domingo, 9 de mayo de 2021

Domingo V después de Pascua

Miniatura de Evangeliario de Ada
(Imagen: Wikicommons) 

El texto del Evangelio de hoy es el siguiente (Jn 16, 23-30):

“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: En verdad, en verdad os digo: Que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedidle y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo. Estas cosas os he dicho usando de comparaciones. Llegó el tiempo en que ya no os hablaré con parábolas, sino que abiertamente os anunciaré las cosas del Padre. Entonces le pediréis en mi nombre; y no os digo que rogaré al Padre por vosotros, pues el mismo Padre os ama, porque vosotros me amasteis, y habéis creído que Yo salí de Dios. Salí del Padre y vine al mundo; otra vez dejo el mundo voy al Padre. Dícenle los discípulos: Ahora sí que hablas claro, y no dices ningún enigma. Ahora conocemos que sabes todas las cosas, y no es preciso que nadie te pregunte: en esto creemos que has salido de Dios”.

***

Hay tantos católicos que dejan la Iglesia y más todavía, abandonan la fe y toda vida espiritual, porque no reciben de Dios lo que, con gran intensidad y constancia, han pedido por largo tiempo. Creen que, porque Dios no los oye, no existe. Pero Dios sabe mucho mejor que sus hijos qué darles y cuándo dárselo. Lo cual se entiende con sólo remitirse al caso de esos niños que, en los supermercados, berrean escandalosamente pidiendo a su padre que les compre esta cosa o la otra: el padre sabe mucho mejor qué es lo que les conviene tener y qué no, y no les compra lo que piden, por mucho que chillen.

Oigamos esto mismo expresado, en mucho mejores términos, por San Agustín:

“'Si algo pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará'. En partes anteriores de este discurso del Señor ya hemos dicho, a causa de ésos que en el nombre de Cristo piden al Padre algunas cosas, pero no las reciben, que cualquier cosa que se pide contra los intereses de la salvación no se pide en el nombre del Salvador. Por cierto, cuando dice 'En mi nombre', ha de comprenderse que habla de esto: no del sonido de las letras y sílabas, sino de lo que significa el sonido mismo y de lo que mediante ese sonido se entiende recta y verdaderamente. Por ende, quien acerca de Cristo opina lo que no ha de opinarse acerca del único Hijo de Dios, no pide en su nombre, aunque con las letras y las sílabas se mencione a Cristo, porque pide en el nombre de ése que se imagina ser Cristo. Quien, en cambio, opina lo que acerca de Cristo ha de opinarse, ese mismo pide en Su nombre y, si no pide contra su salvación sempiterna, recibe lo que pide. Ahora bien, recibe cuando debe recibir, pues ciertas cosas no se niegan, sino que se difieren para ser dadas en tiempo conveniente”.

Hay muchos que piden no por sí mismos y sus necesidades sino que piden por otros: los hijos, los amigos, los pobres. Y no lo consiguen. Veamos qué dice San Agustín:

“Lo que asevera, 'os dará', ha de entenderse absolutamente de forma que se sepa que estas palabras aluden a los beneficios que atañen propiamente a quienes piden. En efecto, todos los santos son escuchados en favor de sí mismos; en cambio, no son escuchados en favor de todos, amigos o enemigos suyos o cualesquiera otros, porque no está dicho 'dará' en cualquier caso, sino: 'os dará'”. 

Puede ser el caso que muchos por quienes pedimos no reciben de Dios porque Él no fuerza sus dones sobre quienes no quieren recibirlos o no son dignos de recibirlos. No obstante lo cual, debemos pedir por que sus disposiciones interiores cambien y se salven finalmente: la misericordia de Dios sabrá qué fibras tocar, sin forzar la libertad de esas personas, para que se dispongan a recibir de Dios, para hacerse dignos de ello.

Y prosigue San Agustín en su comentario:

“Hasta ahora -afirma Jesús- no habéis pedido nada en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea pleno. Este gozo al que llama “pleno” es en realidad un gozo no carnal, sino espiritual y, cuando éste sea tan grande que nada haya que añadirle, entonces será pleno. Cualquier cosa, pues, que se pide con vistas a conseguir este gozo, ha de pedirse en el nombre de Cristo, si entendemos correctamente la divina gracia, si verdaderamente demandamos la vida feliz. En cambio, cualquier otra cosa que se pida, es como no pedir nada, no porque lo que se pide no sea absolutamente ninguna realidad, sino porque cualquier otra cosa que se ansía es nada en comparación con tan gran realidad”. 

¿Pedimos salud, o dinero, o buena suerte? Puede que Dios, que ve mucho más que nosotros, sepa nada de eso sirva a nuestra salvación. Y, como el padre en el supermercado, no nos lo da.

Añade finalmente San Agustín:

“Y lo que sigue: Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre, puede entenderse de dos modos: o que no habéis pedido en mi Nombre porque no conocisteis mi Nombre como debía conocerse, o que no habéis pedido nada porque lo que habéis pedido ha de tenerse por nada en comparación con esa realidad que debisteis pedir. Por tanto, exhorta Jesús a que en su Nombre pidan no nada, sino el gozo pleno —porque si piden alguna otra cosa, es lo mismo que no pedir nada—, y así dice: 'Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea pleno', esto es, en mi Nombre pedid y recibiréis esto: que vuestro gozo sea pleno. En efecto, la misericordia divina nunca defraudará a sus santos si perseveran en pedir ese bien”.

El Greco, Santo Domingo en oración, circa 1600-1610, colección privada
(Imagen: Wikicommons)

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