Les ofrecemos a continuación la traducción, hasta donde sabemos primicia en español, de un ensayo escrito por Benedicto XVI como un postfacio para el libro del Cardenal Robert Sarah La Force du silence. Contre la dictature du bruit (2016), traducido al español con el título de La fuerza del silencio. Frente a la dictadura del ruido (Madrid, Palabra, 2017), publicado en inglés por Ignatius Press (The Power of Silence. Against the Dictatorship of Noise), y que aparecerá publicado en la nueva edición que se haga de éste.
Este texto es de extraordinaria importancia por cuanto constituye una de las pocas instancias en que Benedicto XVI rompe su autoimpuesto silencio. Y lo hace precisamente para hablar de la liturgia, que fue una de las grandes preocupaciones de su pontificado. Pero, además, tiene un significado que no puede pasar inadvertido: al elogiar al Cardenal Sarah por su contribución a la liturgia, la cual le ha valido últimamente una serie de censuras apenas disimulables por parte de altas autoridades vaticanas, Benedicto XVI lo toma, por así decirlo, bajo su protección y lo acoraza contra eventuales futuros ataques, al menos en el futuro inmediato, por cuanto es difícil pensar que alguien en el Vaticano intentará desautorizar la voz del papa emérito, que casi no se hace oír, salvo cuando se trata de asuntos de tanta magnitud como el presente.
El texto apareció originalmente en First Things y ha sido traducido por la Redacción.
Este texto es de extraordinaria importancia por cuanto constituye una de las pocas instancias en que Benedicto XVI rompe su autoimpuesto silencio. Y lo hace precisamente para hablar de la liturgia, que fue una de las grandes preocupaciones de su pontificado. Pero, además, tiene un significado que no puede pasar inadvertido: al elogiar al Cardenal Sarah por su contribución a la liturgia, la cual le ha valido últimamente una serie de censuras apenas disimulables por parte de altas autoridades vaticanas, Benedicto XVI lo toma, por así decirlo, bajo su protección y lo acoraza contra eventuales futuros ataques, al menos en el futuro inmediato, por cuanto es difícil pensar que alguien en el Vaticano intentará desautorizar la voz del papa emérito, que casi no se hace oír, salvo cuando se trata de asuntos de tanta magnitud como el presente.
El texto apareció originalmente en First Things y ha sido traducido por la Redacción.
S.S. Benedicto XVI firma una copia de su encíclica Caritas in Veritate (2009)
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Con el Cardenal Sarah, la liturgia está en buenas manos
Benedicto XVI
Desde que leí las cartas de San Ignacio de Antioquía por primera vez, hacia 1950, hay un pasaje que me impresionó especialmente: “Es mejor guardar silencio y [ser cristiano], que hablar y no serlo. Enseñar es una obra excelente, supuesto que quien habla practique lo que enseña. Hay un Maestro que habló y obró lo que dijo. Y aun lo que obró en silencio es digno del Padre. Quien en verdad ha hecho suyas las palabras de Jesús puede, también, oír su silencio, y llegar a ser perfecto, y obrar mediante sus palabras y ser conocido mediante su silencio” (15, 1f). ¿Qué significa oír el silencio de Jesús y conocerlo a través de su silencio? Sabemos por los Evangelios que a menudo Jesús pasó las noches en soledad, “en el monte”, orando, conversando con su Padre. Sabemos que su hablar, que sus palabras vienen del silencio y sólo ahí pueden madurar. Por ello es razonable que su palabra sólo puede ser comprendida si, nosotros también, entramos en su silencio y aprendemos a oírlas de su silencio.
Ciertamente, para interpretar las palabras de Jesús hace falta un conocimiento histórico, que nos enseña a comprender su tiempo y el lenguaje de su tiempo. Pero eso solo no es suficiente si hemos de comprender en profundidad el mensaje del Señor. Quien lee hoy los comentarios, cada vez más abultados, de los Evangelios, al cabo se desilusionará. Porque aprenderá muchas cosas que son útiles acerca de aquellos tiempos y una cantidad de hipótesis que, en último término, no contribuyen en absolutamente nada a la comprensión del texto. Al final, se tiene la sensación de que, en todo exceso de palabras, hay algo que falta: entrar en el silencio de Jesús, del cual brota su propia palabra. Si no podemos entrar en ese silencio, oiremos siempre sólo la superficie de la palabra, y no la comprenderemos realmente.
Todos estos pensamientos me vinieron al espíritu mientras leía el nuevo libro del Cardenal Sarah, quien nos enseña el silencio: estar en silencio con Jesús, en verdadera quietud interior, enseñándonos de este modo a captar nuevamente la palabra del Señor. Por cierto, apenas habla sobre sí mismo, pero aquí y allá hay destellos de su vida interior. Su respuesta a la pregunta de Nicolas Diat “¿Ha pensado a veces en su vida que las palabras se estaban volviendo obstáculos, demasiado pesadas, demasiado ruidosas?”, es la siguiente: “En mi oración y en mi vida interior siempre he sentido la necesidad de un silencio mayor, más profundo... Los días de soledad, de silencio y de ayuno total han sido un enorme apoyo. Han sido una gracia extraordinaria, una lenta purificación, y un encuentro personal con… Dios… Los días de soledad, silencio y ayuno, alimentados solamente por la Palabra de Dios, permiten al hombre fundar su vida en lo esencial”. Estas líneas hacen visible el manantial del cual vive el Cardenal y que da fuerza interior a su palabra. Desde esa perspectiva puede, entonces, ver los peligros que amenazan continuamente a la vida espiritual, también la de los obispos y sacerdotes, y que ponen además en riesgo a la propia Iglesia, en la que no es infrecuente que la Palabra sea reemplazada por una verbosidad que diluye la grandeza de la Palabra. Quisiera citar sólo una frase que puede servir de examen de conciencia para cualquier obispo: “Puede ocurrir que un sacerdote bueno y piadoso, una vez elevado a la dignidad episcopal, cae rápidamente en la mediocridad y en la preocupación por el éxito mundano. Abrumado por el peso de los deberes que le corresponden, preocupado por su poder, su autoridad y por las necesidades materiales de su cargo, rápidamente pierde su vigor”.
S.E.R. el Cardenal Sarah durante una visita al monasterio de Solesmes
(Foto: Watershed CC)
El Cardenal Sarah es un maestro espiritual, que habla desde la profundidad del silencio con el Señor, desde su unión interior con Él, y por eso tiene en verdad algo que decirnos a cada uno de nosotros.
Debiéramos agradecer al Papa Francisco por nombrar a tal maestro espiritual como cabeza de la congregación responsable por la celebración de la liturgia en la Iglesia. También en la liturgia ocurre, como en el caso de la interpretación de la Sagrada Escritura, que hacen falta conocimientos especializados. Pero también es cierto que, en la liturgia, la especialización puede errar el punto esencial a menos que esté fundada en una unión interior profunda con la Iglesia orante, que una y otra vez aprende de nuevo del Señor mismo qué es adorar. Con el Cardenal Sarah, maestro del silencio y de la oración interior, la liturgia está en buenas manos.
Actualización [18 de mayo de 2017]: Hoy el sitio Religión en libertad ha publicado una traducción propia del postfacio del cardenal Sarah que ayer ofrecíamos a nuestros lectores. Con algunos comentarios propios, el sitio Secretum meum mihi ha difundido nuestra traducción. Agradecemos ese gesto.
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Actualización [18 de mayo de 2017]: Hoy el sitio Religión en libertad ha publicado una traducción propia del postfacio del cardenal Sarah que ayer ofrecíamos a nuestros lectores. Con algunos comentarios propios, el sitio Secretum meum mihi ha difundido nuestra traducción. Agradecemos ese gesto.
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