Recientemente, un artículo del P. Peter Stravinskas en The Catholic World Report ha formulado diversas propuestas para "enriquecer" la llamada forma extraordinaria del rito romano (Usus antiquior) con elementos tomados de la forma ordinaria (Novus Ordo). Al tratarse muchas de estas propuestas de ideas que han sido reiteradamente sugeridas desde la trinchera de los liturgistas "progresistas", queremos ofrecer a nuestros lectores en dos entradas traducciones de dos refutaciones de los argumentos esgrimidos por el P. Stravinskas aparecidas en el sitio New Liturgical Movement. La primera de ellas, que publicamos hoy, es de el Prof. Peter Kwasniewski, cuyo original (en inglés) puede leerse aquí.
(Foto: New Liturgical Movement)
Una montaña rusa litúrgica:
Recientes propuestas para
14 “mejoras” a la Misa tradicional
Peter Kwasniewski
Peter Kwasniewski
Justo cuando uno cree haberse bajado
del vertiginoso y bamboleante carrito (o del barco azotado por las olas) del
cambio litúrgico, surge alguien, de impecable mentalidad reformista, que
propone dejar caer Sacrosanctum Concilium
sobre el usus antiquior, o volver a
1965, o pegotear la forma ordinaria con la forma extraordinaria, o alguna otra
monstruosidad por el estilo. Hay tantos proyectos de éstos que ya han sido
estudiados, agitados, discutidos y re-estudiados que uno hubiera pensado que ya
habíamos alcanzado un período de sano escepticismo en este asunto de meter mano
en aspectos que están casi siempre mejor que lo que se piensa. A medida que uno
va entrando en la intimidad de la Misa tradicional y conoce mejor su
estructura, sus oraciones, ceremonias y costumbres, va encontrando que todo
calza perfectamente.
En la edición de The Catholic
World Report del 31 de enero, el P. Peter Stravinskas ha publicado “Cómo puede
la forma ordinaria enriquecer la forma extraordinaria”. A medida que fui
leyendo sus 14 propuestas, no pude menos que advertir que casi todas ellas ya
han sido tema de artículos en New Liturgical Movement que critican lo que él
propone ahora. Debido a la complejidad de los temas y a que no hace falta
volver a escribir lo que ya está escrito, el presente artículo tomará la forma
de una serie de remisiones a los artículos que argumentan contra las ideas del
P. Stravinskas. Un buen punto de partida sería el siguiente: “¿Puede la Misa tradicional ser mejorada? ¿Debería intentarse mejorarla?”
Antes de abordar los 14 puntos, debo
decir que aprecio la honestidad del P. Stravinskas de admitir que el Novus Ordo no tiene casi nada que ver
con lo que los Padres dijeron en Sacrosanctum
Concilium, aunque estamos conscientes de que Bugnini y compañía dejaron en
el documento suficientes portillos de un tamaño tal como para dejar que lo
atraviese una flota de camiones. Pero vamos a lo nuestro.
1.
La adopción de un leccionario revisado.
No está claro por qué con la
expresión leccionario “más amplio” haya que entender un leccionario de varios
años de duración, ni mucho menos una revisión del leccionario que ya tenemos.
Las lecturas feriales ya existen en los ritos Occidentales y podría
recuperárselas, sin necesidad de realizar ninguna modificación sustantiva en lo
actualmente existente. Tal como sugerí en Resurgent in the Midst of Crisis,
se podría enriquecer sin problema las lecturas para las fiestas de los santos (por ejemplo, la fiesta de San Antonio de
Egipto podría perfectamente tener una lectura y evangelio que se refiriera a su
vida y prolongara su testimonio para la Iglesia de hoy: San Pablo acerca de
nuestra lucha, que no es contra la carne y la sangre, etc., y el evangelio de
“Ve, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres”, cosa que hizo el santo al
convertirse).
Aparte de cosas como ésta, la
adopción de un leccionario revisado que se extiende por varios años y que no
tiene nada en común con los precedentes históricos romanos sería un absoluto
desastre. Para consultar argumentos en contra de su contenido y estructura, véase
“Una historia de dos leccionarios: análisis cualitativo vs. análisis cuantitativo”, y las referencias adicionales que ahí se da.
2. La incorporación de nuevos formularios de Misas.
La incorporación de “material
eucológico histórico” a la Misa se llevó a cabo de un modo absolutamente
inorgánico, como que los comités de expertos arqueologizantes se reunieron a
discutir el producto de sus excavaciones: los huesos y dientes, las joyas y
placas que habían descubierto, de las cuales muchas, sin duda, estaban en
excelente estado, pero no aptas para ser injertadas simplemente mediante un fiat ejecutivo. En esta forma de
“enriquecimiento” hubo también una enorme cantidad de supresiones y de nuevas
redacciones progresistas; en otras palabras, distorsiones de la lex orandi. Esto ha sido sólidamente
documentado por Lauren Pristas. Me he referido al problema de “hacer liturgia”
mediante el método “cortar/copiar”, independientemente de cuán bueno es el
material usado, en mis conferencias “El espíritu de la liturgia en las palabras y acciones de Nuestra Señora”, y “No basta con ser reverentes: la importancia de la Tradición” (Nota del Editor [Nota de la Redacción: se refiere aquí y en lo siguiente al colaborador de New Liturgical Movement que editó el original en inglés, Gregory DiPippo]: véase también el siguiente artículo, sobre
el tema de hacer pedazos algunos textos antiguos y de recomponerlos, pegando de
nuevo sus partes, para crear textos nuevos: “Una Tradición simultáneamente “venerable” y “defectuosa””, y este otro artículo que proporciona dos ejemplos:
“Los prefacios del nuevo rito para adviento”).
3.
El aumento de las posibilidades de solemnidad.
Aunque concuerdo con el P.
Stravinskas en que la Misa cantada debiera ser la norma, o debiera ser al menos
mucho más frecuente, especialmente en domingos y fiestas (véase “El problema del predominio de la Misa rezada y la excepcionalidad de la Misa Solemne”), el
P. Kocik ha hecho ver el problema de los posibles fracasos del modelo de
incremento de solemnidad mediante el método “mezclar/pegar” (“Todo-o-nada frente a “Solemnidad progresiva”: una invitación al debate”).
Al respecto, Ben Yanque agregó una dosis de realismo (“Todo-o-nada frente a “Solemnidad progresiva”: una invitación al debate. Respuesta al P.Kocik”), y el
P. David Friel hizo excelentes observaciones aquí.
Misa solemne tradicional
(Foto: Una Voce Carmel)
4. La eliminación de recitaciones duplicadas.
El P. Stravinskas objeta que, en la
Misa solemne, se exija al sacerdote recitar varios textos que son
simultáneamente cantados por otros ministros. Es verdad que ciertas familias
monásticas han omitido estas recitaciones, lo que en su caso parece haber funcionado
bien. Sin embargo, no está en absoluto claro que en el clero secular o los
fieles exista ninguna petición o aspiración en este sentido. Hay un argumento
en contra de esta idea en “¿Corresponde que el sacerdote recite todos los textos de la Misa?”
5. La restauración de la procesión del ofertorio y de la oración de los fieles.
La “procesión del ofertorio”, tal
como fue diseñada por el Consilium,
no tiene ningún precedente histórico en Occidente, sino que es una creación fantasiosa
fundada, aparentemente, en la costumbre del pueblo de entregar pan y vino antes
del comienzo de la ceremonia (véase el artículo de Paul Bradshaw “Gregory Dix y la procesión del ofertorio”). En su forma actual, parece ser simplemente otro
método de distribuir tareas entre el laicado, como un plan de empleos para los cesantes en
los tiempos de la Depresión.
En lo relativo a la oración de los
fieles (o intercesión general), véase, en contra: “La distractiva oración delos fieles”, con la nota adicional añadida por el P. Friel aquí.
Sí, se podría rezar esas oraciones, pero ¿para qué? En el Canon romano y varias
otras oraciones de la Misa se reza por todas las cosas por las que pedimos
habitualmente.
6. La reordenación del rito de despedida.
Si se entiende la Misa como el
ofrecimiento del Santo Sacrificio, entonces el Ite missa est resulta perfectamente apropiado cuando el
ofrecimiento ya está cumplido, es decir, después de la postcomunión. La
bendición al pueblo es algo que apareció posteriormente –y es muy bienvenida,
igual que el Ultimo Evangelio-. Luego que el pueblo responde Deo gratias, el sacerdote se da vuelta
para rezar una última oración, el Placeat
tibi, que permite a los fieles arrodillarse para recibir la bendición del
sacerdote (Nota al margen: he aprendido a apreciar ese arrodillarse antes de la
bendición final, que me ha acostumbrado a valorar la bendición del sacerdote
como algo especial, tal como el rito tradicional de bendecir el agua bendita
nos enseña a apreciar este sacramental más que la apresurada pseudo-bendición
del Ritual de Bendiciones). El hecho de que ciertas cosas sean “agregados” no
significa que deban ser podadas, como lo admite el propio P. Stravinskas.
Bendición final
(Foto: TLM in Philadelphia)
7.
El traslado de la Fractio desde el Libera nos al Agnus Dei.
Aquí también los reformadores fueron
mucho más allá que lo que mandó el Concilio, alterando una antigua costumbre
sin ningún motivo comprensible. El Agnus
Dei es una adición posterior al Ordo de la Misa (y ciertamente muy valiosa) hecha por el Papa San Sergio I a fines
del siglo VII. La fracción, por su parte, es tan antigua y universal como la
Misa misma. La consagración separada del pan y del vino, también un rasgo
antiguo y universal de todos los ritos cristianos históricos, representa el
derramamiento de la Sangre de Cristo, es decir, la separación de su Sangre y su
Cuerpo, y por tanto, su Muerte. El rito de la fracción, en que ambos se reúnen,
representa la Resurrección.
De acuerdo con la antigua tradición
de la Iglesia de Occidente, el sacerdote hasta este momento se ha dirigido sólo
a Dios Padre en la oración desde el Prefacio hasta el Libera nos (una mínima cantidad de Secretas se dirigen al Hijo,
todas las cuales, salvo una, son adiciones tardías; en la mayoría de las Misas,
el sacerdote habla al Padre desde el comienzo del ofertorio, excepto la oración
Suscipe, Sancta Trinitas). Sólo
después de la fracción, que representa la Resurrección, se dirige al Hijo con
el Agnus Dei, mientras el coro lo
canta: el Cordero de Dios a quien San Juan contempla en la Corte celestial
aclamado por ángeles y santos: “El Cordero que fue degollado es digno de
recibir el poder, la divinidad, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y
la bendición”. Y sólo después de que ha terminado esto, invita el celebrante a
los fieles a entrar en la paz de Cristo Resucitado, con lo que comienza el rito
de la paz (el agregado de “siempre” a las palabras que el sacerdote dirige al
pueblo, “La paz del Señor esté siempre con vosotros”, que ocurre solamente aquí,
enfatiza esta visión de Cristo en la eternidad).
El desplazamiento moderno de la Fracción
al Agnus Dei convirtió uno de los
momentos más cruciales de la Misa en algo como pensado a último momento, que
por lo general no es advertido por los fieles, ocupados en estrecharse
mutuamente la mano.
8.
La aclaración de que la homilía es una verdadera parte de la sagrada liturgia.
Lo que habría que decir es, más
bien: que quede en claro que la homilía no es parte de la liturgia. ¡Por favor!
Ya es suficiente reservarla a quienes han sido ordenados para el oficio de
predicar, sin otorgarle el estatus de parte del culto público de la Iglesia, que
es llevado a cabo por Cristo, la Cabeza, en unión con sus miembros. Véase el punto
3 de este artículo.
9.
La conservación de la integridad del Sanctus.
Por el contrario, uno de los
momentos más bellos del antiguo rito es aquél en que el coro, que canta un Sanctus polifónico, se detiene después
del primer Hosanna, como si gritara
aclamaciones al Rey que viene, y se arrodilla en silencio, adora al Santísimo Sacramento
elevado, y reanuda el canto con palabras perfectamente adecuadas: “Bendito sea
El que viene en el nombre del Señor”, con un clamoroso Hosanna final al Hijo de David, exaltado a lo alto en su Carne y
Sangre glorificados, presente ahora sobre el altar (Nota del Editor: es
perfectamente esperable que todo el “corpus” de obras como ésta han de
desaparecer, ya que nadie va a querer esperar seis minutos para comenzar el
Canon).
10.
La adopción de las rúbricas de la forma ordinaria para el rito de la comunión.
En los ritos históricos de
Occidente, el celebrante es siempre quien canta el Padre Nuestro, sea en el
Oficio Divino o en la Misa, en su calidad de ministro del Sumo Sacerdote y de
representante de los fieles. Que esto es una antigua costumbre puede verse en
el hecho de que el canto desciende de tono en el Et ne nos inducas in tentationem (luego del tono, claramente
sacerdotal, que se usa en otros lugares y que termina con el Per omnia saecula saeculorum), después
de lo cual el pueblo responde Sed libera
nos a malo. Es uno de los huesos, se podría decir, del rito.
En cuanto a decir el resto de las
oraciones en voz alta, sólo añade palabrería. Todos saben qué está rezando el
sacerdote, y podemos unirnos a él en intenso silencio. El breve silencio
después del Padre Nuestro es bien apreciado por los fieles, en la transición
entre la adoración del Cordero y el reparto del Mismo en la Comunión.
11. La imposición de la idea de dar la cara al pueblo cuando se habla al pueblo, y a Dios cuando se habla a
Dios.
Defiendo, al pasar, la costumbre de
leer las lecturas de cara a Dios en el siguiente artículo: “En defensa de la preservación de las lecturas en latín”.
Lectura de la Epístola
12.
La unión de los calendarios de las formas ordinaria y extraordinaria.
El P. Stravinskas piensa que Cristo
Rey debiera celebrarse el último domingo del año litúrgico. Los católicos
tradicionalistas no lo piensan así. Ciertamente, estoy de acuerdo en que
algunos de los santos más recientes deberían agregarse al calendario de 1962,
pero el calendario de la forma ordinaria es un desastre (pérdida de la octava
de Pentecostés, pérdida de los días adecuados para Epifanía y Ascensión,
pérdida del tiempo de Epifanía, pérdida de la Septuagésima, etc.): necesita ser
limpiado, tomando el calendario de la forma extraordinaria como la norma general
o regional, con los santos recientes añadidos cuidadosamente a él (Nota del
Editor: la drástica mutilación del ciclo temporal privó al rito romano de casi
todos sus rasgos característicamente romanos, como lo explico en el artículo
“La octava de Pentecostés: una propuesta de mutuo enriquecimiento”. Esto es uno
de los más notables ejemplos de cómo los reformadores fueron muchísimo más
lejos de lo mandado por el Concilio Vaticano II).
13.
La modificación de las rúbricas.
El P. Stravinskas reitera la llamada
a suprimir las “repeticiones inútiles”. Hay muchísimas razones para no reducir
o suprimir repeticiones, de las que no es menor la de que no son inútiles. Véase esta comparación del Rosario con la Misa. Es una curiosa parte de la mentalidad moderna la de que
hay que suprimir todo lo que no resulte inmediata y obviamente útil. Si ello
debiera ser así, habría que operar de amígdalas y de apendicitis a todo el
mundo. Por el contrario, necesitamos ampliar nuestra noción de lo que es útil,
pensando en lo que es noble y adecuado.
14.
La asignación de otro nombre para las dos partes principales de la Misa.
El P. Stravinskas alega contra la
antigua división de la Misa, la que no se modificó hasta que los
revolucionarios de 1960 se sintieron bien listos para actuar. Para una
refutación, véase “Por qué “Misa de los catecúmenos” tiene más sentido que“Liturgia de la Palabra””.
En todo caso, es extraño que un
autor invoque la denuncia que hace Pío XII del “anticuarianismo” por querer retenerse
la expresión “liturgia de los catecúmenos” (que nunca cayó en desuso, por lo
que no es una recuperación anticuarianista), mientras que, al mismo tiempo, se
apoya justo en el anticuarianismo denunciado por Pío XII para sostener la
antigua venerabilidad de ciertos elementos obsoletos, como la procesión del
ofertorio o la oración de los fieles.
El Siervo de Dios Pío XII
(Foto: Rorate Caeli)
***
Véase, finalmente, dos artículos que
presentan la otra cara del argumento, es decir, lo que la forma ordinaria
necesita desesperadamente aprender de la forma extraordinaria: “Imbuir la forma ordinaria con la espiritualidad de la forma extraordinaria” [Nota de la Redacción: cuya traducción castellana ofrecimos en su momento a nuestros lectores], y “Cómo la Misa tradicional fomenta más la participación activa que la forma ordinaria” [Nota de la Redacción: la traducción castellana también puede leerse en esta bitácora].
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