martes, 30 de enero de 2018

Quinientas entradas

Con la entrada que publicamos hoy, nuestra bitácora ha completado las primeras quinientas entradas, lo que nos colma de alegría, pues Dios ha sostenido nuestra intensa labor, que comenzó a fines de 2014, y nos ha permitido perseverar en ella hasta el día de hoy. Queremos agradecer en primer lugar a todos nuestros lectores, que son la razón del trabajo que realizamos en servicio de la Iglesia y con fin de dar a conocer y promover la forma tradicional del rito romano, además de proporcionar formación litúrgica y en la doctrina católica. Extendemos nuestros agradecimientos a todos los sitios que gentilmente nos han enlazado y han difundido así nuestro trabajo. 

 Maestro del Parral, San Jerónimo en su scriptorium (Museo Lázaro Galdiano, Madrid)

A efecto de facilitar el acceso al abundante material que hemos publicado, hemos agrupado temáticamente en artículos anclados a la barra izquierda de la bitácora las entradas dedicadas a los institutos y comunidades tradicionales, así como los Position Papers de la Federación Internacional Una Voce (FIUV, por sus siglas, de la cual nuestra Asociación es su capítulo chileno desde su fundación en 1966) que hemos traducido hasta el momento. En los próximos días, pondremos también a disposición de nuestros lectores un glosario litúrgico con acceso a todas las entradas de formación litúrgica. Por último, preparamos asimismo en su momento un directorio de las Misas tradicionales celebradas en Chile conforme al motu propio Summorum Pontificum; reiteramos la solicitud de ayuda a nuestros lectores para efecto de mantener actualizada dicha información. 

Hasta el momento, de las quinientas entradas, las tres más leídas han sido aquella dedicada a la celebración ad orientem en el Novus Ordo, aquella sobre cómo muchos jóvenes de hoy buscan la Misa tradicional y el reciente artículo sobre la fe de Tolkien y su relación con la Misa de Siempre.

Como Redacción seguiremos trabajando para ofrecerles nuevos materiales y difundir las noticias relevantes sobre la Misa tradicional en Chile y el mundo. Rogamos a Dios que nos permita continuar con este apostolado, poniendo nuestros esfuerzos bajo el manto protector de María Santísima.



A.M.D.G

sábado, 27 de enero de 2018

Las antífonas marianas

La antífona (del latín antiphona, y éste del griego ἀντίφωνος, que significa voz enfrentada, voz que responde) es una forma musical y litúrgica propia de la tradición cristiana. En su origen se designaba así un estilo de salmodia en el cual dos coros se alteraban en la recitación o el canto, llamado por eso antifónico, vale decir, de voces opuestas. Posteriormente, la expresión pasó a designar los cantos de entrada, ofertorio y comunión del propio de la Misa, y también aquellas cantos en honor a la Santísima Virgen con los que se cierra el oficio de Completas, cuando acaba la jornada y el alma del cristiano se vuelve a Dios para dar gracias por el día. De igual forma, en este último ámbito la expresión se ha expandido para designar las breves frases que se dice al final de los salmos en cada una de las horas canónicas. Estas frases están tomadas generalmente de los proprios salmos, con el propósito de subrayar alguna idea especialmente oportuna al tiempo litúrgico que se vive, o bien del Evangelio, para introducir la continuidad del relato de la salvación desde la enseñanza de Cristo. En la Edad Media se conocía como antífona una texto con melodía libre y sencilla que era cantada por la asamblea de fieles junto a los salmos, la cual era usada también fuera del entorno ritual, aunque siempre conservando un contenido paralitúrgico. Tal es el origen de los motetes.
 
Dentro de la liturgia, un conocido ejemplo son las Antífonas de la O, propias del Adviento, que se caracterizan por utilizar las palabras de uno de los atributos que tiene Dios según las Sagradas Escrituras. De ellas tratamos a propósito de las costumbres de este tiempo litúrgico

Cistercienses de la Abadía de Heiligenkreuz al coro para el canto del Oficio Divino


Sin perjuicio de los otros sentidos antes referidos, especial mención merecen aquellas llamadas antífonas marianas por estar dedicadas a la Santísima Virgen María, que no son de estilo salmódico y forman parte del Oficio Divino. Con todo, su uso excede al ámbito del liturgia de las horas y ha pasado a formar parte de la piedad de muchos fieles, sin importar su estado. De hecho, una antigua costumbre asocia la tarde del sábado al canto de una de estas antífonas, por ser éste el día de la semana que se asocia con la Madre del Señor. Hay cuatro antífonas marianas, cuyo rezo o canto se reparte durante el año litúrgico. Ordenadas de acuerdo al calendario, que comienza en Adviento, ellas son: Alma Redemptoris Mater, Ave Regina Caelorum, Regina Caeli y Salve Regina.

Alma Redemptoris Mater

Alma Redemptoris Mater (Augusta Madre del Redentor) es una antífona cuya autoría se cree corresponde a Hermannus Contractus (“Herman el Cojo”, 1013–1054), quien se habría basado en los escritos de los santos Fulgencio, Epifanio, e Irineo de Lyon. Este himno se menciona en "El cuento de la priora" (The Prioress's Tale), uno de los relatos de Geoffrey Chaucer (1343-1400) incluido en Los cuentos de Canterbury (1387). Se canta o recita desde el primer Domingo de Adviento hasta la Fiesta de la Candelaria o fiesta de la purificación de la Virgen (2 de febrero).


Ave Regina Caelorum

Ave Regina Caelorum (Salve, Reina de los cielos) es una antífona cuyo origen exacto se desconoce. Hay quien la atribuye también a Hermannus Contractus o, incluso, a San Bernardo de Claraval (1090-1153). Aparece documentada por primera vez en el Salterio de San Albano (siglo XII). Se canta o recita entre la fiesta de la presentación de Jesús en el Templo (2 de febrero) hasta el miércoles de Semana Santa.


Regina Caeli

Regina Caeli (Reina del Cielo) es una antífona de autor desconocido. La tradición suele atribuir su composición a San Gregorio Magno (590-604), el cual escuchó los tres primeros versos cantados por ángeles mientras caminaba descalzo una mañana en procesión hacia el ícono conocido Salus Populi Romani, que se venera en la Basílica Romana de Santa María la Mayor y que se dice es un retrato de Nuestra Señora pintado por San Lucas. Tras escuchar esos versos, el Papa habría agregado la cuarta línea. Sin embargo, su composición también ha sido atribuido a Gregorio V (996-999), aunque sin sólido fundamento. El único dato histórico comprobado es existen testimonios de que esta antífona se rezaba ya en el siglo XII. En la primera mitad del siglo siguiente, los franciscanos la tenían incorporada al final del oficio de Completas, lo que contribuyó a su expansión por toda la cristiandad gracias al apostolado de esta orden mendicante.


Se canta o recita desde las completas del Sábado Santo hasta la hora nona del Domingo de Pentecostés. Asimismo, y según fue ordenado por Benedicto XIV en 1742, el Regina Caeli sustituye el rezo del Angelus durante el Tiempo Pascual.

Coronación de María
Diego Velásquez, circa 1635, Museo del Prado
(Imagen: Wikipedia)

Salve Regina

El Salve Regina, conocida simplemente como Salve, es una de las más populares y conocidas oraciones católicas a Santa María, incluida también al final de la recitación del rosario. Se trataba originalmente de una secuencia con rima en "e", aunque la disposición de los versos puede variar según los recopiladores. No existe certeza sobre el autor del texto. Hay quien lo ha atribuido a Pedro de Mezonzo (930-1003), Obispo de Santiago de Compostela, a Ademar de Monteil († 1098), obispo de Puy-en-Velay y primero en pedir la autorización para partir en Cruzada, a Hermannus Contractus, o incluso a San Jeroteo (8 a.C.-71 d.C.), primero obispo de Segovia. Todo indica que San Bernardo de Claraval añadió la invocación final: "O clemens, o pia / o dulcis, Virgo Maria", lo cual introduce una pareja de versos con rima en "ia". A partir del siglo XII, los cistercienses, los dominicos y los franciscanos promovieron su uso en diversas circunstancias. En 1250 Gregorio IX (1227-1241) aprobó su uso general y prescribió que se cantara al final del rezo de las Completas. Es la antífona mariana por defecto, vale decir, se canta o recita en todo el resto del año litúrgico.

miércoles, 24 de enero de 2018

Medio siglo de pérdida del sentido litúrgico explica muchas cosas

Las consecuencias de la interpretación rupturista de la Exhortación post-sinodal Amoris laetitia exceden del ámbito moral y se proyectan al plano sacramental. No se trata sólo de incluir en la Iglesia a ciertas personas que se encuentran en un estado objetivo de pecado y al que no quieren renunciar, concediéndoles la posibilidad de comulgar. Detrás de esta concepción hay una serie de cuestiones involucradas, por de pronto aquella que concibe la la religión desde una lógica de derecho y no de deberes: soy católico y, por tanto, tengo el derecho a comulgar, y nadie me lo puede impedir. 

Sin embargo, el punto de mayor importancia es que estas concepciones abocan al plano sacramental, porque dicen relación con la propia comprensión de lo que significan en realidad los sacramentos. Cuando el acceso al sacramento se mira como un derecho y no como una gracia, entonces la realidad objetiva que hay detrás se diluye frente a mi propio sentimiento e incluso a la validación que eso significa en una participación comunitaria. En otras palabras, comulgo porque quiero, porque tengo deseos de hacerlo, y porque de esa forma me siento parte de la celebración. Todo esto está ciertamente muy lejos de la idea de participación activa (participatio actuosa) que deseaban fomentar los padres conciliares en los fieles siguiendo la estela del Movimiento Litúrgico. 

Bajo esta comprensión de los sacramentos, la presencia de Dios disminuye e incluso llega a desaparecer. Porque quien piense que el acceso a los sacramentos es universal dado que también lo fue la muerte de Cristo, muy difícilmente creerá en la presencia real, verdadera y sustancial en la Eucaristía o en la necesidad de confesarse. La pérdida de esta comprensión del misterio sacramental es fruto de una larga cadena de actos, donde la secularización cultural no tiene la mayor responsabilidad. Ella proviene de unos cambios que, aunque aparentemente inocuos e inclusivos, conllevan en largo plazo un cambio de conciencia. Es lo que decía Michael Davis, detrás de los textos del último Concilio, cuya lectura es conciliable con la Tradición, hay una bomba de tiempo. Prácticas como la comunión de pie y en la mano, los ministros laicos para la distribución de ella, o el casi nulo respecto del ayuno y la confesión sacramental como condiciones para una comunión no sacrílega han ido abonando el campo del cual ahora vemos los frutos. 

Esto es aquello sobre lo que el Prof. Peter Kwasniewski, asiduo de esta bitácora, quiere llamar la atención en el artículo que ahora les ofrece, el fue publicado originalmente en inglés en OnePeterFive. La traducción es de la Redacción.

El Prof. Peter Kwasniewski
(Foto: O Clarim)

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Un descenso de 50 años hasta llegar a la nota 351: nuestra progresiva pérdida de sensibilidad ante la Sagrada Eucaristía

Peter Kwasniewski

No es que nos hallamos despertado súbitamente un día de 2017 para encontrarnos frente a frente con sacrilegios eucarísticos promovidos desde lo alto. Lo que ha tenido lugar es un largo y lento proceso que nos ha dejado en el lugar en que estamos, y que ha consistido en la gradual disolución de la sacralidad del santo sacrificio de la Misa y, en el corazón de ésta, del Santísimo Sacramento, acompañada de una constante tolerancia institucional de los sacrilegios. Cincuenta años de desacralización han terminado en la temeridad de contradecir toda la Tradición católica acerca del más sagrado de todos los misterios de la Iglesia.

El primer gran paso fue permitir la comunión en la mano y de pie, un violento quiebre con la inveterada práctica, antigua de muchos siglos, de hacerlo adorando de rodillas ante la barandilla del altar y de recibirla en la lengua, como un pajarito es alimentado por sus padres, según se ve en innumerables pinturas medievales del pelícano que, hiriéndose, abre su pecho para dar de comer a sus pollos. El efecto más obvio que esto tuvo fue hacer creer a los fieles que la Eucaristía no es algo tan misterioso, después de todo. Si uno la puede tomar con la mano como un alimento cualquiera, es igual que una papa frita que se ofrece en una fiesta. El sentimiento de temor y reverencia ante el Santísimo Sacramento fue sistemáticamente disminuido y socavado con esta reintroducción modernista de una antigua práctica que había sido descartada, desde hacía mucho tiempo, por la sabiduría pastoral de la Iglesia. No fueron los fieles quienes pidieron abolir la costumbre de comulgar en la lengua y arrodillados: fue una imposición de los autodenominados “expertos” .

Un segundo paso importante fue permitirse que la comunión fuera dada por ministros laicos. Ello reforzó la percepción de que la Iglesia había abandonado todo eso de ser el sacerdote esencialmente diferente del laico, de ser la Misa un divino sacrificio, y de ser la Eucaristía el Pan de los Ángeles que sólo manos consagradas pueden tocar. Sí: todavía el sacerdote tenía que pronunciar las palabras mágicas, pero a continuación, Pedro, Juan y Diego podían encaramarse a tomar los bowls y las copas para distribuir a todos la insignia de membresía del club. 

El efecto de estas “reformas”, y de otras parecidas (como el reemplazo del majestuoso y misterioso latín por el vernáculo cotidiano; la sustitución del órgano y del gregoriano por endechas con guitarra y piano; el darse vuelta el sacerdote hacia el pueblo, como anfitrión de un programa de conversación; la supresión de las barandillas de comunión del altar; el desplazamiento del tabernáculo desde el lugar central; el feísmo de los ornamentos y cálices, y mucho más) fue debilitar y corromper la fe del pueblo en que la Misa es un verdadero y auténtico sacrificio y en que la Eucaristía es el verdadero Cuerpo y Sangre de Jesús. No es para sorprenderse que, después de esto, la mayor parte de los fieles arrojara por la ventana el ayuno eucarístico y el confesarse como preparación para la comunión. ¿Acaso los propios pastores no actuaban como si ya no creyeran en estas cosas? ¿Qué se podía esperar, entonces, de sus ovejas?

Para decirlo brevemente, hemos vivido y sufrido medio siglo de erosión de los ritos y de contradicción de los símbolos de la fe de la Iglesia en los sublimes misterios del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. Como se lamentaban Juan Pablo II y Benedicto XVI, existen escasas pruebas en nuestras comunidades de existir en ellas conciencia de la diferencia entre comuniones dignas e indignas, cosa que es una de las lecciones más básicas que se enseña a los niños en su catecismo.

En aquellos primitivos tiempos “pre-Vaticano II”, se enseñaba a los niños a practicar la virtud y a evitar el pecado mortal porque debían desear estar en situación de recibir al Señor y unirse a Él cada vez más estrechamente, hasta llegar a la gloria del Cielo, donde Lo poseerían para siempre. Se les enseñaba que si uno recibía al Señor en estado de pecado mortal, cometía un pecado todavía más grave. Se les enseñaba que hacer una buena confesión, con dolor de los pecados e intención de evitarlos en el futuro, era suficiente para corregir ese estado y recuperar  la amistad de Dios. ¿Quién podría seriamente afirmar hoy que la mayoría de los católicos cree en estas cosas, o que siquiera puede reconocer –para qué decir comprender- estas ideas? 

 (Foto: OnePeterFive)

Hoy, al menos en ciertos países occidentales, casi todo el mundo va a comulgar cuando llega el momento de hacerlo. Es que eso es, simplemente, “lo que se hace en Misa”. Casi nadie se confiesa, casi nadie se abstiene de comulgar por tener conciencia de pecado, y es raro el sacerdote que predica alguna vez sobre la necesidad de estar correctamente preparados para comulgar (contrástese esto con el caso de San Juan María Vianney, que predicaba sin descanso sobre estas cosas, y que aumentó inmensamente el ardor de sus fieles por el sacramento de la confesión y por la comunión frecuente: no es por nada que este santo es el patrono de los párrocos; se supone que los patronos están ahí para ser imitados). 

Así se preparó, diabólicamente, el terreno para el último acto, en que ha desaparecido, en la teoría y en la práctica, todo impedimento para comulgar. En un contexto general en que pocos católicos van a Misa y comulgan, parece un castigo cruel e inusitado dar un trato especial a un puñado de personas “casadas y divorciadas”: “A vosotros no se os permite comulgar, en tanto que los adolescentes que se masturban y fornican, las parejas que practican la contracepción, las familias que a veces se saltan la Misa dominical por hacer deporte, son todos bienvenidos a  comulgar, como de costumbre”.

Este es el cuadro total que explica, a mi juicio, por qué los liberales o progresistas en la Iglesia son absolutamente incapaces de ver por qué pudiera alguien objetar el capítulo 8 de Amoris Laetitia con su nuclear nota a pie de página . Tales personas no creen realmente que la Misa es el verdadero y auténtico sacrificio que ofrece Jesucristo a la Santísima Trinidad; no creen realmente en la transubstanciación y en la Presencia Real; no creen realmente que uno come y bebe la carne y sangre de Dios; no creen que quien come y bebe indignamente, come y bebe su propia condenación, en tanto que quienes comen dignamente preparan su alma y su cuerpo para una resurrección gloriosa, como dice San Pablo.  

Los “amoritas”, como podríamos denominarlos [Nota de la Redacción: "Amorites" llama el autor a quienes postulan que la Exhortación Amoris laetitia ha supuesto un verdadero cambio de paradigma en el acceso sacramental], ven “la Eucaristía” como una reunión fraterna, un acontecimiento social, una afirmación de la valía de lo humano, una “celebración” del “incondicional amor” de Dios, o como cualquier otro eslogan tipo “Hallmark” [Nota de la Redacción: se refiere el autor a los usuales mensajes presentes en las tarjetas de saludo hechas por esa marca estadounidense] que a uno se le pueda ocurrir. Dentro de los confines de esta teología horizontal y superficial, no hay lugar para exigencias ni prohibiciones: ¡cualquier cosa es bienvenida, todo vale! Y puesto que la Eucaristía es una comida que simboliza la acogida que Dios da al pecador, no hay razón alguna para excluir a nadie, cualquiera sea el motivo, de tomar parte en la “mesa de la abundancia”.

Amoris Laetitia encaja bien en esta trayectoria histórica más amplia, en virtud de la cual la Misa ha sido despojada de su realismo sacrificial trascendente, misterioso, ominoso y desafiante, y ha sido empujada continuamente en dirección a una comida ordinaria, con gente común y corriente que hace cosas ordinarias por una finalidad intramundana, con una forzada espontaneidad y una banalidad embarazosa que han sido incapaces de atraer el flujo de las multitudes que predijo Pablo VI. En una Misa así, ¿qué se puede hacer sino recibir la comunión? ¿A quién se le ocurriría asistir a ella sólo para adorar a Dios y contemplar su belleza? En el Novus Ordo prácticamente no hay oportunidades o incentivos para la adoración, y a la belleza no le ha ido mejor –por el contrario, mucho peor-. En esas circunstancias, es inconcebible que se interponga una barrera entre una comida gratis y un invitado que tiene de sí una buena idea por el simple hecho de estar ahí . 

En realidad, la Misa es el sacrificio incruento de la Cruz, hecho presente en medio de nosotros, y es simultáneamente el vivificante banquete de bodas celestial de Cristo, ahora glorificado. La Eucaristía es el sacramento de la unión en una sola carne de la novia adornada por la gracia y del Novio, que es su única felicidad. 

No me sorprende que, en las Misas tradicionales en todo el mundo, incluidos los Estados Unidos, se pueda observar dos fenómenos relacionados: una gran cantidad de fieles que se confiesan antes y durante la Misa, y una buena cantidad de ellos que se quedan en las bancas y no comulgan. Los triunfos interiores de los primeros, las luchas interiores de los segundos son conocidos sólo por Dios. Pero hay una cosa que es obvia: todos ellos han venido a adorarlo, como respuesta a Su majestad, a cumplir una solemne obligación de la virtud de la religión. Si están preparados o no para comulgar es una cuestión de un nivel diferente. Tal es la buena salud que prevalece en el ámbito de la Tradición; es la buena salud que pavimenta el camino hacia la santidad.

sábado, 20 de enero de 2018

50 años de Magnificat: Recordando al Padre Antonio Grill SDB (1921-2015)

Retomamos esta sección para dedicar unas palabras en recuerdo al sacerdote salesiano Antonio Grill Sevénikar (1921-2015), quien fuera capellán de nuestra asociación por cerca de diez años (1986-1996) en el período inmediatamente precedente a nuestro actual capellán, el Rvdo. Milan Tisma. El padre Grill fue un longevo e incansable sacerdote salesiano, que desempeñó su apostolado y ministerio sacerdotal en nuestro país en el ámbito misionero y educativo. Hacia los últimos años de su vida el padre Grill fue un gran impulsor de la devoción de la Divina Misericordia, así como de la piedad litúrgica tradicional, sirviendo a diversos grupos que solicitaran la celebración de los sacramentos según los libros litúrgicos promulgados por San Juan XXIII el año 1962. La reseña que sigue sobre su vida y su funeral está tomada del sitio de la Orden Salesiana en Chile y del Colegio Patrocinio San José (que se pueden visitar aquí y aquí, respectivamente) al igual que las fotografías (cuyo álbum original se puede consultar aquí).

R.P. Antonio Grill SDB 
(1921-2015)

El R.P. Antonio Grill Sevénikar SDB nació el 12 de junio de 1921 en Sostanj, provincia de Ljubliana en la actual Eslovenia (entonces Yugoslavia). Conoció la Orden Salesiana en su lugar natal. Con tan sólo 14 años ingresó al aspirantado de la orden en Verzej, localidad ubicada en el noreste de su patria natal, en agosto del año 1935. En atención a sus cualidades personales, su devoción a la Santísima Virgen María y su rectitud de intención, los formadores de la casa permitieron que fuera aceptado en el noviciado, que realiza entre los años 1940 y 1941 en la ciudad de Radna, Eslovenia.

Luego de realizar su primera profesión el 17 de octubre de 1941, ya en plena Segunda Guerra Mundial, el padre Antonio continúa su formación como religioso en diversas casas de la Orden, pasando varios años de formación en aquellas de Bagnolo y Bollengo, ambas ubicadas en la región del Piemonte. El padre Grill hará sus votos perpetuos en esta última casa, donde se desempeñaba como asistente, el día 12 de septiembre de 1946. Seguramente motivado en parte por los relatos de los misioneros que visitaban su residencia, el padre Antonio solicita ser enviado a las misiones, llegando a Chile a mediados de 1947, después de haber recibido en crucifijo misionero en la Basílica de Turín, integrando la 77ª expedición misionera de la Orden.

Una vez llegado al país se integra inmediatamente a los estudios teológicos en La Cisterna, cuyo director era el padre Carlos Orlando. En este ambiente, donde confluían hermanos de su misma nacionalidad y de otros lugares del mundo, hará su mayor discernimiento y solicitará la ordenación sacerdotal, que tuvo lugar el 27 de noviembre de 1948, recibiendo el Sacramento del Orden por imposición de manos de S.E.R. Monseñor Pío Fariña, entonces Obispo Auxiliar de Santiago, en el Templo de la Gratitud Nacional, el cual ha estado tradicionalmente a cargo de la Orden Salesiana.

El R.P. Grill en el Colegio Patrocinio de San José, donde ejerció su ministerio los últimos 30 años de su vida

El padre Grill desempeñó desde entonces un incansable apostolado, al servicio de la Iglesia y su familia religiosa, que lo llevó a los más diversos lugares y ambientes de nuestro país, la cual amó e hizo su lugar de evangelización permanente. Uno de sus primeros encargos fue el cargo de asistente, profesor y capellán del Colegio Don Bosco de Iquique entre los años 1950 y 1954. Luego, entre los años 1955 y 1956 sirvió como consejero y catequista en la Escuela Agrícola de Pochocay. Durante el año 1957 estará en el Oratorio de Don Bosco, desempeñando el cargo de consejero escolar, para retornar hasta el año 1960 a Iquique, como catequista y rector de la Iglesia del Sagrado Corazón.

Entre los años 1961 y 1967, el padre Grill se desempeñó como catequista del colegio y rector del Santuario de María Auxiliadora en Talca, para luego servir como director de la pequeña escuela Sagrada Familia de Macul entre los años 1968 y 1972, que atendía a los hijos de las familias pobres del sector. Los años 1973 y 1974 los vivirá en Los Andes sirviendo en capellanías y apostolado libre, contando para ello con la autorización del inspector salesiano de la época, para luego ser nombrado vicario parroquial en El Almendral, San Felipe, cargo que ocupa entre los años 1975 y 1976.

Para el final de la década de los setenta y comienzos de los años ochenta, esto es hacia el año 1984, el padre Antonio volverá a ejercer su ministerio pastoral en Iquique, esta vez casi exclusivamente en el Altiplano, realizando una tarea heroica por la extensión de los terrenos que recorría y por la atención pastoral de tantos pueblos perdidos en la soledad de las montañas, el clima adverso y el rigor de no contar con muchos recursos. Para el año 1985 fue destinado a la comunidad de Valparaíso, siendo responsable de la casa de Quilpué.

El año 1986, y ya con 65 años de edad, el padre Grill fue destinado de manera definitiva al Oratorio de don Bosco en Santiago donde, en la medida de sus posibilidades, desempeñaba diferentes servicios como confesor, capellán de la cárcel de Colina, difusor de la devoción de la Divina Misericordia y otras múltiples devociones.

Es en este contexto que el padre Antonio prestó invaluablemente sus servicios como capellán para nuestra Asociación, celebrando la Santa Misa según los libros litúrgicos vigentes al año 1962, de manera regular en la capilla del Campus Lo Contador de la Pontificia Universidad Católica de Chile. El padre Antonio, para ese entonces de avanzada edad, colaboró de manera dedicada a nuestra Asociación hasta fines del año 1996, fecha en la que nuestro actual capellán, el Rvdo. Milan Tisma, recibiera la ordenación sacerdotal y le fuera encomendado el cuidado de la capellanía de nuestra agrupación, para lo cual contó con el beneplácito y autorización verbal del entonces arzobispo de Santiago, Cardenal Carlos Oviedo Cavada.

Cabe destacar que el padre Grill continuó con la celebración pública y privada de la Santa Misa tradicional aún después de que nuestro actual capellán asumiera sus funciones. En efecto, celebró regularmente para el grupo de fieles que se reunía dominicalmente en la iglesia de San Isidro Labrador, del cual ya hemos tratado aquí, y que se constituyó con posterioridad a la entrada en vigor del motu proprio Summorum Pontificum. En los últimos años de su vida, era habitual verlo celebrar la Santa Misa en día de semana en la iglesia de la Veracruz, sita en el barrio Lastarria, conforme a la forma ordinaria. Lo anterior da cuenta del celo sacerdotal de este notable misionero esloveno, que hizo de Chile su patria y lugar de ejercicio de su ministerio sacerdotal.

El padre Antonio Grill falleció en Santiago la madrugada del día 17 de septiembre de 2015 a los 94 años de edad, contando con 74 años de vida religiosa y estando próximo a cumplir 66 años de sacerdocio, habiendo vivido en Chile por 68 años. Sus funerales se efectuaron en la capilla del Colegio el Patrocinio de San José. El jueves 17 de septiembre, el Cardenal Arzobispo de Santiago Ricardo Ezzati, miembro de su congregación, presidió la primera Eucaristía por el alma del difunto padre Grill. Su misa de funeral fue celebrada el día 18 de septiembre, día en que Chile celebra sus Fiestas Patrias, y fue presidida por el padre Galvarino Jofré, concelebrada por el Obispo Emérito de Punta Arenas monseñor Tomás González y salesianos de diversas comunidades. Posteriormente sus restos mortales fueron trasladados y sepultados en el mausoleo de la orden en el Cementerio Católico de Santiago. A continuación les ofrecemos algunas fotografías de su funeral:



miércoles, 17 de enero de 2018

FIUV Position Paper 14: La reforma de la Semana Santa (segunda parte)

En una entrada anterior explicamos nuestro propósito de traducir los Position Papers sobre el Misal de 1962 que desde hace algún tiempo viene preparando la Federación Internacional Una Voce, de la cual nuestra Asociación es capítulo chileno desde su creación en 1966. 

En esta ocasión les ofrecemos la traducción de la segunda parte del Position Paper 14 y que versa sobre los aspectos litúrgicos de la reforma de la Semana Santa de 1955, cuyo original en inglés puede consultarse aquí. Dicho texto fue preparado en el mes de abril de 2013. Para facilitar su lectura hemos agregado un título (Texto) para separar su contenido del resumen (Abstract) que lo precede. En una entrada previa hemos publicado la primera parte de este Position Paper, la cual está dedicado a los aspectos generales de la reforma piana. 


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La reforma de Semana Santa de 1955

Segunda parte: Las liturgias en particular

Resumen

El Position Paper 14, primera parte, abordó algunos aspectos generales de la reforma de Semana Santa de 1955. Esta parte segunda contiene un breve análisis de las reformas, ceremonia por ceremonia. Los cambios más importantes se hicieron a la Vigilia Pascual, en particular la reestructuración completa de la bendición del Cirio Pascual y la reducción del número de lecturas. También se hizo cambios importantes al Domingo de Ramos (en especial, la reducción del número de bendiciones de los ramos), y al Viernes Santo (se podó drásticamente la “Misa de presantificados”). En conclusión, las formas de las liturgias de 1570 tienen valor e importancia, y es difícil comprender por qué no se permitió que se las siguiera usando en la liturgia viva de la Iglesia. En un Apéndice se enumera algunos cambios hechos en 1955 que parecen preludiar aquellos efectuados al resto del Misal y que no fueron llevados a cabo por entonces, lo cual crea una tensión en el Misal de 1962.

Los comentarios a este texto pueden enviarse a positio@fiuv.

Procesión de Domingo de Ramos en Westminster previa a 1955

Texto

1. La historia de las ceremonias de Semana Santa es extremadamente compleja, y se caracteriza por una mutua influencia de los usos romanos y galicanos, e incluso de las liturgias orientales. Sin embargo, el Misal de 1570 inició un período de estabilidad que terminó sólo en la década de 1950; período que merece, por tanto, ser considerado como “clásico”, en el sentido de constituir un natural punto de referencia en la historia de las ceremonias. Fue conocido por los santos y doctores de este largo período de tiempo, como también, en mayor o menor medida, lo fueron los períodos anteriores, quienes lo enriquecieron con su comprensión de los misterios de la Semana Santa. Luego de haber analizado los principios generales de la reforma de 1955 en la primera parte, en esta segunda parte examinaremos con un poco más de detalle algunos rasgos notables de las ceremonias de 1570 que se suprimió o cambió en 1955.

 Pío XII
(Foto: The Catholic Herald)

El Domingo de Ramos.

2. La bendición de los ramos en el rito de 1570 estaba precedida por una missa sicca, el único  ejemplo que sobrevivía en el Misal de un rito normalmente celebrado en la Edad Media [1]. En 1955 se suprimió este rito. Las ocho largas oraciones de la bendición, una de las cuales tenía forma de prefacio, con su Sanctus incluido, todas de una gran belleza, fueron drásticamente reducidas en 1955. En la ceremonia de 1955 se bendice los ramos en una simple mesa portátil para aumentar la visibilidad de la ceremonia, lo cual refleja las prioridades del momento: visibilidad por sobre solemnidad [2]. El popular ritual de la Baja Edad Media, y la solemne procesión de entrada a la iglesia, con los golpes que se daba a la puerta con el pie de la cruz procesional, fueron también abolidos en 1955 [3].

3. Se acortó la lectura de la Pasión según San Mateo durante la Misa, suprimiéndose el relato de la cena en casa de Simón el Leproso y el de la Última Cena, cambios que se hicieron también a las Pasiones según San Marcos y San Lucas para el martes y el miércoles, respectivamente, de Semana Santa. Esto produjo el efecto de privar a la liturgia de Semana Santa –y, al cabo, a la totalidad del Misal de 1962- de los relatos de la Ultima Cena según los Evangelios sinópticos. Se reconoció ampliamente que esto fue un error, corregido parcialmente en la reforma de 1970.

 Domingo de Ramos previo a la reforma piana
(Foto: Rorate Caeli)

El Jueves Santo.

4. Aunque ello no afecta a la celebración hecha en las parroquias, hay que hacer ver que la creación en 1955 de una ceremonia separada para la bendición de los óleos fue un intento “arqueológico” de recrear una ceremonia que no se había celebrado en muchos siglos. Para llevar esto a cabo se tuvo que componer una cantidad de textos litúrgicos [4].

5. El Mandato (lavado de pies), desde los primeros tiempos de su incorporación a la Misa del Jueves Santo, había tenido lugar después de terminada la Misa, a continuación del despojo de los altares [5]. La recomendación de 1955 de transferirlo al momento después del sermón no tiene precedentes [6], y la especificación del presbiterio como el lugar de la ceremonia plantea problemas cuando se usa a laicos [7].

El Viernes Santo.

6. El impresionante ceremonial, de la Baja Edad Media, que rodeaba la procesión desde el Monumento hasta el altar mayor, para la Misa de presantificados, fue suprimido en 1955[8]. Desde entonces, la procesión se hace en silencio, y el rito mismo de la comunión comprende poco más que la recitación del Padrenuestro y de su embolismo. No tiene precedentes la recitación del Padrenuestro con los fieles, y constituye una anomalía respecto de la forma como se lo recita durante el año (véase Apéndice).

7. La supresión de muchas oraciones en la Misa de presantificados que se referían al “sacrificio” fue motivada, en parte, por parecer a los reformadores que eran inapropiadas puesto que no existía sacrificio eucarístico. Sin embargo, el Beato Ildefonso Schuster advierte, en su análisis de la Misa de presantificados: “Hoy, en señal de duelo, se omite el ofrecimiento del sacrificio eucarístico. En su lugar ofrecemos a Dios el mérito del sacrificio cruento del Calvario, al cual nos asociamos mediante la humillación y contrición del corazón. Volviéndose hacia el pueblo [el sacerdote] dice: 'Hermanos, orad para que mi sacrificio y el vuestro sea aceptable a Dios Padre Todopoderoso'" [9]. Este es, por cierto, una especie de sacrificio presente en toda Misa. Podemos hablar de un sacrificio diferente ofrecido por los fieles en el Orate fratres [10], y también de un “sacrificio de alabanza” al que se refiere el Memento del Canon Romano [11].

8. La sospecha de los reformadores respecto de este rasgo de la Misa de presantificados plantea un problema general a su metodología. Aunque es verdad que el Orate fratres y otras oraciones similares en la Misa no se encuentran en las versiones más antiguas de la liturgia del Viernes Santo, sino que datan del siglo XII [12], resulta notable que los reformadores hayan sostenido que algunas oraciones de la Iglesia, recitadas continuamente a lo largo de ocho siglos (aunque no en todas partes) e incluidas en el Misal que se publicó después del Concilio de Trento, son teológicamente defectuosas. Ello es especialmente notable porque, como lo ilustra el Cardenal Schuster, esas oraciones pueden ser interpretadas de un modo perfectamente razonable. Dicha actitud parece incompatible con las palabras de Pío XII en su encíclica Mediator Dei:

"Es claro que ningún católico sincero puede rehusarse a aceptar las formulaciones de la doctrina cristiana elaborada más recientemente y proclamadas como dogma por la Iglesia, con la inspiración y guía del Espíritu Santo y con abundantes frutos para las almas, debido que le place apegarse a las formulaciones antiguas. Tampoco puede un católico razonable repudiar la actual legislación de la Iglesia para remitirse a normas basadas en las más antiguas fuentes de la ley canónica. Del mismo modo, es obviamente insensato y erróneo el celo de quien, en materias litúrgicas, retrocede a los ritos y usos de la antigüedad, desechando las nuevas formas introducidas por disposición de la Divina Providencia para corresponder a los cambios de circunstancias y situaciones" [13].

 Juan XXIII durante la Adoración de la Cruz de acuerdo a las rúbricas previas a la reforma piana
(Foto: Rorate Caeli)

La Vigilia Pascual.

9. Las tres oraciones de bendición del fuego nuevo fueron reemplazadas por una sola oración, y se modificó enteramente las ceremonias que rodean al Cirio Pascual, echándose mano de textos y ceremonias recientemente compuestos. El argumento de los reformadores de que la traslación del Cirio Pascual cesó sólo debido a su aumento de tamaño y de que la triple caña (el trikirion) se originó en el triple Lumen Christi no es históricamente correcto [14]. La desaparición de la triple caña es lamentable, ya que era un impactante ejemplo de la influencia de las liturgias de Oriente [15].

10. La revisión hecha en 1955 volvió imposible el histórico papel del Exsultet en la bendición del Cirio. En cambio, la oración Veniat ergo quaesumus, que por largo siglos había sido empleada en la bendición de los granos de incienso, se transformó en bendición del Cirio al insertarse en ella la palabra “cereum” (cera) [16]. La referencia del Exsultet al “sacrificio de incienso” había estado asociada con la inserción de los granos de incienso desde el siglo XII [17]. Y se perdió además la asociación con las palabras que seguían al encendido del Cirio mismo y de las otras luces [18].

11. El antiquísimo conjunto de doce lecturas del Antiguo Testamento de la antigua liturgia se reemplazó por un grupo de cuatro [19], cambiándose considerablemente el equilibrio de los elementos en la ceremonia: las lecturas ya no fungen como una vigilia en sentido estricto, o sea, un tiempo de atención y espera. Los propios reformadores lamentaron en cierta forma el cambio. Como dice Adrian Fortescue, el total de las doce lecturas “constituyen un maravilloso relato de las obras de Dios con su pueblo antes de la venida de Cristo” [20]. El Misal de 1970 reinstauró un conjunto mucho más extenso de lecturas, al menos en forma opcional.

12. La bendición de la Fuente Bautismal fue trasladada, en 1955, desde el Bautisterio al presbiterio [21], donde podía ser vista por el pueblo, aunque esto hiciera necesario el empleo de un balde común y corriente para el agua bendita. El Misal de 1970 restauró la bendición de la Fuente.

13. Los Maitines y Laudes pascuales, que se celebraban en la tarde del Sábado Santo después de Completas (la Vigilia se celebraba en la mañana), ceremonia que databa del siglo VIII y que tenía considerable importancia histórica [22], fue abolida en 1955. Ambas horas tenían la importancia de ser las primeras ceremonias del Domingo de Pascua, y ponían término a la Cuaresma. Muchos de los contenidos de estas horas fueron reutilizados en los Maitines del Lunes de Pascua en la Liturgia de las Horas de 1970, y en los Laudes del Domingo de Pascual en el Antiphonale Monasticum de 2005.

 Vigilia previa a 1955

La Vigilia de Pentecostés.

14. Se abolió el paralelismo de este día con la Vigilia Pascual, lo cual representa una importante pérdida de riqueza litúrgica, sin ganancia alguna que la compense.

Conclusión.

15. Con la perspectiva que dan más de cincuenta años, es muy impactante advertir el condicionamiento de la naturaleza de la reforma por las preocupaciones del momento. Dichas preocupaciones fueron retomadas, en gran medida, por algunos otros sólo una década más tarde, cuando comenzó a prepararse el Misal de 1970, y lejos de resistir la prueba del paso del tiempo, la Semana Santa de 1955 fue, en gran medida, aventada. De hecho, como decíamos antes, en algunos casos el Misal de 1970 contiene concesiones hechas a las críticas que se formularon a la reforma de 1955. No sorprende que haya muchos que, apegados a la antigua tradición litúrgica latina, rehúsen ver la reforma desde la perspectiva de la primera mitad de la década de 1950. En efecto, aunque cada época puede tener una legítima influencia en el desarrollo orgánico de la liturgia, la reforma de la Semana Santa de 1955 incluyó una serie de cambios radicales de cosas que habían permanecido intactas durante cuatro siglos.

16. Dada la importancia histórica de las ceremonias del Misal de 1570, cuesta entender, en el contexto del motu proprio Summorum Pontificum, por qué no se las habría de permitir, para edificación de los fieles, en continuidad con tantas generaciones de predecesores. “Lo que las generaciones anteriores tuvieron como sagrado, sigue siendo sagrado y grande también para nosotros, y no puede ser totalmente prohibido de improviso ni ser considerado como dañino. Nos compete a todos preservar las riquezas que se han desarrollado en la fe y en la oración de la Iglesia y darles su lugar adecuado”[23].

 Liturgia papal de Viernes Santo previa a al reforma
(Foto: New Liturgical Movement)

Apéndice: las reformas de 1955 y el Misal de 1962.

Aunque de diversos modos la liturgia de la Semana Santa es sui generis, se conforma, sin embargo, a ciertos principios litúrgicos que se encuentra en otras partes del Misal. Uno de los efectos de la reforma de 1955 fue transformar las ceremonias de Semana Santa en una serie de excepciones a tales principios. En muchos casos parece que se esperaba que el resto del Misal sería puesto de acuerdo con ellas. Así, por ejemplo, el Confiteor y la Absolución inmediatamente antes de la comunión fueron abolidos en 1955 para el Jueves Santo, y luego se los abolió durante todo el año en 1961. En otros casos, sin embargo, los ajustes que correspondía no se habían hecho todavía hacia 1962, sino que se hicieron al final de la década de 1960, o se los encuentra en el Misal de 1970. En consecuencia, el Misal de 1962 contiene tensiones e incoherencias no deseadas por la reforma, que derivan de las contingencias de la historia litúrgica.

Conviene también notar que, incluso cuando se logró con las reformas de finales de la década de 1960 cierta coherencia en algunos aspectos, no se pensó nunca que ello iba a ser permanente. Como lo explica Abhinc tres annos (1967), se promulgó cambios “cuando los recomiendan algunas consideraciones pastorales, sin que parezcan oponer obstáculos a la reforma definitiva de la liturgia que está por hacerse. Además, parecen ventajosos para la gradual introducción de la reforma, y se puede realizar simplemente alterando las rúbricas, y no los libros litúrgicos actuales” [24].

Algunos de dichos cambios son los siguientes:

El Domingo de Ramos:

- Son abolidos los manípulos para la bendición de los Ramos y la procesión, como también para la acción litúrgica del Viernes Santo. Esto se extendió a todo el año litúrgico después de 1962 [25].

           - Se suprime al Asperges: se lo hace opcional, en lugar del rito penitencial, en el Misal de 1970 (si se lo usa, reemplaza al rito penitencial).

           - Se bendice los ramos que los fieles sostienen en sus manos, o se los pone en una tabla portátil separada del altar, versus populum. Aunque esto forma parte de un proyecto coherente de hacer más visibles las acciones litúrgicas, contrasta con la bendición de las candelas en la fiesta de la Purificación (la Candelaria), en la fiesta de San Blas y con la bendición de las cenizas el Miércoles de Cenizas. Es abolido el beso de los ramos y de la mano del celebrante por los fieles: esto forma parte de un insistente desprecio de las osculaciones en la reforma de la Semana Santa, pero contrasta con las normas de la bendición de las candelas en la fiesta de la Purificación [26].

           - Se suprime las Oraciones Preparatorias de la Misa, tal como se hizo en la Vigilia de Pascua. El principio de que las Oraciones Preparatorias se omiten cuando la Misa es precedida por alguna otra ceremonia se extiende, en el Misal de 1962, a algunos casos como el Miércoles de Cenizas, pero no a otros, como la Misa nupcial que sigue al rito del matrimonio, como tampoco a la Misa dominical precedida por el Asperges. Debido a que en las Misas cantadas todavía debían ser cantados el Introito y el Kyrie, la abolición de las Oraciones Preparatorias simplemente prolongó el tiempo que el celebrante debía permanecer sentado en la sede, esperando que terminara el canto antes de entonar el Gloria, contra los principios de la instrucción Tra le sollicitudine, sobre música sagrada, de San Pío X [27]. Algunas reformas posteriores, en todo caso, siguieron otros principios, acortando las Oraciones Preparatorias con la omisión del salmo Iudica me [28].

          -  El Orate fratres debe decirse en voz alta, y los fieles deben responder. Esto ocurre también en la Vigilia Pascual, y se relaciona claramente con la extensión de la práctica de la Misa dialogada en aquellos años, pero no es coherente con las normas contenidas en De música sacra (1958).

           - La repetición de los textos por el celebrante cuando son cantados por otros ministros o por la schola, es abolida durante la Semana Santa. El principio general de que no se debe duplicar los textos no se aplicó de modo coherente en el resto del Misal de 1962 [29].

           - Se suprime el Último Evangelio cuando no tiene lugar la bendición de los ramos. Se lo suprime también el Jueves Santo y en la Vigilia Pascual. Aquí también se argumentó contra el Último Evangelio por algunos partidarios de la reforma, pero no se extendió la supresión a todo el Misal de 1962 [30].

 Domingo de Ramos celebrado conforme a las rúbricas previas a la reforma piana
(Foto: Mulier Fortis)

El Jueves Santo:

           - Se toma el salmo 21, recitado durante el despojo de los altares, del salterio revisado por Pío XII. Se usó este salterio en la composición de nuevos textos litúrgicos luego de su publicación en 1945, pero nunca se reemplazó los textos existentes. Esto significa que los cantos y otros textos que emplean salmos en la liturgia reformada del Jueves Santo siguen usando el salterio latino antiguo, y sólo la ceremonia del despojo de los altares recurre al salterio de Pío XII. En algunas reformas posteriores se discontinuó el uso litúrgico del salterio de Pío XII en favor del salterio de la Neo Vulgata, publicado en 1969. En el Positio Paper 5: El uso de la Vulgata y de los antiguos salterios latinos se analiza las dificultades que presenta el uso del salterio y cánticos de Pío XII.

           - La ubicación del Mandatum después del Evangelio anticipa el uso de ese momento, en reformas posteriores, para otras ceremonias que con anterioridad se realizaban antes o después de la Misa, como por ejemplo, el rito del matrimonio en la Misa nupcial, y la bendición y distribución de las cenizas el Miércoles de Cenizas [31].

       - Se omite la bendición al final de la Misa, debido a que vienen después otras ceremonias. No se aplica coherentemente este principio en el Misal de 1962, sin embargo. Una excepción está constituida por Corpus Christi.

 Monumento
(Foto: Rorate Caeli)

El Viernes Santo:

           - Los fieles deben recitar el Padrenuestro junto con el celebrante. Como en el caso de otros cambios hechos el Domingo de Ramos, éste está vinculado con la práctica de la Misa dialogada, pero su uso en la Misa cantada es anómalo.

          - No se usan los manípulos, como para la bendición de los ramos el Domingo de Ramos (véase más arriba).

La Vigilia Pascual:

         - Se bendice el agua a la vista de los fieles, como los ramos el Domingo de Ramos (véase más arriba).

       - En la Renovación de las Promesas Bautismales se usa el vernáculo y los fieles dialogan con el celebrante. A la anomalía de cambiar de diálogo cantado a diálogo hablado mencionada antes, se añade la innovación del uso del vernáculo, el cual se generalizó en 1962 para todo el año [32].

     - En los Laudes que siguen a la Vigilia, el Benedictus se toma de la versión revisada publicada con el salterio de Pío XII, el cual se usa también el Jueves Santo (véase más arriba).



[1] Goddard, P., Festa Paschalia: A history of the Holy Week liturgy in the Roman Rite (Leominster, Gracewing, 2011) p. 266.

[3] Goddard, Festa Paschalia, cit., p. 268.

[4] Los textos que sobreviven se encuentran en el Antiguo Sacramentario Gelasiano, que data del siglo VIII.

[5] Desde su incorporación en el Pontifical del siglo XII. Véase Goddard, Festa Paschalia, cit., p. 153.

[6] Originalmente, en el cuadro de las comunidades monásticas y en las catedrales, tenía lugar en otro edificio, como la casa capitular.

[7] Antes de 1955, el Misal no especificaba la ubicación. Sería apropiado el uso de la nave cuando se lava los pies de los seglares, debido a que tienen que despojarse de calcetines y zapatos y luego ponérselos de nuevo. Es interesante advertir que el ponerse y sacarse los obispos las cáligas fue prohibido por la Sagrada Congregación de Ritos por un decreto de 4 de diciembre de 1952. Tales acciones debían realizarse sólo en la sacristía.

[8] La creación de la ceremonia tuvo lugar, en gran medida, en el siglo XII. Véase Goddard, Festa Paschalia, cit., pp. 148-149.


[9] Schuster, I., The Sacramentary (Liber Sacramentorum): historical and liturgical notes on the Roman Missal (edición inglesa, Londres, Burns Oates, 1925), vol. II, p. 221.

[10] Orate, fratres, ut meum ac vestrum sacrificium acceptabile fiat apud Deum Patrem Omnipotentem (“Orad, hermanos, para que este sacrificio mío y vuestro sea aceptable a Dios Padre Todopoderoso”).

[11] La conmemoración de vivos: qui tibi offerunt hoc sacrificium laudis (“que te ofrecen este sacrificio de alabanza”).

[12] Para ser exactos, la oración In spiritu humilitatis, con su referencia al sacrificio, apareció en la liturgia del Viernes Santo en el siglo XII, y el Orate, fratres y el Dirigatur, Domine en el siglo XIII. Véase Goddard, Festa Paschalia, cit., pp. 186-187.

[13] Pío XII, Encíclica Mediator Dei (1947), núm. 63: Quemadmodum enim e catholicis cordatus nemo, eo consilio ductus ut ad veteres revertat formulas, a prioribus Conciliis adhibitas, illas respuere potest de christiana doctrina sententias quas Ecclesia, adspirante moderantque divino Spiritu, recentiore aetate, ubere cum fructu, composuit retinendasque decrevi itemque quemadmodum e catholicis cordatus nemo vigentes leges repudiare potest, ut ad praescripta regrediatur, quae antiquissimis hauriantur canonici iuris fontibus; ita pari modo, cum de sacra Liturgia agitur, qui ad antiquos redire ritus consuetudinesque velit, novas repudiando normas, quae ex providentis Dei consilio ob mutatas rerum condiciones fuere inducte non is procul dubio, ut facile cernere est, sapienti rectoque movetur studio.

[14] Existen precedentes históricos de la traslación del Cirio, pero en ningún caso él era ni encendido ni bendecido antes de ser puesto en el presbiterio. Más común era que estuviera en el presbiterio desde el comienzo. Véase Goddard, Festa Paschalia, cit.,pp. 221-223 y 281. Para más detalles, véase Mac Gregor, A. J., Fire and Light in the Western Triduum (Alcuin Club Collectio, 1992), pp. 327-338 y 390-396.

[15] Sobre el origen de la caña, véase Goddard, Festa Paschalia, cit., p. 221, y MacGregor, Fire and Light in the Western Triduumcit., pp. 266-276.

[16] Como alternativa del Exsultet, el Antiguo Sacramentario Gelasiano (c. 740) contiene una oración de bendición para el comienzo del Cirio Pascual, que comienza con Deus mundi conditor.  La parte final de esta oración, Veniat ergo quaesumus, sobrevivió en Pontificales Romanos posteriores como bendición sólo para el incienso, en tanto que el Exsultet fue incluido bajo el título Benedictio cerei. Véase también Dobszay, L., The Restoration and Organic Development of the Roman Rite (Londres, T&T Clark, 2010), p. 255 y nota 54.

[17] En Roma, desde el siglo XII hasta la reforma de 1955, se insertaba el incienso en el Cirio mientras se cantaba el Exsultet, al momento de las palabras Suscipe Sancte Pater incensi huius sacrificium (“Recibe, Padre Santo, el sacrificio vespertino de este incienso”). Véase Goddard, Festa Paschalia, cit., p. 219. Esta interrupción del canto del Exsultet resultaba beneficioso para el diácono que cantaba esta pieza, excepcionalmente difícil. 

[18] Las palabras quam in honorem Dei rutilans ignis accendit (“este fuego brillante que se enciende para gloria de Dios”) se vinculaban con el encendido del Cirio. Las palabras Qui licet sit divisus in partes (“que aunque esté dividido en partes”) se aplicaban al encendido de otras luces.

[19] El origen y desarrollo de sistemas de lecturas que competían pero que se influenciaban mutuamente en la Vigilia Pascual es muy complejo. El conjunto de doce lecturas fue adoptado en Roma alrededor del año 1000, a partir del Sacramentario Gelasiano Galicano del siglo VIII, que corresponde, a su vez, al sistema usado en Jerusalén en el siglo V. La mitad de las lecturas son, en efecto, de los mismos pasajes de la Escritura. Este sistema Gelasiano se usó en las Galias, pero su origen fue el rito presbiteral de Roma. En contraste, el sistema “gregoriano”, que se originó en el rito papal usado en San Juan de Letrán, en Roma, tenía sólo cuatro lecturas. Véase Goddard, Festa Paschalia, cit., pp. 224-231. Vale la pena notar que la ceremonia equivalente en la liturgia bizantina tiene quince profecías, cuyo contenido se traslapa en gran medida con la Vigilia Pascual de 1570.

[20] Fortescue, A., Holy Week (Londres, Burns, Oates & Washbourne, 1951) p. xxviii.

[21] Excepto en las iglesias que tenían un baptisterio separado.

[22] Contiene el diálogo entre los Ángeles y las mujeres, Quem quaeritis (“¿A quién buscáis?”), que constituyó la base de la gran tradición medieval de obras de teatro para Pascua.

[23] Benedicto XVI, Carta a los obispos que acompaña al motu proprio Summorum Pontificum (2007).

[24] Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Abhinc tres annos (1967).

[25] Se hizo opcional el manípulo por la Instrucción Abhinc tres annos (1967), núm. 25, y no figura entre los ornamentos del Misal de 1970.

[26] El beso a la mano del sacerdote y al objeto que se da o recibe de él se suprimió para todo el año por la Instrucción de Consilium Inter oecumenici (1964), núm. 36 (d). Las normas de esta Instrucción entraron en vigencia en 1965.

[27] El canto del Introito y del Kyrie, comenzado antes de las Oraciones Preparatorias o junto con ellas, concluye a veces justo a tiempo para comenzar el Gloria (o, cuando no hay Gloria, la Colecta) sin que el celebrante tenga que hacer una pausa. En las versiones más largas, incluida la mayor parte de los Kyries polifónicos, se hace necesario que el celebrante se siente en la sede hasta que terminan. La abolición de las Oraciones Preparatorias hace surgir o alargarse esa espera. San Pío X, en su motu proprio Tra le sollicitudine (1903), núm. 22-23 escribe: “No es legítimo hacer que el sacerdote espere en el altar debido al canto o la música por un lapso no permitido por la liturgia. … En general, debe considerarse como un abuso muy grave el hacer aparecer la liturgia en las ceremonias eclesiásticas como subordinada y, en cierta forma, puesta al servicio de la música, porque la música es sólo una parte de la liturgia, de la cual es humilde servidora”. El tema es analizado en FIUV, Positio Paper 9: El silencio y la inaudibilidad en la forma extraordinaria (véase núm. 4).

[28] Esto se hizo en la Instrucción Inter oecumenici (1964) , núm. 48 (c).

[29] Este principio se aplicó a todo el Misal merced a la Instrucción Inter oecumenici (1964), núm. 48 (a). Esto crea el mismo problema con las Oraciones Preparatorias analizado en la nota 7, reduciendo el tiempo disponible para el canto, o aumentando el tiempo que el sacerdote debe permanecer en la sede o esperando en el altar.

[30] Se abolió para todo el año por la Instrucción Inter oecumenici (1964), núm. 48 (j).

[31] Tanto el rito del matrimonio como la bendición e imposición de las cenizas tiene lugar, en el Misal de 1962, antes del comienzo de la Misa, pero después del Evangelio (y de la homilía) en el de 1970. El primero fue trasladado a después del Evangelio por la Instrucción Inter oecumenici (1964), núm. 70. Este mismo documento pone después del Evangelio la “renovación de las promesas bautismales” de quienes se van a confirmar, cuando se celebra la Confirmación en la Misa (núm. 65).

[32] El uso del vernáculo para los “formularios de diálogo” y muchas otras partes de la Misa se hizo posible para todo el año en la Instrucción Inter oecumenici (1964), núm. 57 (c). 


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Actualización [27 de abril de 2018]: En razón del indulto concedido por la Pontificia Comisión Ecclesia Dei para el uso del Ordo de Semana Santa anterior a la reforma piana, del que dábamos noticia en una actualización de la primera parte de este Position Paper, el sitio The Wanderer ha publicado cuatro entradas para explicar en concreto cuál fue el cambio de los ritos de la Semana Santa tras el decreto de 1955. De esta forma, la primera entrada está dedicada al Domingo de Ramos, la segunda del Lunes al Jueves Santo, la tercera al Viernes Santo, y la cuarta a la Vigilia Pascual. 

Actualización [2 de mayo de 2019]: En un artículo publicado en OnePeterFive, el Dr. Peter Kwasniewski relata cómo fue su primer Triduo Pascual celebrado conforme a los ritos anteriores a la reforma piana de 1955, el cual viene acompañado de unas hermosas fotografías de las ceremonias.