En una entrada anterior les ofrecimos la traducción de la nota que Paix Liturgique publicó sobre la conferencia impartida por el Rvdo. Milan Tisma Díaz, titular de la Parroquia de San Juan de Dios y capellán de nuestra asociación, durante el I Congreso Summorum Pontificum realizado en julio de 2015. Esa nota sirvió como pauta de conversación para que Paix Liturgique entrevistara al Rvdo. Claude Barthe, conocida figura del ámbito tradicional y organizador de la peregrinación Summorum Pontificum que cada año se hace en Roma. Dicha entrevista se reprodujo después en varios otros sitios afines. Como complemento de la entrada anterior, y tal como anunciamos, les ofrecemos la traducción al español de esa entrevista.
Agradecemos al Instituto de Cristo Rey y Sumo Sacerdote (ICRSP) por su gentil autorización para publicar en esta entrada dos fotos de sus apostolados.
Agradecemos al Instituto de Cristo Rey y Sumo Sacerdote (ICRSP) por su gentil autorización para publicar en esta entrada dos fotos de sus apostolados.
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Entrevista con Claude Barthe sobre la introducción
de la forma extraordinaria en las parroquias
El
30 de noviembre de 2015, las ediciones L’Homme publicaron un fascículo que
reúne nuestras cartas sobre las diferentes formas de celebración que permite la
forma extraordinaria del rito romano, con un prefacio del Pbro. Claude Barthe,
capellán de la peregrinación internacional Summorum Pontificum (1).
Pbro. don Claude Barthe
Simultáneamente
publicamos un reportaje sobre la muy interesante y original conferencia de don
Milan Tisma con ocasión del primer congreso Summorum Pontificum en Chile. Hemos
aprovechado esta coincidencia para pedir al Pbro. Barthe sus comentarios, punto
por punto, del testimonio del Pbro. Tisma y para profundizar de este modo las
vías que se abren a los curas de parroquias que desean enriquecer la liturgia
cotidiana y dominical, según el espíritu del Motu Proprio de Benedicto XVI.
1)
Recuperar el sentido de lo sagrado: es el primer punto abordado por el Pbro.
Tisma en su presentación. En sí mismo, ello no tiene nada de novedoso porque
son numerosos los testimonios de fieles y sacerdotes que explican que su
interés por la forma extraordinaria del rito romano proviene de la gran
sacralidad que encuentran en ella. Sin embargo, para justificar su aseveración,
el Pbro. Tisma se apoya en la noción de mysterium tremens et fascinans,
desarrollada, en su momento, por el teólogo luterano Rudolf Otto: ¿le llama la atención
esta referencia?
Pbro.
Claude Barthe: La referencia a la obra de Rudolf Otto, Lo Sagrado, en que
este tema es analizado como algo, al mismo tiempo, aterrador (tremendum) y
fascinante (fascinans), es interesante por cuanto permite corregir la tendencia
moderna a hacer desaparecer del culto toda trascendencia, y a hacer del Dios a
quien se dirige, un objeto a nuestra medida. Pero hay que retener ambos cabos
de la cuerda: Dios es, por naturaleza, incomprensible, no puede ser aprehendido
en sí mismo y, sin embargo, se comunica con nosotros por la revelación y por la
Encarnación del Verbo, el Emanuel, Dios con nosotros, Dios que se ha hecho uno
de nosotros. Santo Tomás explica, en la Summa contra Gentiles, que la suprema
“conveniencia” de la Encarnación es, precisamente, hacernos comprender que el
acceso a la felicidad eterna, que consiste en unir nuestra alma con aquello que
la sobrepasa infinitamente, es una cosa posible, porque la divinidad se ha
unido a nuestra humanidad. La humanidad de Jesucristo, cerca y como palpable en
la Iglesia, nos sumerge en el abismo insondable de la divinidad unida a esta
humanidad, que se hace visible en los milagros que ella produce, por ejemplo,
la remisión de los pecados, la transubstanciación eucarística.
2)
Para el Pbro. Tisma, si se la priva de su misterio, la liturgia deja de ser
epifanía (manifestación) de la gloria y de la perfecta santidad de Dios: ¿está
Ud. de acuerdo?
Pbro.
Claude Barthe: Estoy totalmente de acuerdo. El Pbro. Tisma apunta con toda
razón a esta reducción de lo divino a lo simplemente humano, de la fe a lo
simplemente racional, que se manifiesta en la liturgia hoy día, en que el
acceso a la trascendencia está, por decirlo así, colapsado. Esta liturgia que
se pretende, sobre todo, “cercana a la gente”, termina por no interesar a
ésta, hasta el punto que la gente ya no pone los pies en la iglesia. En forma
paradojal, la verdadera proximidad que una liturgia bien entendida establece
entre el hombre y la santidad incandescente de Dios pasa por el sentimiento de
una lejanía absoluta. El novelista alemán Martin Mosenbach lo expresa bien en
su libro “La liturgia y su enemigo: la herejía de lo informe” (Hora Decima,
2005). La paradoja inherente a la acción litúrgica, nos dice ahí, está en el
hecho de que ella devela y revela el misterio envolviéndolo y ocultándolo. La
liturgia oculta la presencia de Dios infinito e insondable tras velos de respeto,
de formas, de ritos, y ese mismo hecho lo revela, y hace al alma acceder
verdaderamente a esta presencia: es una epifanía que se oculta para poder expresar
mejor.
Martin Mosebach
(Foto: Der Tagesspiegel)
La
consagración, dicha en lengua vulgar y sobre una mesa colocada en medio de la
asamblea, de un pan que pronto va a ser cogido con la mano para comulgar, ¿se
comprende mejor, en la fe, que la consagración de la liturgia oriental, cantada
entre nubes de incienso en una misteriosa lengua sagrada, detrás del velo que
se ha dejado caer ante la puerta del iconostasio? La pregunta se contesta por
sí sola: en el primer caso, se cree comprenderlo todo, y no se comprende nada,
porque la proximidad que establece una liturgia banalizada hace muy difícil un
verdadero encuentro en la fe; por el contrario, el alejamiento sagrado operado
por la liturgia de san Juan Crisóstomo, acerca verdaderamente el alma a Dios. La
liturgia es semejante a la tiniebla luminosa en la que Moisés recibió la
revelación divina, oscura y resplandeciente a la vez. También se la puede comparar
a la “nube luminosa” que “cubrió con su sombra” a los tres discípulos, testigos
de la Transfiguración del Señor (Mt. 17. 5).
Para
seguir con el ejemplo de la “natividad” del Santísimo Sacramento en el corazón
de la misa, en el momento de la consagración: las genuflexiones, inclinaciones,
los cirios de los acólitos, los inciensamientos, las campanillas, los lienzos
sagrados, los objetos sagrados para recibirlo (cálices, copones), y luego el
santo comulgatorio, en que se está de rodillas, con las manos sobre un lienzo
blanco, para recibir la hostia en la boca, el tabernáculo majestuoso donde se
guardará la santa reserva, todo eso aleja por el respeto de adoración, pero acerca, al mismo tiempo, ayudando al
acto de fe.
3)
Para el Pbro. Tisma, los curas tienen el deber de procurar la reconciliación de
los fieles entre sí por todos los medios litúrgicos a su disposición,
comenzando por la celebración regular de la forma extraordinaria: esta
afirmación, que desde Francia sería imposible formular mejor, ¿es sólo un deseo
piadoso?
Pbro.
Claude Barthe: Se trata, en todo caso, de una obra de piedad a la que se dedica Paix liturgique, digna por ello de toda alabanza. En Francia, los curas que
comprenden este deber son todavía demasiado pocos, es verdad; pero su número
está aumentando. Una experiencia puntual me permite proponer una idea,
inspirada por la fiesta de Navidad. En bastantes parroquias de Francia la misa
de la noche de Navidad se celebra a las 9 ó 10 de la noche, cuando ya está
oscuro. Nada impide al cura celebrar, o hacer celebrar por un sacerdote idóneo,
miembro de una comunidad dedicada a la liturgia tradicional, una misa
celebrada, como se debe, a medianoche, de acuerdo con la forma extraordinaria.
Se sorprenderá de la concurrencia, incluso con feligreses que asisten
habitualmente a la forma ordinaria. De modo general, los curas de parroquia no
deberían dudar de recurrir a sacerdotes conocedores de la forma extraordinaria,
quienes, además de la celebración de la misa tradicional, podrían ayudarlo con
las confesiones, las visitas a los enfermos, los funerales. Esto serviría
también para producir reconciliación entre los sacerdotes.
Misa del Gallo tradicional en la iglesia de Santa Afra, Berlín
(Foto: Catholicvs)
4)
Junto con Rudolf Otto, el Pbro. Tisma recurre a otro alemán, Mons. Klaus
Gamber, para introducir una noción poco usual en el mundo tradicional: el hecho
de que la liturgia es la “pequeña patria” de los católicos, de la que éstos se
han visto privados, convirtiéndose en apátridas litúrgicos. ¿No es ésta una de
las razones, pocas veces planteadas tan claramente, del vigoroso surgimiento de
lo que los sociólogos llaman “el catolicismo de identidad”?
Pbro.
Claude Barthe: Sí. Mons. Gamber lamentaba que los católicos hubieran sido
privados de su “pequeña patria”, puesto que ya no existen más, en el nuevo
rito, llevado al límite, dos misas idénticas. Cuando yo era niño, íbamos en
familia a España, que nos quedaba cerca. Y asistíamos a la misa dominical
deteniéndonos en cualquier ciudad o pueblito, y era la misma misa que ya
conocíamos en nuestra parroquia. En cierto modo, entendíamos todo… excepto el
sermón en castellano. Los católicos del mundo entero, donde quiera que
asistieran a misa, tenían la impresión de estar en su casa en todas partes.
Hacia la época de la reforma litúrgica, se hablaba ya, no de mundialización,
pero sí de “aldea planetaria”. Es realmente asombroso que los fabricantes de la
nueva liturgia no hayan comprendido que la liturgia contenía ya un vínculo
universal, que abría las puertas a una Ciudad que abarcaba el mundo, la aldea
planetaria de la liturgia católica. Además, en un momento en que progresaba ya
considerablemente la secularización, en cuyo seno el catolicismo se volvía cada
vez más extranjero en la Aldea Global, podrían haber percibido, si hubieran
tomado en cuenta los verdaderos “signos de los tiempos”, que los católicos
tenían más necesidad que nunca de reunirse en una casa familiar.
Si,
en efecto, el catolicismo de identidad, en un espectro que va desde la FSSPX a
la comunidad San Martín, atrae hoy practicantes y a las vocaciones, es debido a
que ofrece un ritual tradicional o tradicionalizante que hace experimentar
sensiblemente esta comunidad de fe y de pertenencia a la “familia Christi”. El
uso del latín resulta muy importante: rezar y cantar en la lengua sagrada de la
Iglesia romana expresa y fortalece el vínculo de unidad. Desgraciadamente, la
jerarquía católica y sus expertos van absolutamente a contrapelo desde hace más
de medio siglo.
5)
Gradualidad, continuidad, son los dos principios que recomienda don Milan para
establecer, de un modo durable y perenne, la forma extraordinaria en las
parroquias: ¿qué piensa Ud.?
Pbro.
Claude Barthe: Estoy totalmente de acuerdo. En mi librito sobre la puesta en
práctica de la reforma de la reforma, teniendo como punto de referencia la misa
en su forma extraordinaria, yo propugno la gradualidad. Perdone que me cite a
mí mismo: “La práctica de la reforma de la reforma en una parroquia o lugar
corriente de culto es, casi por su naturaleza misma, un proceso gradual, una
transición, más o menos rápida, desde una situación “ordinaria” a una cercana a
la “extraordinaria”. La ley de la gradualidad puede aplicarse aquí sin
problemas de conciencia” (2). Aumentar el espacio del latín, reintroducir la
comunión en la boca, usar la plegaria eucarística I (el canon romano), orientar
el altar hacia el Señor, recuperar las oraciones del ofertorio tradicional (dichas
en voz baja), son las pistas principales que seguir. Poco a poco. Por ejemplo,
se vuelve el altar “hacia Dios” en ciertas ocasiones, luego, siempre en semana,
luego con ocasión de las fiestas importantes, y por fin todos los domingos,
siempre. La mayor parte de los sacerdotes que, en sus parroquias, han
practicado la reorientación tradicional de la liturgia, han obrado de este
modo.
El obispo de Lincoln (Nebraska). S.E.R. Mons. James Conley, ofrece la Santa Misa (Novus Ordo)
6)
El Pbro. Tisma propone también algunos gestos simples para reorientar
concretamente la liturgia parroquial, volviendo a poner a Nuestro Señor
Jesucristo en el centro de la atención: un solo altar para las dos formas
litúrgicas, “escenificación” del presbiterio, uso de las diversas formas de la
liturgia extraordinaria, etc. Ud. está en contacto con numerosos sacerdotes de
parroquias in utroque usu: ¿podría darnos otros ejemplos en este sentido?
Pbro.
Claude Barthe: Lo más importante desde el punto de vista simbólico, y también
lo más difícil de hace aceptar, no por la mayoría de los fieles sino de los más
“reformados” de ellos (las religiosas, las señoras que dan la comunión, el
diácono permanente), es la celebración de cara al Señor. De ahí el esquema de
transición que he recordado, y de cuya realización puedo dar algunos ejemplos.
La formación de niños acólitos, muchos, si es posible, que sepan ayudar la misa
en las dos formas, es también importante: ellos contribuyen mucho a solemnizar
las ceremonias (y a pasar gradualmente de la ordinaria a la extraordinaria).
Desde el punto de vista pedagógico, todos los sacerdotes que tienen esta
preocupación preparan, por lo demás, folletitos fotocopiados para cada misa, de
suerte que, tanto para la misa ordinaria “reforma de la reforma”, como para la
misa extraordinaria, los asistentes puedan seguir el rito simplemente dando
vuelta las páginas: de este modo todo va calando, y la piedad litúrgica gana
mucho. También podría mencionarse otros puntos: algún cura hace que se toque el
órgano durante el ofertorio, lo que solemniza ese momento, durante el cual él
pronuncia en voz baja las oraciones tradicionales; otro pronuncia, ya no en voz
alta, sino a media voz, las palabras de la plegaria eucarística en castellano o
latín, o bien pasa al latín desde el momento de la consagración, lo cual
produce también un poderoso efecto de sacralización; otro, para apartar del
altar, sin protestas, a las niñas acólitas que ha heredado, y para dar una nota
festiva, las ha transformado en un conjunto de hijas de María con albas blancas,
que se ubican a los costados de la nave, como los scouts con uniforme y los
miembros del coro.
7)
Finalmente, don Milan recuerda también la salvaguardia de los usos o
privilegios litúrgicos locales: ¿permite tal cosa el motu proprio Summorum
Pontificum y la instrucción que lo acompaña, y subsisten tales usos en Francia?
Pbro.
Claude Barthe: Siempre han existido en Francia y en otras partes costumbres,
legados de antiguos usos de Iglesias locales que se ha conservado hasta la
reforma de Pablo VI, y que, por consiguiente, Summorum Pontificum autoriza,
puesto que se vuelve a poner las manillas del reloj en 1962, justo antes del
diluvio. Quise decir “del Concilio”, excúseme… Siempre han existido también
costumbres piadosas que se han agregado al desarrollo de la ceremonia. Las
grandes iglesias de Francia tenían un ujier que recorría las naves para
mantener el orden, en particular durante los desplazamientos para comulgar, que
golpeaban el suelo con su alabarda para el momento en que había que
arrodillarse. Conocí al ujier de Notre-Dame de Paris, que ha debido estar en
funciones hasta mediados de los años sesenta; otro ha reaparecido en
Saint-Nicholas-du-Chardonnet unos diez años después. Algunas parroquias y
comunidades han restablecido también la costumbre, antes muy popular en las
misas mayores, de la distribución del pan bendito: se presenta al celebrante
algunos panes, generalmente un bollo con anís, según las provincias, quien
los bendice en el ofertorio, para ser repartidos después, en trozos, del tamaño
de un bocado, que se distribuye a los asistentes al fin de la misa. En ciertas
comunidades religiosas, hasta los años 70, se bendecía el Sábado Santo un
cordero que se consumía en el almuerzo del día de Pascua. Existen también las
fanfarrias de San Huberto que tocan con cornos durante la misa (he conocido
también, en mi infancia, la fanfarria municipal que tocaba para el 11 de
noviembre, presididas por la bandera, que se inclinaba durante las
elevaciones). Me dirá Ud. que todo eso es un poco folclórico, pero es popular.
Más propiamente litúrgico, y muy francés, es la costumbre de que los chantres,
revestidos con capas, oficien no solamente en las vísperas, sino también en las
misas mayores, ojalá delante de un gran atril, lo que tiene gran prestancia.
[1] La messe traditionnelle dans tous ses état, Paris, Editions de L’Homme nouveau, collection Paix Liturgique, 52 pp.
[2] Barthe, C., La Messe à l’endroit. Un nouveau mouvement liturgique, Paris, Editions de L’Homme nouveau, collection Hora Decima, 2010, p. 75.
Actualización [25 de enero de 2017]: La editorial francesa Via Romana publicó en octubre de 2016 un nuevo libro del Rvdo. Claude Barthe, intitulado Historia del misal tridentino y sus orígenes (Histoire du missel tridentin et de ses origins). El libro, de momento sólo disponible en francés, ha sido reseñado en la versión española del sitio Paix Liturgique.
Actualización [25 de enero de 2017]: La editorial francesa Via Romana publicó en octubre de 2016 un nuevo libro del Rvdo. Claude Barthe, intitulado Historia del misal tridentino y sus orígenes (Histoire du missel tridentin et de ses origins). El libro, de momento sólo disponible en francés, ha sido reseñado en la versión española del sitio Paix Liturgique.
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