Padre Roseau, FSSP (13/07/2003) en la
iglesia de Nuestra Señora de Pelussin (Foto: Paix Liturgique)
Un fiel presente narra: «Le respondimos que el tiempo urgía porque no podía ser, habida cuenta de la dignidad del culto, que esta situación perdurara: la celebración de una Misa dominical en una casa particular a menos de cien metros de una iglesia parroquial vacía. Era algo muy urgente, sobre todo considerando que esperábamos desde hacía mucho tiempo, pacientemente, sin hacer ruido, en paz, sin manifestar nunca, y que ya había llegado el tiempo de analizar nuestro asunto en el marco del anhelo expresado por el Santo Padre y secundado por nuestro obispo».
La publicación y la posterior entrada en vigencia del motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI durante el verano boreal de 2007 llegaron a punto para reforzar la posición del padre Reynard. Así, a partir del Adviento de 2007, en la iglesia Nuestra Señora de Pélussin y en un clima parroquial acogedor, se comenzó a celebrar finalmente de forma regular la misa tradicional «según la forma extraordinaria del rito romano», como la califica el texto pontificio.
Desde esa fecha, en este importante pueblo rural, todos los domingos y días de precepto se puede asistir a la Misa cantada a las 8:15 horas (la página oficial con información puede verse aquí), gracias a que los fieles se ocupan del aspecto musical. Como es natural, las familias fundadoras del grupo han ido envejeciendo a lo largo de 35 años de preservación de la vieja tradición litúrgica de la Iglesia, y, poco a poco, aparece una nueva generación de fieles para quien la forma extraordinaria ya no es un tesoro que conservar sino que descubrir.
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