En una entrada anterior explicamos nuestro propósito de traducir los Position Papers sobre el misal de 1962 que desde hace algún tiempo viene preparando la Federación Internacional Una Voce, de la cual nuestra Asociación es capítulo chileno desde su creación en 1966.
En esta ocasión les ofrecemos la traducción del Position Paper 15 y que versa sobre el leccionario que se utiliza en la forma extraordinaria, cuyo original en inglés puede consultarse aquí. Dicho texto fue preparado en el mes de noviembre de 2012. Para facilitar su lectura hemos agregado un título (Texto) para separar su contenido del resumen (Abstract) que lo precede.
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El leccionario de la forma extraordinaria
Resumen
El leccionario de la forma extraordinaria es notablemente diferente del de la forma ordinaria. El primero
tiene un ciclo de sólo un año para los domingos, un ciclo también de sólo un
año para las fiestas, y un conjunto de lecturas para las ferias de Cuaresma.
Con pocas excepciones, cada Misa tiene un Evangelio y una sola lectura
adicional (además del “Último Evangelio”). En contraste, el leccionario de la forma ordinaria incluye una cantidad mucho mayor de lecturas, con un ciclo de
tres años para los domingos y tres lecturas en cada domingo. El leccionario de
1962 tiene, no obstante, un gran valor: el ciclo dominical, en particular, es
de gran antigüedad; las lecturas están vinculadas por el tema con las oraciones
y versículos del propio de cada Misa, que a menudo se refieren a ellas; el
ciclo de un solo año posibilita no solamente una gran familiaridad con las
lecturas, sino que demás permite comentarios litúrgicos que son, en sí mismos,
monumentos de la tradición dignos de conservarse. Con todo, sería posible
ampliar para los fieles el rango de pasajes de la Escritura en la liturgia de
la forma extraordinaria mediante el expediente de restaurar la práctica,
abolida en 1960, de poner como Último Evangelio el Evangelio de un domingo o
fiesta desplazados por la ocurrencia de una fiesta más importante y, sobre
todo, de alentar la recitación del Oficio Divino, especialmente Maitines, por
los fieles.
Texto
1. Uno de los
rasgos propios de la forma extraordinaria que la distinguen de la forma ordinaria, es el leccionario. Este consiste en un ciclo de sólo un año de
lecturas, que contiene un trozo del Evangelio y de Epístola[1]
para los domingos, las fiestas y las ferias de Cuaresma. En las ferias que no
son de Cuaresma las lecturas (y las oraciones y versículos del Propio) son las
del domingo precedente, a menos que se diga una Misa votiva. Existe un número
mayor de lecturas en las Témporas[2]
y en algunos otros días[3].
En contraste con esto, la forma ordinaria tiene un ciclo de lecturas de tres
años para los domingos, para cada uno de los cuales contiene un Evangelio y dos
más tomadas de otras partes, y se asigna lecturas a cada día del año.
El valor
del leccionario de 1962.
2. La parte
más antigua del leccionario de 1962 es el ciclo de Evangelios de los domingos,
que coinciden en gran medida con los temas de los sermones del papa San
Gregorio Magno, pronunciados entre 590 y 604. Con todo, este ciclo siguió desarrollándose,
igual que las Epístolas dominicales, los ciclos de lecturas para las ferias de Cuaresma y otras ferias y el ciclo santoral, hasta el siglo IX[4],
en que asumió la forma vigente todavía hoy[5].
3. La gran
antigüedad del leccionario, junto con la continuidad de su uso, exigen respeto
de nuestra parte. Primero, este leccionario refleja el pensamiento litúrgico y
escritural de los Padres de la Iglesia. Segundo, ha sido el fundamento de la
experiencia litúrgica y de la reflexión de innumerables generaciones de doctores,
santos, intelectuales y artistas de la Iglesia Latina. Tercero, está estrechamente
relacionado con los versículos de cada día, que a menudo se refieren a su texto
y constituyen un comentario musical sobre éste. Cuarto, ha demostrado su valor
espiritual, pastoral y desde muchas otras perspectivas, en un muy amplio
espectro de circunstancias sociales y culturales, durante un muy largo periodo
de tiempo, y es compartido por las liturgias históricas de anglicanos y
luteranos[6].
4. El
desarrollo del leccionario se ha dado de un modo tal que, aunque los Evangelios
y Epístolas dominicales forman un conjunto muy claro[7],
ambos conjuntos son mutuamente independientes. Así, no se nos presenta
conexiones entre lecturas que dependen de las preferencias exegéticas de los
intelectuales de una determinada época, sino una maduración más fundamental de
los misterios de la salvación.
5. El tamaño
limitado del leccionario permite a los fieles alcanzar una gran familiaridad
con el ciclo, especialmente en un contexto de uso de los misales individuales y
de los comentarios litúrgicos, que explican las partes y su conexión con el
tiempo litúrgico, las oraciones del Propio y los versículos del día. La
asociación de las fiestas y de determinados domingos con algunos Evangelios o
Epístolas recuerda la práctica de las Iglesias orientales, en las que los
domingos a menudo toman el nombre del Evangelio del día.
6. Los misales
y comentarios recién mencionados, que se hacen posibles por un conjunto
limitado de textos litúrgicos[8],
son en sí mismos de gran valor en lo que se refiere al desarrollo de la
espiritualidad de los fieles. Toda reforma que los hiciera obsoletos sería
causa de la pérdida, para todos los efectos prácticos, de un enorme corpus de
sabiduría litúrgica popular y de espiritualidad[9].
Evangelio
Los ciclos
feriales.
7. El
leccionario de 1962 corresponde (con la excepción de algunas fiestas creadas
recientemente) al del Misal romano de 1570. Este, a su vez, depende del Missale Romano-Seraphicum (el Misal
franciscano) del siglo XIII, que no incluía lecturas para las ferias que no
fueran de Cuaresma, tal como ellas se encuentran en libros romanos anteriores y
en libros de otros ritos y usos. Los Misales galicanos con lecturas para las
ferias fuera de Cuaresma continuaron en uso hasta la segunda mitad del siglo
XIX[10].
Por regla general, había lecturas para algunos días de la semana -no todos-
como lunes, miércoles y viernes, que incluían, por ejemplo, narraciones
paralelas de la perícopa usada en el Evangelio del domingo.
8. El antiguo
leccionario ferial no desplazaba las lecturas de las fiestas y, dada la gran
proliferación del ciclo santoral en Roma y la creciente popularidad de las
Misas votivas, es muy probable que los editores del Misal romano, desde el
siglo XIII en adelante, hayan creído que no era necesario preocuparse de él: no
tiene mucho sentido un ciclo de lecturas que casi no se usa. Sólo se podía
evitar que el ciclo de lecturas de Cuaresma fuera tragado por las fiestas y
Misas votivas dándosele una mayor prioridad litúrgica[11].
Es adecuado que en Cuaresma haya una relativa escasez de fiestas, y ello es un
rasgo típico de los formularios de Misas feriales, que incluyen también versículos
antiguos, complejos y profundamente bellos.
9. Esto apunta
a la existencia de una gran dificultad en la expansión del leccionario mediante
la creación de un ciclo ferial nuevo o la restauración de uno antiguo, que no
pueden coexistir fácilmente con un ciclo santoral en plenitud, dotado de sus
propias lecturas. Es por esto que el “leccionario alternativo” de 1966[12]
y el leccionario del Misal de 1970 desplazan completamente las lecturas del
ciclo santoral.
10. La pérdida
del ciclo santoral sería un gran golpe para la expresión litúrgica del culto de
los santos. Los santos más importantes tienen sus lecturas y otras partes
propias, las que sirven como comentarios de su vida y obra. Los menos
importantes usan el Común de los santos, que incluyen formularios de
considerable antigüedad y valor devocional, y los formularios de grupos
especiales de santos (doctores, abades, santas mujeres, etcétera) dan a sus fiestas
un carácter propio[13].
11. Una
reforma semejante significaría que las lecturas asignadas a las Misas votivas
también tendrían que ceder su lugar a las lecturas de las ferias, lo que
implicaría un golpe a las devociones a que ellas se refieren y cuya extensión
ha sido alentada por los Papas a lo largo de los siglos. Tanto las fiestas de
los santos como las Misas votivas, cuando se las celebrara, tendrían lecturas
que fácilmente podrían resultar inadecuadas, creando una problemática tensión
en la liturgia[14].
12. Similares
e insuperables problemas derivan de las oraciones y versículos de los Propios
del ciclo santoral y de las Misas votivas, que, si sobreviven, no tendrán
relación alguna, en cuanto al tema o contexto, con las lecturas, a menos que
sea por una mera casualidad.
El Oficio
Divino.
13. Sacrosanctum Concilium pidió que se
ofreciera una lectura más “abundante” de las Escrituras a los fieles [15].
Una forma de cumplir con esto que estuviera en perfecta armonía con la liturgia
ya existente sería alentar un uso más extenso del Oficio, especialmente de
Maitines. De hecho, Sacrosanctum
Concilium urge a hacerlo[16],
lo mismo que el Código de Derecho Canónico [17].
14. Las
lecturas de la liturgia tienen siempre tanto una función latréutica como una
dogmática. La primera función tiene más énfasis en la Misa, y la segunda, en el
Oficio. El ceremonial asociado con las lecturas en la Misa nos llevan a verlas
como una especial ofrenda a Dios, que podríamos llamar “incienso verbal” [18].
En cambio, debido a que el Oficio Divino es primariamente una oración, se
enfatiza la función didáctica de las lecturas como, por ejemplo, en la lectura
en los Maitines de comentarios de los Padres de la Iglesia sobre los pasajes de
la Escritura que se han leído.
15. Además, la
conexión entre los Maitines y la liturgia eucarística, especialmente en
domingos y fiestas, los hace un complemento ideal de la Misa del día. En
realidad, los Maitines pueden ser considerados como una preparación para la
Misa[19].
16. No hace
mucho tiempo atrás, para los fieles no era poco común ir a la iglesia dos veces en día domingo, para asistir a Vísperas y a Misa. Alguna vez los Maitines
fueron extensamente celebrados en las parroquias[20].
Hoy es quizá más fácil pensar en el uso privado del Oficio por parte de los
laicos, aunque alguna celebración pública en ciertas ocasiones serviría para
animar dicho uso. El gran éxito de la “Liga del Oficio Divino” en la promoción
(en privado y en vernáculo) del Oficio entre los laicos, a mediados del siglo
XX, ha sentado un importante precedente.
Jean-Baptiste Corot, Monje de blanco, sentado, leyendo (detalle)
(Foto: The Cloistered Heart)
Conclusión.
17. El papel
de la Escritura en la liturgia no se limita al leccionario. Tantos los Propios
como el Ordinario de la forma extraordinaria usan abundantemente los salmos[21],
y hay muchas citas y referencias a las Escrituras a lo largo de la Misa[22].
No se puede sostener que la Misa de 1962 carece de una dimensión escritural,
como tampoco es el caso de los demás sacramentos y sacramentales de los libros
litúrgicos de 1962[23].
18. El antiguo
ciclo de un año de lecturas, especialmente para los domingos, tiene un valor
sin igual en la exposición del pensamiento de los Padres latinos, en armonía
con el tiempo litúrgico y las fiestas, lo que permite a los fieles alcanzar la
mayor familiaridad con el ciclo, especialmente a la luz de la prolongada
tradición de los comentarios litúrgicos, en conexión con las oraciones del
Propio y los cantos del día.
19. Hasta el
decreto Novum Rubricarum (1960)[24],
cuando una fiesta o domingo quedaba suprimido por una fiesta de mayor
importancia que caía en ese mismo día, el Último Evangelio no estaba tomado de
los primeros versículos del Evangelio de San Juan, sino que se leía el
Evangelio de la fiesta o domingo suprimidos[25].
Dada la importancia del ciclo dominical, la restauración de esta antigua
práctica parecería muy apropiada, y sería una modesta forma de ampliar los
trozos del Evangelio que se lee a los fieles.
20. Lo más
importante, sin embargo, es que la riqueza de las Escrituras ya están presentes
en el contexto litúrgico del Oficio, especialmente en los Maitines. Más
importante que reformar sería alentar a los fieles a participar de las riquezas
ya existentes en la liturgia: tal fue el principio que guió a los miembros más
cautos del Movimiento Litúrgico, ejemplificados por el Rvdo. William Busch (1882-1971),
uno de los líderes de la “Liga del Oficio Divino”, cuyas palabras vienen bien a
la situación actual: “No debiéramos cambiar
apresuradamente lo que estamos recién haciendo revivir. Démonos tiempo para
aprender lo que es la liturgia, y después estaremos en situación de juzgar qué
adaptaciones a las circunstancias modernas son deseables, las que quizá no son
tan numerosas como nos imaginamos al principio […]”[26]
.
El
leccionario del Misal de 1962: Apéndices.
Apéndice A:
Textos de la Escritura que están en el leccionario de 1962 y que se omiten en el leccionario de 1969.
Textos de la Escritura que están en el leccionario de 1962 y que se omiten en el leccionario de 1969.
Mediante el empleo de ciclos de
varios años, los creadores del leccionario de 1969 aspiraban a incluir en la
liturgia una cantidad muy superior de textos de las Escrituras. Es interesante
advertir que, a pesar de esto, ciertos pasajes del Evangelio que son familiares
para quienes asisten los domingos a la forma extraordinaria no están incluidos
en ninguno de los ciclos dominicales del leccionario de 1969.
En algunos casos, el leccionario de
1969 incluye una versión diferente de alguna perícopa seleccionada por el
leccionario antiguo. En otros casos no se incluye ningún pasaje paralelo. Vale
la pena hacer un listado de los dos casos: el segundo está en negrita, y cuando
esto ocurre, se dice si el pasaje no está en el ciclo semanal de 1969[27].
San Mateo:
6, 16-21: “Ayuno: cuando ayunéis” “No acumuléis
tesoros en la tierra” (los versículos 19-21 se omiten en el ciclo semanal forma ordinaria).
8, 1-13: el
leproso sanado; el sirviente del centurión (se usan los relatos de San Marcos y
San Lucas, respectivamente).
8, 23-27: La
tempestad calmada (se usa el relato de San Marcos).
26, 1-13: El
complot de Caifás; la unción con rico perfume (se usa el texto de San Marcos).
20, 16b: “porque muchos son los llamados y pocos los escogidos” (omitido en el Evangelio del domingo 25 del Tiempo Ordinario, que se detiene en el versículo 16a; el versículo paralelo de Mt 22, 14 es opcional en el domingo 28 del Tiempo Ordinario).
San Marcos:
16, 14: “Después Jesús se apareció a los Once
mientras estaban comiendo y les reprochó su incredulidad y su dureza de corazón
porque no creyeron a los que lo habían visto resucitado” (sólo en San Marcos).
San Lucas:
8, 4-15: parábola del sembrador (se usa el relato de San Mateo).
11, 14-23: “pero si es con el dedo de Dios que arrojo los demonios” (se usa el relato de
San Marcos).
8, 24-26 El regreso del espíritu inmundo (también
se corta el pasaje correspondiente en San Mateo) (omitido también en el ciclo
semanal de la forma ordinaria).
11, 27-28 “Bienaventurado el vientre que te llevó”
(sólo en San Lucas).
14, 15-24: El banquete y los invitados que rehúsan
acudir (se usa el texto de San Mateo).
18, 31-34: El Hijo del Hombre será entregado
(cortado tanto en San Mateo como en San Marcos) (omitido también en el ciclo
semanal de la forma ordinaria).
18, 35-43: Curación del ciego de Jericó (se usa el relato de San Marcos).
21, 29-33: La
higuera (se usa el relato de San Marcos).
San Juan:
6, 59: “Esto lo dijo mientras enseñaba en la
sinagoga de Cafarnaúm” (sólo en San Juan).
8, 46-59: “eres un samaritano, un poseído…”
“Abraham vio mi día y se regocijó. Antes de Abraham, Yo soy” (sólo en San Juan)
(omitido en el ciclo semanal de la forma ordinaria).
14, 30-31:“El príncipe de este mundo ya llega…”
“Yo hago puntualmente lo que mi Padre me mandó” (sólo en San Juan) (omitido en
el ciclo semanal de la forma ordinaria).
16, 1-4: “Os expulsarán de las sinagogas” (sólo en
San Juan) (omitido en el ciclo semanal de la forma ordinaria).
16, 5-11: “Ninguno de vosotros me pregunta, ¿Adónde
vas?... porque el príncipe de este mundo ya ha sido condenado” (sólo en San
Juan).
16, 16-22: “¿Qué
quiere decir: todavía un poco y no me veréis, y todavía otro poco y me
veréis?”… “Vosotros ahora tenéis tristeza… y se alegrará vuestro corazón” (sólo
en San Juan).
16, 23-30: “Pedid y recibiréis… vuestro Padre os
ama… Ahora hablas claramente…ya llega la hora en que os dispersaréis” (solo en
San Juan).
Se podría hacer una lista mucho más larga
con los pasajes que son opcionales en el leccionario de 1969 y con los
versículos omitidos de la lectura de las Epístolas[28].
Un ejemplo especialmente impactante de los últimos es el pasaje de la primera
Epístola a los Corintios (11, 27-29) que previene contra la recepción indigna
de la comunión, que en el leccionario de 1962 se lee tanto en Jueves Santo como
en Corpus Christi, pero que en el leccionario de 1969 no se encuentra en parte
alguna.
Esta lista demuestra que, incluso
dentro del contexto restringido de la exposición de los fieles a las Sagradas
Escrituras, el reemplazo del leccionario de 1962 por el de 1969 significó tanto
pérdidas como ganancias. Yendo más al fondo, ilustra la diferencia de espíritu
que hay entre los dos leccionarios: el leccionario antiguo selecciona pasajes
sobre la base de otros principios, y enfatiza de muchas maneras aquello que el
nuevo leccionario quiere desenfatizar[29].
Esto destaca la idea general de que
cada leccionario forma parte de su respectivo Misal, y refleja su espíritu y
preocupaciones[30].
Apéndice B:
Relación entre el leccionario y los versículos.
Relación entre el leccionario y los versículos.
Un aspecto importante analizado en
el cuerpo de este texto al considerarse reformas o extensiones del leccionario
de la forma extraordinaria, es la estrecha relación entre las lecturas de un
determinado formulario de Misa y los otros Propios, especialmente los
versículos. Los formularios de Misa en la forma extraordinaria no presentan un
tema único y obvio: como se ha hecho notar, el ciclo de las Epístolas
dominicales es independiente del ciclo de los Evangelios dominicales, y los
varios Propios están demasiado centrados en su función litúrgica -como
versículos procesionales, la oración secreta que introduce la Oblación, etcétera-
como para dar la impresión de un grupo unificado, didáctico. Sin embargo, contienen
muchas referencias cruzadas y a menudo pueden servir como comentarios mutuos.
Esto se puede ver con particular
claridad cuando los versículos toman su texto de algunas de las lecturas[31].
Aunque la mayor parte de los versículos se toman de los salmos, hay frecuentes
excepciones que se inspiran en las lecturas del día. Una revisión breve del
ciclo dominical muestra que en seis oportunidades la antífona de la Comunión
está tomada del Evangelio del día: el primero y segundo domingos después de
Epifanía, el domingo de Ramos, el segundo domingo después de Pascua, y el
tercero y decimocuarto domingos después de Pentecostés. La Comunión en
Pentecostés se toma de la Epístola (Hechos de los Apóstoles). El Alleluya se toma del Evangelio
del quinto domingo después de Pascua. Estas referencias cruzadas, sean o no
citas, son todavía más frecuentes en los formularios de las fiestas y de
Témporas. Hay conexiones similares entre el Evangelio del domingo y las
antífonas de Laudes y Vísperas.
Una relación más sutil y
generalizada describe el gran erudito musical alemán Dom Dominic Johner
referente al Gradual y al Alleluia: “La Iglesia usó estos versículos
como forma de imprimir en el corazón de los fieles las lecciones inculcadas por
la Epístola y de hacerlos más fácilmente susceptibles en preparación del
Evangelio. Tanto el clero como los laicos debieran, sin más, ser capaces de
dedicarse enteramente a la contemplación del versículo y de su contenido” [32].
Si se toma en cuenta todo esto,
sería imposible cambiar sustancialmente el leccionario de la forma extraordinaria sin comprometer seriamente la coherencia e integridad del Misal.
[1] La selección de pasajes no se limita enteramente a las Epístolas, sino que incluye algunos de los Hechos de los Apóstoles, del Apocalipsis y del
Antiguo Testamento.
[2] El miércoles de Témporas tiene una lectura adicional; los sábados
de Témporas tienen un total de cinco lecturas extras. Las Témporas se celebran
cuatro veces en el año (en el Misal de 1962 se puede celebrar una versión más
breve) [Nota de la Redacción: véase la entrada que dedicamos aquí a las Témporas].
[3] La Vigilia Pascual tiene un gran número de lecturas
(especialmente en la forma que tenía antes de la reforma de 1955); el Domingo
de Ramos tiene un Evangelio adicional (y, antes de 1955, una lectura más) como
parte de la bendición de los ramos. En la celebración de los fieles difuntos (2 de noviembre) y en el
día de Navidad se permite a los sacerdotes celebrar tres Misas, cada una de las
cuales tiene sus propias lecturas y Propios.
[4] De las fuentes manuscritas del leccionario romano, la más antigua
y valiosa es el MS de Würzburg (Universitätsbibliotek, codex M.p.th.f.62, ed.
Morin, Rev.bén. 27 (1910), pp. 41-74 y 28
(1911), pp. 296-330), una colección de 16 folios escrito probablemente por una mano
inglesa hacia el año 700 (posiblemente de fines del siglo VII). La lista de
Epístolas representa probablemente el uso romano de la segunda mitad del siglo
VII; la lista de Evangelios parece ser posterior. Hay un gran conjunto de
Evangelios para el ciclo santoral, pero menos Epístolas, lo que sugiere cierto
grado de fluidez o de libre elección. Pareciera que se dan ciertas Epístolas
para algunas ocasiones (similares pasajes de, por ejemplo, San Pablo, que no se
podría interpretar como destinados a ser lecturas adicionales). Hay una
provisión para demasiados domingos de Epifanía y para muy pocos después de
Pentecostés. Se dan lecturas para una, dos o tres ferias en determinadas
semanas. Hacia el siglo IX se las proporciona para el número correcto de
domingos; hay un conjunto completo de lecturas para las ferias de Cuaresma (el
jueves había sido no-litúrgico hasta el papa San Gregorio II, + 731); también
un Común de Santos formal; una separación de los ciclos temporal y de Santos, y
un sistema profundamente revisado de lecturas feriales para fuera de Cuaresma.
También hacia esta época existe un cierto grado de diferenciación entre los
libros romanos y los galicanos.
[5] Se excluye las fiestas posteriores celebradas en domingo, como el
Domingo de la Santísima Trinidad y la fiesta de la Sagrada Familia.
[6] El leccionario del Book of
Common Prayer se basa en el del Misal de Sarum, que es esencialmente idéntico al romano. El leccionario
luterano se basa en el del Misal romano. El valor ecuménico del antiguo ciclo
de un año hizo meditar seriamente a los arquitectos del leccionario de 1970:
véase Annibale Bugnini The Reform of the
Liturgy 1948-1975 (Collegeville, MN:,The Liturgical Press, 1990), pp. 415-416.
[7] Esto es especialmente evidente en Adviento y Cuaresma. El tiempo
después de Pentecostés es, obviamente, menos temático, pero aun así se puede
discernir un esquema. De él escribió Pius Parsch: “Desde el punto de vista del
contenido, el [...] ciclo podría perfectamente dividirse en tres grupos. El primero
pone énfasis en los milagros de curación. Se relaciona las narraciones de los
milagros de Cristo, pero estas narraciones no tienen por objetivo principal
nuestra instrucción, sino más bien el indicar la acción de la gracia de Dios en
la Misa. Tal fue, también el propósito último y la finalidad del Señor al obrar
los milagros […] Un segundo grupo tiende a usar descripciones contrastantes, como
el Reino de Dios enfrentado al reino de este mundo. Ellas […] se hallan
especialmente en las Misas desde el séptimo al decimocuarto domingos después de
Pentecostés. […] La piedad antigua a menudo empleaba este método pedagógico […] La tercera clase, que se concentra en la parusía, corresponde a los domingos
desde el decimoquinto hasta el último del año. Estas Misas son excepcionales
por la variedad de su tono y la profundidad de su doctrina”.
[8] Los Misales con sólo los textos para los domingos y fiestas
importantes pueden ser auténticamente “de bolsillo”. Los Misales de niños que
no tienen la versión latina de algunos o de todos los textos pueden ser
verdaderamente muy pequeños.
[9] A Dom Prosper Guéranger, Abad de Solesmes, se debe L’Anée Liturgique, escrito en francés y publicado en 15 volúmenes entre 1841
y 1844 (publicado en inglés como The
Liturgical Year en 1949; hay una reedición todavía en imprenta). El beato
Ildefonso Schuster, Arzobispo de Milán, es autor del Liber
Sacramentorum, en italiano, publicado en 5 volúmenes en 1919 (publicado en
inglés como The Sacramentary en
1924). P. Pius Parsch escribió Das Jahr des
Heiles, publicado en 3 volúmenes en 1923 (publicado en inglés como The Church’s Year of Grace en 1953).
Estas obras, especialmente las de Guéranger y Parsch, fueron y siguen siendo
ampliamente difundidas. El texto de
L’Année Liturgique está disponible en la red, al menos parcialmente, en francés
(véase aquí)
y en inglés (véase aquí).
[10] Además de los Misales galicanos (o neogalicanos) usados en
diversas diócesis en Francia, el Misal de Sarum, usado en las Islas Británicas
hasta bien entrado el siglo XVI, incluía lecturas feriales; en Alemania se las
encuentra hasta 1835 en el Misal de Münster.
[11] En el calendario de 1962 las ferias de Cuaresma son de tercera
clase, en tanto que en el resto del año son de cuarta clase. Además, muchas
fiestas que caen en Cuaresma son de un rango menor que si no cayeran en ella, y
se hace de ellas sólo una conmemoración.
[12] El "Leccionario alternativo", publicado el 12 de marzo de 1966 para
uso opcional, consiste en una serie de un año de Evangelios y de un ciclo de
dos años de primeras lecturas para todos los días De Tempore del año litúrgico que no sean desplazadas por alguna
fiesta de primera o de segunda clase. Así, el leccionario dejó lugares para ser
ocupados por fiestas más importantes. Los ciclos dominical y santoral no fueron
cambiados. Este leccionario fue dejado sin uso por el leccionario del Misal de
1970.
[13] Pius Parsch escribió comentarios para el Común de los Santos: The Church’ Year of Grace (edición
inglesa, Collegeville, MN, The Litugical Press, 1962), vol. IV, pp. 372-412.
[14] También los otros Propios quedarían incluidos en esta tensión,
sea que fueren apropiados para la fiesta (y, por tanto, posiblemente no para
las lecturas), como en el caso del experimento de 1966, sea que fueren fijos
del ciclo de lecturas (y, por tanto, independientes de la fiesta), como en el
Misal de 1970. El experto en liturgia László Dobsay comenta: “El sistema de
tres años disolvió absolutamente la asociación entre el día litúrgico (y sus
textos) y las perícopas asignadas. Esto es una pérdida tanto desde una
perspectiva litúrgica como desde una perspectiva pastoral” (Dobsay, L., The Restoration and Organic Development of
the Roman Rite, London, T&T Clarke, 2010, p. 143).
[15] Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium (1963), núm. 51: “Los tesoros de la Biblia deben ser abiertos más generosamente, para que se
dé al pueblo un alimento más rico en la mesa de la Palabra de Dios [más
literalmente: “para que se prepare para los fieles una más rica mesa de la Palabra de Dios]. De este modo, se leerá a los fieles una porción más
representativa [literalmente “una parte más excelente”] de la Sagrada Escritura
a lo largo del número de años prescrito” (Quo
ditior mensa verbi Dei paretur fidelibus, thesauri biblici largius aperiantur,
ita ut, intra praestitutum annorum spatium, praestantior pars Scripturarum
Sanctarum populo legatur).
[16] Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium (1963), núm. 85: “Por eso todos quienes prestan este servicio no sólo cumplen con un deber
de la Iglesia, sino que también participan del más grande honor de la esposa de
Cristo, porque al ofrecer estas alabanzas a Dios están ante el altar de Dios en
nombre de la Iglesia, su madre” (Omnes
proinde qui haec praestant, tum Ecclesiae officium explent, tum summum Sponsae
Christi honorem participant, quia laudes Deo persolventes stant ante thronum
Dei nomine Matris Ecclesiae).
[17] Código de Derecho Canónico (1983), canon 1174, § 2: “Otros [literalmente
“el otro”, “ceteri”, es decir, todos los otros] fieles cristianos, de acuerdo
con las circunstancias, son cordialmente invitados a participar en la liturgia
de las horas como acción de la Iglesia” (Ad
participandam liturgiam horarum, utpote actionem Ecclesiae, etiam veteri
christifideles, pro adiunctis, enixe invitantur).
[18] Kwasniewski, P., “The
Loss of Liturgical Riches in the Sanctoral Cycle”, The Latin Mass: A Journal of Catholic Culture and Tradition (Otoño de 2007), pp. 30-35: “La recitación del texto de la Escritura está decididamente
subordinado a la encarnación del mensaje de la Escritura en los santos. Las
lecturas sirven, en otras palabras, para enmarcar, adornar y traer a la luz el
rostro de Cristo y el de todos quienes Lo imitan. El uso de la Escritura es
icónico, no homilético. No se nos está enseñando sino convocando a adorar e
inclinarnos ante estos misterios. Las lecturas deben servir como incienso
verbal, no como información verbosa”.
[19] Véase el párrafo “Maitines” en The Catholic
Encyclopedia (1971).
[20] “Una tradición que ha dejado su huella en el anglicanismo, en que
los Maitines todavía se rezan en público. Estas prácticas fueron reintroducidas
por Pius Parsch en su parroquia. La Oración de la Mañana se reza también por lo
general antes de la Misa en las Iglesias orientales.
[21] En especial, una parte del salmo 50 (Asperges me) o del 117 (el versículo Vidi aquam) al asperjarse a los fieles los domingos; el salmo 42 (Iudica me) en las oraciones al pie del
altar, y parte del salmo 25 (Lavabo)
en el lavatorio de manos.
[22] Para dar sólo un ejemplo, la oración Supra quae del Canon romano se refiere a los sacrificios de Abel
(Genesis, 4,4), Abraham (Genesis 22,13) y Melquisedec (Genesis 14,18) en el
Antiguo Testamento.
[23] Para dar un par de ejemplos, el Cántico de Zacarías se recita
entero en los funerales, y el salmo Domini
est terra (23) en la Presentación de las Mujeres (la bendición de una mujer
después de haber dado a luz).
[24] Véase Sagrada Congregación de Ritos, Novum Rubricarum (1960), núm.
509.
[25] Así, antes de 1960, si una fiesta importante caía en domingo, de
modo que no se decía la Misa de ese día, el Evangelio de esa domínica era
leído, como Último Evangelio, en lugar de los primeros versículos del Evangelio
de San Juan.
[26] Busch, W., “On Liturgical
Reform”, Orate Fratres 11/8 (1936-1937), pp. 352-357, citado en Ried, p. 105. El P. Busch trabajó en la
traducción al inglés de las obras de Pius Parsch, y colaboró en la fundación de
la “Liga del Oficio Divino”. Otro experto del Movimiento Litúrgico que
distingue entre aprender a apreciar y reformar la liturgia, citado también por
Reid, es el P. Hans Anscar Reinhold, que escribía en 1947: “El Movimiento
Litúrgico moderno es obediente, ortodoxo y modesto. Lo primero que pide es que todos, nosotros mismos, celebremos la
liturgia como está en los libros, de acuerdo con ellos. Auto reforma y
perfección. En segundo lugar,
esperamos que esto abra nuestros ojos a las sutilezas y redescubrimientos que
han de transformar nuestro pensamiento para una mayor corrección dogmática,
proporcionalidad y gozo. Lo tercero será ver la liturgia restaurada a su
simplicidad y originalidad. Sólo en cuarto
lugar nos postraremos a los pies del Santo Padre para pedirle reformas”
(Reid, cit., pp. 141-142). [Nota de la Redacción: el texto original en inglés no indica la obra que se cita en esta nota. Suponemos que se trata de Reid, A., The Organic Development of the Liturgy: The Principles of Liturgical Reform and Their Relation to the Twentieth-Century Liturgical Movement Prior to the Second Vatican Council, San Francisco, Ignatius Press, 2ª ed., 2005].
[27] Agradecemos al bloguero “Counter Cultural Father” por su colaboración.
[28] Un análisis más amplio es el de Cekada, A., Work of Human Hands: A
Theological critique of the Mass of Paul VI (West Chester, OH, Philotea
Press, 2010), pp. 269-272. La mención de este libro no
implica acuerdo con las posiciones que él defiende.
[29] El sacerdote oratoriano y experto P. Jonathan Robinson, al
criticar el ciclo de varios años del Misal de 1969, dice: “Creo que la
diversidad, más que enriquecer al pueblo, tiende a confundirlo… Puede que esto
se deba a que la selección, como lo han hecho notar otros, se hizo más sobre la
base de satisfacer la sensibilidad de los expertos liturgistas que de los
principios litúrgicos tradicionales” (The Mass and
Modernity: walking to heaven backwards, San Francisco, Ignatius Press, 2005, p. 332).
[30] El P. Adrien Nocent, que colaboró en el leccionario de 1969,
escribió que “estaba destinado, a largo plazo pero inevitablemente, a cambiar
la mentalidad teológica y la espiritualidad misma del pueblo católico”. Cfr. "La Parole de Dieu et Vatican II", en Jounel, P./Kaczynski, K./Paqualette, G. (eds.), Liturgia, Opera Divina e Umana: studi sulla reforma liturgica (Roma, Edizioni
Liturgiche, 1982), p. 136, citado en Cekada, Work of Human Hands, cit.,
p. 273.
[31] Las conexiones hechas ver más abajo son, por cierto, resultado de
varios procesos históricos.
[32] Johner, D., Chants of the Vatican Gradual (edición inglesa, Collegeville, MN, St. John’s Abbey Press, 1940), p. 6 (la primera
edición es de 1934, reimpreso en Lulu.com).
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