Cuentan que en los últimos días antes de su muerte, Federico García Lorca (1898-1936) dijo sentirse a su vez católico, comunista, anarquista, libertario, tradicionalista y monárquico. Una muestra de que este genial poeta y dramaturgo español de la Generación de 1927 estaba por encima de cualquier encasillamiento de esos que tanto gustan a los seguidores de las convenciones mundanas.
Federico García Lorca
Queremos ofrecer a nuestros lectores una serie intitulada "Federico García Lorca en tres actos", donde compartiremos algunas estampas que muestran la fe latente del poeta granadino. En la primera reproduciremos fragmentos de la correspondencia intercambiada con sus padres desde Nueva York.
En 1929, Fernando de los Ríos propuso a Lorca que le acompañase en su viaje a Nueva York. Éste aceptó viendo la oportunidad de aprender inglés como alumno de la Universidad de Columbia, renovar su obra y de vivir en el extranjero por primera vez. Años después describiría ese viaje como "una de las experiencias más útiles de mi vida".
En 1929, Fernando de los Ríos propuso a Lorca que le acompañase en su viaje a Nueva York. Éste aceptó viendo la oportunidad de aprender inglés como alumno de la Universidad de Columbia, renovar su obra y de vivir en el extranjero por primera vez. Años después describiría ese viaje como "una de las experiencias más útiles de mi vida".
Primera edición del poemario Poeta en Nueva York (1940)
aparecido cuatro años luego de la muerte de García Lorca
La correspondencia con sus padres refleja los sentimientos que le produce esta inmensa cuidad estadounidense, especialmente por la novedad de lo que percibe. En una de esas cartas, fechada el 14 de julio de 12929, les advierte que "el problema religioso es importante de ver y estudiar en los Estados Unidos", y comienza a explicar el por qué de sus dichos:
He asistido también a oficios de diferentes religiones. Y he salido dando vivas al portentoso, bellísimo, sin igual catolicismo español. No digamos nada de los cultos protestantes. No me cabe en la cabeza (en mi cabeza latina) cómo hay gentes que pueden ser protestantes. Es lo más ridículo y lo más odioso del mundo.
Oyendo misa (Rocafort), de José Benlliure Gil (1855-1937).
Figuraos vosotros una iglesia que en lugar de altar mayor
haya un órgano y delante de él un señor de levita (el pastor) que habla. Luego
todos cantan, y a la calle. Está suprimido todo lo que es humano y consolador y
bello, en una palabra. Aun el catolicismo de aquí es distinto. Está minado por
el protestantismo y tiene esa misma frialdad. Esta mañana fui a ver una misa
católica dicha en inglés. Y ahora veo lo prodigioso que es cualquier cura
andaluz diciéndola. Hay un instinto innato de belleza en el pueblo español y
una alta idea de la presencia de Dios en el templo. Ahora comprendo el
espectáculo fervoroso, único en el mundo, que es una misa en España. La
lentitud, la grandeza, el adorno del altar, la cordialidad en la adoración del
Sacramento, el culto a la Virgen, son en España de una absoluta personalidad y de
una enorme poesía y belleza. Ahora comprendo
también aquí, frente a las iglesias protestantes, el por qué racial de la gran
lucha de España contra el protestantismo y de la españolísima actitud del gran
rey injustamente tratado en la historia, Felipe II.
García Lorca en Columbia
Lo que el catolicismo de los Estados Unidos no tiene es solemnidad, es
decir, calor humano. La solemnidad en lo religioso es cordialidad, porque es
una prueba viva, prueba para los sentidos de la inmediata presencia de Dios. Es
como decir: Dios está con nosotros, démosle culto y adoración. Pero es una gran
equivocación suprimir el ceremonial. Es la gran cosa de España. Son las formas
exquisitas, la hidalguía con Dios... España es el único país fuerte y vivo que
queda en el mundo. Sin embargo, yo he observado al público católico esta mañana
y he visto una devoción extraordinaria, sobre todo en los hombres, cosa rara en
España. Han comulgado muchas gentes y era un público serio, sin pamplinas y con
una disciplina extraordinaria. He visto la primera comunión de unos niños
japoneses con sus caritas amarillas, vestidos de blanco, de lo más delicado y
frágil que se puede soñar.
Refiriéndose posteriormente a la Iglesia ortodoxa, les comenta:
Es casi como la católica... el rito es aún más esplendoroso que el nuestro... los cánticos y los coros son insuperables. Es todo bizantino y más complicado y primitivo que lo romano... y hay en la misa un momento de mucha emoción, que es cuando el pope, después de consagrar, se vuelve al pueblo y presenta un crucifijo, dando grandes voces, una especie de lamento de melodía preciosa». Termina: «Sigo diciendo que la belleza y profundidad del catolicismo es infinitamente superior. De ser religioso en una religión positiva no hay más perfección que en el catolicismo». Sin embargo, parece que el pope tiene un «patriarcalismo» del que emana una autoridad y bondad que le pareció no existir en el simple cura católico. Sea por el rito, el traje o por su prestancia, emana una categoría superior de hombre iniciado en misterios de la que carece el cura católico.
Refiriéndose posteriormente a la Iglesia ortodoxa, les comenta:
Es casi como la católica... el rito es aún más esplendoroso que el nuestro... los cánticos y los coros son insuperables. Es todo bizantino y más complicado y primitivo que lo romano... y hay en la misa un momento de mucha emoción, que es cuando el pope, después de consagrar, se vuelve al pueblo y presenta un crucifijo, dando grandes voces, una especie de lamento de melodía preciosa». Termina: «Sigo diciendo que la belleza y profundidad del catolicismo es infinitamente superior. De ser religioso en una religión positiva no hay más perfección que en el catolicismo». Sin embargo, parece que el pope tiene un «patriarcalismo» del que emana una autoridad y bondad que le pareció no existir en el simple cura católico. Sea por el rito, el traje o por su prestancia, emana una categoría superior de hombre iniciado en misterios de la que carece el cura católico.
En fin, les deja sus impresiones tras visitar una sinagoga:
Cantaron cosas hermosísimas y había un cantante que era un
prodigio de voz y de emoción. Pero también comprendo que en Granada somos casi
todos judíos. Era una cosa estupenda ver cómo parecían todos granadinos. Había
más de veinte, entre don Manuel López Sáez y Miguel Carmona. El rabino se llama
Sola, con la misma coloración pálida de Sola Segura, su probable pariente. En
fin, que yo me moría de risa. Hicieron una ceremonia muy bonita, muy solemne,
pero que a mí me resultó vacía de sentido. Me parece demasiado fuerte la figura
de Cristo para negarla. Lo que sí era extraordinario era el canto. El canto era terrible, patético,
desconsolado. Era una queja continua, de belleza impresionante.
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