Eduardo Anguita (1914-1992) fue un poeta metafísico adscrito a la Generación de 1938, que se desempeñó también como periodista y cronista
literario, y realizó un importante aporte a la promoción de las nuevas
tendencias literarias de su tiempo. Estudió Derecho en la Pontificia
Universidad Católica de Chile, pero se retiró después de tres años para
trabajar en agencias de publicidad y en editoriales. Fue el creador y único
miembro del grupo literario «David», y cumplió funciones como agregado cultural de
Chile en México. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1988.
Su faceta de ensayista tiene su más lograda expresión en
La belleza de pensar (1988), recopilación de crónicas aparecidas en el diario El Mercurio entre 1976 y 1983, reeditada por la Editorial de la Universidad de Valparaíso en 2013 con prólogo de Cristián Warnken. De esta última obra extraemos el fragmento que a
continuación les ofrecemos y con el que se inicia el ensayo intitulado «El mito náhuatl de la redención», donde Anguita nos habla de la importancia de Dios:
Cada vez que nos hemos referido a los mitos, fuimos cuidadosos para no rebajar este vocablo asimilándolo
a «superstición» o a «mentira»; a la vez que siempre establecimos su validez relativa,
aproximativa, como patrones genuinamente religiosos. En una época excesivamente racionalista como
es la nuestra y, paradójicamente de increíble irracionalidad, solamente nuestra
cosmovisión cristiana y su cuerpo de doctrinas de que la iglesia está investida
para impartir la verdad del Evangelio, la Revelación divina directa y
personalmente encarnada en Jesucristo, así como la filosofía que entraña, son
capaces de iluminar y dar orden a la humanidad moderna, que, tal vez, ha sido
la más desorientada y confusa de toda la historia.
Esta aclaración previa es necesaria, para evitar que se me
entienda mal; entender mal, actualmente, es el inmenso equívoco de la sociedad
de nuestros días. Hablar de los mitos, en su buena acepción, es útil, siempre y
cuando no se crea que, por atrayentes que sean, reemplazan a la verdadera
religión. Y es que, en medio de toda la
confusión contemporánea —época crítica, con todos los alcances de esta última
expresión—, el hombre está buscando a Dios. Y lo busca hasta en las formas más
desatentadas. ¿Quién fue el que vaticinó que en este siglo era cuando más se
iba a hablar de Dios? «Dios ha muerto», sentenció Nietzsche. Novalis escribió: «Cuando
mueren los dioses, aparecen los fantasmas». Como quiera que sea, los fantasmas
cumplen una función. Dicen: «Aquí estuvo Dios», o «Aquí estaría Dios».
Nota de la Redacción: La cita está tomada de Anguita, E., La
belleza de pensar, Valparaíso, Universidad de Valparaíso, 2013, p. 101. Para mayor información del autor, puede consultarse la página que el sitio Memoria chilena le dedica.
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