jueves, 4 de febrero de 2016

Cómo introducir en las parroquias la forma extraordinaria de un modo pacífico y estable

Durante el I Congreso Summorum Pontificum celebrado en la ciudad de Santiago de Chile, el Rvdo. don Milan Tisma, titular de la Parroquia de San Juan de Dios en la Población Buzeta, comuna de Cerrillos, y capellán de la Asociación Litúrgica Magnificat, ofreció una interesante conferencia sobre su experiencia celebrando ambas formas del rito romano (véase aquí el reporte que publicamos sobre dicho congreso). 

En esa ocasión llamó a recuperar el sentido de lo sagrado, a poner a disposición de los fieles el tesoro de la liturgia tradicional y a contribuir, por medio de una eficaz acción pastoral, a la reconciliación y a la paz litúrgica dentro de la Iglesia. Su intervención finalizó con algunas directrices de orden práctico para introducir la celebración de la forma extraordinaria en una comunidad, atendiendo a los criterios de gradualidad y de incremento. Paix Liturgique, que envió un corresponsal a cubrir el congreso, ha publicado una de sus cartas donde se relata la ponencia del Rvdo. Tisma. La Redacción la ha traducido del francés para ofrecerla a nuestros lectores (hay también una versión en inglés, que puede revisarse aquí). 

El texto se completará próximamente con la traducción de la entrevista hecha por el mismo sitio Paix Liturgique (difundida después por varios sitios afines) al Rvdo. Claude Barthe, conocido promotor de la forma extraordinaria, donde se comentan los consejos y comentarios formulados por nuestro capellán en la nota que enseguida reproducimos con algunas correcciones. 

El Pbro. don Milan Tisma durante el I Congreso Summorum Pontificum de Santiago (2015) 

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Cómo introducir en las parroquias la forma extraordinaria de un modo pacífico y estable

Volvemos de nuevo esta semana a la conferencia, muy interesante y original, leída por el Pbro. don Milan Tisma, como resumen del primer Congreso Summorum Pontificum de Chile, realizado en julio de 2015.

Don Milan Tisma es capellán de la asociación Magnificat, capítulo chileno de la Federación Una Voce, y es también titular de la parroquia San Juan de Dios, en la comuna de Cerrillos de la cuidad de Santiago. El Pbro. Tisma celebra la Misa tradicional desde su ordenación, en 1997, por el Cardenal Oviedo, en aquel entonces arzobispo de Santiago de Chile, y quien siempre fue un firme apoyo en su vocación.

Don Milan, que ha conocido la Misa tradicional desde sus años de colegio gracias a un padre jesuita que era, en aquel tiempo, capellán de Magnificat, tiene una larga y original experiencia, que le ha servido de base para dirigirse a los participantes del congreso Summorum Pontificum de Santiago sobre el tema de la celebración de la forma extraordinaria en el ámbito de una parroquia.

Expondremos a continuación los puntos más importantes de la conferencia de don Milan.

I. Recuperar el sentido de lo sagrado.

Desde mucho antes de convertirse en el Papa del motu proprio Summorum Pontificum (2007), el cardenal Ratzinger explicaba ya, con constancia y claridad, por qué la crisis de la Iglesia depende del modo cómo tratamos la liturgia. Posteriormente, ha insistido a menudo en el hecho de que la pérdida del sentido de lo sagrado es un elemento fundamental de esta secularización, que ha enfrentado vigorosamente a lo largo de su magisterio pontifical.

Y porque una de las consecuencias más evidentes y dramáticas de la reforma litúrgica es, precisamente, esta pérdida del sentido de lo sagrado, el Pbro. Tisma afirma que el redescubrimiento de dicho sentido debe ser el objetivo primero de toda renovación litúrgica parroquial.

Apelando a la definición de lo sagrado formulada por el teólogo luterano alemán Rudolf Otto (1869-1937)[1] como “mysterium tremendum et fascinans”, don Milan cree que el regreso del hombre contemporáneo hacia lo sagrado pasa, precisamente, por el reencuentro con el más perfectamente “terrible” y “fascinante” de los misterios, a saber, la irrupción del Cielo en la Tierra en la persona de Nuestro Señor Jesucristo. ¿Qué puede haber de más terrible y fascinante, para los mortales que somos, que la Encarnación del Hijo de Dios, Su Vida, Su Muerte y Su Resurrección?

 S.E.R. Mons. Alexander Sample, arzobispo de Portland (Oregon), celebra una Misa Pontifical 
conforme a la forma tradicional del rito romano (Foto: blog Liturgy Guy)

La liturgia católica, tradicionalmente “Casa de Dios y Puerta del Cielo”, como la Virgen María, ha sido desde antiguo el fiel reflejo de este gran misterio constituido por el descenso del Cielo a la Tierra. Desgraciadamente, la liturgia moderna ha perdido su capacidad de atracción al volver la espalda al mysterium tremendum. La pérdida del carácter sacrificial de la Santa Misa –tema recordado frecuentemente en nuestras cartas, incluyendo por ejemplo, hace poco, el discurso del cardenal Ranjith al congreso eucarístico indio (carta 517) y las 10 razones para escoger la liturgia tradicional expuestas por el profesor Kwasniewski (carta 514 [nota de la Redacción: en esta bitácora está publicada una traducción directa del inglés de este artículo])- en el misal de Pablo VI y su traducción a las lenguas vernáculas, ha abierto el camino a su negación por un número demasiado grande de celebrantes, ya sea que se pongan incluso –literalmente- a bailar alrededor del altar, ya sea que se contenten con conmemorar únicamente el banquete pascual. Ahora bien, sin sacrificio, no hay misterio. Ni tremendum ni fascinans. 

El Pbro. Tisma agrega, por otra parte que, sin misterio, la liturgia deja de ser una epifanía (manifestación) de la gloria y de la perfecta santidad de Dios.

Para don Milan resulta claro que “el apostolado de la forma extraordinaria puede y debe colaborar a la recuperación de este sentido del misterio”. Ya sea rezada, o cantada, o solemne, la Misa tradicional lo tiene todo para despertar el sentido y, por lo tanto, el deseo de lo sagrado en nuestros contemporáneos. Corresponde a los sacerdotes, especialmente los párrocos, saber usarla atinadamente para producir un shock –en el sentido médico del término- en sus ovejas, sin causar en ellas una reacción adversa.

II. Contribuir a la paz litúrgica.

A 12.000 kilómetros de Nanterre, donde nació la aventura de Paix Liturgique, hay un párroco para quien la celebración in utroque usu, en una forma como en la otra del rito romano, es, sin duda alguna, un instrumento de la paz litúrgica. Para el Pbro. Tisma los curas tienen el deber de obrar la reconciliación entre los fieles, sin excepción, por todos los medios litúrgicos a su disposición, comenzando por la celebración regular de la forma extraordinaria en su parroquia para quienes la deseen. ¿Qué mejor?

III. (Re)construir una casa común.

Desde la reforma litúrgica, hay muchas generaciones de cristianos que no han conocido sino una liturgia devastada, deformada y superficial. Y han perdido, de este modo, no solamente el conocimiento y el gusto de lo sagrado, sino también su casa común, aquello que Klaus Gamber (1919-1989) llamaba “Heimat”, la “pequeña patria”, la localidad de origen, el hogar propio, de los católicos.

 P. Klaus Gamber (1919-1989)

Esta pequeña patria se ha perdido porque ya no existen dos Misas idénticas en todo el orbe, puesto que de una iglesia en otra, de un domingo al siguiente, los sacerdotes celebran según entienden, como pueden, como quieren. Privado de esta pequeña patria común, el católico se transforma en un apátrida litúrgico, un fiel sin un lugar seguro donde nutrir su fe y reposar. “Nosotros, los párrocos -afirma el Pbro. Tisma- podemos y debemos ayudar a reconstruir esta pequeña patria para ofrecer de nuevo un hogar a nuestros fieles”. Es ahí donde interviene la contribución que los sacerdotes pueden hacer a la reforma de la reforma: “Podemos ser los actores del enriquecimiento mutuo, dando vida a las dos formas del rito romano, la una junto a la otra”.

IV. Obrar gradualmente.

¡Cuidado con responder a la revolución con una contra-revolución y engendrar así el desorden!

El Pbro. Tisma no vacila en absoluto al momento de establecer la primera norma para la introducción en las parroquias, de modo durable y perenne, de la forma extraordinaria: la gradualidad. Ir demasiado rápido o con demasiada intensidad es una tentación que hay que resistir, porque normalmente debe llevarse a cabo toda una reeducación litúrgica entre los fieles. Los cambios litúrgicos deberían ir acompañados de una catequesis adecuada sobre la liturgia misma, su estructura, su calendario, el servicio del altar, pero también sobre la música, los ornamentos, el uso del latín, etcétera.

Por otra parte, pocas parroquias pueden, de un día para otro, encontrar los recursos necesarios para la celebración litúrgica tradicional, ya que ellos a menudo han sido vendidos, dilapidados o destruidos después del concilio.

Otro principio mencionado por don Milan es el de la continuidad. Con una cita del profesor Kwasniewski, nos invita a aprovechar el carácter permisivo de las rúbricas del nuevo misal para escoger, cada vez que sea posible, aquello que parezca más en continuidad con la tradición anterior [nota de la Redacción: la mención hace referencia al artículo que publicamos, traducido al español, en esta entrada]. Este principio complementa la regla de la gradualidad y permite, tanto a los fieles como a quienes ayudan a la Misa, asimilar poco a poco “la nueva liturgia de Benedicto XVI”.

V. Concretamente, visiblemente.

He aquí las iniciativas que, apoyándose en su propia experiencia, propone el Pbro. Tisma a los párrocos que deseen reorientar su liturgia, a fin de dar a Dios, de un modo perdurable, el culto que le es debido. La directiva principal es sencilla: poner nuevamente a Cristo en el centro de la atención.

El presbiterio debe volver a ser el templo del Señor, y ya no más la escena donde se agita el celebrante. El párroco, con la ayuda de su sacristán, debe seguir el ejemplo de Benedicto XVI y reponer la cruz y los candelabros sobre el altar. Eventualmente, y si es posible, debe poner más atrás el altar moderno, si es que está demasiado cercano a la nave. La idea es no tener ya sino un solo altar, para ofrecer a los fieles una sola pequeña patria.

Además, como lo recuerda Klaus Gamber, el altar debe estar vestido y revestido. En su parroquia don Milan ha restablecido el uso del antipendio. Ello proporciona una estabilidad visual a los fieles y permite acostumbrarlos a los tiempos litúrgicos mediante el cambio del color del frontal, cuando ello es posible. 

La etapa siguiente, una vez que se ha restaurado el presbiterio, es la celebración versus Deum, que debe ser acompañada de una adecuada catequesis. El Pbro. Tisma ya lo había hecho, por su parte, durante el Adviento, con ocasión de iniciarse un nuevo año litúrgico.

 Sacerdote celebra ad orientem la Santa Misa según el rito reformado (Novus Ordo Missae)

Enseguida, el Pbro. Tisma propone usar los tiempos fuertes del año litúrgico para que los fieles descubran progresivamente la forma extraordinaria, usando la gradualidad propia de la liturgia tradicional –véase nuestras tres cartas sobre “La misa tradicional en todas sus formas”, que acaban de ser recopiladas en una pequeña obra[2]. En su parroquia, don Milan se ha apoyado en una instrucción del episcopado chileno que data de 1960, aplicable por lo tanto al misal de san Juan XXIII, que fomenta la misa llamada “comunitaria”, que es de hecho una misa rezada pero con un laico que guía a la asamblea en las actitudes de oración y en los cantos [nota de la Redacción: se trata del Directorio Pastoral para la Santa Misa aprobado por la Asamblea Plenaria del Episcopado Chileno en 1960, el que puede ser consultado aquí].

VI. En el transcurso de la celebración.

Los consejos que siguen se refieren a la celebración de la forma ordinaria. El Pbro. Tisma las ha expuesto, sobre todo, en respuesta a la petición de los participantes en el congreso. No se trata de normas rígidas, sino más bien de sugerencias que pueden ser adoptadas una a una por cada sacerdote, en función de las circunstancias de la parroquia en la que se desempeña y de su preparación personal.

He aquí, para comenzar, las que se refieren a los aspectos públicos de la celebración:

  • recitar el Credo en latín.
  • omitir el signo de la paz durante la semana.
  • fomentar los momentos de silencio.
  • restablecer el uso del incienso en las Misas dominicales o en los días de fiesta.
  •  dar regularmente una catequesis sobre la comunión.
  •  practicar la Adoración del Santísimo, y dar una catequesis sobre el arrodillarse.
En lo que respecta más personalmente al celebrante:

  • preparar las ofrendas en silencio.
  • mantener el pulgar y el índice unidos después de la consagración.
  • purificarse los dedos, después de la comunión, con vino y agua, según la práctica tradicional.
  • inclinar la cabeza al mencionar a las tres Personas de la Santísima Trinidad, de Jesús, de María, del Santo Padre y del Santo del día.

Para los sacerdotes que han avanzado más en el acercamiento a las dos formas del rito romano, sea que celebren ya la forma extraordinaria o que deseen solamente familiarizarse con ella, don Milan propone, por último, los siguientes ejercicios de devoción privada: recitar el salmo 42 (el de las oraciones al pie del altar) al dirigirse desde la sacristía al altar; recitar el Aufer a nobis, al subir al altar; recitar las tres oraciones de la comunión en el momento de silencio que sigue al Agnus Dei; y recitar el último evangelio (el Prólogo de San Juan) al dejar el altar. Además, nada impide que el sacerdote use el birrete o el manípulo, si lo desea.

Agregaremos que, en respuesta a la pregunta de un sacerdote extranjero, don Milan ha explicado que, por razones históricas, la celebración de la forma extraordinaria estuvo a menudo caracterizada por una fuerte influencia francesa. Pero Chile es de tradición española. Por lo tanto, don Milan se esfuerza, y con él la Asociación Litúrgica Magnificat, por defender y promover los usos españoles como, por ejemplo, la mención del santo titular de la iglesia en el rezo del Confiteor, el empleo de la cucharilla para agregar agua al vino vertido en el cáliz, el de la palmatoria en la comunión o el de los ornamentos azul claro para las fiestas de la Inmaculada.

Todos los elementos mencionados por el Pbro. Tisma concurren para ofrecer a los fieles la patria pequeña más bella y acogedora, de la cual sólo Cristo es el único y eterno soberano.

VII. ¿Quiénes son los fieles?

Para terminar su riquísima y original intervención, el Pbro. Tisma ha querido hacer un bosquejo de los fieles que, luego de casi 20 años, ve aproximarse y acostumbrarse a la liturgia tradicional. Y lo maravilloso es que esta descripción es claramente universal.

 Fieles durante una Misa celebrada conforme al Usus antiquior

“Están, en primer lugar, los veteranos que se acuerdan de la pequeña patria de su infancia, que pueden recitar la Misa de memoria, que han atravesado los años de conmociones y que portan cicatrices, pero que miran con esperanza las señales de una nueva paz litúrgica; están, enseguida, los heridos por la nueva misa, que han sufrido los desvaríos de la liturgia posconciliar y se sienten sin hogar; finalmente, están los jóvenes ávidos de lo sagrado, que navegan por Internet buscando lo que llaman “la nueva misa de Benedicto XVI”. Por cierto, en cada una de estas categorías hay simples curiosos, aficionados y también fanáticos. Pero, agrega con una sonrisa, no más que en la forma ordinaria”.

Notas:

[1] En su obra Das Heilige (1917), disponible en francés: Le Sacré, Payot, 1995 [nota de la Redacción: también hay edición española: Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios, Madrid, Alianza Editorial, 2001].

[2] La Messe traditionnelle en tous ses états [La Misa Tradicional en todas sus formas. Explicación de los diversos tipos de celebración: misa pontifical, misa solemne, misa rezada], Edition de L’Homme nouveau, collection Paix Liturgique, prefacio del Pbro. Claude Barthe, 2015 [nota de la Redacción: para quien le interesa, el libro puede ser comprado aquí].

Actualización [5 de febrero de 2016]: El sitio italiano Messa in Latino ha publicado una breve entrada, en que se da cuenta de la conferencia de don Milan Tisma, recomendando su lectura a quienes siguen la señalada bitácora. La entrada puede leerse aquí (en italiano).

Actualización [17 de febrero de 2016]: Hemos publicado hoy la entrada prometida con la entrevista hecha por el sitio Paix Liturgique al Rvdo. Claude Barthe a propósito del artículo sobre la conferencia que hemos reproducido (traducida al español) arriba. Puede verse dicha entrada aquí

Actualización [13 de abril de 2018]: En esta entrada, el Rvdo. Milan Tisma ha expuesto algunas ideas para introducir la Misa tradicional en las parroquias. Siempre hemos creído que lo natural es que ella se inserte normalmente en la vida parroquial, como una manera distinta de celebrar, pero que no por eso deja de estar al alcance de los fieles. La Misa que la Iglesia celebró por tantos siglos no puede quedar relegada a grupos aislados y que reúnen en lugares casi recónditos, porque así no se logra la concordia que deseaba Benedicto XVI al dictar el motu proprio Summorum Pontificum. Una solución que satisface parcialmente este fin es el de la erección de parroquias personales para el rito tradicional, como hizo el propio Papa en Roma para llevar a efectos las disposición por él dictadas. Desde Estados Unidos llega la noticia que S.E.R. Charles Chaput, Arzobispo de Filadelfia, ha erigido una cuasi-parroquia para la forma extraordinaria, la que ha quedado confiada a la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro. 

Actualización [7 de febrero de 2019]: El sitio New Liturgical Movement ha publicado una entrada relativa a la publicación de un hermoso y cuidado libro conmemorativo sobre la que probablemente fue la primera parroquia personal dedicada exclusivamente al usus antiquior luego de la puesta en marcha de la reforma litúrgica. Se trata de la  parroquia de San Clemente, en Ottawa (Canadá), comunidad que en 2018 cumplió cincuenta años de existencia y que actualmente está confiada a la Fraternidad de San Pedro (FSSP). Pese a que fue erigida formalmente como parroquia recién en 1997 y que cuenta con una iglesia propia solamente desde 1993, el grupo de fieles que dio lugar a ella, preocupados por el curso que estaban tomando las reformas litúrgicas, se reunió en 1968 para dar lugar, en la práctica, a una verdadera cuasiparroquia. Los fieles tuvieron la fortuna de encontrar en aquel entonces un pastor verdaderamente preocupado de la salus animarum de los fieles confiados a su cuidado, el otrora arzobispo de Ottawa, Mons.  Joseph-Aurele Plourde (1915-2013), quien acogió favorablemente la petición de los fieles y dispuso que un sacerdote, capellán de las Hermanas Adoradoras de la Preciosa Sangre, celebrara cada domingo para el naciente coetus una Misa rezada de acuerdo con los libros litúrgicos vigentes en 1962 . Para quienes se interesen en el libro, en el enlace precedente pueden encontrar la información necesaria para adquirirlo.

Actualización [5 de abril de 2019]: Life Site News ha publicado un esperanzador reportaje (el original, en inglés, puede verse aquí, incluyendo un breve video de un reportaje de un canal de televisión local) de cómo el retorno de la Misa tradicional a la histórica parroquia de St. Mary's (fundada en 1853) en Providence, Rhode Island (EE.UU.), aumentó considerablemente el número de fieles y las donaciones y colectas, lo cual permitió evitar el cierre inminente de la parroquia. Hasta que en agosto de 2018 el obispo de Providence, Mons. Thomas J. Tobin, decidió encomendar la parroquia a la Fraternidad de San Pedro (FSSP), la congregación había estado luchando en contra de una dramática reducción en el número de fieles.

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