En una entrada anterior hemos explicado que un canónigo es un religioso que vive en comunidad, siguiendo la Regla de San Agustín, y está consagrado al servicio de una determinada iglesia. Su vida se articula así sobre tres pilares: la vida en común, la oración y el apostolado. Son precisamente ellos los que distinguen a los canónigos de los monjes (por el sacerdocio y el apostolado) y del clero secular (por la pobreza y la vida comunitaria). En este ideal de vida religiosa se apoyó, por ejemplo, la reforma gregoriana para restablecer el sacerdocio y los capítulos colegiales, así como para fomentar el apostolado entre los laicos. Dentro el mundo tradicional existen tres comunidades que siguen esta regla de vida religiosa: los Canónigos regulares de la Madre de Dios, los Canónigos regulares de la Nueva Jerusalén y los Canónigos regulares de San Juan de Kenty, los primeros en Francia y los dos últimos en Estados Unidos. Hoy trataremos de los Canónigos regulares de la Madre de Dios.
San Agustín de Hipona (354-430) en su celda
Detalle del fresco de Sandro Botticelli, Iglesia de Todos los Santos, Florencia, 1480
(Imagen: Online Library of Liberty)
Los Canónigos regulares de la Madre de Dios son un instituto religioso de derecho pontificio adscrito a la Pontificia Comisión Ecclesia Dei y que, por consiguiente, sigue la forma extraordinaria del rito romano. Están presentes en las Diócesis de Carcasona, donde se trasladaron a la venerable Abadía de Lagrasse, y en Gap, donde tienen un pequeño priorato.
La comunidad fue fundada por el Padre Wladimir Marie como un movimiento de renovación del espíritu canonical. Originalmente se instalaron durante quince años en Moissac, para después trasladarse al monasterio del Sagrado Corazón de Nuestra Señor en la localidad de Gap. En 2004, la comunidad trasladó su casa madre a la Abadía de San María de Lagrasse, en el departamento de Aube. Tres años más tarde la Santa Sede elevó la comunidad al rango de abadía de derecho pontificio. Su superior recibió la bendición abacial de manos del Cardenal Agustin Mayer, entonces Presidente de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, en la Basílica romana de San Pablo Extramuros.
Los Canónigos regulares de la Madre de Dios en el refectorio
(Foto: Le Figaro)
Por su casa madre, los Canónigos Regulares de la Madre de Dios son llamados habitualmente de Lagrasse. La abadía que actualmente ocupan fue fundada en el siglo VII por Nebredius, abad de Narbona y compañero de Benito de Aniano, adoptando la regla monástica benedictina. Se trata, pues, de una de las abadías más antiguas de Europa. La nueva abadía se enriqueció rápidamente por numerosos donativos y privilegios de los señores de la comarca y del Condado de Barcelona, sumando así tierras, castillos, diócesis y prioratos (por ejemplo, en ella quedaron comprendidas las diócesis de Tolosa y Béziers y el Condado de Urgel). Fue así como, entre los siglos IX y XII, acabó por convertirse en el centro espiritual de mayor importancia en el Languedoc.
Durante los convulsos siglos XIII, XIV y XV, que trajeron consigo sucesivamente la peste, la Cruzada albigense y la Guerra de los Cien Años, la abadía experimentó un fuerte declive. En ese período fue reforzada y fortificada. Un siglo más tarde, Philippe de Lévis, obispo de Mirepoix, inicia la construcción de un gran campanario inacabado. Al afiliarse a la congregación de San Mauro en el siglo XVII, con un énfasis puesto en el estudio académico, la abadía experimentó un nuevo impulso espiritual y material. En el siglo XVIII, el obispo de Carcasona, Armand Bazin de Bezons, se convierte en el penúltimo abad de Lagrasse. Bajo su mandato se renuevan y construyen nuevas dependencias monásticas, un patio de honor, un edificio de celdas monásticas y un claustro de estilo clásico. Esta obra ofrece a Lagrasse la originalidad de ser hoy una de las raras abadías de la región que yuxtaponen en armonía edificaciones medievales y neoclásicas. En su época de esplendor, los abades de Lagrasse llegaron a ser responsables de 6 abadías, 25 prioratos y 67 iglesias, y recibían donaciones incluso desde Barcelona y otras partes del Reino de Aragón. Por eso no sorprende que su nombre signifique “la gorda”.
La Abadía de Nuestra Señora de Lagrasse
(Foto: Le Figaro)
Con el comienzo de la Revolución francesa, todos los bienes eclesiásticos pasaron a ser propiedad del Estado. Contra la oposición de los vecinos, el 29 de agosto de 1792 los últimos catorce monjes fueron expulsados violentamente de la abadía por las tropas enviadas por el gobierno revolucionario para tomar posesión de ella. La abadía fue saqueada y enseguida vendida en dos lotes separados, situación que perdura hasta el día de hoy. Cada una de esas secciones, conocidas como la "parte grande" y la "parte pequeña", ha corrido una suerte distinta.
La parte grande está constituida por los edificios más modernos, añadidos por los monjes de la congregación de San Mauro. Originalmente adquirida por la familia Sarrail y después por la familia Gout de Bize, ella sirvió como hospital militar entre 1793 y 11795, quedando más tarde abandonada durante un tiempo. En 1822 volvió a ser utilizada, esta vez como granero y cuartel para la Gendarmería, uso que se extendió hasta 1880. En 1894 se instaló allí la Congregación de Hijas de Nuestra Señora de los Siete Dolores, destinando el lugar como asilo. Éste fue inaugurado en 1896 y al mismo tiempo se volvió a dedicar al culto católico la iglesia abacial. Por falta de vocaciones, el asilo cerró definitivamente en 1976. Tres años después, esta parte de la abadía fue adquirida por la Comunidad de la Teofanía, una asociación privada de fieles de rito bizantino ligada a la Renovación Carismática y que había sido fundada en 1972. Por diversos problemas internos y con las familias de los miembros, la comunidad se disolvió en 1991 y, entonces, la parte nueva de la abadía fue otra vez puesta en venta. Tras cuatro años de abandono, en 1995 ella fue comprada por la familia Pregizer, la cual inició los estudios destinados a la restauración del conjunto arquitectónico. Consciente de que el destino del inmueble es litúrgico, en 2004 decidieron venderlo a los Canónigos regulares de la Madre de Dios, quienes pudieron adquirirlo gracias al apoyo de monseñor Jacques Despierre, obispo de Carcasona. El Padre Wladimir de Saint-Jean fue investido así como el 59° abad de Lagrasse, el primero desde 1792. En 2006 lo sucedió el Padre Emmanuel-Marie de Saint-Jean, quien se mantiene hasta el día de hoy.
Bendición del claustro restaurado de la Lagrasse por parte del nuncio apostólico en Francia (2012)
(Foto: La Depeche)
La parte pequeña corresponde los edificios más antiguos y fue comprada inicialmente por la familia Berlioz. Donado en 1928 a la Obra Social de la Medalla Militar, ésta acondicionó el lugar para que sirviese como orfelinato. En 1981, el conjunto medieval fue adquirido por el Ayuntamiento de Lagrasse. Desde 2004 es propiedad del Concejo Departamental de Aude, quien lo abrió al público tres años después. En 2007 fue inaugurado ahí un centro cultural, donde destacan las actividades realizadas por una agrupación que promueve la lectura.
Debido al impulso de distintas instituciones se comenzaron los tan anhelados trabajos de restauración de todo el conjunto de la abadía, los que fueron inaugurados en 2014. Las labores continúan hasta el día de hoy. Para financiar estas obras, por ejemplo, Jeanne Barbey, una joven compositora, compuso un Te Deum, el cual fue interpretado por primera vez el 15 de enero de 2006 en la Iglesia de San Eugenio y Santa Cecilia de París ante 1500 personas. Los fondos recaudados fueron destinados en su integridad a la costosa restauración de la abadía.
Ordenación sacerdotal del P. Ambroise por parte de S.E.R. Marc Aillet, Obispo de Bayona. A la izquierda, el P. Emmanuel-Marie de Saint-Jean, 60° Abad de Lagrase
(Foto: Photos de Lagrasse)
Los Canónigos regulares de la Madre de Dios observan una vida en común centrada en la caridad, donde cada uno renuncia a sus bienes para servir a Dios y a los demás hermanos más libremente. Así lo ordena la Regla de San Agustín, que comienza el capítulo I dedicado a la búsqueda de Dios en la vida en comunidad con la siguiente exhortación a vivir la unidad en la caridad: "Ante todo, que habitéis unánimes en la casa (cf. Sal 67,7) y tengáis una sola alma y un solo corazón (Hch 4,32) en camino hacia Dios. Este es el motivo por el que, deseosos de unidad, os habéis congregado". Los canónigos regulares observan un estilo de vida semi-contemplativo con ciertas prácticas monásticas. Aceptan vocaciones tanto para el sacerdocio como la vida consagrada. La comunidad está gobernada por un abad (actualmente en el 6o° desde la fundación de Lagrasse en 778) y la vida conventual se ordena de acuerdo con la ya mencionada Regla de San Agustín. Bajo este régimen de vida, nadie queda exento y todos tienen su parte, sea desde tocar el órgano hasta cuidar el jardín que se remonta al siglo XV, desde arar la tierra hasta ayudar en la Santa Misa, especialmente la que cada domingo congrega a cerca de un centenar de personas.
Los Canónicos regulares de la Madre de Dios viven el oficio divino como parte importante de su jornada, consciente de que su vida depende de la oración litúrgica, el canto del salterio y el Sacrificio eucarístico. En el rezo del oficio encuentran la fuente inagotable el impulso de su oración, de la contemplación y, por cierto, de su intenso apostolado. La vida del canónigo regular gira en torno a la vida litúrgica y la contemplación primeramente, y el apostolado y los estudios teológicos están en segundo lugar. La jornada comienza a las 5.55 horas con la Liturgia de las Horas, que se va repartiendo a través de todo el día (Maitines, Laudes, Tercia, Sexta, Nona, Vísperas y Completas). También la oración personal, la adoración eucarística, el capítulo comunitario, se alternan con las horas de trabajo manual, intelectual y los momentos de recreación. Su espiritualidad es profundamente mariana y agustiniana, y siguen también como maestro de vida a San Juan Evangelista.
Santa Misa en la Abadía de Lagrasse
La vida de un canónigo tiene asimismo un dimensión social que se manifiesta en el apostolado, fecundo por la profunda vida de piedad y que se ve fortificado por la entrega total de sí que permite la vida en comunidad, siempre en un espíritu de caridad y pobreza. No sorprende, entonces que sea a Thomas Kempis, canónigo regular de Windesheim, a quien se atribuya la autoría de la célebre Imitación de Cristo (1418), el que se dice es el libro de espiritualidad más traducido después de la Biblia. Todo el apostolado que los Canónigos regulares de la Madre de Dios realizan fuera de los muros de sus casas, se hace en comunión con la Iglesia diocesana y su obispo. Éste consiste en la dirección espiritual de las almas, el sacramento de la reconciliación, la predicación de retiros, y la organización de peregrinaciones y campamentos de veranos, sobre todo con vistas a paliar la indigencia de espiritualidad y vida interior propias del mundo moderno. Muchos jóvenes participan de las actividades organizadas por los Canónigos regulares de la Madre de Dios. Se trata principalmente de profesionales o estudiantes que se sienten atraídos por la forma litúrgica y por la atmósfera tradicional de la vida en una comunidad religiosa. En una sociedad que ha perdido sus referencias morales, el aprecio por la cultura, la belleza y la buena doctrina que muestran los institutos tradicionales hace que sean muchos los jóvenes que se acerquen a ellos, y por eso Dios los premia con constantes vocaciones.
Los Canónigos regulares de la Madre de Dios juegan al fútbol en la playa de Gruissan durante un momento de recreación
(Foto: Souers de Azille)
En la actualidad, Lagrasse es una comunidad religiosa viva y en crecimiento. En 2014 contaban con 34 miembros, 26 de ellos profesos perpetuos y 16 sacerdotes.
Este instituto cuenta también con una rema femenina que comparten las gracias espirituales y los apostolados: las Canonesas Regulares de la Madre de Dios. Esta comunidad de religiosas fue erigida en monasterio de derecho pontificio en 2000. Al año siguiente, la Santa Sede las reunió en una misma asociación con la familia canonical compuesta por las comunidades masculina y femenina, ambas bajo la autoridad del abad de Lagrasse, pero conservando su respectiva autonomía interna. En 2008, la comunidad femenina se estableció en el Monasterio Mater Dei en Azille, 45 kilómetros al norte de Lagrasse. Cuentan en la actualidad con poco más de una veintena de religiosas.
Las Canonesas Regulares de la Madre de Dios durante una visita a la ciudad de Roma
(Foto: Pinterest)
Actualización [26 de marzo de 2018]: el sitio Religión en Libertad reproduce una crónica, originalmente aparecida en La Vie (aquí, en francés), relativa al teniente coronel Arnaud Beltrame, quien hace unos días se inmoló heroicamente para rescatar a una persona secuestrada por un terrorista islamista. Según lo consigna la crónica, el teniente coronel Beltrame tenía cercanía personal a la abadía de Lagrasse y era asistido espiritualmente por un sacerdote perteneciente a ésta, el Padre Jean-Baptiste. El teniente coronel Beltrame, proveniente de una familia poco religiosa, experimentó una conversión en 2008 y en 2010 recibió la Primera Comunión y la confirmación a los 35 años, y estaba preparándose ahora para contraer en unos meses matrimonio. El Padre Jean-Baptiste pudo ver a Arnaud en el hospital antes de su muerte y le administró la extremaunción y la bendición apostólica in articulo mortis.
Muy buen artículo
ResponderBorrarPablo Olivares
Muchas gracias a Ud. por su interés y por leernos.
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