martes, 26 de julio de 2016

Un obispo de Benín evoca su Misa con San Juan Pablo II para recomendar que se celebre «cara al Señor»

Con ocasión de la conferencia pronunciada por el cardenal Sarah en el congreso Sacra Liturgia 2015 (véase aquí), ha vuelto a estar en discusión la orientación del sacerdote cuando celebra la Santa Misa. Hace algunas semanas, el sitio Religión en libertad publicó un artículo donde el arzobispo de Parakou (Benín), S.E.R. Pascal N'Koue, evoca su Misa con San Juan Pablo II para insistir sobre la importancia de volverse hacia el Señor cuando se celebra el Santo Sacrificio del altar.  Por su interés, reproducimos ese artículo con algunas correcciones de estilo y destacados de la Redacción

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El arzobispo de Parakou (Benín), Pascal N'Koue, se ha hecho eco en su boletín diocesano de julio de las palabras del cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en el sentido de que la celebración de la Santa Misa "cara al pueblo" no fue un deseo del Concilio Vaticano II y de que es más acorde a la tradición litúrgica cristiana hacerlo "cara al Señor" o "hacia Oriente".

Monseñor N'Koue, de 57 años, doctor en Teología y licenciado en Derecho Canónico, trabajó como diplomático para la Santa Sede en Panamá antes de ser nombrado en 1997 obispo de Natitingou, su diócesis natal, y en 2011 arzobispo de Parakou. Ordenado sacerdote en 1986, tres años después tuvo ocasión de concelebrar con San Juan Pablo II en su capilla privada. Fue la primera vez que vio hacerlo "hacia el Señor" en vez de "cara al pueblo". "¡Qué recogimiento! Me marcó para toda la vida", explica en el editorial de su boletín.

El arzobispo de Parakou cita al entonces cardenal Joseph Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y al cardenal Sarah para explicar la importancia de este gesto litúrgico y la significación de que celebrante y fieles miren juntos en dirección a Jesús Resucitado: "Tenemos derecho a la verdad. Porque a menudo la ignorancia, las ideologías de corto alcance y la falta de información objetiva crean y mantienen un clima de sospecha e incluso de desprecio hacia gestos y símbolos que hay que fomentar. Y esto perjudica al silencio sagrado, a la vida interior y a la unidad de los corazones", concluye el prelado.

Monseñor N'Koue se ha mostrado siempre muy preocupado por las cuestiones litúrgicas. En 2013 publicó en el boletín Vida diocesana un artículo sobre "El arte de celebrar bien" con numerosas indicaciones prácticas para sacerdotes y fieles (véase aquí el texto en español).


San Juan Pablo II celebrando Misa durante una visita a su natal Polonia en 1999

Reproducimos a continuación el texto íntegro del editorial del arzobispo de Parakou, que menciona también las costumbres similares de otras comunidades religiosas. En Benín un 35% de la población es cristiana (mayoritariamente católicos), un 20% musulmana, y el resto practica las religiones tradicionales africanas.

Un cardenal sacude las ideas que hemos recibido

“Quiero recordaros que la celebración versus orientem [hacia Oriente] está autorizada por las rúbricas del misal (de Pablo VI), que precisan los momentos en los que el celebrante debe volverse hacia el pueblo. Por tanto no hace falta ninguna autorización especial para celebrar cara al Señor”, dice el cardenal Robert Sarah.

Y he aquí lanzado de nuevo el viejo debate. ¿Debe el sacerdote en el altar situarse cara al pueblo o dar la espalda a los fieles hacia Oriente, donde sale el Sol? El autor del gran libro Dios o nada zanja la cuestión: “El Concilio jamás pidió que se celebrase cara al pueblo”.

La primera vez que tuve el privilegio de concelebrar con el Papa Juan Pablo II, en su capilla privada en el Vaticano, el altar estaba pegado a la pared. Todos (los celebrantes y el pueblo) estábamos juntos dirigidos en la misma dirección, hacia el altar para la celebración del Santo Sacrificio. ¡Qué recogimiento! Me marcó para toda la vida. Desde ese día, siempre me ha insatisfecho la posición de los altares entre el sacerdote y el pueblo, para celebrar cara a cara.


El entonces Arzobispo de Cracovia, Karol Józef Wojtyła,celebrando la Misa conforme al Usus antiquior

Siempre se me había dicho que había sido el Concilio Vaticano II quien lo había decretado. Otro argumento que se da a menudo es que no sería cortés celebrar la Misa “dando la espalda al pueblo”. Pero allí, en 1989, yo estaba en la capilla del Papa Juan Pablo II, quien también participó en el Concilio. Y el Papa, esa “roca inquebrantable”, no podía fomentar algo inapropiado y faltar a la cortesía al Pueblo de Dios. Entonces, ¿qué pensar?

En eso estaba yo cuando un día descubrí un libro de gran valor. Esto es lo que leí: “Después del Concilio (que no menciona el volverse hacia el pueblo), en todas partes se dispusieron nuevos altares, hasta el punto de que la orientación de la celebración versus populum [hacia el pueblo] parece hoy consecuencia de la renovación litúrgica querida por el Concilio Vaticano II”. Es un extracto de El espíritu de la liturgia, del cardenal Joseph Ratzinger, luego papa Benedicto XVI.

Más adelante, escribe esto: “Antes al contrario, la orientación de todos hacia el este durante el canon (o plegaria eucarística) sigue siendo esencial. No se trata de un elemento accidental de la liturgia. Lo importante no es mirar al sacerdote, sino dirigir una mirada común hacia el Señor. No se trata aquí de diálogo, sino de una adoración común”. Y el antiguo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe concluía su alegato con este matiz: “No se trata de refugiarse en un pasado romántico y lejano, sino de redescubrir la esencia de la liturgia cristiana”.

Efectivamente, el Concilio Vaticano II no ofrece ninguna directriz sobre la posición del sacerdote en el altar. Sobre la base de un error de interpretación sobre la posición de la basílica de San Pedro, después del Concilio los liturgistas exhortaron abundantemente a celebrar cara al pueblo: “Por motivos puramente topográficos, que no detallaremos, resulta que el ábside de la basílica de San Pedro mira al oeste. Si el sacerdote celebrante, en conformidad con la tradición de la oración cristiana, quería hacerlo hacia el este, lógicamente tenía que volverse hacia el pueblo. Bajo esta influencia, algunos arquitectos copiaron esta disposición en muchas iglesias, lo que otorgó valor de referencia a esa costumbre. En el siglo XX, la renovación litúrgica se apropió de ese modelo hipotético para elaborar un concepto nuevo: la celebración de la Eucaristía versus populum [hacia el pueblo]; por ese motivo el altar, según la 'norma' de San Pedro, debía estar dispuesto de tal forma que el sacerdote y el pueblo se mirasen uno a otro para formar juntos el círculo de celebrantes. Sólo eso, se pensó entonces, podía corresponder al espíritu de la liturgia cristiana y a la consigna de la participación activa, y hacer así la celebración litúrgica moderna fiel al prototipo de la Santa Cena” (El espíritu de la liturgia).


Ahora bien, la oración litúrgica hacia Oriente no sólo tiene en cuenta la tradición que remonta a los orígenes del cristianismo, sino también tiene en cuenta al cosmos. Esta posición tiene en cuenta el pasado y nos dispone a caminar hacia el reino del mundo futuro. Es verdad que esta posición dejó de ser obligatoria en el siglo XVI, pero hay interés en redescubrirla: "La orientación de las iglesias dejó de ser obligatoria en el siglo XVI; pero, salvo razones específicas, en este asunto es preferible seguir la tradición. Esta orientación nos recuerda que nuestros corazones deben volverse hacia Jesucristo, el divino Sol de Justicia, el auténtico Sol venido del cielo para visitarnos” (La liturgie, colección Encyclopédie de la Foi, Clovis, 2004).

Si nos fijamos en los musulmanes, el imán y sus fieles se dirigen todos hacia el este, hacia La Meca, para rezar. Si nos fijamos en la religión tradicional africana, ocurre lo mismo: el sacrificador y sus adeptos se vuelven conjuntamente hacia lo que representa la divinidad (una montaña, una fuente, un árbol, etcétera) para ofrecerle el sacrificio a Dios. Nadie piensa que el sacrificador esté dando la espalda a los demás.

En el Antiguo Testamento, todas las sinagogas estaban orientadas hacia el Templo de Jerusalén. Todas las grandes religiones se vuelven hacia algo sagrado o hacia alguna divinidad. El hombre, que no es un espíritu puro, necesita de esa orientación, aunque Dios esté en todas partes. Me pregunto si la inculturación litúrgica en África no debería comenzar por la orientación y la posición del sacerdote que sacrifica en el altar [nota de la Redacción: véase la entrada relacionada que publicamos respecto de la Misa tradicional celebrada en las reservaciones indígenas de Estados Unidos]. 

Un último testimonio, y no menor, porque viene de aquel a quien el Papa Francisco ha confiado la liturgia en la Iglesia: me refiero al cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Él llama a una conversión interior para poner de nuevo a Dios en el centro de la liturgia: “Convertirse es volverse hacia Dios. Estoy profundamente convencido de que nuestros cuerpos deben participar en esa conversión. La mejor forma, ciertamente, es celebrar –sacerdotes y fieles- dirigidos conjuntamente en la misma dirección: hacia el Señor que viene. No se trata, como se escucha a veces, de celebrar de espaldas a los fieles o de frente a ellos. El problema no es ése. Se trata de volverse juntos hacia el ábside, que simboliza el Oriente o trono de la Cruz del Señor resucitado. Celebrando así experimentamos, también corporalmente, la primacía de Dios y de la adoración”. Y el cardenal propone concretamente esta orientación común “al menos en el rito penitencial, en el canto del Gloria y en la plegaria eucarística” (entrevista al semanario Famille Chrétienne, núm. 2002, 28 de mayo de 2016). Yo añadiría también que durante la oración de los fieles.


S.E.R. Pascal N'Koue inagura la Puerta Santa con ocasión del Año Jubilar de la Misericordia

Tenemos derecho a la verdad. Porque a menudo la ignorancia, las ideologías de corto alcance y la falta de información objetiva crean y mantienen un clima de sospecha e incluso de desprecio hacia gestos y símbolos que hay que fomentar. Y esto perjudica al silencio sagrado, a la vida interior y a la unidad de los corazones.

A veces la orientación común hacia Oriente no es posible. ¿Qué hacer entonces? En ese caso, el cardenal Ratzinger recomienda que miremos todos hacia la Cruz situada en mitad del altar. Ella nos recuerda el Calvario. Es preciso que sea grande y visible desde lejos. Debe tener “personalidad” sobre el altar e incluso dominar. El Señor es el punto de referencia para el sacerdote y los fieles. Volvámonos hacia Él. Él es el Sol de la Historia, la luz que no se apaga, el Sol eterno que orienta nuestras vidas. Él volverá. Y nosotros caminamos hacia Él a su encuentro.

Actualización [7 de septiembre de 2016]: El sitio One Peter Five ha publicado una noticia (aquí, en inglés), en la que informa sobre el reciente anuncio de S.E.R. Mons. Robert Morlino, obispo de Madison (Wisconsin, EE.UU.), relativo a su decisión de celebrar todas las Misas que presida en la catedral de la diócesis ad Orientem. Mons. Morlino es un gran amigo de la liturgia tradicional, y ahora ha acogido también el llamado reciente del Cardenal Robert Sarah para celebrar el Novus Ordo hacia el Oriente, garantizando así una mayor continuidad con la liturgia tradicional. Es de esperar que muchos otros obispos en los EE.UU. y en el mundo sigan su ejemplo.

Actualización [20 de septiembre de 2016]: La bitácora El búho escrutador reproduce dos fragmentos de un libro de recuerdos de André Frossard, célebre converso francés, donde se refiere a las reflexiones de San Juan Pablo II acerca de la nueva Misa y la necesidad de buscar que ella fuese más contemplativa. 

Actualización [19 de diciembre de 2016]: El sitio Que no te la cuenten ha publicado una reveladora crónica sobre la misión evangelizadora de dos sacerdotes en el Tibet, donde cuentan cómo los tibetanos, principalmente paganos, acogieron con gran naturalidad el latín y pidieron de forma unánime la orientación versum Deum en la liturgia. Dice al respecto la crónica: 

Les dijimos que la Iglesia, por ser católica, es decir “universal”, tenía una lengua universal; lengua que ahora no se usa para hablar pero que sí debería usarse para rezar según los papas […]. Les preguntamos y respondieron que, para ellos, lo mejor sería usar esa lengua de la Iglesia, pues estaban deseosos de ser “católicos”, es decir, “universales” y así se sentirían mejor y en mayor unión con todos los católicos del mundo. Esta predicación me tocó hacerla a mí, en inglés, con un joven traductor al nepalí. [...]

En segundo lugar, la disposición del altar; esto le tocó al P. Federico. Les dijo que, en algunas iglesias católicas fuera de esta aldea remota, quizás ellos verían algún día que el cura mira a los fieles todo el tiempo, pero que, en realidad, el Sacrificio se está haciendo a Dios, y no a los hombres, por lo que les preguntó qué opinaban ellos: si el cura debía mirar como ellos hacia el crucifijo que colgamos en la pared o si debía mirarlos a ellos. Había allí una veintena de neófitos. Yo estaba allí, mirando y escuchando como un niño; al terminar el P. Federico de explicar y preguntar qué preferirían, todos, al unísono, dijeron: “¡mirando todos a Cristo!" ¡Me quedé helado! Era una prueba clarísima de que, esta gente sencilla y cuasi analfabeta, comprende mucho mejor que varios doctorcitos y teologuillos de renombre lo que implica el Santo Sacrificio de la Misa ¡Misa ad orientem en el Himalaya, por aclamación popular! ¡Si el cardenal Sarah lo supiera…!

1 comentario:

  1. "Todos ... estábamos juntos dirigidos en la misma dirección, hacia el altar para la celebración del Santo Sacrificio. ¡Qué recogimiento! Me marcó para toda la vida. Desde ese día, siempre me ha insatisfecho la posición de los altares entre el sacerdote y el pueblo, para celebrar cara a cara".

    Idéntico pensamiento tuvimos cuando universitario durante los años 1980 asistimos a un retiro en una casa en el campo chileno cuyo oratorio sólo tenía un altar 'ad orientem'. A lo que se sumó el hecho de escoger el celebrante el canon romano para la Misa novus ordo y en castellano.

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