En la última entrada sobre los ornamentos con que se reviste el sacerdote hacíamos referencia al amito, el alba y el cíngulo. Corresponde enseguida tratar de dos vestiduras litúrgicas interiores que presentan una apariencia muy similar, al punto que a veces llegan a confundirse, como es el caso de la sobrepelliz y el roquete, pese a que poseen connotaciones y funciones diversas.
Sobrepelliz (El Greco, El entierro del Conde de Orgaz, detalle)
La sobrepelliz es una vestidura litúrgica blanca de lienzo fino, con mangas anchas y cortas, que llevan sin ceñir sobre la sotana o el hábito los eclesiásticos, y aun los legos que sirven en las funciones de iglesia, y que llega desde el hombro hasta la cintura poco más o menos. En el rito romano tiene una pequeña abertura en la parte delantera, a veces unida con una cinta o un broche. Su origen se remonta a los países nórdicos, donde los clérigos y monjes utilizaban una especie de capa de piel (pelliza) para protegerse del frío cuando acudían varias veces al día al oficio coral. De ahí su nombre latino: superpelliceum (literalmente, vestimenta de piel superpuesta). Sobre esa capa se ponían el alba, que necesariamente debía ser muy holgada y de mangas anchas. A partir del siglo XIII su uso comienza a difundirse como ornamento litúrgico propio de los clérigos menores y de los sacerdotes cuando no celebran la Santa Misa. Con el tiempo se acortó bastante y, por último, se adornó con encajes. En la actualidad, la sobrepelliz es un ornamento litúrgico empleado en la administración de sacramentos y, en general, en aquellas funciones sacras en las que no se usa alba (Instrucción General del Misal Romano, núm. 114 y 336). En la forma extraordinaria, en cambio, es la vestidura común prescrita sobre la sotana tanto para los sacramentos como sacramentales. Los laicos la utilizan cuando participan en el coro, sirven en la Misa o desempeñan la función de acólitos. Simboliza la inocencia, la justicia y la santidad.
El roquete, por su parte, no es propiamente un ornamento litúrgico, sino una vestidura que representa dignidad y es símbolo de jurisdicción. Derivación del alba que en la Edad media llevaban los eclesiástico como el hábito cotidiano, y sobre la que vestían aquélla para el servicio litúrgico propiamente dicho, consiste en un vestido blanco con mangas estrechas y largas, elaborada en lino o en un material similar, adornada con encajes y de menor extensión que la sobrepelliz. Es un signo que representa la dignidad y jurisdicción de quien la viste. Por esa razón, desde el siglo XIV es parte de la vestimenta propia de obispos y otros prelados menores, quienes deben usarla sin ceñir bajo la muceta o el mantelete como parte del hábito coral (véase la instrucción Ut sive sollicite, de 1969). Excepcionalmente, los obispos pueden ponerse la estola directamente sobre el roquete (por ejemplo, en una confirmación privada o en una consagración de cálices); y desde luego no usan sobrepelliz si se revisten con pluvial.
El Cardenal Montini, luego Pablo VI, con roquete descubierto bajo la muceta
Roquete cubierto por el mantelete
(El Greco, Retrato del Cardenal Fernando Niño de Guevara)
Remotamente, al igual que sucede con la dalmática y con la cogulla de los monjes, el roquete proviene del colobio (colobium). Este vestido era una especie de túnica de lino que se prolongaba hasta los pies, estrecha y sin mangas, o cuando las tenía, de una extensión que no superaba el codo. Solía estar adornado con unas bandas de púrpura, llamadas clavi (de donde deriva el actual gorjal o collarín de la dalmática), y en la parte inferior —y algunas veces también sobre los hombros— llevaba unos adornos llamados calliculoe, consistentes en pequeños discos metálicos o de tela de diversos colores. Los Apóstoles usaban colobio en su actividad pastoral. Prueba de ello es que en la Basílica romana de los Santos Apóstoles se conserva todavía el que la tradición atribuye a Santo Tomás (Dídimo). Posteriormente, pasó a ser la vestimenta de los monjes y de los diáconos, desde donde evolucionó hasta convertirse respectivamente en las actuales cogulla y dalmática. Su origen es romano, donde era vestido primero por cualquier hombre libre y luego sólo por los senadores. Aunque relacionado con una dignidad, su sentido es precisamente el inverso: significa mostrar antes los demás el abandono de toda vanidad, para presentarse ante Dios tal como se es, libre de cualquier atadura mundana. Tal sentido todavía se conserva en el Reino Unido, donde se emplea esta prenda en la ceremonia de coronación del nuevo rey.
Crucifixión con Cristo revestido con el colobio,
motivo habitual en el arte cristiano de los primeros siglos
(Evangeliario de Rábula, 586 d.C.)