Después de largas reflexiones, múltiples consultas y de una intensa oración, el papa Benedicto XVI decidió establecer el Misal Romano vigente hasta la reforma litúrgica de 1969 como forma extraordinaria del rito romano, que coexiste desde entonces con la forma ordinaria que se celebra conforme con la tercera edición típica del Misal promulgado por el papa Pablo VI (2008).
Sin embargo, no cabe hablar de la existencia de dos redacciones del Misal Romano como si se tratase de dos ritos distintos, sino de un doble uso o modo práctico de celebrar de un mismo y único rito. Esta autorización general para que cualquier sacerdote pueda celebrar la Santa Misa según la forma extraordinaria del rito romano sin necesidad de ningún otro permiso está contenida en el motu proprio Summorum Pontificum, de 7 de julio de 2007, cuyas reglas han sido desarrolladas con posterioridad por la instrucción Universae Ecclesiae, de 30 de abril de 2011, preparada por la Pontificia Comisión Ecclesia Dei. Dichos textos permiten también la celebración de los restantes sacramentos y del Oficio Divino conforme con los libros en vigor hasta la reforma litúrgica que implementó las directrices del Concilio Vaticano II.
Benedicto XVI escribió también una carta dirigida a todos los obispos en la que explica las razones que lo llevaron a permitir que el rito romano se pudiese celebrar de dos formas distintas, recordando que el Misal Romano de san Juan XXIII nunca fue abrogado ni derogado por acto alguno de la Sede Apostólica, como ya había concluido una comisión de cardenales formada en 1982 por el entonces recién nombrado Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En esa carta, el Papa explica que la forma extraordinaria no comporta en modo alguno un peligro para la reforma litúrgica querida por los padres conciliares, cuyas bases se hallan recogidas en la Constitución Sacrosanctum Concilium (1963). Incluso, «las dos formas del uso del rito romano pueden enriquecerse mutuamente: en el misal antiguo se podrán y deberán insertar nuevos santos y algunos de los nuevos prefacios». En esta tarea de revisión trabaja hoy la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, dependiente desde 2009 de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Paralelamente, la influencia en «la celebración de la Misa según el misal de Pablo VI se podrá manifestar, en un modo más intenso de cuanto se ha hecho a menudo hasta ahora, aquella sacralidad que atrae a muchos hacia el uso antiguo. La garantía más segura para que el Misal de Pablo VI pueda unir a las comunidades parroquiales y sea amado por ellas consiste en celebrar con gran reverencia de acuerdo con las prescripciones; esto hace visible la riqueza espiritual y la profundidad teológica de este Misal».
En suma, como recuerda Benedicto XVI en la mentada carta, «no hay ninguna contradicción entre una y otra edición del Missale Romanum. En la historia de la liturgia hay crecimiento y progreso pero ninguna ruptura. Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande, y no puede ser súbitamente prohibido del todo o, más todavía, ser considerado perjudicial. Nos hace bien a todos conservar las riquezas que han crecido en la fe y en la oración de la Iglesia y darles el justo puesto».
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